Susanna Maragaglio continuaba avergonzada por lo ocurrido frente a la gelateria Il dolce d'Oro y el martes por la tarde se topó con una sesión de fotos de Maeva Nicholas en el Canal di San Marco. Había un gran número de curiosos y en una lancha se distinguía a Miguel Louvier tratando de cubrir los ojos de sus colegas. No pasó mucho tiempo para saber que Maeva posaba desnuda sobre una gran roca y la creciente multitud se desgañitaba en toda clase de piropos.
-Rayos, mi esposo no mintió cuando dijo que era una estrella porno - comentó Susanna para sí misma y se quedó observando como los asistentes rociaban con agua a aquella mujer y otros le colocaban perlas de fantasía en el pecho. Maeva se notaba desesperada pero no reclamaba y de repente volteaba y sonreía a los curiosos.
-Ya me vio. No me puedo ir - exclamó la señora Maragaglio y pronto, alguien la hizo acercarse con el staff. Ella se preguntaba si algún conocido andaba por ahí.
-¡Señora Maragaglio! Qué sorpresa - dijo Maeva.
-¡Debería darte vergüenza!
-Estoy modelando joyería.
-¿Desnuda?
-Alguien tiene que hacerlo.
-No sé como Ricardo lo aprueba.
-Es muy liberal.
-Lo liberal se le va a acabar cuando uno de sus hijos te mire el trasero enfrente de él.
-¿Lo dices por Miguel?
-¡Es el novio de mi sobrina!
-No te preocupes.
-¿Por qué?
-Mira al pobre. No ha parado de taparle los ojos a sus amigos.
Susanna Maragaglio se rió un poco y observó como Maeva volvía a ser retratada por un fotógrafo que se notaba acostumbrado a verla y se aburría de ello, al grado de tener por novia a su asistente de iluminación, una chica con kilos de más y poco fotogénica.
-Ojalá yo estuviera como Maeva - suspiró Susanna con envidia y reflexionó sobre su eterno aspecto de mujer cansada. Esa tarde había encargado a sus niños con una amiga.
-Susanna ¿me darías mi vestido rojo? Está colgado detrás de ti - le pidió Maeva luego de varios minutos mientras la contemplaban colocándose ropa interior de encaje negro sin reparar en el público.
-El espectáculo terminó. Necesito una cerveza ahora - declaró Maeva luego de vestirse y darse cuenta de que se daría un baño un poco más tarde. Susanna Maragaglio se notaba nerviosa.
-¿Cómo haces esto?
-¿Hacer qué?
-Quitarte la ropa frente a tanta gente.
-No es tan diferente a desvestirte frente a tu marido, Susanna.
-Pero sólo él me ve desnuda.
-¿Sólo él?
-Ha sido de esa forma por veinticinco años.
-¿Tanto tiempo?
-Sí, aunque te parezca aburrido.
-Oye, sabía que Maragaglio y tú llevan mucho juntos pero ¿hablas en serio?
-Demasiado en serio, jovencita.
-¿Cuál es tu secreto para no hartarte?
-No sé ... ¡Quizás no exhibirme en Venecia!
-Ajá.
-¿Quieres la cerveza o no?
-¿Me invitas, Susanna?
-¡Claro que no!
-¿Me acompañas?
-Es que creo que me hace falta una. Maragaglio no está y recogeré a los niños a las ocho en Ghetto Vecchio. Tengo un par de horas.
Maeva dejó que el maquillista retirara la pedrería de su pecho y luego de colocarse una chaqueta de mezclilla oscura y su bolso, se despidió del fotógrafo. La multitud quería autógrafos pero Maeva ignoró las peticiones y caminó por el muelle mientras Miguel respiraba aliviado a su distancia. Susanna Maragaglio actuaba como si estuviera ahí por accidente.
-Carlota llamó al mediodía. Dice que Maragaglio la vigila mucho - comentó Maeva.
-Él también habló conmigo. Katarina llegó a París - replicó Susanna.
-Lo sé. Ricardo me comentó que su hija entrenó con ella y hubo prensa.
-La niña Liukin es muy famosa en Francia.
-Tu marido trabaja mucho.
-Sólo la cuida.
-Creo que está molesto.
-No parecía cuando charlamos.
-Katarina cambió de look y no le gustó.
-De eso sí supe.
-La regañó.
-Es normal. Katarina es como su pequeña.
-No es su papá.
-Siempre quisimos tener una chica pero salieron tres varones.
-¿No tienes ánimos de un cuarto intento?
-Tuvimos al último bebé hace un año y mi esposo renunció a buscar más. De todas formas tenemos bastante trabajo criando a los que hay.
Maeva no sabía por qué tenía tantas ganas de burlarse pero reconocía que la ingenuidad de Susanna podía ser encantadora y se preguntaba qué tantas cosas cabían en la enorme bolsa blanca de ésta. Por otro lado, le distinguía unas botas negras debajo de una gran falda verde olivo y una camiseta hueso debajo de un pequeño abrigo del mismo color y por lo que alcanzaba a distinguir, había manchas de colores pastel y acrílicos en la blusa.
-¿Trabajas en algo, Susanna?
-Diseño telas para el taller Bassani.
-Eso explica todo.
-¿Qué?
-Nada.
-Ni siquiera tengo que ir a una oficina. Dejo a los niños en la escuela y dedico el resto de la mañana a dibujar. Voy con mi jefe cada martes y le entrego la carpeta con los nuevos colores y estampados que se me ocurrieron.
-¿Eres artista?
-Trabajaba de secretaria en Olivetti.
-¿Que pasó?
-Me mudé hace siete años. A Maragaglio lo ascendieron a Jefe de Oficina y me convino porque mi familia es de aquí.
-¿Por qué llamas a tu marido "Maragaglio"? ¿No es Maurizio?
-Él me lo pidió y me acostumbré.
Susanna sabía poco de alcohol pero en la Taverna degli gondoliere, frente a la Fondamenta di San Giorgio Maggiore, se conseguían exquisitos tarros de cerveza oscura y siempre estaba lleno de mujeres, sobretodo amas de casa. Era un local de madera y concreto y los precios eran decentes a pesar de especializarse en bocadillos de mariscos. A Maeva le gustaba la idea.
-Una vez vine con Katarina y no dejaba de comer tenazas de cangrejo - recordaba Susanna con alegría.
-Ordenaremos eso.
-¿Qué tan buena bebedora eres, Maeva?
-Puedo resistir un barril.
-Es curioso que digas eso.
-¿Por qué?
-Sólo puedo tomar dos cervezas.
-Entonces haré lo mismo.
Ambas se colocaron en una mesa próxima a la puerta y ordenaron enseguida, seguras de que Alondra Alonso también se hallaba ahí, con la salvedad de que estaba ebria y su top y pantalón negros tenían manchas de sal y grasa.
-¿Conoces a esa mujer? Yo tengo la desgracia de verle la cara cuando visito a Maragaglio en la oficina - se quejó Susanna.
-Me interrogó una vez y estuvimos encerradas por culpa de un diamante.
-¡Oh! Mi esposo me habló de eso.
-¿Te dijo que quiso arrestar a Miguel?
-Creyó que era un ladrón. Estaba apenado con Katarina.
-¿Katarina?
-Conversamos mucho sobre ella.
-¿Por qué?
-¿Repito que es como su pequeña?
-Debe quererla bastante.
-Hace cuatro años, Katarina abandonó su club de Milán para entrenar cerca de aquí y fuimos a recibirla en la estación de tren. Maragaglio estaba angustiado porque ella llevaba un vestido amarillo con un poco de escote y no quería que los muchachos la miraran.
-Eso no se puede evitar.
-Al día siguiente la vio en bikini y pasó toda la noche preocupado por lo que iban a decir los vecinos.
-¿Por qué recuerdas eso?
-Porque engendramos a nuestro segundo niño por esos días.
-¿De verdad?
-Katarina fue la primera en saber de mi embarazo porque Maragaglio la quería de madrina.
-¿No pasó?
-No lo dejé.
-Menos mal.
Maeva sentía algo muy extraño con la conversación y aunque quería averiguar más, Alondra Alonso se llevó su atención. Aquella gritaba que estaba harta de su jefe.
-¿Saben que es lo que más me enoja de ese idiota de Maragaglio? ¡Su estúpida prima Katarina! Parece disco rayado hablando de la maldita.
Maeva y Susanna quedaron boquiabiertas un segundo.
-Hay que controlarla - sugirió Maeva.
-Por Dios, creo que sí.
Susanna se aproximó a Alondra, la sujetó por la cintura y la llevó a su mesa, además de pedirle un café.
-¡Siéntate, Alondra!
-¡Déjame en paz!
-¿Qué te ocurre?
-Mi jefe no está, así que hago lo que quiera.
-¿Cuánto has bebido?
-¿Qué te importa, bruja?
-Supe que terminaste con Daniela.
-¿Quién te contó, Susanna?
-Mi esposo.
-¿Mencionó por qué?
-No.
-Cobarde.
-¿Qué?
Alondra se echó a reír.
-Daniela se fue de mi casa porque la corrí y ahora sé que me quedaré sola y mi hija tampoco tiene a nadie.
-Lo siento, Alondra.
-Yo soy muy cobarde porque hace mucho debí decirte que tu marido y yo... ¿Cuándo está contigo, no le para la boca?
-No sé que quieras decir.
-¿Habla de su prima en tu cama?
-Ella es como la hija que no tenemos.
-¿La recuerda cuando tienen sexo?
-¿Perdona?
Maeva Nicholas se sentía fuera de lugar.
-¡El imbécil de Maragaglio te engaña! ¡Yo lo sé! - continuó Alondra.
-¿Tú crees que después de veinticinco años no noto cuando le gusta una mujer? - contestó Susanna.
-Se acostaba con otra.
-Ay, por favor.
-¡Qué idiota eres!
-A lo mejor tuvo un coqueteo por ahí pero terminó.
-¿Se la pasaste?
-Era una becaria.
-Claro, becaria.
-Alondra, toma el café.
-Tú me caes mal.
-Siento lo mismo.
-¿Por qué has durado tanto con el imbécil de Maragaglio?
-Porque nos amamos.
-Por supuesto.
-Aun me dice "te amo" cada mañana.
-¿Cómo sabes que es real?
-Lo conozco, Alondra. Maragaglio nunca dice algo que no siente.
-Me das asco.
Alondra bebió el café de un sorbo y Susanna se apartó un poco. Maeva la siguió.
-¿Maragaglio tuvo una aventura?
-Le gustaba una becaria. Ella era muy insistente pero sé que nunca pasó algo entre los dos.
-¿Estás segura, Susanna?
-Yo la enfrenté porque se enamoró de él pero se fue luego de nuestra charla. Al poco tiempo llegó Katarina y nos olvidamos de esa muchacha.
-¿Por qué Alondra y tú hablan de Katarina? Me da no se qué.
-A veces no me doy cuenta.
-¿Maragaglio y tú aun conviven íntimamente?
-¿Te refieres al sexo? Él y yo tenemos acción una o dos veces por semana si no está de viaje.
-Es sorprendente.
-Somos un matrimonio que mantiene vivo el deseo. Hicimos el amor antes de que se fuera a París.
-Es un hombre con mucha energía.
-Brindo por esa gran cualidad.
Maeva quería pasarse la cerveza de golpe pero optó por aguardar.
-¿Alondra es la mano derecha de tu esposo?
-Es la mejor agente después de él. Cuando llegó me sentí un poco intimidada pero luego supe que es lesbiana así que no he vuelto a desconfiar.
-¿Maragaglio te contó al respecto?
-Me llevó a espiar a Alondra para que estuviera más tranquila.
-Juraría que son muy amigos.
-Él la aprecia porque es buena en su trabajo.
-¿Pasan mucho tiempo juntos, no crees?
-A veces hay bastante que arreglar y Maragaglio no llega a casa pero avisa y llama un par de ocasiones. Siempre pregunta por los niños.
-¿Sabes con quién está cuando sale?
-Normalmente con Alondra o viendo a Katarina en sus torneos. Nunca se pierde las rutinas de su prima.
Maeva comenzó a pensar que Susanna Maragaglio era estúpida. Cualquier mujer ya habría atado cabos o entendido que su marido le era infiel casi de frente pero continuó inquieta. Tanto Susanna como Alondra repetían cual mantra el nombre de Katarina y le llamaba la atención que una de ellas mencionara que Maragaglio solía acordarse de aquella joven mientras tenía relaciones sexuales.
-Katarina le importa mucho a tu marido ¿no crees? - prosiguió Maeva
-Es su admirador número uno.
-¿Le dedica tanto tiempo?
-Cuando puede la visita en sus entrenamientos.
-¿Nada más?
-Ha deseado ir a sus torneos pero la agenda se lo impide. Se conforma con verla por televisión aunque sea de madrugada.
-Es muy devoto.
-Maragaglio no se lleva bien con Maurizio.
-¿Con su primo?
-Últimamente han tenido rencillas porque llegó Carlota Liukin y Maragaglio cree que él no se esfuerza más en Katarina. Antes discutían porque ella no tenía programas bonitos.
-Con todo respeto pero Carlota es mejor patinadora.
-Maragaglio lo sabe y dijo que es la favorita de Maurizio. Los dos están sorprendidos de que Katarina no tenga ese nivel.
-¿Sólo eso?
-Se pelearon por lo que pasó en Skate America pero no supe en qué terminó. Maragaglio me habló de que fue un desastre el sábado y su prima estaba muy decepcionada.
-¿Hablan de ella cuando hacen el amor?
-¡Oye!
-Me gustan los detalles.
-Durante no. Después sí.
-¿Es recurrente?
-Es como su hija.
-¿No te molesta?
-Maragaglio siempre ha estado para ella.
Susanna acabó con su primera cerveza y ordenó otra al tiempo que Maeva se colocaba en su mesa de nuevo y se daba cuenta de que Alondra se comía el cangrejo.
-Eso era mío - reclamó.
-¿Qué te dijo Susanna?
-Es un poco descarado que le grites lo que su marido hace contigo.
-Mira Maeva, esa mujer es una idiota ¡Pasé cuatro años acostándome con Maragaglio! ¿Qué clase de señora no se entera? Creía que le gustaba fingir que no sabía o que tolera al marido para que no se vaya pero ¿sabes? Antes de mí hubo una becaria a la que no le hice caso cuando me advirtió que iba a acabar ebria en una cervecería de amas de casa patéticas y sin Maragaglio.
-¿La becaria te enfurece?
-¿Sabes qué me dijo? Que el problema no era Susanna sino la primita ¡Maragaglio la mandó al diablo por ella!
-¿Cómo sabes eso?
-Antes de que Katarina viviera en Venecia, Maragaglio la visitó en Milán y luego de ese viaje, él cambió. Así me lo contó la becaria.
-¿Puedo preguntar por qué empezaste a estar con ese hombre?
-Descubrí que soy bisexual y él me atrajo mucho. No teníamos una semana juntos en la oficina cuando un acostón nos llevó a otro y otro y empezó a pasar días en mi casa y dejar ropa en mi clóset. Mi hija lo adoró desde que los presenté.
-Tú sabías que es casado.
-Yo lo acepté así pero lo empecé a necesitar más y él me cortó por teléfono.
-¿Te dio una razón?
-Que no deseaba que Katarina se enterara y la defraudara... La estúpida becaria sabía de lo que hablaba.
Maeva esta vez ordenó una copa de vino y prosiguió.
-Es un imbécil.
-Hace poco me di cuenta de que Maragaglio jamás ha dejado de pensar en Katarina. Teníamos relaciones y nunca se callaba porque su tema era ella ¿Sabes cómo reaccionó cuando el tal Miguel se hizo novio de esa niña? Se volvió loco y me mandó a investigarlo.
-No es cierto, Alondra.
-He averiguado cosas de esa chica también y algunas no se las he dicho a Maragaglio porque sé de lo que sería capaz.
-¿Qué descubriste? - Maeva no encontró resistencia y Alondra consumió otra cerveza.
-Miguel salió de la nada. No hay ni un certificado de nacimiento; sólo la credencial de un empleo mediocre en París.
-¿Y de la niña Leoncavallo?
-Katarina tiene un "amor imposible".
-Ok, ya fue mucho alcohol.
-¡No miento! Katarina escribe cartas que nunca entrega y las guarda en un bolso colgado en su habitación. Me llevé un par pero no se las doy a Maragaglio porque explotaría.
-¿Qué podría hacer?
-Cuando está celoso, pasa cualquier cosa. Si no encuentro más de Miguel, lo llevará a prisión. Ahora imagínate si se entera de lo que escribe su primita linda.
Maeva dio un trago enorme a su copa y regresó con Susanna Maragaglio, convencida de que Alondra Alonso no exageraba.
-Pedí más tenazas para ti.
-Gracias, Susanna.
-¿Qué te dijo?
-Nada que importe.
-Alondra está loca.
-¡No! ¿en serio?
-Mi hermana me contó que mi esposo me engaña con ella.
-¿Nunca le creerás?
-La vez que le seguí la corriente, Maragaglio estaba con Katarina en un bacaro horrible de Dorsoduro junto con su amigo Giampiero. Casi muero de risa.
Maeva no añadió más y eligió irse corriendo apenas Susanna se distrajo con la nueva ocurrencia de Alondra de cantar a gritos y arrojarse vodka. Por la hora, Ricardo Liukin aun se hallaba en la gelateria y luego de atravesar San Marco, llegó con él.
-¡Maeva! ¿Qué pasa?
-¡Avienta esa escoba y vámonos!
-Cierro a las cinco.
-Me topé a Susanna Maragaglio en mi sesión de fotos.
-¿Tomaste alcohol?
-Quizás nos encontramos a Alondra Alonso en una cervecería.
-¿Hubo pleito con revelaciones?
-Maragaglio investigó a Miguel.
Ricardo no escondió su rechazo.
-¿Se atrevió, Maeva?
-Alondra me lo confesó.
-¿De qué platicaron?
-De Maragaglio... Alondra dice que Miguel no tiene papeles.
-Ha tenido problemas con eso pero lo está resolviendo.
-Dile que le urge terminar con Katarina Leoncavallo.
-Lo sé pero no puedo impedirle que le guste.
-Hablé con esas mujeres. Si Miguel se aleja, lo va a agradecer.
-Oigo.
Maeva recuperó un poco el aliento.
-¡Maragaglio está enamorado de Katarina!
-¿Revolviste bebidas?
-Ricardo, estoy tan desconcertada como tú.
-¿De dónde sacas eso?
-Susanna y Alondra se la pasaron mencionándola cada minuto.
-¿Por qué razón?
-¿Sabías que Maragaglio habla de Katarina cuando tiene sexo?
-Obviamente no... ¿Qué?
-Alondra se quejó y para Susanna es normal
-Dime que Susanna miente.
-También supe que Maragaglio estuvo con una becaria a la que dejó por su prima.
-¿Él tuvo otra amante?
-El agua moja.
-Me cuesta creerlo.
-¿Lo de la becaria?
-Lo de Maragaglio con Katarina.
-Alondra sonaba tan furiosa que no entiendo como Susanna no ha descubierto que ella fue la otra hasta hace unos días.
-¿Maragaglio terminó con Alondra?
-¿Es necesario que te diga por quién lo hizo?
-No tiene sentido.
-¡Y ahora Maragaglio quiere fastidiar a Miguel!
Maeva tomó asiento para seguir respirando.
-Ricardo, reacciona. Él no quiso impresionarme a mí, sino a Katarina. Intentó arrestar a tu hijo y me platicaste de las preguntas que hizo en la Rosticceria Gislon ¿Te acuerdas de lo que pasó en el aeropuerto? Carlota le preguntó a Miguel si quería mandarle algo a su novia y Maragaglio los interrumpió... ¿Qué hay de la cena en su casa? ¿No era Maragaglio el único que se acordaba del cumpleaños de Katarina?
-Qué locura.
-Alondra Alonso fue amante de un tipo que sólo sabía hablar de Katarina mientras la tocaba.
-Maeva...
-Susanna Maragaglio duerme con un hombre que recuerda a su prima después de hacer el amor.
Ricardo no pudo evitar sentir que debía tomar una decisión y al primer impulso protector, suspiró hondo.
-No le diremos a Miguel.
-De acuerdo.
-Carlota vuelve el domingo por la noche así que nos conviene mantener esto en secreto.
-¿En qué piensas, Ricardo?
-En que de Maragaglio me encargo yo; luego inventaré algo para deshacernos de Katarina y comprar tiempo para que los documentos de Miguel lleguen de España.
-¿Te ayudo en algo?
-Maeva, quiero que cuides de los niños. Que no se enteren.
-Hecho.
-Maragaglio no sabe escoger a sus enemigos.
-¿A qué te refieres?
-Él entenderá.
-¿Qué pasará luego? El entrenador de Carlota es su primo.
-Hay cosas que sólo dos hombres pueden resolver. Déjame este duelo, iré solo.
-Pero...
-Miguel es mi hijo y lo voy a defender.
Maeva permaneció callada y Ricardo terminó de barrer la banqueta sin desistir en sus pensamientos. Anhelaba hallar esas señales, las palabras, lo que le probara que todo lo dicho sobre Maragaglio era verdad pero no conseguía conectar los instantes ni las miradas; incluso le llegaban esas escenas entre los hermanos Leoncavallo que le inquietaban cuando se detenía a escribir los sucesos de tantos días para no perderlos. Entonces le pasó por la mente el juego de hockey en la secundaria Garibaldi, cuando Maurizio y Maragaglio se apartaron para charlar y parecían haberse disgustado. Ambos habían batallado para que nadie se diera cuenta pero contemplaban a Miguel con insistencia y luego, en las oficinas de Intelligenza, cuando la vergüenza del propio Maragaglio provocó que se disculpara mientras Katarina abrazaba contenta a su chico, mismo que inclusive había estado esposado para ponerlo en detención.
-Maeva ¿quieres caminar?
-Me encantaría.
-Habrá tiempo de resolver esto.
-Siento que te he dicho cosas tan íntimas y no son mías.
-No saldrán de mi boca.
-No me gusta.
-Cuidaré de Miguel gracias a ti. Confía en mí.
Ricardo Liukin tomó la mano de Maeva Nicholas y sonriente, la llevó de paseo por el barrio Dorsoduro, sin más pretensión que la de respirar. Al final del día, le sentaba bien haber recibido cierta prueba de lealtad y con el tiempo suficiente para descifrar el siguiente paso de Maurizio Maragaglio.
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