jueves, 5 de enero de 2023

La nevada (Los encuentros esperados. Cuento por la Navidad Ortodoxa y fin de la serie).


Jueves, 21 de noviembre de 2002. Venecia, Italia.

Después de una visita infructuosa al hospital el día anterior, Maragaglio pudo ponerse contento al enterarse de que su esposa Susanna se hallaba descansando sin complicaciones y su lugar no se encontraba lejos del de Katarina Leoncavallo, así que ambas estaban siendo cuidadas con la mayor atención posible. El único que deseaba hablarle era el doctor Pelletier, aunque advirtiendo que sería breve, así que lo esperó mientras la inundación veneciana dejaba de ser un aviso, pero no un desastre. De llovizna en llovizna, los canales se habían saturado y el viento desbordaba el sobrante por las calles más cercanas a la laguna, así que el barrio San Polo no tardaría en ver sus banquetas sumergidas y los vecinos podían prepararse.

-Señor Leoncavallo, me alegra que viniera - saludó Luc Pelletier sin extender su mano y soltando su cabello, dejando ver una melena rizada y muy oscura. Sin el uniforme hospitalario, el tipo parecía sacado de alguna tienda gótica.

-¿Doctor Pelletier?
-Así es.
-Nadie me había llamado por mi apellido.
-Katarina me pidió que lo hiciera.

Maragaglio sonrió debajo de su cubrebocas.

-Hubo sol esta tarde, a Katarina le hizo bien - continuó Pelletier.
-¿Es cierto que está muy delicada?
-Tiene síntomas de desnutrición y por lo que veo, su condición no es voluntaria.
-¿No le dijo que toda la familia es igual?
-¿Están a dieta? 
-No ganamos peso, incluso yo perdí un par de kilos sin esforzarme. 
-¿Es en serio?
-Ha de ser genético.
-Eso no explica el reporte sobre la anemia de Katarina.
-¿Anemia?
-Pregunté por su dieta y es deficiente ¿Sabía que come una barra de proteína y una ensalada? Su cena ni siquiera existe.
-La he visto tomando chocolate.
-Señor Leoncavallo, tengo que ser muy sincero con esto pero ella sólo lo bebe cuando tiene una competencia enfrente.
-¿Quiere decir que no se alimenta?
-Le descubrí una osteopenia que empecé a tratar y estos días ha comido con voracidad... ¿Katarina es anoréxica?
-Disculpe, doctor, pero mi prima no tiene esos problemas, ella adora comer.
-Se estaba matando por saltar mejor o algo así me dijo. Tengo que preguntar porque sigo sin comprender cómo puede hablar teniendo neumonía e incluso es capaz de moverse con todo y la mascarilla. 
-¿Descuidé a mi prima?
-Me contó de un atracón en Nueva York ¿Le ha ocurrido antes?

Maragaglio trató de hacer memoria sin ocultar que se hallaba desconcertado. 

-La llevé a un festival vikingo en el verano y su hermano la regañó porque comió cerdo asado y además yo quise ser el primo divertido y la dejé beber un par de cervezas.
-¿La comida es un premio?
-¿Qué? Jamás.
-¿El patinaje es muy absorbente?
-Katarina piensa en eso noche y día.
-¿Es cierto que no debe ganar peso?
-Me ha contado que a las patinadoras les va mejor cuando son ligeras pero pensé que era sarcástica, ella se ve muy atlética.
-¿Consume drogas?
-La Agencia Antidopaje me lo haría saber enseguida ¿Qué está pasando?
-Creo que Katarina debería dejar de patinar.

Pelletier no bromeaba y Maragaglio asentó, asumiendo que era verdad.

-Se qué competir no la hace feliz.
-Si usted es consciente ¿Por qué?..
-¿No le digo? Uff, doctor ¿Cree que no he tratado? Las patinadoras la odian, los patrocinadores se escapan, los comentaristas están abrumados y los "fans" le hacen comentarios hirientes o bromas pesadas; Katarina acaba llorando en los torneos... Lo mismo le pasaba en la escuela y por eso dejó de estudiar. Le sugerí una terapia.
-¿La tomó?
-¿Usted no le tiene miedo?
-¿A Katarina? No.
-"Es tan hermosa, que asusta".
-¿Qué me quiere decir?
-Que tarde o temprano, todos le fallan a Katarina. Yo estuve a punto en París.

Luc Pelletier no quiso indagar.

-¿Usted puso a Marco Antonioni junto a ella?
-Lo hice.
-Gracias, doctor.
-¿No estaba molesto, señor Leoncavallo?
-Conozco al tipo y a su familia ¿Cree que mi prima conocerá a gente mejor en Venecia?
-Señor, no soy ajeno a los rumores y me gustaría saber qué tiene usted contra Marco.
-Toda la familia, dirá. La verdad es que Katarina podría estar con alguien más importante, con mayores posibilidades, estatus. Los Hazlewood son académicos, pero sin posición ¿Me entiende? Ella sintió algo por Marco y todos preferimos ser idiotas, meternos en lo que no nos importa. Quizás no sea mala idea que Katarina se vaya de casa y se deshaga de nosotros.
-No me corresponde avisar, pero hoy se dio algo que creo que la familia debería saber.
-Suelte el golpe, doctor.
-¿Seguro?
-Es mi prima, estoy preparado.
-Ella y Marco acordaron casarse.
-¿Cómo? ¿Cuándo salgan de aquí?
-Preguntaron si pueden firmar los papeles el sábado.
-¿Quién les dio alucinógenos?
-El abogado del hospital lo está gestionando.
-¡Deténgalos!
-La señora Leoncavallo me previno de su reacción.
-¿Susanna está de acuerdo?
-Es la madrina.
-¡Me voy a perder la boda! 
-Oh ¿Está bien?
-¿Por qué me hace una pregunta estúpida?

El anonadado Maragaglio tomó asiento sobre una piedra mientras el agua veneciana comenzaba a tocar su calzado. Pelletier lo imitó.

-Debería estar conversando sobre mi esposa - admitió el primero.
-Ella se encuentra bien.
-Me he quedado en casa de mi suegro y no es cómodo.
-La señora Susanna evoluciona favorablemente, le retiraremos el tanque de oxígeno el fin de semana.
-Esas son buenas noticias.
-Nadie le creyó cuando dijo que usted regresaría a hacerse cargo de la familia.
-¿Apostó, doctor?
-Conozco gente que sí.
-Deben odiarme, perdieron dinero.
-Se recuperará pronto, estoy seguro.
-Susanna no se había enfermado en años.
-Me tomaré la libertad de decirle que ella habla de usted mientras sonríe. Debe quererlo bastante pero también imagino que lo sabe, señor.

Maragaglio recordó fugazmente a Marine en ese momento, sin buscarlo.

-Me aterra que le suceda algo a mi mujer.
-Ella buscó ayuda rápido.
-Gracias por atenderla, doctor.
-Usted no fue amable cuando le di los primeros partes.
-Nunca he sido educado.
-Lo admite, señor. Hay pacientes y familiares que nunca lo notan.
-¿Le importa?
-Le dije que soy chismoso.
-Je, eso no sonó profesional.
-Los pacientes suelen evadir los hechos, entonces uno indaga. 
-Como un detective.
-Señor Leoncavallo, creo que le haré una cita con mi colega, el doctor Gatell.
-¿Razón?
-Él se ha enterado de problemas que quizás sea pertinente anunciarle. La señora Susanna está preocupada por Katarina, por usted, por Marco, por la familia... Por mi parte soy médico y confidente personal de Marco Antonioni desde hace un tiempo. Quiero pedirle un par de favores precisamente por eso.
-Adelante.
-El hermano de Katarina le hace daño. Marco notó que él se porta de una manera manipuladora, la pone triste y es dependiente de él.
-¿Mauri? No hay nadie más respetuoso con Katy.
-Maragaglio... Señor Leoncavallo, perdón.
-En realidad lo sé. Maurizio es un abusivo y no he intervenido.
-No es tarde.
-Ya sabía lo de la comida, Maurizio enfurece si ella no sigue su régimen.
-Convenza a Katarina de abandonar a su hermano.
-Con lo del matrimonio será más fácil.
-El otro favor tiene que ver con unos documentos.

Maragaglio observó a Luc Pelletier como si estuviera confiando, con la ceja levantada.

-Marco Antonioni es arqueólogo y en su tiempo libre va a la biblioteca del Ayuntamiento - prosiguió el médico, inseguro de lo que pronunciaba. Lo cierto era que no entendía lo imprescindible de llevar el mensaje.

-Marco está enfermo y necesita sacar un texto que escondió en ese lugar.
-¿Qué tiene?
-¿Mi paciente? Marfan.
-¿Me explica?
-Es una condición que provoca el crecimiento anormal de brazos y piernas, además de una estatura con la que se tienen dificultades.
-¿De qué tipo?
-Irrigación sanguínea irregular, oxigenación insuficiente, en ocasiones hipertensión, depende el caso.
-¿Es grave?
-A veces, aunque normalmente se puede vivir bien.
-¿Qué tan mal está Marco?
-Quiero asegurarme de que sus niveles de oxígeno son óptimos, pero pescó una neumonía y se me dificulta el diagnóstico.
-¿Y qué hay que salvar?
-No me explicó, excepto que son varios papeles que tienen que ver con su estatus de refugiado y los ha cambiado de lugar constantemente.
-¿En qué sección los dejó?
-En Gastronomía, el libro es... Disculpe, lo anoté, aquí está.
-¿"Auregnais"?
-"Aureñés", es una lengua muerta británica, de Alderney en el Canal de la Mancha. Me aprendí esa información para dársela a usted.
-Esconder cosas en las bibliotecas es muy seguro.
-No sé si con los Hazlewood sea confiable pero el señor Edward debe tener el material en su poder. Ese libro está oculto sobre un estante y tiene reporte de pérdida de la parte de "Lenguas Muertas", Marco no tuvo tiempo de extraerlo.
-Cuando hay búsquedas en esos lugares, uno tiende a volverse algo loco. Me sorprende que Marco sea claro, lo normal es darme una señal y esperar mi fracaso.
-Con la epidemia, la biblioteca está cerrada.
-Pero es adecuada para buscar, iré enseguida. Deme esa nota.
-Grazie.

Maragaglio se incorporó, quemó el papelito fingiendo que fumaba y permaneció de pie.

-Doctor ¿Cree que Susanna se cure rápido? Tengo una misión de trabajo pendiente y tal vez la cancele.
-Dependerá de su reacción sin un tanque auxiliar, pero parece que estará bien en unos días.
-¿Podría decirle algo por mí?
-No sería hoy.
-Avísele que estoy con los niños y que mi suegro no me quiere ver muerto.
-Hecho.
-Olvídelo, mejor que se divierta en la boda.
-¿Algún recado a Katarina?
-Que me habría gustado acompañarla, que le deseo buena suerte.
-Siento mucho que se pierda la ceremonia.
-Por favor, que Susanna sepa que la amo.
-Muy bien.
-Que oiga que ella es mi hogar.

Maragaglio emprendió camino hacia la Biblioteca, sin despedirse de Pelletier. Entre la tristeza y el apremio por las novedades, comenzó a preocuparse por la posible presencia de agentes de espionaje ultramar y tratándose de Marco, temió toparse con los agentes del MI6, el servicio que no dejaba de causarle molestias cuando un caso empezaba a ligarse con tramas que involucraban bancos, nobleza o celebridades británicas y que más de una vez le había demostrado su poder de desaparecer testigos, pruebas y recuerdos. Si Marco Antonioni, cuyo nombre verdadero era Michael Hazlewood, estaba en la mira del gobierno de su país, podía darse por muerto si lo descubrían en el hospital. 

En San Marco, la ausencia de ruido era una desventaja y las puertas cerradas revelaban ventanas con una multitud mirando hacia afuera, así que Maragaglio resolvió caminar con dificultades pegándose a las paredes, esquivando calles con banquetas en ambos lados y aprovechando los toldos que habían quedado abajo. La Biblioteca del Ayuntamiento se encontraba en un callejoncito, al pie de un puente, con una entrada secreta en una plazuela en la esquina camuflada como una bodega para vinos que se abría moviendo una pesada palanca. Maragaglio no conocía bien el recinto y debió resignarse a mirar el mapa del directorio para ubicarse una vez dentro. Las "lenguas muertas" ocupaban un espacio reducido, con apenas cuatro estantes en el tercer piso y confundiéndose con los libros de literatura antigua que rodeaban el resto de la planta. Debido a su trabajo, el hombre se percataba de detalles que una persona convencional no, como las guardas del libro de registros maltratadas o el desgaste de la cinta segaladora, que no correspondía al tiempo de uso, que databa de dos meses atrás. Seguramente se conservaban más ejemplares cotejables, pero luego de una revisión Maragaglio descubrió que los nombres de algunos visitantes habían sido señalados con el punto sutil que deja un alfiler. Marco Antonioni era libre de sospechas, puesto que su única marca era titubeante.

-"No lo han descubierto y fue muy listo en venir aquí cuando empezó a sentirse mal" - caviló luego de notar la fecha de la última visita. El MI6 había visitado el recinto y Maragaglio reconocía el método de escanear libros, puesto que la mayoría se notaban acomodados en orden y sumo cuidado y los textos pendientes de colocar no habían sido movidos de los extremos de los pasillos. Sin embargo, en la recepción hubo algo que llamó su atención: La empleada había dejado el reporte de la desaparición del libro "Auregnais" junto a otras pérdidas y tenía pendiente levantar la denuncia ante las autoridades. La marca del alfiler del MI6 era inconfundible y si bien buscaban el texto clave, lo más seguro era que habían emprendido la cacería al exterior.

-Bingo - exclamó Maragaglio y se dirigió a la segunda planta, junto a una gran pared que de tan alta, no permitía el espacio para que los estantes pudieran ser limpiados en un aseo rutinario. Desde ahí, se contemplaba la zona de "Lenguas muertas", así que el hombre optó por tomar una escalera y buscar su objetivo en paralelo a la ubicación de los cuatro libreros de la parte superior. El método funcionó en el segundo intento, "Aragnais" estaba oculto entre el librero y la pared, disfrazado como parte del mueble. Rápidamente, echó un vistazo y encontró un diario con el tamaño de una libreta de notas junto a un documento doblado y roto proveniente de la biblioteca de Londres. En el texto, el apellido "Liukin" se presentaba junto a variantes como "Lazukin", "Lukin", "Lukhatov", "Lutsky", "Louvier", "Luján", "Lucret", "Lolo" o "Lussac", entre otros. Maragaglio metió aquello en su abrigo y abandonó el lugar a toda prisa, sin olvidar colocar el libro perdido entre aquellos pendientes de retornar a sus lugares. Consciente de que no tenía tiempo, Maragaglio salió rumbo al barrio San Polo, siguiendo fiel su estrategia de pegarse a los muros. Para llegar, debía cruzar el Gran Canale y la opción era utilizar el Puente de la Academia por San Vidal. Caminar aumentaba el riesgo, pero ir encontrando agentes de la Polizia veneciana pasó a ser una bendición al poder actuar amigable y preguntarles por las incidencias del día. El frío era un demonio inclemente y la inundación poco a poco iba transformándose en hielo. 

Gracias a la improvisada compañía que hacía en las rondas de quienes iban poniéndole al tanto, Maragaglio pudo abrirse paso a casa, con chocolate caliente de cortesía y despistando a quienes sintieran curiosidad por su presencia. La cuarentena veneciana era un alivio para el exterior, al permitirle al personal de vigilancia hacer las rondas jugando, libres de todo turista y de empleados del vaporetto molestos. 

-Perdón por no seguir con ustedes pero me esperan mis hijos - anunció con alivio al ver la puerta de la familia Berton y a cambio, recibía deseos de recuperación para Katarina y una llamada de Helsinki a la que apenas respondió con un "Dame unos minutos, prometo hablarte". 

Edward Hazlewood era un hombre ocupado esa tarde noche, cubriendo su telescopio para intentar ver algo pese al mal clima. La humedad le había empapado el rostro y limpiaba sus lentes del hielo que se formaba de vez en vez. Cuando Maragaglio saludó e hizo la seña de que buscaba conversación, el hombre apenas fue capaz de pedirle a su hijo Fabrizio que abriera para recibirlo. Este último protestó, pero respetó aquello por creer que se trataba de noticias del hospital.

-Grazie - saludó el visitante y enseguida pidió que lo llevaran donde el señor Hazlewood, advirtiendo que llegaba con intenciones privadas. Fabrizio tuvo que soportar que le cerraran la puerta de la azotea en la cara.

-¿Que lo trae aquí? - saludó Hazlewood con notorio nerviosismo.
-El MI6 - contestó Maragaglio sin preámbulos.
-Han ido sobre Marco.
-Creo que lo acabo de salvar.

Hazlewood pasó saliva e hizo que Maragaglio se sentara detrás del telescopio, colocando un segundo banco para permanecer juntos.

-¿Qué estaba investigando su hijo? ¿Por qué tenía este papel? ¿Las notas significan algo? ¿Por qué llegó a Italia con estatus de refugiado y qué tiene la familia Liukin con él?
-Esas son varias preguntas...
-No divague, Hazlewood.
-Marco es arqueólogo con especialidad en la época medieval, se interesó por las lenguas muertas y no sé qué halló, pero robó documentos de la biblioteca de Oxford y luego sacó el papel que trae usted de un libro muy viejo de Londres, sólo sé que es importante pero no hemos conversado.
-¿Investigaba el idioma "Aragnais"?
-¡No, que va! Siempre ha usado libros que a nadie le interesan para que no le roben su trabajo.
-¿Le comentó algo de eso?
-Cuando quiso iniciar su doctorado, encontró un texto en una lengua llamada "lisak" y quiso indagar. Parecía inofensivo pero llegó una carta de Su majestad, la Reina Victoria, solicitándole los resultados de su búsqueda y cuando descubrió la palabra "Liukin", Marco llegó a casa y quemó un libro, excepto ese papel.
-¿Quemar?
-Me parece una barbaridad todavía, pero dijo que tenía que hacerlo y yo lo reprendí. Más tarde entraron a la casa y mi hijo me anunció que debía irse de Inglaterra.
-¿Aún tiene la carta de la reina?
-La conservo.
-¿Supieron por qué estaba interesada esa mujer?
-En ese diario están las anotaciones.
-Tómelo, Hazlewood.
-Espero que no se haya perdido...
-¿Qué cosa?
-Aquí está, que alivio.
-Otro documento.
-Este es más valioso.
-Asumo que no me dirá lo que escribieron ahí.
-Es un documento robado del Archivo Vaticano, lo tuvieron los nazis y después fue sustraído de la Biblioteca de Berlín en los años setenta.
-Debe ser vital.
-Marco lo halló en Oxford y según él, los problemas comenzaron. 
-Lo inteligente sería deshacerse de esta información.
-Sería muy peligroso, sobretodo por la familia Liukin. 
-¿Qué es tan delicado?
-Considero que lo mejor para usted es hacer como que esto no pasó.
-Jajajaja, es tan ridículo.
-No nos ofenda.
-Hace poco descubrí que mi familia también es Liukin.

Hazlewood palideció.

-¿Cómo?
-Una amante mía se quiso vengar y me mandó pedir registros de ADN con el Gobierno Mundial. Sergei Trankov los sustrajo por razones que no he consultado y sorpresa, sorpresa, llegaron los resultados a mis manos hace nada, días.
-Entonces Marco y usted tienen la misma conclusión.
-¿De qué está hablando?
-Él supo que usted era un Liukin mientras investigaba con el documento de los apellidos ¿Le han dicho que se aleje de la familia Romanov y del Imperio Británico?
-¿Romanov?
-Usted no llegó a esa parte.
-¿Disculpe?
-Abrí la boca, Marco está en la tumba.
-Claro que no... Y de lo otro, mi abuelo siempre me dijo que cuidara de los ingleses, pero creí que era por prejuicios, los llamaba "malditos piratas".
-Es un consejo escrito en francés antiguo, está debajo del nombre "Lousset".
-¿Por qué debería tener cuidado?
-El peor enemigo siempre está en la familia de uno y los Romanov iban a entregar a los Liukin con los comunistas a cambio de no morir en la Revolución.
-¿Qué?
-¿Qué clase de ADN le sacaron a usted?
-Mi último pariente era Goran Liukin, mi bisabuelo... ¿También soy un Romanov? 
-No era forma de darle aviso.
-Usted es malo guardando secretos.
-Por eso hice lo que pude por mi hijo y abandoné mi vida en Oxford.
-¿En Inglaterra saben algo de esto?
-Dicen que el zar Nicolás era primo de la familia real británica.
-Eso no debería ser noticia si fuera verdad, claro.
-Pero el registro que a la reina le interesa es un árbol genealógico detallado que quemó alguien. Marco escondió en otro libro esos datos y llegó un tipo a destruirlos, fue pérdida total porque las cenizas fueron arrojadas al canal de San Giorgio.
-¿Quién era?
-Supongo que otro Liukin.
-¿Su hijo le mencionó alguna descripción?
-Viejo, piel dorada y dijo que era de Tell no Tales.
-Lo investigaré - murmuró Maragaglio con la certeza de que conocía la identidad del destructor.
-Maragaglio, usted firmó nuestros documentos de asilo, podrían indagarlo, no es difícil.
-¿Cómo sacó a Marco de Inglaterra?
-Acudí con un falsificador en Sussex y luego de pagarle con mi casa, me dio los pasaportes falsos de Marco y Fabrizio.
-¿Por qué vinieron aquí?
-Fue para lo que alcanzó.
-¿Cómo migró usted?
-Negué a mis hijos y el falsificador me exigió los ahorros de mi vida.
-Ayer le pedí que cuidaran de Katy, hoy no puedo acercarla ¿Por qué no me dijo antes?
-Mis hijos tienen una vida normal.
-¡Tienen al MI6 encima, idiota!
-¿Qué hace?
-Obtener un seguro de vida, quemo esto.
-Es el trabajo de Marco, él intenta preservar y traducir la lengua lisak.
-Por algo me encargó los papeles y no confió en usted.

Edward Hazlewood se hundió en su asiento sin querer mirar como el diario y los documentos antiguos se perdían para siempre. Maragaglio alcanzó a leer el dichoso escrito de Oxford, enterándose de la "sangre pura" de un linaje relacionado a los Romanov y que, de hacerse valer, volvería legítimo heredero del trono de Francia y zar de Rusia al portador.

-Si alguien viene, yo no estuve aquí - sentenció Maragaglio al barrer los restos y perderlos con el viento. Hazlewood cerró su boca, recordando a su hijo al inicio de su proyecto, la "royal scholarship" que le daba la oportunidad de dedicarse a su tesis sin obligaciones adicionales y el día que halló a una familia Liukin tangible y en lugar de darlo a conocer, había reservado la información y posteriormente se había consagrado a borrarla. Un estudio inocente sobre una lengua muerta, corrompido por intereses inconfesables. Sí, amigo lector, Hazlewood conocía más de lo que declaraba, incluso había compartido sus impresiones de colega a colega al leer los datos y revisar las fotos de vestigios arqueológicos en África que Marco quería visitar. Luego vino la otra pesadilla, estando seguros y resguardados en Italia, cuando Katarina Leoncavallo se apareció primero en los cursos de extensión académica del mismo Edward Hazlewood y luego como una chica bella que miraba al gondolier Marco Antonioni y le coqueteaba en Cannaregio ante las miradas celosas de su arrogante familia y su dominante hermano. Los Hazlewood se habían confiado mucho. 

-¡No le reclamé por la boda! - se percató Maragaglio en la calle, pero no volvió ni se esforzó siquiera por mostrar disgusto, se limitó a entrar en casa de los Berton y resguardarse del frío con más dudas que antes.

Hazlewood sin embargo, se quedó en su azotea, sosteniendo los copos de nieve que comenzaban a caer, viendo una cortina blanca sobre los canales, depositándose en cada techo y reposando sobre sus hombros. La lluvia se transformaba en el blanco resplandor del invierno y la nieve sepultaba cualquier peligro inmediato.