miércoles, 27 de agosto de 2014

El cuento de Palestina (II)


"La bandera palestina ondea frente a la Iglesia de la Natividad en Belén, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad" / Fotografía cortesía de El País (elpais.com) 

-Señor Nazrallah, por favor, no quiero que se meta en dificultades. Hay que razonar.
-¿Qué dice? ¡Son desgracias lo que viene a dejar!
-Estoy consciente de que no soy bienvenido pero deme un minuto...
-¡Ni uno más!

El teniente Maizuradze suspiró un poco asustado y junto sus manos.

-¿Cómo comete el descaro de rezar?
-No estoy haciéndolo, simplemente trato de encontrar una manera de calmarnos.
-¿Qué quiere?
-Charlar, es por Válerie.
-De mi nieta está todo muy claro.
-En absoluto, las cosas han cambiado.
-Si no es para devolvérnosla...
-Quisiera que supiera unas cuantas cosas.
-Que Allah me perdone por no defenderla.

Abdellatif Nazrallah bajó su arma y miró a Maizuradze con impotencia.

-Ilya, larguémonos de aquí - intervino Vladimir Putin que a codazos se abrió espacio entre los curiosos.
-¡No te metas!
-¡Cállate! Ya vi suficiente.

El teniente levantó su maleta y se dio la media vuelta mientras Putin lo jalaba de la playera hasta un negocio cercano.

-¿Qué ordenarán? - preguntó el mesero que los recibió.
-¡Café! Mucho café y fuego que necesito tabaco - ordenó Maizuradze con un tono alterado.
-¿Qué cigarros prefiere?
-¿Aún fabrican habanos en esta ciudad?
-Pocos, ¿gusta uno?
-Una cajetilla estará bien.
-Son 10 dinares.
-¿Y por lo demás?
-Se paga al final.
-Putin, ordena algo.
-¿Qué recomiendas?
-Tabbouleh para el caballero, por favor.

Ilya Maizuradze temblaba y con torpeza encendió un habano delgado que despedía un aroma agradable.

-Oye, hay niños.
-¡No me interesan! ¿No ves que sus padres occidentales los hacen respirar porquerías?
-Ilya, el café te pondrá más nervioso.
-Debo pensar.
-Te acaban de apuntar con una kalashnikov.
-Con razón de sobra, ahora tengo que esperar a que pase la oración de las doce y tal vez el señor Nazrallah me reciba.
-¿Quién es?
-¡El hombre que me apuntó!
-¿Por qué demonios vas a ponerte enfrente de él?
-Porque puedo y porque debo. No intervengas o te vacío la pistola de Nazrallah ¿entendiste?

Él acabó su primera taza y con prisa sirvió la segunda, no sin derramar un poco de café al suelo.

-Lo que me falta es encontrarme a Nikita Tukhalyan por aquí. Hasta él tiene motivos para asesinarme.
-¿Estás hablando del terrorista checheno?
-¡No, Vlad! ¡De una hermana de la caridad!
-¿Tú sabías que Tukhalyan se encuentra aquí y no informaste?
-¡Por supuesto que no! ¿Qué hubieras hecho? ¿Mandar una invasión o entrar de incógnito a arrestarlo? No seas estúpido, Tukhalyan está contenido quedándose en Belén.
-¿Me llamaste estúpido?
-Sólo a ti se te ocurre andar donde no te llaman ¿Y qué, vas a desperdiciar la ensalada?
-Me quitaste el hambre.
-¡Ya te la sirvieron y ahora te la tragas!

Maizuradze sabía que contaba con escasos minutos antes de imposibilitársele deshacerse de Vladimir Putin y antes de que sucediera otra cosa, le pidió al mesero que le permitiera usar el teléfono.

-La línea no funciona siempre.
-No importa ... ¡Vlad! Voy a llamar a casa - Putin asentó - Espérame aquí.

El mesero le indicó cuando tomar el teléfono de la barra y Maizuradze fingió usarlo mientras le prestaba atención a las manecillas del reloj.

-¿Cuánto hay que pagar? - preguntó segundos más tarde - Mi compañero está en la mesa cercana a la puerta, sólo fue café y la ensalada.
-4 dinares.
-Perfecto, me marcho, ¿le diría a mi amigo que tuve algo que hacer?
-Lo que guste.

Maizuradze estrechó la mano por el favor y partió con velocidad rumbo al hogar de los Nazrallah, decidido a enfrentarse a lo que fuera. Los vecinos sólo le recomendaban irse y otros le pedían que no ocasionara un desaguisado previo a la oración.

-¡Señor, no nos moleste más! - solicitó Aliyah Nazrallah al abrir la puerta.
-Es por Válerie, es algo serio.

Aliyah se colocó su velo y salió de su casa.

-¿No debe orar?
-¡Que Allah me perdone! Mi padre no lo escuchará si no lo convenzo y usted tiene que explicarme qué desea, vamos.

El teniente Maizuradze se dejó llevar hasta una plazuela desierta, con el temor de que alguien los viera y denunciaran a la mujer por no cumplir con su obligación de musulmana.

-Bien ¿qué le hizo tomar el viaje hasta acá y qué pretende arreglar?
-Aliyah, discúlpeme.
-¿De qué?
-De esta inconveniencia, quise pasar por esta ciudad para solucionar nuestros problemas y poder avisar que asenté en documentos la voluntad de ambas partes pero he logrado causar disgustos en su lugar y no me enorgullecería que esta situación quede inconclusa.
-¿Quería negociar con mi padre?
-En realidad no, sólo anunciarle que en mi testamento hay un apartado respecto a Válerie y su custodia.
-¿Se va a morir, señor?
-Espero que no, pero parto a la guerra y ese es el otro punto.
-¿Por qué no empezó por ahí?
-Porque los recuerdos son muy fuertes y no deseo que mi historia termine allá.
-Mi padre lo odia.
-No se permita concebir esa idea de su padre, él tiene razón en este caso pero por una vez quise dar una justificación débil. Aliyah, somos familia.

La mujer desvió su mirada al lado derecho.

-¿Válerie es feliz?
-Bastante, ella es muy risueña, se aloca como su hermano.
-¿Hermano?
-La he criado como si fuera mi hija, no le he dicho que es mi nieta.
-¿Sabe de nosotros?
-Mi esposa únicamente.

Aliyah se cubrió el rostro con su velo y se marchó a prisa, volteando insistentemente y conteniendo exclamar que el teniente Maizuradze era un hombre malo. Éste desde su sitio vio al sol y captó que se había equivocado antes de volver a tierra y percatarse de que en Belén, al igual que en todos lados, llegaban las revistas del corazón en lugar de insumos.

-¿Dejan pasar esto? ¿Qué hace Carlota Liukin en la portada de ... Ellie Magazine Israel? ¡Paris Match también! ¡Y las niñas las compran!... Mejor me dejo de tonterías, abrir la boca un poco con Aliyah fue imbécil, quizás es momento de irme.

Él levantó sus pertenencias y decidió salir en dirección al desierto, contando con conseguir a alguien que deseara llevarlo de vuelta al muro de Jerusalén Este y pretextar ante los agentes israelíes que su ficticio objetivo era una inspección preliminar. Bajando por una cuesta no prolongada, contempló a numerosos habitantes retomando sus actividades y a algunos policías dando indicaciones a los guías de turistas sobre el horario de entrada a una mezquita.

-La cereza del pastel es Tukhalyan - susurró al verlo acercarse justo al kiosko de revistas. Era el vendedor.

-¿Maizuradze? - llamó - ¿De nuevo querrá arrestarme?
-¡Déjate de tonterías!
-¿Entonces? ¿Fue al que casi le dispara mi suegro?

El teniente Maizuradze se dirigió hacia Tukhalyan y para ahorrarse más chascos, tomó un par de publicaciones y las hojeó con premura.

-¿Por qué has venido?
-Tu sobrina.
-¿Y qué? A nadie le importa lo que digas.
-Tal vez, pero aclarar las cosas no está demás.
-Lo que tu hijito le hizo a mi esposa no tuvo nombre, pero tu canallada se lleva las palmas.
-No nos engañemos, eras partidario de abandonar a Válerie en la nieve y hacer no se qué con Samira.
-A ella la escondí para que no la mataran en el pueblo; la bebé no me importaba pero a mi suegro sí y a Samira también. Ella se humilló para impedir que usted se llevara a Válerie ¿se acuerda? No Maizuradze, usted no es una buena persona.

El teniente Maizuradze tomó asiento en una piedra y Tukhalyan atendió a un par de niñas antes de imitarlo.

-¿Por qué te casaste con Aliyah?
-Su padre me pidió que no me separara de ellos cuando Samira se mató.
-Nunca he buscado su perdón por esto.
-Lo que duele es que usted pudo salvarla y no quiso.
-Iba a cometer una locura con la niña, sólo se la arrebaté.
-¡Estuve ahí! ¡La ayudé a recuperar a su hija, usted no cumplió sus promesas!
-¿Cuáles? Válerie comía todos los días, tenía ropa nueva y su casa era más que apropiada ¡ustedes la raptaron en la guardería!
-¡Usted le juró a Samira que nosotros la criaríamos y que nos arreglaría la residencia en Moscú y a cambio nos deportaron!
-Tukhalyan, no eres palestino.
-No es el tema... Pasa el tiempo y menos entiende que no queremos nada con usted.

El teniente Maizuradze reflexionó un momento.

-Los traicioné porque creí que Válerie sería tratada como un error.
-Sus abuelos y Aliyah nunca serían capaces.
-También valoré la situación, ¿qué le iban a decir cuando preguntara como nació o quién es su padre? ¿le hubieras dicho "soy yo? Pensé que si asumía la responsabilidad, evitaríamos que sufriera y no se enteraría de que Vasily agredió a Samira... Opté por educarla junto a mi hijo Anton y nunca he mencionado que los Nazrallah son su familia.
-¿Ni siquiera de su madre le dijiste algo?
-Tú mataste a Vasily a granadazos y Samira se hizo estallar en el metro, no tengo nada en contra de Abdellatif, su mujer y su hija pero no era justo para Válerie crecer con tanto dolor rodeándola; fue ahí cuando decidí que yo sería su padre.

Nikita Tukhalyan bajó la cabeza.

-Tu suegro por dignidad no me escuchará ni me dará una oportunidad pero regresaré a Chechenia y es probable que suceda otra calamidad.
-¿Viniste a avisar que atacarás a nuestra gente?
-Es una misión de reconocimiento, no hay intención armada pero tus amigos están en riesgo.
-Yo deserté.
-No Tukhalyan, tú huiste de la milicia y volviste a hacer lo único que aprendiste en la vida que es repartir propaganda, perdón, venderla.
-Maté a tu hijo y no me odias.
-Una parte de mí, sabe que Vasily se ganó ese final horrible.

Maizuradze abrió su valija y la cerró de inmediato al constatar que no llevaba agua consigo.

-¿Qué nos iba a anunciar? - preguntó Tukhalyan con curiosidad.
-Que en mi testamento les cedí la tutela de Válerie.
-¿En serio?
-Ella tiene nacionalidad rusa, puede sacarlos de aquí.
-¿Cree que mi esposa o mi suegra desearán abandonar su hogar?
-Los rodea un muro, el alimento es escaso por temporadas, las escuelas carecen de lo necesario y los israelíes los masacran cuando se les pega la gana ¿qué niña merece vivir así? Tukhalyan, has estado en dos lugares donde no hay piedad con nadie, eres el primero en saber que Palestina es una gran nación y que su gente amerita justicia pero que hace que los niños sean infelices y Válerie... Yo no quise que ella pasara por esto.
-¿Y los Nazrallah?
-Cometí un daño irreparable; anhelaba probar que me arrepiento sin descanso.

Tukhalyan y Maizuradze no tenían ánimos de pelearse. El primero se consagró a su venta y el segundo en adquirir con una vendedora ambulante el aperitivo que habrían de compartir mientras los turistas iban y venían sin prestarles atención.

-Traje Cremisan, mafghoussa y sambusak.
-Buena elección.
-¿Hablará con Abdellatif?
-Por Allah.
-Amén
-¿Válerie es musulmana?
-Cristiana ortodoxa por la Iglesia Rusa.
-¿Por qué?
-Es la fe de mi comunidad, de mi hijo, mía; Válerie usa velo en el templo y en las fiestas pero cada Pascua vamos a la mezquita de Tell no Tales a ofrecer nuestra buena voluntad y en Ramadán regalamos qatayef y compartimos la oración de las cinco. Un día iremos a la Meca, bueno, eso quiero si Dios me lo permite.
-Una pregunta más ¿qué le dijo Samira cuando usted tomó a Válerie en el tren y le ofreció ir por ayuda?
-¿Estás seguro de lo que pides?
-Sí.
-Que pensó que te amaba, Tukhalyan.

El teniente Maizuradze posó su mirada al frente fugazmente, sonriendo apenas, figurándose el atardecer en el desierto y añadió:

-Pero Válerie era el amor de su vida.

Glosario del cuento aquí:  Gastronomía Palestina  
Con la colaboración de Enrique Arturo Olivares González.

domingo, 24 de agosto de 2014

El cuento de Palestina

Este cuento no pretende herir susceptibilidad alguna pero de antemano antepongo el derecho a la libre expresión. 

Al ver que apenas daban las tres de la mañana, el teniente Maizuradze determinó dormir un poco más antes de salir hacia el aeropuerto. Su maleta estaba en la puerta y Viktoriya cabeceaba en la sala, esperando acompañarlo en el último momento.

-Sólo a mí se me ocurre tener tantos pendientes antes de la guerra - suspiró al sentarse en un sillón y hundirse en él en vista de que no disfrutaría de uno en tiempo indefinido, aunque sabía que no era la última vez.

-¿En Moscú me ofrecerán asiento en otro? -preguntó con la ironía más mala que se había dicho así mismo en sesenta y seis años de vida y cerró los ojos para tomar una ligera siesta.

-No, despierta - Y como último esfuerzo se levantó y abrió la puerta para recibir una brisa fresca.

-Estuve a punto de pulsar el timbre.
-¿Putin?
-No acostumbro venir por mi mejor hombre.
-Escucho.
-¿Un habano?
-No fumas.
-Tampoco tú.
-Creí que nos veríamos hasta la audiencia en Moscú.
-Intercepté una comunicación muy interesante y el registro de un boleto de avión ¿Que harás en Jerusalén?
-No te interesa.

Ilya Maizuradze accedió a tomar el tabaco y al encenderlo, miró al lado opuesto.

-Los israelíes no te dejarán pasar.
-Por eso voy como civil.
-Ilya, no quiero meterme en lo que no me importa pero no entiendo este movimiento.
-¿Me espías pero no te imaginas que voy a hacer? Creo que es hora de cambiar a alguien en el servicio de inteligencia.
-No es la primera vez que vas, pero el Mossad te conoce y la situación es muy delicada por tu pasado en la KGB.
-¿Ni siquiera ellos han descubierto mis intenciones? 
-¿Las tienes?
-A las ocho me voy.
-Lo que sea que pretendas, puede ser peligroso. Te acompaño.
-¿No te colocaría en una mala posición política? Mejor paga el boleto de turista de alguien y finjamos que no me sigues.
-Nuestras relaciones con Israel son inexistentes y una visita sorpresa podría ser un gran inicio.
-Buena suerte.
-No seas sarcástico, Maizuradze.
-Soy una desventaja insorteable. 
-Hay algo que no me has contado.
-No te incumbe.

El teniente Maizuradze apagó el habano y se aprestó a cerrar la entrada momentáneamente.

-Hagas lo que hagas, Ilya, no sueltes esto.
-¿Qué es?
-Un seguro de vida.
-No te comprendo.
-Es una tarjeta del Gobierno Mundial, da acceso total a lo que gustes. Tu buen amigo Sergei Trankov te la envía en vista de que si le compartiste tus planes.
-¿Qué hiciste con él?
-Dejarlo escapar como pediste; luego me mandó un telegrama con ese pase. Hasta la fecha no sé a dónde pudo haber ido.
-Por lo pronto haré que te creo, spasibo Vladimir. 

Los dos estrecharon manos y Putin giró a su derecha, rumbo a la esquina. En un vehículo negro y perfectamente camuflado, lo esperaban sus guardias.

-¿De regreso, señor Presidente?
-No, envíen mi maleta a Israel. Ilya Maizuradze y yo realizaremos una visita secreta.

El personal se apresuró a tomar posición y el vehículo se alejó lentamente de ahí. Putin observaba por una ventanilla como iniciaba una ligera llovizna.

-Adiós Vlad - murmuró el teniente Maizuradze y se dispuso a volver al interior cuando oyó que le hablaban.

-¿Lutz? - cuestionó y éste le cubrió la boca mientras le ordenaba a Adelina Tuktamysheva que fuera por el equipaje.

-¡Trankov! - gritó alguien y la figura de este hombre sostuvo a Maizuradze con fuerza tremenda.

-Lutz, no le digas ni a tu sombra que pasé por aquí - ordenó el guerrillero y se marchó con Maizuradze, no sin antes dejarlo inconsciente.


Puesto de control, Jerusalén este, diez treinta, hora local.

-Este hombre traía la identificación del Gobierno Mundial, aquí dice que es imperativo que lo dejen pasar.
-Parece enfermo.
-Que sea problema de los palestinos, no nuestro.
-Le sellaré el pasaporte.
-¿No será un terrorista?
-¿Quién le obsequió la credencial?
-Según la computadora, Andrew Bessette.
-Entonces ha de ser un hombre de confianza, ¿revisaste su equipaje?
-Nada importante, ni doble fondo.
-¡Señor Maizuradze, puede irse! - exclamó una mujer de escasos veinte años, miembro de las fuerzas armadas.

-Menos mal, llegar aquí me costó un disgusto.
-La puerta está al frente, cuando vuelva sólo muestre su tarjeta.
-¿Siempre son tan severos aquí?
-¿A qué va a Palestina?
-¿Misión gubernamental?
-Entonces va contra Hamas.
-Usted lo dijo.
-Tráiganos a esos terroristas.
-No quiero recordarle el origen de esta situación, señorita. No es muy halagador para su bandera.

La chica guardó silencio y el teniente Maizuradze atravesó una reja de acero pequeña que parecía palidecer como protección si se observaba un muro gigante de concreto gris. Del otro lado, un oficial palestino lo recibía con una sonrisa.

-Bienvenido, teniente Mai...
-No me conoce, simule eso - susurró.
-¿Por qué?
-No entro aquí por medios muy legales.
-¿En serio?
-Sólo revisa esta tarjeta, pon un sello y mírame como si me odiaras.
-Pero yo lo estimo.
-Hice enojar a una miembro del ejército israelí.

El oficial abrió más los ojos y se apresuró en concluir su labor.

-¡Pase! - señaló el hombrecillo con cortesía y el teniente Maizuradze se alejó unos escasos metros con su maleta para despedirse y ver como cientos de personas en una zanja con papeles en mano, aguardaban su turno en la inspección para saber si podían entrar o no a Israel.

-Dios, a veces dudo sobre tu concepto de "hijos" - dijo al cielo y recorrió parte del pedestre terreno hacia la camioneta descubierta de una familia. Cortésmente preguntó al padre si podía llevarlo.

-¿Dónde?
-Bayt Lahm.
-¿Habla árabe?
-Fluido.
-Qué bueno, porque a éste no le entendemos.

El teniente Maizuradze asomó la vista al interior y al ver al desafortunado pasajero, se echó a reír.

-Jajaja, ¿como lo dejaron subir?
-Con dinero.
-Ese buen Vlad, tan generoso... Ambos nos dirigimos a Bayt Lahm.
-Suba.
-Una pregunta: ¿Será posible que usted conozca a la familia Nazrallah?
-Sólo a unos Nazarallah, pero viven en Ramallah.
-De acuerdo ¿con quien tengo el gusto?
-Qasim Abdelmalek.
-Ilya Maizuradze, gracias.

El teniente abordó y se colocó delante de Putin, quien veía con horror el atuendo informal de su compañero.

-¿Quién te avisó mi destino?
-Trankov. Oye ¿es cierto que te secuestró?
-Me avergüenza no contradecirlo. Y por patear mi maleta, Adelina Tuktamysheva no tendrá regalo.
-Todo tu entrenamiento sirvió de nada.
-Pero estoy aquí, igual que tú.
-No podía dejarte solo; al final tendrás que explicarme el motivo de tu presencia en este lugar.
-Qué remedio.

La camioneta inició la marcha y el teniente Maizuradze se dedicó a contemplar el paisaje con auténtico placer. Las colinas delataban la siembra de hortalizas y el cielo estaba especialmente despejado.

-Hará frío en unos días, no mucho - avisó en árabe y sacó de su equipaje una carpeta.

-Traigo un presente, Vladimir.
-¿Para quién?
-Te voy a pedir que permanezcas a varios metros y que no entres conmigo a ningún lugar.
-¿Es inseguro?
-No puedo afirmar que las cosas saldrán bien.

Putin permaneció callado el resto de la travesía y el teniente Maizuradze revisaba la pulcritud de su playera blanca y sus tenis estilo vans, pensando que era la última ocasión que aceptaba la ropa prestada de Sergei Trankov.

-Bayt Lahm está cerca - avisó Qasim Abdelmalek; el viento levantaba un poco de arena.

-¿Qué es Bayt Lahm? - preguntó Putin.
-Bayt Lahm, Bethelem o Belén, de las tres formas te refieres a la misma ciudad.
-¿Vas a la Natividad, Ilya?
-No es un viaje religioso, aunque me gustaría pasar.
-¿Le avisaste a alguien que venías?
-Trankov, sólo él.
-¿Por qué?
-No te metas, Vlad.

La camioneta se detuvo en la entrada de la ciudad y el teniente Maizuradze bajó con sus cosas y un par de billetes para recompensar el amable gesto de transportarlo sin preguntar de dónde venía.

-Nosotros seguimos hasta Hebrón.
-Dios le acompañe, señor Abdelmalek.
-No le preguntaré cuál.
-Allah naturalmente. Gracias por todo y disculpe a mi amigo, es que... Él lo intenta.
-Dios le acompañe igualmente.

Putin vio la escena y no tardó en sentirse ignorado por un Maizuradze que ahora actuaba como si él no estuviese.

-¡Espérame, es una orden!
-Te dije que te mantengas lejos.
-¿Qué hago? 
-Hay muchas cafeterias en el centro de Belén.
-Qué alivio, como conozco el idioma.
-Los palestinos hablan inglés, eso te ayuda.
-¿Por qué tampoco revelaste que sabes árabe?
-Porque no. Nos vemos a las seis de la tarde.
-¡Vuelve!
-¡No te escucho! 
-¡Maizuradze, soy tu presidente!
-¡No aquí! ¡Adiós!

Suponiendo que tendría problemas al terminar su viaje, Ilya Maizuradze caminó con velocidad por las primeras calles de Belén, reconociendo en ellas algunos negocios de artesanías en donde solía comprar algunas cajas de madera y otros tantos de juguetes bordados. No era día de mercado.

-Disculpe ¿Sabe dónde puedo encontrar a Abdellatif Nazrallah? - preguntó a un hombre que pasaba.
-¿Quién le busca?
-Ilya Mai ....

El desconocido le miró con desdén y se dio la media vuelta.

-Le desagrado - se dijo el teniente a sí mismo - Es muy rara tanta descortesía.

Con mucho que recorrer por delante, Maizuradze atisbaba grupos reducidos de turistas y niños andando por doquier, personas que le esquivaban la mirada y sobretodo, la curiosidad de una mujer que atendía una panadería. Ella lo reconoció.

-Ghraybeh, por favor.
-¿Sólo una galleta?
-No estaré mucho tiempo, Aliyah.
-Si mi esposo lo ve, correrá a decirle a mi padre.
-Esa es la intención en parte, me urge encontrarlo.
-Tome y váyase, no pueden verme hablando con usted.
-¿Le dirías a tu padre que he venido?
-Claro, márchese ya.

El teniente Maizuradze estaba a punto a de retirarse cuando la mujer, en un arrebato genuino de cariño y curiosidad inquirió:

-¿Cómo está Válerie?
-Válerie... Ella, eh; Válerie tiene los ojos de su madre.
-Qué alegría.
-Está creciendo rápido y le gusta cantar.
-Como a Samira.
-Un día te traeré un video, Válerie es asombrosa.
-¿Le ha dicho algo de su familia... de nosotros?
-Eso es lo que quiero tratar con tu padre.
-Creí... 
-Lo que pasó no es adecuado de mencionar.

El teniente Maizuradze se despidió con poca ceremonia y prosiguió hacia el centro de Belén en donde sí abundaban los turistas que saturaban los cafés. Por donde fuera, se hallaba vendedores de hortalizas y de vino bien añejado.

-Disculpe ¿sabe donde puede estar Abdellatif Nazrallah? - le cuestionaba a algunos de estos comerciantes y la mayoría, al saber quien era, le negaban el habla.

-Mejor váyase ¿No cree que su familia ya ha hecho suficiente daño? - le replicó otro. Al mediodía sería la oración y Maizuradze no quería tardar más en terminar su travesía, así que le insistió.

-Deme labneh - le indicó - ¿Tiene idea de dónde está el señor Nazrallah? 
-¿A qué vino?
-A decidir un tema de familia. Ahora ¿quiere darme un pretexto que valga la pena?
-No le arrojo mis zapatos porque tengo pudor y están mis nietos jugando por acá... Abdellatif fue al desierto ayer pero es seguro que llegue a casa. 
-Era lo que deseaba escuchar, gracias.
-Si no ha vuelto, fue al café de Said Yehya.
-De acuerdo, buen día.

El teniente corrió hasta la esquina y tocó la campanilla delante de una puerta vieja. Nadie respondió.

-¡Por Allah! ¡Que nadie más sepa que nos visita! - profirió una mujer de escasos cincuenta años desde la esquina opuesta, acercándose velozmente- Mi marido le mataría en este instante, le suplico que se marche.
-No diga eso, Fatimah.
-No puede ser, preferiría que todos mintieran al avisarme que ha venido ¡Salga de aquí! ¡Déjenos en paz! - lloró la mujer - ¡Por la familia, por Samira, por su padre, desaparezca! ¡Me arrodillo en ruegos, que nadie lo vea!
-Fatimah, quisiera acceder pero no haga esto, no vengo a provocarles un mal, es por su nieta.
-¿Le ha sucedido algo malo?
-Nada parecido, es sólo ... Levántese, traigo cosas buenas.

Él ayudó a la mujer a incorporarse.

-Son fotos de Válerie, no las desprecie.
-¿Por qué hace esto?
-Es por ustedes, no me lo tomen a mal.
-Han pasado tantos años...
-Me urge conversar con su esposo, estimada Fatimah.
-Ustedes sabrán como arreglarse si él no estalla; usted no sabe la furia con la que se despierta cada noche, grita y profiere maldiciones, ve demonios y jura que acabará con usted para que no lo atormenten sus pesadillas...
-Comprendo todo eso, es que quiero compensarlos.
-¿Compensar qué? Mi hija está muerta, su hijo está muerto y el mal que éste nos hizo no se borrará nunca y usted tampoco tuvo corazón ¡se robó a mi nieta y mató a mi hija! ¡Canalla!
-¡Fatimah! - gritó una voz enérgica y aguda, perteneciente a un hombre temible. El teniente Maizuradze soltó su valija como reacción.

-¿Cómo se atreve? - continuó el hombre - ¡Entra a casa, Fatimah y enciérrate! - La mujer accedió dócilmente, dirigiendo una mirada ansiosa de piedad a su marido. El teniente Maizuradze vio al suelo.

-Infame - dijo Abdellatif Nazrallah - Sólo Allah sabe cuantas veces he maldecido el suelo que tu corrupta estirpe pisa.
-¿Eso incluye a Válerie?
-Mi nieta regresará a su casa, ¡en cambio usted se reunirá en el infierno con su hijo!

Ilya Maizuradze quedó de una pieza cuando Nazrallah le apuntó un revólver a la cabeza, con los ojos humedecidos y con un coraje infinito, como si cargara con el peso de una gran injusticia. Alrededor había mucha gente. (Continuará)

Glosario básico del cuento aquí "Gastronomía palestina"
*Con la colaboración de Enrique Arturo Olivares González @3nrique82

domingo, 17 de agosto de 2014

El corazón de Sofía


Para Sofía, quien hoy merece grandísimas bendiciones.

Carlota permanecía en desvelo y Romain Haguenauer acordó con Ricardo Liukin llevarla al hospital inmediatamente. La joven aprovechó para despedirse del teniente Maizuradze.

-Buen viaje.
-Gracias, señorita. Le enviaré un regalo muy pronto.
-No es necesario.
-Usted no conoce el mundo, no conoce la ciudad a la que voy, no se imagina lo especial que es. Le daré una sorpresa.
-¿Por qué me habla de usted?
-A veces se me escapa, Carlota.
-Bueno, le deseo mucha suerte.
-Igualmente, verás que te recuperas pronto.
-Cuídese mucho.

La chica abrazó al teniente Maizuradze y le colgó un osito bordado por ella misma como si fuera un prendedor.

-Es un lindo detalle, ¿cómo supiste que me gustan los osos?
-Anton me llamó antier, él me dijo.
-¿Te contó algo más?
-Que lo extraña, señor.
-Telefonearé a casa ahora, ¡gracias Carlota!

La chica recibió un segundo abrazo y se despidió con la mano; poco después salió y cerró la puerta tras de sí.

-¿Estás lista para que te internen todo el día? - le preguntó Haguenauer cuando ella se aproximó al taxi que le esperaba.
-Supongo que sí.
-Volveremos pronto a descansar y recibiremos buenas noticias, andando.

Ricardo Liukin sujetó del brazo a su hija y abordaron el auto sin prisa. Haguenauer viajaba en la parte delantera.

-¿A dónde vamos? - inquirió el chofer.
-Al Hospital General de París, a urgencias para ser precisos.
-Hubo problemas en la Plaza de la República, no creo que los atiendan rápido.
-¿A dónde sugiere ir?
-Hay uno privado en la calle Amelot y otro público hasta el Boulevard Bércy.
-A Bércy por favor.
-Cruzen los dedos para que la policía no nos pare por una inspección.

Con todo aquello, Carlota Liukin figuraba que en París las cosas no iniciaban de forma adecuada y que su familia en apariencia no le sería de gran ayuda para adaptarse. Su padre en pocos días había continuado con sus costumbres tellnotellianas, circunstancia que la irritaba y la hacía sentir estúpida cuando intentaba mezclarse con los parisinos. Inclusive, ella había desechado su playera deportiva blanca una vez acabado el mundial de fútbol.

-¿Sabe que ocasionó el alboroto? - preguntó Haguenauer al taxista.
-Raluca de Mónaco se peleó con un paparazzi y golpeó a un oficial de policía que quiso cuidarla, su tutora aceptó ir a prisión una noche pero la niña aprovechó para ofender a los negros y los musulmanes y como varios oficiales fueron a protegerla de la multitud, se desataron los disturbios.

Ricardo Liukin abrió un poco más los ojos ante tal noticia y miró a su hija como si la hubiera educado para no ser una celebridad.

-¿Qué tan famosa se puede volver una chica aquí? - añadió Ricardo.
-Depende del dinero, señor.
-Que bueno que no tengo mucho.

Carlota miró a su padre con desagrado por lo que decía, abotonando su abrigo al mismo tiempo y ajustando sus guantes. Haguenauer creía estar presenciando un berrinche silencioso.

-Urgencias del Hospital Bércy, aquí. - señaló el conductor varios minutos después, casi veinte. Carlota sólo lo miró por el retrovisor pero no lo despidió como lo hicieron su padre y su entrenador.

-¿Cuál es la emergencia? - les preguntó una residente.
-Vértigo - respondió una imperativa Carlota.
-¿Desde cuándo?
-Traje papeles, asígname una habitación y que nadie me moleste.

Carlota siguió de largo hasta la entrada y ella misma se anunció en recepción, esperando que se le tratara con especial consideración.

-Te llamaremos si hay una cama - replicó una enfermera - Toma turno.

La chica abrió la boca y de mala gana agarró la forma que tenía que llenar.

-"¿Qué se creyó?" - murmuraban alrededor suyo y la veían buscando inútilmente un asiento. Carlota se cruzó de brazos.

-Dénme una camilla junto a los pequeñines - pidió la residente - Una con todo el ruido y proyectiles de papel, le voy a hacer una tomografía y una prueba auditiva mucho más tarde, a ver si se le baja lo engreída.
-No va a poder comer.
-Ni protestar, llévenla.

Acto seguido, otra enfermera fue por Carlota, pero en lugar de ser hostil o vengativa, la abordó amablemente porque la había visto en la portada de Paris Match.

-Tu cama está por acá, ¿me permites cargar tu bolso?
-Sin duda.
-Te pondré en esta sala para que te hagan tus estudios más rápido, los niños que están aquí no te darán problemas.
-¿Por qué?
-Están muy enfermos. Te pondré junto a Sofía, no le hagas mucho ruido, ayer tuvo un día muy pesado y apenas se durmió. Cámbiate de ropa, me las arreglaré para que tus análisis sean a las cinco de la mañana.
-Menos mal.
-Siéntete como en casa Carlota, ¿quieres agua? Debes estar bien hidratada para tu tomografía.
-¿Cómo supo mi nombre?
-Por Paris Match, te tomaron unas fotografías preciosas.
-¿Podría prestarme la revista?
-Te la regalaré, no te muevas de aquí.

Carlota se cambió su vestido y su abrigo por una bata de enferma así como sus botines por unas pantuflas con la cara de Homero Simpson.

-¡Olvidé decir que ...! tengo gripe - exclamó la joven y se sentó en la cama, dándole la espalda a su vecina para "no contagiarla".

-Qué bueno que ya te cambiaste, traje el agua y un espejo para que te veas bien en todo momento.
-Gracias, pero tengo que avisarle que tengo un pequeño problema.
-¿Cuál?
-Me contagié de gripe.
-Entonces no te pueden hacer los análisis.
-¿Y tampoco es bueno quedarme aquí?
-Sofía está muy delicada y otros niños tienen cáncer.
-Qué mal.
-Tendré que apartar un espacio en la otra sala infantil.
-¿Por qué no en un ala normal?
-No tienes quince... Con la otra habitación te vas a infartar, ningún chiquillo se duerme y meten dulces de contrabando.
-¿En serio? Me encantarían unas mentas.
-¿De qué color quieres tu cobija?
 
Carlota observó a la enfermera y se dio cuenta de que podía pedirle lo que quisiera sin oposición alguna.

-¿Una cobija de algodón verde? Y almohadas pachonas ¡Quiero cortinas y un radio!
-Los tendrás, le diré al conserje.
-¿Se podría un teléfono?
-Siempre hay para los famosos.
-Genial y té de jazmín con miel.
-Te conseguiré pañuelos para tu gripe.
-Esperaré aquí.
-¿Me firmarías un autógrafo antes de que te dé todo?
-¿Tiene bolígrafo? 
-Dedícaselo a Billie Cissè.
-¿Es usted?
-Es mi hija, ella es tu fan.
-Listo.
-¿Luego me das una foto? Es para que me crea.
-Hasta con Joubert.
-¡El chico que aparece contigo! 
-¿Verdad que él está bonito?
-Como tú, en un momento vengo.

La enfermera se retiró y Carlota se volcó a hojear Paris Match con premura, comprobando que el artículo era por demás favorable y hablaban de ella como si fuera un miembro de la realeza.

-¿Eres una mandona, te habían dicho? - dijo la niña de al lado, que fingía estar dormida y que ahora veía a Carlota con una enorme sonrisa.

-Te vi en esa revista, luces muy bonita.
-Gracias.
-¡Y Joubert parece un príncipe de los cuentos!
-Él es bastante apuesto.
-Pero se nota que no lo quieres - añadió la chiquilla con pesimismo.
-Sí lo quiero, es mi novio.
-He visto muchas revistas de famosos y por tu cara supe que Joubert ni siquiera te gusta. 

Carlota soltó lo que traía en las manos, quedándose de pie, mirando a la niña.

-Pero patinas hermoso ¡como una reina!
-Ah, no sabía... por Dios es evidente.
-Estás enojada.
-Claro que no.
-¿A qué te trajeron?
-A revisarme la cabeza.
-¿Qué tienes?
-Me mareo a veces.
-Suena raro.
-Es muy serio, si no se me quita el vértigo no vuelvo a dar de vueltas en la vida o hasta que me operen o algo así leí en un papel.
-A mí me encantaría hacer lo mismo ¡me vería maravillosamente hermosa!
-Cuando te recuperes lo intentas.
-¿Tú crees que mi nuevo corazón resista?
-¿Qué?
-Es que me van a poner un corazón pero mi donante aun no aparece.

Carlota enmudeció, la niña en cambio se reía.

-¿Me dedicarías un autógrafo en mi playera? 
-Desde luego, oh... Con plumón ¿importa?
-No.
-¿Cómo te llamas?
-Sofía.
-"Con cariño para Sofía, Carlota Liukin"
-Al menos no pusiste "te quiere tal".
-No me pasó por la mente.
-¿Nunca sonríes?
-Lo mismo como todo mundo.
-Es que pareces muy seria.
-No lo hago muy a menudo estos días.
-Yo no paro de reír, tengo muchas amigas aquí.

Sofía corrió su cortina y descubrió al resto de las pequeñas que la acompañaban, que jugaban a tener una pijamada.

-Miren ¡Carlota Liukin vino a vernos! - gritó la niña, las demás giraron su cabeza y agarraron libretas, plumas, revistas y todo lo que tenían cerca para su encuentro.

-¡Todas te amamos! - afirmó una - ¿Nos firmas nuestros cuadernos? 
-Ah, chicas...
-Tiene gripe - reveló Sofía para salvar a Carlota que no atinaba a adivinar como portarse.
-Eso se arregla, tenemos gel antibacterial y tiene que ponérselo en las manos y la cara.
-No creo que debamos hacerlo - añadió Carlota.
-¿Por qué no?
-¿Me dan un segundo?

Carlota salió rumbo al pasillo, en medio de una confusión muy simple. Las chiquillas la miraban en suspenso desde la puerta.

-Pásenme el gel y formen una fila, les pondré caritas felices en sus fotos - determinó la chica y volvió a su sitio.

-¿Quién quiere carita con dedicatoria?
-¡Yo!
-Bueno, todas hagan fila.
-¿Y si queremos foto?
-¿Tienen cámara?
-¡Sí! ¡Nos tomamos fotos siempre!
-Entonces será una con todas.

Carlota intentaba ser lo más amable posible e ignorar que sentía lástima cuando plasmaba su firma en lo que le daban o le preguntaban cualquier cosa.

-¿Los patines son cómodos?
-No, pero te vas acostumbrando.
-¿Las mallas pican?
-Dejarían de ser medias si no lo hicieran.
-¿Es cierto que debajo del vestido no usan ropa interior?
-Jajaja, yo sí uso.
-¿Por qué no se te nota?
-Es ropa sin costuras.
-¿Conoces a Kiira Meier?
-Bastante ... Es odiosa, una bruja, falsa, mentirosa y quiere a sus admiradores.
-Tu cara es chistosa cuando te quejas - mencionó Sofía - ¿Es cierto que una vez le ganaste a Kiira? Nadie le gana.
-Dos veces, el europeo junior...
-¡Cierto! Se me estaba olvidando.
-Patiné "Swan Lake", todo mundo conoce la rutina.
-Pero ¿la venciste antes?
-En un torneo que se llama "Masters classic" en Tell no Tales.
-¿Y por qué se odian?
-Ella es una envidiosa, yo le gano en la pista.
-Es curioso: no te has reído una sola vez.
-¿Qué dices?
-Nunca sonríes, no sé por qué.
-Si lo hago.
-En Paris Match y en televisión pero no cuando compites y aquí tampoco.

Carlota dejó de escribir en ese momento, las niñas la observaban fijamente.

-Me cuesta trabajo, casi nada me sale bien y se murió mi mamá. Disculpen un poco.

Carlota se recargó una pared y bajó ligeramente la cabeza.

-Mis papás trabajan mucho para pagar mi transplante y si no lo recibo me puedo morir - pronunció Sofía, tomando la mano de Carlota - Y ayer nuestra amiga Patti no aguantó la quimioterapia, ayudamos a sus hermanos a recoger sus cosas. Así es la vida.

Carlota se soltó a llorar en ese instante, contemplando a los otros enfermos presentes, a las que tenía enfrente y a Sofía, que seguía mostrando su sonrisa grande.

-Cuando patinas, no sueles pensar en nada; bueno sí, cuando te caes.
-¿Duele?
-De pronto no importa, te levantas y sigues.
-Wow - expresó Sofía - ¿Te has caído?
-¡Muchísimas veces! Cuando le gané a Kiira en el Masters, me caí en el primer salto y en el segundo me tropecé y toqué el hielo con las dos manos.
-¿Cómo le hiciste para quedar primera?
-No lo sé, yo estaba más preocupada por no actuar más feo.
-¿Qué fue lo más chistoso?
-No me dio alegría pero creo que ganar cuenta como dato gracioso.
-¡Jajaja! ¿Qué se siente tener novio?
-¿Joubert? - las pequeñas se rieron nerviosas - Él es súper lindo, me regala flores, me visita diario y comemos juntos; cuando voy a competir él siempre está cerca de Kiss and Cry y me lleva mi suéter.
-Eso es lo que hace, ¿pero que sientes?
-Que estoy contenta.
-¿De verdad?
-Él es una gran persona, cuando crezcan tendrán un novio como él y lo querrán mucho.
-¿Y tus amigos?
-¡Tengo los mejores! Me tomé está foto en un desfile en el que salí en el papel principal: la de la botarga es Amy, la extraño, David y el rubio es Anton.
-¡Anton Maizuradze! ¿Sabes por qué ya no patina?
-No le gusta.
-¡Cómo! Si es muy bello.
-Él se avienta en trineo y juega fútbol ahora.
-¿Conoces otros patinadores?
-Muy pocos, solo a los de mi equipo.
-¿A Michelle Kwan?
-De lejos.
-¡Ya sé! ¿Quieres jugar al té? Y así nos sigues contando.
-¿Tienen té?
-Jugo de manzana, pero lo hacemos pasar por té.
-Bueno, pero tomaré en vaso de papel para no contagiarlas con mi gripe alien.
-Jajaja, oye ¿y si mejor te maquillamos? ¡Hay que pintarte las uñas de rosa!
-Pero me van a hacer pruebas.
-No creo que enferma te las hagan.
-Tienes razón ¡y me tomo fotos con todas! 
-¡Sí! Hay que traer las pinturas.

Mientras las chiquillas se emocionaban y sacaban lo que podían de sus valijas, Carlota se quedó sosteniendo la mano de Sofía.

-Hallarás un corazón.
-¿Tú crees?
-Todos merecemos uno.
-¿Y si no llega?
-Ama.
-¿Qué?
-"Entre más amor le tengas a la vida, más amor recibirás de ella" Eso me dijo mi mamá una vez que se enojó porque llegué tarde a casa. No había entendido por qué me lo repitió ese día.
-¿Qué significa?
-Si deseas un corazón de verdad y te aferras a vivir porque amas vivir, va a llegar uno. La vida siempre devuelve el amor que le das.
-¿Crees en Dios?
-Ahora sí.

Carlota abrazó a Sofía y le prometió visitarla con frecuencia. La niña estaba entusiasmada.

-Carlota, vengo a llevarte a tu nueva cama - anunció Ricardo Liukin.
-¡Papá! Ven te presento a Sofía.
-Un placer, pequeña.
-Y ellas son mis nuevas amigas ¿me puedo quedar un rato?
-Más tarde, tenemos que hablar.

Por el tono de voz de su padre, Carlota supo que estaba furioso; orillándola a tomar sus pertenencias en silencio y agitar su mano en despedida.

En el corredor, a solas, la chica tragó saliva y Ricardo la miró a los ojos.

-La próxima vez, te alejas de los periodistas y vienes conmigo. Tienes prohibido dar entrevistas y aparecerte en televisión si no es patinando. Es peligroso que el mundo te vea, ¡hay gente que nada más está observando a las niñas para poder acosarlas! ¡Hay depredadores que le hacen daño a gente como tú!
-Ya no soy una niña.
-Si no lo eres y asumes las consecuencias, de antemano date por castigada. ¿Me quieres decir qué rayos haces en Paris Match?

Carlota miró al suelo y optó por no agregar más.

Estimada Sofía: Hace unas semanas el blog lanzó una convocatoria por Facebook y Twitter para ganar un cuento con dedicatoria. Una persona que prefiere permanecer anónima y que sabe de tu historia, respondió a la dinámica y me envió tu fotografía, pidiéndome este cuento en especial. 
Decidí acceder a la dedicatoria gracias a las bellas palabras que te quieren expresar y darte esperanza.
En lo personal, te envío un abrazo y te deseo un milagro maravilloso.

jueves, 7 de agosto de 2014

Quiero volver


Viktoriya Maizuradze soñaba de nueva cuenta con la niña que danzaba en el bosque y le parecía contemplarla como si de verdad la tuviera enfrente al momento que ésta de forma sorpresiva cayó al hielo, hiriéndose el rostro y tambaleándose posteriormente. 

El susto fue tal, que Vika despertó y lo primero que escuchó fue un golpe seguido de un grito, optando por ver que ocurría en la cocina.

-¡Carlota!
-¡Ouch!
-Tranquila, ¿qué pasó?
-¡Me duele la cabeza!
-¿Te golpeaste?
-¡No lo soporto!
-¿Te puedo ayudar?
-¡Siento que me va a estallar!

Carlota lloraba y se retorcía, cubría sus ojos y postrada sobre sus rodillas parecía que se desbarataría.

-Tranquila, Carlota ¿tomas aspirinas?
-No me sirven.
-¿Tienes migraña?
-Estoy viendo nublado.

Alterada, Viktoriya se incorporó velozmente y fue por ayuda. 

-¡Señor Liukin! ¡Gwendal! ¡Alguien! ¡Carlota se siente mal! ¡vengan ya!

Regresando a la cocina, la chica vio como Carlota apretaba los dientes.

-¡Dios mío! Viktoriya, hazte a un lado - exclamó Tamara Didier, que se arrodillaba frente a la joven Liukin - ¡Llama a una ambulancia, esta niña no está para pastillas! - y la chica Maizuradze se abalanzaba sobre el auricular de la sala, marcando a emergencias y viendo desde su sitio como Carlota, por desesperación, casi se arrastraba.

-¿Será por la operación que le hicieron? - preguntó Romain Haguenauer.
-Imagino que sí, al principio le daban jaquecas, yo pensé que no tendría otra - respondió Tamara.

-¡La ambulancia llega en cinco minutos! - exclamó Viktoriya mientras la familia Liukin se concentraba alrededor de la sala. Ricardo se aproximaba a Carlota.

-Respira, aquí estoy, cielo.
-No lo aguanto, papá.
-Lo sé, por eso óyeme: quiero que pienses algo bonito y que cierres los ojos.
-¡No puedo! 
-Aprieta mi mano.
-¡La luz me molesta mucho!
-La apagamos, Carlota.

Andreas y Adrien permanecían de pie, sin saber si debían acercarse a su hermana.

-Gwendal, lleva a Adrien a dormir, recuerda que si le ganan los nervios no parará de gritar - ordenó Ricardo, pero los otros dos preferían ocuparse de ver qué sucedía.


-¡Andreas! Ve por un doctor a donde sea, ¡Tamara! deje encendida una lámpara en la sala, por favor.
-Claro, señor Liukin.
-¡Haguenauer! ¿Podría ayudarme a levantar a Carlota y recostarla? 
-Lo que pida, ¿algo más? 
-Nada, sólo necesito mantener tranquila a mi niña.

Colocándole una improvisada almohada y cubriéndola con una cobija que estaba a la mano, Ricardo Liukin abrazó a su hija fuertemente, asegurándole que todo estaría bien y que aquél ataque pasaría pronto. 

-Descansa, cielo, aquí estaré.

Carlota se limitaba a lagrimear.

Mientras tanto, Javier había ido a la calle en compañía de Andreas  y se topaban con la noticia de que el médico del vecindario atendía a pacientes en un asilo y no tenía hora de regreso.

-Y pensé que Tell no Tales era una pesadilla ¿Esto es París?
-No se ha puesto peor.
-No conseguimos ni un taxi.
-Tranquilizaros, que volveréis a casa.
-Javier, vete al diablo.
-¡Ea! Mejor tú.
-¿Quieres pelea?
-Sois estúpido... Sigue caminando.

Ambos preguntaron en varias aceras donde hallar auxilio, dando con la dirección de una enfermera de urgencias en el número 32 de la calle Condorcet.

-¡Espere, espere! - gritó Andreas al verle llegar - ¿Podría ayudarnos?
-¿Qué se les ofrece? ¿Aplicar una inyección, atender la caída de un anciano?
-A mi hermana le duele la cabeza.
-¿Está enferma o se golpeó?
-No lo sé.
-Bueno, yo no puedo intervenir en cualquier cosa.
-Es que llamamos una ambulancia y no llega. 
-¿En dónde viven? 
-En el once de Bruyére.
-Avisen que voy para allá, le diré a mis hijos que me salió algo.
-Bueno, se ve.
-¿Ni siquiera gracias? Maleducado.

El chico corrió de vuelta a casa y jaló a Javier para que no alcanzara a disculparse con la mujer.

-A donde vinimos a encontrar a alguien, comienzo a odiar esta ciudad.
-Algo ha de haber pasado, no hay autos circulando.
-Nosotros ya cumplimos, mejor vámonos.

Los jóvenes corrieron y entraron con escándalo a casa de Romain Haguenauer, ocasionando que Ricardo les hiciera bajar la voz de manera brusca.

-¿Qué pasó con el doctor? 
-No lo encontramos papá, pero convencimos a una enfermera.
-No la veo.
-Dijo que venía.
-Qué maravilla, podemos aguardar lo que sea.

El señor Liukin volteó hacia Carlota, notando que la débil luz le afinaba aun más los rasgos.

-Buenas noches, me dijeron que necesitan de mí - anunció una voz femenina - ¿En qué puedo ser útil?
-La enfermera llegó rápido - añadió Andreas.
-Te habría llevado en mi coche si no te hubieras marchado - Remató la mujer que intuía que en el sillón estaba el motivo de su visita.

-Tenemos a una jovencita muy enferma ¿Cuándo empezó?
-Perdí la cuenta y no creo que la ambulancia venga - respondió Ricardo.
-Quiero hacerle una pregunta a esta señorita ¿Qué sientes?

Carlota apretó su sábana.

-Me duelen la cabeza y los huesos, quiero que apaguen la luz.
-Me dijeron que sólo tenías jaqueca.
-Apenas inició lo de los huesos.
-Tocaré tu frente... ¡Estás helada! Necesito cubrirte un poco más, con otra cobija será suficiente. Corazón ¿Desde cuándo estás indispuesta? ¿Pasó algo extraño en el día?
-No, nada más me levanté por agua.
-¿Cómo te llamas?
-Carlota.
-¿Hay otra cosa que te moleste, Carlota?
-Nada.
-¿Dolor de garganta o de estómago? ¿Náuseas?
-No.
-Te tomaré la temperatura.

La enfermera se dirigió a Ricardo.

-Señor ¿Ella se enferma frecuentemente?
-No, la última vez fue hace un año y no duró mucho.
-¿Qué le dió?
-Fiebre, nada más.
-¿Otra cosa?
-La operaron de emergencia en febrero. 
-¿Qué pasó?
-Carlota tuvo un incidente y recibió un batazo, la internaron por trauma craneal.
-Santo niño.
-Estuvo en coma mes y medio y después le dieron medicinas para el vértigo; tiene prohibido el ejercicio, los deportes y dar de brincos hasta que el neurólogo diga que puede retomarlos.
-¿Un coma a su edad? No lo creo, se ve muy bien pero deben consultar en un hospital cuanto antes. Voy a retirar el termómetro.

La enfermera procedió y se sorprendió, sin dudar un segundo en tocar a la joven.

-Tienes treinta y nueve de temperatura pero pareces un hielo.

Viktoriya Maizuradze experimentó desde su distancia un fuerte escalofrío ante tal comentario y abrazó a su padre.

-¿Puedo pasar? - Anunció una figura masculina.
-Es el doctor Klose, da consulta por la noche - señaló la enfermera.
-Me avisaron que estabas aquí ¿Cómo ayudo?
-Esta jovencita tiene dolor en los huesos y en la cabeza, la luz la disgusta y tiene temperatura de treinta y nueve.
-Es gripe.
-Ella se encuentra muy fría y no está sudando.
-Es por el aire.
-El papá refiere que ella fue intervenida hace cuatro meses por un trauma craneal, hubo un coma y le dan fármacos para el vértigo.
-¿Cómo empezó la molestia?
-Lo único que me comentaron es que ella fue por agua.
-¿Por qué llora?
-¡Me duele la cabeza, hagan algo! - exclamó Carlota de golpe. El médico sonrió y giró hacia ella.

-Sigue mi dedo... ¿El dolor es en toda la cabeza?
-En la nuca y la frente.
-¿Molestias en la nariz?
-Ninguna.
-Pero tus hombros están tensos. Requiero que descubras un poco tu pecho, usaré el estetoscopio

Carlota desabotonó su pijama apenas.

-Excelente, el latido es normal; ahora voy tu espalda... ¿Te dio mareo antes del dolor o en los últimos días ha pasado algo?
-El cerebro no me da vueltas.
-Abre la boca... Examinaré tus oídos y tu nariz.
-¿Hay algo?
-Tu garganta está inflamada y tienes gripe.
-¿Es todo?
-No hay que alarmarse, niña, estás bien.
-No soy una niña.

El médico la observó curioso.

-Cuando te parten el cráneo, corres el riesgo de que al recuperarte, las cefaleas sean más severas, pero si hubieras tenido un episodio de mareo, estaría preocupado. De todas formas te prescribiré unas pruebas.
-No quiero otro exámen.
-No hay que arriesgarse.
-Me van a decir lo mismo de siempre.
-El vértigo se quitará pronto si guardas precauciones.
-¿Cuándo es pronto?
-Podrían ser tres meses, seis, depende.
-Es mucho... ¡Tamara! ¡Me perdería la temporada!

Carlota se cubrió por completo con sus cobijas, notándose que sus quejas se transformaban en un llanto menos estridente.

-¿No puedo patinar, verdad? - susurró.
-Lo más seguro es que no, ¿tienes tus últimos estudios?
-Los guardo todos.
-¿Quieres que los vea y te dé mi opinión?
-No es necesario.
-¿Para qué quieres patinar?

Carlota se destapó e incorporó enseguida.

-¡Soy patinadora y gano medallas! ¡Miles de fans están ansiosos por mi regreso! ¡Los patrocinadores se están peleando por mí!... ¡Es lo que más me gusta hacer y no he entrenado nada, no tengo rutinas, ni vestuarios, no he probado mis saltos ni contratado un coreógrafo! ¡Estoy harta!
-Si no te cuidas, en serio, puedes lastimarte.
-No importa, ya no quiero estar sin mis patines.
-Ve a revisión en cuanto acabe tu gripe, he anotado unas recomendaciones y en el hospital te atenderán como se debe. Buenas noches, Carlota.

El doctor se retiró rápidamente, estrechando la mano de Ricardo y expidiendo una receta después de preguntar si la joven Liukin padecía alergias y reiterando que los análisis eran necesarios, sobretodo por la impaciencia que ella demostraba. La enfermera también se despidió y dejó su número telefónico.

-Otros seis meses serán una tortura - comentó Carlota.
-Carlota, no es el fin - replicó Viktoriya Maizuradze.
-No he podido patinar una temporada completa y no sé si voy a hacer las piruetas como antes, ¿qué pasaría si el vértigo no se me quita? ¿Voy a tener que renunciar? En Hammersmith anduve en patineta y nada sucedió, en el tren yo parecía gallina cocainómana y tampoco me sentí mal, he tomado las pastillas, duermo temprano ¿Por qué me pasa esto? ¡Ay mi cabeza, como fastidia! 
-Bueno, el médico escribió que hay que ver tus oídos, tal vez no estás tan mal.
-¡No voy a patinar! ¡Maldita sea!
-Carlota, no maldigas.
-¿Qué hacen todos quietos? ¡Se supone que deberían estar atendiéndome! ¡Tráiganme sopa! ¡Arreglen mi ropa para el médico y aparten un abrigo bonito! ¡Compren mi medicina!

Carlota volvió a recostarse sobre su almohada y a estrechar sus cobijas antes de hacer lo propio con un peluche que le llevaban y exigir que le sirvieran té de jazmín hirviendo cuando lo deseara.

-Haguenauer, ¿seis meses son mucho tiempo? - preguntó Ricardo Liukin en la cocina, mientras intentaba acordarse de la receta de una sopa de cebolla - ¿Las lesiones son cubiertas por nuestro contrato?
-Si Carlota no se recupera, no tengo idea.
-Si saco cuentas, sabré que no podré pagar sus cuidados.
-La Federación tiene un límite.
-¿Cuánto?
-Carlota y Tamara se comprometieron a obtener dos medallas este año y la primera está cubierta; para la segunda tienen seis meses.

El señor Liukin exhaló sin fuerza, sin saber qué hacer. Carlota se alteraba más con cada minuto sin sus patines y sus nervios eran más inestables, haciéndola caer en su volátil naturaleza.

La ambulancia jamás llegó.