Los organizadores del Grand Prix de Helsinki estaban conscientes de que Carlota Liukin no era la patinadora elegida por la familia de Jyri Cassavettes para llevar la corona de flores que se colocaría al centro de la pista como homenaje póstumo y de todas maneras, decidieron mantenerla en el papel por considerarla "adecuada y bonita" para lucir bien en la transmisión televisiva y en las fotos de la prensa. Además, al ser la ganadora de la prueba individual femenina, parecía lógico que se encargara del momento más importante. En la Helsinki Ice Arena se colgaría un banderín con el nombre de la homenajeada y su palmarés más importante, así que a las catorce horas, Carlota Liukin ya portaba una pesada corona de rosas blancas, tan grande que ni ella pensaba en lucirla un segundo extra de lo necesario.
Eso último era apreciado por Katarina Leoncavallo desde un televisor en la estancia del hospital, encendido pese a la oposición del doctor Pelletier. Susanna Maragaglio se hallaba a su lado y guardaba silencio, procurando no rozar su brazo izquierdo para evitar que su enojo se tornara explosivo. Desde la puerta de su habitación, Marco Antonioni no sabía qué hacer ni como reaccionar; Tennant Lutz sólo levantaba la ceja con interés y Ricardo Liukin aprovechaba la oportunidad de ver a su hija luego de dos semanas complicadas.
-"Carlota Liukin ha patinado maravillosamente estos días y hoy rinde homenaje a la memoria de la magnífica, la extraordinaria Jyri Cassavettes, medallista de plata y oro en dos oportunidades en los Juegos Olímpicos... Hoy se ha inaugurado un memorial en la pista olímpica de Lillehammer en Noruega y se abrió una exposición fotográfica aquí en la Helsinki Ice Arena... Aquí viene Carlota Liukin, contemplemos su número en honor de la bailarina finlandesa".
Mientras el comentarista guardaba silencio y una melodía comenzaba cuando Katarina Leoncavallo comenzó a llorar intensamente. Permanecía de pie, inmóvil, pero la mirada fija en esas imágenes de una Carlota vestida de gris con degradados en blanco, a quien el reflejo azul de las luces le daba un aspecto de ángel del hielo, así emulara a Jyri en su vieja actuación de sirena con unas cuentas azules en el rostro.
-¿Estás bien? - preguntó Susanna en un susurro temeroso.
-Perdón, pero me alegra que Jyri haya muerto - dijo Katarina y enseguida recibió un fuerte abrazo. Ricardo Liukin se desconcertó y comenzó a pensar en lo que Carlota le había dicho, en la confusión que ella tenía de si Katarina comía o no helado y en lo que le habían contado sobre la muerte de Jyri Cassavettes, sin atreverse a sospechar de forma profunda. Pero le llamaba la atención que Susanna tomara una actitud tan protectora, que su rostro se volviera defensivo. Marco continuaba sin saber cómo intervenir y Juulia Töivonen lo llamó.
-Ven acá, no creo que Katarina te diga.
-¿Qué cosa?
-De Jyri, siéntate.
-Juulia, supe lo que pasó.
-Claro que no ¿Hablas del accidente? Eso no es un secreto.
-¿Qué quieres?
-¿Katarina nunca te dijo que Jyri le pegó?
-¿Cómo te enteraste?
-¿Ella te...?
-También le robaba sus cosas, la molestaba y mandaba a sus amigas a hacerle de todo ¿Pensabas que Katarina me lo ocultaba? ¡No sé cómo acercarme hoy y ya!
Juulia parecía fulminada y Tennant prefirió no burlarse. Esta vez, era claro que Katarina sí había delatado a Jyri, pero nadie del circuito del patinaje le había creído y con el tiempo y el funeral, iba a ser difícil probarlo todo.
Sin embargo, Katarina seguía sintiendo la culpa de haber quemado a esa mujer. Pero no era la culpa de una carga. Hasta para ella, cuyo código moral podía ser extremo y retorcido, el sufrimiento y la agonía eran precios injustos. Por eso su conflicto interno no la llevaba a condenar el resultado. Una almohada sobre el rostro de su abuelo no había dejado un desastre. Pero el incendio del sótano había condenado a Jyri a tener lesiones permanentes y vivir de deseos de fallecer cada que respiraba. Si Katarina hubiera tenido una dosis letal de morfina y la oportunidad, habría acabado con todo, incluyendo sus lágrimas y remordimientos.
-Tranquila, Katy, ya se fue - la consolaba Susanna, su única testigo del maltrato y también quién no había podido ayudarla como hubiera deseado. Jyri Cassavettes había hipnotizado a la familia Leoncavallo y a sus espaldas, le daba drogas inyectables a Maurizio además de alejar y golpear a Katarina cada vez.
-Pero sus amigas siguen patinando ¡Y yo las tengo que ver siempre! - dijo la joven Leoncavallo, quizás recordando cada cosa que hacían en su contra desde la primera vez. Y a Ricardo Liukin le dió por intervenir.
-¿Qué pasó con la señorita Cassavettes? ¿Algo tan malo?
-Jyri era una pesadilla, pero terminó - respondió Susanna mientras Katarina se aferraba más a ella.
-Lo poco que sé es que bastante gente la quería mucho.
-Nosotras nunca, a Maragaglio le dije que no nos agradaba esa mujer. Esta familia no enfrenta que hicimos mal aceptándola y como siempre, Katarina pagó el error.
-¿Qué le hizo?
-Le daba palizas a mi niña.
Ricardo Liukin se confundió más y de pronto, contemplar a su hija honrando a Jyri dejó de parecerle agradable. Estaba conociendo la versión de la historia donde la heroína se transformaba en un ser deleznable y dada la habitual sinceridad de Susanna, no le pareció correcto indagar. Otra vez le pasó por la cabeza la frase de "¡Katarina no come helado!" y los episodios donde la había visto en "Il Dolce d'Oro" disfrutando de las copas de gelato con salsa de chocolate y esferas de fruta, entendiendo menos.
-Disculpe la imprudencia.
-No se preocupe, Ricardo. Sólo no permita que las patinadoras se le acerquen a Carlota, ellas nunca son buenas amigas.
-La he prevenido varias veces, no crea que no estoy familiarizado con las trampas y otros detalles que ocurren en las competencias.
-Ojalá su hija le escuche.
-Susanna, gracias por prevenirme sobre lo que siempre pasa.
-De nada.
-Y en verdad lo siento, Katarina.
Ricardo Liukin fijó sus ojos en la pantalla y vio cómo se desplegaba el banderín de Jyri y escuchó los aplausos crecientes del público de la arena, ignorantes de las manchas de una figura tan carismática. Carlota continuaba con su número y alistaba su corona para dejarla sobre la pista mientras las luces de su vestido se encendían. Era innegable que la chica Liukin patinaba desde cierta inocencia, con la intención genuina de honrar.
-"¿Qué habrá visto Susanna para que se esté portando así?" - pensó y concluida la actuación de su hija, regresó con un mal sabor de boca a su lecho compartido con Maeva Nicholas.
Pero el que no contuvo su curiosidad fue Tennant Lutz, que aprovechando que Marco al fin decidía sentarse junto a Susanna, volteó hacia Juulia, interrogante.
-¿Qué necesitas, Tennant?
-¿Cómo te enteraste de que Jyri era una desgraciada? ¿Lo viste?
-La padecí.
-¿Tú también?
-Con las chicas de danza no fue amable.
-¿Te jaló el cabello?
-Me rompía el vestuario y siempre me arrojaba al hielo en las prácticas.
-¿Por qué?
-Porque dominé unas técnicas antes que ella.
-Y ahora te vas a casar con su ex novio.
-A Maurizio siempre le escondió sus maldades... Oye ¿La entrenadora de Carlota no era Tamara Didier?
-¿Importa?
-Pregúntenle por el día que se juntó con Jyri y entre las dos le jugaron una broma a Katarina que la mandó a un hospital en Dresden.
-¿Qué broma?
-Le robaron una muñeca patinadora y un oso de peluche y luego de mandarle notas de rescate, le quemaron sus cosas en la cara. Katarina se deshidrató de tanto llorar y se desmayó. Y una mejor: Antes de que Jyri se quemara, a Tamara se le ocurrió hacerle creer a Katarina que Maurizio se había accidentado en un entrenamiento. Katarina no cayó y entre las dos la aventaron a un lago en deshielo. Katarina se rescató sola, llegó mojada y desquiciada a la competencia y los jueces la expulsaron el resto de la temporada.
-¿Qué?
-A Katarina la había contratado una joyería y pensaban que si la hacían reventar, perdería el patrocinio.
-¿Todos sabían?
-Jyri convenció a otras patinadoras de que Katarina les iba a quitar el trabajo y entre todas taparon lo del lago.
-¿Por qué no hiciste nada?
-Porque no tuve valor.
-Eres un monstruo.
-Jyri era la más famosa y la más bonita, ella obtenía lo que quería y cuando se encaprichó con Maurizio, empezó a meterle drogas en las bebidas. Katarina se dió cuenta y quiso avisar, así que Jyri comenzó a propinarle palizas en los vestidores y a las demás nos aterraba con hacer llamadas para quitarnos nuestras becas y sacarnos del radar de los jueces. Muchas nos habríamos quedado sin nada, Tennant.
-¿Por qué esa mujer tenía tanto poder?
-Porque su hermano era delegado de la Federación Internacional de Patinaje y luego lo nombraron presidente ¿Quién se mete con alguien que sí puede destruirte? Y el tipo enseguida borró todo el archivo negativo de Jyri.
-¿Y por qué le lloran tanto a esa arpía?
-Porque a todos sus amigos les hizo favores y les consiguió giras con compañías de espectáculos sobre hielo. Cuando Jyri se quemó, todos se pusieron de acuerdo en hacerle la vida imposible a Katarina hasta que la hartaron y comenzó a devolverles sus porquerías. Luego empezaron de hipócritas con Maurizio y ella se volvió una persona horrible, pero nadie se atrevió a meterse más con él.
-Sigo pensando que eres un monstruo.
-Pero también te alegrarías de que Jyri muriera.
-No me da gusto la muerte de nadie.
-Algún día lo hará, sólo espera.
Tennant selló sus labios, abrumado de cada revelación que se daba en ese hospital. Entonces volteó hacia Marco Antonioni, que por fin lograba estrechar a su esposa mientras le aseguraba que lo arreglaría todo. Katarina lagrimeaba con menor intensidad y asentaba a todo lo que él decía, acabando por disculparse de sus acciones tan extrañas luego de la noche de bodas.
-Lo malo se ha ido - repetía Marco.
-Fue el funeral de Jyri, tenía que verlo.
-Tranquila, chica bonita.
-Es que tardó demasiado en irse al infierno.
Aunque todos pensaron que Katarina externaba esa conclusión por la violencia de Jyri Cassavettes, la realidad era que repasaba en su mente el incidente del sótano. La vela, la discusión, la llama en el cabello, los celos que la habían llevado a expandir el fuego por la tela del vestido a cuadros. Años y años de dolor inhumano, de secuelas inmundas. Pero el final era lo deseado. Al fin, Jyri estaba muerta y su homenaje era el inicio del descenso a la nada.
-"Hasta nunca jamás, maldita infeliz"- pasó por la mente de la joven, quien aprovechó que su rostro estaba oculto para repetir su gesto de sonreír por la extrema felicidad que le ocasionaba el haberse deshecho de una abominación más sin tener que volver a experimentar culpa. El trofeo esta vez era el alma de Jyri Cassavettes y junto a la del abuelo Leoncavallo, adornaba ahora la galería de la justicia en la mente de Katarina Leoncavallo.


