El primer entrenamiento de Carlota Liukin sobre "Anna Karenina" fue el más agotador que tendría en la vida. Si Maurizio Leoncavallo le ordenaba un elemento, ella lo realizaba al instante y repetía secuencias interminables hasta que no le era posible olvidar. Para marcar las transiciones, Maurizio mismo se metía a la pista y las realizaba, invitando a la imitación inmediata y al montar la secuencia de pasos, Carlota fue corregida más de una vez. El coach tocaba sus hombros, alineaba su cintura e incluso, le establecía un patrón de vals mientras "bailaba" con ella. Si Maurizio Leoncavallo no hubiese dedicado sus torpes pies a la danza, la joven Liukin seguramente habría tomado a mal el contacto. Él sólo conocía esas dinámicas de entrenamiento y al menos, conseguía concretar la mitad del programa con cierta minuciosidad.
-Un combo flip-toe más y nos vamos, son las ocho - dijo Leoncavallo y Carlota ajustó el arnés que se había puesto para poder saltar correctamente. Maurizio cumplía su advertencia de insistir con el flip.
-¡Excelente! Seguiremos trabajando fuerte hasta que no falles.
-¿Katarina hace lo mismo a diario?
-Por eso gana.
-Sudan mis ojos.
-Falta montar cinco saltos y dos spins. No te haré soltar el arnés.
-¡Me va a dar el ataque!
-Carlota, deberías estar acostumbrada a usarlo.
-Tamara nunca me lo puso.
-¿Estás jugando?
-Me hacía escuchar como crujía el hielo para saber si el filo era correcto o me iba a caer. Tengo un montón de CDs con caídas, stumbles, two foot landings y step outs.
-¿Qué clase de cosas hizo contigo?
-Tengo tus accidentes grabados.
-¿Hablas en serio?
-Tus patines rechinaban cuando te caíste en Salt Lake y cuando tiraste a Bárbara Fusar Poli en Turín...
-Me dejaste sin palabras.
-Todavía no lo domino pero así practicaba.
-Mejor ve a cambiarte, te espero.
-De acuerdo y disculpa.
-Luego hablamos.
Carlota corrió al vestidor y Maurizio fue al suyo sin imaginarse media escena de lo que Tamara Didier solía instruir en su ex alumna. La joven Liukin tenía una ejecución admirable pero era inconcebible que los sonidos fueran la clave.
Por otro lado, Maurizio tampoco lograba sacarse de la cabeza a Katarina. El entrenamiento matutino había sido "normal" pese al desacuerdo por "Black Swan" pero verla tan triste lo desconcertaba porque jamás había querido molestarla. Carlota Liukin necesitaba demostrar que era superior a las patinadoras junior, al mismo tiempo que Katarina requería consolidarse ante el jurado. Las recomendaciones en los protocolos lo insinuaban así; Katarina era refrescante y entretenida pero ¿qué tal le caería presentar un clásico? y Carlota era un encanto ¿qué sucedería si se incrementaba su dificultad? Mientras a una le decían que fuera delicada, a la otra le pedían no contenerse ¿Por qué ninguna de las dos lo quería entender? Salvo la joven Liukin que parecía conforme porque sus rutinas serían bonitas (eso era lo único que le preocupaba), a Katarina nunca lograría convencerla. Ante la mirada de ella, a la chica nueva le daban lo más interesante y emocionante.
-Lo siento, Katy. Sé lo que hago - susurró Maurizio para sí mismo mientras reparaba en que había sudado demasiado y parecía cabecear finalmente ¿Se había contagiado de la pequeña gripe que su hermana había tenido el sábado o era el efecto de una sesión muy pesada? Tal vez ambas porque en la regadera podía sentir el fastidio de una nariz irritada y su espalda le dolía un poco. Gracias a ello, no se percató de su tardanza hasta que pudo vestirse y colgar de su abrigo la estrella bordada que le había dado su abuelo hacía diez años, durante su último cumpleaños con la familia.
-"¿Qué pensarías de nosotros si hubiéramos dejado Milano cuando vivías, nonno?" - pensó en voz alta y volvió a la pista a quedarse mudo. Carlota Liukin llevaba veinte minutos esperándolo y se veía tan linda que lamentó tropezarse al dar un paso hacia ella porque significó cambiarle el gesto serio por uno alegre y escuchar su voz que pronunciaba un "cuidado" con el que ahogaba su risa.
-No pasó nada.
-¿Te lastimaste?
-Estoy bien.
-Levántate, Maurizio. Te ayudo.
-Grazie, jajaja, non mi sento bene.
-Se nota.
Pero al ponerse en pie, Maurizio se topó de nuevo con los ojos verdes de la chica, retrocediendo un poco para volver a fingir que ese detalle no importaba. De todas formas, con su vestido rosa de dos piezas Carlota impresionaba y se volvía más entendible cada temor de su padre.
-¿Vamos tarde? - consultó ella.
-Es mi culpa.
-Llamé a Geronimo, de seguro está afuera.
-Tu amigo me trajo en la mañana.
-Nos llevará tan rápido a la cena que querrás que se te aparezca diario.
-O me levantaré más temprano para evitarlo.
Aquella última frase hizo que ella riera y era imposible no compartir su sentido del humor. Al exterior Geronimo se preguntaba qué la ponía tan alegre porque no era la primera vez que la contemplaba en una escena así.
-Mia principessa Carlota! Benvenuta come sempre, bella come tutti i giorni ¡Qué vestido tan bonito! - saludaba Geronimo y Carlota le daba un abrazo en correspondencia.
-Mi ha chiamato mio amico, Marat. Sei fortunata di trovarti sempre al suo pensiero - le avisó.
-¿Qué dijiste? - preguntó la chica y sin recibir respuesta, vio a Maurizio estrechando la mano del vendedor de telas. Confundida, ella tomó un lugar y su entrenador optó por quedársele junto al momento de iniciar el camino. Geronimo estaba muy feliz.
-¿Pasa algo?
-No entendí lo que me acaban de decir.
-Marat llamó a Geronimo.
-Eso lo sé.
-¿Tu duda fue la otra frase, Carlota?
-Quiero traducirla y no me sale.
-Que siempre estás en la mente de tu amigo.
-Grazie, Maurizio.
-De nada.
Carlota permaneció quieta, con esa idea de que en verdad Marat se acordaba de ella y Maurizio tuvo el tacto de no interrumpir esa reflexión mientras le picaba la curiosidad por saber que estaba sintiendo. La única vez que había hablado con Tamara Didier, ésta le había dicho que Carlota Liukin estaba enamorada todos los días y que tuviera pánico si había silencios prolongados a la sola mención de algún nombre porque podía ser la señal de algo más serio. Ricardo Liukin le había advertido lo mismo y al entrar el bote en el Gran Canale, la voz maravillada de la joven lo dijo todo.
-Ojalá Marat y yo hubiéramos estado en el canal de noche. El día que llegamos, pasamos cerca de aquí y nos salpicaron y arrojaron cosas. Tengo muchísimas fotos.
-¿Visitaron el canal a mediodía?
-Sí... No se me ocurrió que de noche estaría solo y más bonito. Cuando Marat venga en Navidad, lo traeré.
Maurizio eligió cerrar la boca y Carlota sacó su camara para atesorar esas hermosas vistas que la tenían impresionada. Pasando Mercato Rialto, no había más novedades y la Calle del Pignater se hallaba muy cerca del Ponte degli Scalzi.
-La casa de mis padres es esa con el farol de colores - señaló Maurizio y la lancha atracó a un costado de la entrada. En la banqueta se hallaban Karin Lorenz y Ricardo Liukin.
-Amore mio! - exclamó Maurizio a su novia luego de ayudar a Carlota a descender y mientras él recibía un beso, Ricardo apretaba un poco a su hija y estrechaba la mano de Geronimo.
-Los esperamos adentro - dijo el señor Liukin y se apresuró en meter a Carlota y a su amigo. Karin y Maurizio se quedaron solos y ella parecía muy seria.
-¿Qué ocurre?
-Te prevengo, Mauri... Tu hermana vino con un supuesto novio.
-¿Miguel? Me dijo en la mañana.
-Son raros de ver.
-Tuve un problema con Katy hoy.
-¿Qué pasó?
-No le gustó lo que le di para patinar y sin querer vio lo que planée para Carlota.
-¡No!
-Se enojó conmigo y no nos hablamos.
-¡Eso nunca había ocurrido!
-No debió tomarlo personal.
-Con razón trae cara de tragedia.
-¿Eso es todo?
-No... El señor Liukin trajo a una invitada despampanante.
-¿Qué?
-¿Recuerdas a la mujer que llevó a la gala de Murano?
-Los Liukin no paran de sorprenderme.
-Te voy a vigilar.
-No me opongo.
-No te pongas cariñoso aquí.
-De acuerdo.
-No te va a gustar lo que sigue.
-¿Algún amigo que nadie ha frecuentado?
-Es Babs.
-¿La Fusar Poli?
-Le urge hablar contigo.
-¿Sabes algo?
-No creo que sean buenas noticias.
-Habíamos quedado en términos decentes.
-La envió el Consejo de Deportes.
-¿Por qué harían eso?
-Lo único que sé es que hablaron con Haguenauer.
-Bueno, lo averiguaré ¿entramos?
-¿Tienes un anuncio qué hacer, o no? - Karin agitó sus dedos, mostrando su anillo de compromiso. Él le sostuvo la mano y reveló:
-Me dieron fecha para la boda en Santa Maria di Gesuati.
-¿La confirmaste?
-Pagué el anticipo.
-Qué lindo escucharlo ¿cuándo te diré que "acepto"?
-El próximo año, el veintitres de marzo.
-¿Dónde estuviste toda mi vida, Mauri?
-En Milano y Moscú, volviéndome un hombre.
-Es que a veces pienso que eres muy joven para mí.
-Karin, eres fantástica. Ti amo.
Maurizio iba a besar a su novia cuando oyó la puerta abrirse de nuevo. Katarina se disculpaba por la interrupción y se alejó.
-No hablaré con ella hasta que diga que lo siente - sentenció Maurizio y finalmente ingresó a la casa. Su familia había iniciado la cena sin él.
-¡Mauri! - le llamaban y él saludaba a cada Leoncavallo personalmente, repartiendo abrazos y torciendo su mano derecha como lo hacía en cada kiss 'n' cry cuando se hallaba en competencia. Los Liukin se dedicaban a observar desde la esquina de aquella mesa enorme y Carlota abrazó a Maurizio Maragaglio mientras el maestro Scarpa se ubicaba junto a Ricardo Liukin y comentaba "¿alguien más quiere saber en dónde nos metimos?"
-En un paraíso de clones - confesó Tennant Lutz y es que los Leoncavallo eran tan iguales que costaba distinguirlos. Si los Liukin eran altos, los Leoncavallo lo eran un poco más y las posturas de los anfitriones asemejaban más a un montón de tablas que a individuos cuya genética les había concedido una delgadez llamativa. Los varones, casi sin excepción, usaban anteojos con notable aumento por una miopía irremediable y a las mujeres no se les notaba la mínima separación entre cadera y cintura, además de que sus melenas azabache tendían a acomodarse hacia la izquierda. Sólo Maurizio Maragaglio se diferenciaba por elegir recientemente portar el cabello muy corto y presumir sus primeras canas mientras su primo, Maurizio Leoncavallo, se había librado del problema visual, su pelo se movía con el viento y su sonrisa era grande.
-Cuando era niña, pensaba que venían de una fábrica - admitió Katarina Leoncavallo y los Liukin se enteraron de que ella les oía perfectamente. Sin embargo, aquello les permitió tener certeza de otra circunstancia: la joven Katarina también era distinta. Su peinado de media coleta, su nariz mediana, sus mejillas ligeramente rojas, sus ojos en forma de almendra con tono pardo, la volvían innegablemente bella. Era bajita, su silueta de reloj de arena le otorgaba una sensualidad que subestimaba y se completaba con unos labios en forma de corazón.
-Eres la más linda - le halagó Miguel y ella volvió a recargarse en su hombro. En ese momento, Carlota se sentó donde pudo y su entrenador a su lado, ambos compartiendo su extrañeza por aquella nueva pareja que era atacada por una aparente timidez. Poco después, Maurizio Maragaglio les colocó enfrente sus "famosos pinchos de jamón con aceitunas" y sirvió algo de vino. Los Leoncavallo harían el primer brindis.
-Questo giorno e per nostro eroe, orgoglio di famiglia, orgoglio d'Italia, esempio d'onore, padre e nonno di carattere. Un partigiano di sangue piena di gloria.... Per te, caro nonno, Maurizio Leoncavallo, que te hemos extrañado tanto, alla salute e con la promessa famigliare di essere partigiani per sempre! - declaraba Maurizio Maragaglio y los Liukin hacían lo que los demás mientras miraban que alrededor había fotografías, recortes de periódicos enmarcados, banderas, emblemas y más estrellas partigianas que se repartirían entre futuros descendientes.
-El máximo honor que hemos conseguido los Liukin ha sido un arresto en Mónaco por vandalismo - bromeó Andreas y toda su parentela carcajeó de inmediato.
-Yo golpée a un tipo de la Marina - añadió Tennant Lutz.
-Reprobé un año escolar - siguió Adrien.
-No soy mejor que mis hijos. Mi abuelo se la pasaba sacándome de prisión por disturbios y una vez por exhibicionismo - reveló el señor Ricardo.
-¡Papá era peor que Andreas! - exclamó Carlota en medio de sus lágrimas de risa.
-Niña, no eres mejor, tú te descontaste a una chica en París - siguió Andreas.
-¡Somos una vergüenza! - sentenció ella y luego, su padre, melancólico, terminó:
-Y aun así compartimos la mesa con personas más honorables que nosotros.
Los Liukin callaron un segundo. Los Leoncavallo no sabían como reaccionar y el silencio se hizo eterno hasta que Miguel tomó la palabra.
-Me siento honrado de ser su hijo, señor Ricardo. Usted nos ha protegido con mucha fortaleza ¿Saben que ha podido sacarnos adelante a pesar de estar solo en esa labor? Es cierto que no tenemos una gran historia que contar pero nuestro padre es grandioso. Carlota no saldrá tan mal, creemos.
Katarina miró a Miguel como si sus palabras le parecieran adorables y lo rodeó con sus brazos. Los Leoncavallo se calmaron un poco y Maurizio Maragaglio prosiguió con la cena y la charla.
-Entonces, la signorina Carlota ya tiene sus anécdotas con París.
-¡Son de pena! - replicó la chica.
-Usted y yo también tuvimos nuestra aventura francesa.
-Le conté a papá.
-Bueno, sirvió de algo porque me dio tiempo de mover ciertas influencias y como la familia cooperó, podemos celebrar, además de nuestro abuelo a mia carissima prima Katarina por suo compleanno, che è oggi anche.
-¿Es su cumpleaños?
-Creí que Mauri le había avisado. Aun así, este obsequio fue posible gracias a usted, signorina Liukin.
Maurizio Leoncavallo suspiró hondo y sacó de un gabinete próximo una caja naranja que extendió a su hermana, misma que de la incredulidad miró a su familia con un sincero "grazie" implícito.
-¡Es un Kelly negro! ¿Cómo supieron?
-Mauri insistió mucho en que te lo consiguiéramos para festejar tus veinte años - reveló Maragaglio.
-Mi hermano... Pero hay lista de espera y este año no aceptaron pedidos.
-Aquí entra la signorina Liukin. Cuando la llevé a París a ver a un amigo, me dio la dirección del atelier de Hérmes, me acompañó, dijimos que ella lo quería e hice un par de llamadas que a su vez llegaron al amigo de un amigo prometiéndoles su autógrafo y "estaba disponible" un bolso a la media hora ¿qué oportuno, no crees?
-Tantissimi grazie a tutti! Creí que nadie se había acordado por mi abuelo.
-Noi ti amiamo, Katy!
La familia entera se volcó en felicitaciones a Katarina y Maragaglio aprovechó para hablarle al oído a Maurizio.
-Babs te espera en la cocina.
-¿Está enojada?
-Creo que vino por negocios.
-¿No te mencionó algo más?
-Es un asunto del Consejo de Deportes.
-Grazie, ya vuelvo.
-Oye, arréglate con Katarina.
-¿Qué te dijo?
-Que está triste porque discutieron.
-Veremos. Voy con Babs.
-Buona fortuna.
-¿Por qué no contestan el teléfono?
-Lleva sonando todo el día. Nada importante.
Maurizio Leoncavallo se incorporó y discretamente cerró la puerta de la cocina para que nadie pudiera enterarse de lo que ocurriría en su charla con su ex compañera, que, dicho sea de paso, no había salido de aquella habitación a convivir y no tenía el interés. Delante de ella, Maurizio bajaba la vista.
Por otro lado, los Leoncavallo iniciaban su ronda de anécdotas en homenaje al abuelo y varios abotonaban sus abrigos para hacer lucir sus escudos partigianos. Como los Liukin aun no entendían, Maurizio Maragaglio les contó la historia, auxiliado un poco por el professore Scarpa.
-Nel '43 los alemanes invadieron Italia porque los aliados estaban llegando vía Sicilia. En esa época Vittorio Emmanuele II había ordenado que detuvieran a Mussolini y los nazis lo liberaron. A nuestro abuelo le tocó ver como las tropas de Hitler se apoderaban del norte del país y se enteró de que habían bombardeado los puentes di Firenze.
-Firenze es Florencia - tradujo Scarpa.
-El Estado había firmado un armisticio con los aliados poco antes, los alemanes iniciaron la ofensiva y entonces mi abuelo se enteró de que en Modena se habían formado grupos disidentes y se unía cada vez más gente de otros lugares. Se decidió a entrar cuando Vittorio Emmanuelle huyó de Roma y los nazis se apoderaron de la ciudad. En donde él estaba, en Milano, se estableció Mussolini y anunció que Italia reingresaba a la guerra. Él contó que eso fue doloroso y que por ello tomó un fusil e hizo campaña por toda Lombardia. Ayudaban a los Aliados pero también combatían contra compatriotas que apoyaban la Repubblica di Salò.
-Así le apodaban al territorio que ocupaba Mussolini.
-La disidencia se nombró así misma como partigiana o partisana.
-Partigiano es sinónimo de guerrillero, de rebelde - aclaró Scarpa.
-Se identificaban con estrellas como las que lucimos hoy y se adherían a la A.N.P.I. Entre los partigiani había comunistas, cristianos, monarquistas... Todos iguales cuando los capturaban y los colgaban. Nuestro abuelo perdió la cuenta de cuántas veces huyó o mató. Antes de la guerra era un obrero sin educación, no sabía leer. Todas las noticias le llegaban porque en la resistencia hablaban de ellas y en la radio. Comprendió que los fascistas eran el enemigo cuando descubrió que el ejército actuaba de sirviente con los hombres de Hitler.... Yo se los cuento como él podía hacerlo, porque con su vista miope le costó trabajo aprender las letras o recordar una cara. Pero coleccionaba los periódicos, los panfletos; hacía que los compañeros le leyeran todo. Una vez, en el diario del Partido Comunista salió la imagen que tenemos en grande, atrás de la signorina Carlota. Ese del frente, caminando en la protesta obrera de Milano, es el abuelo.
-Es igual a tu coach, Carlota.
-Con la stella partigiana cuando perdió el miedo de mostrarla y junto a él, mi madre que era una niña y que también me falta.
El relato escueto y trabado de Maragaglio no impedía que los Liukin entendieran la valentía del famoso abuelo y admiraban cada recuerdo como si fuera lo más cercano a conocer al héroe.
-Mi abuelo nos crió hasta el último día como partigiano hecho y derecho. El día que nació Katarina dijo que podía morir en paz, que al fin tenía una nieta y no a otro feo niño con los lentes puestos desde el vientre.
Katarina sonrió otra vez.
-Es la única mujer entre tantos hombres que engendramos ¿cómo no quererla?
Los Liukin se contuvieron de preguntar cómo le hacían los Leoncavallo entonces para que sus esposas asemejaran gemelas.
-Reconcíliate con Mauri, que no nos gusta verte llorar, Katy - prosiguió Maragaglio.
-Estaremos bien, primo.
-¿Por qué se enojaron?
-Por un entrenamiento pero haré lo que él diga.
-Creímos que estabas molesta por la signorina Carlota.
-Ella patina hermoso.
-Si las dos triunfan, los demás respetarán a Mauri.
-Es lo que más deseo.
-Cuando supimos que la signorina Liukin escogía Venezia, le depositamos nuestra fe. Sabemos que es una campeona y nos honra mucho que confie en un Leoncavallo. Miren lo que ha hecho Mauri por su propia hermana.
El gesto de la joven Liukin era el de una sonrisa confundida y el de Katarina era de amargura inquisitiva.
-Per l'orgoglio di essere partigiani, per i nuovi amici, per nostro nonno e nostra carissima Katarina, alla salute partigiani! - brindó Maragaglio y alguien gritó:
-¡Ea! Que falta la canzone del nonno.
-Ma che dici? Mauri no está
-Podemos cantarla otra vez cuando vuelva.
-Si la Fusar Poli lo deja.
-Andiamo a cantare.... "Questa mattina mi sono alzato...."
Los Leoncavallo corearon de inmediato.
-"Oh bella ciao, bella ciao..."
Los Liukin se miraron nuevamente entre ellos y el maestro Scarpa se giró a explicarles.
-Bella ciao es el himno partigiano ¿se lo saben?
-¡La cantamos en la escuela! - recordó Carlota - Es para el equipo de hockey.
Ricardo Liukin se animó y comenzó a acompañar a los anfitriones con palmadas y en las partes que se sabía de la canción, provocando que sus hijos intentaran al menos seguirlo.
-"E se muoio, da partigiano, oh bella ciao, bella ciao, bella ciao ciao ciao. E se muoio, da partigiano, tu mi devi seppellir. E seppellire, lassù in montagna, oh bella ciao, bella ciao, bella ciao...."
El ambiente se iba volviendo cada vez más festivo cuando el teléfono sonó con más insistencia. En medio de los cánticos partisanos, Maurizio Maragaglio decidió responder al fin y Katarina se percató de que se trataba de algo serio. Su primo de inmediato abrió la cocina y los presentes oyeron claro el grito de Barbara Fusar Poli: "¡Estoy harta de todo esto, no quiero que me castiguen porque no acabé mi contrato contigo!"
-Mi dispiaccio.... Mauri, chiamata da Milano, è urgente - intervino Maragaglio y su primo contestó de inmediato. Katarina dejó su lugar para estar cerca de su hermano.
-Voy para allá en este momento... Gracias por avisar, ci vediamo - pronunció Maurizio Leoncavallo y tomó su chaqueta.
-Llamaron de Milán, es Jyri - le anunció a la familia - La acaban de intubar. Quieren que vaya a verla.
Katarina tapó su boca.
-¿Está muy grave? - preguntó Maragaglio.
-Si me marcho ahora, alcanzo el tren de medianoche.
-Te acompaño.
-Geronimo ¿nos llevas a Santa Lucia?
El vendedor de telas accedió enseguida y ambos Maurizios lo siguieron hasta el bote sin despedirse de nadie. Antes de arrancar, Katarina salió detrás de su hermano.
-Yo también voy - pronunció ella.
-No, Katarina, quédate.... Le diré a Haguenauer que te entrene mañana, por favor obedécelo.
-No quiero dejarte solo.
-Te avisaré cuando llegue a Milano o si pasa algo ¡Que Carlota tampoco falte a la práctica!
-Maurizio...
-Te llamaré luego, Katarina.
Karin Lorenz también llegó al exterior y junto a Katarina, vio a Maurizio y a su primo alejarse sin poder despedirse de ninguno. La joven Leoncavallo se recargó en la pared y no pudo evitar soltar un par de lágrimas mientras comenzaba a desear que no fuera un asunto de importancia. Adentro, la preocupación tensó la atmósfera y los Liukin supieron que la cena había concluido.
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