martes, 18 de febrero de 2014

Quinto Paréntesis (Espacio para recepción de comentarios)


Por mucho esta ha sido la etapa más prolongada del blog. La más complicada de escribir, la más pausada incluso.

Paradójicamente, fue por demás fructífera, alcanzando nuevas marcas en números de "shares" y más de mil visitas en el cuento "Un instante" lo que agradezco profundamente. También ha sido tiempo de crecimiento: Desde diciembre de 2013, los cuentos de "No vivo aquí" aparecen en el portal de noticias "La Politika (www.enlapolitika.com) editado por Julio Roa, a quien agradezco sobremanera por ese espacio y por la oportunidad de ser leída por un público más amplio. 

Por último, agradezco a ustedes, los lectores, gracias por la fidelidad y los comentarios ya sea en redes sociales o de forma directa. 

Si hay dudas, sugerencias o reclamos, esta entrada les ofrece la posibilidad de exponerlos de manera prioritaria, todos serán leídos y si es oportuno, contestados. Los invito a participar, serán tomados en cuenta.

La continuación del cuento arrancará cronológicamente en 2002, esta aclaración es pertinente antes de continuar.

Esto ha sido todo por el momento, la quinta etapa se acabó. Gracias de nuevo.


domingo, 16 de febrero de 2014

En el filo del amor (Final de temporada)

    Merci, merci, merci Nathalie et Fabian!

Hammersmith:

-¡Llegaste a Cobbs, derribaste la puerta y te llevaste a la niña!
-¿Eso dicen?
-Bueno, no que te la llevaste, sino que la secuestraste.
-Jamás haría eso.
-¿Por qué se fue contigo?
-La encontré, le pregunté si venía y me contestó que no perdiéramos el tiempo.
-También supe que corrías con ella en brazos en medio de las balas.
-Qué estupidez, me fui por otro lado.
-¿Entonces no sacaste una metralleta y disparaste al aire?
-¿De dónde sacan que soy tan imbécil? Me hace sentir más imbécil aún.
-Del periódico.
-¿Cuál?
-Journal en un número de última hora.
-Que podía esperar de tanta prensa amarillista.
-¡Hasta sacan una foto tuya a diario! ¡Las colecciono todas! 
-Mmh, ¿Bérenice, verdad?
-¡Qué bonito suena mi nombre con tu voz!
-Agradezco que seas tan entusiasta pero este no es un buen momento.
-Ay, perdón.
-No es de importancia, es que me preparo para un vuelo, debería descansar y tomar una siesta, ya sabes, para estar bien.
-Oh, es justo. ¿Me firmarías el autógrafo de una vez?
-Vale, vale.
-¿Está bien en la curva de la cintura?
-¿Qué?

Bérenice Mukhin levantó su vestido ante los ojos de Sergei Trankov sin interesarle que había puesto los pies en la sala de espera y la observaba un gran grupo de amigos de aquel hombre. Nadie deseaba imaginar cómo ella había sacado un plumón.

-¡Me haré un tatuaje con tu firma! ¡Seré la envidia!

Trankov se sonrojó pero cumplió la petición. Bérenice casi lloraba de emoción.

-¡Te amo tanto! ¡Eres el mejor, Sergei!
-Eres muy... muy tú.
-Lo sé, ¡gracias, gracias!

Y la joven procedía a llenar al
guerrillero de besos, sin pensar que molestaba.

-Suéltalo - ordenó Carlota Liukin de manera inspirada y por demás sutil. Bérenice reaccionó con sumisión, Sergei Trankov en cambio, volteó hacia Carlota con una sonrisa y se aproximó a ésta.

-Quita esa cara.
-No tengo otra.
-Entonces no te enojes.
-No te incumbe.
-¿Quieres que tu padre te vea haciendo pucheros? 
-Se me pasará cuando lo salude.
-Sí, como no.
-No fastidies.
-Calma, solo te hice un comentario.
-Evita otro.
-¿Estás furiosa? 
-¿Por qué? ¿Te divierte preguntarme cosas inútiles? Es mejor que cierres la boca, ¡o mejor! toma tus cosas y lárgate, no quiero saber de ti.

Carlota Liukin se cruzó de brazos pero no pudo sostener su mal genio, cediendo a unas ganas de huir. Si Trankov no lo advirtiera, nada de lo que se narra a continuación habría ocurrido:

-Sergei, que gusto verte - saludó Ricardo Liukin al lograr reconocerlo - ¿Cómo estás?
-Más me alegra que haya venido, señor.
-Supongo que cuidar a Carlota ha sido poco menos que extraño.
-En su ausencia pasaron muchas cosas. 
-No debes decírmelas, amigo. De alguna manera estuve al tanto, Tamara Didier me llamaba con frecuencia y Carlota siempre me contó que estuviste cerca. Bien hecho.

Ambos estrecharon manos.

-Ahora debo saludar a mi hija, con su permiso, Sergei.
-Adelante, aunque le sugiero que se apresure, ella no se siente bien.
-¿Se enfermó?
-Ha estado deprimida.

Ricardo comprendió que era tiempo de alcanzar a la pequeña y agradeció a Trankov, asegurando que compensaría sus atenciones. El guerrillero no respondió.

Por su lado, Carlota Liukin se detenía frente al ventanal y sin que nadie la viera, esperó el momento justo para derramar una lágrima, luego dos y poco a poco aumentó hasta transformarse en un llanto incontrolable.

-Carlota ¿qué tienes? - interrogó su padre.
-¡Te extrañé! Se me salen las lágrimas porque has venido.
-Ven aquí, bebé. 
-Te quiero mucho, papá.
-Mi chiquita ¿estás contenta?
-Ha sido una madrugada volátil.
-Cuando utilizas esa palabra sé que algo te sucede.
-Nada, papá. 
-Una chica de trece años jamás diría "volátil" por versada que fuera. Tu crees que no puedo ayudarte, pero quiero que me des la oportunidad de hacerlo. Desde el funeral de tu madre no he platicado contigo y ahora me he dado cuenta de que no fue correcto darte permiso de venir sola a esta ciudad porque fue tiempo que no compartimos y es hora de aprovechar lo que nos resta.

Carlota posó su cabeza en el hombro de Ricardo pero él le cubrió el rostro, permitiéndole llorar cuanto deseara. 

-¿Te sientes mejor?
-¿Te puedo contar lo que sea?
-Por supuesto, cielo.
-¿Te acuerdas de que Edwin Bonheur me gustaba mucho?
-Cómo no, jamás entendí por que.
-Le contacté por teléfono hace poco.
-¿Qué dijiste?
-Que se acabó.
-Qué alivio, nunca vuelvas a verlo.
-Edwin no sabe hablar y no podía seguir atorada con él.
-¿Qué significa eso de que "no sabe hablar"?
-A que nunca es claro y siempre da a entender lo que no es, pero conmigo no se enredaba y soy tan pequeña que me dolió saber que yo sí lo comprendía.
-Corazón, está bien que te alejes. Me parece perfecto que lo hayas decidido por ti misma, yo tuve miedo de que no lo hicieras.
-Pero tardé más en decir adiós que en encontrar por que lo hice.
-Tranquila, estoy a tu lado en lo que sea.
-Sostén mi mano.
-Listo.
-Papá, me vas a regañar.
-No, lo prometo.
-Es que... Me he enamorado de nuevo.

Ricardo se llevó una gran sorpresa y experimentando una mezcla de tristeza y nostalgia, abrazó a su hija con todo el amor que tenía.

-Llorarás, papá.
-Carlota, me hace feliz que ames a alguien.
-¿En serio? 
-¿Quién se ganó el corazón de oro de mi hija? ¿Lo conozco? ¿Siempre sí fue Joubert Bessette?
-Es un hombre tan convencional.
-No, Carlota. De ti solo viene lo extraordinario ¿Quién es?
-Te desilusionarás.
-No hay problema.
-¿Seguro?
-Adelante.
-Me enamoré de un hombre, de Sergei Trankov.

Ricardo se derrumbó por dentro. Se había perdido un cambio en la vida de Carlota. El amor que ahora le confesaba era la consecuencia de un proceso complicado y el fin, esta vez definitivo, de una infancia maravillosa.

-¡Trankov! 
-Perdóname, papá.
-No, no hay nada de malo en eso ¿No has intentado coquetearle, cierto?
-Voluntariamente, no.
-De acuerdo, mientras no pase de ahí... ¿Él lo sabe?
-Me descubrió antes de decírselo.
-¿No intentó algo?
-Me respondió lo obvio, que no.
-¿Fue duro?
-Tampoco.
-¿Por qué tus lágrimas no cesan?
-Papá, estoy asustada.
-¿Por lo que sientes?
-Ojalá.

Ricardo besó la frente de la niña.

-Sergei Trankov se irá lejos. No volveré a verlo.
-¿Qué piensas?
-Que no me despediré.
-Qué mal, no debes darte ese lujo.
-A Trankov no le importaría.
-¿Crees que un hombre no valoraría las palabras de la mujer que lo ama? No interesa si nunca se relacionaron íntimamente o acabaron peleados. Despedirse cierra los capítulos como debe ser. Corre, resuélvelo.
-Papá...
-¡Ve tras él! 
-Pero...
-¡Es la última vez que lo verás! ¡Abrázalo, bésalo, no te contengas! Te doy permiso ¡Dile a ese hombre que lo amas!
-¡Gracias, papá! 
-Trankov merece escucharlo, igualmente tú ¡Corre, pequeña!

Carlota no se detuvo un segundo más. Ante la mirada de su padre, ella preguntaba "¿alguien ha visto a Sergei Trankov?" e insistía en ver a todas direcciones con la esperanza de hallarlo. Ricardo contemplaba con los ojos humedecidos y el teniente Maizuradze, que se reconocía en aquella expresión, no titubeó en charlar con él.

-Crecer es doloroso desde este lado de la trinchera.
-La perdí.
-Bienvenido al club.
-Es imposible, todavía es mi bebé.
-Esta parte es una de las tantas letras chiquitas del contrato natural.
-Se me fue el tiempo.
-Yo me salté la vida de mi hija mayor, así que lo suyo no está tan mal.
-Supongo que ahora me volveré un retrógrada que fijará horas para llegar a casa, prohibirá las fiestas, reprobará el alcohol y rezará porque su hija no haga un topless y aparezca en internet.
-Los hijos cambian la perspectiva, cosas que nos gustaban dejan de parecernos divertidas y tratamos de que las entiendan antes de cometerlas pero es incontrolable.
-Apenas me acostumbraba a que Andreas fuera un adolescente y ahora se une Carlota, Adrien es quien en unos días me enviará a la banca.
-Entonces gózelo, vaya con el chico a donde le gusta, jueguen y únanse. Aproveche que lo tiene. Cuando yo vuelva de la guerra, Anton y Válerie no tendrán tiempo para armar legos o construir trineos conmigo y me arrepentiré tanto o más que con mi hija Viktoriya. Por cierto ¿No los he presentado?
-No.
-Es la jovencita de allá.
-¿La que está con Gwendal?
-Quería pasar mis últimos minutos de paz con ella y mire, encontró a alguien. La banca es un sitio ingrato pero si los hijos sonríen, vale la pena.
-¡Perdón que interrumpa! - dijo Bérenice.
-¿Qué se le ofrece?
-Debo irme, señor Ricardo. Espero que nuestro viaje le haya gustado.
-Es una de las experiencias más originales que he tenido, gracias mujer.
-Adrien ya me entregó mi balín.
-Qué bien ¿Cómo lo hizo?
-Lo escupió, fue muy loco.
-Disculpe ¿es un balín Rostov? - intervino el teniente Maizuradze.
-Sí, es muy útil. Con su permiso.
-Propio, Bérenice cuídate mucho.
-Sí señor Ricardo, lo haré.

La muchacha se fue a toda prisa y desapareció en el espejo del servibar. En lugar de explicarse lo ocurrido, los dos hombres optaron por brindar por su suerte.


La última escena:

Carlota recorrió pasillos, aparadores, tocadores, la sala de espera y una recepción sin hallar a Sergei Trankov, así que aceleró el paso, preguntó por él una y otra vez, lo llamó y hasta pidió que si alguien lo veía, avisara que ella le buscaba. 

Agotada, Carlota prosiguió hasta la salida topándose con que la calle estaba vacía. Pensó en regresar, revisar cuantas veces fuera necesario, pero se percató de que obtendría el mismo resultado. 

-No puede ser - se dijo - se fue. Ay, no, no, no, no ... Algo se me tiene que ocurrir, piensa, piensa. Él se oculta, es fácil para ti saber donde, en una bodega tal vez, en tu nariz.

Carlota miró al frente, con la esperanza de no equivocarse, pero la silueta de Sergei no se distinguía por ningún rincón y tampoco había señales en los techos. 

Ella comprendió que era tarde.

-¡Por favor, por favor, por favor no! - suplicó pero su voz se cortó. Nadie en la calle la escuchaba y ella se desplomó sobre las rodillas.

-¡Sergei! - exclamó sin fuerza -¡Sergei! - gritó inútilmente porque ni ella escuchaba. La chica no pudo más. Imaginar que él había tenido un imprevisto o no tenía sentido que continuara en el mismo lugar no lograba reconfortarla. 

-¡Te amo Sergei! Te amo - murmuró al ver caer cristales de hielo y el ambiente se iluminaba con una luz blanca muy hermosa, en la que se distinguía una figura conocida.

Ella dejó pasar la tormenta sin poder contener las lágrimas y sintiendo que perdía el aliento con cada paso proveniente de la silueta.

Sergei Trankov miró a Carlota Liukin y la levantó delicadamente. Ella se hallaba conmovida y él, sin mediar palabra, la estrechó largamente con cariño. 

Carlota le susurró sin cesar que lo amaba, él le sonrió con sincero agradecimiento y se separó después de recibir un pequeño beso. 





viernes, 14 de febrero de 2014

El epílogo de un momento importante (To build a home)


Hammersmith:

Viktoriya se instaló frente a la tienda de muñecas al tiempo que Trankov se separaba de ella para darle paso al teniente Maizuradze. La joven no apartaba su vista del brillo del aparador.

-Tenemos que hablar - dijo su padre.
-Comienza, por favor.
-No seas tan directa, Vika.
-Es que te irás, papá.
-¿No quieres pasar este tiempo conmigo?
-Ni siquiera lo niegas.
-Sabes que debo volver a casa.
-¿Rusia? Ay, papá.
-Es cierto que iré pero junto a ti.
-¿Cuántos días? Porque tendré una escala en Francia para descansar y tu boleto es directo a Moscú.
-Vika ¿por qué no me dijiste?
-Porque supe que te enviaron al frente.
-¿Quién te contó?
-Tu uniforme, las cosas que llevas en la maleta y el pasaporte. 
-Iba a contarte.
-¿Antes del vuelo?
-Visitando a tu madre.

Ella suavizó su faz y tomó de la mano a su padre.

-No puedo prometer que saldré ileso.
-¿Mis hermanos lo saben? 
-Lo tomaron mejor de lo que esperaba.
-¿Cuándo volvería a verte?
-Solo a ti te prometo regresar vivo.

Vika abrazó a su padre pero no lloró como él lo había creído durante su viaje. La joven estaba tranquila.

-¿Por qué te llamaron si te habías jubilado?
-El presidente alegó que me necesita al frente y no en la última reserva.
-Es el segundo que no te deja ir.
-Pero sabe lo que hace.
-¿Sabes que en el ejército rumoran que haces migas con Putin?
-Sería ministro y no teniente. 
-Todos dicen que te encargas de una misión especial.
-Hay cuestiones que tratar y la zona de combate es cambiante, por mera mala suerte la conozco perfectamente.
-¿De qué te ríes?
-De que nadie pueda sustituirme por ahora. Le mandaré saludos a Putin de tu parte.
-¿Es cierto que te citó a una audiencia privada?
-La información corre rápido.
-Dile que es la última vez que vas.
-Hija, no puedo hacer eso.
-¿Por qué?
-Mi trabajo es de seguridad nacional. En cuanto encuentre a mi relevo, te aviso de inmediato. 
-No sé si bromeas o tienes tanto miedo que mejor carcajeas.

El teniente Maizuradze rió tontamente, quizás comprendiendo que su hija se abstenía de mostrar su tristeza. Era momento de guardar silencio y pensar en muñecas. 

-Iba a obsequiarte una.
-Con la mía tengo suficiente.
-Fui un padre al que le faltó tiempo para ti. 
-Eres el mejor.

Vika y su padre pudieron echarse a llorar y despedirse largamente, pero Sergei Trankov estaba cerca, cuidando cada movimiento y alertando.

-Alejémonos, señor.
-¿Qué arma traes?
-Révolver.
-Ay, Trankov, un cuchillo es más práctico.
-Si estuviéramos solos le creería.
-Tienes razón.

El teniente Maizuradze le dijo a Vika que se alejara y esta caminó rápidamente hasta unirse al grupo de la sala de espera nuevamente. En cambio, Trankov se iba con sigilo por los pasillos y aguzaba el oído mientras preparaba su arma y se lo comía la curiosidad de saber quienes provocarían tales molestias.

-Trankov, descuidas mucho la diestra.
-Y usted la siniestra, señor.
-¿Hacemos equipo?
-¿Piensa defenderme con una navaja?
-Salvarlo de sí mismo que es diferente.
-Me halaga.
-Debería darle grima, novato.

Ambos se deslizaban entre los aparadores con admirable destreza y pronto dieron con un corredor estrecho.

-Trankov, ¿te doy un ligero golpe en la nuca?
-No esperaba esto.
-Ves peligro donde no hay, así tendrás la consciencia.
-Así tendré los nervios.
-Así estará nuestra vista ¿son los Liukin?
-Todos y cada uno.
-¿Cómo habrán venido?
-¡Yo los traje! - gritó una mujer de repente. La familia forcejeaba con sus maletas y el teniente Maizuradze resolvió ayudarlos.

-No te quedes mirando, Trankov - decía el buen hombre cuando Bérenice Mukhin salió a escena y eufórica, rodeaba al guerrillero con sus brazos y llenaba su rostro de besos.

-¡No puedo creer que esté frente a Sergei Trankov! ¡Mi héroe! ¿Me daría su autógrafo?
-¿Quién eres?
-Bérenice, admiradora y próxima novia ¡te amo!
-¿Quedamos en que eres fan, no?
-¡Me encantas!  

Y acto seguido, Bérenice se colgaba del cuello de Trankov.

-Traje a los Liukin de muy lejos - presumía la joven - Si me hubieran dicho que lo conocería no me habría tardado en eso.
-¿Qué dices?... Eh, ayudaré allá.
-¡Bravo mi héroe! ¡Siempre amable! ¡Tan lindo!

Pero el desconcertado Trankov se dispuso a desenredar cintas de las maletas y sacaba del pasillo a quien pudiera, ya que todos se estorbaban entre sí.

-¿Cómo llegaron? - preguntó.
-Caminando - contestó Ricardo Liukin.
-¿Desde Tell no Tales?
-Más o menos.
-Pero es imposible.
-No con esa chica.

Ambos miraron a Bérenice.

-Ella es increíble - añadió Ricardo. 

Pese a todo, el único que disfrutaba de aquel lío era Gwendal Mériguet. Tanto gusto le daba haber arribado al aeropuerto que había destrabado su equipaje y sin saludar, corrió a la sala de espera para apartarse un lugar próximo a la oficina de documentación de equipaje. Tan veloz fue, que ignoró a los presentes y luego volvió al oscuro pasillo a seguir sacando valijas.

-¿Qué sucede? - se cuestionó Vika - ¿Papá estará bien?
-Eso es seguro - murmuró Carlota Liukin - Ya aparecerá.
-No estaría tan tranquila. Si el Gobierno Mundial mandó gente, arrestarán a Trankov y mi papá se metería en problemas.
-Para nada, el que pasó es mi tío Gwendal.
-¿Por qué no lo saludaste? 
-Porque fue grosero.
-Tú también lo estás siendo, por si no te habías dado cuenta.
-Ya vendrá.
-¿Si no?
-Nada le ocurrirá justo ahora.
-No lo des por hecho ¿qué tal si se cae y se mata?
-Qué dramática.
-Perdón, es que estoy sensible. Mi papá se va y con Trankov es lo mismo, podría ser la última vez que lo veamos.

Carlota abandonó el semblante tranquilo de golpe y se levantó con angustia, como si una fuerte verdad le cayera encima.

-¿Trankov te comentó algo?
-No, Carlota, pero él es un rebelde, antes di que no lo han herido.

Carlota soltó una lágrima, misma que al ser enjugada por Vika se transformó en un brillante. Esta última no pronunció palabra al respecto ya que la niña no lo había notado.


(Mini - episodio):

-Iré por más café ¿querrás algo?
-Unos pañuelos.
-Carlota ¿todo está en su lugar?
-Voy a menstruar.
-Sí, no hay duda.
-No te burles, Vika.
-¿Es que te sientes mal?
-No había pensado en que Trankov se marcha.
-¿Te cae bien? Hace rato pensé que no.
-¿Me traerías algo para limpiarme la cara? Él no debe verme así.
-Claro, dame un minuto.

Vika se separó de la niña y se dirigió al servi-bar, donde quiso permanecer un momento, pero fue sorprendida por Gwendal, que buscaba una bebida. Él le cedió el paso y ella, fijándose en lo atractivo que era, fingió que no encontraba lo que deseaba.

-Vi una lata por ahí, déjame ver.
-Gracias.
-Hasta atrás hay una, toma.
-Qué suerte.
-De nada.

Gwendal sonrió por hacer el favor pero algo mantuvo sus ojos en ella.

-¿Esos son audífonos de iPod?
-Son un poco viejos, venían con el que compré.
-Creí que era el único que usaba uno.
-¡Wow! ¿Lo traes?
-Mira.
-¡Es más reciente que el mío! 
-¿Cuándo conseguiste el tuyo?
-El año pasado.
-Me encanta el reproductor de primera generación.
-Yo quería el que salió hace unos meses, me hubiera esperado.
-Si quieres, cambiamos.
-Tengo guardadas todas mis canciones y tal vez no tengas macbook para meter las tuyas.
-Si tengo.
-¿Eres millonario?
-Tú eres millonaria.
-Mi computadora ya no funciona como antes.
-¿Eres chica mac? ¿No mientes? 
-No ¿tú lo haces?
-Con la tecnología nunca... Oye, antes de que esta charla siga ¿cuántos años tienes?
-Dieci.. nueve - mintió ella 
-Entonces no hay problema.
-¿Qué hay contigo?
-Curso la treintena. Treinta para ser exacto.
-Te ves muy bien.
-Se agradece, tu luces genial.
-¡No tomes de ese café!
-¿Es malo?
-Todo lo que sea Bucks lo es.
-No has probado café tellnotelliano.
-¿Tomaste esa porquería?

Ambos rieron.

-Durante un año cada mañana.
-Qué tortura.
-¿Has ido a Tell no Tales? 
-No, pero una vez me llevaron una bolsita de café y no te cuento.
-La primera vez es inolvidable y luego va empeorando.
-Devuelve eso, en Hammersmith tienen la marca Malcade, es buena.
-Confiaré en ti.
-Pasando a otro tema y disculpa por ser muy drástica pero ¿tienes novia?
-¿Al grano? No, no, ninguna.
-¿Amigas?
-Menos.
-Extraño ¿eres gay?
-¿Averiguamos?
-A partir de este momento no tengo novio.
-¿Había alguien?
-Me perdió hace poco.
-Qué tonto.
-Es pasado ¿a qué te dedicas?
-Organizo eventos de X-games desde internet ¿y tú?
-¿No me reconoces?
-¿Eres rider?
-No.
-Mira, empecemos de nuevo. Me llamo Gwendal Mériguet.
-Viktoriya Maizuradze.
-Tu apellido me suena.
-No es usual.
-Bien dicho.
-Sólo una cosa.
-Dime.
-¿Qué vuelo tomarás?
-El de las once am. a París.
-Yo igual ¿compañía?
-Air France.
-¿Asiento?
-Clase turista, lugar 23.
-¡Yo soy 24!
-¿Bromeas?
-Es verdad, te muestro si quieres.
-No hace falta.
-¿Crees en el destino, Gwendal?
-¿Te parece si iniciamos de amigos?
-Siempre que me tomes de la mano...
-Y te abrace del hombro...
-Va, "amigo".

Vika y Gwendal dejaron el servibar en medio de una nueva conversación sobre las coincidencias y se sentaron juntos, sin importarles nada más. 

Ella presintió que al lado de él estaría en casa.