sábado, 24 de septiembre de 2016

Bérenice va al tenis (Tercera parte y fin de la serie)


Imagen cortesía de Pure People.

Bérenice Mukhin se introdujo en el Racquet Club a toda prisa y tomó asiento en una grada cuyos lugares no parecían apartados por otros asistentes. A su lado izquierdo había una butaca vacía y una mujer rubia aguardaba por su acompañante mientras bostezaba largamente antes de revisar su agenda para asegurarse de no haber dejado algún asunto olvidado, volteando cada dos minutos exactos a todos lados para sonreír por motivos desconocidos. Bérenice le prestaba atención porque le daba gracia y comenzaba a imitarla con sus poses impacientes.

-¿Qué haces? - Preguntaba Roland Mukhin al descubrirla.
-La señora aquí al lado es muy extraña.
-Creo que es una mujer ocupada.
-Se parece a una actriz mala.
-Es que es una actriz mala, mira como finge que no tiene calor.
-Ja, ja, ja, le falta un cigarro.

Bérenice hizo una seña similar a fumar y su padre se carcajeó un poco, logrando que los asistentes cercanos los voltearan a ver.

-Mejor nos calmamos, Bérenice.
-¡Mira, Marat está entrando a la cancha!

Al igual que el público, los Mukhin ovacionaban y el grito "Davai Marat!" de Bérenice era tan fuerte que Marat Safín la localizó enseguida desde su distancia.

-¡Gracias Bérenice! - replicó éste y ella volteó hacia donde se hallaban Don y Evan Weymouth, quiénes no parecían tener idea de cómo portarse en ese lugar y se limitaban a aplaudir de pie.

-Les va a gustar mucho - aseguraba la joven Mukhin a sus invitados y delicadamente les compartía botellitas de agua.

-No hace calor - expresó Evan.
-Pero es el tenis ¡de tanto verlo da sed! - remató Bérenice y cuando Gustavo Kuerten inició su calentamiento, volvió a su sitio. Rápidamente el recinto recobraba aforo y se daban a conocer los nombres de los jueces y hasta los recogepelotas, resaltando Luiz con su cabello crespo.

-¡Aquí estamos Luiz! - exclamó Bérenice y el chico la saludó mandándole un beso y haciéndole notar que el bebé Scott dormía en el regazo de Roland Mukhin.

-¡Luiz va a conocer a Marat!
-¿Crees que sea buena idea, hija?
-Ay, papá, claro que sí, mis amigos son amigos de mi palmera porque yo lo digo.
-Bérenice, a lo mejor soy inoportuno pero ¿no crees que después ya no verás a Marat?
-Si regresa no tendrá dónde ir.

La chica tenía razón. El país de Marat había sido destruido en el espejo y por ende, tendría que hallar asilo con personas que no le apuñalarían con tal de apropiarse de las pertenencias conseguidas en la realidad. Por esa causa, sólo podían ser los Mukhin.

-Por el momento estamos en el juego - concluyó Roland y su hija prefirió unirse a las dinámicas de los espectadores como hacer la ola o aplaudir con rapidez. En un momento dado, la joven perdió de vista a la mujer rubia de al lado y sólo prestó atención cuando un hombre vestido con camisa gris y chaqueta oscura se sentó a su lado, orillándole a dejar de respirar unos segundos para que no volteara.

-Tardaste mucho, Lleyton - dijo la rubia.
-La barra está imposible pero conseguí la cerveza.
-Gracias, muero de sudor.
-Ojalá gane Guga.
-¿Kuerten?
-El año pasado fue un dios en Roland Garros y siempre vence a Safín.
-¿De verdad?
-Lo siento por Marat pero se irá muy pronto a casa.
-Suenas muy seguro.
-El partido se acaba en tres sets.

Bérenice no estaba de acuerdo con Lleyton Eckhart pero guardaba forzosamente silencio y cruzaba los dedos al tiempo que sonaba un timbre y se le pedía al público permanecer tranquilo para que el encuentro se desarrollara puntualmente. El sorteo para el primer saque se había efectuado.

-First service for Gustavo Kuerten - solicitaba el umpire y Marat Safín concretaba su primer intento velozmente.

-Marat viene fuerte ¿no lo crees Bérenice? - dijo Roland Mukhin y Lleyton Eckhart giró a su derecha, coincidiendo su mirada con la de la chica Mukhin. Ambos inmediatamente voltearon al frente con inhibición.

-30/0 - se decretaba y Luiz aparecía en escena, levantando la pelota del segundo remate de Marat.

-Buenas noches - dijo Lleyton cruzado de brazos.
-Hola.
-Qué casualidad.
-Mi papá necesita estar cerca de las escaleras.
-Me doy cuenta. Lindo tu bebé.
-Gracias.
-¿Viniste por Luiz o por Marat?
-Por los dos.
-Me sorprendí ayer.
-¿Por?
-Marat te saludó.
-Es un amigo.
-También fue tu novio.

Kuerten empató a 30 y Lleyton interrumpió la charla para aplaudir, admirado de que su acompañante no se enteraba de lo que pasaba con él.

-Tu amigo va a perder el punto.
-No importa, siempre remonta.
-Esa costumbre me disgusta. Cuando le ganó a Sampras juré que sería el mejor.
-Marat es el mejor.
-Mira su estadística, no lo es.
-Cuando le gane a Kurtacho, me dices.
-He visto la temporada, puedo predecir esto con ojos cerrados.
-Es Marat y no lo conoces, Lleyton.

Segundos más tarde, Gustavo Kuerten conseguía el primer punto y cambiaba prematuramente de raqueta en el pequeño momento fuera que le daban.

-¿Cómo conociste a Marat? - reanudó Lleyton.
-No te lo diré.
-¿Por qué?
-¿Cómo conociste a la chica rubia? ¿Vienes con ella, no?
-Es Sophie, es actriz, la conocí hace un año en París.
-¿Actriz? Ja, ja, ja.
-¿Qué te da risa?
-Es actriz.
-Y Marat es un gran tenista.
-Entonces piensas lo mismo que yo de Sophie.
-Lamento decepcionarte.

El juego continuaba y Lleyton prefirió guardar silencio, reaccionando únicamente a los buenos reveses de Gustavo Kuerten que lo mantenían arriba de un desconcertado Marat Safín que no lograba concretar el tanto y cuyo talante se tornaba iracundo fácilmente.

-¡Tranquilo Marat! - exclamó Bérenice antes de que éste marcara con un remate dudoso y solicitara revisión, otorgándole a su contricante un cuarto punto. Azotando su raqueta, Marat se aproximó al juez para reclamar pero ella lo detuvo.

-¡Deja de discutir y pónte a jugar! ¡Ya sabemos que el umpire es un completo idiota!

Marat alzó su mirada y regresó a su lugar con una enorme sonrisa, misma que se le contagiaba a los asistentes. En las gradas, Lleyton comprobaba que Bérenice prestaba atención a los slices de Marat y no demoró en advertirle que los realizaba muy abajo.

-¡Te va a atacar con un montón de lobs! ¡Juega en la mitad de tu cancha y olvídate de los drops!

Y Marat la obedecía, obteniendo el empate y posteriormente el quinto punto.

-¡Señor Safín está compitiendo, no entrenando! - señaló Lleyton Eckhart fuertemente y el umpire se viró molesto hacia él y Bérenice.

-¡Usted y la señorita, resérvense sus comentarios o los haré sacar!

Ambos asentaron y cuando el juez regresó a sus labores, se rieron de él.

-Hablas alto - bromeó Bérenice.
-Pero tú empezaste ¡Yo no estaba ayudando a nadie!
-Pero quieres que gane Kurtacho.
-¡Limpiamente! No con alguien que le resuelva el juego.
-Pero lo hice para que no patee a Marat.
-Sabes que él puede solo.
-¿Hice trampa?
-¿Tú que crees?

Bérenice simuló cerrar un zipper en su boca y se dedicó a contemplar como su amigo se las arreglaba con un deuce y un advantage antes de que usara revés tan potente que Kuerten acabó por echar la pelota fuera.

-First set for Safín - se declaraba y el público aprovechaba para ovacionar y levantarse un minuto en lo que ambos tenistas retomaban la actividad.

-Lleyton ¿todo está bien? - preguntó Sophie.
-Disculpa, es que me emocioné.
-A la chica de al lado no le para la boca.
-Es admiradora de Safín.
-¿Por qué le haces caso?

Lleyton decidió cambiar de asiento con Sophie para no discutir y aquello distrajo tanto a Bérenice que no se percató de algo extraño: Marat revisaba un reflejo en un vaso y decidió encender un cerillo, haciéndolo pasar a otro lugar y asegurándose de que comenzara a quemar algo. Sólo Roland Mukhin lo notó, aunque se abstuvo de los aspavientos.

El partido reinició con mucha velocidad de parte de Gustavo Kuerten un minuto más tarde, aunque los dos primeros puntos los ganaría un tenso Marat antes de batallar para llevarse el set 7-5 no sin haber aguantado un empate a cinco y haber forzado errores en su rival.

-Bérenice, algo anda mal. Vámonos - ordenó Roland Mukhin a su hija cuando arrancaba el tercet set.
-¿No esperaremos a Luiz?
-No quiero quedarme aquí.

Bérenice se incorporó desconcertada y pidiendo ayuda, llegó a la rampa junto a la escalera, en dónde Lleyton Eckhart se ofreció a auxiliarla después de saltar sobre la grada para alcanzarla.

-¿Pasa algo?
-Estamos bien - dijo ella.
-¿Qué necesitas?
-Mi papá quiere aire.
-Lo llevamos al jardín de la estancia si gusta.
-Levantaré a Scott.

Roland Mukhin estaba a nada de entregar al bebé cuando un vigilante del club se aproximó a decirles que por el momento no abandonaran la zona, puesto que había un problema en el hotel.

-Tuvimos un gran corto circuito, lo estamos arreglando. Por favor, permanezcan aquí - concluyó y Bérenice resolvió llevar a su padre a un pasillo que daba a la cancha. Lleyton fue detrás mientras omitía cuestionar en qué parte del recinto se suscitaba el incidente.

-40/15 for Kuerten - se decía a través del sonido local y Marat descubría a Bérenice en el pasillo, extrañado de su actitud apenada.

-40/30 - se declaraba como marcador y Marat aceleró el ritmo, llevándose dos puntos consecutivos antes de que su obsesión por los drops lo metiera en problemas. Apenas tuvo segundos libres, revisó el reflejo de su vaso y Roland Mukhin decidió acercársele por su cuenta, sin que su hija pudiera contenerlo.

-¿Qué hiciste Marat?
-Roland, no debe venir por aquí.
-Te vi prender un fósforo y pasarlo al otro lado ¿Qué buscas, idiota?
-Le explico luego pero retírese.
-Contéstame.
-Tome mi vaso y vea.

El señor Mukhin procedió y distinguió un fuego en el anexo del restaurante del Golden Cape, mismo que estaba siendo alimentado deliberadamente por la encargada de la limpieza.

-¿Desde cuándo abres portales en los vasos?
-Señor Mukhin ¿está bien?
-Iré allí.
-Espere, tuve que hacerlo.
-¿Por qué?
-Porque conozco a un socio de ese lugar.
-Acabando el juego distraes a Bérenice a cualquier costo y pobre de ti si le pasa algo a la mujer que te está ayudando.

Roland Mukhin se dio la media vuelta y se colocó frente a Bérenice dándole al somnoliento Scott en el acto.

-Toda la familia conoce a Marat Safín, qué locura - comentó Lleyton.
-Fui a darle consejos para que no corran a Bérenice ¿Quién se atrevería a tocar a un hombre en silla de ruedas?

Lleyton no fue capaz de responder pero tuvo un sentimiento extraño. Si se fijaba bien, el aspecto de los Mukhin era espeluznante con sus posturas robóticas y la calidez vacía de sus ojos, aspectos compartidos por Luiz y Marat aunque ocultos por una vestimenta común y corriente.

Intuyendo que había algo inquietante, tomó su distancia y lentamente trató de regresar con Sophie, no obstante, Bérenice siguiera pareciendo normal y celebrara los movimientos de Marat, que eran un poco más sólidos que en los anteriores sets.

-Cuando se concentra, Marat es invencible - comentó Roland y el rostro desencajado de Gustavo Kuerten reflejaba bien la paliza del tercer set en donde no tardó en indicarse el match point. El público se ponía de pie y silbaba eufórico antes del error de Marat que le dejaba en una situación de double match point, en el cual desperdició otro intento, lamentándose en el acto.

-Davai Marat! - externó Bérenice con un susurro y vino un juego largo en el que ninguno de los contrincantes cedía hasta que éste levantó un lob cuando Kuerten maniobraba cerca de la red, concluyendo 6-1 y el partido con los tres sets a favor de Marat Safín.

-¿Lo ves Lleyton? ¡Ganó Marat!
-Ni hablar, se lo merece.
-¡Voy a felicitarlo!
-Está muy bien.... ¿Y tu padre? ¿Dónde fue?
-Tal vez con Marat.
-No lo veo.

Bérenice miró a su alrededor creyendo que lo encontraría enseguida pero en su lugar, era Luiz el que salía a su encuentro.

-¿Me viste amor?
-Estás guapísimo con este pelote.
-No me equivoqué con las pelotas.
-Me alegra Luiz.
-¿Qué pasa?
-¿Mi papá entró a la cancha?
-No, se fue hace unos minutos.
-¿Qué? ¿Por qué no me dijiste?
-Se despidió de mí, me hizo la seña.

Al fondo se percibió un cristalazo y Bérenice corrió a la estancia, enterándose apenas de que su padre se dirigía a toda prisa al exterior y otro guardia impedía la salida de los presentes.

-¡Deténgase señorita, no puede pasar!
-¡Mi papá se acaba de ir!
-Alguien irá por él, no se preocupe.
-¿Qué pasa? - Intervino Lleyton Eckhart y poco después era Marat Safín quien sostenía a Bérenice, expectante por las noticias.

-Les suplicamos que permanezcan al interior - insistió el vigilante.
-Soy de la Fiscalía de Tell no Tales, le ordeno que nos informe el motivo de esta retención o tendré que llamar a una unidad de la policía - advirtió Lleyton.
-Hay un incendio en el hotel, lo estamos controlando, este es el sitio más seguro por el momento.
-¿En qué parte?
-En el restaurante, frente a la playa.
-¿Cuando empezó?
-Hace tres horas.
-¿Por qué no avisó?
-Porque la ruta de evacuación fue bloqueada y no queríamos provocar pánico.
-¿Bloqueada?
-El fuego se extendió por las habitaciones y los bomberos intentan que no llegue a las villas u al hotel vecino.
-¿Explotó la cocina?
-Primero se quemó el anexo que está detrás.
-¿Fue el corto circuito del que me habló?
-No estaba tan grave hasta que llegó a la tubería de gas.

Bérenice se llevó las manos al rostro y Marat pretendía retenerla alegando que todo estaría bien.

-Mi padre acaba de salir por esa puerta - dijo ella en voz alta.
-No tardan en traerlo.
-No puedo estar tranquila, iré por él.
-Él estará bien.
-¿Y si le pasa algo, Marat?
-¡Detente! ¡Él no quiere que vayas!
-¡No lo puedo dejar!
-Piensa Bérenice, tienes a tu bebé en los brazos, se podría intoxicar.
-¡Luiz! Toma a Scott, voy por papá.
-¡Espérate!
-¡Suéltame Marat!
-¡Tranquilízate!
-¡Si mi papá se lastima será tu culpa!
-¡Lo que quieras pero ... ! ¿Qué estás viendo?
-Tu vaso se quema.
-No hagas caso.
-Abriste el reflejo.
-No, yo creo que son las luces, mejor lo aparto.
-¿El del reflejo es mi papá?
-Es Luiz.
-¿Qué está haciendo mi papá? ¿Qué busca?
-Suficiente.
-Marat, dame tu vaso.
-No.
-Marat ....
-No lo haré, deja en paz a tu padre.
-¿Sabes a dónde fue, verdad?
-Bérenice, él vendrá.
-Marat, dime que está ocurriendo, ¿Por qué abriste el reflejo de tu vaso?
-No pasa nada.
-No mientas Marat ¿a quién busca mi papá?
-A nadie, quieta.
-¿Por qué está yendo al fuego?
-No lo sé.
-Por favor.
-No debo decir.
-Marat, mi papá se puede herir.
-Bérenice, no debo contártelo.
-Pero estoy aquí. Por favor ¿qué está haciendo mi papá? Marat.....

El silencio de Marat alteraba más a Bérenice e impaciente, la última le propinó una cachetada antes de resolver salir corriendo, esquivando de paso al guardia.

-¡No te acerques, Bérenice! - dijo Marat siguiéndola. Lleyton Eckhart también corrió y Luiz, con todo y bebé, se consagró en ir por la joven, que sólo paró cuando tuvo frente así un incendio monstruoso. El Golden Cape estaba cubierto de llamas en su totalidad y el viento las arrastraba hasta las villas en tanto los bomberos volcaban su esfuerzo en evitar que continuara propagándose y solicitaban auxilio al personal del hotel vecino para evacuar a la gente por precaución. Por la playa corrían muchas jovencitas, algunas desnudas pero todas llorando y gritando en varios idiomas. Marat reconoció a la joven checa de la mañana, misma que estaba siendo reanimada por paramédicos.

-¡Papá! - llamaba Bérenice y Marat menos podía retenerla hasta que lo distinguieron en la oscuridad. Al mismo tiempo, una mujer salía del hotel y lentamente caminó hasta colocarse frente a Roland Mukhin ante la estupefacción de los testigos por saberla ilesa.

-¡Marat suéltame! - pidió Bérenice y él la retuvo, abrazándola fuerte.

-¡Déjame!
-No debo.
-Marat, suéltame.
-Me lo pidió tu papá.
-¿Por qué? ¿Con quién está?
-No, Bérenice, no preguntes.
-¿Quién es ella?
-No te voy a decir.
-Marat ¡lo sabes, tú lo sabes, dímelo!
-Tu papá no quiere.
-¡Basta Marat!
-No vayas.
-No me dejas opción.

Bérenice corrió de nuevo pero Marat la sujetó por la cintura.

-¡Déjame ir!
-No, esto es asunto de tu padre.
-¡Marat, por favor!
-No, Bérenice, quédate aquí!
-Quiero ir.
-Te lo suplico.
-Marat....
-Es por tu padre, no depende de mí.
-Por favor, ¿con quién está?
-No te quiero mentir.
-Marat...
-La vi en la mañana, perdón.
-¿A quién?
-A la mujer que está tu padre, déjalos solos.
-¿Quién es?
-Bérenice, tu madre está viva.

Bérenice cambió su expresión asustada por una incrédula y las lágrimas le rodaron por el rostro.

-¡Bérenice no! - gritó Marat y la joven aceleró el paso mientras Luiz iba por ella. Lleyton permanecía paralizado ante la escena y sintió el pasmo en el corazón cuando ella descubrió que Marat le decía la verdad.

-¿Mamá? - preguntó la chica a la silueta que le daba la espalda y ésta giró como si desconociera la expresión.

-Mamá, mamá, mamá ¡mamá! - Bérenice se echó de rodillas y estrechó las piernas de la mujer mientras ésta dirigía la mirada conmovida y aliviada a Marat Safín.

Vocabulario del tenis

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Bérenice va al tenis (Segunda parte)


Tell no Tales del espejo, 17:45 horas

-Papá, Marat nos invita a su juego ¿quieres venir?
-¿Ese gafete?
-Es para entrar al Racquet Club.
-Me extrañaba que estuvieras tan campante.
-¿Puedo recogerte después del trabajo?
-¿Piensas ir?
-Entonces nos vemos mañana.
-¿Quién te dijo que no quiero celebrar?
-Te quiero ver arreglado y lindo para que te salude Marat.
-¿Te da gusto verlo?
-Es un muy buen amigo.
-Asumo que hasta Scott debe ir de etiqueta.
-Le preparé su overol y su gorrito.
-Te estás tomando muy en serio la invitación.
-Mamá me enseñó que hay ropa para el golf, los caballos y el tenis.
-Eso es cierto, cuando estabas en la primaria te acompañó varias veces al tenis. Está bien, me vestiré apropiadamente, te espero.
-¡Te divertirás mucho, papá adorado!
-Oye, ya me besaste mucho, ve al trabajo.
-Ay, adiosito.
-¿Me dejas a Scott?
-Como quiero que esté guapo, se queda con su abuelo.
-Lo bañé con jabón de manzanilla.
-¡Y le pones loción!
-¿Para qué?
-Para que se parezca a ti, adiosito.
-Te portas bien. Oye ¡no te vayas a escapar para ...!

El señor Mukhin se percató de que diría una frase demasiado lógica. El retorno de Marat le daba mala espina y conocía a Bérenice muy bien como para imaginarla invadida de la curiosidad suficiente para ir a buscarlo. A esa inquietud se le sumaba el presentimiento de que existía una energía perturbadora entre las dos dimensiones y no lograba descubrir si era un aviso de no realizar más cruces. Por las malas intenciones reinantes en el espejo era probable, pero no al grado del desequilibrio.

Al mismo tiempo, en la Tell no Tales real nadie estaba siquiera al tanto de esa mala energía. Algunos vidrios se rompían y otros vibraban pero parecía normal debido a los trabajos a profundidad en la calle Grobokin, que se realizaban para saber la causa de un derrumbe que colmaba de demandas al Departamento de Obras Civiles e Hidráulicas. La autoridad parecía rebasada ante las protestas y en el barrio ruso se recababan las firmas para solicitar la remoción de quien resultara responsable por omisión y negligencia. Este era el caso del que Lleyton Eckhart quería hacerse cargo personalmente al término de sus vacaciones, no por las implicaciones del gobierno, sino por los rumores de un creciente descontento en los barrios populares por la falta de mantenimiento.

Por otro lado, cerca de las puertas del Racquet Club, Don Weymouth se lamentaba porque esa mañana se había quebrado el cristal de una pared y un soporte detrás de la barra de su taberna, así que había dedicado la madrugada a recoger los trozos mientras sacaba cuentas de lo que tendría que pagar por las reparaciones. Bérenice retomaba el trabajo cuando comentó:

-El dinero no alcanza y esto va para largo. Evan ¿estás seguro de lo que viste?
-Hay una grieta en Grobokin que ya llegó a la avenida Katsalapov y cerraron el metro. Dicen que está brotando agua.
-¿Agua? Pero siempre ha estado seco, es zona alta.
-Creen que es una fuga.
-Si esa cosa se sigue abriendo llegará a hasta el Panorámico.
-Ojalá la reparen.

Mientras la preocupación entre la población era evitar más derrumbes, en el barrio Poitiers la gente rodeaba el hotel Golden Cape. Muchas celebridades acudían a los juegos y los mismos tenistas se les unían durante el día, yendo casi todos al restaurante brasileño del lugar. Por supuesto, Marat Safín no se había negado a seguir la fiesta y junto a un chico de nombre Marian Isbaza se dirigió a un anexo detrás de la cocina, mismo que funcionaba como un bar al que sólo se accedía con membresía. Consciente de que tenía un partido en escasas horas, Marat entró y casi enseguida fue recibido por una chica que hablaba únicamente en checo, volviendo imposible entenderle.

-Ella es una de las nuevas - dijo Marian socarrón - Cada mes las cambiamos ¿no la quieres? Es pelirroja.
-Tengo que llegar con energía al partido.
-Vamos ¿en serio no eliges una? Te invito.
-¿Este negocio es tuyo?
-Soy accionista.
-¿Soy el primero en venir u otro colega se me adelantó?
-Tardaste mucho.

Marat quería preguntar si tal giro era ilegal pero, al igual que el señor Mukhin, percibió la alteración del espejo al pasar frente a uno y decidió darse la vuelta en cuanto fuera posible, así la joven checa insistiera en hacerle compañía. Únicamente por educación, Marat tomó asiento junto a ella y aceptó un trago de ron de su mano, aunque prefería ignorar su voz y se concentraba en la creciente vibración de su vaso, mismo que se quebró en su mano, ocasionándole un sangrado. Rápidamente, la chica intentó auxiliarlo pese a que Marian Isbaza la detuvo enseguida y llamó a la encargada de limpieza, que se aproximó lentamente y de rodillas. Aquella mujer parecía tener prohibido mostrar su rostro y hacer ruido, motivo por el que Marat se dio cuenta de que ningún otro cliente volteaba para saber que ocurría y más aún, el olor del lugar era insoportable de tan limpio y esterilizado que era increíble resistir ahí dentro sin sentir que se adormecía el olfato.

-¿Estás bien? - le preguntó Marian.
-Me corté un poco los dedos, nada grave.
-¿Puedes jugar?
-Si, no importa.
-¿Dónde vas?
-Ajustaré unos detalles en mi saque, en dos horas juego.
-¿Contra quién te toca hoy?
-Gustavo Kuerten, nos vemos.

Marat se levantó incómodo y dio el paso, tropezando involuntariamente con la mujer del aseo. Apenado, dirigió la vista hacia abajo pero el rostro invisible de aquella le inhibió la disculpa, advirtiendo su esfuerzo por no girar la cabaza.

-Marat ¿todo bien? - prosiguió Marian Isbaza cuando la energía se alteró más, destrozando el jarrón de la mesa inmediata y empapando a la trabajadora que por naturaleza levantó la cara para saber que sucedía, coincidiendo su mirada con la de Marat Safín.

-¡Limpia eso! - ordenó Marian Isbaza y ella se hizo a un lado, permitiendo que Marat se fuera antes de retomar sus labores. Por el atrevimiento de mirar a un cliente, le esperaba una paliza.

Impresionado, Marat salió corriendo rumbo a la calle, debatiéndose entre realizar una visita inesperada a la Tell no Tales del espejo o guardarse el secreto de lo acontecido, aunque cualquiera de las dos alternativas le hacían dudar de su conveniencia. No se reponía del todo cuando reparó en Bérenice vendiendo bebidas en un puesto callejero y de notarla tan feliz, sonrió aunque no sabía por qué. El cuerpo se le destensaba y su respiración se relajaba a medida que se aproximaba donde ella, escuchando cuando un joven de nombre Evan le decía que colocara hielos en una tina de madera para enfriar un barril de salkau con nutella. A ese lugar se aproximaban los niños que acudían al tenis como parte de su paseo escolar y se les vendían vasos chicos de aquel líquido sin fermentar por 50c.

-¡Bérenice! - exclamó Marat componiendo el semblante.
-¡Hola chico! ¿Cómo estás?
-Eh, me mentalizo para mi juego.
-Qué bien, vas a ver cómo ganas.
-Gracias.
-Mi padre va a venir.
-¿En serio?
-No le gusta el tenis pero quiere saludarte.
-¿Se va a dormir en el juego?
-Claro que no, Marat.
-Es que verme nunca le gustó.
-Ya no eres mi novio, no puedes caerle mal.
-Lo digo porque vi a...
-¿A quién?
-Nadie, olvídalo.

Marat se abstuvo de contar lo que sabía y Berenice le restó importancia apenas terminó de vaciar el hielo.

-¿Entonces este es el trabajo que me decías?
-Sí y no, es que siempre estamos en una cantina.
-¿Dónde?
-Cantina, en el Panorámico.

Bérenice continuó atendiendo a los pequeños clientes y Marat pretendía decir algo pero optó por despedirse.

-¡Te veo más tarde!
-Gracias.
-Ten un bonito día, Marat.
-Igualmente, coincidiremos por ahí.
-Tal vez te encuentres a mi chico, dile que ya casi acabo acá.
-No me lo has presentado.
-¡Es el recogepelotas de tu juego!
-¿Cómo se llama?
-Luiz.
-Preguntaré por él.
-Adiós, Marat.

El chico respondió con un gesto de despedida y volviendo a su intranquilidad, algo que Bérenice tomó como nerviosismo natural

Dentro del Racquet Club.

Martina Navratilova salía triunfante en su debut ante una tenista local cuando imprevistamente reconoció a Lleyton Eckhart entre el público. El hombre era donante regular en la organización benéfica de Navratilova y le estrechó la mano poco antes de salir del campo, mismo que debía ser preparado para el Safín-Kuerten. Las admiradoras de Safín atestaban el lugar y poco después el público ya presente se volcó en salir a la cafetería. Marat pasó por ahí con la intención de evitar a Marian Isbaza pero se topó con Roland Mukhin y también dio la media vuelta, hallando refugio al exterior otra vez. Bérenice se rió de aquello al distinguirlo y esperó al término de su turno para aproximársele.

-¿Mi papá llegó, verdad?
-No lo saludé.
-Le dije que iba por él ¿cómo entró?
-¿La pregunta es en serio?
-Le he dicho que no se me adelante.

Marat se encogió de hombros.

-Voy a caminar.
-Te acompaño.
-¿No te regañan por irte?
-No porque invite a mi jefe al tenis y a pequeño jefe también.
-¿Qué dijiste?
-Invité a algunas personas a tu juego.
-Está bien, Bérenice.
-¿Qué tienes?
-¿Podemos hablar?

La joven asentó y abandonó su lugar para ir por el borde del acantilado, mientras Marat la contemplaba a segundos. El sol poco a poco iba ocultándose y un señalamiento indicaba que el camino terminaba al dar una vuelta al norte. Él se detuvo ahí.

-Cambiaste mucho, Bérenice.
-Igual tú.
-¿Aun ves a tus amigos?
-¿Cuáles?
-Emily Dufournet y Matt Rostov.
-Emily tuvo leucemia y no se repuso.
-Lo siento.
-No te preocupes, Marat, era obvio que no sabías.
-¿Y Matt?
-Matt vive en el hospital de esta ciudad.
-Qué bien ¿sabes si está casado, sigue soltero?
-¿Por qué quieres enterarte?
-¿Será porque se enamoró de ti cuando eras mi novia?

A Bérenice le causó risa oír eso.

-Matt sale con una doctora.
-Todo normal con él.
-¿Y tú tienes novia?

No hubo respuesta.

-Bérenice, hay algo que debes saber.
-¿De verdad?
-No sé como lo vayas a tomar ¿te llevas bien con tu padre?
-Todavía me regaña.
-Qué divertido.
-¿Por qué?
-¿Crees que aceptaría una invitación a cenar?
-Qué raro lo que dices.
-Bueno, invito a los dos.
-Pero tengo un bebé y a mi Luiz, no puedo dejarlos solitos.
-¿Lo que traía tu papá es un bebé? Creí que era una bolsa.
-¿Cómo que una bolsa?
-¿Desde cuándo tienes un bebé?
-Ahora soy mamá.
-Con razón te ves feliz.
-También me voy a casar.
-Qué buena noticia.
-Luiz y yo apartamos lugar en la alcaldía y le diremos a papá cuando tenga un vestido.
-Felicitaciones.
-Gracias.... ¿Qué querías decirme?
-¿Luiz no es temporal?
-¿Tem ... qué?
-¿Lo tomas en serio?
-Sí, siempre.
-¿Qué te hicieron o qué te hiciste?
-Mmh ¿No sé?
-Es que a todos los terminabas tan rápido y los cambiabas igual ¿Maduraste?
-¿Qué es eso?
-Ja, ja, incluso eres más graciosa.
-Marat, jamás te dije por que corté contigo.
-¿Matt?
-Me amabas y me asusté.
-Eso ya pasó.
-Es que te dejé de manera tan horrible que hasta me sentí peor y lloré mucho y nunca me disculpé por decirte que eras un fracasado imbécil o algo así.
-Me han dicho cosas más hirientes.
-Me gritaste algo que no pude escuchar.
-En esos días te busqué hasta que tu padre amablemente me golpeó la nariz.
-Perdón por eso.
-Me alegra que sigas bonita.

Bérenice no replicó a Marat el halago.

-Perdón por haberte lastimado.
-¿Somos amigos, no crees?

Bérenice abrazó a Marat.

-¿Por qué quieres encontrarte con mi padre?
-Vi algo...

El chico se contuvo, tenía temor de equivocarse.

-¿Qué viste?
-Puede esperar, mi juego no tarda en comenzar y debo concentrarme.
-Claro.
-Vamos.

Bérenice y Marat volvieron a la entrada del Racquet Club cuando ella pensó en la relación que había tenido con él y el entusiasmo que le inspiraba encontrarlo. Marat Safín significaba algo profundo para Bérenice Mukhin.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Bérenice va al tenis (Primera parte)


Claudia Muriedas aprendió dos cosas al poco tiempo de trabajar con Lleyton Eckhart: la primera consistía en que el hombre era un fanático del tenis y entrenaba por las mañanas, la segunda era que tomaba vacaciones por quince días a mediados de septiembre, coincidiendo con las fechas del Abierto Profesional de Tenis de Tell no Tales.

-Señorita Muriedas, quiero tener la documentación completa del caso Grobokin a mi vuelta - dijo Lleyton antes de irse - Por favor encárguese de conseguirla y no falte, necesito que atienda mis llamadas.
-¿Qué le digo a quienes lo busquen, señor?
-Que dejen el recado y si vienen, dígales la verdad, que estoy descansando.
-Entendido señor, ¿algo más?
-Conserve el correo que vaya llegando... A propósito ¿llegaron mis cortesías para el Racquet Club?
-El cartero trajo un sobre dorado hace rato, es éste.
-Son las entradas, gracias.
-Pásela bien, señor.
-Si hay alguna emergencia no dude en llamarme, estaré en la villa del hotel Golden Cape.
-Claro.
-No me extrañe, señorita Muriedas, la veo en dos semanas.

Lleyton se dio la vuelta y alegre abandonó la oficina mientras realizaba una llamada. Poco más tarde abordaría su auto y se iría a otro hotel en el barrio Nanterre para esperar a una mujer en el bar. Hasta ese momento, a nadie le había dicho que intentaba establecer una relación, así esta fuera casual e informal.

-Te esperaba, Lleyton - dijo una mujer rubia y flacucha con marcado acento galo mientras él daba un sorbo a un jugo de toronja con vodka. Ella lo miraba sonriente y prefirió elegir una copa de vino para acompañar el momento, intuyendo que él no anhelaba conversar tanto.

-¿Cuándo nos vamos? - preguntó.
-El domingo, hice reservación en una villa muy privada y tengo acceso a los mejores lugares para ver a Pete Sampras.
-Me gusta la idea, Lleyton.
-Después iremos a cenar a un restaurante brasileño.
-Ese descanso nos sentará bien ¿vamos arriba?
-Por supuesto, vine para estar contigo.

Ambos se besaron y terminaron sus bebidas antes de ir a la habitación de ella y no salir por el resto del día. Lleyton pasó la noche en vela mientras estrechaba a la mujer, de quien recordaba vagamente que su nombre era Sophie, ansiando encantarse por ella o de menos, distraerse apenas lo necesario.

Domingo, apartamento de los Mukhin en el espejo.

-¡Te diviertes mucho amor! - exclamó Bérenice al abrazar a Luiz cuando éste se disponía a ir al trabajo - ¡Me consigues autógrafos por favor!
-¿Metiste la libreta en mis cosas?
-¡Y veinte plumas para que nadie falte!
-Un día llevaré a Scott al trabajo.
-¡Mejor te visitamos!
-¿Por qué estás tan emocionada?
-¡Porque vas a ver a montón de gente!
-Los saludo por ti.
-¡Gracias, mi cabeza de palmera hermosa!

Bérenice apretó fuertemente a Luiz y mientras besaba su mejilla imparablemente, se figuró la posibilidad de ver a algún famoso de telenovela al cual abordar por ahí. A ella le gustaban los actores y no sabía el motivo.

-Me tengo que ir.
-Dale un besito a Scott en su cabecita.
-Cómo no.
-¿En dónde te busco para comer?
-En el hotel Golden Cape, en el área de personal.
-Entendido... Bueno no pero te busco.
-O en el Racquet Club.
-¿En el tenis?
-Ahí mismo.
-¡Ten un bonito día!

La chica abrió el portal del espejo y Luiz lo cruzó muy contento, dando con la recepción del hotel inmediatamente. Bérenice no pudo ver nada más, no por falta de curiosidad, sino por su padre que la llamaba para desayunar y era el primer interesado en que no se alborotara si por coincidencia se aparecía Marat Safin. En ese instante, el señor Mukhin hizo repaso mental de los novios de Bérenice y lo que sabía de los mismos, extrañado del rumbo estable que tomaban las cosas.

Al mismo tiempo, Luiz registraba su hora de entrada y junto a otros dos muchachos se preparaba para recibir un recorrido hacia las canchas de tenis en donde les habían asignado su labor y de acuerdo a su coordinador, les darían una plática sobre el abierto de Tell no Tales. Cerca de ellos, los invitados del hotel y asistentes del torneo se registraban y no pasó mucho tiempo para ver llegar a Lleyton Hewitt de un entrenamiento; la gente se abalanzaba por una foto y la prensa aparecía desde sitios inimaginables.
Saliendo del desorden, Lleyton Eckhart y su acompañante se aproximaron a preguntar por un problema en su reservación y él reconoció con suspenso a Luiz, alzando la vista enseguida, buscando a Bérenice.

-¿Pasa algo? - preguntó delicadamente Sophie.
-Pensé que un conocido andaba por ahí.
-Supongo que veremos a tus amigos durante el evento.
-¿Me permites un momento?
-Claro.

Sophie contempló a Lleyton extendiendo su mano a un chico de cabello alborotado pero no lo tomó en serio, supuso que era un saludo cordial a un miembro del personal.

-¿Cómo estás, Luiz? - iniciaba Lleyton.
-Bien señor ¿y usted?
-Aquí que es lo que cuenta ¿Bérenice?
-En casa, hoy descansa.
-Cierto ¿está bien?
-Sí, ocupada con su papá pero muy tranquila.
-Comprendo y ¿qué haces aquí?
-Entré en el Racquet Club de recogepelotas.
-¿Qué?
-Me dijeron que seré permanente, que el anterior renunció.
-¿Recogepelotas?
-Voy a estar en el Sampras - Roddick en la noche.
-¡Sampras - Roddick! Qué... bien, eh, imagino que te darán descanso en el Kournikova - Hingis a las tres.
-También me dieron ése.
-¿Siquiera conoces a esas personas?
-Yo no, pero Bérenice me habló de todos los tenistas y me encargó sus autógrafos.
-¿Ella?
-Me enseñó que es un 40-15, un set, un match point, un fault, una revisión y todo eso.
-¿La vas a llevar a algún juego?
-No nos alcanzó el dinero.
-¿Podrías avisarme si viene? Para saludarla.
-Me va a traer mi almuerzo, yo le aviso.
-Gracias, suerte.
-Nos vemos.

Lleyton volvió con Sophie y serio, se dispuso a arreglar su estancia, volteando con insistencia hacia Luiz que, un poco más tarde, se retiraba con su grupo hacia el Racquet Club.

El hotel Golden Cape era grande y para sorpresa de los visitantes primerizos, estaba dentro de un acantilado. Los pisos, paredes y fachadas eran de roca y las villas al exterior contaban con las instalaciones más sólidas. El Racquet Club se encontraba justo al lado y el campo de golf encima del lugar. Abundantes plantas, palmeras y albercas en cada nivel le daban un aspecto selvático y aquello se coronaba con la entrada directa a una reserva natural a la que los tellnotellianos acudían en los paseos escolares. Era sabido que las playas del barrio Poitiers eran muy exclusivas y los costos aseguraban la privacidad de los huéspedes en los dos hoteles uno propiedad de la familia Izbasa y el otro de un empresario chino que nunca se paraba por la ciudad.

Esto azoraba a Luiz antes de reconocer las canchas "DecoTurf" del lugar, las cuales estaban hechas de acrílico y asfalto y eran de color azul; aunque el chico nunca supo los tonos. Según su coordinador aquello era lo último en tecnología y André Agassi la había probado muy temprano.

-Tu trabajo es levantar las pelotas y al término de cada set le entregarás tres pelotas a cada tenista. Si se les acaban antes de anotar el punto, les das una y en cada tiempo fuera, asegúrate de que tengan dos - le explicaban a Luiz y le reiteraban sus asignaciones de la tarde: Kournikova - Hingis a las tres y Sampras - Roddick a las ocho. Para su sorpresa, Amélie Mauresmo había decidido conocer el rebote del campo y llegó a pedir ayuda, iniciando así el trabajo de Luiz.

Por otro lado, Lleyton Eckhart conseguía instalarse en su villa y en lugar de reconocerla, se asomó por la terraza. Por la altura, se contaba con una vista directa al Racquet Club y si se deseaba, se podía omitir la asistencia al Abierto de Tell no Tales pero a Lleyton le gustaba recordar que soñó con ser tenista después de recibir una raqueta de manos de Björn Borg cuando era niño.

-A Mauresmo le cayó bien el chico de pelo alocado - le señaló Sophie al ubicarse junto a él.
-He venido aquí por treinta y dos años.
-Mucho tiempo.
-El recuerdo más grato que tengo es recorrer las canchas con mis padres.
-Qué tierno.
-Ellos me presentaron a Borg cuando intenté aprender a jugar.
-Yo conocí a John McEnroe en una fiesta, qué agradable sujeto.
-Qué buen sarcasmo.
-¿Qué pasó con el tenis?
-No tengo talento, lo intenté por mucho. No he dejado de entrenar porque me gustaría ser bueno algún día, aunque sea en fin de semana y en el parque De Gaulle.
-Te pareces a mí en el golf, insisto aunque los palos salgan volando.
-Esa es la actitud.
-¿Iremos sólo al Sampras - Roddick?
-Sí, tengo pensado descansar un poco.
-¿Dónde vas?
-Olvidé llamar a mi secretaria, regreso en un momento.
-Adelante.

Lleyton abandonó la villa y se dirigió al Racquet Club en realidad, deteniéndose en la cafetería no porque tuviera ganas, sino por evitar que Kovac o Maddie lo vieran. Ambos platicaban amenamente con varias personas de la sociedad de tenistas profesionales del país y se disponían a entrar al campo para ver los últimos ajustes y prácticas de los organizadores mientras aseguraban no saber del propio Lleyton desde el viernes. A este último algo se le tenía que pasar por enfrente para que no lo descubrieran y ocurrió: Bérenice Mukhin no había contenido las ganas y salió del espejo con el pretexto de darle un sándwich a Luiz, pasando justo al lado del propio Lleyton, quien la distrajo tomándola del brazo e invitándola a sentarse.

-¡Usted! - gritó ella.
-Baja la voz, por favor.
-Ah bueno ¡Hola!
-Bérenice.
-Ay perdón ¿Usted a qué vino?
-A ver el tenis ¿y tú?
-Hice un sándwich de pollo para Luiz.
-Ya veo ¿él está aquí?
-Consiguió trabajo de recogepelotas.
-Qué suerte tiene.
-Lo que no me gusta es que lo van a poner al lado de la Kournika o como se llame.
-¿Kournikova?
-Como sea, pero si le coquetea a mi palmera nos veremos las caras.
-Tranquila.
-Es que usted no sabe cuántas chicas me quieren quitar a mi Luiz ¡hasta en la guardería cuando vamos por Scott!
-No creo que pase.
-Eso espero y ojalá ninguna tenista lo vea lindo.
-No es tan afortunado.
-¿Qué insinúa?
-¿Qué?
-¿Cómo que mi Luiz no es guapo?
-No quise decirlo....
-Pero lo hizo.
-Textual no.
-¡Touché!

Bérenice observó a Lleyton con los brazos cruzados y éste sonrió infantil, sabiendo que ella no estaría molesta.

-¿Sándwich de pollo?
-Para Luiz.
-¿Entrarás a algún partido, Bérenice?
-No pero me gustaría saludar a Marat Safín, es tan apuesto...
-¿Safín? ¿Qué le ves a Safín?
-Fue mi novio de peque.
-No te creo.
-Ah, cierto, no estoy en casa; yo y mi bocota.
-¿No lo conoces, verdad?
-¡Pero era mi chico, lo puedo probar!
-¿Safín?
-Bueno, el Safín de aquí es el Safín que sí conozco y lo tuve por novio y me enredé ¿me entiende?
-Creo que sí.

Bérenice y Lleyton se contemplaron mutuamente con enormes sonrisas y la sorpresa de que se había comprendido el punto, algo que no acostumbraba pasarle a ella y por lo cual, dejó de tener prisa de ir con Luiz.

-Bérenice, mañana juega Marat Safín ¿no te gustaría ....?
-¿Ir?
-Luiz va a estar trabajando, podrías verlo.
-Es cierto, le preguntaré y traigo a Scott.
-Claro, si aceptas, nos encontramos aquí y te doy las entradas.
-¿Haría eso por mí?
-Es Marat Safín.
-Pero no es correcto ¿o sí?

Lleyton eligió el silencio y Bérenice, algo apenada, dio a entender que se marchaba. Él le retiró la silla cortésmente y ella se despidió sin pronunciar nada, sólo moviendo la mano y esquivando verle el rostro para no sonrojarse más. Justo tomaba distancia cuando un hombre se plantó frente a ella muy contento y la abrazó enseguida.

-¡Bérenice!
-¡Marat! ¡Sabía que eras tú!
-Qué bien te ves ¿qué te hiciste?
-Me alacié el cabello.
-¿Cómo está el espejo?
-Bien, estamos arreglando todo.
-Me alegra mucho, los extraño.
-Lleva medicinas cuando regreses.
-Lo que necesiten, no hay problema... ¿Viniste a visitarme?
-Traje un emparedado para mi chico.
-¿Otro novio?
-Se llama Luiz.
-Me gustaría conocerlo.
-Te lo presento luego.
-Te dejo, tengo que entrenar.
-De acuerdo.
-¿Estarás por aquí mañana?
-No creo, tengo que trabajar.
-Mi partido es a las nueve de la noche.
-No compré entradas.
-No te preocupes, te consigo una invitación, espera aquí.
-¡Gracias Marat!
-Trae a quien quieras, dame un minuto.

Bérenice parecía emocionada y permaneció junto al cristal del vestíbulo al tiempo que Marat Safín llamaba a su representante con el fin de obtener una acreditación o un boleto y a cierta distancia, Lleyton comprobaba, otra vez, que la joven tenía una vida singular en la que encontrar espacio era muy difícil y ser uno de sus satélites garantizaba una atención mínima.

Alrededor, la gente se impresionaba grandemente y Bérenice Mukhin no paraba de aplaudir, agradecida con su ahora amigo Marat Safín, al que había conocido durante una olimpiada en el espejo, siendo gimnasta, siendo una Bérenice irreconocible y arrogante, una Bérenice que afortunadamente se había esfumado a tiempo.