miércoles, 8 de marzo de 2017

Los adornos para la novia

 

Tell no Tales.

Micaela Mukhin salió del espejo el domingo a mediodía y llegó pronto a una cafetería en la calle de Dubrova en donde Bérenice la esperaba con un vaso lleno de té. Era muy extraño que se citaran fuera de casa y Micaela creía que su hija se traía entre manos algo raro.

-¡Te compré un cha lat!
-¿Chai latte?
-Eso creo.
-La gente y sus cosas raras, es mejor un simple té.
-Yo me compré uno verde con leche.
-Bérenice, no importa, está bien. Ahora ¿me puedes explicar porque saliste de casa temprano y me pediste que viniera?
-Compré un broche de pluma.
-Es bonito.
-Bueno, no le he dicho a papá pero necesito ayuda.
-¿Tiene que ver con el broche?
-Me caso el martes.
-¿Qué?
-Y no tengo vestido.
-¿En dos días?
-Es que ayer me avisaron que me daban esa fecha en la alcaldía.
-Tu padre se va a querer morir.
-¿Por qué?
-¿Cuándo pensabas contarme?
-Mañana.
-Ay vida, tu padre te va a matar.
-¿En serio?
-No le gustan las bodas.
-¿Nada, nadita?
-A duras penas llegó a la nuestra.

Micaela tomó su vaso y a la voz de "andando" comenzó un breve interrogatorio mientras intentaba no ver como los bomberos recogían los escombros de las calles aledañas y los amontonaban en la esquina de Dubrova.

-¿Estás buscando vestido sencillo, corte sirena, a lo Lady Di, con corsé o recto?
-¿Qué?
-También hay de corte medieval, falda con holanes, de flores ¿encaje?
-Sólo quiero con falda de plumas.
-¿Plumas? Para un vestido es corriente.
-Me gustan esas cosas.
-Con tantos modelos cambiarás de opinión ¿a qué tienda iremos?
-Me dijeron que en la calle Netrebko se puede comprar uno usado.
-¿No tienes dinero para uno nuevo?
-Quieren 3000 €.
-Es demasiado ¿cuánto cuesta el viejo?
-320 €
-¿Qué clase de tela es?
-Dicen que son los que nadie quiere.
-Encontraremos uno bonito.

Bérenice caminó dócil detrás de su madre y se entretuvo observando a los paseantes del barrio ruso que desfilaban con bocadillos o bebidas de oferta, cual día normal de sol.

-¿Luiz consiguió un traje? - preguntó Micaela al cruzar una calle y Bérenice respondió torpemente que sí.

-¿Sabes cómo es?
-¿El traje? Todo negro.
-¿Corbata o moño?
-Moño.
-Menos mal, elegiremos algo muy elegante ¿de qué color quieres el vestido?
-Blanco o de un color muy claro.
-¡Champagne rosé!
-¿Qué es eso?
-Es un gran color, entremos aquí.

Micaela jaló a Bérenice a una boutique de segunda mano y ésta quedó abrumada enseguida. Había vestidos colgados por doquier, en franco desorden y en un mostrador pequeño se colocaban diversos accesorios, también usados y recién reparados. La mujer que atendía contaba el dinero de la caja despreocupadamente y señaló que estaría con ellas cuando acabara.

-Los vestidos en descuento están junto al aparador - sugirió y Bérenice se tentó de buscar, pero su madre ordenó "quédate aquí", encargándole además su intacto vaso con té.

-Te olvidarás de las plumas con tanto que hay aquí.
-Pero quiero ver.
-Bérenice, quédate quieta.

Bérenice Mukhin tomó asiento en un puff frente a la puerta y ante la mirada de la vendedora, comenzó a tomar el té que le quedaba como si fuera una niña regañada.

-Hay vestidos muy lindos aquí - le dijo para animarla - ¿Qué te parece el del maniquí? Enmarca la cintura, la falda no tiene mucho vuelo y los hombros se cubren bien.
-Parece de enfermera.
-Bueno, hay uno recto con espalda descubierta.
-Tiene muchas flores, yo busco plumas.
-Hay strapless champagne estilo años veinte.
-Parece que tuviera una cortina de flecos.
-Es una cortina de flecos y tiene hilos plateados. Dame 1500 € por él.
-¿Más de mil? No tengo tanto.
-Hay uno similiar, sin flecos pero muchos bordados, se parece a uno que usó Miss Universo, 800 € es un precio justo.
-Tampoco puedo pagarlo.

La chica encogió de hombros pero volteó a todos lados, buscando algo que le gustara.

-¡Mira Bérenice! Encontré un vestido con capa - exclamó Micaela y se le aproximó con una prenda de estilo medieval, con bordados en blanco - ¡El velo es precioso!
-Parece una gorra.
-¡Pruébatelo!
-¿Qué?
-¡Quiero verte con él! ¡Póntelo!

Bérenice se levantó enseguida y se introdujo en el probador, desconcertada por el diseño,cuyo problema era ser demasiado pesado, con un hombreras un poco gruesas y un velo que tapaba su cabeza como gorra de natación.

-Te ves increíble - dijo Micaela y la vendedora parecía admirada, no obstante, trajera en los brazos un vestido de estilo griego que parecía una cortina enredada con tantos pliegues en la cintura. Como era natural, Bérenice también se lo puso.

-¡Parece una musa!
-Podemos deshacernos de este broche, las plumas no se ven bien en ninguna mujer.
-También tengo un traje años veinte divino, con brillos y un tocado de joyería.
-Tráigalo enseguida.
-A la orden.

Bérenice moría por salir de allí y corrió a cambiarse pero su madre insistió en que se colocara el vestido sugerido por la encargada y otro más, en tono champagne rosé, un strapless tan liso y simple que cuando la joven se miró en el espejo de la tienda, le pareció estar envuelta en un trapo o la toalla de baño.

-Ay no - expresó pero su madre y la vendedora no la escucharon y le colocaron la cola del vestido.

-¡Buscaremos un velo con perlas! - se emocionó Micaela y la vendedora fue con ella al fondo de la tienda, en donde había velos sueltos, diademas y otros accesorios que aun no se habían inventariado.

Bérenice ni siquiera se atrevía a moverse por miedo a arrugar tan rígido vestuario y después de un rato sintió que había hecho por fin el ridículo. Un joven entró a la tienda y la observó enseguida, sonriendo apenas.

-Bonito vestido.
-¿Gracias?
-Vengo más tarde.
-Diré que vino.
-No es necesario, con su permiso.

Pero la encargada ya había visto al muchacho y se aproximó para no dejarlo ir.

-¡Juan Martín! Tengo tus arras, permíteme - y Bérenice vio a la vendedora buscando en unos cajones pequeños, sin darse cuenta de que su madre le colocaba un broche con perlas en la cabeza.

-Te ves bonita, Bérenice - dijo Micaela y el chico volteó donde ambas.

-Mamá, siento que me aprieta.
-No lo sentirás mañana.
-No me gusta.
-Es el mejor vestido que hay.
-Parezco envuelta en un trapo.
-Probablemente te falte algo.
-Mamá...
-Iré por una estola.
-Detente, yo...
-Mejor un collar, espérame.

Y Micaela volvía a la búsqueda de un accesorio que a su hija le interesaba poco.

-Juan Martín, aquí están tus arras... ¿Estás viendo a esa chica? - siguió la vendedora.
-Sí, se ve hermosa.
-Tu novia se verá igual.
-Gracias, pero estas no son las arras que encargué.
-¿Cómo que no?
-Las que yo encargué son doradas.
-¡Ay perdón! Las dejé en el mostrador de atrás, permíteme.
-Por supuesto.

La encargada también desapareció entre los vestidos y Juan Martín siguió contemplando a Bérenice.

-Su novio va a dar el sí apenas entre a la iglesia.
-¿Me habla?
-Sí, disculpe.
-No se fije.
-¿Cuándo se casa?
-El martes, en la alcaldía.
-Pensé que en la iglesia por tantas cosas que le ponen.
-Sólo me alcanzó para el juez.
-Hay muchas bodas por acá, los derrumbres no han cancelado ni una.
-Hace un mes pregunté por la boda y ya, en dos días es.
-Yo me caso el martes también.
-Buena suerte.
-Gracias.
-¡Estás nervioso!
-Que me poné nervioso, hace un año propuse matrimonio y se me fue todo rápido.
-Luiz y yo lo decidimos hace tres semanas.
-Con el juez es ma' fácil.
-¿Me ayudas a desabrochar el vestido? De verdad me ahoga.
-Ah... Claro, ponete de espaldas.
-Primero quítame el broche, por favor.
-Ya está.
-Me dolió el cabello.
-Está bonito el velo.
-Yo quiero usar plumas.
-Este vestido tiene muchos botone'
-Es una tortura traerlo.
-Mirá que te dejó marcas.
-Ay, gracias.

Juan Martín rozó sin querer la espalda de Bérenice y ruborizó un poco, mientras ella volteaba para abrazarlo.

-Te lo agradezco, es horrible llevar eso puesto.
-De nada.
-Me cambiaré y buscaré un vestido yo misma porque me acabarán disfrazando de forro de sofá.

El hombre se alivió mucho de que Bérenice se introdujera al probador, sin advertir que luego ella saldría en short y blusa de estampado de pacman.

-Sigues aquí ¿no te aburre? - continuó ella.
-No encuentran mis arras.
-Ese es un problema.
-¿Vos irás a otra tienda?
-No tengo ganas.
-Pero todavía querés las plumas ¿no?
-¿Me ayudas?
-En lo que me traen el pedido.

Bérenice y Juan Martín comenzaron a buscar un atuendo con plumas y descolgaron cuanto hallaban, sin muchos resultados. Él la convencía de intentar con otros modelos y ella accedió con uno tan amplio que parecía figurilla de pastel.

-¿Se divierten? - interrumpió Micaela.
-Buscamos algo bonito - contestó Bérenice.
-¿Vas a quedarte con lo que traes puesto?
-De hecho ya me lo quitaba.
-Por lo visto nada te agradó.
-¿Quieres irte?
-Hay otros lugares en esta calle.
-Es cierto ¡guardé tu té!
-Supongo que está bien, quítate ese vestido y despídete.
-Claro.

Bérenice se retiró y su madre miró a Juan Martín con interés.

-¿De dónde saliste, niño?
-¿Hablá conmigo?
-No hay otro.
-Soy Juan Martín Mittenaere.
-Micaela Mukhin, un placer ¿Usted vino por arras?
-Unas doradas que mi novia me pidió.
-¿Las solicita en una tienda de usado?
-Conocen el taller donde las hacen.
-Bueno saberlo, tal vez a Bérenice le interese.
-Me dijo que se casará en la alcaldía.
-Será una boda muy sencilla.
-¿Planearon algo para celebrar?
-¿Por qué el interés?
-Me metí de socio en un restaurante de Láncry.
-Qué conveniente.
-Vendemos comida etíope.
-¿En serio, usted? ¿No le dicen nada por ser el único blanco en un barrio negro?
-No.
-Nosotros tendremos un fondue en el parque, Bérenice y Luiz tienen que regresar a trabajar.

A Micaela le gustaba hacer malas ironías y peores bromas a la gente que le caía bien.

-Bérenice es linda ¿no lo cree?
-Ah, sí.
-Lo vi cuando le desabotonó el vestido.
-Necesitaba ayuda.
-¿Le sirvió de práctica para auxiliar a su novia?
-No, no, eh....
-Se puso rojo.

Micaela se reía del hombre cuando creyó advertir que en un estante se escondía algo que podía ser del gusto su hija. Con bordado de hojas y corte sirena, un vestido viejo y champagne combinaba con el tocado de plumas que Bérenice había adquirido. Era una prenda de espalda descubierta pero primoroso y muy elegante.

-Mamá, ya estoy lista.
-Ve esto.
-¿Qué....?
-¿Era lo que buscabas?
-Tiene falda de plumas.
-¿Te gusta?
-Lo bordaron en oro.
-¿Bérenice?

La joven tomó el vestido y resolvió probárselo enseguida, un poco impresionada por lo refinado de los acabados. Al vérselo puesto, apenas creyó que podía ser suyo y al colocarse su accesorio en el cabello, le pareció estar frente a Luiz, firmando los papeles para ser su esposa.

-¡Mamá, mira qué bien me queda! ¡Este es el que quiero usar!
-Te falta un peinado y nadie va a decirte que no se casa contigo.

Juan Martín, a quien en ese momento le daban su pedido, le entró la curiosidad por saber qué entusiasmaba tanto a Bérenice, sonrojándose otra vez. La mujer lucía preciosa en su vestido de novia, como si en ese momento estuviera por entrar a la alcaldía. Tan distraído se hallaba que tiró su cajita al piso.

-¡Ay Juan Martín, qué desastre! Mientras no se te caigan las arras en la boda, estarás bien - regañó la vendedora, que igualmente reparó en Bérenice.

-¡Qué preciosa novia! ¿Este es el vestido que buscas?
-Sí ¿cuánto cuesta?
-Veré la etiqueta.
-Ni siquiera necesito un velo.
-486 €
-¡Me lo llevo!
-Te lo pondré en una caja.
-Iré a quitármelo.
-Disculpe ¿Tiene zapatillas champagne en talla tres? - intervino Micaela.
-Por supuesto.
-Agréguelos a la cuenta, no queremos que la novia vaya en tenis.
-Por supuesto... Juan Martín, en un momento te atiendo.

La vendedora corrió por los zapatos y Bérenice no tardó en abandonar el vestidor, abrazando a su madre muy feliz.

-Buscaremos un ramo luego.
-Ese lo eliges tú.
-Gracias, Bérenice.
-¿Crees que Luiz se desmaye al verme?

Y Micaela, risueña, le contó al oído:

-Juan Martín estuvo a punto.
-¿Quién es ese?
-El chico de las arras.
-¿De verdad?
-Si él se desmaya, Luiz se muere.

Las dos se rieron y comenzaron a beber té juntas. Juan Martín continuaba tan impresionado que no le quedó de otra más que mirar a Bérenice con una enorme sonrisa.