jueves, 31 de mayo de 2018

La caída de las estrellas


Poco después de la llegada de Vika y Cumber, arribó un tren proveniente de Milán a la estación de Santa Lucia. Una gran cantidad de visitantes descendía y era fácil saber que la Fiesta de Fieles Difuntos tendría la ciudad saturada el fin de semana mientras Katarina Leoncavallo se asomaba a cada ventanilla para hallar a su hermano y a su primo. Detrás de ella, sus compañeros de entrenamiento suplicaban por no topárselos y finalmente fue Carlota Liukin quien los halló cerca de la estancia, como en un tropiezo por el que no se ofrecen disculpas. El rostro de Maurizio Leoncavallo era irreconocible y el de Maragaglio parecía de susto.

-¡Katarina! - llamó Carlota y la joven aquella, nunca se supo como, oyó desde su sitio al fondo del andén y corrió hasta detenerse frente a su hermano, que después de mirarla, tomarla de las manos y susurrar "Katy", la abrazó desconsolado. Los alumnos de Maurizio se aproximaron en ese instante y el momento fraternal se convirtió en grupal porque todos sintieron la necesidad de cobijarlo a él y a su hermana. Carlota Liukin quedó junto a Katarina y de pensar en la carga de consciencia que ella soportaba por el fallecimiento de Jyri Cassavettes, sintió como si se le congelara la cabeza.

-¿Qué ocurrió? - preguntó Haguenauer a Maurizio Maragaglio en aquel instante.
-Mauri no llegó.
-No me digas eso.
-Nos echaron del hospital y si regresamos apenas es porque estuvimos unas horas en el velorio.

Haguenauer soltó unas pocas lágrimas y Tamara Didier se apresuró a enjugárselas para no contagiarse de ese impulso y afectar más a un Maragaglio que no sabía que hacer y al que sin duda, le faltaba estrechar a Katarina para confortarla.

-Serán unos días muy tristes - comentó Maragaglio antes de alzar la vista y descubrir a Miguel Ángel parado cerca del grupo, sin atreverse a acercarse. Carlota Liukin lo notó también y se soltó de los Leoncavallo, provocando que sus compañeros también se apartaran, dejando a Maurizio y Katarina abrazándose unos minutos más. La escena rompía una parte del corazón.

-Signor Maragaglio, también lo quiero - dijo la joven Liukin.
-Grazie di coure.
-Le hice esta flor de tela mientras esperábamos por ustedes.
-Es muy linda.
-Le diré a papá que lo invite a cenar, siempre hace sopa de cebolla cuando alguien está afligido .
-¿Ayudará con Katy y Mauri?
-¿Qué puedo hacer?
-Sé buena con Katy, por favor.

Maragaglio se atrevió entonces a aproximarse a su prima y luego de tocar su cabello, la apretó contra sí. Maurizio Leoncavallo pudo recibir a cambio los abrazos de cada uno de sus alumnos y también el de Miguel, a quien le susurró que Katarina iba a necesitar muchos detalles y momentos tranquilos para no estar tan decaida. El chico leyó el alma de su cuñado y se enteró de que estaba preocupado porque ella reaccionara mal ante lo ocurrido.

-Confía en mí - dijo Miguel y pronto posó una de sus manos en la espalda de Katarina, obteniendo a cambio las manos de ella en su rostro.

-Son tan ... Raros de ver - señaló Tamara.
-Son novios desde el domingo - contestó Carlota.
-Dile a Miguel que lleve insecticida.
-No seas mala.
-Las araña seguirá siéndolo aunque esté de luto.
-Le doy dos semanas.
-Que entusiasta, yo le doy hasta mañana.

Katarina volvió a apoyarse en el hombro de Miguel y este la rodeó para continuar confortándola. El resto del grupo los siguió hacia la calle, con Haguenauer y Maurizio sosteniéndose mutuamente y Maragaglio junto a Carlota, comentándole a ésta que se había enterado del por qué sus primos se habían confrontado. La joven Liukin no tenía comentarios al respecto y pensó en los planes que la federación, Haguenauer y ella habían trazado para el siguiente año.

-Gracias por escoger a mi primo - sentenció Maragaglio, orillando a Carlota a contestar "de nada" porque comenzaba a ser inapropiado admitir que Leoncavallo era su entrenador porque no había más opciones.

Al exterior, Venecia no continuaba con su ritmo habitual: El servicio de taxi acuático era acaparado por turistas; la parada de los vaporetti se encontraba a reventar en San Geremia, los cantantes callejeros, de tanto interpretar a Vivaldi eran ignorados por los venecianos y en los bacari cercanos se servía prosecco en lugar de spritz o vino porque reservaban las botellas para las fiestas inmediatas. El descanso por los Fieles Difuntos era de los sucesos más importantes de la ciudad y la gente decoraba con flores de papel y cruces cada balcón y ventana mientras comenzaban a desfilar actores enmascarados, vestidos de negro, invitando a la procesión nocturna de San Marco para el Día de todos los Santos. Aquello era como un festival y después de la celebración de Halloween que incluía el encuentro de hockey entre el Istituto Marco Polo y la Secundaria Giuseppe Garibaldi, habrían recorridos de góndolas hacia el panteón, ceremonia solemne en la Laguna, procesión del sindicato de trabajadores del vaporetti, la carrera de botes en Lido organizada por los cuerpos de rescate, la ceremonia de las velas flotantes en el Canale San Marco del gremio de buzos y la Misa de Fieles Difuntos en el Gran Canale, en donde gondoleros y pequeñas embarcaciones participarían para que cualquier lugareño pudiera llevar su linterna e iluminar el agua. El Ayuntamiento ya colocaba lámparas esféricas para ayudar en los festejos.

-En tiempo de carnaval se pone peor - recordó Maurizio Maragaglio y reconoció pronto a Geronimo en su bote. Carlota lo había llamado para evitar que los Leoncavallo pasaran mucho tiempo en la calle.

-Principessa Carlota, grazie per la chiamata. Principessa Katarina, mio amico Leoncavallo, lo lamento muchísimo - saludó el joven aquel mientras los abrazaba y hacía que el grupo abordara.

-Si necesitan algo más, no duden en pedirlo ¿Quieren ir a casa?
-Con mis padres, por favor. Reuniremos a la familia - contestó Maurizio Leoncavallo con la mirada perdida. Era complicado no sentir como se le encogía el alma.

-Vámonos - pronunció Carlota y Geronimo transitó por el pesado ritmo del Canale di Cannaregio sin mediar palabra. En ese momento, Cecilia Torn le preguntaba a la joven Liukin sobre qué hacer y ésta le recordaba que no conocía a Maurizio lo suficiente y que tal vez nadie debía mencionar el tema del funeral. El señor Maragaglio sólo atinaba a agregar que sus primos agradecerían cualquier detalle pequeño que el grupo tuviera, como unos dulces o una tarjeta y les recomendaba que fueran especialmente sensibles con Katarina, que era la más afectada.

-Si se pelea con Maurizio, apóyenla - dijo casi suplicante. El grupo lo miró sin comprender su petición, especialmente los pupilos de danza que solían contemplar varias escenas entre los Leoncavallo que les eran desconcertantes, sobretodo cuando el ánimo de Katy era juguetón.

El Canale di Cannaregio era complicado de sortear y Geronimo decidió irse cerca del borde, así terminara navegando junto a los vaporetti y esperara su turno para adentrarse en la Calle del Pignater. Eran las cuatro de la tarde y Carlota Liukin apenas reparaba en la presencia de su padre, que se limitaba a escucharlo todo y parecía sorprendido por la actitud de Maurizio Leoncavallo, que se cubría el rostro para que nadie se atreviera a dirigirle la palabra.

-Carlota, te aconsejo que no intentes nada que no sea seguir órdenes. Esta semana no va a ser buena - habló Ricardo Liukin para que su hija desistiera de seguir haciendo flores de tela. Aun así, Katarina Leoncavallo recibió la suya y ésta, más triste aun que su hermano, se aferraba a mirarlo al mismo tiempo que reprimía sus necesidades de tenerlo en sus brazos mientras frotaba la espalda de Miguel.

-Il canale è un inferno ma arrivammo - señaló Geronimo cuando pudo aproximarse a la puerta junto al farol de colores y notar que los Leoncavallo iban entrando poco a poco a aquella casa cálida. Maurizio se encontró en la banqueta con una angustiada Karin Lorenz a la que dio un beso apenas y dejó atrás y Maragaglio se colocaba en una posición en la que se aseguraba que sólo los miembros de su familia entraran a la reunión. Eso dejó claro que era el líder del clan y aguardó por Katarina, que no deseaba estar allí.

-Tengo que ir con mi hermano - murmuró ella a Miguel.
-¿Estarás bien?
-Ven mañana.
-Te esperaré.
-Regresa a casa, por favor.
-Te llamo más tarde.
-Miguel, por favor. Mañana.
-Katarina...

La chica soltó a Miguel y dio la vuelta sólo para, luego de un segundo, volver con él, besarlo torpemente y decirle "adiós". Maurizio Maragaglio cerró la puerta detrás de sí, no sin observar al grupo que estaba fuera.

-¿Qué pasó? - se preguntó Tamara Didier.
-Nada. Lo mejor es marcharnos y luego nos enteraremos - intervino Ricardo Liukin y junto a Carlota, volvió al bote. La confundida Karin Lorenz los siguió y los chicos de danza imitaron ese acto. Geronimo no tenía reparos en llevar a cada cual a su destino.

-Miguel ¿te quedas? - preguntó Ricardo y el muchacho tomó asiento en el piso, asegurando que estaría bien, que tenía algo que hacer. Aquello no convenció a nadie.

-No se preocupe, señor Ricardo. Volveré a casa más tarde - reiteró Miguel y sacó un libro para pasar el tiempo. Ante eso, los demás prefirieron marcharse.

La tarde caía en Venecia acompañada de cierto frío y la ciudad se iba vaciando mientras los Leoncavallo continuaban con una tensa charla de la que Miguel imaginaba ciertas cosas, como el sabor del café con amaretto cuyo olor llegaba a la calle o la cara de las primas políticas de Katarina, que no se relacionaban con ella. Al que no conseguía tener en la mente era a su cuñado Maurizio, cuya pena lo había sumido en un silencio que seguramente no tardó en quebrantarse.

El libro de Miguel, que no era más que una novela sobre un conejo cazado por un halcón, se terminó y el chico miró fijamente a la puerta, poniéndose de pie sin atreverse a tocarla, contando una y otra vez los cristales de colores del farol, ajustando sus agujetas de maneras diferentes, levantando sus ojos hacia la ventana de donde Katarina Leoncavallo nunca se asomaba. La Calle del Pignater no había atestiguado una paciencia tan grande y menos ver a tantos buzos pasando a molestar a un compañero en buena lid cuando lo descubrieron suspirando recargado a una pared. El cielo se iba nublando y el frío llegaba acompañado de un viento que hacía titritar. Nada perturbó a Miguel, que al anochecer se fijó otra vez en la ventana cuando una luz se encendió. Poco después el cerrojo de la puerta fue abierto y contempló a los Leoncavallo salir uno a uno, reconociéndolo y saludándolo con un sencillo "buonanotte" antes de tomar camino a Ghetto Vecchio o San Polo. Él no pudo preguntarles por Katarina debido a su timidez y pasados varios minutos, Maurizio Leoncavallo finalmente se dispuso a irse con todo y su vista al suelo.

-¿Sigues aquí, Miguel? - pronunció Maurizio con tono apagado.
-Quiero saber como está Katy.
-No creo que tenga humor de verte.
-Me quedé para que no se sienta sola.
-¿Cuánto tiempo llevas aquí?
-¿Qué hora es?
-Casi las diez.
-Tal vez ella quiera dormir. Debí ir con mi padre.
-Iré a avisarle.
-Maurizio, perdona.

Miguel abrazó a Maurizio Leoncavallo fraternalmente y este agradeció en el acto, repitiendo que su hermana necesitaba sentir tranquilidad y revelando que se hallaba en su habitación, llorando. Acto seguido, Leoncavallo fue por su hermana y su primo se apareció en la entrada, contemplando a Miguel con los brazos cruzados. Maurizio Maragaglio estaba serio y reaccionó con sorpresa cuando Katy, con los ojos cansados y el rastro de sus abundantes lágrimas, accedió a reunirse con su novio.

-Miguel - susurró la joven.
-¿Quieres caminar?
-¿Nos podemos ir?
-¿Dónde vamos?
-A donde me sienta sola.

El chico rodeó a Katarina y partió con ella rumbo al Porto di Venezia, vacío por la hora. Maurizio Maragaglio quiso detenerlos pero su primo Leoncavallo tocó su hombro para que no interviniera.

Así fue como Katarina y Miguel tomaron una calle hacia al norte, solitaria, sin luz, junto a un canal que formaba remolinos. El puerto era hermoso cuando estaba en soledad, se constataba aunque se viera de lejos. La noche mostraba un sinnúmero de estrellas y la joven, que nunca volteaba a contemplarlas, se preguntó que las volvía tan especiales. De repente se contemplaba alguna rara góndola con una pareja a bordo en un paseo nocturno o una lancha de inspección iniciando una jornada de trabajo muy larga.

-Katy ¿hay algo que pueda hacer por ti? - inquirió Miguel cuando sintió el silencio profundo. Ella se detuvo y a dos escasas esquinas del puerto, decidió desviarse a una calle con una fuente seca y sentarse dentro de ella.

-¿Por qué no fuiste a casa? .
-Katy...
-¡Te pedí que lo hicieras!
-Creí que te escaparías.
-¡No iba a dejar a Maurizio!
-Katarina, perdona.
-Pero él no me dejó abrazarlo ni decirle que no quise hacerle daño a Jyri.
-Sabe lo que sientes.
-Siempre me aleja.
-Para que no sufras, estoy seguro.
-Sólo quiero estar a su lado.
-No llores más.
-¡Me duele que Mauri no se abra conmigo! Tengo miedo de perderlo.
-No lo harás.
-Nunca dejó de pensar en Jyri.
-¿Qué quieres decir?
-Ni siquiera se acordó de que yo estuve junto a él todo ese tiempo.

Katarina había resumido lo sucedido en la reunión familiar y la imagen llegó a la mente de Miguel sin problemas: Maurizio Leoncavallo charlando del pasado y sus culpas, los demás platicando donde habían estado esa tarde siete años atrás y cómo se habían enterado del incendio; la pésima crónica de Maurizio Maragaglio del velorio en donde amablemente arrojaron al primo a la calle en medio de resentimientos; un "si Katy no se hubiera salido sin avisar" y al final ella, en un rincón, siendo ignorada por los demás. Y es que los Leoncavallo no recordaban la otra mitad de aquella historia, con Katarina arrodillada en la capilla del hospital mientras la familia Cassavettes la humillaba y Maurizio defendiéndola un momento para luego hacerla a un lado y desvivirse por Jyri.

-No sé por qué no tengo fuerzas para irme si Mauri está cerca de mí - confesó Katarina.
-No estaríamos aquí.
-Miguel, dime que me quieres mucho.
-Te quiero mucho.
-Dime que todo estará bien, que Mauri será el mismo de siempre.
-Todo estará bien.

La chica apretó a Miguel con tanta fuerza, que lo derribó y él respondió con un beso largo, del que Katarina no quiso desistir. Ambos habían desconocido una experiencia similar pero poco a poco, la sensación de juntar sus labios se volvía más confortable.

-Llevamos tres días juntos - recordó ella cuando se apartó para respirar.
-¿Qué puedo hacer para no verte triste?
-Nada.
-Katarina ¿por qué quisiste venir?
-Para hacerte compañía.
-Era lo mismo que yo quería para ti.
-¿Cuánto me esperaste, Miguel?
-Desde que entraste a tu casa.
-Fue bastante tiempo.
-Debemos volver.
-No puedo.
-¿Por qué?

Katarina no dijo más y se recostó mirando hacia arriba.

-¿Te gustan las estrellas? - preguntó él, regalándole un beso en la frente.
-No mucho.
-Son bonitas.
-Nunca han llamado mi atención.
-Siempre traen sorpresas.
-Quizás no miro al cielo.
-Tienes suerte porque hoy se ven todas las que existen.
-Eso es mentira.
-Pueden hacer lo que quieras.
-¿Como figuras? Mauri jugaba a unir los puntitos cuando yo era niña.
-Puede ser ¿qué te imaginas?
-Eh ¿"Katy"?

Miguel sonrió y con sus dedos comenzó a trazar en el aire aquella palabra en manuscrita que luego apareció en el cielo.

-¿Es mi nombre? ¿Es magia?
-Tu nombre hecho con estrellas.
-¿Eres ilusionista?
-También te dibujo, observa.

El muchacho movió sus dedos otra vez y un retrato de Katarina Leoncavallo se formó ante los ojos incrédulos de ella.

-¿Dónde aprendiste a hacer eso?
-Siempre lo hago.
-¿Quién te enseñó? ¡Serías un mago famoso!
-No es magia, Katy. Es real.
-Es que no es posible.
-¿Qué es lo que más te gusta ver?
-El farol de mi casa.
-Concedido.

Las estrellas se movían como si danzaran y Miguel plasmó un farol idéntico al de la Calle del Pignater, dejando a su novia boquiabierta.

-¿Estás contenta?
-¡Es hermoso, Miguel!
-Y no es lo único que verás.

Katarina Leoncavallo giró a su costado derecho y se encontró con los ojos de Miguel, que parecían halagarla.

-¿Conoces el polvo de estrellas?
-¿Es otro truco?
-Es lo que cae del cielo.

En Venecia comenzó una fina lluvia con polvo dorado que se amontonaba en las esquinas, cornisas y balcones; que se reflejaba en las ventanas y cubría los canales sin perder su bella luz. La gente comenzó a salir de sus casas, de los bacarí, de los hoteles, constatando que las estrellas parecían estallar y caer sobre ellos de esa forma tranquila. En cualquier rincón había niños jugando, parejas que decidían tomar el paseo, mascotas felices; los fantasmas de Venecia agarraban polvo para hacerle futuras bromas a los vivos y los ángeles de la guarda se alegraban ante tal demostración de poder celestial. Maurizio Leoncavallo, en su ruta lenta hacia Castello, se quedó frente al Canale di Cannaregio, completamente asombrado y por unos momentos, olvidando su tristeza y a Jyri.

Pero ese movimiento era ajeno a la insólita soledad de la fuente seca a dos calles del puerto. Katarina Leoncavallo y Miguel Ángel Louvier también se cubrían del polvo de estrellas e intercambiaban breves caricias en sus mejillas mientras sus ojos se iban cerrando. Él la cubrió con su suéter antes de darle las buenas noches y ella, en agradecimiento, le colocó su cabeza en el pecho, sin evitar sonreír por tan maravilloso instante.

-Soy un arcángel, Katy. Por eso puedo mover las estrellas - susurró Miguel al cabo de un momento y cayó rendido luego de besar a Katarina en la nariz.

lunes, 21 de mayo de 2018

Gwendal, debes saber esto (Gwendal, te amo. Tercera parte)


París.

La noticia sobre Carlota y su victoria en la Murano Cup fue ampliamente difundida en Francia. No había canal que no le dedicara unos minutos ni presentadores de televisión que no le halagaran. Al contrario de lo que el lector podría pensar, el general Andrew Bessette no se hallaba detrás de esta publicidad. No es de extrañar que los franceses amasen tanto a Carlota Liukin que necesitaran verla con frecuencia y se preguntaran a menudo a dónde había ido. En París, su presencia hacía tanta falta que Montparnasse e Ilê de la cité eran deprimentes barrios sin ningún color.

-Yo también la extraño - admitió Judy Becaud desde la barra de su bistro mientras peleaba por no caer rendida de sueño. Tenía poco más de trece semanas de embarazo y su vientre comenzaba a notarse debajo de sus vestidos azul pálido.

-Pero vendrá en noviembre y ya compré mis boletos - le replicó Anton Maizuradze, presumiendo.
-Tamara me invitó, no sé si podré ir.
-Anda con el bostezo.
-La doctora me dijo que es normal.
-Si quieres te ayudo con el servicio.
-Gracias, Anton, pero estaré bien. Ve con tus amigos, les hice pescado.
-¿El frito con almendras?
-Le diré a Cumber que te lo lleve.
-¡Gracias Judy!

La mujer sonrió y bostezó de nueva cuenta antes de ver entrar a varios clientes y contemplar a Gwendal Liukin - Mériguet entre ellos. Era la primera vez que lo veía solo desde que se había enterado de su relación con Viktorya Maizuradze e intrigada, se aproximó a él luego de ordenar la comida de Anton.

-¡Judy! Bonsoir ¿cómo estás?
-Bien, trabajo ¿y tú?
-Toma asiento, por favor.
-Merci... No me has dicho nada.
-Disculpa ... Estoy bien, también trabajo.
-¿En qué?
-En un evento de snowboard en Charmonix; mi socio reporta que avanza rápido.
-Todo lo haces por computadora, lo había olvidado.
-Viva internet.
-¿Gustas ordenar algo? El formule trae minestrone, pescado con almendras y copa de uvas verdes con chantilly.
-¿Puedo tomar el postre? Comí en casa con mi novia.

Judy respiró hondo y llamó a un mesero para pedirle, además de la copa, un vaso grande con agua. Su sonrisa se había borrado.

-¿Cómo está Jean? - siguió Gwendal - Supe que lo contrataron en Le parisien.
-¿Quién te dijo?
-Él cuando lo encontré en la calle ¿no te contó, Judy?
-Tal vez no presté atención.
-Ayer compré ese diario por primera vez en mi vida.
-Seguimos fieles con Le monde en esta familia.
-Creí que coleccionabas la obra de tu marido.
-Me regala los manuscritos originales.
-Eso tiene mucho valor.
-Y ahorro una fortuna en papel.

El mesero volvió con la orden de Judy para alivio de ésta.

-Me da pena usar mi cuchara ¡qué linda copa, Judy!
-Gracias, Gwendal.
-Reconocería cualquier cosa que tú hicieras... Apuesto a que colocaste cada uva con palillos.
-Acomodarlas me tomó tres horas pero dejé macerar las uvas una semana con licor de menta.
-La crema también es de tus recetas.
-¿Qué dices?
-La comí tantas veces en Tell no Tales que me sé su sabor a mantequilla.

La señora Becaud sentía sus mejillas encenderse y sostuvo los dedos de Gwendal entre los suyos espontáneamente.

-Tengo novia.
-Lo sé.
-El teniente Maizuradze me mataría si se entera.
-Gwendal, perdón por el ladrillazo.
-¿Todavía te acuerdas?
-Me volví temporalmente loca.
-Judy...
-Aun no te perdono por lo de Daria.

Gwendal pasó saliva y soltó a Judy.

-Era mi novia - prosiguió él.
-Me ilusioné como una tonta.
-Lo siento.
-¿Por qué hiciste eso?
-¿Hacer qué?
-Acostarte con ella luego de nuestra cita.
-No lo sé.
-¡Gwendal!
-Honestamente, no creí que podrías dejar a Jean.
-Ahora sabemos que lo correcto es que siempre me quede con él.

Gwendal se sintió un poco apenado y puso su rostro más serio.

-Pero ya pasó, tú estás con Viktorya - prosiguió ella.
-Vivimos juntos.
-Supe que es gimnasta.
-Entrena ocho horas.
-¿Es buena?
-Tiene más medallas de las que puedo contar.
-¿Estás enamorado, Gwendal?
-Tal vez.

A Judy no le gustaba la respuesta.

-Es una chica muy agradable - continuó él.
-¿Cómo la conociste?
-En Hammersmith, buscando café en el aeropuerto.
-Tienen poco tiempo, creo.
-Cuatro meses.
-¿No es pronto para que compartan una casa?
-Lo acordamos desde el inicio. Nos necesitamos, parece.

Gwendal sonaba vacilante y Judy lo miraba con la certeza de que había decidido visitarla por curiosidad.

-Me alegro por ti, Viktorya es muy linda.
-Gracias.
-¿Ahora te atas el cabello, Gwendal?
-Por ti, lo desato.
-¡No! Jajajajajaja.
-Te gusta más así.

La señora Becaud se quedó sin habla mientras los rizos de Gwendal se acomodaban y algunos descansaban sobre sus hombros.

-¿Ves? Te agrado más.
-No es cierto, Gwendal.
-Siempre jugaste con mi cabeza.
-Tú sabes que nunca pasó.
-Pero habrías querido.
-Pareces un leoncito.
-Mis admiradoras dicen lo mismo.
-No seas arrogante.
-Te hice reír.
-Gwendal, no te sientas especial.
-¿Por qué no?
-Anton también me alegra el día.
-No es lo mismo.
-Pero es más lindo que tú.

Judy no se sentía en control de la situación por breves segundos. No decidía entre levantarse y dejar a Gwendal o permanecer allí, sin decir gran cosa. Sabía que él se percataba de ese dilema.

-Extrañaba charlar contigo - confesó él.
-Qué bien...
-¿Viste a Carlota?
-¿Qué?
-A Carlota, patinando.
-¡En su competencia! Me alegró que ganara.
-¿Conoces a su coach? Creo haberlo visto en algún lado.
-Fue el que tiró a la Fusar Poli.
-¡Oh, de ahí! Jajajaja, nadie ha olvidado eso.
-No te burles, Gwendal.
-Es que no lo conozco.
-Tamara ha de saber más.
-Mejor paso.
-¿Sucede algo?

Desconcertada primero porque Gwendal cambiara el tono de la conversación y luego por su visible irritación si le mencionaban a Tamara, Judy eligió retomar la conversación con la joven Liukin de excusa.

-Pero Carlota se ve contenta y es lo que importa.
-Haguenauer hizo los programas, Judy.
-¿De verdad?
-La vi entrenar antes de mudarse.
-Quien pudiera ir a Venecia.
-Podemos visitarla en Navidad.
-No podré viajar en esas fechas.
-Un poco antes, entonces.
-No creo que Jean quiera.
-Vamos tú y yo.
-Gwendal, no aceptaré eso.
-¿Por qué no? Tomamos el tren, nos quedamos un día por allá y volvemos.
-¿Sin Viktorya ni Jean?... Olvídalo.

Judy se incorporó con molestia y se apresuró a refugiarse delante de la estufa para recordar que Gwendal era un cretino. Cumber la esperaba con los brazos cruzados.

-Usted terminó con ese idiota.
-Cumber, déjame sola un momento.
-Le recuerdo que Viktorya es mi hermana.

La señora Becaud miró a Cumber con tristeza.

-Lo siento ¡no se repetirá! - aseguró ella.
-Dios santo, va a llorar.
-Es que no esperaba verlo.
-Si tanto le gustaba ese idiota, se hubiera ido con él.
-No puedo confiar en Gwendal.
-¡Entonces, aléjese!
-Cada que lo intento, él se vuelve a acercar.
-Siéntese, señora.
-¿Qué?
-Gwendal es el novio de mi hermana.
-Ya entendí.
-¡Entonces se queda en la silla y si se vuelve a acercar a ese imbécil, me la paga!
-Me espantas.
-La verdad espanta, señora.

Cumber estaba tan molesto que se aproximó a Gwendal enseguida con mal talente. Judy se quedó a espiar desde su silla.

-Hola, Cumber.
-Gwendal, lo pondré así: Eres un imbécil y más te vale no aparecerte por aquí mientras estés con Viktorya. A diferencia del señor Becaud o de mi padre, yo te reviento los sesos... Algo más: Engañas a mi hermana y te juro que sudas sangre antes de que te saque los malditos sesos. Lárgate.
-Por fin ¿reventar o sacar?
-Ambas.
-De acuerdo, me voy. Sólo quiero la cuenta.
-Cortesía de la casa.

Gwendal reconocía cuando una pelea iba en serio y Cumber no jugaba a pesar de no ser particularmente amenazante. Amy, David y Anton permanecían a la distancia, suponiendo que tal encuentro no acababa peor porque estaban presentes. A Cumber no le gustaba enfrentarse a golpes con niños viendo.

Los siguientes días fueron fríos y Judy Becaud realizaba sus compras en el mercado de aves y carnes de la ciudad mientras pensaba seriamente en Gwendal. Aunque no quería, la tentación del "hubiera" la tenía invadida y una mañana, al tomar el metro rumbo a casa, tomó una decisión que se arrepentía de no hacer antes.

Recordando como llegar a la Rue de Solferino, la señora Becaud sorteó una lluvia muy fuerte que la dejó con apariencia de fuente al cabo de unos minutos. Le preocupaba enfermar o tener un accidente porque sus zapatos volvían a jugarle una mala pasada y sentía resbalar mientras corría pero se mantuvo en pie, al menos hasta llegar a la reja siempre abierta de la casa de Viktorya Maizuradze, que acababa de irse sin una razón especial. Judy batalló para despegar sus rodillas del piso y atravesó la entrada hasta una puerta pequeña y cerrada a la que llamó sin saber qué esperar. Sus pies se llenaban del pasto del jardín.

-¿Judy? - se sorprendió Gwendal al abrir.
-Hola, perdón por venir así.
-¿Por qué no llamaste?
-No tengo un teléfono.
-Es cierto... Pasa, no te quedes ahí.
-¡No!
-Te resfriarás.
-Gwendal, he venido a decirte que...
-¿Cómo encontraste esta casa?
-Le pregunté a Anton.
-Disculpa la pregunta.
-Está bien.
-¿Estás segura de que no deseas entrar?
-¡Quiero ir a Venecia contigo!
-¿A dónde?
-¡A Venecia, a Roma, a donde quieras!
-Judy, ven a abrigarte.
-¡Claro! ¡Te he traído un emparedado!

Judy entró en la casa y luego de atravesar el fregadero y la diminuta cocina, apretó a Gwendal con dulzura. Este correspondió besando su mejilla.

-Judy - suspiró él.
-¡Vámonos ahora porque empiezo a arrepentirme y no quiero!
-No puedo, tú tampoco - respondió él, mirándole el vientre.
-¡No me importa! Perderé mi casa en el divorcio de todas formas y yo sé que Cumber y Jean se harán cargo del bistro.
-Yo creo que te estás apresurando.
-¿No hablabas en serio cuando dijiste que iríamos a Venecia?

Gwendal pasó saliva y tomó la mano de ella.

-¿Nunca volveríamos?
-Jamás - declaró Judy en medio de un remordimiento.
-Vika me importa.
-Bien, no te preocupes, me marcho.
-Vámonos.
-¿No estás jugando?
-Tal vez alcancemos un tren directo.
-Estoy empapada.
-Conseguiremos un vestido. Puedes ponerte mi ropa.
-Gracias.
-Se arruinó tu canasta.
-El sándwich ahora es un asco.
-Conseguiremos el desayuno en el tren.

Judy sonrió y corrió a cambiarse mientras él comenzó a realizar algunas llamadas para hallar un hospedaje y tomó su computadora para poder trabajar en Venecia lo más pronto posible. También revisó el bolso de Judy, topándose con que ella había meditado mucho porque su pasaporte estaba protegido por su cartera y también llevaba dinero.

-¿Estás lista?
-Tu camisa me queda grande y tu suéter parece un batón.
-Te ves linda.
-¿Qué crees que piense Viktoriya?
-¿Qué crees que piense Jean?
-Me retractaré si no nos marchamos ahora.
-No volveré a dejarte ir.

Gwendal estrechó a Judy y besó sus labios coral por primera vez, conmoviendo a esta y sujetando su mano para hacerla sentir segura. Judy lo siguió de inmediato, olvidando la evidencia en la casa y abordando un taxi rumbo a Gare de Lyon. El tren directo a Venecia salió con ambos a las ocho de la mañana.

La tardanza de Judy no ocupó a nadie hasta las diez, cuando Cumber se vio obligado a abrir la puerta del bistro y notar que los ingredientes del menú estaban incompletos. Llamó a Judy Becaud por el edificio y preguntó en la Rue de Poinsettia si alguien la había visto. Tentado de llamar a Jean Becaud y preguntar, Cumber optó por recorrer algunos centros gastronómicos cercanos en París sin resultados y cuando creyó que sucedía algo grave, dio con la respuesta de un vendedor de pollo en el mercado de aves, indicándole que la señora Becaud se había presentado a las siete de la mañana y en lugar de llevarse una mercancía encargada, había comprado un sándwich y se había ido a toda prisa corriendo en la lluvia.

-¿Pasó algo más mientras estaba aquí? - inquirió Cumber.
-Se veía nerviosa, supongo que por el bebé.
-¿No traía un paraguas?
-Lo dejó aquí ¿le ha ocurrido algo?
-A lo mejor fue al médico.
-Oye ¿van a querer el pollo?
-¿Podría apartarlo para mañana?
-Como quieran.

Cumber se hallaba confundido y en su cabeza no había algún recuerdo que resaltara por su rareza. Quiso seguir buscando e incluso tenía esperanza de que ella volviera a casa pero la llamada de Vika le aclaró las cosas.

-Cálmate, no puedo hablar con una histérica.... ¿Cómo que Gwendal se fue? Gobiérnate... ¿Encontraste qué? ¿un sándwich?.... ¿Vestido de flores naranjas y ballerinas? ¿En el piso?... ¿El imbécil se llevó la computadora? ¿Su amigo te preguntó por ...? ¿Hospedaje en Venecia? ¿No encuentra lugar?... Voy a verte... ¿Cómo que fuiste al bistro? No hemos abierto ¿creíste que ese idiota nos había ido a visitar?

Cuando el chico oyó "es que el vestido tiene bordado "Judy" en la etiqueta", lo único que ideó fue reunirse con Viktorya en Gare de Lyon y pedirle que llevara los papeles que le ocultaba a Gwendal mientras buscaba el momento oportuno de mostrárselos.  Ni Judy ni Gwendal iban a reírse de los Maizuradze.

Más tarde, Judy Becaud disfrutaba las vistas de Italia y se preguntaba por qué a Gwendal le gustaban los trenes rápidos. Quizás por ese encanto de primera clase que ella apenas conocía. En la boutique del vagón siete, ambos habían encontrado un lindo vestido rojo de botones al frente y cuello de muñeca junto a un sombrero que ella lució enseguida mientras él le contaba sus planes: Dar un paseo en góndola, visitar la Piazza di San Marco, comer algunos bocadillos en el Caffè Florian y pasar la noche en el hotel Canada Venezia junto al Ponte di Rialto. Luego habría tiempo de buscar a Ricardo Liukin y de rentar algún lugar pequeño para empezar a establecerse. Todo parecía más fácil que en un sueño y con Gwendal se antojaba tan real que la señora Becaud olvidó su gran culpa por un momento y al dar las trece horas, descendió ilusionada con lo que seguiría. La estación de Santa Lucia estaba llena de turistas que iban y venían, de columnas doradas y el techo pintado a mano. Al salir, el Canale di Cannaregio la dejó sin habla y caminar hacia la derecha en búsqueda de un gondolero amable prácticamente la hacía llorar. A donde volteara, Venecia parecía un cuadro en el que la gente se había metido a vivir y se preguntó si los Liukin habían sentido lo mismo. Cuando su góndola zarpó rumbo al Gran Canale, comenzó a oír canciones populares y sentir el romance en todo su esplendor. Gwendal, no obstante, prefería observarla a ella y decirle cosas como "ahí es Ghetto Vecchio" o "creo que ese es un Palazzo" aunque lo ignorara. Estaban tan distraídos que no repararon en que Carlota, Tamara, Haguenauer y algunas personas más pasaban junto a ellos a la altura de San Geremia con dirección a la estación del ferrocarril. Tampoco se dieron cuenta de que Adrien Liukin parecía reconocerlos desde Calle Priuli Ai Cavaletti. El ensueño era tan grande, que nada podía impedirles disfrutar su primer día juntos.

Pasaron dos horas y otro tren veloz, proveniente de París y que había hecho escala en Turín arribó al hangar de Santa Lucia. De él saltaron Vika y Cumber abruptamente y corrieron rumbo a la calle, no sin evitar que Carlota Liukin advirtiera de ellos y no resistiera el querer saludarlos.

-¡Vika! ¿Cómo has estado?
-Bien ¿estás llorando?
-Es un día difícil.
-También el mío.
-Trajiste a tu hermano.
-¿No viste pasar a Gwendal?
-¿Gwendal vino a Venecia?
-¿No has sabido nada?
-Él no sabe que vivo aquí.
-Tu amiga Judy le dijo y al parecer vinieron juntos.

Tamara Didier, que escuchaba atenta, se abstuvo de mencionar cualquier cosa y pensó "¿Judy con Gwendal?" sin intentar imaginarse algo. Bastaban la desesperación de Vika y el mal talante de su hermano para creer a ciegas de qué se trataba aquello y deseó que la señora Becaud no fuese capaz.

-Nos hospedamos en el hotel Florida, si necesitas quedarte en un lugar - prosiguió Carlota.
-Sé que Gwendal los buscará - afirmó Viktorya.
-Puedes quedarte a esperarlo ahí.
-Me urge encontrarlo ¿crees que haya ido a otro hotel?
-Tal vez haya ido a San Marco, es el primer lugar a donde todos queremos ir.
-¿De verdad?
-Es en serio, puedes tomar el vaporetto en San Geremia, no está muy lejos.
-¿El qué?
-Un bote.
-¡Vika, olvídalo! Llamé al primo Novak - intervino Cumber - Él nos lleva a donde se nos pegue la gana.
-¿Tienen un primo en la ciudad? - curioseó Carlota sin obtener respuesta. Vika alcanzó a decirle "adiós" y se alejó corriendo junto a su hermano.

Mientras tanto, Judy Becaud y Gwendal Liukin contemplaban San Marco desde la comodidad del interior del Caffe Florian, en una sala de paredes doradas y varios espejos. El bullicio, la cotidianeidad, quedaban afuera, con los turistas que deseaban entrar y por el cargo extra preferían la mesa exterior que era más barata. Por ello, la pareja en fuga disfrutaba su soledad y ella había perdido la cuenta de los besos en los labios, en las mejillas, o en su nariz; las veces que él aspiró su perfume o contemplaba sus manos como si quisiera decirle el futuro. 

-Es muy aburrido.
-Quizás falte algo aquí dentro.
-¿Qué podría ser, Judy?
-Una ventana más grande y una música más alegre.
-Pero podemos hablar.
-He pensado que podríamos abrir un bistro aquí. Mi sopa de tomate sería un éxito.
-Tendríamos una dura competencia.
-Entre tantos bocadillos encontrar alguien que alimente, le encantará a Venecia.
-O podríamos invertir en tus postres.
-¿No te gustó el pastel de queso?
-No supera el tuyo.
-Tampoco la tarta de limón.
-Judy ¿te divorciarás?
-Jean... Jean no me quiere, la decisión me resulta fácil ahora.
-¿Quieres que nos casemos luego?
-Sería hermoso, Gwendal.
-Tendremos familia desde el inicio.
-En veintiséis semanas serás papá.
-Jean querrá ver a los niños.
-Dudo que le interesen. David sigue dándole igual y viven juntos.
-Entonces habrá unos nuevos gemelitos Liukin.
-¿Por qué no nos atrevimos antes?
-Quizás encontramos el lugar perfecto hasta hoy.

Ella sonreía mientras sus nuevas convicciones, poco a poco, comenzaban a ponerla insegura. Al acabarse el postre, lo primero que pensó fue "¿qué le estará dando de comer Jean a David y a Amy"? y en el recibo de luz que a lo mejor habían olvidado o tirado. Gwendal no lo advertía pero ella pronto observó su pulsera con una cruz y pidió que Dios le diera una señal. Ella, que había creído en el amor eterno, en los matrimonios duraderos, en la fidelidad absoluta y la sinceridad frontal, era la misma que había optado por escaparse, por intentar ser feliz con un hombre distinto. Para una religiosa convencida, eso es dar un paso en el que no se sabe si es para retroceder o avanzar. Quizás por ello, cuando la visita al Florian acabó, caminó por el barrio San Marco sin decir nada, acaso sonriendo con el viento que agitaba la melena de Gwendal en las callecitas que iban encontrando y en los canales diminutos que se logran ver apenas porque no hay puentes ni banquetas. El paseo los llevó hasta la gelateria "Il dolce d'oro" mientras esquivaban a una multitud y luego de ver la filmación del frente, se toparon con Tennant en la entrada. En el negocio no habían clientes.

-¡Judy!
-Hola, Tennant. Gustosa de verte ¿cómo has estado? ¿Trabajas aquí?
-Estoy desempleado pero cubro al señor Ricardo en lo que vuelve del tren.
-¿Él siempre está aquí?
-¿Quieres probar su sorbete de fresas?
-Estaría encantada.
-Enseguida... Hola Gwendal.

Que Tennant fuera tan distante con Gwendal tal vez era el signo que Judy esperaba e ingresó en la gelateria con un gesto que delataba su confusión.

-¿Pendientes en casa? - prosiguió Tennant, ya en el mostrador.
-Es que vine por ustedes.
-Ajá ¿rodaja de limón?
-Por favor.
-¿Estuviste turisteando?
-¿Se nota?
-Nunca te había visto con Gwendal.
-Él y yo...
-Se gustan, cualquiera se da cuenta. Dejaste a tu marido y no quieres arrepentirte pero esa pulsera ya te dejó una marca.
-¿Hago bien?
-¿Cómo saberlo?
-Gwendal y yo hemos hecho planes o algo así.
-No sueñes.
-¿Mmh?
-Siéntate y quédate en blanco. Es malo pensar cuando se toma una decisión tan fuerte.
-Ay, Dios. Jean es capaz de alimentar a los niños con cereal.
-Precisamente por eso apaga el cerebro. Te fuiste, no hay vuelta atrás ¿o sí?

Tennant sirvió a la señora Becaud su ración de sorbete y por su experiencia de cantinero, sabía que ella buscaba un pretexto para no regresar y otro más para hacerlo. No esperó mucho para recibir su propia señal.

En el lado opuesto de la calle, Vika y Cumber parecían pelear porque su primo Novak no se hallaba en la ciudad y en su lugar, su prima Viktorette los había despachado sin contemplaciones. Desesperados ambos por no saber donde buscar y por no entender el idioma, se veían así mismos extraviados y deshidratados hasta que Cumber volteó y reconoció a Gwendal fumando en la puerta de "Il dolce d'oro". Para no perder el tiempo, él y su hermana se arrojaron al canal en lugar de correr al puente y el mismo Gwendal les ayudó a salir aunque la reacción de Vika fue la de llorar sin poder decir nada.

-¡Te lo advertí, imbécil! - se lanzó Cumber atacante y un veloz Tennant lo detuvo apenas.

-Si lo vas a matar, que no sea aquí - sentenció Tennant y el otro chico llamó a Judy en el acto.

-¡Señora Judy! ¿No va a darnos la cara? ¡Ya nos tomó por idiotas! ¡Tenga el valor de aceptarlo enfrente de nosotros!

La señora Becaud no tenía ánimos pero se dio valor y se aproximó a Cumber con la cabeza baja.

-Le pedí respeto por mi hermana.
-Cumber no tengo palabras...
-No tiene vergüenza.
-No seas tan duro.
-¿No? ¡Mi hermana esta triste por culpa de ustedes dos, señora!
-Vika, lo siento mucho.
-Le dije que me la iba a pagar.
-Cumber...
-¡Vika! ¿Por qué no hablas con el imbécil de tu novio? A lo mejor estos papeles le dan una lección.

El chico extendió un sobre de plástico a su hermana y esta, con la lengua paralizada, lo sostuvo para luego apartar a Gwendal hacia la esquina. Judy se quedó a la expectativa y Tennant en silencio.

Los ojos de Vika reflejaban, no tristeza, sino temor. Anhelaba expresar que amaba a Gwendal pero el secreto en los papeles era más importante y por las consecuencias, no quería dárselos ¿Él huiría o golpearía su rostro, se derrumbaría o se tiraría al Gran Canale después de una comprensible borrachera? ¿Gritaría o entraría en negación? Él ya tenía cara de pánico con el sobre.

-¿Son los resultados que le pedimos a tu padre?
-Llegaron hace unas semanas, Gwendal.
-¿Por qué no me los diste?
-¡Porque tengo miedo!
-¿No fue sólo una prueba?
-Ayer llegó una extra y te la escondí, perdón.
-Al diablo, quiero saber.
-¡No te portes así!

Gwendal abrió el sobre y sacó el contenido para buscar los últimos párrafos.

-¿Probabilidad de 99%?
-Cálmate - suplicó Vika.
-No es lógico ¿se equivocaron?
-Hicieron cada prueba tres veces. Mi papá perdió todos sus favores en el ejército con esto.
-Si Lorenzo es... Entonces yo soy...
-¿Vas a decirle a Judy quien es su padre?
-¡Vika!

Gwendal apretó a la joven con fuerza y comenzó a suplicarle disculpas de rodillas, a besarla, a prometerle que no le fallaría otra vez. Judy en su lugar sintió como si le clavaran un cuchillo y Tennant y Cumber la sostuvieron para evitarle el desmayo.

-Vayamos a casa, señora. Esta aventura tiene punto final - dijo Cumber y la deshecha Judy lo siguió de nuevo hasta la estación del tren. El asombrado Tennant prefirió ya no ver aquella situación tan penosa.

El tren rápido de Venecia a París había partido a las cuatro y el de las cinco era de marcha lenta, lo que aseguraba que Judy Becaud pasaría un día entero fuera de casa. Las mismas personas que se hallaban en la estación de Santa Lucia se habían ido, los vagones se antojaban semivacíos.

-¿Esa era tu venganza, Cumber? - murmuró.
-No me quejo... Salió mejor de lo esperado.
-¿Sabías que Gwendal volvería con Vika si la tenía enfrente?
-Me da pena por usted pero el imbécil no va a cambiar.
-¿Por qué le permites estar con tu hermana?
-Porque la necesita y la ama.
-Cumber...
-Me enteré de lo que le hizo Gwendal a usted la primera vez.
-¿Qué supiste?
-Odio mi memoria porque se queda hasta lo que no me gusta.
-Dime.
-Gwendal la enamoró, tuvieron una cita increíble y durmió con otra que también era su novia ¿se da cuenta?
-¡Quiero llegar a casa!
-Gwendal no la quiere.
-¡Cállate!
-Jean Becaud será un cretino pero no la abandona así.
-No digas nada.
-Afróntelo. Cuando fueron pobres, el señor Becaud nunca se permitió que usted durmiera en la calle o dejara de comer y falsificó su firma para darle un lugar donde vivir. No le agradan los niños pero basta con que usted reciba a David y Amy para que él los deje pasar y con su embarazo...
-No desea a los gemelos.
-Pero está arreglándoles la habitación.
-¡No lo quería abandonar!
-Gwendal sólo buscaba una admiradora y la trató como tal. Adivinaré: ¿Besos, palabras bonitas, abrazos y mimos? ¿Ilusiones que parecen sencillas? Predecible. Bien, yo no sé si Jean Becaud la ama pero la diferencia es que piensa en usted ¿Le lleva el desayuno a la cama cada viernes? Aunque discutan, él no falla con eso ¿Flores cada jueves? Sin falta ¿Ir a misa el domingo aunque se duerma? Adelante ¿Quiere ir a algún lugar? No la detiene ni pregunta y no empezará mañana.

Judy traía el arrepentimiento oprimiéndole el pecho y deseaba arrancarse el vestido para no traer nada de Gwendal consigo. Se sentía humillada y comenzó a rezar como penitente mientras Cumber ideaba una historia qué contar si su jefe sentía que necesitaba explicaciones. El retorno a París tendría escalas en Mónaco y en Niza y por tanto, existía mucho tiempo para inventarla. Casi podía ver a Judy siendo amorosa y relatando una fallida visita a Venecia con un souvenir y un botón de la gelateria "Il dolce d'oro" mientras su marido disimulaba la desconfianza.

miércoles, 16 de mayo de 2018

El duelo por quien se ha ido.


4:30 am.

-Jyri! Dov'è? - preguntó Maurizio Leoncavallo cuando una de las hermanas de Jyri Cassavettes salía del Ospedale Maggiore di Milano. La mujer le tocó el rostro.

-Lei non poteva più aspettarti.
-¿Qué ocurrió? ¡Ayer en la mañana estaba bien!
-Tuvo un paro.
-Debí venir antes.
-Te llamamos porque Jyri nos lo pidió pero no te engañes. Ella nunca quiso que la vieras y por favor, no te presentes en el funeral.

Maurizio Leoncavallo miró al suelo y su primo, Maurizio Maragaglio, sólo atinó a colocarle una mano en el hombro que se transformó poco después en un abrazo. Leoncavallo sólo podía llorar mientras trataba de no culparse ni lamentarse. Jyri Cassavettes se habría arrojado al vacío si él hubiese insistido en quedarse, esa era realidad comprobada. Quizás aquello también logró motivarla a escribir torpemente el nombre de Maurizio Leoncavallo, para hacerlo llegar cuando no hubiera remedio y entendiera que la insistencia de preguntar por ella paraba de golpe. El Diablo tenía razón cuando afirmaba que el amor de Leoncavallo por Cassavettes era inagotable; el de Jyri por él en cambio, a fuerza de silencio, se acabó.

La memoria de aquel día cruel en Milán, siete años atrás, fue una repetición infinita en la mente de la mujer mientras su agonía se concretaba junto a su determinación de llevarse el secreto sobre la persona causante de su sufrimiento. Jyri Cassavettes anheló pensar "Katarina, ganaste" en su último respiro y reconoció que no se había enfrentado a una hermana celosa, sino a una mujer enamorada jugándose la última carta.

-Nunca debí irme - se lamentó Maurizio Leoncavallo.
-Mauri, lo siento - respondió Maragaglio.
-¡Abandoné a Jyri aquí!
-Ella te echó y seguiste con tu vida.

A Maurizio Maragaglio tampoco le sentaba bien aquella noticia y se colocó junto a su primo cuando a este le dio por cubrirse la cara y sollozar en silencio, como si no quisiera molestar a nadie. En el fondo, Maragaglio se preguntó si alguna vez ambos habían podido hacer más por Jyri y luego pensó en su prima Katarina.

-Volvamos a casa.
-¡Necesito ver a Jyri!
-Mauri, no somos bienvenidos - reiteró Maragaglio.
-Ella me hizo tomar el tren.
-Llegamos tarde.
-Si no me quisiera cerca...
-¿Cómo le dirás a Katy?
-¡Por Dios, Katy!
-Tranquilo, yo me encargo.
-No sé si ella pueda con esto.
-No fue su culpa, Mauri.
-Si no se hubiera escapado...
-¿Cómo iba Katarina a saber que Jyri tendría ese accidente? Reclámame a mí porque no arreglé a tiempo la luz pero no a tu hermana que fue a comprar un gelato a escondidas.

Y vinieron más memorias: Katarina y Jyri nadando juntas en el lago de Como, la propia Jyri obsequiándole a la entonces niña un brazalete de la amistad, una práctica juntas en la que Katy había deslumbrado con sus saltos y por derrotar en el hockey a su primo. Todo esfumado en el primer día de otoño, cuando la señorita Cassavettes se ofreció a cuidar a Katarina y ésta última, enredada y devastada por su enamoramiento apasionado de Maurizio Leoncavallo, fingió esconderse en el sótano para luego saltar encima de su cuñada y amenazarla con hacerle daño si no se alejaba de él. Bastó con que Jyri Cassavettes le recordara que ese hombre era su hermano para que Katarina le arrojara una vela al cabello sin querer. La pequeña Leoncavallo trató de apagar la llama hasta que se le atravesó por la mente que perdería a Maurizio si llegaba a enterarse de ese incidente. Siendo incapaz de soportarlo, prendió fuego al vestido de la indefensa Jyri, que gritó desesperada por una ayuda que arribó a destiempo. La aterrada niña Leoncavallo huyó rumbo a una gelateria a un par de calles de distancia y aquello le permitió contar con testigos y pruebas de su ausencia en la escena. La policía fabricó la historia del accidente al ver el recibo que el local le había dado a la pequeña e irónicamente, ella jamás tuvo que abrir la boca para que los demás creyeran que se había ido de casa sin avisar.

-Sé que has amado a Jyri todo este tiempo - mencionó Maragaglio a su primo - Estaría orgullosa de ti y de Katy.
-Íbamos a estar juntos en Moscú.
-Todos lo sabemos.
-¿Qué pasará ahora?
-Mauri no me digas algo así que te parto la cara ¿Qué hay de Karin? ¿Tu trabajo? ¿Carlota Liukin?
-¡Discutí con Katy ayer! ¿Qué hice?
-Tienes muchas cosas que atender. Vámonos.
-Tuve una pelea con mi hermana porque le di los mejores programas a una extraña.
-¿De qué estás hablando?
-Es increíble ¡le di a Carlota Liukin la rutina de su vida y desprecié a Katy!
-¿Estás bien?
-Todo pasó porque Carlota me recuerda a Jyri.
-Yo te mato.
-¡También la acepté como mi alumna por esa razón! ¿En qué estaba pensando? ¡No me di cuenta!

Maurizio Maragaglio no se reprimió y golpeó a su primo en el rostro porque no podía concebir lo que oía. Maurizio Leoncavallo en contraste, agradeció que lo centrara nuevamente. Ni Carlota era Jyri ni había subestimado a Katy; sólo buscaba algo de qué aferrarse para no sentir que había abandonado a una mujer que amaba mientras se arrepentía de pelear con su hermana y ser impertinente con su primo.

No obstante, en Venecia no hubo novedades durante horas, permitiéndole a Katarina Leoncavallo presentarse a su entrenamiento con un Romain Haguenauer que no imaginaba por qué había accedido a dirigirla por la mañana. Para sorpresa suya, la señorita Leoncavallo lo obedecía sin objeciones, sin malas caras, sin altanería. Empeñada en aprenderse "Black Swan" antes de la llegada de su hermano, Katarina ni siquiera mencionaba palabra alguna y resistía atender su celular para no transmitirle a nadie su ansiedad.

-No puedo creer que la araña desgraciada y Katarina Leoncavallo sean la misma persona - reflexionó Haguenauer al mediodía y a petición de ella, accedió a hacerle practicar horas extra, aunque ello implicara que se enterara de otra sorpresa que le tenían a Carlota Liukin.

-¡Hola, Romain! - exclamó una voz femenina caprichosa y los alumnos de Maurizio Leoncavallo pararon sus actividades enseguida, boquiabiertos por la visita.

-¡Tamara! - exclamó Haguenauer en medio de un abrazo.
-Leoncavallo me llamó ayer ¿dónde está Liukin? Ya la quiero torturar.
-No tarda en llegar, la dejan descansar un poco porque la metieron al equipo de hockey sobre pasto en la escuela.
-¿Es una come hierbas ahora?
-Jajaja, la volvieron.
-Cuánto ha cambiado.
-Sí.
-¿Quiénes son estos raritos?
-¡Tamara!
-No los conozco.
-Cecilia Torn y Jussiville Partanen y Juulia Toivonen y Matthias Versluis de danza y la señorita Katari...
-A esa sí la tengo en la cabeza.

Sin protocolos ni saludos, Tamara Didier se aproximó a Katarina Leoncavallo y la sujetó del cuello, sin dejarla tomar aire.

-Vuelves a tocar a Carlota Liukin y quien va a terminar recibiendo la paliza que la deje muerta será la maldita araña que tengo agarrada.

Tamara soltó a aquella chica con agresividad y chocó manos con Haguenauer.

-Nos la debías, Leoncavallo - añadió él. Katarina tosió un poco mientras sentía vergüenza frente a los estudiantes de su hermano, que nunca lograron ponerla en su lugar. A Tamara tampoco le impresionaba otra mujer que no tuviera miedo de los golpes y entonces tomó el mando.

-¡Los de danza! ¡A marcar patrones latinos! ¡Araña Leoncavallo te quiero repasando tu coreografía! ¡Nadie pierde el tiempo en mi clase!

Haguenauer se reía y la señorita Leoncavallo procedió a hacer lo ordenado mientras miraba en el reloj la hora que marcaba la llegada de Carlota Liukin con su vestido oscuro de tenista y sus mallas negras con bordado de rombos. El personal estaba encantado con ella y los chicos de danza la miraban como si tuvieran enfrente a una celebridad. Carlota iba acompañada por su padre.

-¡Tamara! ¡Me da tanto gusto verte! - saludó Ricardo Liukin y su hija corrió hasta el borde de la pista para estrecharla.

-¡Vine a hacerte llorar, Liukin!
-¿Me vas a ayudar hoy?
-Nunca pierdo una oportunidad para molestarte, niña.
-Ay, Tamara.
-Agradécele a Maurizio Leoncavallo ¿a mí qué?
-No he sabido nada de él.
-Ni yo.
-Katarina siempre se va a la una ¿tiene doble sesión?
-Decidí que está castigada.
-¿Qué?
-La próxima vez que se meta contigo, la tiraré por la escalera.
-¿No hablas en serio?
-A calentar, Liukin. Tú y yo vamos a montar los saltos de "Anna Karenina".
-Shhhh, Haguenauer no sabe.
-Entiendo, apresúrate.
-Gracias por guardar el secreto.
-Oye, si Maurizio te dio una mejor rutina que a Katarina, es que algo hiciste muy bien.
-¿Tú crees?
-¿Viste el "Black Swan" de su hermana? Parece que está danzando un pato.
-¡Qué burlona eres, Tamara!... Creí que nada más yo lo notaba.
-¿Y quién es la burlona desde el inicio?

Carlota rió sin malicia e inició su trabajo mientras sus co equiperos se preguntaban si podrían hablarle. Ella vagamente sabía quiénes eran.

-¡Tamara! Al fin puedo verte - mencionó Ricardo Liukin mientras tanto. Ella lo apretó fuertemente.

-¿Venecia? Muy refinado para un Liukin.
-¿Dónde te habías metido, mujer?
-Estuve en París.
-¿Me dirás qué hiciste?
-Hablé con los federativos, conseguí un abogado competente y Maurizio Leoncavallo me contactó para pedirme referencias de Carlota.
-Oh, algo supe al respecto.
-Me preocupa la calidad del coach.
-La señorita Leoncavallo es un éxito.
-Maurizio es un desastre ¿sabes?
-Pero controla a Carlota y qué felicidad.

Tamara y Ricardo no podían continuar conversando y Haguenauer decidió que retomaría su sesión con Katarina, misma que no lograba concretar todos los pasos de su esquema coreográfico e improvisaba sin ocultar su frustración.

-Diremos lo que sea pero la araña se esfuerza más que Carlota - comentó Haguenauer.
-¿"Black swan"?
-Ni siquiera yo lo entiendo, Tamara.
-Katarina nunca ha podido con el ballet.
-Leoncavallo se volvió loco.
-La ejecución de la secuencia de pasos es pobre.
-¿Quieres que la ayudemos?
-Tú lo harás.
-¿En qué vas a trabajar?
-Los saltos de Carlota.
-¿Maurizio te habló de ese asunto?
-Ella se volvió a caer en un programa libre.
-Arréglalo.
-Sólo dame cinco minutos.

El calentamiento de Carlota continuaba en medio de miradas de admiración y la sonrisa de su padre cuando esta reparó en que el teléfono de la señorita Leoncavallo tenía un timbre muy molesto que no paraba de reproducirse ni de percibirse a pesar de que la música de Torn y Partanen era muy fuerte y de que las pequeñas del grupo de novice solían ser ruidosas. Quizás lo sucedido en la cena le producía un deja vú que la volvía más atenta o sólo eran sus ansias de saber de su coach pero al recibir la instrucción de entrar a la pista, Carlota se acercó a Katarina aun con el riesgo de confrontarse a ésta.

-¿Podrías apagar tu celular o contestar? Me duelen los oídos.
-Tengo prohibido agarrarlo cuando estoy en práctica.
-¿Por eso lo tengo que aguantar?
-Me ayuda a no distraerme.
-Apágalo.
-Mejor ocúpate de tus cosas.
-¿Y si el que llama es Maurizio? Fuera de reclamos, a la única que le avisa que hace es a ti.
-¿Por qué me dices eso?
-Le pregunté a Karin por él y no han hablado.
-Mauri no me dirige la palabra.

Katarina miró a Carlota como si quisiera decirle "¿estás segura? ¿es Mauri?" y contrario a su sentido de disciplina, salió del hielo sin saber que esperar.

-¡Liukin! ¿Puedes decirme que sucede? - procedió Tamara a susurrar.
-Maurizio está en Milán.
-¿Él te preocupa? Eso es nuevo.
-Es que ayer estuve en su casa y de repente se fue.
-¿Tiene algo que ver con la araña Katarina?
-Supongo, no lo sé.
-Esto no pinta bien.
-¿Qué?
-¿Maurizio dijo algo antes de salir?
-"Jyri"
-¿Escuchaste bien?
-Sí ¿por qué?

Tamara hizo que Haguenauer se acercara en seguida y los tres observaron en vilo a Katarina Leoncavallo, que después de vacilar, se apartó un poco y respondió a su hermano. Los instantes siguientes fueron desconcertantes porque aquella joven palideció y se derrumbó de espaldas a una pared que le impedía terminar totalmente en el piso.

-Liukin, te aviso que esto es grave - anunció Tamara y Carlota, anticipándose porque no se le ocurría otra cosa, juntó a sus compañeros de danza. Haguenauer iba aproximándose a Katarina Leoncavallo pero a él también se le contactó y su reacción lo empujó a abrazar a la propia Tamara.

-Jyri Cassavettes murió.... Mi amiga murió - se lamentó él y Tamara soltó a llorar. Carlota y sus compañeros se congelaron porque reconocían a Cassavettes; Torn y Partanen miraban sus videos; Carlota la admiraba mucho y Toivonen y Versluis habían empezado a patinar juntos por imitarla.

-¿Es real? - inquirió Carlota.
-Nada está bien - dijo Tamara bruscamente.
-¿Por eso llamaron a Maurizio ayer?
-¿No lo sabes, Liukin? ¡Jyri era la novia de Maurizio!
-Ay Dios.
-¡Nadie le tiene fe a ese idiota pero ella creía en él!
-Tamara....
-Me abrazó cuando me quedé fuera del podium en Lillenhammer, fue la primera alumna de Romain.
-Lo lamento.
-Katarina debe estar destrozada.
-¿Por qué?
-¿Nunca te enteras de nada, Liukin?

Carlota no supo por qué pero tomó de la mano a sus compañeros de equipo.

-Jyri se quemó en la casa de Maurizio en Milán cuando estaba cuidando a Katarina.
-No es cierto.
-Katarina se salió sin permiso por un helado y Jyri se accidentó buscándola en el sótano.

Los estudiantes de Maurizio Leoncavallo se atisbaron entre sí y Carlota Liukin no pudo contener el llanto al contemplar de nuevo a Katarina con el talante extraviado y su horrorizada mirada. Nadie se atrevía a imaginarse su culpa.

jueves, 10 de mayo de 2018

Una familia partigiana


El primer entrenamiento de Carlota Liukin sobre "Anna Karenina" fue el más agotador que tendría en la vida. Si Maurizio Leoncavallo le ordenaba un elemento, ella lo realizaba al instante y repetía secuencias interminables hasta que no le era posible olvidar. Para marcar las transiciones, Maurizio mismo se metía a la pista y las realizaba, invitando a la imitación inmediata y al montar la secuencia de pasos, Carlota fue corregida más de una vez. El coach tocaba sus hombros, alineaba su cintura e incluso, le establecía un patrón de vals mientras "bailaba" con ella. Si Maurizio Leoncavallo no hubiese dedicado sus torpes pies a la danza, la joven Liukin seguramente habría tomado a mal el contacto. Él sólo conocía esas dinámicas de entrenamiento y al menos, conseguía concretar la mitad del programa con cierta minuciosidad.

-Un combo flip-toe más y nos vamos, son las ocho - dijo Leoncavallo y Carlota ajustó el arnés que se había puesto para poder saltar correctamente. Maurizio cumplía su advertencia de insistir con el flip.

-¡Excelente! Seguiremos trabajando fuerte hasta que no falles.
-¿Katarina hace lo mismo a diario?
-Por eso gana.
-Sudan mis ojos.
-Falta montar cinco saltos y dos spins. No te haré soltar el arnés.
-¡Me va a dar el ataque!
-Carlota, deberías estar acostumbrada a usarlo.
-Tamara nunca me lo puso.
-¿Estás jugando?
-Me hacía escuchar como crujía el hielo para saber si el filo era correcto o me iba a caer. Tengo un montón de CDs con caídas, stumbles, two foot landings y step outs.
-¿Qué clase de cosas hizo contigo?
-Tengo tus accidentes grabados.
-¿Hablas en serio?
-Tus patines rechinaban cuando te caíste en Salt Lake y cuando tiraste a Bárbara Fusar Poli en Turín...
-Me dejaste sin palabras.
-Todavía no lo domino pero así practicaba.
-Mejor ve a cambiarte, te espero.
-De acuerdo y disculpa.
-Luego hablamos.

Carlota corrió al vestidor y Maurizio fue al suyo sin imaginarse media escena de lo que Tamara Didier solía instruir en su ex alumna. La joven Liukin tenía una ejecución admirable pero era inconcebible que los sonidos fueran la clave.

Por otro lado, Maurizio tampoco lograba sacarse de la cabeza a Katarina. El entrenamiento matutino había sido "normal" pese al desacuerdo por "Black Swan" pero verla tan triste lo desconcertaba porque jamás había querido molestarla. Carlota Liukin necesitaba demostrar que era superior a las patinadoras junior, al mismo tiempo que Katarina requería consolidarse ante el jurado. Las recomendaciones en los protocolos lo insinuaban así; Katarina era refrescante y entretenida pero ¿qué tal le caería presentar un clásico? y Carlota era un encanto ¿qué sucedería si se incrementaba su dificultad? Mientras a una le decían que fuera delicada, a la otra le pedían no contenerse ¿Por qué ninguna de las dos lo quería entender? Salvo la joven Liukin que parecía conforme porque sus rutinas serían bonitas (eso era lo único que le preocupaba), a Katarina nunca lograría convencerla. Ante la mirada de ella, a la chica nueva le daban lo más interesante y emocionante.

-Lo siento, Katy. Sé lo que hago - susurró Maurizio para sí mismo mientras reparaba en que había sudado demasiado y parecía cabecear finalmente ¿Se había contagiado de la pequeña gripe que su hermana había tenido el sábado o era el efecto de una sesión muy pesada? Tal vez ambas porque en la regadera podía sentir el fastidio de una nariz irritada y su espalda le dolía un poco. Gracias a ello, no se percató de su tardanza hasta que pudo vestirse y colgar de su abrigo la estrella bordada que le había dado su abuelo hacía diez años, durante su último cumpleaños con la familia.

-"¿Qué pensarías de nosotros si hubiéramos dejado Milano cuando vivías, nonno?" - pensó en voz alta y volvió a la pista a quedarse mudo. Carlota Liukin llevaba veinte minutos esperándolo y se veía tan linda que lamentó tropezarse al dar un paso hacia ella porque significó cambiarle el gesto serio por uno alegre y escuchar su voz que pronunciaba un "cuidado" con el que ahogaba su risa.

-No pasó nada.
-¿Te lastimaste?
-Estoy bien.
-Levántate, Maurizio. Te ayudo.
-Grazie, jajaja, non mi sento bene.
-Se nota.

Pero al ponerse en pie, Maurizio se topó de nuevo con los ojos verdes de la chica, retrocediendo un poco para volver a fingir que ese detalle no importaba. De todas formas, con su vestido rosa de dos piezas Carlota impresionaba y se volvía más entendible cada temor de su padre.

-¿Vamos tarde? - consultó ella.
-Es mi culpa.
-Llamé a Geronimo, de seguro está afuera.
-Tu amigo me trajo en la mañana.
-Nos llevará tan rápido a la cena que querrás que se te aparezca diario.
-O me levantaré más temprano para evitarlo.

Aquella última frase hizo que ella riera y era imposible no compartir su sentido del humor. Al exterior Geronimo se preguntaba qué la ponía tan alegre porque no era la primera vez que la contemplaba en una escena así.

-Mia principessa Carlota! Benvenuta come sempre, bella come tutti i giorni ¡Qué vestido tan bonito! - saludaba Geronimo y Carlota le daba un abrazo en correspondencia.

-Mi ha chiamato mio amico, Marat. Sei fortunata di trovarti sempre al suo pensiero - le avisó.
-¿Qué dijiste? - preguntó la chica y sin recibir respuesta, vio a Maurizio estrechando la mano del vendedor de telas. Confundida, ella tomó un lugar y su entrenador optó por quedársele junto al momento de iniciar el camino. Geronimo estaba muy feliz.

-¿Pasa algo?
-No entendí lo que me acaban de decir.
-Marat llamó a Geronimo.
-Eso lo sé.
-¿Tu duda fue la otra frase, Carlota?
-Quiero traducirla y no me sale.
-Que siempre estás en la mente de tu amigo.
-Grazie, Maurizio.
-De nada.

Carlota permaneció quieta, con esa idea de que en verdad Marat se acordaba de ella y Maurizio tuvo el tacto de no interrumpir esa reflexión mientras le picaba la curiosidad por saber que estaba sintiendo. La única vez que había hablado con Tamara Didier, ésta le había dicho que Carlota Liukin estaba enamorada todos los días y que tuviera pánico si había silencios prolongados a la sola mención de algún nombre porque podía ser la señal de algo más serio. Ricardo Liukin le había advertido lo mismo y al entrar el bote en el Gran Canale, la voz maravillada de la joven lo dijo todo.

-Ojalá Marat y yo hubiéramos estado en el canal de noche. El día que llegamos, pasamos cerca de aquí y nos salpicaron y arrojaron cosas. Tengo muchísimas fotos.
-¿Visitaron el canal a mediodía?
-Sí... No se me ocurrió que de noche estaría solo y más bonito. Cuando Marat venga en Navidad, lo traeré.

Maurizio eligió cerrar la boca y Carlota sacó su camara para atesorar esas hermosas vistas que la tenían impresionada. Pasando Mercato Rialto, no había más novedades y la Calle del Pignater se hallaba muy cerca del Ponte degli Scalzi.

-La casa de mis padres es esa con el farol de colores - señaló Maurizio y la lancha atracó a un costado de la entrada. En la banqueta se hallaban Karin Lorenz y Ricardo Liukin.

-Amore mio! - exclamó Maurizio a su novia luego de ayudar a Carlota a descender y mientras él recibía un beso, Ricardo apretaba un poco a su hija y estrechaba la mano de Geronimo.

-Los esperamos adentro - dijo el señor Liukin y se apresuró en meter a Carlota y a su amigo. Karin y Maurizio se quedaron solos y ella parecía muy seria.

-¿Qué ocurre?
-Te prevengo, Mauri... Tu hermana vino con un supuesto novio.
-¿Miguel? Me dijo en la mañana.
-Son raros de ver.
-Tuve un problema con Katy hoy.
-¿Qué pasó?
-No le gustó lo que le di para patinar y sin querer vio lo que planée para Carlota.
-¡No!
-Se enojó conmigo y no nos hablamos.
-¡Eso nunca había ocurrido!
-No debió tomarlo personal.
-Con razón trae cara de tragedia.
-¿Eso es todo?
-No... El señor Liukin trajo a una invitada despampanante.
-¿Qué?
-¿Recuerdas a la mujer que llevó a la gala de Murano?
-Los Liukin no paran de sorprenderme.
-Te voy a vigilar.
-No me opongo.
-No te pongas cariñoso aquí.
-De acuerdo.
-No te va a gustar lo que sigue.
-¿Algún amigo que nadie ha frecuentado?
-Es Babs.
-¿La Fusar Poli?
-Le urge hablar contigo.
-¿Sabes algo?
-No creo que sean buenas noticias.
-Habíamos quedado en términos decentes.
-La envió el Consejo de Deportes.
-¿Por qué harían eso?
-Lo único que sé es que hablaron con Haguenauer.
-Bueno, lo averiguaré ¿entramos?
-¿Tienes un anuncio qué hacer, o no? - Karin agitó sus dedos, mostrando su anillo de compromiso. Él le sostuvo la mano y reveló:

-Me dieron fecha para la boda en Santa Maria di Gesuati.
-¿La confirmaste?
-Pagué el anticipo.
-Qué lindo escucharlo ¿cuándo te diré que "acepto"?
-El próximo año, el veintidós de marzo.
-¿Dónde estuviste toda mi vida, Mauri?
-En Milano y Moscú, volviéndome un hombre.
-Es que a veces pienso que eres muy joven para mí.
-Karin, eres fantástica. Ti amo.

Maurizio iba a besar a su novia cuando oyó la puerta abrirse de nuevo. Katarina se disculpaba por la interrupción y se alejó.

-No hablaré con ella hasta que diga que lo siente - sentenció Maurizio y finalmente ingresó a la casa. Su familia había iniciado la cena sin él.

-¡Mauri! - le llamaban y él saludaba a cada Leoncavallo personalmente, repartiendo abrazos y torciendo su mano derecha como lo hacía en cada kiss 'n' cry cuando se hallaba en competencia. Los Liukin se dedicaban a observar desde la esquina de aquella mesa enorme y Carlota abrazó a Maurizio Maragaglio mientras el maestro Scarpa se ubicaba junto a Ricardo Liukin y comentaba "¿alguien más quiere saber en dónde nos metimos?"

-En un paraíso de clones - confesó Tennant Lutz y es que los Leoncavallo eran tan iguales que costaba distinguirlos. Si los Liukin eran altos, los Leoncavallo lo eran un poco más y las posturas de los anfitriones asemejaban más a un montón de tablas que a individuos cuya genética les había concedido una delgadez llamativa. Los varones, casi sin excepción, usaban anteojos con notable aumento por una miopía irremediable y a las mujeres no se les notaba la mínima separación entre cadera y cintura, además de que sus melenas azabache tendían a acomodarse hacia la izquierda. Sólo Maurizio Maragaglio se diferenciaba por elegir recientemente portar el cabello muy corto y presumir sus primeras canas mientras su primo, Maurizio Leoncavallo, se había librado del problema visual, su pelo se movía con el viento y su sonrisa era grande.

-Cuando era niña, pensaba que venían de una fábrica - admitió Katarina Leoncavallo y los Liukin se enteraron de que ella les oía perfectamente. Sin embargo, aquello les permitió tener certeza de otra circunstancia: la joven Katarina también era distinta. Su peinado de media coleta, su nariz mediana, sus mejillas ligeramente rojas, sus ojos en forma de almendra con tono pardo, la volvían innegablemente bella. Era bajita, su silueta de reloj de arena le otorgaba una sensualidad que  subestimaba y se completaba con unos labios en forma de corazón.

-Eres la más linda - le halagó Miguel y ella volvió a recargarse en su hombro. En ese momento, Carlota se sentó donde pudo y su entrenador a su lado, ambos compartiendo su extrañeza por aquella nueva pareja que era atacada por una aparente timidez. Poco después, Maurizio Maragaglio les colocó enfrente sus "famosos pinchos de jamón con aceitunas" y sirvió algo de vino. Los Leoncavallo harían el primer brindis.

-Questo giorno e per nostro eroe, orgoglio di famiglia, orgoglio d'Italia, esempio d'onore, padre e nonno di carattere. Un partigiano di sangue piena di gloria.... Per te, caro nonno, Maurizio Leoncavallo, que te hemos extrañado tanto, alla salute e con la promessa famigliare di essere partigiani per sempre! - declaraba Maurizio Maragaglio y los Liukin hacían lo que los demás mientras miraban que alrededor había fotografías, recortes de periódicos enmarcados, banderas, emblemas y más estrellas partigianas que se repartirían entre futuros descendientes.

-El máximo honor que hemos conseguido los Liukin ha sido un arresto en Mónaco por vandalismo - bromeó Andreas y toda su parentela carcajeó de inmediato.
-Yo golpée a un tipo de la Marina - añadió Tennant Lutz.
-Reprobé un año escolar - siguió Adrien.
-No soy mejor que mis hijos. Mi abuelo se la pasaba sacándome de prisión por disturbios y una vez por exhibicionismo - reveló el señor Ricardo.
-¡Papá era peor que Andreas! - exclamó Carlota en medio de sus lágrimas de risa.
-Niña, no eres mejor, tú te descontaste a una chica en París - siguió Andreas.
-¡Somos una vergüenza! - sentenció ella y luego, su padre, melancólico, terminó:

-Y aun así compartimos la mesa con personas más honorables que nosotros.

Los Liukin callaron un segundo. Los Leoncavallo no sabían como reaccionar y el silencio se hizo eterno hasta que Miguel tomó la palabra.

-Me siento honrado de ser su hijo, señor Ricardo. Usted nos ha protegido con mucha fortaleza ¿Saben que ha podido sacarnos adelante a pesar de estar solo en esa labor? Es cierto que no tenemos una gran historia que contar pero nuestro padre es grandioso. Carlota no saldrá tan mal, creemos.

Katarina miró a Miguel como si sus palabras le parecieran adorables y lo rodeó con sus brazos. Los Leoncavallo se calmaron un poco y Maurizio Maragaglio prosiguió con la cena y la charla.

-Entonces, la signorina Carlota ya tiene sus anécdotas con París.
-¡Son de pena! - replicó la chica.
-Usted y yo también tuvimos nuestra aventura francesa.
-Le conté a papá.
-Bueno, sirvió de algo porque me dio tiempo de mover ciertas influencias y como la familia cooperó, podemos celebrar, además de nuestro abuelo a mia carissima prima Katarina por suo compleanno, che è oggi anche.
-¿Es su cumpleaños?
-Creí que Mauri le había avisado. Aun así, este obsequio fue posible gracias a usted, signorina Liukin.

Maurizio Leoncavallo suspiró hondo y sacó de un gabinete próximo una caja naranja que extendió a su hermana, misma que de la incredulidad miró a su familia con un sincero "grazie" implícito.

-¡Es un Kelly negro! ¿Cómo supieron?
-Mauri insistió mucho en que te lo consiguiéramos para festejar tus veinte años - reveló Maragaglio.
-Mi hermano... Pero hay lista de espera y este año no aceptaron pedidos.
-Aquí entra la signorina Liukin. Cuando la llevé a París a ver a un amigo, me dio la dirección del atelier de Hérmes, me acompañó, dijimos que ella lo quería e hice un par de llamadas que a su vez llegaron al amigo de un amigo prometiéndoles su autógrafo y "estaba disponible" un bolso a la media hora ¿qué oportuno, no crees?
-Tantissimi grazie a tutti! Creí que nadie se había acordado por mi abuelo.
-Noi ti amiamo, Katy!

La familia entera se volcó en felicitaciones a Katarina y Maragaglio aprovechó para hablarle al oído a Maurizio.

-Babs te espera en la cocina.
-¿Está enojada?
-Creo que vino por negocios.
-¿No te mencionó algo más?
-Es un asunto del Consejo de Deportes.
-Grazie, ya vuelvo.
-Oye, arréglate con Katarina.
-¿Qué te dijo?
-Que está triste porque discutieron.
-Veremos. Voy con Babs.
-Buona fortuna.
-¿Por qué no contestan el teléfono?
-Lleva sonando todo el día. Nada importante.

Maurizio Leoncavallo se incorporó y discretamente cerró la puerta de la cocina para que nadie pudiera enterarse de lo que ocurriría en su charla con su ex compañera, que, dicho sea de paso, no había salido de aquella habitación a convivir y no tenía el interés. Delante de ella, Maurizio bajaba la vista.

Por otro lado, los Leoncavallo iniciaban su ronda de anécdotas en homenaje al abuelo y varios abotonaban sus abrigos para hacer lucir sus escudos partigianos. Como los Liukin aun no entendían, Maurizio Maragaglio les contó la historia, auxiliado un poco por el professore Scarpa.

-Nel '43 los alemanes invadieron Italia porque los aliados estaban llegando vía Sicilia. En esa época Vittorio Emmanuele II había ordenado que detuvieran a Mussolini y los nazis lo liberaron. A nuestro abuelo le tocó ver como las tropas de Hitler se apoderaban del norte del país y se enteró de que habían bombardeado los puentes di Firenze.
-Firenze es Florencia - tradujo Scarpa.
-El Estado había firmado un armisticio con los aliados poco antes, los alemanes iniciaron la ofensiva y entonces mi abuelo se enteró de que en Modena se habían formado grupos disidentes y se unía cada vez más gente de otros lugares. Se decidió a entrar cuando Vittorio Emmanuelle huyó de Roma y los nazis se apoderaron de la ciudad. En donde él estaba, en Milano, se estableció Mussolini y anunció que Italia reingresaba a la guerra. Él contó que eso fue doloroso y que por ello tomó un fusil e hizo campaña por toda Lombardia. Ayudaban a los Aliados pero también combatían contra compatriotas que apoyaban la Repubblica di Salò.
-Así le apodaban al territorio que ocupaba Mussolini.
-La disidencia se nombró así misma como partigiana o partisana.
-Partigiano es sinónimo de guerrillero, de rebelde - aclaró Scarpa.
-Se identificaban con estrellas como las que lucimos hoy y se adherían a la A.N.P.I. Entre los partigiani había comunistas, cristianos, monarquistas... Todos iguales cuando los capturaban y los colgaban. Nuestro abuelo perdió la cuenta de cuántas veces huyó o mató. Antes de la guerra era un obrero sin educación, no sabía leer. Todas las noticias le llegaban porque en la resistencia hablaban de ellas y en la radio. Comprendió que los fascistas eran el enemigo cuando descubrió que el ejército actuaba de sirviente con los hombres de Hitler.... Yo se los cuento como él podía hacerlo, porque con su vista miope le costó trabajo aprender las letras o recordar una cara. Pero coleccionaba los periódicos, los panfletos; hacía que los compañeros le leyeran todo. Una vez, en el diario del Partido Comunista salió la imagen que tenemos en grande, atrás de la signorina Carlota. Ese del frente, caminando en la protesta obrera de Milano, es el abuelo.
-Es igual a tu coach, Carlota.
-Con la stella partigiana cuando perdió el miedo de mostrarla y junto a él, mi madre que era una niña y que también me falta.

El relato escueto y trabado de Maragaglio no impedía que los Liukin entendieran la valentía del famoso abuelo y admiraban cada recuerdo como si fuera lo más cercano a conocer al héroe.

-Mi abuelo nos crió hasta el último día como partigiano hecho y derecho. El día que nació Katarina dijo que podía morir en paz, que al fin tenía una nieta y no a otro feo niño con los lentes puestos desde el vientre.

Katarina sonrió otra vez.

-Es la única mujer entre tantos hombres que engendramos ¿cómo no quererla?

Los Liukin se contuvieron de preguntar cómo le hacían los Leoncavallo entonces para que sus esposas asemejaran gemelas.

-Reconcíliate con Mauri, que no nos gusta verte llorar, Katy - prosiguió Maragaglio.
-Estaremos bien, primo.
-¿Por qué se enojaron?
-Por un entrenamiento pero haré lo que él diga.
-Creímos que estabas molesta por la signorina Carlota.
-Ella patina hermoso.
-Si las dos triunfan, los demás respetarán a Mauri.
-Es lo que más deseo.
-Cuando supimos que la signorina Liukin escogía Venezia, le depositamos nuestra fe. Sabemos que es una campeona y nos honra mucho que confie en un Leoncavallo. Miren lo que ha hecho Mauri por su propia hermana.

El gesto de la joven Liukin era el de una sonrisa confundida y el de Katarina era de amargura inquisitiva.

-Per l'orgoglio di essere partigiani, per i nuovi amici, per nostro nonno e nostra carissima Katarina, alla salute partigiani! - brindó Maragaglio y alguien gritó:

-¡Ea! Que falta la canzone del nonno.
-Ma che dici? Mauri no está
-Podemos cantarla otra vez cuando vuelva.
-Si la Fusar Poli lo deja.
-Andiamo a cantare.... "Questa mattina mi sono alzato...."

Los Leoncavallo corearon de inmediato.

-"Oh bella ciao, bella ciao..."

Los Liukin se miraron nuevamente entre ellos y el maestro Scarpa se giró a explicarles.

-Bella ciao es el himno partigiano ¿se lo saben?
-¡La cantamos en la escuela! - recordó Carlota - Es para el equipo de hockey.

Ricardo Liukin se animó y comenzó a acompañar a los anfitriones con palmadas y en las partes que se sabía de la canción, provocando que sus hijos intentaran al menos seguirlo.

-"E se muoio, da partigiano, oh bella ciao, bella ciao, bella ciao ciao ciao. E se muoio, da partigiano, tu mi devi seppellir. E seppellire, lassù in montagna, oh bella ciao, bella ciao, bella ciao...."

El ambiente se iba volviendo cada vez más festivo cuando el teléfono sonó con más insistencia. En medio de los cánticos partisanos, Maurizio Maragaglio decidió responder al fin y Katarina se percató de que se trataba de algo serio. Su primo de inmediato abrió la cocina y los presentes oyeron claro el grito de Barbara Fusar Poli: "¡Estoy harta de todo esto, no quiero que me castiguen porque no acabé mi contrato contigo!"

-Mi dispiaccio.... Mauri, chiamata da Milano, è urgente - intervino Maragaglio y su primo contestó de inmediato. Katarina dejó su lugar para estar cerca de su hermano.

-Voy para allá en este momento... Gracias por avisar, ci vediamo - pronunció Maurizio Leoncavallo y tomó su chaqueta.

-Llamaron de Milán, es Jyri - le anunció a la familia - La acaban de intubar. Quieren que vaya a verla.

Katarina tapó su boca.

-¿Está muy grave? - preguntó Maragaglio.
-Si me marcho ahora, alcanzo el tren de medianoche.
-Te acompaño.
-Geronimo ¿nos llevas a Santa Lucia?

El vendedor de telas accedió enseguida y ambos Maurizios lo siguieron hasta el bote sin despedirse de nadie. Antes de arrancar, Katarina salió detrás de su hermano.

-Yo también voy - pronunció ella.
-No, Katarina, quédate.... Le diré a Haguenauer que te entrene mañana, por favor obedécelo.
-No quiero dejarte solo.
-Te avisaré cuando llegue a Milano o si pasa algo ¡Que Carlota tampoco falte a la práctica!
-Maurizio...
-Te llamaré luego, Katarina.

Karin Lorenz también llegó al exterior y junto a Katarina, vio a Maurizio y a su primo alejarse sin poder despedirse de ninguno. La joven Leoncavallo se recargó en la pared y no pudo evitar soltar un par de lágrimas mientras comenzaba a desear que no fuera un asunto de importancia. Adentro, la preocupación tensó la atmósfera y los Liukin supieron que la cena había concluido.

viernes, 4 de mayo de 2018

Nuestra vida está en la práctica


Venecia, lunes por la mañana.

-¿Te quedaste despierto toda la noche, Maurizio?
-Sí, hay bastante trabajo ¿quieres café? Está recién hecho.
-Necesitas dormir, vas a estar cabeceando.
-Tuve una idea, edité audio.... Dejé pan en la tostadora y algo de mantequilla.
-Mauri, me preocupas.
-Estoy bien, Karin.
-¿Recuerdas qué día es hoy?
-La cena por el cumpleaños de mi abuelo.
-¿Llegarás tarde?
-Le hice dos programas nuevos a Carlota Liukin.
-¿Qué quieres decir?
-Mira estos bocetos ¿te gusta lo que ves?
-"Nocturne, n. 20, short program...." ¿Diseñaste un vestido?
-¿Qué te parece la planeación técnica?
-"Combo spin, combo spin, coreografía, triple flip - triple toe, triple lutz, doble axel, little step sequence, combo spin..." ¿Tiene algo de malo la rutina corta del viernes?
-Que Carlota no está creciendo como patinadora junior.
-¿Lo del programa libre tampoco es una broma?
-Me encantó lo que ella hizo pero sé que da mucho más.
-Debe estar en París en tres semanas.
-Tiempo suficiente para que aprenda lo nuevo.
-"Anna Karenina, free program. Spin, tano triple flip - triple toe, triple lutz, combo spin, step sequence, triple salchow - triple toe..." ¿En qué estás pensando?
-El sistema de seis está próximo a desaparecer y la nueva escala de evaluación le sienta bien a Carlota, tendrá ventaja si se adapta de una vez. Estuve revisando un ejercicio que presentó hace un año y pese a las fallas, entiendo por qué ganó.
-¿Patinó antes "Romeo y Julieta"?
-También por eso quiero cambios.
-Chopin es bueno pero ¿Anna Karenina?
-Carlota ha estado leyendo esa novela y la he visto llorar un par de veces.
-Está muy chica para ese papel.
-Su amistad con el tal Marat me inspiró - Maurizio extendió un par de hojas a Karin porque no podía explicar bien que quería. La mujer sonrió en el acto.

-¿Ese sería el vestido? Quedaría hermoso.
-Probaremos con color negro en primer lugar y si no me convence, nos vamos con el vino.
-¿Le dirías que volviera a pintar su cabello?
-Y que trabajará duro.
-Estás emocionado.
-Ayer en la gala me quedó claro. Carlota no va a improvisar y Haguenauer sabrá que puede confiar en mí.
-Lo he visto nervioso al respecto.
-Lo entiendo, créeme.
-Estás loco, Mauri.
-Lo estoy mucho más por ti.

Karin besó a Maurizio y este último aprovechó la oportunidad para al fin desahogar su libido y relajarse luego de la tensión que había sentido en el ambiente y el desconcierto de ver a Katarina comportarse de forma extraña el fin de semana. También a ella le había creado un ejercicio nuevo.

Poco antes de las siete de la mañana, Maurizio Leoncavallo salió de su domicilio en el barrio Castello rumbo a la parada del vaporetto cuando creyó que le llamaban desde un canal. Al principio no prestó atención y continuó caminando sin novedad hasta que llegó a una esquina estrecha. La exclamación de "Maurizio, Maurizio!" casi lastimaba sus oídos.

-Buongiorno! Creía que no me habías escuchado.
-Scusi ma, che?
-¿No me conoces? ¡Soy Geronimo! Te he llevado en esta lancha dos veces con la bella Carlota. Siamo amici ¿no lo crees?
-Buongiorno, entonces ¿En qué puedo ayudarte?
-Te llevo al trabajo, me queda de paso.
-¿Disculpa?
-Sube, hay tráfico camino a San Marco.
-¿A esta hora?
-Per la vacanza de Fieles Difuntos.
-Cierto, empieza el jueves.
-Algunos turistas han empezado a llegar.
-¿Eres veloz? Voy tarde.
-Dime la calle y te diré cuanto toma llegar.
-Grigolina y Calle dei Fabbri.
-Quindici minuti.
-De acuerdo, grazie.

Maurizio abordó con reservas y Geronimo inició la marcha con talante amable, aunque observando al pasajero de vez en vez.

-¿Pasa algo? - inició Maurizio.
-Es raro verte senza mia principessa Carlota.
-Para mí, hacer esto.
-Sabía que era la mejor del mundo, que bueno que fui a la gala de ayer.
-A Carlota le falta mucho para ser la número uno del ranking.
-¿Es una broma?
-Tiene talento.
-¿Mi hermana le hace el vestuario, verdad?
-¿Quién?
-Fiorella Bassani del taller Bassani de San Marco.
-¿Eres su hermano?
-El mundo é piccolo. Yo me encargo de llevar y traer los pedidos de telas y con el carnaval en unos meses, Fiorella no podrá ocuparse de hacer vestidos.
-Justo la vería hoy para un par de encargos más o menos urgentes.
-Puedo avisarle.
-Muchas gracias.
-¿Dónde conseguiste la chaqueta, Maurizio?
-Es de mi familia.
-Con la stella partigiana!
-Questo é un giorno speciale.
-¿Qué celebran?
-L'orgoglio di essere una famiglia partigiana!
-Davvero?
-Mi abuelo estuvo en la resistencia contra Alemania.
-Che onore!
-Hoy habría cumplido cien años.
-Festa con tutti?
-Sei invitato. Inicia a las ocho.
-Dov'è?
-3589 Calle del Pignater, Sestiere di Cannaregio.
-Cerca de mi casa.
-Tengo curiosidad.
-¿De qué?
-¿Cómo conociste a Carlota Liukin?
-Ella buscaba un gondolero para dar un paseo.
-¿Apareciste de repente?
-No pero le evité pagar una fortuna. Iba con mi buen amigo Marat a conocer San Marco.
-Ese Marat me cae bien y nunca lo he tenido cerca.
-Carlota se ha enamorado de él.
-No me digas...

Maurizio no evitó sonreír y permaneció en su asiento el resto del viaje, constatando que el camino al barrio de San Marco se tornaba complicado. Incluso, había un atasco en la misma calle Grigolina, obligándolo a saltar del bote apenas Geronimo logró aproximarse a la banqueta. A causa de ello, tropezó con Katarina.

-Perdona, Katy ¿Te quemé? - preguntó él, no sin voltear hacia Geronimo que decía "¿tutto bene?"

-Parece que sí. Grazie por traerme.
-¿No se ha lastimado la signorina?
-Creo que no.
-Lei é partigiana anche? Trae el escudo grande en el abrigo.
-É mia sorella, Katarina.
-Ma che bella partigiana! Signorina, un día saldré con usted.

Katarina se sonrojó un poco y contestó tímidamente que tenía novio. Su hermano la miró sorprendido y Geronimo intervino otra vez.

-Es una pena pero ¿puedo darle mi suéter al menos para que se cubra?

La chica cerró su abrigo de inmediato al notar que su blusa se había transparentado. Aun así, se exhibía la mancha alrededor de su pecho.

-Lo siento, signorina.
-No se preocupe.
-Cuando necesite un bote, no dude en llamar.
-Supongo que gracias.
-Usted y Carlota son las dos más hermosas princesas de Venecia. Me alegra compartir esta lancha con ambas.
-Grazie... Geronimo?
-Prego, Katarina.

Geronimo lanzó un beso a Katarina y ésta no pudo evitar reírse. Maurizio la tomó del brazo y los dos se despidieron rápidamente. Caminando lentamente en la banqueta, la joven supo que tendría una conversación con su hermano.

-¿Estás bien, Katy?
-Te traía un chocolate, Maurizio.
-Discúlpame, creí que llevaba el tiempo escaso ¿duele?
-Me cambiaré pronto.
-Nunca vistes de blanco.
-Hoy quise.
-¿Es cierto lo que dijiste?
-¿Qué cosa?
-¿Tienes novio? ¿Desde cuándo?
-Desde ayer.
-¿Por eso no fuiste a la gala?
-Paseamos por todo Murano.
-¿Quién es? ¿Le hiciste caso al cristalero?
-Mi novio es Miguel.

El gesto de Maurizio era de felicidad.

-¡Me alegra, Katy!
-¿Qué?
-Creí que no llegaría este día.
-¿No te molesta?
-No lo conozco mucho pero si su padre es el señor Liukin, me da confianza.
-Su nombre es Miguel Ángel Louvier.
-¿No es Liukin?
-Lamento decepcionarte.
-¿Te gustó desde que lo viste, verdad?
-Sí.
-¿Vienes de verlo? ¿Tan temprano?
-¿Cómo sabes?
-Estás maquillada.
-Desayunamos juntos ¿sabías que es buzo?
-¡Eso es muy bueno, Katy!
-Lo acompañé al trabajo.
-Te estás convirtiendo en una mujer, me siento contento por ti.
-¿Una mujer?

Katarina observó a su hermano como si una ilusión regresara fugazmente. Poco le tomó darse cuenta de que él también se hallaba en la emoción de un inicio de día romántico.

-¿Tuviste...? Intimaste con Karin - pronunció ella, volviendo a tierra.
-¿Cómo te das cuenta siempre?
-Eres muy obvio.
-Me resulta incómodo hablar contigo de ese tema.
-Pones cara de hacer fechorías. La misma te veía cuando robabas mis galletas.

Katarina bajó la cabeza y notó que Maurizio parecía cambiar de humor.

-Lo siento.
-La próxima vez, no digas nada.
-¿Estás enojado?
-No, Katy.
-Ay ¡te puse rojo!
-Mejor ve lo que tengo para ti.
-¿Me estás confiando tu carpeta?
-Es una sorpresa.

Katarina la abrió enseguida y quedó maravillada al instante. De imaginarse como sería el resultado, se entusiasmó de inmediato ¡Maurizio era muy creativo! y estaba claro que pensaba en ella más que nunca.

-¡Nadie espera que interprete esto!
-Se me ocurrió en la madrugada.
-¿Chopin en el programa corto? ¿Cómo no se me cruzó antes? ¡Seré campeona del mundo, Mauri!
-¡Ese no es!
-¿Qué?

Maurizio Leoncavallo tomó sus papeles y buscó la hoja indicada.

-¿Qué te parece? - preguntó él.
-¿"Black Swan" de rutina larga?
-Pensé "el público necesita una sorpresa" y llegó a mi mente.
-Hay cisnes nuevos cada año.
-Pero nadie lo espera de ti.
-Prefiero quedarme con "La boheme"
-Es de la temporada anterior, Katy.
-Ganamos la medalla olímpica y los jueces dijeron que era perfecto para este año.
-Las patinadoras lo imitan ahora, debemos cambiar.
-Por algo predecible.
-Katarina ¿debo imponerme como entrenador?
-Maurizio ¿en serio quieres que trabaje en esto?
-Es una orden.

Katarina quiso ignorar los diseños de Maurizio y de repente, una fuerte envidia se apoderó de sus pensamientos. Un ejercicio con Chopin no podía ser para otra chica que no fuera Carlota Liukin pero ¿cuál era la razón? El contenido técnico era ambicioso y el vestuario luciría muy bonito. Aun no se recuperaba de la impresión cuando escudriñó de nuevo los apuntes de su hermano y encontró, como en una pesadilla, las páginas de "Anna Karenina". Katarina creyó que iba a desmayarse.

-No debías ver eso.
-Es un programa más fuerte que el que me das, Mauri.
-Carlota tiene el potencial.
-¿Y yo no?
-No me malinterpretes, Katy.
-¿A mí me pones un pajarraco y a ella algo original?
-Mi contrato exige resultados.
-¡También merezco buenos programas!
-Lo sé. Tranquilízate, estoy pensando en lo que ambas podrían alcanzar esta temporada.
-Te dije claramente que quiero el título mundial.
-Trabajamos para ello.
-Ve este cisne y dime que es mejor que los programas de Carlota.

Katarina colocó un dibujo frente a Maurizio.

-Compite con "Anna Karenina".
-Esa no es una respuesta, Mauri.
-Eres muy fuerte Katy, por eso te doy énfasis en las combinaciones.
-Creí que un día montaríamos una rutina que conmoviera a todos.
-Tienes más carácter. Al público y al jurado les gusta que saltes y los impresiones y que tus coreografías los reten. Avanzaremos con tus ventajas ¿por qué querrías hacerlos llorar?
-Mis rutinas jamás han estado entre las favoritas del año.
-"La boheme" sí.
-No importa si gano, los demás siempre hablan de las otras.
-Katy...
-Sabes que es verdad.
-El programa saldrá bien.
-Estoy cansada de ser un pato.
-No lo eres.
-Dímelo cuando nadie evite darme flores porque se apareció Sasha Cohen o Michelle Kwan pasó junto a mí.

Con la decepción en el rostro, Katarina dobló la hoja y prefirió adelantarse aunque no habría rebeldía de su parte y haría lo que su hermano le indicara. Convencido de que era lo correcto, Maurizio reordenó su material y saludó al personal de la pista cuando las puertas se abrieron. Durante la sesión de entrenamiento, los alumnos de danza notaron que los Leoncavallo no se hablaban y Katarina rompió a llorar en el vestidor después de contenerse para ser dócil durante horas. Maurizio evitó acercársele y no se despidieron porque él optaba por mirar a otro lado, cruzarse de brazos y fingir que aconsejaba a las niñas del grupo de principiantes mientras aguardaban la llegada de su maestra.

En contraste, a Carlota Liukin le esperaba un bello día soleado. La gente le pedía autógrafos sobre sus fotos en el periódico o en el tráfico del Gran Canale, la multitud la saludaba gritándole "regina Carlota" o "bella Carlota". En el colegio se habían reunido todas las estudiantes para felicitarla y en su clase de hockey sobre pasto se había congregado un nutrido público de niñas de primaria, turistas y otros curiosos que le festejaban cada vez que recibía o pasaba una pelota con su stick y el lugar vibraba si ella tiraba a portería o lograba anotar. La entrenadora no tenía reparos en presumir que la joven había aprendido el juego rápidamente y que le concedería la posición de center forward por ser una gran atacante. El Istituto Marco Polo tendría un encuentro ante la secundaria "Giuseppe Garibaldi" el miércoles y Carlota, sin duda, estaría allí.

-Ha nacido una estrella - reía el profesor Scarpa mientras esperaba por ella para ir a "Il dolce d'oro" con Ricardo Liukin. Para el descanso por la Fiesta de Fieles Difuntos, los Liukin habían acordado ir a varios eventos y justo Scarpa quería saber los detalles, además de asegurarse de que Carlota al fin terminara con su reporte de "Anna Karenina" para la siempre exigente clase de literatura. No era la única que releía partes de la novela una y otra vez para darse una idea de qué escribir y el número de borradores aun la tenían decidiendo entre conservar uno o dos o descartarlos sin consideración. Durante el entrenamiento, la chica había comentado al respecto con unas compañeras y la escuela entera parecía padecer la misma dificultad.

-Stella sul giacchio, stella del hockey, stella di tutto y no puede con la tarea - susurró Scarpa al final de aquella sesión y vio a la satisfecha joven Liukin despedirse luego de darse una ducha, mientras le halagaban su blusa con estampado de rebanadas de pizza y su suéter cereza.

-Ci vediamo domani, ragazzine. Carlota, llevas prisa.
-Buona sera, professore.
-Di ciao.
-Ciao a tutti! Ci vediamo!
-Eso está mejor.
-Tengo que ir a misa.
-Hoy no, así que corremos por otro motivo.
-¿Qué cosa?
-Es un asunto tuyo.
-¿Tan mal me porto?
-Creo que se trata de tu entrenador.

Carlota arrugó un poco el entrecejo y siguió a su maestro hacia el exterior con cierta confusión por lo que le había dicho. Las calles aledañas al Campo Salvatore reventaban de visitantes y caminar hasta "Il dolce d'oro" se dificultaba más por la filmación que se realizaba enfrente. Maeva Nicholas, la desconocida que había acompañado a Ricardo Liukin a Murano realizaba una escena que implicaba verla correr por varias esquinas en tacones. El profesor Scarpa se esforzaba en no estorbarle al pasar ni aparecer en cámara y cuando se despejó un poco, vio a Maurizio Leoncavallo revisando sus papeles y observando su reloj. La estrella de su chaqueta se distinguía claramente.

-Leoncavallo! Sei partigiano? - inquirió Scarpa a su distancia y Carlota, que no entendía, sonrió cuando su coach lo hizo.

-Partigiano di famiglia, di cuore, con l'anima e per l'Italia! - contestó Maurizio, levantándose de su lugar y extendiendo su mano a la chica Liukin.

-Qué interesante, non conosceva nessuno - prosiguió Scarpa - ¿Quién es el héroe en tu casa?
-Mio nonno, Maurizio Leoncavallo, partigiano a Milano. Conservamos su foto de l'insurrezione nazionale y otra sosteniendo el titular del Corriere de la Sera cuando nació la Repubblica Italiana.
-Qué honor ser nombrado como él.
-Fue un juramento de mi padre con mi tía. Mi primo, Maurizio Maragaglio, me ha hecho prometer que seguiremos esa tradición. Sei invitato a casa con la famiglia, celebramos el nacimiento de ese hombre que nos ha traído tanta honra.
-Por supuesto ¿Dónde los busco?
-En Calle del Pignater.
-Trataré de convencer a mi mujer de acompañarme.
-Los Liukin también son bienvenidos, por eso vine temprano por Carlota.
-Que avise a su padre que ha llegado.

La joven ingresó a la gelateria de inmediato y luego de abrazar a Ricardo, volvió con Maurizio, que la hizo tomar asiento.

-¿Qué pasa?
-Te he traído una sorpresa.
-¿Es buena?
-Carlota, quiero que veas estos diseños y me digas que te parecen.
-Dibujas muy mal.
-Lo sé pero estuve toda la noche planeando esto.
-"Nocturne, n. 20, short program"... ¿De qué se trata?
-De que cambiaremos tus rutinas hoy.
-¿Cambiar?
-No puedes ser campeona si repites "Romeo y Julieta" o vuelves a "Swan Lake"; ni siquiera me convence tu corto de "Megapolis".
-¿Qué dices?
-Quiero adelantarme y hacerte entrenar con el nuevo sistema de evaluación.
-¿Con el nuevo? Es una pesadilla.
-¿Eres profesional o no?
-Tengo un deja vu.
-Vi tu programa del Masters.
-Es una vergüenza.
-Estudié tu actuación y concordé con los jueces. Ganaste porque tu dificultad y la calidad de varios elementos fue superior.
-Maurizio ¿es en serio?
-Reviso la nueva escala con mucho interés y te favorece, créeme.
-Pero Haguenauer y yo trabajamos en lo que tenemos.
-¿Haguenauer es tu coach?
-No.
-Exacto. Las prioridades de mi grupo también son las tuyas.
-No creo que a Romain le parezca buena idea.
-Él no está aquí.
-Nos va a matar.
-Dime que no te gusta Chopin.

Carlota leyó de nuevo el proyecto y sacó sus lápices de colores para corregir los dibujos cuando creyó descifrar qué había tratado su entrenador de plasmar. Lo que salió fue un vestido con degradados en azul oscuro, negro y violeta con cristales plateados y puños y pliegues inferiores en blanco. También pudo acertar con las posturas en spins y ver claramente la coreografía.

-Sería hermoso - dijo ella - ¿Cuando montaríamos esto?
-Después de Bompard.
-¿De verdad es mío?
-No es todo.

Leoncavallo respiró hondo y con la seguridad de que no habría objeciones, extendió sus bocetos mientras constataba que el profesor Scarpa y Ricardo Liukin miraban detrás de Carlota con una gran sonrisa. La reacción de ella fue de cubrir su boca.

-¿Estás bien?
-¿Se te ocurrió todo esto para mí?
-¿Qué piensas?
-¿"Anna Karenina"?
-Tal vez exagero con el mérito técnico.
-Hasta coloreaste con acuarelas ¿puedo quedarme con los dibujos?
-Son tuyos.
-¿Qué tienes en la cabeza, Maurizio?
-Katarina y tú van a competir.
-¿Cómo?
-Las dos tienen un gran nivel. Katarina es una saltadora y tú eres una bailarina, le daremos opciones a los jueces. Ni Kwan ni Cohen ni nadie pueden hacer lo que ustedes dos me demostraron ¿Viste a Katarina en NHK Trophy? Su altura y desplazamiento no son los mismos desde esa prueba y en su entrenamiento esta mañana pudo hacer un par de transiciones ¿sabías que nunca se las propusieron antes?
-Katarina patina muy bien.
-No imaginas lo que consiguió.
-¿También a ella le cambiaste los planes?
-Será Odette.
-¡No es cierto!
-Ella ha mejorado.
-¡Siempre he querido ser Odette!
-Pero ya fuiste el cisne blanco.
-Buen punto.
-Nadie patina un cisne si no es para ganar.
-Es la gloria o la tumba.
-Pero Anna Karenina es diferente, los jueces desearán verte, les gustará. Si tú lo haces bien, Katarina se esforzará por rebasarte y viceversa. No logro explicarlo pero creo que las dos se merecen un coach que se juegue todo. Déjame lanzarme por ti. Sé que puedes.
-¿Me dejas ver la planeación de Katarina?
-Toma.
-¿Una copia?
-También le di las tuyas.
-Su cisne no parece de ballet.
-Es una versión moderna.
-¿Quieres que todos la vean?
-Katarina resaltaría su personalidad, ese es el objetivo.
-Entiendo.
-Y en cambio, tú interpretas un personaje, ya no a ti misma.
-¡Estás loco!
-Debo estarlo si no eres la única que lo cree.
-¿Cuándo debo tener lista la rutina?
-Bompard.
-¡Es muy pronto!
-Completaste dos programas con menos y Katarina presenta su cisne en unos días.
-¿Quieres trabajar ya?
-Las vacaciones de Fieles Difuntos nos dan mucho tiempo para ocupar la pista sin curiosos, el personal descansará y yo me quedaré con las llaves. Katarina y tú practicarán desde las siete en doble sesión y saldrían a las cinco de la tarde pero hoy y mañana tú y yo vamos a trabajar diferente de lo pactado. Son las trece horas y sufrirás hasta las ocho.
-¿Y mi tarea?
-¿Puedes hacerla apenas sales de clases?
-Me falta mi reporte de ... ¡Sabías que estoy atorada con Anna Karenina!
-Pero tengo otro motivo para proponerte este ejercicio.
-Entrenaré aunque reviente y el miércoles entregaré mi reporte.
-¿Podrás?
-Sí, Maurizio.
-Prepárate, lo que te espera no se compara en nada a lo que te imaginas.

Carlota se levantó sonriente y su padre le entregó enseguida su bolso y un panino por si sentía hambre. Ricardo y Maurizio habían conversado sobre el tema antes y sólo se recordaron la invitación al hogar de los Leoncavallo para cenar. El profesor Scarpa también se despedía mientras se daba cuenta de que Maurizio estaba muy inseguro y lo confirmó cuando su hermana Katarina se apareció en la esquina, acompañando a Miguel. Los Liukin quedaron helados al constatar que los Leoncavallo no se dirigían ni la mirada y Katarina en especial, evitaba girarse para hablarle a Maurizio, con lágrimas de por medio. La joven tomó asiento frente a la puerta de "Il dolce d'oro" y notó que Carlota había olvidado sus dibujos y sus notas. Su decepción al verlos era tan evidente, que no hizo falta preguntarle sus razones para iniciar su ingesta de café y galletas mientras Miguel acariciaba su cabello y le dejaba recargar la mejilla en su hombro para consolarla.