lunes, 18 de febrero de 2019

La búsqueda de la luz


Palais Omnisports de Bércy, 8:00 am

-¡Mademoiselle Liukin! Benvenue al Trofeo Bompard - decía uno de los técnicos al verla llegar y quedar azorada por la transformación radical del recinto. La arcilla, la red, el puesto del umpire, todo lo que había formado una linda cancha de tenis se había esfumado y en su lugar, se hallaba instalada una bellísima pista de hielo y un enorme kiss 'n' cry con una torre Eiffel pintada y muebles de terciopelo azul oscuro.

-¿Cómo lo lograron?
-Le prometimos que estaría listo ¿Quiere ser la primera en probar el hielo?
-¡Estaré encantada!
-Adelante, mademoiselle.

Carlota realizó sus calentamientos junto a Maurizio Leoncavallo y el staff notaba que él parecía disgustado mientras ella daba respuestas breves.

-¿Creías que no me enfadaría?
-Disculpa, Maurizio.
-Traicionaste la confianza de mi primo y también la mía.
-Perdona.
-¡No se trata de repetir disculpas!
-¡No sé qué decir!

Maurizio se detuvo en ese momento.

-Tienes catorce años, Carlota.
-Perdón.
-¿Tienes idea de lo que pasó con Marat?
-Se lo pedí.
-No tienes edad para eso.
-Yo escondí el champagne y lo invité a pasar.
-Se aprovecharon de nosotros.
-No estás entendiendo.
-¿Qué tengo que entender? ¡Marat no es un niño pero tú sí!
-¡Ya no soy una niña!
-¿Quién te metió esa idea en la cabezota?
-No tengo trece años.
-¿Qué quieres decir?
-Sé lo que hice.
-Carlota, eso no es cierto.
-¿Por qué te importa?
-Porque se suponía que Maragaglio y yo estábamos a tu cuidado.
-Discúlpame.
-¡Le fallamos a tu padre! ¿Crees que eso se arregla con un "lo siento"? ¿Y si tu padre o mi primo deciden denunciar a Marat, crees que me voy a oponer?
-¡Sólo fue champagne!
-Sabemos que no.

Maurizio se recargó en un borde de la pista mientras pensaba.

-¿Están regañando a Carlota? - preguntó Shanetta James a su distancia.
-¿Alguna novedad? Tamara Didier le gritaba - respondió Morgan Loussier y ambos se encogieron de hombros para luego ponerse a trabajar en unos estiramientos. Maurizio Maragaglio estaba detrás de ellos y estaba por suspirar para seguir calmando su propio enojo cuando echó un vistazo a la puerta.

-¡Katy! - exclamó y extendió los brazos pero Katarina Leoncavallo únicamente lo tomó de las manos.

-Bienvenida a París - saludó Maragaglio.
-¡Te extrañé mucho!
-También yo.
-Qué bueno que pudiste venir... Iré a saludar a mi hermano.

Maragaglio se quedó con la palabra en la boca.

-Maurizio mio! - gritó Katarina y su hermano sonrió, además de acercarse a ella y recibir de inmediato un prolongado abrazo. Ella presumía su cabello lacio hasta los hombros.

-Katy ¡que linda te ves!
-Tú eres el guapo.
-En serio ¿qué hiciste en Nueva York? Cambiaste mucho.
-¿Te gusta?
-Claro que sí, estás preciosa.

Katarina volvió a apretar a su hermano contra sí y luego le dijo algo al oído que lo hizo carcajear. Los demás pasaban saliva y Carlota Liukin en particular prefería alejarse sólo para ver que Marat estaba en las gradas y le dirigía un gesto amistoso mientras un fotógrafo tomaba cuántas imágenes podía para una revista de patinaje.

-Sigo furioso - confesó Maragaglio cuando la chica pasó junto a él.
-Lo sé.
-Carlota, acabo de cancelar el evento en el Centre Pompidou.
-¡Pero es una promoción para el Trofeo Bompard!
-¿Quieres que te premie por lo de anoche? Estás castigada y además tienes tarea de historia y un examen esperándote en Venecia.
-¿Ese es mi celular?
-Confiscado hasta que volvamos a casa ¡Ahora a entrenar!

Carlota se asustó un poco y cuando giró, se dio cuenta de que Katarina Leoncavallo iba a tomar la práctica y anudaba su cabello para luego quitarse el suéter y revelar que su vestido gris mostraba un hombro, parte de su cintura y un atrevido leotardo negro que más bien parecía un traje de baño con cintas en el abdomen. Incluso quedaba expuesto parte de un sostén también en negro.

-Carlota, vamos a marcar figuras - dijo Maurizio Leoncavallo con mejor humor y la chica se colocaba sus botines para obedecerlo cuando Katarina observó a Marat Safin, quedándose paralizada y sintiendo lo mismo que con Tommy Gunn en Nueva York.

-"¿Qué me está pasando?" - se desconcertaba la joven Leoncavallo mientras volteaba a ver a su hermano, confundiéndose en el acto.

-Katarina ¿estás bien? - se intrigaba Shanetta James.
-¿Quién es el chico de ahí?
-¿El que viene con Carlota?
-¿Es el tal Marat?
-Te respondiste sola.
-Es gua... guap... - tartamudeó Katarina.
-Dilo sin pena ¡Marat es guapísimo!

Todos escucharon a Shanetta y Katarina se sonrojó tanto, que Maragaglio enseguida se le colocó enfrente.

-¿Necesitas algo, Katy?
-Todo está perfecto, primo.
-Debes seguir cansada por volar desde Nueva York.
-Dormí bien.
-Tenemos que hablar.
-¿De qué?
-Ese vestido que traes.
-Lo compré en Nueva York.
-Es muy revelador.
-Ese es el chiste.
-No volverás a traer algo así.
-¿Me estás regañando?
-No es el lugar. Obedece a tu hermano y pónte un suéter.

Katarina asentó y al pasar frente a Marat, cubrió su cara, arruinando cualquier oportunidad de disimular frente a Carlota Liukin que, cruzada de brazos, le dirigía una mirada territorial mientras se convertía en la primera en tocar el hielo de Bércy para deslizarse en él.

-¿Cómo sientes la pista, Carlota? - preguntaba Maurizio.
-El hielo está muy blando.
-Da unas vueltas, quiero escuchar.
-¿Perdón?
-Necesito saber en dónde puedes caer.
-¿Estás oyendo mis discos?
-Tamara tiene ideas raras pero no son malas.

Carlota respiró por la boca una vez y comenzó a deslizar en sus patines para entrar en calor. Alrededor, el personal comentaba sobre ella y Maragaglio se quedó mirándola al recordar por qué estaba en Bércy: Carlota Liukin iba vestida con un ajustado top rosa pálido de mangas largas y una falda gris que mostraba parte de sus muslos. Era un atuendo que parecía más de exhibición o competencia que de práctica y claro que preocupaba a un hombre cómo él porque nunca la había visto lucir tan hermosa y más con ese nuevo peinado de coleta con dos mechones a manera de fleco que le daban un aspecto de actriz.

-Ricardo Liukin va a asesinarme - pensó antes de comenzar a inventar una historia que en Venecia fuera creíble. Los demás continuaban con sus actividades y pronto, Maurizio Leoncavallo ingresó a pista, haciendo fácil adivinar que no podía distinguir sonidos aun.

-Nuestro hielo en Venecia está mejor - comentó Maurizio.
-También en INSEP- se quejó Carlota.
-Vamos, no es tan malo. Katarina ha entrenado en la pista de Valdemoro y esa es peor.

Carlota no replicó y bajó la mirada.

-¿Todo bien?
-Es que Marat no se ha ido.
-Maragaglio cree que la prensa hará muchas preguntas si se marcha.
-Maurizio, de verdad lo lamento.
-Mira, Katarina ha vuelto con el grupo y eso evita que siga reclamándote.
-Te pusiste feliz.
-Estoy enfadado.

Maurizio sonreía de una forma encantadora para las cámaras y enseguida llamó a sus alumnos, anunciándoles que harían giros sobre un pie. Shanetta y Morgan no tardaron en colocarse junto a Carlota y Katarina pronto vio como la relegaban hacia atrás, sin oportunidad de acercarse a su hermano. Así comenzó una escena en la que el grupo tomaba impulso para luego dar cuantas vueltas fueran posibles mientras mantenían los brazos levantados.

-Maurizio tiene una técnica horrible - comentó Carlota y sus compañeros estaban de acuerdo al verlo girar sin fluidez pero igualmente lo seguían y pronto, entendieron de que se trataba aquello.

-¡Katarina! Cuéntanos sobre Nueva York - exclamó Maurizio.
-Es una ciudad grandísima y el metro huele muy mal.
-Eso no es lo que queremos saber.
-Me divertí mucho ¡Fui a un concierto de rock en un bar que se llama Coney Island!
-¿En serio?
-¡Conocí a los Lemonheads!
-¿Quiénes son esos?
-Un grupo de punks que me recomendó Maragaglio.
-¿Qué?
-Perdón.
-Nunca te había oído hablar así.
-Lo siento, Mauri.
-¿Tienes foto?
-Foto y autógrafos en un plato de pizza ¡es que comí con ellos! y fui al barrio italiano.
-No puede ser, jajajaja.
-La comida estaba muy grasosa y sabía horrible ¡pero eran los Lemonheads! También probé los hot dogs y esos me gustaron mucho.
-¿Qué más hiciste, Katy?
-¡Fui de compras a la tienda de Vivienne Westwood y tengo cosas nuevas! Luego Karin me llevó por ropa de entrenamiento y ahora estoy llena de vestidos como el que me puse hoy.

Maurizio dejó de girar abruptamente y miró fijamente a Katarina.

-¿Karin está bien?
-Sí.
-¿Por qué no te acompañó en el kiss 'n' cry?

Katarina mintió en ese instante.

-Porque se quedó en los vestidores vigilando mis cosas. Había mucha gente.
-¿Por qué no la dejaste hablar conmigo?
-Estábamos en la calle, Mauri ¿Sabías que me llevó a un salón de belleza? Nos cortaron el cabello y nos hicieron faciales.

Maurizio se cruzó de brazos y si antes se había enfadado, ahora lo estaba mucho más.

-Carlota y tú van a repasar sus combos flip - toe ahora.
-De acuerdo.
-Quiero que me digas cómo te sentiste en Skate America, Katy.
-No muy bien, fallé mucho...
-Ganaste una medalla de bronce, es bueno.
-El programa libre no funciona, Mauri.
-Insistiré y dará resultados. A trabajar.

Katarina no protestó y luego de mirar a Carlota Liukin, supo que no estaba arreglando detalles, sino compitiendo. Era la oportunidad de recuperar su estatus preferente en el grupo y enseguida eligió su lugar en el hielo, su turno y el premio en chocolate que recibiría la ganadora.

-Katarina, estoy hablando en serio - reiteró Maurizio y ella de inmediato le diría a Carlota Liukin que no había manera de que le venciera. Shanetta y Morgan querían ver aquello pero su entrenador los pondría a practicar lances sostenidos mientras trazaba un plan para supervisarlos a todos.

-"Algo le ocurre al señor Maragaglio" - pensó Carlota cuando dio un vistazo a las gradas y lo descubrió cubriéndose los ojos al mismo tiempo que sostenía sus lentes con visible frustración y volvía a ponérselos como si la cabeza fuera a estallarle. Supuso que era consecuencia de trasnochar o de tener que soportar a Marat para evitar un alboroto mayor en los medios, pero en Venecia lo había visto hacer lo mismo un par de veces.

-¿El señor Maragaglio estará bien? - le preguntó a Maurizio.
-Yo le pregunto, tú a lo tuyo.

Carlota tomó su sitio y en lugar de prestar atención a los primeros combos de Katarina, notó cómo Maragaglio se quejaba enfadado sobre sus anteojos y demostraba tener dificiltad para observar más allá de los pasillos iluminados de la arena. No era cuestión de que todo le fuera borroso sino de que sus ojos comenzaban a dolerle y cerrársele un poco luego de unos minutos, además de humedecérsele a causa de una pequeña irritación.

-Intenta mejorar eso, niñita - retaba Katarina y Carlota recordó el reto de saltos, impulsándose sin dejar de pensar en lo que estaba ocurriendo.

-No cubres la misma distancia que yo - notaba la joven Leoncavallo y la chica Liukin realizaba su combo flip - toe con los brazos sobre su cabeza, sin evitar levantar la pierna izquierda como si fuera una bailarina de ballet luego de aterrizar.

-Basta - exclamó Maurizio Leoncavallo luego del cuarto intento de Carlota y después de bajar unos escalones, se cruzó de brazos.

-Katarina, estás prerrotando; Carlota, lo haces correctamente, ganaste.

La joven Liukin se sorprendió mucho y enseguida pidió instrucciones para continuar entrenando. Poco después, el técnico de sonido recibió la petición de que reprodujera la melodía de "Anna Karenina" y ella siguió repasando los saltos de su programa al mismo tiempo que Maurizio tomaba notas y Katarina se veía forzada a salir del hielo.

-Nunca tuvimos dificultades contigo, Katy - murmuró Maurizio.
-Me disculpo por todo.
-Usaremos el arnés más que nunca.
-De acuerdo.
-Le pediré al señor Pelizzola que nos ayude la próxima semana.
-¿Roberto? ¿No está ocupado en Milán?
-No se negó a estar en Venecia para ayudarme con Cecilia y Jussiville mientras estamos aquí.
-Está bien.
-Katy, no te angusties y confía en mí. Lo solucionaré.

Maurizio continuó examinando a Carlota y de reojo a Shanetta y Morgan, al tiempo que su hermana cambiaba su calzado sin poder dar crédito a su falla.

-Marat ¿lo hago tan mal? - consultó Katarina y el chico no sabía qué responder.
-Carlota salta más bonito... Bueno, eso creo pero tú patinas espectacular.
-¡Mi nueva rutina es una pesadilla!- se sinceró la joven Leoncavallo y volteó celosa hacia su compañera Carlota, que recibía la orden de realizar su programa libre completo y ponía al staff, a sus otros colegas y a Maragaglio cautivos. Durante los próximos diez minutos hubo un silencio profundo, una atención total y pieles erizadas con cada movimiento de la chica Liukin que demostraba una vez más que su talento era capaz de hipnotizar a cualquiera. La gente que observaba desde la gradas aplaudía de pie, Marat y Maragaglio se habían acercado a los bordes y como sorpresa adicional, los amigos de Carlota en París se aparecían para darle abrazos.

-Merci a tous! - exclamó Carlota.
-Atiende a tus visitas - le dijo Maurizio y después le ordenó a Shanetta y Morgan aproximarse para hacer una prueba porque la pista era "aguanieve".

-¡Amy! - gritó Carlota y luego de estrecharla fuertemente, se quedó mirando a Anton y David.

-Sabíamos que habías mejorado pero no creíamos que tanto - siguió Anton.
-Maurizio me hace practicar con arneses.
-Eso duele mucho.
-Me dan cosquillas.
-Bueno, pasemos a lo que importa: ¿Vas a presentarnos a Maratucho?
-Pero lo hice cuando estábamos en el torneo de tenis.
-Queremos que se nos junte.
-Él tiene veinte años.
-¿Eso qué? Vinimos a que nos diga cosas, como Jouberto cuando era tu novio.
-¡Ven, Marat! - llamó Carlota y el joven se aproximaba cuando al pasar junto a Katarina, recibió una mirada que lo asustó bastante. Aunque los niños no pudieran describirla, ver cómo esa jovencita se mordía los labios y parecía devorar a Marat hizo que Carlota saliera de la pista, jalara a su amigo y observara a su compañera como si quisiera defenderlo.

-Katarina ¿todo en orden? - intervino Maragaglio bruscamente y de nuevo se le colocó de frente, impidiéndole la vista.

-"¿Qué rayos le pasa"? - pensó Carlota en voz alta y su amiga Amy no dudó en decirle que "ahuyentarían a la araña" aunque fuera a palos.

-Nunca te comportas así - reprochó Maragaglio a su prima.
-No sé que me está... - susurró Katarina.
-Ve a cambiarte de ropa y quiero que sea por tu vestido blanco con suéter.
-No traigo eso.
-Katarina, no quiero volver a verte como estás y si te acercas a Marat, te voy a castigar.
-¡Tengo veinte años!
-¡Llevas semanas portándote mal!

Maragaglio fue tan severo que Katarina levantó sus pertenencias y fue al vestidor a encerrarse a llorar pero no por ser regañada ni por perder el duelo con Carlota Liukin. Introduciéndose en la regadera, Katarina pensó en Tommy Gunn y en Marat Safin, en lo atractivos que le resultaban, en las ganas que le habían dado ambos de despojarse de la ropa y simultáneamente, le pasaba en la mente su hermano Maurizio, a quien moría por tener consigo cada noche y amarlo sin que nadie se interpusiera. Nada la había preparado para los otros hombres que podían enloquecerla, mucho menos para saber que no sabía comportarse y luego recordó a Maragaglio impositivo, como si ella hubiera cometido una grosería. Él se veía tan fuerte y tan dominante, que había querido desafiarlo y tampoco imaginaba por qué, a pesar de no atreverse.

Por otro lado, era el mismo Maragaglio quien por una vez prefirió ver a Marat junto a Carlota. Le enfurecía haber llegado a tal extremo y ahora reconocía que se hallaba irritado con ambas chicas, una por burlarse de su trabajo y la otra por fijarse en el causante de lo primero. En aquel instante, él habría dado media vida por destrozar a Marat Safin a puños, por echar a la prensa, por deshacerse de Maurizio, de los visitantes, de Shanetta, de Morgan y encerrar a Carlota y a Katarina hasta que se olvidaran de todo y fueran unas niñas bien portadas como debía ser. De imaginarlo le dolía el estómago y pronto perdió el aliento.

-¡Katarina, qué bonita! - opinaba Maurizio Leoncavallo al ver a su hermana volver a la zona técnica. Ella no entrenaría más, pero su atuendo con una blusa blanca que más bien parecía un suéter y con el que enseñaba un hombro y parte de su abdomen, su pantalón negro brillante y ajustado más sus sandalias stiletto cuyas cintas asemejaban relojes, le destacaba su breve cintura, esa que rara vez se le distinguía y le otorgaba su poco aprovechada sensualidad.

-¿No podías ponerte otra cosa? - se asustaba Maragaglio.
-Es lo que está de moda en Nueva York.
-Prefiero lo que usas en Venecia.
-¿Me veo mal?
-Katarina, estás muy destapada.
-¿De qué estás hablando?
-No quiero que te griten cosas inapropiadas.
-¿Por qué me dices eso?
-Luces bien y odiaría que alguien fuera grosero.
-¿Te gusta mi ropa?
-La verdad, sí.
-¡Entonces te modelaré lo demás cuando regresemos a casa!

Maragaglio se dejó vencer con un abrazo y supo que estaba siendo cretino. Claro que le inquietaban los presentes y las intenciones de los desconocidos pero tampoco era correcto actuar inseguro y celoso; Katarina no era más que su prima y él no era un adolescente idiota que podía darse ese lujo. Para alivio suyo, la joven lo hizo colocarse a su lado, en esa actitud que tienen todas las mujeres que consiguen lo que quieren. La señorita Leoncavallo estimaba a Maragaglio, aunque a veces lo considerara anticuado.

-Si no fuera una araña, sería mi Katarinita bonita - admitió Anton y por algún motivo, aquello disparó algunas risas. Por fortuna, el comentario aquél no saldría de su grupo de amigos.

-Todos dicen que Katy es linda - contó Carlota.
-A mí no me lo parece - confesó Marat.
-¿De verdad?
-Tiene algo raro.
-No la has visto de empalagosa con su hermano.

Amy, David y Anton contemplaron a Carlota y fue éste último quien optó por cambiar de tema mientras ella elegía distraerlos con su rutina una vez más.

Durante esa sesión, hubo algo evidente: Maurizio Leoncavallo era un entrenador divertido y amable que cuidaba de sus alumnos y revisaba cada detalle, desde un surco en el hielo hasta una chaqueta mal puesta; jugaba con ellos en las dinámicas de fuerza y tenía cilindros con agua, botiquín y chocolates listos por cualquier circunstancia que pudiera presentarse. Nadie podía negar que tenía talento para el trabajo aquél y luego de un rato, terminó acostado en el hielo, fundido de cansancio.

-Carlota, has patinado genial.
-Lo sé - contestó ella junto a él.
-Bompard va a ser muy difícil.
-Estará bien.
-Tu competencia es Irina Astrovskaya ¿la conoces?
-¿También la enfrentaré en Helsinki?
-¿Tú que crees?
-Rayos.
-Jajajaja.
-¿Cuándo vamos a montar el nuevo programa corto, Maurizio?
-¿El que ya te aprendiste?
-Me gustaría mostrarlo.
-Espera a la próxima semana.
-Está bien.
-No estoy enojado.
-¿Deveras?
-En realidad, ni Maragaglio ni yo tenemos cara para juzgarte.
-¿Por qué?
-Ve a cambiarte ¿no tienes que estudiar luego?

Carlota sonrió y se levantó a prisa, recibiendo más aplausos y su maleta de parte de su amiga Amy, quien la cuidaba para evitar malentendidos y robos.

Por su lado, Maragaglio tuvo que abandonar su buen ánimo y retomar su vigilancia con talante estricto, no obstante, los párpados le pesaran un poco y constatara que leer un par de indicaciones se le estaba complicando. La joven Liukin se percató de ello pero no abrió la boca y prefirió ir a cambiar su atuendo mientras le contaba a su amiga que le había conseguido una acreditación de kiss 'n' cry, aunque tuviera que lidiar con su guardaespaldas y sus interrogatorios, relatándole en el acto lo sucedido en Venecia con unos diamantes.

-Trankov vendió unos ayer en Cambon.
-Me enteré, Amy.
-¿Qué vas a hacer?
-No tengo idea. Sergei dijo que me vería hoy pero dudo que pase, me tienen muy cuidada.
-¿Ese Maragaglio es buen policía?
-Te digo que casi me cacha en Venecia.
-¿Cómo vamos a deshacernos de él?
-Todo fracasó en la cita con Marat.
-Antes era más fácil.
-De todos los policías, teníamos que toparnos al único que hace su trabajo.

Carlota no tardó mucho en salir del vestidor y deslumbrar al personal con su chaqueta de cuero y un vestido magenta con grandes lentejuelas brillantes.

-Se ve preciosa, señorita Carlota - admitió Maragaglio y poco después, fue Maurizio Leoncavallo quien se impresionó de nuevo. Este último no se acostumbraba a que ella pudiera lucir tan bien con cualquier cosa que se pusiera y más imaginaba la presión que sentía Ricardo Liukin por protegerla y el seguro estrés de saberla en París. Del episodio con Marat era mejor no hablar.

-¿Qué haremos ahora? La práctica terminó - preguntó para no halagar.
-Llevaré a la señorita Carlota a la Rue Cambon a cumplir una pequeña cita y luego volveremos al edificio Mélies. Eso te da tiempo de pasear con Katarina por ahí, Mauri.
-Gracias, Maragaglio, pero ¿no teníamos algo en el Centre Pompidou?
-Eso se canceló.
-Entiendo. Puedo llevar ahí a Katy.
-Sería perfecto.
-¿Qué hay de Marat?
-Vendrá con nosotros.
-¿No es mucho premio para Carlota?
-Mauri, es mi trabajo - terminó Maragaglio y casi de inmediato le ordenó a la chica Liukin despedirse de sus amigos y seguirlo hacia el exterior. Era sabido que la prensa aguardaba en las salidas de Bércy y por lo mismo, un vehículo de la Federación Francesa estaba listo para marchar tan pronto como fuera posible.

-¡Te vemos en casa, Carlota! - decía Amy luego de un abrazo y Carlota tomó a Marat del brazo sólo para que Maragaglio volviera a reprenderla y se pusiera entre ellos.

-Me cansé de que me crean un tonto. Iremos a la Rue Cambon y me van a acompañar a cumplir con un asunto pendiente.
-¿Qué es?
-Van a ayudarme, Carlota. Necesito un intérprete y hasta donde sé, hablas español y el señor Safin es ruso. Deprisa.

El viaje a la Rue Cambon era más o menos complicado. Del Quai de Bércy al Pont d'Austelitz se llegaba a transitar por cuarenta minutos pero pasar por Avenue de l'Opera y Quai de San Bernard, Montebello, Tournelle y Quai de Saint Michel podían valerlo. El conductor de un coche azul marino se encargaba de que Carlota evadiera a los reporteros y Marat Safin hacía lo que podía para no quedarse atrás cuando Maragaglio no pudo hacer más y se resignó a tomar asiento en el frente mientras Carlota revisaba sus pertenencias y notaba que su bolso estaba lleno de dinero. La nota de Sergei Trankov le avisaba que el resto se hallaba en su maleta y había tomado una pequeña comisión por la venta de un diamante a cambio. Del encuentro de esa noche era mejor abstenerse y la vería luego, quizás en sabado luego de la gala de exhibición del Trofeo Bompard.

-¿Todo en orden?
-Claro que sí ¿Crees que pueda hacer unas compras?
-No pasaremos a Chanel, Carlota.
-No era por eso.
-Habrá tiempo el sábado.
-Gracias, Maragaglio.
-No te despegues del señor Safin.
-De acuerdo.
-No quiero perderlos de vista otra vez.
-¿A dónde iremos?

Carlota obtuvo en la sonrisa de Maragaglio una respuesta y pronto notó cierto optimismo en él que le hizo pensar que debía tener cuidado. Cerró el bolso y se dedicó a ver la ciudad por la ventanilla al tiempo que Marat le pedía no derrotarlo si iban a comer más tarde. Ella no podía asegurarle su tranquilidad y de todas formas, devoraría lo que le dieran.

En el trayecto, Maragaglio se permitió distraerse y tuvo en mente a su prima Katarina. Se había vuelto tan hermosa, tan femenina, tan sonriente. Le costaba no verla como la niña que apenas una semana atrás se la pasaba con sus abrigos o suéteres sobre lindos vestidos rosas y su media coleta decorada con una inocente cinta. Entonces se preguntó cómo podía soñar con ella, imaginarla y dirigirle la palabra sin perder la cabeza ni responder al cada vez más fuerte impulso de besarla. Evocó el olor de su piel, mismo que se le impregnaba en la ropa cuando la apretaba contra sí y la vez que ella había dormido junto a él luego de hacer una fogata en verano con toda la familia. Desde esa noche se moría por sentir sus brazos y verla despertar cada mañana; de hacerle el amor de verdad y no tener que correr con Susanna o con Alondra para evitar una estupidez. Pero no tenía el valor. Aunque lo despreciara o le huyera, Katarina sabría al menos que un hombre le amaba y que eso explicaba varias actitudes, gestos protectores, ausencias... Y luego volteó hacia Carlota Liukin, odiando admitir que se había topado con una mejor patinadora, una chica más bonita, alguien que se atrevía a existir y volvería a jugarse el pellejo aunque la descubrieran en una cama junto a Marat Safin otra vez. Maragaglio era envidioso pero le avergonzaba serlo con una niña que desde ya, tenía el derecho de contar una gran historia.

La Rue Cambon se caracteriza por elegantes boutiques y exclusivos negocios de todo tipo y a un par de aparadores de la famosa tienda Chanel se ubicaba una pequeña clínica de oftalmología y optometría perteneciente a Hervé Harel - Pitkeev, un cirujano ocular que era conocido por su eficiencia. El doctor Harel hablaba español y ruso y su clientela se componía de altos funcionarios del Gobierno Mundial y magnates que pagaban sus estratosféricos honorarios. Sin embargo, Harel había conocido a Maurizio Maragaglio en su anterior visita a París y se había interesado por su caso, al punto de agendarle un encuentro abierto para poder discutir de unos estudios que se había realizado. Carlota se sorprendió de que el médico los recibiera en la puerta y se alegrara de que Maragaglio decidiera volver tan pronto.

-Veo que traes compañía ¿son tus hijos? - tradujo Marat a Harel con desconcierto.
-¿No conoces a la señorita Liukin? - preguntó el sonriente Maragaglio.
-Siento no tener el gusto.
-Me alegra verle, doctor Harel.

Carlota y Marat se introdujeron a la clínica con la seguridad de que Maragaglio les pediría silencio al respecto. A donde posaran la vista, encontraban muchas plantas y un pequeño estanque con un par de ranas y un enorme sapo que provocaron los gritos de la joven Liukin.

-¡Aléjenme esas porquerías!
-Sólo son animalitos.
-¿Cómo puedes tocarlos, Marat?
-¿Por qué los odias? ¿Qué te han hecho?
-Me dan pesadillas y ¡ay por Dios!
-Sólo te saltó una indefensa rana encima, Carlota.
-¡Quítala, quítala!
-Mira, no te ha hecho nada.

Marat se reía y Carlota lloraba del susto.

-Esto es serio, compórtense - reprendió Maragaglio y los hizo seguir al doctor Harel, que apenas entró a su oficina abrió un expediente. Carlota nunca supo cómo, pero el propio Maragaglio sacó un sobre amarillo de su abrigo.

-¿Cambiaste de graduación hace dos meses? - dijo Harel.
-Hace tres pero solicité otro examen hace una semana y pedí que me dieran el resultado en sobre cerrado para que pudieras leerlo - replicó Maragaglio.
-De todas formas te haré una prueba enseguida - Harel revisó el contenido - No me agrada lo que estoy leyendo.
-¿Necesitaré lentes nuevos?
-Quiero confirmar un resultado. Por aquí.

Marat Safin no traducía a Harel de buena gana y le daba mala espina que la conversación fuera tan natural. Sobreentendiendo que el médico continuaría exponiendo en ruso, no quiso ser más descortés y entró con Maragaglio a una habitación con proyector de letras digitales y un foróptero. Esa palabra fue un descubrimiento para él al mismo tiempo que Carlota permanecía afuera, curioseando en los esquemas del ojo humano y un catalejo que Harel tenía en su oficina.

-Maragaglio, sabes el procedimiento  - oyó Carlota y entendió que él miraría a un cartel con letras. La voz de Marat igualmente se percibía y no tardó en delatar que Maragaglio experimentaba problemas luego de un par de líneas.

-Ahora apagaré las luces y me dirás qué proyecciones ves - pronunciaba Marat y ocurría lo mismo.

-Te mostraré una serie nueva e iré cambiando los filtros hasta que me indiques que la distingues perfectamente - instruyó Harel y Maragaglio no se detuvo durante unos minutos hasta que logró leer con ambos ojos sin dudar. Para ese instante, Marat compartía la preocupación del oftalmólogo ya que, a diferencia del paciente, no le había costado trabajo reconocer forma alguna ni de cerca ni de lejos, tampoco batallaba en la oscuridad ni entrecerraba los párpados.

Cuando Carlota Liukin no supo más que del silencio, comprendió que algo andaba mal. La sala de optometría, cuya puerta abrió para saber, estaba solitaria pero el espacio contiguo no y aunque el sentido común le indicaba no girar la perilla, de igual forma se introdujo. Las pruebas de Maragaglio se habían prolongado y Harel apenas decía algo.

-¿Qué haces aquí? - preguntó Marat.
-Se están tardando ¿Qué pasó?
-Harel le tomó la presión ocular a Maragaglio.
-¿Eso se puede?
-También le hizo una prueba cromática, le revisó los ojos y están repitiendo las pruebas en el foróptero.
-¿En el qué?
-El aparato donde sacan la lectura para la graduación de los anteojos.
-Ah... ¿Y qué tal?

Marat comprendió que debía guardar silencio y Harel, haciendo el esfuerzo de hablar con un mal italiano, comunicó las noticias:

-Maragaglio, es la tercera vez en el año que cambias de graduación. No es normal.
-¿Cuántas dioptrías son ahora?
-Pasaste de diez a dieciséis.
-No dejo de usar los lentes.
-Debes entender que... Que tienes miopía magna y sospecho que puede volverse degenerativa.
-¿Perdona?
-Empeoraste demasiado en tres meses, tu riesgo de ceguera se ha vuelto severo y temo que desarrolles glaucoma.
-Es un juego...
-Tu presión ocular no es alentadora. Otro escenario es que tus retinas se desprendan y eso no tiene remedio.
-¿Sería ciego?
-No eres candidato a cirugía correctiva, lo siento.
-Sólo es miopía.
-Necesitas conservar la graduación actual al menos dos años y que tu presión no aumente.
-¿Y el implante intraocular?
-Es lo mismo. Si no eres estable, no puedo actuar.
-Has operado a gente que está peor que yo.
-Maragaglio, no voy a mentir. El oftalmólogo que te trata en Venecia tiene razón, en tu condición es preferible esperar.
-¿Esperar? ¿Qué clase de respuesta es esa?
-Quiero que vuelvas en tres meses. Haré lo que pueda pero el aumento de tus lecturas en un año no son para pensar en buenas expectativas y tus antecedentes familiares tampoco me dan un mejor escenario.
-¿Hay algo que pueda hacer?
-No dejes de usar tus anteojos y ven a consulta.
-¿Es todo?
-Tendré tus lentes nuevos mañana y te daré gotas para aliviar un poco tu presión ¿Los envío al Edificio Meliés?
-¿Lo único que harás será darme eso?

Maragaglio se levantó violentamente.

-Tranquilo - susurró Carlota.
-¡Maldita sea! - declaró Maragaglio y salió de la habitación como si fuera presa de una gran furia. Marat fue quien recibió de manos del doctor Harel los resultados de las pruebas y luego de darle las gracias, fue con Carlota de la mano.

-¿Dónde diablos se metió Maragaglio?
-No salió de esta calle, eso te lo juro.
-Carlota ¿crees que aparezca en un bar?
-¿Por qué?
-Notaste que le gusta el vino. Me contaste.
-Nos separaremos. Tú buscarás en esta acera y yo en la otra. Te veo en media hora.
-¿Segura?
-No se iría lejos, me tiene que cuidar.

Carlota aguardó a la luz roja del semáforo y cruzó como alma que lleva el diablo. Marat la perdió pronto y la búsqueda llevaba a ambos a saber que había demasiados bares y que en los hoteles no habían visto a Maragaglio. Aunque se tentaban de avisar a Maurizio Leoncavallo, fue la joven Liukin quien halló a su escolta bebiendo de golpe media botella vino tinto en un local pequeñito que olía a cerveza y a desinfectante y que pronto se llenaría de snobs y casi famosos. Aunque tuviera prohibida la entrada, Carlota Liukin atravesó la puerta giratoria.

-Lárgate - le recibió Maragaglio.
-Tenemos que ir a casa.
-Vete al infierno.
-Me quedaré aquí.
-Te echarán y me dará risa.
-Creí que trabajabas.
-Renuncio.
-¡Maragaglio!
-¡Maldita sea, Carlota! Piérdete con Marat ¡Déjame solo!
-Preguntarán por ti.
-¿Ahora te importa? Porque ayer escupiste en mi cara.
-Perdón.
-¿Qué se siente ser tan atrevida?
-¿De qué hablas?
-Soy un miserable y no debo juzgarte.
-No digas eso.
-Un día, mi abuelo pagó por la mujer más hermosa. Era mi treceavo cumpleaños y ese fue mi regalo. También mis primos pasaron por eso y Maurizio tuvo su primera noche de la misma forma. En cambio, tú te has dado el lujo de que Marat te guste y sea bajo tus condiciones. No le contaré a tu padre pero cuídate.

Maragaglio terminó su botella enseguida.

-Maldita sea.
-No maldigas.
-Carlota, abandona esa actitud comprensiva en la que ni tú crees.
-No bebas.
-Mi vida terminó.
-No es así.
-Me nombraron Director Regional de Intelligenza del corredor Lombardia - Piemonte esta mañana ¿Sabes cuánto trabajé por eso? Y estoy tan cerca de atrapar a Sergei Trankov ¿qué hará Intelligenza si quedo ciego o descubren esta consulta? Tendré que abandonar mi puesto, me darían de baja en la Polizia y ¿qué haré yo?
-Estarás bien y tomarás tu ascenso.
-Oíste a Harel ¡Lo que me pasa no es normal!
-Tal vez te controles.
-¡La miopía sólo avanza!... Tenía esperanza con la cirugía.
-Estarás bien - repitió ella.
-¿Qué ocurrirá si no vuelvo a ver a mis hijos?
-Maragaglio...
-No podré mirar los ojos de Katarina, ni su risa. Ella no querrá a un hombre ciego y tampoco lo merece.
-Tu familia te quiere.

"Yo sólo quiero a Katy" pensó Maragaglio y abandonó el bar sin reparar en Carlota. Ella intentó seguirlo pero esta vez, él había desaparecido.

Maragaglio caminó desconsolado por París, evitando alzar la mirada, soportando que sus inútiles lentes apretaran su nariz y la lluvia vespertina cayera sobre él. Su celular no paró de sonar durante el resto de la tarde y dejó que la batería se le agotara hasta que, cansado, con frío y a oscuras llegó a Les Halles pero no a la parte bonita, sino a las callejuelas con olor a grasa y fachadas con focos rojos. Poco a poco, fue entendiendo la situación y evadiendo prostitutas hasta que el olor a cerezas baratas de una le hizo alzar la cara.

La joven en cuestión era bajita, con el cabello lacio y negro. Aquello no atrajo a Maragaglio pero su vestido rosa, su suéter blanco y su sorprendente aire a Katarina Leoncavallo lo llevaron a besarla de inmediato, como si fuera una bestia hambrienta.

-¡Suéltame, idiota! - reaccionó ella, propinándole una cachetada.
-¿Cómo te llamas?
-Un extranjero, maldición.
-Adiós.

Maragaglio no pudo evitar darse de topes, razón que le provocó un fuerte descuido. Adelina Tuktamysheva lo había seguido desde Cambon y en lugar de informar a Sergei Trankov, decidió jugar hasta revelarse un punto débil. Como a ella le encantaban más las coincidencias que las misiones, se aproximó a la irritada trabajadora.

-¿Y tú qué, niñita?
-Tengo un trato.
-¿Es el día de los estúpidos?
-Tal vez esto te interese - Adelina sacó una pequeña bolsa con cocaína y el semblante de la otra cambió.

-¿Qué quieres que haga?
-Que te acuestes con un policía.
-¿Estás loca?
-Ve por ese imbécil que te besó.
-¿Cuándo me darás....?
-¿El polvito? Cuando hayas terminado, aunque puedo darte una línea ahora y 50€ de anticipo.
-¿Por qué lo quieres fastidiar?
-Sin preguntas.
-Me puede arrestar.
-Te pareces a su prima, eso servirá.
-¿Su qué?
-Sé dulce y tierna. Dile que te llamas Katrina porque se parece a Katarina. No se te vaya a olvidar que quiero detalles de todo lo que pase. Te veo aquí mañana.

La falsa Katrina inhaló una dosis y luego de recibir el dinero, corrió tras Maragaglio, cubriéndolo con su sombrilla.

-Te resfriarás - comenzó ella.
-Era un idiota allá atrás.
-No quise ofenderte.
-No traigo dinero, razón tienes en echarme.
-Me diste un beso.
-No importa.
-No todo son billetes ¿qué tienes?
-Será mejor que me vaya.
-Me llamo Katrina, cariño

El hombre contempló a la mentirosa chica, seguro de que estaba pasando frío.

-¿Quieres venir conmigo?
-Ay ¿por qué lloras, cariño?
-¿Qué?
-Dame esos lentes.
-No puedo ver sin ellos.
-Tienes un lindo rostro.
-Devuélvemelos, por favor.
-¿Tuviste un mal día?
-¡Katrina, basta!

Maragaglio arrebató sus lentes con tanta fuerza, que lastimó a la prostituta.

-¡Piérdete, idiota! - reclamó ella.
-¡Lo siento!
-¡Querías arrancarme la mano!
-¡Katrina, perdóname!
-Voy a irme.
-¡No!
-¡Estás asustándome!

Como ella lagrimeara de dolor, él la abrazó enseguida.

-Estás empapado.
-¿Fui muy rudo?
-¿Qué te pasa?
-¿En serio te llamas Katrina?
-¿Necesitas que lo escriba en mi cara?

Maragaglio había perdido cualquier noción de cordura y volvió a besar a la joven.

-Cariño...
-Eres bella.
-Gracias, creo.
-Ese vestido me gusta mucho.
-¿Qué buscas?
-Katrina, no puedo pagarte por esta noche.
-¿Qué te ha pasado?
-¿Puedo llamarte "Katarina"?
-Lo que tú digas.
-¿Puedo decirte que te amo?
-Soy prostituta, corazón. No lo hagas.
-No se lo he confesado a ella.
-¿Eso te tiene triste?
-Es muy joven y no me entendería.
-¿Por qué?
-Soy viejo y también un estorbo.
-¿Es lo que te tiene así?

Maragaglio apretó a esa chica.

-Te pareces tanto...
-Puedo ser lo que me pidas ¿Necesitas desahogarte?
-Debo regresar al trabajo.
-Cariño, no estás bien.
-Deseo tocarte y no puedo.
-No llores más.
-¿Soy tan patético?
-Voy a ser tu Katarina esta noche, corazón.
-Te pagaré, lo prometo.
-Necesitas que te consienta en la tina y te dé toda clase de besos.
-¿Te interesa estar con un ciego como yo?
-Seré tu Katarina y no me debes nada.
-Aguarda...
-Dime tu nombre.

Maragaglio seguía indeciso y apenas mirándola, pronunció:

-Maurizio.
-Me gusta.
-Yo te daré el dinero que me pidas.
-No todo se paga con billetes en este negocio, Maurizio.
-Katrina...
-Katarina para ti.

La joven tomó de la mano a Maragaglio y lo condujo a un hotel pequeño, de mal gusto, barato y oscuro en otro callejón de Les Halles. Él aun dudaba pero le bastó con retirarse los lentes para enredarse en aquella fantasía que no sabía si le haría bien o mal. No tardó en sentir el agua y los besos por su cuerpo y contempló en un espejo a esa Katarina de mentira que se despojaba de su inocente vestido y le sonreía por verle reaccionar con timidez y cierta dosis de incredulidad. El mundo, su ceguera, el trabajo y los demás se quedaban afuera.

viernes, 1 de febrero de 2019

Katarina y Maurizio (Segunda parte)


Susanna Maragaglio continuaba avergonzada por lo ocurrido frente a la gelateria Il dolce d'Oro y el martes por la tarde se topó con una sesión de fotos de Maeva Nicholas en el Canal di San Marco. Había un gran número de curiosos y en una lancha se distinguía a Miguel Louvier tratando de cubrir los ojos de sus colegas. No pasó mucho tiempo para saber que Maeva posaba desnuda sobre una gran roca y la creciente multitud se desgañitaba en toda clase de piropos.

-Rayos, mi esposo no mintió cuando dijo que era una estrella porno - comentó Susanna para sí misma y se quedó observando como los asistentes rociaban con agua a aquella mujer y otros le colocaban perlas de fantasía en el pecho. Maeva se notaba desesperada pero no reclamaba y de repente volteaba y sonreía a los curiosos.

-Ya me vio. No me puedo ir - exclamó la señora Maragaglio y pronto, alguien la hizo acercarse con el staff. Ella se preguntaba si algún conocido andaba por ahí.

-¡Señora Maragaglio! Qué sorpresa - dijo Maeva.
-¡Debería darte vergüenza!
-Estoy modelando joyería.
-¿Desnuda?
-Alguien tiene que hacerlo.
-No sé como Ricardo lo aprueba.
-Es muy liberal.
-Lo liberal se le va a acabar cuando uno de sus hijos te mire el trasero enfrente de él.
-¿Lo dices por Miguel?
-¡Es el novio de mi sobrina!
-No te preocupes.
-¿Por qué?
-Mira al pobre. No ha parado de taparle los ojos a sus amigos.

Susanna Maragaglio se rió un poco y observó como Maeva volvía a ser retratada por un fotógrafo que se notaba acostumbrado a verla y se aburría de ello, al grado de tener por novia a su asistente de iluminación, una chica con kilos de más y poco fotogénica.

-Ojalá yo estuviera como Maeva - suspiró Susanna con envidia y reflexionó sobre su eterno aspecto de mujer cansada. Esa tarde había encargado a sus niños con una amiga.

-Susanna ¿me darías mi vestido rojo? Está colgado detrás de ti - le pidió Maeva luego de varios minutos mientras la contemplaban colocándose ropa interior de encaje negro sin reparar en el público.

-El espectáculo terminó. Necesito una cerveza ahora - declaró Maeva luego de vestirse y darse cuenta de que se daría un baño un poco más tarde. Susanna Maragaglio se notaba nerviosa.

-¿Cómo haces esto?
-¿Hacer qué?
-Quitarte la ropa frente a tanta gente.
-No es tan diferente a desvestirte frente a tu marido, Susanna.
-Pero sólo él me ve desnuda.
-¿Sólo él?
-Ha sido de esa forma por veinticinco años.
-¿Tanto tiempo?
-Sí, aunque te parezca aburrido.
-Oye, sabía que Maragaglio y tú llevan mucho juntos pero ¿hablas en serio?
-Demasiado en serio, jovencita.
-¿Cuál es tu secreto para no hartarte?
-No sé ... ¡Quizás no exhibirme en Venecia!
-Ajá.
-¿Quieres la cerveza o no?
-¿Me invitas, Susanna?
-¡Claro que no!
-¿Me acompañas?
-Es que creo que me hace falta una. Maragaglio no está y recogeré a los niños a las ocho en Ghetto Vecchio. Tengo un par de horas.

Maeva dejó que el maquillista retirara la pedrería de su pecho y luego de colocarse una chaqueta de mezclilla oscura y su bolso, se despidió del fotógrafo. La multitud quería autógrafos pero Maeva ignoró las peticiones y caminó por el muelle mientras Miguel respiraba aliviado a su distancia. Susanna Maragaglio actuaba como si estuviera ahí por accidente.

-Carlota llamó al mediodía. Dice que Maragaglio la vigila mucho - comentó Maeva.
-Él también habló conmigo. Katarina llegó a París - replicó Susanna.
-Lo sé. Ricardo me comentó que su hija entrenó con ella y hubo prensa.
-La niña Liukin es muy famosa en Francia.
-Tu marido trabaja mucho.
-Sólo la cuida.
-Creo que está molesto.
-No parecía cuando charlamos.
-Katarina cambió de look y no le gustó.
-De eso sí supe.
-La regañó.
-Es normal. Katarina es como su pequeña.
-No es su papá.
-Siempre quisimos tener una chica pero salieron tres varones.
-¿No tienes ánimos de un cuarto intento?
-Tuvimos al último bebé hace un año y mi esposo renunció a buscar más. De todas formas tenemos bastante trabajo criando a los que hay.

Maeva no sabía por qué tenía tantas ganas de burlarse pero reconocía que la ingenuidad de Susanna podía ser encantadora y se preguntaba qué tantas cosas cabían en la enorme bolsa blanca de ésta. Por otro lado, le distinguía unas botas negras debajo de una gran falda verde olivo y una camiseta hueso debajo de un pequeño abrigo del mismo color y por lo que alcanzaba a distinguir, había manchas de colores pastel y acrílicos en la blusa.

-¿Trabajas en algo, Susanna?
-Diseño telas para el taller Bassani.
-Eso explica todo.
-¿Qué?
-Nada.
-Ni siquiera tengo que ir a una oficina. Dejo a los niños en la escuela y dedico el resto de la mañana a dibujar. Voy con mi jefe cada martes y le entrego la carpeta con los nuevos colores y estampados que se me ocurrieron.
-¿Eres artista?
-Trabajaba de secretaria en Olivetti.
-¿Que pasó?
-Me mudé hace siete años. A Maragaglio lo ascendieron a Jefe de Oficina y me convino porque mi familia es de aquí.
-¿Por qué llamas a tu marido "Maragaglio"? ¿No es Maurizio?
-Él me lo pidió y me acostumbré.

Susanna sabía poco de alcohol pero en la Taverna degli gondoliere, frente a la Fondamenta di San Giorgio Maggiore, se conseguían exquisitos tarros de cerveza oscura y siempre estaba lleno de mujeres, sobretodo amas de casa. Era un local de madera y concreto y los precios eran decentes a pesar de especializarse en bocadillos de mariscos. A Maeva le gustaba la idea.

-Una vez vine con Katarina y no dejaba de comer tenazas de cangrejo - recordaba Susanna con alegría.
-Ordenaremos eso.
-¿Qué tan buena bebedora eres, Maeva?
-Puedo resistir un  barril.
-Es curioso que digas eso.
-¿Por qué?
-Sólo puedo tomar dos cervezas.
-Entonces haré lo mismo.

Ambas se colocaron en una mesa próxima a la puerta y ordenaron enseguida, seguras de que Alondra Alonso también se hallaba ahí, con la salvedad de que estaba ebria y su top y pantalón negros tenían manchas de sal y grasa.

-¿Conoces a esa mujer? Yo tengo la desgracia de verle la cara cuando visito a Maragaglio en la oficina - se quejó Susanna.
-Me interrogó una vez y estuvimos encerradas por culpa de un diamante.
-¡Oh! Mi esposo me habló de eso.
-¿Te dijo que quiso arrestar a Miguel?
-Creyó que era un ladrón. Estaba apenado con Katarina.
-¿Katarina?
-Conversamos mucho sobre ella.
-¿Por qué?
-¿Repito que es como su pequeña?
-Debe quererla bastante.
-Hace cuatro años, Katarina abandonó su club de Milán para entrenar cerca de aquí y fuimos a recibirla en la estación de tren. Maragaglio estaba angustiado porque ella llevaba un vestido amarillo con un poco de escote y no quería que los muchachos la miraran.
-Eso no se puede evitar.
-Al día siguiente la vio en bikini y pasó toda la noche preocupado por lo que iban a decir los vecinos.
-¿Por qué recuerdas eso?
-Porque engendramos a nuestro segundo niño por esos días.
-¿De verdad?
-Katarina fue la primera en saber de mi embarazo porque Maragaglio la quería de madrina.
-¿No pasó?
-No lo dejé.
-Menos mal.

Maeva sentía algo muy extraño con la conversación y aunque quería averiguar más, Alondra Alonso se llevó su atención. Aquella gritaba que estaba harta de su jefe.

-¿Saben que es lo que más me enoja de ese idiota de Maragaglio? ¡Su estúpida prima Katarina! Parece disco rayado hablando de la maldita.

Maeva y Susanna quedaron boquiabiertas un segundo.

-Hay que controlarla - sugirió Maeva.
-Por Dios, creo que sí.

Susanna se aproximó a Alondra, la sujetó por la cintura y la llevó a su mesa, además de pedirle un café.

-¡Siéntate, Alondra!
-¡Déjame en paz!
-¿Qué te ocurre?
-Mi jefe no está, así que hago lo que quiera.
-¿Cuánto has bebido?
-¿Qué te importa, bruja?
-Supe que terminaste con Daniela.
-¿Quién te contó, Susanna?
-Mi esposo.
-¿Mencionó por qué?
-No.
-Cobarde.
-¿Qué?

Alondra se echó a reír.

-Daniela se fue de mi casa porque la corrí y ahora sé que me quedaré sola y mi hija tampoco tiene a nadie.
-Lo siento, Alondra.
-Yo soy muy cobarde porque hace mucho debí decirte que tu marido y yo... ¿Cuándo está contigo, no le para la boca?
-No sé que quieras decir.
-¿Habla de su prima en tu cama?
-Ella es como la hija que no tenemos.
-¿La recuerda cuando tienen sexo?
-¿Perdona?

Maeva Nicholas se sentía fuera de lugar.

-¡El imbécil de Maragaglio te engaña! ¡Yo lo sé! - continuó Alondra.
-¿Tú crees que después de veinticinco años no noto cuando le gusta una mujer? - contestó Susanna.
-Se acostaba con otra.
-Ay, por favor.
-¡Qué idiota eres!
-A lo mejor tuvo un coqueteo por ahí pero terminó.
-¿Se la pasaste?
-Era una becaria.
-Claro, becaria.
-Alondra, toma el café.
-Tú me caes mal.
-Siento lo mismo.
-¿Por qué has durado tanto con el imbécil de Maragaglio?
-Porque nos amamos.
-Por supuesto.
-Aun me dice "te amo" cada mañana.
-¿Cómo sabes que es real?
-Lo conozco, Alondra. Maragaglio nunca dice algo que no siente.
-Me das asco.

Alondra bebió el café de un sorbo y Susanna se apartó un poco. Maeva la siguió.

-¿Maragaglio tuvo una aventura?
-Le gustaba una becaria. Ella era muy insistente pero sé que nunca pasó algo entre los dos.
-¿Estás segura, Susanna?
-Yo la enfrenté porque se enamoró de él pero se fue luego de nuestra charla. Al poco tiempo llegó Katarina y nos olvidamos de esa muchacha.
-¿Por qué Alondra y tú hablan de Katarina? Me da no se qué.
-A veces no me doy cuenta.
-¿Maragaglio y tú aun conviven íntimamente?
-¿Te refieres al sexo? Él y yo tenemos acción una o dos veces por semana si no está de viaje.
-Es sorprendente.
-Somos un matrimonio que mantiene vivo el deseo. Hicimos el amor antes de que se fuera a París.
-Es un hombre con mucha energía.
-Brindo por esa gran cualidad.

Maeva quería pasarse la cerveza de golpe pero optó por aguardar.

-¿Alondra es la mano derecha de tu esposo?
-Es la mejor agente después de él. Cuando llegó me sentí un poco intimidada pero luego supe que es lesbiana así que no he vuelto a desconfiar.
-¿Maragaglio te contó al respecto?
-Me llevó a espiar a Alondra para que estuviera más tranquila.
-Juraría que son muy amigos.
-Él la aprecia porque es buena en su trabajo.
-¿Pasan mucho tiempo juntos, no crees?
-A veces hay bastante que arreglar y Maragaglio no llega a casa pero avisa y llama un par de ocasiones. Siempre pregunta por los niños.
-¿Sabes con quién está cuando sale?
-Normalmente con Alondra o viendo a Katarina en sus torneos. Nunca se pierde las rutinas de su prima.

Maeva comenzó a pensar que Susanna Maragaglio era estúpida. Cualquier mujer ya habría atado cabos o entendido que su marido le era infiel casi de frente pero continuó inquieta. Tanto Susanna como Alondra repetían cual mantra el nombre de Katarina y le llamaba la atención que una de ellas mencionara que Maragaglio solía acordarse de aquella joven mientras tenía relaciones sexuales.

-Katarina le importa mucho a tu marido ¿no crees? - prosiguió Maeva
-Es su admirador número uno.
-¿Le dedica tanto tiempo?
-Cuando puede la visita en sus entrenamientos.
-¿Nada más?
-Ha deseado ir a sus torneos pero la agenda se lo impide. Se conforma con verla por televisión aunque sea de madrugada.
-Es muy devoto.
-Maragaglio no se lleva bien con Maurizio.
-¿Con su primo?
-Últimamente han tenido rencillas porque llegó Carlota Liukin y Maragaglio cree que él no se esfuerza más en Katarina. Antes discutían porque ella no tenía programas bonitos.
-Con todo respeto pero Carlota es mejor patinadora.
-Maragaglio lo sabe y dijo que es la favorita de Maurizio. Los dos están sorprendidos de que Katarina no tenga ese nivel.
-¿Sólo eso?
-Se pelearon por lo que pasó en Skate America pero no supe en qué terminó. Maragaglio me habló de que fue un desastre el sábado y su prima estaba muy decepcionada.
-¿Hablan de ella cuando hacen el amor?
-¡Oye!
-Me gustan los detalles.
-Durante no. Después sí.
-¿Es recurrente?
-Es como su hija.
-¿No te molesta?
-Maragaglio siempre ha estado para ella.

Susanna acabó con su primera cerveza y ordenó otra al tiempo que Maeva se colocaba en su mesa de nuevo y se daba cuenta de que Alondra se comía el cangrejo.

-Eso era mío - reclamó.
-¿Qué te dijo Susanna?
-Es un poco descarado que le grites lo que su marido hace contigo.
-Mira Maeva, esa mujer es una idiota ¡Pasé cuatro años acostándome con Maragaglio! ¿Qué clase de señora no se entera? Creía que le gustaba fingir que no sabía o que tolera al marido para que no se vaya pero ¿sabes? Antes de mí hubo una becaria a la que no le hice caso cuando me advirtió que iba a acabar ebria en una cervecería de amas de casa patéticas y sin Maragaglio.
-¿La becaria te enfurece?
-¿Sabes qué me dijo? Que el problema no era Susanna sino la primita ¡Maragaglio la mandó al diablo por ella!
-¿Cómo sabes eso?
-Antes de que Katarina viviera en Venecia, Maragaglio la visitó en Milán y luego de ese viaje, él cambió. Así me lo contó la becaria.
-¿Puedo preguntar por qué empezaste a estar con ese hombre?
-Descubrí que soy bisexual y él me atrajo mucho. No teníamos una semana juntos en la oficina cuando un acostón nos llevó a otro y otro y empezó a pasar días en mi casa y dejar ropa en mi clóset. Mi hija lo adoró desde que los presenté.
-Tú sabías que es casado.
-Yo lo acepté así pero lo empecé a necesitar más y él me cortó por teléfono.
-¿Te dio una razón?
-Que no deseaba que Katarina se enterara y la defraudara... La estúpida becaria sabía de lo que hablaba.

Maeva esta vez ordenó una copa de vino y prosiguió.

-Es un imbécil.
-Hace poco me di cuenta de que Maragaglio jamás ha dejado de pensar en Katarina. Teníamos relaciones y nunca se callaba porque su tema era ella ¿Sabes cómo reaccionó cuando el tal Miguel se hizo novio de esa niña? Se volvió loco y me mandó a investigarlo.
-No es cierto, Alondra.
-He averiguado cosas de esa chica también y algunas no se las he dicho a Maragaglio porque sé de lo que sería capaz.
-¿Qué descubriste? - Maeva no encontró resistencia y Alondra consumió otra cerveza.
-Miguel salió de la nada. No hay ni un certificado de nacimiento; sólo la credencial de un empleo mediocre en París.
-¿Y de la niña Leoncavallo?
-Katarina tiene un "amor imposible".
-Ok, ya fue mucho alcohol.
-¡No miento! Katarina escribe cartas que nunca entrega y las guarda en un bolso colgado en su habitación. Me llevé un par pero no se las doy a Maragaglio porque explotaría.
-¿Qué podría hacer?
-Cuando está celoso, pasa cualquier cosa. Si no encuentro más de Miguel, lo llevará a prisión. Ahora imagínate si se entera de lo que escribe su primita linda.

Maeva dio un trago enorme a su copa y regresó con Susanna Maragaglio, convencida de que Alondra Alonso no exageraba.

-Pedí más tenazas para ti.
-Gracias, Susanna.
-¿Qué te dijo?
-Nada que importe.
-Alondra está loca.
-¡No! ¿en serio?
-Mi hermana me contó que mi esposo me engaña con ella.
-¿Nunca le creerás?
-La vez que le seguí la corriente, Maragaglio estaba con Katarina en un bacaro horrible de Dorsoduro junto con su amigo Giampiero. Casi muero de risa.

Maeva no añadió más y eligió irse corriendo apenas Susanna se distrajo con la nueva ocurrencia de Alondra de cantar a gritos y arrojarse vodka. Por la hora, Ricardo Liukin aun se hallaba en la gelateria y luego de atravesar San Marco, llegó con él.

-¡Maeva! ¿Qué pasa?
-¡Avienta esa escoba y vámonos!
-Cierro a las cinco.
-Me topé a Susanna Maragaglio en mi sesión de fotos.
-¿Tomaste alcohol?
-Quizás nos encontramos a Alondra Alonso en una cervecería.
-¿Hubo pleito con revelaciones?
-Maragaglio investigó a Miguel.

Ricardo no escondió su rechazo.

-¿Se atrevió, Maeva?
-Alondra me lo confesó.
-¿De qué platicaron?
-De Maragaglio... Alondra dice que Miguel no tiene papeles.
-Ha tenido problemas con eso pero lo está resolviendo.
-Dile que le urge terminar con Katarina Leoncavallo.
-Lo sé pero no puedo impedirle que le guste.
-Hablé con esas mujeres. Si Miguel se aleja, lo va a agradecer.
-Oigo.

Maeva recuperó un poco el aliento.

-¡Maragaglio está enamorado de Katarina!
-¿Revolviste bebidas?
-Ricardo, estoy tan desconcertada como tú.
-¿De dónde sacas eso?
-Susanna y Alondra se la pasaron mencionándola cada minuto.
-¿Por qué razón?
-¿Sabías que Maragaglio habla de Katarina cuando tiene sexo?
-Obviamente no... ¿Qué?
-Alondra se quejó y para Susanna es normal
-Dime que Susanna miente.
-También supe que Maragaglio estuvo con una becaria a la que dejó por su prima.
-¿Él tuvo otra amante?
-El agua moja.
-Me cuesta creerlo.
-¿Lo de la becaria?
-Lo de Maragaglio con Katarina.
-Alondra sonaba tan furiosa que no entiendo como Susanna no ha descubierto que ella fue la otra hasta hace unos días.
-¿Maragaglio terminó con Alondra?
-¿Es necesario que te diga por quién lo hizo?
-No tiene sentido.
-¡Y ahora Maragaglio quiere fastidiar a Miguel!

Maeva tomó asiento para seguir respirando.

-Ricardo, reacciona. Él no quiso impresionarme a mí, sino a Katarina. Intentó arrestar a tu hijo y me platicaste de las preguntas que hizo en la Rosticceria Gislon ¿Te acuerdas de lo que pasó en el aeropuerto? Carlota le preguntó a Miguel si quería mandarle algo a su novia y Maragaglio los interrumpió... ¿Qué hay de la cena en su casa? ¿No era Maragaglio el único que se acordaba del cumpleaños de Katarina?
-Qué locura.
-Alondra Alonso fue amante de un tipo que sólo sabía hablar de Katarina mientras la tocaba.
-Maeva...
-Susanna Maragaglio duerme con un hombre que recuerda a su prima después de hacer el amor.

Ricardo no pudo evitar sentir que debía tomar una decisión y al primer impulso protector, suspiró hondo.

-No le diremos a Miguel.
-De acuerdo.
-Carlota vuelve el domingo por la noche así que nos conviene mantener esto en secreto.
-¿En qué piensas, Ricardo?
-En que de Maragaglio me encargo yo; luego inventaré algo para deshacernos de Katarina y comprar tiempo para que los documentos de Miguel lleguen de España.
-¿Te ayudo en algo?
-Maeva, quiero que cuides de los niños. Que no se enteren.
-Hecho.
-Maragaglio no sabe escoger a sus enemigos.
-¿A qué te refieres?
-Él entenderá.
-¿Qué pasará luego? El entrenador de Carlota es su primo.
-Hay cosas que sólo dos hombres pueden resolver. Déjame este duelo, iré solo.
-Pero...
-Miguel es mi hijo y lo voy a defender.

Maeva permaneció callada y Ricardo terminó de barrer la banqueta sin desistir en sus pensamientos. Anhelaba hallar esas señales, las palabras, lo que le probara que todo lo dicho sobre Maragaglio era verdad pero no conseguía conectar los instantes ni las miradas; incluso le llegaban esas escenas entre los hermanos Leoncavallo que le inquietaban cuando se detenía a escribir los sucesos de tantos días para no perderlos. Entonces le pasó por la mente el juego de hockey en la secundaria Garibaldi, cuando Maurizio y Maragaglio se apartaron para charlar y parecían haberse disgustado. Ambos habían batallado para que nadie se diera cuenta pero contemplaban a Miguel con insistencia y luego, en las oficinas de Intelligenza, cuando la vergüenza del propio Maragaglio provocó que se disculpara mientras Katarina abrazaba contenta a su chico, mismo que inclusive había estado esposado para ponerlo en detención.

-Maeva ¿quieres caminar?
-Me encantaría.
-Habrá tiempo de resolver esto.
-Siento que te he dicho cosas tan íntimas y no son mías.
-No saldrán de mi boca.
-No me gusta.
-Cuidaré de Miguel gracias a ti. Confía en mí.

Ricardo Liukin tomó la mano de Maeva Nicholas y sonriente, la llevó de paseo por el barrio Dorsoduro, sin más pretensión que la de respirar. Al final del día, le sentaba bien haber recibido cierta prueba de lealtad y con el tiempo suficiente para descifrar el siguiente paso de Maurizio Maragaglio.