jueves, 18 de mayo de 2017

Es mediodía en Venecia


Inspirado en Rima Baransi

Venecia, Italia. Calle Priuli Ai Cavalletti, recepción del hotel Florida. 

-¿Te gustó tu habitación, Carlota? - preguntó Marat al notar que la joven estaba acalorada.
-Está muy pequeña y la cama de Adrien queda en mi nariz, Andreas está en mis pies y mi padre rentó otra igual para meter a Tennant y a Miguel.
-Te fue bien.
-Podrían pintar las paredes y dar algo para la claustrofobia.
-¿Qué querías por 50€?
-La única vista que tengo es al edificio del frente.

Carlota y Marat se rieron y ella tomó su bolso clutch en medio de un resignado suspiro.

-¿Recuperaste tu otra bolsa?
-Sigue perdida en Mónaco, no creo verla de nuevo, Marat.

Carlota miró el reloj y resolvió salir del hotel sin esperar a nadie. Afuera había un pequeño local de bebidas y con un poco de valor, se acercó porque no quería pasar más tiempo con sed.

-Un vaso con agua - pidió pero nadie pudo entenderla así que Marat decidió hacerse cargo.

-Acqua per favore.
-Acqua è migliore in canali.
-Necessitiamo qualcosa, succo di frutta?
-Abbiamo bibite di ciliege, dattero e mirtillo.
-Ciligie è l'opzione e necesso altra di mirtillo.... Hablar esto es complicado.
-2€ per favore.
-Grazie.
-Siete turisti?
-Similare.
-La signorina è bellissima.
-Grazie?
-Questi sono i bibite, ciao!
-Ciao...

Carlota, por supuesto no sabía que había sucedido y tomó de la mano de Marat un vaso con un líquido rojo oscuro.

-Me duele la cabeza de hablar italiano.
-¿Qué te dijeron, Marat? ¿Qué pasó?
-Que el agua está mejor en los canales.
-¡Yuck! De acuerdo.
-Pero conseguí jugos de cereza y arándano.
-Me tocó el de arándano.
-No pongas esa cara.
-Es que ya sé porque huele a fauna muerta.

Carlota tenía una fuerte expresión de asco y dudaba de dar un sorbo mientras caminaba en la calle más estrecha que le había tocado ver.

-También me dijeron que eres bonita.
-¿De verdad?
-Parece que tendrás éxito en este país.
-No entiendo lo que dicen y como que no está muy limpio por aquí.
-Es sal.
-Pero hay charcos en todos lados, debería ponerme tenis.
-Estás muriendo aquí, las sandalias están bien.
-Voy a repetirme que la ciudad es bonita y que no dijiste lo de morir.

Carlota caminaba con sumo cuidado, deseando llegar al Ponte degli Scalzi que estaba próximo y al parecer, lleno de turistas. El embarcadero también se hallaba repleto y se anunciaba que no había lugares en "i vaporetti" que irían a Ponte di Rialto.

-¿Qué es un vaporetti?
-Botes.
-¿En serio? ¿Cómo vamos a llegar a San Marcos o al Lido? - preguntó Carlota mientras Marat no alcanzaba a traducir media palabra más y ella se enredaba con un mapa al revés.

-Hay más vaporetti en el Ponte della Costituzione... ¿Entendí bien?
-¿Y dónde está eso?
-A la derecha y muy lejos.

Él señaló el rumbo y Carlota abrió la boca en señal de incredulidad y desaprobación.

-Creo que me levantaré temprano mañana para dar un buen paseo.
-Me iré a las once.
-Lo sé, Marat.
-Podemos ir a Cannareggio todavía.
-¿Está cerca?
-Hay que caminar un poco.
-¿Por dónde?
-Rio Terà Lista di Spagna, justo aquí atrás.
-¿Cómo entiendes el mapa?

Marat se rió justo después de contemplar a Carlota resignándose a no caminar por el puente y cruzar a una parte de la ciudad que estaba realmente ansiosa de ver. No se burlaba de ella.

-Caminemos, a lo mejor compras algo - sugirió él y la chica lo siguió mientras terminaba su bebida pensando en el consejo recibido sobre el agua y sobre el sol que brillaba más que en París y sofocaba más que en Tell no Tales. Rio Terá Lista di Spagna era una calle larguísima, peatonal, con abundantes pasticcerie, bares, tiendas de regalos y kioskos de postales. El lugar estaba tan saturado que no se podía ver nada y desalentada, Carlota caminó con la cabeza baja hasta que Marat la tocó por el hombro.

-Vayamos por aquí.
-¿Por dónde?
-Salizada di San Geremia.
-¿Seguro?
-¿Ya viste lo que hay?

Ella finalmente sonrió y con prisa, se introdujo con Marat en una calle con pequeños hoteles y que desembocaba al Ponte delle Guglie. Estaba cercana la "Fondamenta Venier" del barrio Cannareggio y algunos botes atracaban al lado de la estrecha banqueta en la cual los lugareños se saludaban unos a otros. Cerca un señalamiento decía "Canale di Canareggio" y una familia parecía despedir a un joven que iría a otro barrio a recoger un encargo.

-¡Hay una góndola, Marat! ¿Alguien estará a cargo?
-¡No suban! - gritó el chico del bote y Carlota y Marat se le acercaron por curiosidad.

-¿Siete turisti?
-¿Qué? - preguntó Marat.
-¡Turistas! Se salvaron, no querrán ir en góndolas a ninguna parte ¿son franceses? ¿Me entienden?
-Claramente.
-Por poco pagan 80€.

Carlota casi se ahogaba escuchando eso.

-Es muy caro - siguió Marat.
-El gondolero cobra aparte y si quieren canciones o un instrumento, pueden terminar con el doble ¿Por qué no toman los vaporetti?
-No hay en Santa Croce.
-Puedo llevarlos ¿Dónde quieren ir?
-San Marcos.
-San Marco! Yo debo ir por unas telas, puedo dejarlos.
-¿En serio?
-Los llevo por 7€, es lo mismo que el vaporetto.
-¿Por dónde nos iremos?
-Por el Gran Canale, luego Rio di Salvador, Rio delle Ferali y Rio delle Procuratie.
-Parece lejos.
-Estamos a veinte minutos, es buena hora ¿Vienen? Soy Geronimo.
-Eso no sonó bien.
-Ma per certo, la signorina è bellissima, qual è il suo nome?
-Carlota e io sono Marat, suo fratello.
-De acuerdo, suban.

Carlota y Marat abordaron el bote y se colocaron cómodamente en medio, mientras su guía encendía el motor y comenzaba un lindo recorrido con la Iglesia de San Geremia como inicio.

-Llegaremos pronto a la Fondamenta di Labia y al Ghetto Vecchio, sosténganse cuando les diga que entramos al Gran Canale porque los barcos agitan el agua.

Carlota comenzaba a ponerse feliz cuando Marat le comentó que el conductor la consideraba hermosa.

-Le dije que soy tu hermano.
-¿Por qué?
-Porque no conocemos nada y mejor evitamos problemas.
-De acuerdo.
-Tienes que aprender italiano rápido.
-Compré un diccionario en el tren.
-No te ha servido.
-No.
-Al menos hoy te ayudo.

Carlota abrazó a Marat de forma amistosa y se dedicó a mirar con asombro la ciudad, sobretodo cuando la lancha giró a la izquierda y el bullicio del Gran Canale la hizo abrir la boca.

-Que bueno que no estamos cerca de Guidecca porque los cruceros son peligrosos y algunos atracan casi frente a San Marco, acá lo más que hay son las lanchas que lo vuelcan a uno.
-¿Por qué compraste un bote?
-Mi familia vende telas en un taller de San Marco y acaban de terminar unas para el carnaval en febrero.
-Cuánta anticipación.
-Es una lástima que la signorina no lo vea.
-Tal vez sí, ella se quedará a vivir aquí.

Carlota tomaba fotos mientras tanto y de repente contestaba uno que otro mensaje en su celular, preguntándose como le haría para aprenderse mínimo los nombres de las atracciones más conocidas por si se le ocurría pasear de nuevo. La ciudad poco a poco la iba embelesando y el canto de los gondoleros aumentaba sus suspiros.

-Amo las cúpulas rojas - comentó cuando el encanto se rompió por un turista que se había arrojado desde un vaporetto al agua y salpicó a la chica, dejándola un poco asqueada.

-Rispetta la signorina, idiota! - gritó Marat y ahuyentó al inconciente arrojándolo de vuelta a la cubierta de su embarcación de origen.

-Carlota ¿Estás bien?
-Supongo que sí ¿Cómo hiciste eso?
-¿Qué?
-¡Regresaste a ese botarate a su bote!
-¿Botarate?
-Lo aprendí en un libro.
-Bueno, eso significa que yo no tengo una buena respuesta porque sólo vi el vaporetto y lo aventé.
-Mi vestido está húmedo.
-El agua está bien sólo en los canales - añadió el guía.
-Ya lo sabemos - contestaron los dos al unísono y prefirieron disimular su propio disgusto porque el Ponte Rialto se vislumbraba ya y su belleza dejaba muda a cualquier persona.

-He visto este puente en tantas fotografías, Marat.
-Es precioso.
-Tómense su tiempo, no llevo tanta prisa - anunció Geronimo y sus tripulantes aprovecharon para volver a relajarse y tomar imágenes del puente, los gondoleros, los edificios y ellos mismos. Por allí se alcanzaba a admirar a un conjunto musical con flauta y lauto y a una cantante que interpretaba "Nisi Dominus" de Vivaldi y cosechaba aplausos infinitos.

-En Venecia jamás escucharán mala música - siguió Geronimo y Carlota y Marat observaron impresionados como entre las multitudes de las orillas había gran cantidad de artistas revelándose con diversos espectáculos. Desde teatro hasta hip hop, malabarismo y ópera.

-No puedo creer que vine hasta aquí - comentó Carlota y nuevamente, los turistas se encargaron de arruinarlo. A algún estúpido se le ocurrió arrojarse desde el Ponte Rialto y otros más lo imitaron mientras caía basura y una que otra botella de cerveza al mismo tiempo. Carlota acabó empapada y ocultando su rostro para que el agua no llegara a su boca y Marat recogía los restos de vidrio que había junto a ellos.

-Qué asco, qué asco, qué asco - repitió la joven y pronto se enteró de que aquél era un problema recurrente en toda Venecia y los lugareños estaban hartos de llamar a la policía y salvavidas.

-Me disculpo a nombre de toda Italia - señaló Geronimo antes de ver a otros más lanzándose por diversos lugares. Era increíble que aun no muriera alguien por semejante idiotez.

-Vamos a entrar al Rio di Salvador, es mucho más pequeño - y tranquilizándose un poco, Marat prometió a Carlota pasar a algún lugar a asearse un poco. Ella sólo miró al frente, furiosa, casi sin advertir que el guía tomaba el Rio delle Feralli y había mucha menos gente.

-Casi llegamos, lo más conveniente es dejarlos en Marzaria de L'orologio y dejarlos caminar derecho, la plaza está al final de la calle.

Los pasajeros aceptaron desalentados y desembarcaron en una esquina que anticipaba una calle larga pero sin sol y Marat pagó a Geronimo, recibiendo un último consejo.

-En Italia no pidan cambio, nunca lo dan, de mal gusto es pedirlo.
-Te di 10€, qué idiota
-No te preocupes, yo te devuelvo el sobrante pero mejor paguen lo justo, es un consejo.
-Gracias.
-Casi ningún negocio en Italia acepta tarjeta, sólo hoteles y negocios grandes.
-Lo tomaremos en cuenta.
-Y reitero mis disculpas a la signorina.
-Está bien.
-Buena suerte, ciao.
-Ciao?

Carlota volvió a tener la cabeza baja y cruzada de brazos, se dirigió a la plaza. Marat no se atrevía a hablarle más que para hacerle notar que se veía la Torre dell'orologio y que antes había una pequeña tienda de ropa a la que entraron sólo para que ella eligiera un vestido suelto lila.

Pero al salir, a Carlota le cambió la cara. La Piazza di San Marco era enorme y había una fila interminable para entrar al Palazzo Ducale así como una nueva multitud tomándose fotos frente a la Basilica di San Marco pero la Torre dell'orologio estaba solitaria y corriendo, se acercó para convencerse de que no era un sueño, de que de verdad había arribado a Venecia y que superaba por mucho los primeros desaires del viaje.

"Non mangiare in piazza", "non correre in piazza" y "non alimentare piccioni" eran las reiterativas instrucciones que los oficiales de policía gritaban en cada esquina y Carlota pensó que le llamarían la atención luego de oír lo poco que Marat podía traducirle. De todas formas a la sombra podía descansarse aun estando de pie y luego de un rato, comenzó a oírse más música alrededor.

-¿Ya tomaste fotos Marat?
-De la Basílica unas pocas, está imposible.
-Quería entrar al Palazzo.
-Alcancé a ver que no hay entradas y tampoco para el Museo Correr.
-Venimos en un pésimo día.
-En San Marcos venden boletos para entrar a ver el "Tesoro di Bizancio" y la "Pala d'oro", son como 5€ y también está a reventar.
-Quiero ir.
-¿Segura?
-Corre, ja ja.

Desobedeciendo las indicaciones e intuyendo que no encontrarían lo que buscaban, Carlota y Marat vieron como un empleado de San Marcos colocaba el letrero de "Biglietti venduti".

-¡No!
-Casi pone esa cosa en tu cara, chico.
-Entiendo "biglietti" pero la otra palabra...
-"Sold out" dijo el empleado y Carlota y Marat preguntaron como pudieron si aun podía ingresarse al atrio pero era tal el aforo que la respuesta fue que se dieran la vuelta otro día. Por ello, comenzaron a carcajearse de tal forma que acabaron en el suelo con todo y lágrimas.

-¡Esto es horrible!
Welcome to Venice, Carlota!
-¡Ja ja ja! ¡Y eso que ya vivo aquí!
-¡Nos cerraron la puerta de una iglesia en la cara!
-¡Ja ja ja!
-Esto es para contarle a los nietos.
-¡Ni en Sacré Coeur, Marat, ni ahí!
-¡Ni en el Palacio de Mónaco nos corrieron, ja ja ja!

Los dos se controlaron poco a poco, más por el dolor de estómago que por otra causa y se levantaron para ir mínimo por un bocadillo a Giardini Reale. Desafortunadamente, intentar ver el Ponte dei sospiri detrás del Palazzo Ducale era también inútil.

-Llegaron tres cruceros hace media hora, por eso no vemos nada.
-Ni modo, comeremos algo.
-Te diré por dónde ir.
-Gracias, Marat.

Carlota tomó del brazo al joven Safin y caminaron por San Marco y Riva degli Schiavoni hasta Giardini, sorprendidos de que no estuviera concurrido y la vista del Canale di San Marco y Dorsoduro fuera tan limpia.

-Ay, al fin.
-Lo que te decía, es día de cruceros.
-Debimos llegar en uno, Marat.
-Por 17.000€ seguro.
-¿Así va a ser siempre?
-Mira ese barco, si pudieran lo metían a la plaza.
-Quería entrar a todos lados.
-Todos quieren entrar a todos lados.
-Dijimos "todos" muchas veces.
-Es que "todos" es para todos.
-Bueno, ya fue mucho.
-No hay comida aquí.
-Lo noté pero vemos completo el parquecito.
-Jardín.
-Parquecito.
-Tú ganas.
-Mira, hay un canal atrás de nosotros.
-Las góndolas no son románticas.
-Tampoco los botes.
-Hay que tomar un vaporetto.
-Aun tengo calor.
-¿Competencia de helados?
-¿Todavía te acuerdas?
-Me retaste, Carlota.
-Vamos.

Carlota y Marat abandonaron el Giardini y se fueron de nuevo a la plaza, atravesándola por el corredor San Marco, sin encontrar un sitio sin saturar. A la altura del Caffè Florian, Carlota se detuvo, casi sofocada por el sol.

-Me rindo, esto es un desastre, ni aquí hay lugar.
-No te desanimes, niña.
-Debí guardar jugo.
-Al mío le cayó agua del canal.
-¿Por qué nos pasó eso?

Ella tomó asiento en un escalón y se quedó reflexiva mientras se llenaba más la plaza. En un momento dado, Marat le anunció que buscaría comida y ella ni siquiera se levantó, argumentando que prefería esperarlo. Sin embargo, se dio cuenta luego de algunos instantes que no quería dejarlo solo y le acompañó a paso lento hasta una esquina.

-Venden sándwiches aquí ¿de que te gustaría el tuyo?
-De pollo con ensalada.
-Invito.
-Gracias, Marat.

Se formaron en una fila pequeña a pleno rayo de sol y en un momento dado, ella creyó escuchar una melodía que le era muy familiar, proveniente de un violinista que estaba detrás suyo.

-Joubert compuso eso.
-¿Qué?
-Me la regaló cuando estuve en coma.
-¿En coma?
-Luego perdí el disco en Hammersmith ¡pero esa melodía es de Joubert! Le daré algo a ese músico, es precioso lo que hace.

Carlota se acercó al violinista y le dejó un billete antes de quedarse atenta escuchándolo mientras se despojaba de sus sandalias. Justo cuando más conmovida se hallaba, la joven se animó a danzar como podía, quizás sin percatarse de que el resto notaba su talento para el ballet. Marat en cambio, tomaba imágenes de ella y se alegró cuando los demás paseantes la aplaudieron fascinados.

Carlota acabó muy emocionada y enseguida, abrazó fuertemente a Marat.