jueves, 6 de febrero de 2020

Al final, Marine


Tell no Tales. Viernes, 15
 de noviembre de 2002. 10:30 am.

Marine Lorraine tenía un sueño recurrente: El de hallarse en un hotel de Italia, de esos con paredes de roca y una sofisticación que vuelve el aire diferente. Ella en un vestido blanco, con un listón y un botón oculto que su madre había cosido para evitar que su espalda se revelara más de lo debido; él con un traje de corbata oscura, aproximándose para darle un beso y hacerla sentir como si fuera una novia en su noche de bodas.

Aquello parecía muy normal, Marine estaba próxima a casarse con un joven que había conocido dos años antes y se hallaba nerviosa... Excepto porque aquella escena había ocurrido en realidad, en un hotel de Cinque Terre, durante el casamiento de su hermana mayor. Marine soñaba con los acontecimientos de su día a día, tal y como habían ocurrido, sin añadir circunstancias extrañas o personas que no recordaba haber visto. Aquella buena virtud era algo que deseaba no tener.

Ese día se levantó tarde, se maquilló apenas y salió corriendo rumbo a una cafetería en la calle Gaultier, donde la esperaba Matt Rostov para desayunar. Hacía calor pero ella vestía con un abrigo café para disimular las marcas que le quedaban por tanto rascarse y poco antes de tomar asiento en una mesa exterior, se colocó sus auxiliares auditivos aunque le pesara hacerlo. No se veía contenta.

-Marine, mira este sobre azul. Dice que será otro año en que tu madre crea que sigues siendo virgen ¿No te alegra? - saludó Matt Rostov antes de probar una rebanada de pay de manzana y continuar leyendo papeles que parecían las descripciones de un caso médico extravagante. La mujer no sabía qué decir.

-Sé que tu doctora te ha cubierto desde hace siete años.
-No puedo decirle a mis padres - murmuró ella con vergüenza.
-De todas maneras es una confidencia del paciente, aunque me contaron que tú nunca vas sola a consulta.
-Ninguna mujer soltera del barrio Corse acude al hospital sin su madre.
-Oye ¿es cierto que tu ex novio era un poco grande?
-¿De qué me hablas?
-La ginecóloga se dio cuenta porque tenías un ligero desgarre.

A Matt le dio un breve ataque de risa y supo que a Marine no le molestaba que le hubieran dicho algo así. Quizás la desconcertaba un poco por lo directo el tema. Desde que la conocía, las cosas eran dichas de golpe y sin pedir disculpas. Se estaban volviendo amigos.

-No lo sé ¿tendría qué?- respondió Marine y le vino a la mente aquella vieja boda y las interminables pruebas de vestuario de las que acostumbraba escapar con el pretexto de atender casos en Intelligenza Italiana. Como su hermana mayor no había tenido intimidad con ningún hombre, sus padres y suegros le habían permitido elegir un vestido rojo para llegar al altar y tener a las damas de honor en blanco. A Marine le había tocado un atuendo que por falta de tiempo, no había sido modificado para esconder su cadera o disimular su busto.

-Tu ginecóloga está preocupada por ti, Marine - prosiguió Matt.
-¿Eres su portavoz?
-No pero me pidió que te lo dijera ¿Sabías que conversó con el tipo con el que te piensas casar?
-Se llama Laurent.
-Laurent le confesó que nunca han estado solos.
-¿Mis padres quisieron que él tuviera la plática pre matrimonial?
-Con todo y el cura de confianza presente. También fueron tus suegros, por si te interesa.
-Es vergonzoso.
-No es bueno, Marine.
-¿Por qué lo hicieron? Me prometieron dejarlo en paz.
-Lo que no me parece normal es que no te hayas acostado con él.
-Es la costumbre en el barrio, Matt.
-A una mujer como tú debería tenerle sin cuidado.
-Pero me lo enseñaron.
-Marine, no te entiendo ¿Por qué con Laurent has sido tan reservada? Le hiciste creer que eres tímida.
-No querría casarse conmigo de otra forma.
-Tonterías.
-Matt, lo sabes. En Corse las cosas son así.
-Mujer, mi punto es que antes tuviste sexo con alguien.
-¿Importa?
-Es justo lo que no comprendo ¿Qué pasó con ese ex novio?
-Nada.
-¿Qué fue diferente?
-¿Por qué quieres saberlo, Matt? ¿Te envió mi papá?
-Con el tipo de familia que tienes, me parece excelente que tu doctora te proteja. Supongo que eres afortunada de guardar un secreto, aunque el tuyo me parezca tonto.
-No lo es.
-A mí no me intriga tanto como parece.
-Es que... ¿Sabes Matt? Son mis cosas. En unos días no voy a necesitar un certificado que diga que sigo intacta.
-Leí tu expediente y lo que me llamó la atención es que te recomendaron ir al psicólogo y nunca te has parado por ahí.
-No era necesario.
-Marine, olvídate de tu ex novio.
-Hace tanto que lo hice.
-Mejor no te cases.

Matt continuó su lectura con el ánimo en apariencia indiferente y después de ordenar un jugo y pan tostado, Marine volvió a perderse en sus pensamientos como sus hermanas, que se vigilaban unas a otras para complacer a sus religiosos padres y mantener prometidos con los que jamás se arriesgaban a vivir algo más especial que tomarlos que la mano. Y gracias a eso, habían sido descuidadas con ella, porque al ser la más ocupada, no habían considerado necesario ser tan asfixiantes. Ella adelantaba grados escolares y asistía a los voluntariados de la iglesia con su padre, hasta que se le metió en la cabeza que en Italia se hallaba la mejor oportunidad para continuar sus estudios. Su familia se mudó para acompañarla, sin cambiar la dinámica de los interrogatorios extenuantes y el espionaje de siete jóvenes en forma estricta. Ese control represivo era tan natural, que Marine obedecía sin necesidad de sentirse forzada ¿O no había notado lo contrario antes?

-¿Courtney insiste en ir a Venecia? - preguntó la mujer sin disimular la curiosidad.
-Quiere prevenir a alguien de no sé qué. Esta mañana discutimos porque no la apoyo - respondió Matt.
-¿A quién desea ver?
-A un tal Ricardo Liukin que apenas conozco y que parece ser amigo de un antiguo novio que tuvo.
-¿Estás celoso?
-Molesto. No confío en un payaso que llama a Courtney cada semana.
-¿Le has preguntado a tu esposa por qué le interesa el señor Liukin?
-No sé de donde sacó que un tal Maragaglio lo estuvo buscando y se ha hecho un amigo cercano. Courtney dice que ese tipo lo persigue desde hace cinco años.

Marine no pronunció palabra y miró a la mesa con cierto asombro. Llevaba tanto tiempo sin oír el apodo de Maragaglio de una voz diferente a la suya ¿Quizás sus sueños le habían anunciado que recibiría noticias de él? Y con el viejo tema de los Liukin, una familia que aquél investigaba sin revelarle jamás un motivo.

-Eso suena muy raro - prosiguió ella.
-No sé hasta cuándo tendré paciencia. Supongo que a Courtney le molesta que el tal Maragaglio se salga con la suya - respondió Matt Rostov demostrando su nulo entusiasmo. Marine pasó saliva.

Mientras a ella le servían el desayuno, recordó otro sueño: El día de su llegada a Intelligenza Italiana, que justo había empezado con una taza de café mediocre y una rebanada de pan reseco con mantequilla en el peor de los escritorios de la más oscura oficina que vio jamás. Era de las becarias nuevas junto a otros compañeros de clase y luego de pasar lista, recibió la asignación de integrarse al equipo de Maurizio Leoncavallo, alias "Maragaglio", Jefe de Intelligenza de la ciudad de Milán. Sus primeras tareas habían sido arreglar una caja con archivos de casos cerrados y sacar copias mientras esperaba a aquel tutor con la paciencia de un santo y veía como el resto del grupo se preparaba para conocer las instalaciones. Ella se quedó hasta las tres, cuando el encargado del servicio social la llevó frente a una puerta de la cual salió el tal Maragaglio, quien cortante, apenas le dijo "hola" y le anunció que contestaría las llamadas, enlazando las personales a través de las claves pegadas junto a una pared. El hombre ni siquiera había volteado a verla.

-Tierra llamando a Marine - le dijo Matt Rostov.
-Me distraje, lo siento.
-Esto de casarte te tiene tensa.
-Eso supongo.
-¿No sientes algo por Laurent?
-Lo quiero mucho, Matt.
-No es amor.
-Él es muy lindo.
-Marine, aun puedes retroceder.
-No puedo.
-¿Por qué?
-¡Sólo es no y ya!

Matt se sorprendió de verla irritada pero se alegró al mismo tiempo. Marine solía ser la sonrisa andante aunque se desesperara.

-Disculpa, Marine. Soy entrometido, es todo.

La mujer en cambio, comenzó a llorar y a sentir una gran vergüenza por la escena que daba.

-Tranquila, las bodas son tensas - siguió Matt y la abrazó luego de ahuyentar las miradas de los curiosos. Marine creía tener un deja vú con la vez en la que había reaccionado de forma similar a una pregunta simple sobre por qué pasaba los días enteros extrañando su trabajo en Italia.

Pero no era Intelligenza lo que le provocaba nostalgia, evidentemente. Le había cambiado la vida al escuchar a Maragaglio con detenimiento luego de semanas de ser casi un fantasma frente al teléfono. Él le explicó que esa era la mejor forma de empezar, porque cualquier error en un recado podía costar un problema. Marine terminó pensando en la voz melodiosa de ese hombre y a partir de esa tarde, se abstuvo de remover sus auditivos, percatándose que Maragaglio no hablaba solo como todos pensaban. Él recitaba obras de teatro y guiones de cine, leía en voz alta y cuando cantaba, las rodillas de Marine comenzaban a temblar. La joven hacía de todo por deleitar sus oídos a diario y su jefe se enteró muy pronto, porque de tanto prestarle atención, ella le había descubierto una relación extramatrimonial y luego de reprochárselo, le mencionó que su forma de entonar le gustaba. Vaya atino de suavizar las cosas porque a partir de ese instante, Maragaglio empezó a tomarla en cuenta para las prácticas de campo y el archivo de casos nuevos, permitiéndole leerlos. Pronto, Marine empezó a dar su opinión y a ser más activa, así que no le extrañó que su nuevo amigo le avisara de su traslado a Venecia para convertirse en Jefe de Intelligenza del Véneto.

-Respira, Marine - intentaba persuadirla Matt mientras ella batallaba contra esa sofocación que sentía desde niña. En el barrio Corse, la famosa vestimenta de blusa rayada, gorro marinero, falda blanca o de mezclilla, botines o tacones era una trampa. Hacía que las jóvenes se vieran preciosas pero también las ponía a espiarse entre sí porque era relativamente fácil mantener relaciones sexuales sin necesidad de desvertirse. Ninguna chica mentía por otra y se armaban atroces escándalos a la menor insinuación de que una de ellas no era virgen. A Marine le había tocado ver la reputación de una vecina destruida y se había enterado del suicidio de otra luego de ser sorprendida. Ambos casos seguían comentándose en Corse para dar escarmiento y Marine advirtió que la famosa pañoleta roja que las chicas siempre sujetaban a su cuello era siniestra. Perderla o que alguien la arrebatara, era suficiente para que los demás levantaran el dedo acusador y era tan injusto pensar en las leyendas sobre mujeres que se habían colgado usando una... Marine se sentía libre cuando no tenía que portarla, como en Italia cuando Maragaglio la regañó por arriesgarse a lastimarse o atorarse durante una excursión a las montañas. Ella le explicó la costumbre de su familia y de Corse, sin evitar que la prenda fuera confiscada. Marine se enamoró de Maragaglio en el segundo que él desató el nudo.

-Ya pasó, mujer. Debes descansar y suspender tus planes un par de días - sugirió Matt.
-Tampoco puedo faltar al trabajo.
-No me refiero a pedir tiempo libre.
-No creo que en el banco me dejen en paz.
-Marine, pónle pausa a los preparativos ¿o es urgente que decidas un color de servilletas?
-Iré a elegir las flores.
-Estás muy cansada de revisar catálogos y de hablar con el tipo que organiza la fiesta.
-Matt, la boda es en quince días.
-No creo que tomarte una semana sea tan grave.
-Mañana me entregan mi vestido y quizás los zapatos. Mi suegra dice que me probaré muchos peinados y veremos al cura para que me dé consejos.
-Tienes que hablar en broma.
-Pues, no.

Marine bebió su jugo y su mente regresó a una pequeña cita con Maragaglio en la isla de Murano durante un día lluvioso. Ambos habían visitado el taller de cristalería de Lavinia Swire y él le había obsequiado un anillo cuyo cristal tenía la forma de una gran rosa. Pero eso no había sido lo más especial del viaje. Mientras un aguacero les caía encima, Maragaglio admitió sus profundos deseos de hacer el amor con ella. Luego de un momento de silencio, Marine respondió evasiva, con la invitación al casamiento de su hermana por delante y prácticamente huyendo a casa.

-No quiero damas de honor - señaló Marine bruscamente y Matt Rostov empezó a reírse de nuevo.

-Rayos, ya pagué sus vestidos ¿habrán devoluciones? Ese dinero me caería muy bien- siguió ella.
-Supongo que sí, nadie los ha usado.
-Matt ¿ya te invité a la ceremonia?
-Me diste cuatro tarjetas ayer ¿no lo recuerdas?
-No ¿Te dije que tendremos un buffet de empanadas en la fiesta? Hemos mandado a traer todo desde Hammersmith.
-Eso me interesa. Si no te casas ¿igual harías la fiesta, mujer?
-¿Por qué cancelaría la iglesia?
-Marine, creo que has gastado todos tus billetes en perder el tiempo. Ni amas al novio, ni te interesan los invitados, tampoco pareces animada por decir que sí.
-Es que me he tardado tanto y Laurent apenas liquidó lo del jardín para la recepción y la selección de bebidas. Nos entregan los resultados de los exámenes prenupciales mañana y aun queda ver lo del departamento en la calle Mezino.
-¿No arreglaron eso antes?
-No he decorado.... Aunque Laurent y yo podríamos trabajar en pintar y amueblar en la luna de miel.
-Te vas a aburrir.
-Eso no es cierto, Matt.
-¿Apostamos?

Ella miró al suelo y supo que él tenía razón. Laurent la hacía bostezar casi todos los días y no solía emocionarla con sus charlas sobre sus aventuras en el mar o el viaje que quería hacer bordeando la costa china para llegar a Macao. En dos años, Marine se había acostumbrado a ignorarlo luego de hablar sobre el trabajo o de alguna reunión familiar que no podían omitir. En sus citas siempre había chaperones, así que ella se quedaba callada y él le decía en cada ocasión que su timidez le resultaba tierna.

Caso distinto a ese Maragaglio que tanta falta le hacía. Que le despertaba el ánimo. Que le alimentaba una explosiva pasión que la mantenía hecha trizas. Porque luego del episodio en Murano, ella había evitado topárselo en los pasillos de la oficina o en el comedor. Huía de él en las prácticas de tiro o de campo; salía más temprano o en compañía de alguien. Pero llegó la boda de su hermana y Maragaglio acudió con su esposa. Ella no pudo evadirlo.

-No sé que decirte, Marine. Me gustaría pensar que harás lo correcto - decía Matt Rostov.
-Creo que sí.
-No te veo cancelando.
-Matt ¿por qué hablas como si fuera fácil?
-Porque me gustaría que todo se resolviera para ti.
-Espera, contestaré una llamada.

Marine buscó su teléfono con la respiración interrumpida y su decepción al mirar el identificador era innegable. Luego de dudarlo, la mujer atendió.

Matt Rostov prefirió prestar atención a esa conversación, casi monólogo, entre ella y Laurent. El tema era una tornaboda en la que los novios estarían ausentes. Se habían escogido manteles con bordados de hilo de plata, la animación de una orquesta de reggae y un brunch con waffles y pollo frito. Marine contestaba con "está bien", "le gustará a mis padres", "es una linda idea" y "gracias Laurent" con cada pregunta que aquél hacía y su voz perezosa apenas le ocultaba los bostezos. Matt sólo atinaba a reírse mientras se percataba de la presencia de las hermanas menores de Marine. Aquellas habían ido con el encargo de averiguar qué "tramaba" una novia que debía ocuparse más de ir al templo a recibir recomendaciones matrimoniales que de reunirse con un amigo que no le había presentado a nadie. Deshacerse de ellas no era una idea conveniente y además, intentaban descubrir si su hermana portaba la pañoleta roja en su lugar.

-Qué fastidio - expresó Matt.
-¿Qué cosa? - curioseó Marine sin apartarse del teléfono y volteó al rincón en donde aquellas tres chicas fingían no verla. Entonces le ganó la risa.

En el pasado, Maragaglio había atacado de forma frontal y nadie en la familia Lorraine advirtió siquiera que Marine era seducida por su jefe. Las hermanas celebraban con la mayor de ellas por estar casada, los padres se dedicaban a complacer a los presentes, los demás dedicaban sus críticas a los horribles vestidos y a las tristes decoraciones... Pero nadie se fijaba en lo que sucedía detrás de una columna floral, cuando Maragaglio logró coincidir a solas con su becaria luego de tantos días. Él rozó la espalda de esa mujer y le robó un beso, obteniendo a cambio la cálida reacción de una Marine que no dudó en aceptar un abrazo y susurrarle que lo extrañaba. Maragaglio se disculpó por su propuesta de estar juntos y ella entonces confesó que tenía miedo. Miedo de que alguien se enterara o la viera, temor de que la siguieran, pánico de ser expuesta y terror de sentir que había traicionado a su familia. Él le prometió no insistir, pero un "yo quiero" de Marine bastó y sobró para que ambos inventaran un imprevisto de trabajo. Maragaglio dejó a su mujer en casa y Marine empacó de prisa para abandonar la fiesta discretamente. A los Lorraine no les gustó, pero su hija había probado ser confiable y llevaba sus pañoletas rojas para tranquilizarlos. Cuando Maragaglio regresó por ella, sus padres prácticamente le encomendaban proteger a su cuarta hija y evitar que cualquiera se pasara de listo.

Así fue como Marine Lorraine pasó unas horas de carretera para llegar a Cinque Terre y hospedarse por cuatro noches en un hotel para parejas donde Maragaglio la presentaba como su esposa y luego de pasear por el pueblo o brindar con champagne, tomaba reconfortantes baños de burbujas con él.

-Son niñas, Matt - mencionó Marine sobre sus hermanas sin colgar el teléfono. No sabía que había pasado tanto tiempo pensando y que Laurent le contaba algo de escaso interés. Acaso la mujer prestó atención cuando oyó que el menú del buffet se había complicado, pero el restaurante etíope del barrio Láncry se comprometía a cumplir con el pedido sin pedir pago por adelantado.

-Si no hay empanadas, no voy - bromeó Matt Rostov
-¡El pastel estará relleno de manzana! - replicó ella sin poder sacudirse una nueva risa y evocar su regreso a Tell no Tales con una prueba de embarazo positiva por delante. Esa falsa alarma y un sutil desgarre, motivaron el teatro entre la ginecóloga y ella para esconder que había amado locamente a Maurizio Maragaglio. Los Lorraine sospecharon de ese sentimiento durante las últimas semanas en Italia, porque su hija no dejaba de llorar ni de pensar en ese hombre y los certificados de una vagina intacta se volvieron especialmente vitales para aferrarse a la idea de una gran "admiración" y no atreverse a imaginar a Marine en alguna situación más profunda.

-Mujer, estás carcajeando demasiado - comenzó Matt a preocuparse.
-Ay, es que ¿no te parece gracioso? Tres niñas van a decirle a mi mamá que me la pasé en el celular.
-¿Deberían estar en la playa, no crees?
-¡Tenían que mandarlas a vigilarme antes!
-¿Laurent ya colgó?
-Oye, Matt ¿Y si yo me fuera a Venecia con Courtney, estaría bien?
-¿Tú a dónde y con quién?
-¿Sabes qué? No puedo seguir con esta boda, me duele la cabeza, quiero dormir y que mi madre arregle lo que falta. No me gustaron los manteles color menta para la fiesta ¿Me dejarían también cambiar el hotel para la noche de bodas? ¿Aun hay tiempo para reservar una cabaña en Jamal? Quizás necesito vacaciones.

Por supuesto que Laurent había escuchado la queja entera y Matt Rostov presionó el botón para terminar con la llamada.

-Dame el teléfono - exigió ella.
-¿Estás ebria?
-¡Claro que no, Matt!
-Tanta carcajada no es normal.
-Mi familia quiere matarme con esta broma. Lo que me hace feliz es que me dejarán en paz dentro de poco y si me divorcio, no tendré que darle explicaciones a nadie sobre mi vida sexual.
-No tienes por qué de todos modos, Marine.
-Dejaré de negar que amé a un hombre muy pronto ¡No te imaginas cuán feliz me hace!
-Contrólate, estás espantando.
-Es que debían ponerme a las chaperonas cuando tenía veinte años.
-Marine, en serio, comienzo a creer que algo anda mal.
-Lo siento, es que yo... No sé ¡era tan obvio que estaba enamorada, Matt! ¡Mi ex era todo para mí! ¿Cómo rayos mis padres no se dieron cuenta?
-¿Te ríes de eso?
-Creo que lo hago porque estoy triste.

Marine intentó calmarse y Matt Rostov deseaba sedarla cuando a ella se le ocurrió que era tiempo de reservarse un par de noches para arreglar su problema. Su boda no lo era. El novio tampoco aunque no le interesaba tanto. Su familia no podía ser un obstáculo. Pero encontrarse a Ricardo Liukin era la llave para deshacerse de esa estúpida obsesión que cada vez era más ingrata. Lo decidió en ese momento.

Maragaglio nunca iba a darle una segunda oportunidad.