miércoles, 29 de septiembre de 2021

Las pestes también se van (Maragaglio al teléfono)


-¿Qué hace ese idiota de Maragaglio? ¿No piensa contestar o qué? - se quejaba Anna Berton casi a gritos en casa de su padre, mientras intentaba instalar a sus propios hijos y a sus sobrinos en algún lugar de la sala. El bebé de un año no dejaba de llorar y la cocina era un desastre con trastes y despensa por todas partes.

-Ay, qué alivio ¡Al fin respondes, Riccardo! - exclamó antes de quemarse vertiendo spaghetti. Eran las trece horas.

-¿También enfermaste? ¿Dónde estás?... ¡Me hubieras avisado! Habría pasado a ver a tus hijos... Estoy en encerrada con mi papá, alcancé a comprar latas y paquetes de conservas... ¿Te metieron al hotel Messner? Recupérate pronto... ¿Yo? Muy preocupada ¡Susanna está hospitalizada!... Le dio influenza y le pusieron un tanque de oxígeno ¡Maragaglio no me contesta!... ¿Finlandia? ¿No piensa venir? ¿No va a cuidar a sus hijos?... Yo los tengo, los Leoncavallo están contagiados y los papás de Katarina y Maurizio me los vinieron a dejar... ¿Qué sabes de Maragaglio?... Lo mandaron a Finlandia pero ¿a qué?... ¿Cómo que a cuidar de Carlota? ¿Qué pasó en París?... ¡Yo necesito a ese idiota aquí! Susanna está bastante enferma, un tal Pelletier llamó hace rato para avisarme como está.

Anna escuchaba a Ricardo Liukin decir que en Intelligenza Italiana le habían negado cualquier permiso a Maragaglio de volver y que hacía una hora había tomado un vuelo con escala en Frankfurt.

-Internaron a Susanna a las ocho de la mañana... ¿Maragaglio habló con ella antes? ¿Carlota te contó?... ¿A qué hora llegan a Frankfurt?... ¿No tardan? Ay, eso sería muy bueno, no creo que sepa lo mal que se puso mi hermana.

La casa estaba envuelta en el alboroto infantil y mientras el viejo señor Berton se aseguraba de que el grupo no comiera dulces, el marido de Anna buscaba la manera de arreglar una chapa mientras los carabinieri que iniciaban la vigilancia de la cuarentena le reprendían más de una vez.

-¡Te dije que compraras una herramienta nueva! - gritó la mujer de repente. El silencio llegó poco después.

-Papá ¿Qué le hiciste a los niños? - preguntó al asomarse y ver la televisión con las caricaturas. Ricardo Liukin escuchaba con cierto agrado desde el otro lado de la línea.

-¡Al fin! Supongo que pasaré tres semanas gastando luz con tal de que todos estén tranquilos. Perdona Riccardo ¿En qué estabas?... ¿Pero Miguel responde al medicamento?... Menos mal, otro hospitalizado sería más malo ¿No has sabido de Katarina? Susanna estaba muy triste por ella.

Anna Berton mezclaba como podía algo de salsa de tomate y se iba enterando de la mascarilla de oxígeno, del tal Pelletier como el médico de la joven, de unos exámenes que le harían y también supo de "un hombre" que le hacía compañía en Terapia Intensiva.

-¿No te dijeron quién es? Se me hace extraño que le pongan compañero... ¿Marco? ¿Tienes el apellido?... ¡El gondolier! ¡Los Leoncavallo van a ponerse como fieras! Jajajajajaja... ¿No te dijeron? ¡Marco tiene prohibido estar cerca de Katarina!... ¿Cómo que por qué? ¡Porque esos dos se gustan! Toda Venecia sabe que estarían juntos si los Leoncavallo no fueran unos cretinos... Riccardo, no debería decirte esto por teléfono pero es más ilógico que Katy sea novia de Miguel que encontrarse a Marco Antonioni todos los días de regreso a su casa... No te conté porque te ibas a poner así... ¡Estás gritando!... Comprendo que te enojes por tu hijo.

La mujer no se arrepentía de haber hablado.

-¿Por qué tanta preocupación por Katarina?... Ya sé que estuvo cerca de Carlota pero si ella no se contagia... No creo que pase a mayores, en el hospital han de tener vigilado a este niño y a Katy... ¿Cómo que no puede hacerte eso? ¿De qué se trata?... Bueno, si algo anda mal te vas a enterar y Miguel igual... ¿Te dijeron qué?... ¿Sabes que no hay espacio en ningún hospital? A Susanna la tuve que llevar a San Marco Della Pietà... ¿Internaste a Katarina ahí?... ¿Por qué estabas con ella?... Miguel trabajaba pero ¿por qué ella no fue a su casa?... ¿Se va a mudar? Maragaglio va a poner el grito en el cielo ¿la corrieron?... ¿Quiere vivir con Miguel?

Anna Berton se sorprendió mucho pero no era tonta. Sabía que Katarina Leoncavallo no le era agradable a la familia Liukin y más de una vez había escuchado a su amigo quejarse sobre la presencia de la joven con su actitud agresiva y engreída.

-Katarina va a estar bien, es deportista, se cuida mucho... Riccardo, no vas a resolver nada enojándote, sólo pusieron a Marco junto a ella... Sé lo que dije pero en el hospital no los van a dejar ni platicar y con la mascarilla de oxígeno no creo que puedan levantarse... Miguel ya está grande, él puede pedirle detalles a Katarina, por algo es el novio... ¿Tú quieres una explicación? Esa pídela si tu hijo llora ¿de acuerdo? Antes no hay nada que puedas hacer.

Anna continuó escuchando mientras el enojo de Ricardo iba aumentando y comenzó a preguntarse la razón de que Katarina le fuera tan importante a este, perdiendo la cuenta de las veces que se hallaba mencionándola. Quería callarlo pero él fue quien guardó silencio primero al concluir su largo alegato.

-¿Ahora puedo contarte mis cosas o tengo que esperar a que te calmes? - reclamó Anna y apagó la estufa antes de sentarse en una silla de madera y constatar que empezaba a llover.

-Te dije que tengo a Susanna muy mal, hace rato me llamaron para lo del tanque de oxígeno y su doctor quedó de comunicarse otra vez a las cuatro... La metieron al quinto piso... ¿Maeva también está ahí? No creo que sean vecinas... De todas formas no imagino de dónde habrán cachado el virus... ¿Viene de Nueva York? Entonces fueron los turistas, madre mía. Ojalá yo no me enferme porque no podría cuidar de los niños... ¡Te digo que los Leoncavallo me los vinieron a dejar!... No cuidaron ni a sus hijos y quieres que se ocupen de los de Susanna... Les voy a servir pasta, no sé cocinar otra cosa... Se ven sanos pero estoy segura de que no voy a tardar en oír los estornudos ... ¡Ay! ¿Sabes qué? No voy a pensar que nos contagiamos... Mi papá está con ellos, ya sabes que no le molesta hacerse cargo... Mi esposo no puede arreglar ni la chapa... Un hooligan de esos del Venezia nos echó a perder la puerta... ¿No supiste? Esos idiotas se pelearon con la polizia porque la cuarentena es obligatoria y suspendieron no sé qué partido... No es la primera vez, siempre nos rompen algo... Detuvieron al responsable pero ¿crees que tiene dinero para pagar? ¡Es un muchachito de esos que van a los baccarì de mala muerte en Ghetto Vecchio!... Le llamaron la atención y todo, se disculpó su mamá y prometió traer al cerrajero pero ya conoces a mi marido, todo el tiempo quiere arreglar las cosas aunque no sepa... Me traje cosas de la editorial para trabajar aquí en casa... Hay un escritor que quiero contratar y estoy revisando sus manuscritos con otra cosa de poesía y un libro para niños que salió mal del taller de impresión y estoy viendo cómo venderlo... Ni tiempo hay de corregirlo y la autora nos quiere matar... Es mucho trabajo aunque me digas que no... Creo que acabo en unos días y de todas formas voy a atender conferencias por teléfono... Ya sabes de cuáles, aún debo lanzar un par de títulos antes de que acabe el año... Tú no quieres escribir y sigo esperando por ese libro de recetas que te encargué... Ay, Riccardo, házme caso, te irá bien... ¿Cómo que no sabes de qué hablar? Dices que cocinas muy bien... Ay, olvida eso, son tus memorias, no voy a presionarte... Mira, igual prefiero que hagas un recetario, me dijiste que tienes algo de pescado seco... ¿Quieres hablarlo cuando acabe la cuarentena? Te agendo una cita enseguida... ¿No quieres que hablemos en la editorial?... ¿La vinatería de San Tommaso? Ay, me encanta, venden unas mini hamburguesas... Lo mejor es el vino, eso es cierto... Recupérate pronto, Riccardo... Sí, voy a esperar tu nueva idea... Te dejo porque debo marcarle al idiota de mi cuñado... Maragaglio que se pudra pero primero debe atender a mi hermana... ¿Crees que no está enterado de lo de Katarina? Ese hombre está más al pendiente de ella que de... sus niños... Cuelgo ya, ¿nos mantenemos en contacto? Ojalá regreses pronto a casa... Gracias por desearme la buona fortuna, ciao.

La mujer colocó el teléfono en su lugar y apagó la estufa con una gran sospecha. Susanna le había comentado que no tenía buena espina sobre Katarina y ahora Ricardo Liukin se lo había recordado, obligándola a repasar cada palabra para descubrir algo, cada acto o confidencia que recordara, cada escena. Como la vez que Maragaglio asistió a un concierto con aquella chica para celebrarle sus diecisiete años sin avisarle a su esposa en una escapada de fin de semana. O una pelea con Marco Antonioni en la estación central de góndolas de San Giorgio cuando este pretendía invitarla a un campo de flores a las afueras de Venecia. Y ni pensar en aquel día familiar en la playa cuando Katarina, la recién llegada, había acaparado las miradas con su bikini y Maragaglio no paraba de hablarle ni de jugar con ella antes de apartarse con Susanna. Anna Berton lo tenía grabado en la mente porque su hermana no había podido contenerse al contar lo apasionado y excelente amante que era su marido a partir de ese instante. 

-Seguro ese idiota se enteró de Katarina y Marco antes que yo - murmuró Anna y tomó asiento para respirar un poco. Faltaban veinte minutos para que Maragaglio arribara a Frankfurt y no estaba segura de contactarlo rápido. Aún así, se aseguró de tener el número a la mano y eligió quedarse quieta antes de intentar hablar; pero el teléfono sonó de nuevo y con prisa contestó creyendo que era vital.

-Anna Berton habla ¿Qué se le ofrece y quién es usted?
-"Soy Maragaglio ¿Te desilusiona?"
-¿Llegaste a Alemania antes?
-"No sé de qué me hablas"
-Ricardo Liukin comentó que harías una escala.
-"Carlota dijo eso"
-¿Dejas que una niña invente semejante cosa?
-"Me facilita el trabajo"
-¡Idiota!
-"Muchas gracias, qué halagador".
-¿Cuándo vas a preguntar por Susanna?
-"Lo hago ahora ¿Te han dicho cómo sigue?"
-¿Qué sabes tú?
-"Que la llevaste al hospital y le han puesto oxígeno".
-¿Te llamaron?
-"Yo le pedí a Susanna que pidiera ayuda cuando le hablé en la mañana. Luego en Intelligenza me hicieron saber que tú la internaste y te hablo para darte las gracias".
-¿Tú qué? ¿Las gracias a mí? ¡Susanna es mi hermana, no la voy a dejar morir, idiota!
-"También te quiero"
-¿Te han llamado del hospital?
-"Sí, antes de abordar estuve hablando con el doctor Pelletier... Parece que nadie más atiende en ese lugar".
-No hay personal, todo mundo se está enfermando... Entonces ya sabes que mi hermana se ha puesto mal, en serio mal.
-"En Intelligenza me han pedido prolongar la misión".
-Claro, es que tú jamás estás para Susanna ¡Nunca abandonas tu puesto, no importa si ella se siente enferma!
-"De verdad quise ir".
-¡Estarías aquí cuidando a tus hijos por lo menos, maldito bastardo!
-"¡A mí no me tratas de bastardo!"
-¡Te trato como el desgraciado hijo de puta que eres! ¿Crees que no oigo a la mujer que traes contigo, "cariño"? ¡Estás engañando a Susanna otra vez! ¿Qué diablos necesitas para dejarla en paz o para serle fiel? ¡Mi hermana está grave y tu familia vino a botar a tus hijos en mi casa! ¿Por qué no eres responsable esta vez? ¡Maldita sea, Maragaglio, si Susanna no hubiera respondido un poco con el oxígeno, la hubieran llevado a Terapia Intensiva con Katarina!

El sollozo de Anna Berton se escuchó fuerte y su padre se le acercó para quitarle el auricular. El hombre decidió tomar la palabra aunque fuera contraria a su determinación de no cruzarse con Maragaglio y ante los ojos de su hija, adoptó la serenidad.

-No voy a exigirle cumplir con su obligación de volver porque usted ha decidido lo que hará. Nosotros estaremos al pendiente de Susanna y lo que haga falta, cuidaremos a mis nietos con gusto y cuando haya regresado, verá que no hay dificultades para usted. Maragaglio, diviértase con su amante de turno como siempre lo ha hecho; sabe que el papel de Anna y el mío es el de las advertencias, pero nunca el de las pruebas aunque estén en nuestras manos. Susanna y usted son adultos, no vamos a intervenir en decisiones que no nos competen desde que tuvimos el infortunio de conocerlo. Termine con la misión que le han encomendado y cuente con nosotros. Todo estará en orden, Susanna se recuperará.

El señor Berton terminó con la llamada y Anna le abrazó para llorar cuánto le hacía falta. Los niños en la sala no se enteraban de nada.

-¿Por qué seguimos tolerando a Maragaglio, papá? ¿Por qué le hace tanto daño a nuestra familia? Susanna no reacciona y ahora míranos, estamos solos.
-Podemos con esto.
-Papá, ya no sé qué hacer ¿Por qué él siempre hace esto? ¿Por qué tiene una amante justo ahora?
-Apoyaremos a tu hermana procurando a sus hijos en este momento. Es lo sensato, Anna. 
-¿Sólo eso?
-Confiemos en que Susanna se recuperará y tomará la decisión que le parezca correcta ¿Tienes hambre?

Anna Berton asentó y se incorporó para tomar tenedores y platos antes de arreglar la mesa y convencer a los chicos en la sala de compartir un momento familiar. Los informes sobre Susanna Maragaglio y su salud serían recibidos a las cuatro de la tarde. 

lunes, 6 de septiembre de 2021

Por un poco de tu amor


Vestido "Lindsey", colección "Less is more" de Eva Lendel.

París, Francia. Lunes, 18 de noviembre de 2002.

La tormenta concluyó por la tarde y la multitud salió la calle a disfrutar de la nieve antes de que se convirtiera en hielo. Algunos restaurantes abrían sus puertas para recibir a improvisadas clientelas con niños y la familia Becaud resolvió ofrecer chocolate caliente y panecillos en el suyo para que nadie sufriera un resfriado. A esa hora, se sabía poco en las noticias sobre los inconvenientes de la nevada en el departamento de Ilê de France pero si había sobre Venecia y su situación de emergencia. Maragaglio por supuesto, no estaba sorprendido de la información mientras el médico Luc Pelletier le daba el parte médico de Katarina.

-¿Por qué le metieron un hombre al cuarto?... ¿Cómo que no hay lugar? ¡Le pedí a Gatell que Katy se quedara sola!... Ya sé que usted no es Gatell y que el tipo ese es su paciente pero... ¡Exijo una explicación! ¡Ella no puede estar acompañada! ¡Les recalqué que lo sacaran!

Los gritos de Maragaglio llamaban la atención de la gente al interior y a Cumber le daba risa.

-¿Quién es el tipo que internaron con Katarina?... ¿Cómo que no puede decirme?... ¡Le meten a un desconocido al lado y sin avisar! ¿Cómo quiere que me ponga, doctor?... No lo necesito, soy de Intelligenza Italiana, puedo tener ese nombre sólo pidiéndolo ¡Me lo da ya!... ¿Marco qué?... ¡Antonioni! ¿El gondolero idiota?... ¡Ya sé que se pronuncia "gondolier"!

Mientras la pena ajena se apropiaba de los parisinos presentes y de Carlota y Marat, Maurizio Leoncavallo se acercó con el rostro severo a Maragaglio para escuchar más de cerca.

-¡No me interesa si Antonioni tiene Marfan o lo que sea que tenga! ¡Fui muy específico cuando pedí que dejaran a Katarina en paz!... ¿Cómo que son amigos? ¡Ella jamás le ha hablado!... ¿No han parado desde que él llegó? Ni siquiera se conocen... ¿Katarina está de acuerdo?... ¿Que ella y Marco qué?

Judy Becaud y Cumber no se contuvieron en ese momento y aunque no entendían una palabra de italiano, lanzaron una carcajada escandalosa por lo que estaba sucediendo.

-¡Le dije que Katarina era ese tipo de chica! - alzó la voz Cumber, dando palmadas a la barra y ocasionando que Marat también comprendiera y los acompañara en la algarabía.

-¿De qué hablan? - preguntó Carlota.
-De que a Katarina le gusta su compañero de cuarto - contestó Marat.
-¿En serio? Creí que ella estaba loca.
-Se enfermó nada más.
-¿Por qué estás feliz?
-Hombre y mujer juntos en un hospital ¡Ya sabes lo que dicen!
-No ¿qué cosa?

Aunque en esa fecha aún no ocurría nada entre Katarina Leoncavallo y Marco Antonioni, el hecho de que conversaran y voltearan a verse le resultaba suficiente prueba al grupo de que se estaba formando la pareja. Los jóvenes en los hospitales suelen establecer vínculos e intimidad, razón por la que rara vez se les permite convivir.

-¿Qué hacen?... Ah, Maragaglio. Cuando se prima se besuqueé con su compañero entonces si podrá enojarse - se burló Katrina al acercarse.
-¿Sigues en pijama? - notó Cumber.
-Tú igual y no te juzgo.
-¿Cómo le vas a quitar el coraje a ese hombre?
-Que se lo quite solo.
-¿Crees que te pida sexo?
-Va a querer tenerlo de cualquier forma.
-¿Te ríes de él?
-Le dije desde la mañana que Katarina está muy ocupada en sus propios asuntos.
-¿Cuánto le va a durar el enojo?
-Toda la semana.
-¿Lo vas a aguantar?
-Supongo... ¿Sabes que tiene una cita? Antes de bajar llamó a la tal Marine porque le tiene una sorpresa.
-¿Marine? ¿La del sobre?
-Y telefoneó a alguien más pero de eso no sé.

Judy Becaud pasó saliva luego de escuchar aquello y miró con desprecio a Maragaglio, intrigándose por el plan que ejecutaba aquel y sin estar segura de que vería a Marine sin ganas de fulminarla.

-Cumber ¿Crees que venga? 
-¿Marine? Tendría no sé si estupidez o valor, señora Judy.
-Ella sólo trajo los papeles.
-No creo que alguien la perdone.
-Tú la atenderás.
-¡Usted es la mejor jefa que he tenido!
-Seguro, es que entrometido no eres.
-Usted curiosa tampoco es.

Cumber se divertía cuando vio entrar a Enzo Leoncavallo y recibir la seña por parte de Maragaglio de que ocupara una solitaria mesa junto a la pared del fondo. El hombre traía una gran maleta y un catálogo en la mano.

-¡Ay! ¡Ayuda a ese hombre, por Dios! - dijo Judy y Cumber mismo auxilió al señor Enzo al notar que también traía un rack lleno de vestidos y un par de cajas. Los comensales parecían llenarse de expectativas ante tal arribo.

-Buenas noches ¿Puedo colocar estas cosas en un rincón? - saludó el propio Enzo.
-Por supuesto, tío. No se preocupe, pondré a alguien a cuidar - respondió Judy sin reparar en qué estaba usando un lenguaje afable y familiar. Carlota y Marat se miraron mutuamente antes de colocarse junto a otro baúl que alguien llevaba sin esperar propina.

-El tío Enzo vende vestidos de novia ¡Dijo que traería los nuevos diseños de la tía Pnina! - se emocionaba la chica Liukin.
-¿Qué dijiste?
-¡Ay, Marat! No sabes lo bonito que trabajan ¡Siempre salen en las revistas de moda!
-¿Desde cuándo son la tía Pnina y el tío Enzo?
-¡Va a venir una novia a probarse todo lo que trajeron! Maragaglio quiere regalarle su vestido.
-¿Qué?
-La novia era empleada de Intelligenza.
-Entiendo.
-¡En la nueva colección hay perlas y moños grandes y mucho tul y bordados a mano y un montón de cosas que han de estar preciosas!
-¿Y si no?
-En la siguiente línea se reponen.
-¿Por qué te interesan los trajes nupciales?
-¡Porque brillan mucho! 

Marat sonrió ante el entusiasmo ingenuo de Carlota, quien no dudaba en pedir uno de los catálogos y comenzar a darse una idea de lo que estaba por ver.

-Tendremos un show de modas si todo sale bien - advirtió Enzo Leoncavallo.
-¿Salir bien? - preguntó Marat.
-Nuestra invitada no parece ser muy grata por aquí.
-¿La conocemos?
-Por lo que Maragaglio me ha contado, sería increíble que no la hubieran visto.
-¿Quién es?
-Marine, la chica que le vino a entregar el sobre a la señora Judy.
-Qué loco.
-Parece que Maragaglio quiere agradecerle.
-¿Usted está de acuerdo?
-Para mí es un negocio más; para él debe significar algo.
-Creímos que la odiaba.
-A veces los Leoncavallo actuamos de formas raras.
-¿La convenció de venir? 
-Ella lo llamó para disculparse.

Marat y Carlota se quedaron boquiabiertos y descubrieron que Maragaglio le había mentido a Katrina sobre ese asunto. Él no había telefoneado a Marine y no se veía muy dispuesto a la visita porque seguía con su fuerte queja sobre Katarina y el tal Marco.

-Esto no será agradable - advirtió el entrometido de Cumber.
-¿Siempre eres así?
-Vivo para este chisme porque Katarina está en él.
-¿Ella qué tiene que ver?
-¿No lo ves, Marat? Maragaglio se desquita: Katarina está enferma y muy lejos, ni siquiera la puede visitar y ella en lugar de postrarse en cama y quejarse, encontró diversión y compañía sin mover un dedo. Marine que no es nada brillante también lo hizo enfadar y entre esa mujer y Katarina ¿a quién crees que eligió para descargarse? Maragaglio iba a asistir a la boda de Marine para arruinarla pero como ella quiere pedirle perdón, le dio paso a un plan más perfecto.
-¿Echarla a perder por un sobre? Fue grave pero no es para hacer eso.
-¡Despierta, Marat! Marine era su amante.
-¿Cómo sabes? - exclamaron Carlota y el mismo Marat al unísono.
-Cuando Katy se acueste con el gondolero idiota en unas horas, cualquiera aquí va a agradecer que Maragaglio se vaya en contra de esa mujer que no conocemos. Marine también le mandó la información familiar a Susanna Leoncavallo.

Carlota se llevó una mano a la cara en lamento y con la sensación de que había recibido mucha información.

-No sé si contarle a mi padre de esto.
-¿Deberíamos irnos?
-Marat ¿quieres una malteada de fresa en la barra?
-Tu familia italiana es más extrema que todos los Liukin juntos.
-Un asaltante me dio un batazo y me dejó en coma.
-Pero nadie se está vengando.

La chica Liukin no comprendía a qué se refería el joven Safin con eso y regresaron con Judy, abandonando el baúl que habían querido cuidar al inicio. La incomodidad era mucha.
 
-¿Qué les dijo Cumber que traen mala cara? - curioseó Katrina.
-Sus idioteces de querer ver desnuda a la modelo del tío Enzo - contestó Marat mientras pensaba que los Leoncavallo daban miedo. Acto seguido reparó en Maurizio, que también se llenaba de ira al escuchar cómo su hermana se relacionaba con su compañero en el hospital. Así aprendió que lo ocurrido con Katarina Leoncavallo y sus miradas lujuriosas en la pista de hielo de Bércy lo habían expuesto a padecer los celos por los que un Leoncavallo era capaz de desconocer los límites. Por algo se iba enterando de que al gondolero y a Katarina se les había prohibido acercarse por años.

La calefacción en La Belle Époque era agradable y se volvió posible para muchos el despojarse un momento de las chaquetas y los abrigos. Maragaglio permanecía ajeno a ese momentáneo alivio, con la mirada y risa de Katrina fijas en él.

-Me alegra estar aquí - comentó la joven.
-¿Por qué? - respondió Judy al tomar asiento detrás de la barra.
-Maragaglio es todo un espectáculo.
-Eso sí.
-Se le pasará el enojo, no es que a Katarina le importe mucho lo que piensen de ella ahora que está enferma.
-¿Tú qué sabes?
-Los Leoncavallo siempre ahuyentan al tal Marco. Maragaglio me dijo que a su prima le gusta el muchacho pero no le dan permiso de verlo.
-¿Por?
-Al hermanito y a los papás no les agrada desde que Marco les reclamó por tratar mal a Katarina hace como mil años.
-¿Mal?
-Toda la familia es cretina con la "niña". Ese día la estaban regañando por ordenar helado en un restaurante.
-Katarina odia el helado, me lo dijo Carlota.
-Tu primita tiene prohibidas dos cosas: Marco y comer. Adivina quién se aseguró de que pudiera terminarse su postre ese día.
-¿Por qué ella no tomaría una comida? Es deportista.
-Maurizio le vigila la dieta desde chiquita. En su cumpleaños no la deja comer más que una cucharada de pastel, los papás le sirven poco y tuvo un abuelo que la tenía a dieta de agua y salsa de tomate para que no "engordara".
-Ella habría muerto.
-Maragaglio se enteró de que Katarina se dio un banquete en Nueva York y Maurizio le gritó muy enojado por hacer eso.
-¿A qué hora? 
-Eso no lo sé. Lo que sí es que a tu primita la obligan a repetir que el helado le da asco y ya casi se lo cree.

Carlota Liukin no sabía si irse, pero su repentina palidez llamó la atención de Marat.

-¿Estás bien? - pronunció él, asegurándose de que nadie más lo oyera.
-Sí.
-¿Por qué te pones así?
-Es que no entiendo ¿Recuerdas que te conté lo que le pasó a Jyri Cassavettes estando con Katarina? 
-Que se quemó.
-Te dije que Katy huyó a una gelateria pero Maurizio estaba seguro de que a ella no le gustan esas cosas.
-Te respondí que era sospechoso.
-Maragaglio es quien la conoce mejor y si dice que ella sí come gelati, entonces debe ser cierto.
-¿Tú qué crees?
-¿Y si Katarina le ha ocultado a su hermano que ha comprado gelati siempre?
-¿Qué quieres decir?
-Que ella no puede evitar el munchies cuando hace cosas horribles o se siente mal.
-¿Estás segura?
-Cuando me amenazó en la competencia de Murano, robó un galletón que Yuko había comprado y no le digas a nadie pero oí que Katarina se abalanza sobre la comida en el hospital.
-¿Qué?
-He escuchado rumores pero Sasha Cohen dice que Katarina no paraba de devorar lo que encontraba en Nueva York. Maurizio se enteró de la pizza y de los hot dogs pero dicen que comió tacos y chocolates, bebió muchísima soda y se emborrachó antes de tomar el vuelo para venir acá.
-¿Cuál es el punto?
-Que Katarina confesó que mató a Jyri cuando corrió por gelato.
-Estás bromeando.
-Es que creo que lo hizo.
-¿No te parece grave que su familia la controle con los alimentos? 
-Marat...
-Eso se puede comprobar; lo de Jyri bien sabes que no.

Carlota sintió que estaba siendo reprendida por su perspicacia, razón que la hizo sorber su malteada apenas la tuvo enfrente.

Maragaglio terminó su llamada al hospital en Venecia y luego de intercambiar un par de palabras distantes con su tío Enzo, se aproximó a Katrina con frustración. Un trago de absenta le esperaba y lo bebió de golpe.

-¿Enojado, cariño?
-Ponte el vestido amarillo de satín con el cinturón que te compré. Necesito que te veas sensual y parezca que puedo quitarte la ropa muy rápido.
-Maragaglio, sabes que no haré eso.
-¿Quieres que Marine te vea en pijama?
-Me pediste cooperar, no disfrazarme.
-¿Crees que la vas a convencer de que eres Katarina con esa ropa?
-No sé que intentas pero no me interesa, corazón.
-¡No estás aquí para hacer tu voluntad, Katrina! 
-¡Vete al diablo! 
-Necesito que Marine sienta celos de ti.
-¡No va a pasar!
-¡Te confundió con Katarina, ayúdame!
-¿Qué quieres hacer? Tranquilízate.
-Por favor.
-Esto es malo.
-Te necesito ahora.

Maragaglio se veía confuso y Katrina optó por seguirle la corriente luego de recibir un beso. Cumber y Judy esperaron a que él saliera del local para al fin hablarse.

-Ese hombre es una vergüenza.
-Señora, ¿todavía quiere que me encargue de él?
-Cumber ¿Sabes controlar a tipos como ese?
-Trankov no me ha enseñado tanto.
-No quiero saber en qué va a terminar.
-Igual lo verá porque Maragaglio no es el único con ganas de destrozos ¿Usted piensa que Maurizio Leoncavallo está reaccionando muy bien a lo de su hermanita? 
-No.
-Quien sabe qué les habrá hecho ese gondolier pero si a Katarina la vigilaban para que no fuera su amiga... 
-Los Leoncavallo son unos enfermos, Cumber.
-Ese tal Marco ha de ser importante.
-¿Dijiste "gondolier"?
-Es lo correcto ¿no?

El ambiente pesado hacía que cualquier persona se abstuviera de marchar únicamente por curiosidad. Enzo Leoncavallo acomodaba vestidos diversos alrededor suyo y algunas personas preguntaban por ellos. Al ser prendas de muestra, algunas telas traían marcas de pisotones o roturas en las faldas; incluso un corpiño con pedrería tenía una quemadura. 

-Hoy tuve una sesión de fotos desastrosa en una televisora y apenas me devolvieron un vestido que a Marine le quedará maravilloso. También tengo pensado un estilo princesa con un corpiño de transparencias y joyería con falda enorme y otro princesa de tul brillante y detalles de satín - comentaba el hombre a quien quisiera escuchar; incluso podía atender a una improvisada clienta interesada en un vestido liso con encaje a los costados y escote en la espalda. A Carlota Liukin le era inevitable observar.

Al mismo tiempo, en la calle, Maragaglio esperaba por Marine Lorraine. Lo hacía sin cigarrillos, con el celular apagado, un buen abrigo y el rostro bajo. La mujer iba tarde pero la razón era que no se atrevía a entrar al bistro y desde el otro lado de la banqueta miraba que tan lleno estaba el lugar. 

-No te preocupes, yo cruzaré - declaró Maragaglio al reconocerla y se le aproximó con las manos en los bolsillos, adivinando que ella quería huir. Parecía que volvería a nevar y Marine traía un gorro gris en el que se depositaban unos tímidos copos.

-¡Qué hermosa te ves! - saludó él.
-¿Qué dijiste?
-Perdona, es que hace tanto que... Siempre has sido linda.
-Maragaglio, yo no debo estar aquí.
-No te vayas.
-Se que estás molesto.
-No lo estoy.
-Trankov te dijo que estuve entregando un sobre aquí ¿Cierto?
-Marine, no te preocupes.
-Supe que reaccionaste mal.

Maragaglio miró a la mujer directamente a los ojos.

-Enfurecí - admitió él.
-¡Lo siento tanto!
-No era manera de enterarme.
-Yo me arrepiento mucho.
-Hablé con mi esposa. No te preocupes, todo está bien.
-Ay, yo... Maragaglio, no quise lastimarte.
-No lo hiciste.
-¡Claro que sí! Incluso cuando te llamé estabas enojado y gritabas.
-Es que he pasado muchos días tratando de no buscarte.

Marine se desconcertó un poco.

-Es que... Desde que Katarina y yo estamos juntos, me he dado cuenta de que no funcionamos.
-Maragaglio ¿Tienes una relación con tu prima?
-Te confesé que estaba enamorado de ella y ahora no sé cómo terminar.
-Empeoré todo ¿verdad?
-Lo que hiciste no fue correcto.
-Perdona si compliqué las cosas.
-No era manera de enterarme.
-¡En serio, lo siento!
-Pero no habríamos vuelto a vernos.
-He sido una loca todo este tiempo.
-Yo he sido malo contigo por cuatro años.
-Maragaglio...
-No podía aceptar que te extrañaba y que separarnos fue un error.
-¿Qué dijiste?
-Te vas a casar y yo quiero ofrecerte la disculpa que te mereces. 
-¿De qué hablas?
-Con Katarina soy muy infeliz y Susanna me hace sentir atrapado. Estoy pagando lo que te hice, Marine.

Maragaglio bajó la mirada de forma tal, que por un momento su rostro quedó a la altura del de Marine. 

-Teníamos algo especial ¿No crees? - continuó él.
-Lo terminaste.
-Me has hecho falta.
-Ni siquiera hablas conmigo.
-Mujer, yo no quería verte más.
-¿Qué me dices entonces?
-Déjame pedirte perdón.
-No debo creerte.
-Tienes todo el derecho.
-La última vez que te llamé estabas enojado.
-Tuve un tiroteo esa noche... Marine, esto es difícil. Mírate, eres tan linda y yo he empezado a envejecer.

Maragaglio reflejaba una gran angustia.

-¡Te vas a casar! - exclamó para cambiar de tema.
-En unos días.
-¿Quién es el afortunado, Marine?
-Se llama Laurent.
-¿A qué se dedica?
-Es especialista en finanzas.
-¿Trabaja en un banco?
-Corredor de bolsa.
-¿Crees que me ayude en unas inversiones? El dinero nunca está de más.
-Dicen que va y viene pero no lo creo. 
-Exactamente... Bueno, Marine, nunca te faltarán recursos.
-Espero que así sea.
-¿Cómo lo conociste?
-En una regata en el Quai de Seychelles ¿Te acuerdas?
-Es un lugar precioso.
-Mi padre y yo fuimos a ver la competencia y Laurent se presentó solo.
-¿Albert Damon tuvo tiempo de estar contigo?
-Mi papá ha estado de gira por tres años así que aprovecho cuando está en casa.
-Me invitó a su banda.
-Maragaglio, nunca entendí por qué no aceptaste.
-Aun podría hacerlo si vinieras conmigo.

Marine y Maragaglio se miraron a los ojos.

-No lo haría.
-¿Por qué no?
-¿Qué hay de Susanna y de tus hijos?
-Llevo a mis hijos y con ella podría arreglarme.
-Nunca la dejarás.
-Estuve a punto una vez.
-Pero te enamoraste de Katarina.

Él no replicó a aquel lamento y optó por tomar los dedos de la mujer delicadamente, con cierta expresión de agrado en sus gestos.

-Espero que te guste mi sorpresa, Marine.
-Alcanzo a ver de qué se trata.
-Te verás más hermosa.
-No podría aceptar tu regalo.
-Es tu boda.
-Tengo un vestido.
-No de mi tía Pnina.
-Mi mamá y yo compramos uno con nuestros ahorros.
-Estoy seguro de que no estás convencida de utilizarlo.

Marine movió su cabeza hacia el lado izquierdo, aceptando que Maragaglio decía la verdad.

-Vamos, puedes elegir lo que quieras.
-No me hagas obsequios.
-Es mi forma de hacer las pases.
-No.
-Nos estamos diciendo adiós.

La mujer no adivinó qué palabras eran las acertadas para resistirse y evadir un abrazo, así que él la estrechó fuertemente, haciéndola sucumbir a la sensación afectuosa de antaño, cuando los dos se querían.

-Marine, ahí viene tu padre - susurró Maragaglio.
-¿Qué?
-Tu papá nos está viendo.

Ella se confundió al contemplar a Albert Damon acercarse y temió por un momento que le preguntara por la ausencia de la pañoleta roja que debía estar luciendo.

-¡Señor Albert! Qué gusto me da verlo de nuevo - dijo Maragaglio al extender su mano.
-¡Qué sorpresa tan agradable! Creí que nos veríamos dentro del bistro.
-Quería ponerme al corriente con Marine por lo de su boda.
-¿No le ha invitado?
-El servicio de correos me entregó un sobre estropeado.
-No importa, Maragaglio, usted es bienvenido y espero verlo ahí. Marine y la familia siempre le hemos estimado.
-Muchas gracias.
-¿Les parece si vamos por algo caliente? Hace mucho frío.
-Por aquí, por favor.

Maragaglio caminó detrás, enterándose involuntariamente que el señor Damon había ido a París por insistencia de su propia esposa, quien desconfiaba mucho de lo que su hija hacía en un viaje exprés. El destino original de Marine era Venecia, pero al iniciar la cuarentena imprevistamente, había cambiado el rumbo.

-Tu madre se preocupó mucho, dijo que te habías ido con tus amigas del concurso de belleza y no avisaste antes.
-Es que ellas me invitaron.
-¿A qué?
-Iremos a un spa mañana y hemos estado de compras.
-¿No te falta dinero?
-No, papá.
-Di un concierto anoche en un club, creí que estarías ahí.
-Lo siento, fui a otro lado.
-Está bien, Marine. De todas formas me alegra verte.

Albert no parecía molesto ni alarmado y atravesó la puerta de La Belle Époque frotándose los brazos. Su cabello rizado hasta los hombros, jeans acampanados, chaqueta de cuero y una camisa de color cyan con estampado de flores blancas y rosas delataban que era un cantante legendario, al mismo tiempo que Carlota Liukin lo reconocía sin recordar que era amigo de sus padres. 

-¡Vaya que has crecido Carlota! La última vez que te vi eras muy bajita y te peinabas con trenzas ¿Tu padre está bien? - saludaba Albert con una gran sonrisa
-Está en Venecia - respondió ella
-Tu abuelo me había hablado de su mudanza.
-¿Goran Jr.?
-Vamos a tocar mañana en un café de La Bastille ¿vendrás?
-Tomo un vuelo a Helsinki.
-Qué pena, te habría invitado a cantar... Te dejo, mi hija y yo tenemos una cita. Más tarde te presento a Marine.

Marat Safin abrió más los ojos.

-Deberíamos ir a otro lado ¿verdad? - señaló Carlota cuando Albert Damon estrechó la mano de Enzo Leoncavallo.
-Claro ¿Quieres ver una película? Podemos comer palomitas de microondas - contestó el joven Safin, pero al girar ambos, se toparon de frente con Maragaglio.

-¿A dónde van? - curioseó este último y les ordenó permanecer en su sitio para luego observar con una gran sonrisa a la linda Katrina caminando hacia él.

-¡El vestido está bonito, corazón! - gritó la chica y como él lo pedía, ella le apretó con fuerza, casi colgándose. Un beso impulsivo sirvió para que Marine dejara de sonreír.

-Nos vemos más tarde, voy a estar con unos amigos - anunciaba Maragaglio.
-¡No te tardes mucho, cariño!
-Claro que no, Katy.
-¡Ay, abrázame más!
-Gracias, Katrina, juro que voy a compensarte por esto - dijo él en voz baja.
-¿Te han dicho que eres una rata?
-¿Quieres que te muerda esta noche?

Katrina se separó con una sonrisa reprochante y Maragaglio se dirigió hacia su tío Enzo, quien ocultaba el baúl de la vista de Marine. Aquel movimiento llamó la atención de Carlota Liukin.

-¿Estamos listos, tío?
-Maragaglio ¿Estás seguro de lo que haces?
-Marine siempre ha querido usar vestidos de Pnina.
-De acuerdo, le mostraré.

Enzo Leoncavallo se aproximó a la mujer con cierta vacilación.

-Señorita, estos son los vestidos de muestra que pude traer de la boutique de Milán. Hay estilos princesa, corte A, de sirena, de Hollywood y también hay de fantasía ¿Cuál es la temática de la boda?
-Es usted muy directo, Enzo ¿No va a decirme "hola"?
-¡Ay, Marine! ¡Es que ha pasado tanto tiempo!
-Está bien, me da gusto verlo.
-Excelente... Mira por aquí, los encajes fueron traídos de Israel.

Marine Lorraine contemplaba cada muestra con una creciente sonrisa y su padre se animaba a buscar con ella, iniciando las sugerencias.

-Tengo entendido que Marine tiene su atuendo nupcial - siguió Enzo.
-Ah, es uno de encaje y un listón en el pecho; no es ajustado - declaró ella.
-¿En dónde te casarás?
-En la playa.
-¿Llevarás mangas?
-Cortas.
-¿Cómo quieres vestir en realidad?
-¡Me gustaría un vestido más a la moda! Tal vez con ajuste y nada de encaje.
-¿Quieres más glamour? Un corte con corsé como este podría ser un buen comienzo, Pnina diseñó este vestido con escote de corazón, bordados con hilo de oro y motivos de sirena con falda de tul ¿Gustas probártelo?
-¡Me encantaría! 
-Tengo un vestidor portátil, no te preocupes.

Albert Damon sonreía mientras trataba de elegir algún modelo más tradicional y se topaba con uno de mangas largas, carente de escote y con una falda grande color champagne. 

-Maragaglio ¿Tenemos algún presupuesto? - preguntó Enzo discretamente cuando tuvo la posibilidad.
-¿Aceptas las tarjetas black del Gobierno Mundial?
Todas son bienvenidas ¿Estás seguro?
-Es Marine, su familia siempre me trató bien.

Cuando la mujer salió del probador, muchos presentes sonrieron al instante. Albert Damon observó a su hija impresionado.

-¿Qué te parece? - consultó el señor Leoncavallo al colocarla frente a un gran espejo y un pequeño podio.
-¡Me gusta mucho! Me siento como novia por fin - dijo Marine.
-¿Qué te agrada más?
-La cintura me queda muy bien y la falda podría verse hermosa con el viento.
-¿Qué te gustaría ajustar?
-Nada, es casi perfecto.
-¿Qué le falta?
-Creo que necesita algo en la espalda pero me gustó mucho.
-Ahora sabremos que piensa papá. Señor Albert ¿qué opina?

Hubo un silencio expectante.

-Yo creo que es un vestido un poco atrevido. No me malinterpretes, Marine, luces muy hermosa pero prefiero el vestido que compraste con tu madre con las flores porque te ves tierna y con este no creo que luzcas como eres tú. Preferiría que cubrieras tus brazos, que te vieras natural.

Las palabras de Albert Damon sorprendieron a más de una chica, pero no a más de un hombre. El sentido paternal y protector se hacía presente y Maragaglio optaba por no intervenir en la conversación.

-¿Qué quisieras aconsejarle, papá? - continuó Enzo Leoncavallo.
-Encontré este vestido y creo que estaría mejor.
-¿Se lo probamos?
-Me gustaría.
-Marine ¿estás de acuerdo?

Ella contempló a su padre con muda obediencia y regresó al vestidor.

-¿Qué fue eso? - preguntó Carlota en su lugar.
-A ningún padre le gusta la ropa ajustada - saludó Goran Liukin Jr.
-¿Y tú estás aquí por qué?
-Soy metiche.

La joven Liukin sostuvo su malteada y se desconcertó de la velocidad con la que Marine exhibía el segundo vestido de la noche. Una gran expresión de alegría aparecía en el rostro de Damon.

-No me había fijado en los botones de las mangas ¡Así estás más bonita, Marine! 
-No me gusta, papá.
-Pero estás preciosa.
-La falda en muy grande y estoy incómoda porque la parte de arriba me cubre el cuello.

"Estamos en el siglo XIX" comentó Cumber burlón mientras atendía a unos comensales y eso sonrojó a la novia. 

-Parece un disfraz - se quejó ella.
-Pero eres una princesa.
-Papá, no puedo caminar con esas crinolinas tan pesadas.
-Es adecuado para la iglesia y todos voltearán a verte sin morbo.
-Ni a las muñecas las visten así.
-Marine, se trata de que todos noten que eres una mujer con muchos valores familiares.
-No me gusta.
-Pero te ves linda.
-¿Puedo intentar con otro?
-Buscaré alguno.

Marine tuvo que recibir ayuda para regresar al vestidor y luego de colocarse una bata de satín, fue donde Enzo Leoncavallo.

-¿Deseas continuar? 
-Sí, señor Enzo.
-Platícame más sobre tu ajuar.
-Es de encaje, es recto y el listón es blanco... ¿Se acuerda de la esposa de Maragaglio cuando usa vestido? 
-Oh, no ¿Parece hippie? 
-Mi mamá lo eligió y papá estuvo de acuerdo.
-Pero es tu boda, te mereces cumplir el sueño del vestido.
-Hay uno que me llama la atención y es el de tirantes spaghetti de pedrería y el escote de satín en forma de corazón.
-¡Yo diseñé ese! Te lo llevo enseguida.

Marine volvió a sonreír y esperó en una silla mientras Enzo buscaba la prenda solicitada con dedicación. Maragaglio al mismo tiempo se animaba a convencer a Albert Damon de permitir que su hija le diera una oportunidad a un par de vestidos strapless que le gustarían y que la harían parecer una glamurosa novia.

-Marine, te elegimos este - habló Cumber al aprovechar la distracción.
-¿Tú quién eres?
-Amigo del público ¿Te gustan los moños?

La mujer carcajeó un momento pero creyó que la intención era buena y no perdía tiempo si se daba la oportunidad de hacerle caso a los extraños. Un vestido blanco siempre ocasiona la curiosidad.

La diversión retornaba a "La Belle Époque" cuando la linda Katrina quiso sorprender a todos probándose un vestido Pnina y hacer escándalo con él. Su risa y su comportamiento excesivos provocaron que Maragaglio no contuviera la tentación de acercarse.

-¡Mira, corazón! Me queda como guante ¿Ya viste el moñote y el listón de la espalda? 
-Estás sexy.
-Maragaglio, tú sólo piensas en jugar en la cama.
-Enzo nos va a regañar.
-Es que vi esto colgado y se ve tan bonito ¡Mira mi trasero, se ajusta!
-Me doy cuenta perfectamente... ¿Por qué ese listón atraviesa tu espalda? 
-¿Estás reclamando?

Katrina le dio un beso juguetón a su contento amante y se escuchó a Marine decir que la búsqueda de atuendos nupciales debía parar en ese momento. El escote profundo en v, los tirantes, la falda trompeta, la falta de brillo y un gran moño confirmaban que era la elección perfecta. Albert Damon quiso cubrir a su hija enseguida pero no era capaz de negar que estaba hermosa.

-Me llevaré este vestido ¡Me encanta! El listón de la espalda es muy original, papá.
-Estás muy destapada, Marine.
-Seguramente pueden agregarle un poco de tela para que haga una ilusión.
-¿Lo quieres? 
-Es mi boda, papá ¡Se trata de que sea feliz!

El contraste de la piel canela de Marine y el color blanco era impresionante y cuando Albert cedió para que Enzo supiera de alguna modificación, la cuasi multitud quedó muda. Carlota Liukin estaba boquiabierta y Cumber hacía lo posible por ocultarse detrás de Judy Becaud.

-Ay, lo siento; tomé este vestido porque quería que Maragaglio me viera pero me lo quitaré de una vez ... Perdón, en serio. Marine, te ves increíble - admitió Katrina y corrió a cambiarse de ropa, no sin antes besar la mejilla de su amante. Albert Damon tomó a su hija por los hombros y le aconsejó tratar de encontrar un estilo que pudiera quedarle bien.

-¿Podríamos probarle otro vestido de princesa? - Pidió Albert a Enzo Leoncavallo y ambos retomaron la labor de seleccionar modelos que aparentaban favorecer a la novia.

-¿Katrina y Marine traían puesto el mismo vestido y me lo perdí? - preguntó Goran Liukin Jr. desde su lugar.
-¡No vas a fingir que no viste! - reclamó Carlota.
-Por el bien de mi amistad con Albert, voy a negarlo todo... ¿A quien se le veía mejor?
-¡Oye, eso es horrible! Pero Katrina gana.
-Nunca hablaré de esto entonces.

Marat parecía relajado pese a todo e inocentemente quiso saber por qué existía un drama por una prenda que nadie se iba a poner en otra ocasión.

-¡Es obvio! ¡Una chica no elige un atuendo bonito para que llegue otra y la opaque!
-Katrina no se va a casar.
-¡Pero Marine sabe que no se ve más linda! Por eso debe cambiar.
-No tiene caso.
-¡Ay, Marat! ¡Tienes la sensibilidad de una galleta rancia! 
-¿Qué?

Marine sentía que todo el mundo lo observaba y la cara se le ponía roja. Maragaglio sin embargo, continuó con su plan y se acercó para ofrecerle disculpas.

-¿Estás bien?
-¿Katarina se quiere casar?
-Marine, no pienses en eso.
-¿Por eso no terminas con ella?
-Katy desea muchas cosas, ahora está en una fase.
-Se probó un vestido de novia.
-Es un capricho, yo no le he insinuado nada.
-Ella fue muy directa.
-No me puedo divorciar.
-¿Se lo has dicho?
-Hasta el cansancio.
-Nunca cambiarás.
-Casi lo hago por ti.
-No pasó.

Maragaglio posó sus dedos en la mejilla de aquella mujer y le besó la nariz.

-Vamos a buscarte algo hermoso ¿Quieres mariposas?
-¿Irás a la boda?
-Será difícil ir a Tell no Tales sin compañía
-Entonces no.
-Lucirás preciosa.

La docilidad de Marine podía ser asombrosa para quien la miraba a escasos metros sin pretender criticarla. Apenas Maragaglio descolgó un vestido, ella corrió a probárselo sin reparar en cosas que con su padre era capaz de hablar. El resto de los comensales sólo quería seguir con la pasarela luego de recibir una dosis de habladuría incómoda.

-Wow... Con respeto, qué hermosa es su hija, señor Damon - admitió Enzo Leoncavallo minutos después al mirar a Marine con un vestido de falda de tul con aplicaciones de mariposas y flores en un corsé de escote corazón. Ella se había peinado con un lindo chongo de lado.

-No tiene tirantes, no lo aprobará tu madre - señaló Albert al ver a su "pequeña" delante del espejo.
-Tiene capas doradas, papá.
-¿Puedes caminar?
-¿Te agrada este, verdad?
-Es el mejor.
-Me da una idea de qué quiero en realidad.
-¿No vas a llevártelo?
-Vi un vestido original junto al primero que me probé; ese tal vez funcione.
-¿Cuál?
-¡El que parece de plástico!
-¿Qué?

Enzo Leoncavallo sonrió y se apresuró a mostrar la prenda deseada. Aquel estilo era una novedad y Marine insistió en intentarlo así que su padre accedió.

-Mínimo es otro corte de princesa - pronunció Albert Damon al ponerse junto a Maragaglio para conversar con él. Cumber únicamente intervino para servir café y se alejó con el rostro sonrojado.

-Marine no se pondrá nada ajustado.
-Maragaglio ¿Cómo ha estado? 
-¿Yo? Ocupado.
-¿Qué tal la familia?
-Susanna se quedó en Venecia cuidando a los niños y no los veré en unas semanas... ¿Cómo le va con sus hijas, Albert?
-No he podido quedarme en casa este año ¿Le han dicho que he dado muchos conciertos? Me tomaré un descanso para la boda de Marine y luego retomaré el tour.
-Me alegra saber que le está yendo bien.
-Volví a sonar en la radio aquí en Europa ¿No le parece un milagro? 
-Supe que quiere darme un lugar en su banda.
-Necesito un nuevo guitarrista.
-No he practicado.
-Me alegré cuando supe que lo vería de nuevo, Maragaglio.
-Alguien me hizo saber que no faltaría a esta cita.
-Gracias por no permitir que Marine siguiera con esa idea de ser agente del Gobierno Mundial.
-Albert, yo no iba a arriesgarla después de sus exámenes de aptitudes. Un agente debe madurar tan pronto llega a la capacitación y ella no estaba lista.
-Ahora trabaja en un banco.
-Siempre le dije que su talento está en los números.
-¿Qué hay de usted y su don con la voz? 
-Es una lástima que no pueda seguirlo en su gira.
-Después del casamiento dudo mucho que mi propuesta quede en pie.

Maragaglio sonrió apenas y miró al piso, tratando de evitar pensamientos y palabras que le distrajeran de su meta con Marine, misma que no paraba de contemplarlo cuando se decidió a exhibir sus atavíos de fiesta.

-Ahí está, ese es un estilo de la reciente colección de mi esposa Pnina. El acabado plástico se lo dan un satín tornasolado y el tul de efecto gliter. Tenemos un moño frontal y otro por detrás, ambos a la cintura, hechos de charol como los pliegues del escote ¿Cómo te sientes, Marine? - describía Enzo Leoncavallo.
-No es el vestido que imaginé que sería, lo siento.
-No te angusties.
-Es que en el desfile me llamó la atención.
-¿Aún quieres probarte el de tirantes de pedrería?

Marine afirmó con la cabeza, aunque no paraba de sentirse bonita con lo que que llevaba puesto. Maragaglio sabía que el resto de los vestidos mostraban transparencias y encajes que a ella no le gustarían e improvisando, el hombre recordó muy pronto el baúl que Enzo cuidaba y en voz alta preguntó por él. Los presentes volcaron su atención al rincón en donde se pretendía ocultar aquel tesoro.

-Ahí no hay nada relevante.
-Yo creo que sí.
-Maragaglio ¿Pretendes que me asesinen llegando a Milán?
-¿Son los vestidos que Pnina esconde, tío Enzo?
-Son los de Lendel y me van a matar si los muestro.
-¿Lendel va a sacar una colección y está en el baúl? - gritó Carlota e incluso Marine volteó hacia Enzo Leoncavallo con alegre interrogante.
Si el interés del público ya era grande, con esa falta de discreción lo era más.

-¡No voy a exhibir vestidos Lendel antes de su sesión de fotos oficial! ¡No me rueguen! - exclamó Enzo luego de actuar con falso arrepentimiento por ser un bocafloja. Entonces Albert Damon comprendió que podía revelar cualquier secreto y que estaba frente a una estrategia de ventas, así que abrió aquella caja de Pandora.

-Marine, de aquí se puede escoger algo que te guste y que haga feliz a tu madre - sonrió y enseguida sacó un vestido de escote cruzado y botones en forma de moñitos en la espalda. Enzo parecía complacido así que añadió:

-Hay otro casi igual con sobrefalda y tenemos uno ajustado con mangas transparentes. El estilo de fiesta de la próxima temporada trae patrones de pedrería, telas neutras y botones de fantasía a lo largo de cada vestido de gala. 
-Son preciosos - admitió Marine.
-Hay de sirena color durazno de espalda baja y aplicaciones.
-¡Me gustaría un corsé con brillos!
-Entonces tengo el modelo perfecto para ti.

Enzo comenzó a colgar cada prenda en el exhibidor y tanto Marine como su padre volvían a conversar sobre qué elegir mientras Carlota Liukin se aproximaba para saciar su asombro de modas.

-Mira, Marat ¡Hay glitter! - se entusiasmaba ella y se impactaba de la calidad de la tela y el bordado en más de un modelo. Las etiquetas decían "Fabrique in France" y se podía notar la manufactura minuciosa.

-Katarina diseña bien - murmuró Enzo Leoncavallo cuando Carlota quiso ayudarle.
-¿Katy?... ¿Katarina es Lendel?
-No lo digas en voz alta o me arruinarás el trato.
-¿En qué momento?
-Esa niña ha pasado más tiempo en el taller de costura de Pnina que yo.
-¿Cuándo lo hace? Creí que vivía para patinar.
-Esto ha financiado sus cuchillas y entrenamientos; Maragaglio la llevaba al taller cuando no podía cuidarla o el abuelo la castigaba... ¿Qué te parece este vestido? Es un texturizado de perlas con falda de tul de acabado glitter dorado, tirantes también de tul y mira el cierre transparente.
-¿Perlas? 
-Es una innovación de Katarina; las perlas están al interior del razo y se recubre de un acabado tornasol. En el taller se usó una técnica a presión para eso ¿Qué piensas, Carlota?
-Parecen... Nadie podrá ver las perlas.
-Es que algunas son reales y se pretende que sólo la novia lo sepa.
-¿Qué?
-La nueva colección pertenece a la línea de lujo de la boutique de Pnina. Tenemos muestras de repuesto, estamos fijando parámetros para que los vestidos se puedan ordenar con anticipación apropiada y Katarina seleccionó materiales de costo razonable en un catálogo de Uzbekistán. 
-¿Por qué va a ser tan caro?
-Pnina y yo decidimos trasladar la producción artesanal a París y cuando la línea recupere la inversión con algunas ganancias, podremos recurrir a la fabricación que acostumbramos en Milán con aplicaciones de perlas normales.
-No entendí lo último.
-Estoy seguro de que aprenderás pronto ¿Crees que este vestido le guste a Marine?
-¡Es tan precioso!
-Vamos a ver cómo reacciona.

Marine revisaba un gran vestido blanco con botones azules al que su padre pretendía agregar un bolero, cuando el resplandor dorado de la prenda escogida por Enzo Leoncavallo la hizo interesarse enseguida y dejar todo por ir al probador. 

Cuando una novia comienza a conmoverse, la señal de que encontró el vestido indicado es clara. Al comprobar que los tirantes debían sujetarse para tener moños en los hombros, que el corsé estaba a su medida y la textura granulada era relajante, Marine Lorraine supo que su madre tendría que aceptar su decisión de descartar el vestido tierno. Ella tenía el aspecto de una princesa sirena.

-¡Papá! ¡Es este! - se emocionó al cerrar la puerta del vestidor y abrazó a Albert Damon con fuerza.

-Convenceremos a la familia para que lo uses.
-¡Te lo agradezco, papá!
-Tu boda es real, yo no estoy listo para entregarte en el altar.
-¿Estás llorando?
-Creciste demasiado rápido.

Maragaglio no se atrevió a acercarse pero Goran Liukin Jr. a él sí y le tomó del hombro para cruzar palabra.

-No sé a qué juegas pero eres un imbécil si crees que Albert y yo no sabemos lo que pasó entre su hija y tú.
-Trabajamos en Intelligenza y fue un fracaso.
-Me cansé de prometerle a Albert que no tocaste a Marine.
-Sólo me despido de ella.
-¿Después de saber de mí?... No me mires así. 
-No te metas.
-También deberías ser más cuidadoso de tus fetiches. Ni siquiera una prostituta tiene la paciencia para usurpar a Katarina todo el día. Lo del vestido fue cruel.
-No lo planeé.
-Apuesto que tu chica se sintió mal. 
-¿Por qué me diriges la palabra?
-Porque no se debe repetir la misma broma dos veces y menos si involucra al único amigo que conservo.
-¿Te preocupa alguien?
-Maragaglio, desiste.
-Vete.
-No te sentirás mejor.
-¿A estas alturas me das consejos, "papá"?
-Albert todavía cree en ti. Confírmale que eres un cobarde y perderás la última oportunidad de empuñar tu guitarra. 
-¿Perdón?
-Aun te importa el sueño que perdiste, idiota.

Como niño pequeño, Maragaglio recibió un golpe en la nuca y Goran dio la media vuelta para dedicarse a aguardar por Albert Damon en la puerta. En ese instante, Katrina fue quien tomó el turno para decir algo, consciente de que casi todos tenían los ojos puestos sobre cada persona que rodeaba a la sonriente Marine.

-¿Vas a seguir vengándote o por fin puedo ir a descansar, cariño?
-Como gustes.
-No voy a soportar tu mal genio esta noche.
-¿Dormirás afuera?
-Tú eres el que se va al sillón.
-¿Me echarás de mi hospedaje?
-No habrá sexo hasta que te disculpes por ser un cretino.
-Espera ¿qué?
-¡Estoy en huelga!
-¿Te volviste loca?
-¡Lo del vestido me dio pena y tu estúpido plan contra Marine me tiene harta desde que inició! 
-Estás bajo un contrato.
-Hoy conmigo no duermes.
-¿Qué hay de nuestros planes hoy?
-¡Mastúrbate!

Goran Liukin Jr. se cruzó de brazos desde su lugar y Cumber y Judy se aguantaban la risa en la barra, así que Maragaglio se sonrojó ligeramente. Pero no contaba con Marine, quien por andar distraída, no reparaba en la realidad.

-Katarina se molestó bastante.
-Mujer, no pongas atención en otra cosa que no sea tu vestido.
-Lamento hacerlos discutir.
-No es tu culpa.
-Debe sentirse un poco celosa.
-Te ves hermosa.
-Maragaglio... Ah, gracias.
-Entonces ¿ese es el elegido?
-Brilla mucho.
-Tu novio es afortunado.
-¿Irás o cancelo tu lugar?
-No me perderé tu boda.
-¡Gracias!
-Aun te amo.

Las confesiones nunca fueron la especialidad de Maragaglio y Marine le miró detenidamente, buscando ese gesto de honestidad que conocía bien. Él le besó la mejilla y rozó apenas sus labios. 

-Regresa con tu padre.
-Maragaglio, han pasado cuatro años.
-Por eso debemos dejar todo como está. Cásate y sé feliz.

Maragaglio abrazó a la mujer y luego le extendió la mano a Albert Damon con la certeza de que notaba el coqueteo y por prudencia, no alzaba la voz ni reclamaba. 

-Bueno, yo no sería inoportuno pero Marine no me ha dicho si se lleva este vestido y cuánto tiempo tengo para hacerle modificaciones - recordó Enzo Leoncavallo así que ella abandonó el ensueño y anunció que el casamiento sería en en quince días.

-Tal como temí, no hay tiempo para hacer mucho y tendremos que vender esta muestra, Lendel va a matarme. Marine ¿Hay algún detalle que no te guste?
-Necesito más brillo en los tirantes y es todo.
-Se corrige fácilmente. En diez días lo tendrías en tu casa ¿Es envío internacional?

A partir de ese instante, Maragaglio se haría cargo e incluso se ofrecía a llevar el vestido personalmente para evitar algún cobro adicional o que durante el traslado se pudiera ocasionar un desperfecto. Enzo aún no imaginaba cómo anunciarle a la novia que debía tomar sus medidas pero si advirtió que Albert se apartaba un poco con ella. Aunque no lo admitía, esa era la parte favorita de su trabajo y reconocía que más de una vez había soñado con vivir un momento similar.

-¿Estás preparada para lo que viene, Marine? - preguntó Albert al sentir que nadie escucharía.
-Laurent y yo pasaremos la luna de miel arreglando el apartamento.
-Es una linda forma de iniciar el matrimonio.
-La diseñadora de interiores nos dijo cómo hacerlo.
-¿Después qué harán?
-Trabajar mucho.
-¿Han pensado en hijos o en viajes? ¿Cómo repartirán las labores?
-No hemos hablado de niños y Laurent se empeña en navegar por China.
-¿Lo acompañarás?
-No lo sé.
-Si tienes dudas, no firmes los papeles del registro civil.
-Estoy bien, papá.
-¿Te despediste de Maragaglio? Cuando acabe la boda, no volverás a verlo.
-Eso pensé.
-Lo amaste mucho.
-¡No!... ¿Cómo sabes?
-Soy tu padre, lo noté enseguida. 
-¿Tuviste tiempo?
-Marine, tú nunca te habías enamorado y de repente nos presentaste a Maragaglio muy emocionada.
-Era mi jefe.
-¿Hay algo que necesites platicar?
-¿Acepto el regalo de Maragaglio?
-No creo que podamos pagar algo tan bonito sin endeudarnos.
-Sabes a qué me refiero, papá.
-Si con eso se dicen "adiós", no me pondré enérgico.
-No lo he visto y ahora hace lo del vestido por mí...
-¿Por qué no le preguntas sus razones?
-Aun me ama.
-¿Le crees?
-Estoy confundida.
-Entonces contesta que no y le agradeces.
-De acuerdo.
-Te ves bonita.

Marine le sonrió a su padre y aún con temor se separó de él para disculparse por rechazar su obsequio. Maragaglio se dio cuenta de que aquello estaba por suceder y en lugar de tratar de oponerse, miró a la mujer fijamente para inhibirla.

-¿Te sientes cómoda con el vestido? ¿Hay algo que podamos mejorar? Enzo puede arreglarlo enseguida.
-No hay nada que me moleste.
-¿Por qué pones esa carita triste, Marine?
-No estoy triste, estoy apenada.
-¿Cuál es el motivo?
-Lo que pasó con el sobre fue malo, yo no creo que tú me perdones.
-¿Por qué no?
-Porque se lo mandé a Susanna.
-Mujer, algún día me enteraría de ese asunto.
-Me equivoqué y lo siento mucho.
-Si yo no tengo dificultades contigo ¿Qué te hace pensar lo contrario?
-No vas a comprar mi vestido, estoy avergonzada y es tan extraño que no quieras vengarte.
-Marine, yo te lastimé, te hice confiar en mí y rompiste tus votos familiares porque me amabas. Me arrepiento cada día de haberte traicionado y no tuve el valor de quedarme contigo.
-Te herí con ese sobre.
-¡Pero tu intención fue buena! Y he podido hablarte otra vez. Comprenderé si no te llevas el vestido y si no te parece lógica mi forma de actuar. Tú y yo nos dijimos adiós pero si pudiera resarcir mi error... Eres muy bella, Marine.

Ella se contuvo de agregar cualquier frase a esa conversación y tímidamente se colocó frente a Enzo Leoncavallo para avisarle que no se realizaría la transacción. Desanimando a la concurrencia y apenas llorando, Marine Lorraine se retiró al probador para cambiarse de ropa educadamente.

Albert Damon se sintió un poco más tranquilo pero ahora podía imaginarse con exactitud la historia de amor que a su hija le costaba superar.