viernes, 30 de diciembre de 2016

Las noches de Mónaco: La hora de estar juntos.


La comida por la recaudación estaba terminando cuando Yuko pasó al tocador para lavarse las manos y retocar su maquillaje. Apenas pensaba revisar sus mensajes para llamar a Thorm Magnussen cuando un hombre la tomó por el cuello y la arrastró hacia la calle, azotándola en el pavimento.

-¡Te ordené que me avisaras todo! ¿Qué hace mon princess con ese idiota? ¿Dónde lo conoció? ¡Contesta, maldita perra!

Yuko se cubrió la cara y comenzó a llorar.

-¡Responde estúpida!
-¡Lo conoció ayer! ¡Carlota lo conoció ayer!
-¡Eso ya lo sé!
-¡Fue aquí en el club!
-¿Qué estaban haciendo?
Andereas se perdió y Carlota fue a buscarlo! Marat nos ayudó.
-¿Por qué?
-¡Él quiso ver a Carlota para la recaudación!
-¿Qué?
-El señor Safin se enteró de la caridad y quiso llevar a Carlota, no sé por qué.
-¡Idiota inútil!
-¡El señor Ricardo no quería venir, Carlota insistió!
-¡Me averiguas qué pretende el idiota de Safin o el negocio de tus padres quiebra!
-¡Está bien, le llevaré mi informe en la mañana!
-Aprovecha que vienen saliendo ¡Lárgate ya!

Yuko se levantó llorando y corrió donde Carlota, que en ese momento conversaba con Marat en voz alta mientras descendía la escalinata del country club.

-¿Entonces te vas mañana?
-¡Sí!
-¡Diviértete en Italia, Carlota!
-Spasibi, spasi..... ¿Cómo era?
-Spasibo.
-Gracias Marat.
-¿Bebiste vino?
-¡Tal vez una copa!
-Arrastras la voz.
-¡No!
-¡Te estoy escuchando!

Los dos experimentaban un ataque de risa y detrás Tennant Lutz declaraba que nunca había visto a Carlota borracha.

-Carlota y Marat, no se adelanten - ordenó Ricardo, cansado como para ceder un poco y dejar que el joven Safin se quedara con ellos un poco más.

-Me agrada tu novio - declaró Adrien.
-¡Que nada que ver! - contestó Carlota.
-Paren con eso - ordenó Ricardo y vio a Yuko aproximarse con la cabeza baja. Miguel la notó triste.

-Señor Ricardo ¡perdón por salirme de la cena! - exclamó ella abrazándolo. Yuko parecía mareada pero prefirió susurrar al oído de él:

-"Señor, tenemos un problema"
-"¿Cuál?"
-"El general Bessette me envió a espiarlos"
-¿Qué?
-"Disimule, él cree que le tengo miedo"
-"¿Usted trabaja para Bessette?"
-"Sí y no, en el camino le explico".

Yuko se calmó y fingió cierto grado de ebriedad y de hambre mientras los demás comentaban como les había ido en la cena.

-Carlota no paró de bailar - inició Marat - Me dejó cansado.
-Carlota agota a sus novios.
-¿Eres Adrien, verdad? Tu hermana ni siquiera puede ser mi novia.
-Yo me comí sus flanes mientras daban vueltas.
-Si todo tiene el tamaño de un timbre postal....
-¿Oyeron? Marat piensa como un Liukin.
-¿Carlota, de verdad bebiste una copa? - intervino Ricardo.
-Tal vez .... ¿Dos o tres? - respondió ella.
-Te di permiso de una.
-Tenía sed y nadie me sirvió agua y además me quedé hambrienta.
-Hay que conseguirte café.
-Oye papá ¿por qué Tennant y tú estaban rechazando el vino blanco?
-Por corriente - admitió Tennant - ¿No bebiste de ese?
-Sólo tinto.
-Ese era bueno.
-Sabía a dulce de rosas.
-¿Pensaste que era jugo? - preguntó Marat perspicaz.
-¡Sabía como uno que venden en Tell no Tales y la botella era igualita!
-¡Estás ebria! - se burló Andreas Liukin.
-¡Cállate idiota!
-Calme señorita - dijo Miguel Ángel.
-¡No te vi donar a la caridad, Miguel!
-Pero lo hice, señorita; lástima que no se recaudó mucho.
-Lo había olvidado ¿cuánto se juntó?
-Tres millones - replicó Marat.
-Es una miseria, malditos capitalistas.

Los Liukin rieron al unísono. Las palabras de Carlota sonaban graciosas por la ironía, por su aspecto, por cómo era, incluso Marat apenas podía creer que tal chiste proviniera de ella.

-Será mejor si nos vamos - sentenció y la colgó de su brazo para que los demás lo siguieran.

-¿Vamos al hotel? ¡Me quiero dormir! - exclamó Andreas.
-¿Ahora el muchachito quiere dormir? ¡Primero vas a devolver lo que ganaste en el casino y pagar lo que me debes!
-No te azotes, Ricardo.
-¡No me faltes al respeto que soy tu padre!
-¡Tengo hambre! - gritó Adrien - ¡Esos capitalistas prometieron darme comida y me mandaron a .....!
-¡Cállate Adrien!
-¡Tengo hambre, papá!
-En el hotel comes algo.
-¡La comida sabe a cartón en la basura!
-Lo sé pero ningún lugar familiar o decente está abierto a las diez de la noche.
-Yo conozco uno - dijo Yuko tímida - Es un local de sushi en Montecarlo.
-Se cuál es, hay una banda transportadora en todo el local, nunca he entrado - añadió Marat.
-Adrien no come pescado - aseguró Ricardo pero el chico se cayó por la risotada.

-¡Que no como pescado, qué tontería! ¡Jajajaja! - reveló Adrien.
-Levántate.
-Nada más no me como lo que pesco, jajajaja, hasta lo regreso, jajajaja.

Marat recogió al niño.

-¿Te gusta pescar? A mí también.
-Carlota ¿tu novio me puede llevar por peces?
-No es mi novia, ya quedó claro.
-¿Pero lo va a ser?
-Ponte a pensar en comida.

Yuko se animó un poco y dio pasos más ligeros, adelántandose y guiándolos por la gran avenida que conectaba casi todos los vecindarios de Mónaco, advirtiéndoles que los clubes nocturnos escupían gente y no se separaran. Miguel y Tennant escoltaban a Andreas para evitar que volviera a escapar y Ricardo miraba a todos con gran atención, reconociendo en su interior que la idea de cenar le seducía sobremanera. Sin embargo, no tuvo tiempo de detenerse cuando comenzaron a toparse con los turistas fiesteros, mismos que formaban una multitud en torno a un local de moda con temática neón. Un grupo de ellos los invitaban a parrandear y alguien vomitó sobre los zapatos de Marat, además de robarle el saco y la corbata de moño.

-¡Qué asco, por Dios! - externó Carlota tapándose los ojos, sin perder la sonrisa.
-En un descuido harás lo mismo.
-Claro que no.
-Perdí los zapatos y los calcetines.
-Hay un bote de basura aquí.
-Ahora voy descalzo.
-Tengo gel, limpia tus manos.
-Muchas gracias, Carlota.

Contemplarlos reír ocasionaba que Tennant se cuestionara que tenía que hacer para que la joven Liukin le volteara a ver al menos una vez.

-Hay que subir dos calles en esta esquina - llamó Yuko y señaló la puerta del restaurante. Adrien pasó a su lado corriendo y los demás lo imitaron; Ricardo en cambio se quedó junto a ella.

-Bueno, Yuko ¿Ahora sí me va a decir que hace con Andrew Bessette y por qué tuvo el atrevimiento de acercarse a mi hija?
-¿Tan al garano?
-Usted se nos acercó tan fácilmente, por un momento le creí que viajaba sola, pero debí ahuyentarla igual que a una plaga.
-Trabajo para el general Bessette desde hace trece años, inicié como asistente contable de un casino que él tenía en Tokio.
-Al parecer fue muy buena.
-Le llevaba las cuentas y auditaba los casinos en Niza hasta que....
-¿Hasta qué?
-¡Qué susto!
-Usted empezó.
-Un día el señor Bessette llegó a la oficina y me dijo que estaba interesado en una niña llamada Carlota que era novia de su hijo.
-¿Interesado?
-Me mandó llenarla de regalos y no sé cómo pero cuando supo que ustedes se mudan, me envió para averiguar dónde.
-¿Qué tanto sabes de mi hija?
-Todo.
-¿Qué es todo?
-Historial médico, calificaciones escolares, gustos, novios color favorito, comida preferida, talla de zapatos.... ¿Está enojado?
-¿Por qué aceptó hacer esto?
-Mis papás tienen un local de pescado en Honshu y el general Bessette me amenazó con cerrarlo.
-Claro, adiós.
-Es que no es todo.
-¿No lo es? ¿Con qué me va a sorprender?
-Trabajo con Sergei Trankov desde hace un año.
-¿Qué?
-Me lo pidió y ahora que se fue y no sabemos dónde, me ofrecí a cuidar de Carlota y..
-Yuko, no le doy un puñetazo porque nadie entendería que lo merece.
-Le prometí a Trankov que no dejaría que Bessette toque a Carlota.
-De eso me encargo.
-Bessette quiere saber por qué Marat está con Carlota y le escondí lo de la comisaría.
-¿Alguna otra cosa?
-Recogeré mis cosas y me voy ya.
-Por favor.
-Lo siento.

Yuko iba a dar la media vuelta cuando Adrien se apareció y la apretó.

-¡Conseguimos una mesa! ¿Por qué se tardan?
-La señorita Yuko tiene que irse.
-¿A dónde?
-A su trabajo.
-¿Ahora? ¡Vas mañana!
-Le llamaron de emergencia.
-Esa no se la cree ni Tennant
-Suelta a Yuko...
-No es mala persona - terminó el niño y sostuvo a la mujer tan fuerte que prácticamente la arrastró al local.

-Necesito tu ayuda, nunca había visto esto.
-Adrien san, yo debo irme.
-¿Mi papá supo que eres espía?
-¿Qué?
-No soy tonto y quiero que me ayudes.
-¿A qué?
-¿Cómo agarro los palillos?
-Me voy ya
-¡Siéntate!

Adrien sostuvo la mano de Yuko y la situó junto a él en una mesa junto a la pared en la que además existía un grifo del que salía agua caliente. Una banda giratoria también pegada a la pared y un riel superior eran novedades para los Liukin, especialmente para Carlota, acostumbrada a elegir a la carta y no a ver cientos de rollos de arroz pasar a su lado. También existía una especie de pantalla táctil muy básica en la que se podían ordenar platillos que no se trasladaban por la banda tradicional.

-¿Quieren beber algo? Hay sodas, vodka y cerveza - dijo Carlota, apropiándose de la pantalla.
-Cerveza está bien para mí - señaló Marat - ¿Alguien más?
-Otras dos para Tennant y para mí - agregó Andreas.
-Creo que necesito una - indicó Yuko.
-¿Asahi o Sapporo?
-Asahi es muy buena - externó Tennant.
-Papá ¿tu quieres? - dudó Carlota y Ricardo asentó.

-Ordené cinco cervezas, creo que yo pediré soda ¿que le damos a Adrien?
-Puedes hacerle té de matcha, toma un vasito y agarra el bote negro junto a las servilletas, el grifo es para que prepares la bebida.

Carlota abrió un bote metálico y se impresionó de ver el polvo de té antes de dárselo a su hermano.

-Bueno, ¿cuando empiezan a comer? - reclamó Adrien y Marat colocó un platito frente a Carlota.

-¡Sushi de pulpo! Es mi favorito.
-¿En serio?
-¡Gracias Marat!

Ante eso, los demás comenzaron a elegir entre rollos de cangrejo, camarón o calamar, tomaban pequeñas raciones de miso u ordenaban sushis especiales a través de la pantalla. Poco después, un tono musical les anunció que por el riel superior arribaban las bebidas y Marat cortésmente las repartió entre todos, llamándole la atención una botellita rosa que pertenecía a Carlota.

-Es sabor sakura - admitió ella.
-¿La ordenaste por curiosidad?
-Es cierto.
-Al menos no es vino.
-¡Oye, no te burles!
-No fui yo el que lo confundió con jugo.
-¡No me emborraché!
-Nunca dije que lo hiciste.
-¡Ya no arrastro la voz!
-Ahora gritas.
-¡Prueba el kappa maki!
-No me gusta el pepino, tú come erizo.
-Es muy bueno, un poco salado ¿probaste el de ostra? Abre la boca.
-Es el mejor.
-Ese es el de vieira.
-Wow, pero no rebasa el de atún.
-¡Justo pensaba en atún!

Carlota y Marat se alimentaban mutuamente y no paraban de compartir risitas, así su conversación fuera escasa y los demás no pudieran entrar en ella. En un momento dado, Marat rodeó el hombro de Carlota y ella reaccionó dándole un beso en la mejilla, sonrojándose y sonrojándolo. La chica estaba ligeramente ebria.


¡Feliz año 2017! Muchos buenos deseos para todos y gracias por su seguimiento y cariño.

sábado, 24 de diciembre de 2016

Las noches de Mónaco: El cuento de Navidad


¡Feliz Navidad!

Después de leer la carta de Trankov, Carlota salió a respirar al jardín del hotel, preguntándose por qué no la había descubierto antes. No obstante, lo que más le importaba era saber a dónde había ido él, porque no creía que se hubiera marchado para no encontrarla nuevamente.

Con un poco de lágrimas, la joven miró el mar, que le recordó mucho al de Tell no Tales antes de la llegada de las grandes olas. Era septiembre así que aquellas no tardarían en azotar la ciudad y dada la emergencia, era de suponer que nadie estaba preparado para hacerles frente.

Comenzando a preocuparse, Carlota optó por ir con su padre en la recepción pero en lugar de eso, coincidió con Marat en ese mismo jardín. Por agradecimiento todavía, lo saludó con un abrazo, siendo correspondido porque era muy inocente.

-¿Lista?
-¿Smoking? ¿Tan formales son los caballos?
-La comida es de gala.
-Necesitaré un abrigo para no desentonar.
-Creí que nos veríamos más tarde.
-Salí un momento a ver el mar.
-Y por Sergei Trankov.
-¿Qué?
-Hablas alto, te escuché.
-Ay dios.
-Nadie lo delataría de donde vengo.

Carlota miró a Marat con temor.

-¿Estás enamorada de él?
-De Joubert Bessette.
-Al general Bessette le encantará verte en la exhibición.
-¿Lo invitaron?
-Realizó su donativo.
-Qué bien, tal vez él logre que recaudemos más.
-¿Te lo estás tomando en serio?
-Di el dinero que tenía.
-¡Oye, me estás haciendo sentir mal! No he dado un cheque.
-¿Pero lo harás?
-Lo traigo en la solapa.
-¿Puedo preguntar por qué estás haciendo esto?
-Porque me tocó ver los derrumbes, nada más.
-¿Por qué estabas en Tell no Tales?
-Por un torneo de tenis, quería entrenar.
-¿Para qué?
-La Copa Davis.
-¿Qué es eso?
-¿No ves el tenis?
-Eh, no, no.
-Bueno, si un día te das la vuelta por París...
-Si me dejan ir....
-Me verás por televisión.

Carlota se rió y Marat lo encontró gracioso, provocando que ambos dieran un paseo por las áreas comunes del Métropole y conversaran sobre tenis, enterándose ella de la clase de deportista que era Marat.

-¿Cuarto del mundo? Entonces no eres un cualquiera.
-Me ha ido bien, debería ganar más slams tal vez.
-¿Slams?
-Torneos grandes.
-Ah, capté.
-Alguna vez le gané a Pete Sampras ¿no te contaron?
-Para nada ¿ese quién es?

Ambos estallaron en risas y él comprobó que habían hablado muy fuerte pues al llegar a recepción la gente los miraba con extrañeza.

-Debemos comentar en voz baja - sugirió Marat murmurando.
-¿Por qué?
-La gente nos va sacar de aquí.
-Entonces es educado hablar como chismoso.
-Tienes sentido del humor.
-¿Lo crees?
-No te estarías riendo.

Los dos continuaron su conversación feliz hasta que Ricardo se apareció con la familia Safin. A ninguna de las partes le agradaba la idea de asistir a la caridad y menos ver a la joven Liukin con Marat puesto que no eran amigos.

-Los esperábamos - los recibió Ricardo - Carlota, pónte un sueter y te quiero junto a Adrien en todo momento. Señor Safin, gracias por su invitación, lo dejamos con sus parientes, buen día.

Carlota se despidió de los Safin agitando la mano pero a Marat le dio un abrazo antes de alejarse. Adrien la jaló para que no la regañaran.

-Tu novio no le gusta a papá - le dijo al tenerla junto.
-Marat no es mi novio.
-Si nos saca del hoyo y nos invita a comer obviamente es tu novio.
-Deja de fastidiar.
-¡Carlota tiene novio!
-¡No me molestes, Adrien!
-¡Basta! - interrumpió Ricardo - ¡Carlota tiene prohibido tener novio así que no quiero saber más del señor Safin ni de nadie. Cuando se acabe la recaudación nos vamos a Venecia y se acabó!

Los Safin habían permanecido en su lugar, un poco expectantes por los Liukin que parecían ser un poco caóticos y de pésimo talante.

-Marat tampoco te quiero cerca de esa chica - señaló Mikhail Safin y el otro se encogió de hombros, restándole importancia. Era tal su desinterés que ni siquiera había advertido que su novia Anna aguardaba por saludar.

-¡Marat, te extrañé! - dijo la chica estrechándolo.
-Gracias.
-Dinara me dijo lo que has hecho apenas volviste, es muy generoso de tu parte.
-No es la gran cosa.
-También donaré, lo que estás haciendo es muy lindo.

Marat respiró hondo y una vez que Carlota desapareció de su vista, su familia y él emprendieron marcha.

En el country club de Mónaco habían iniciado las carreras desde temprano. La recaudación había llegado a su primer medio millón de dólares sin las donaciones anónimas que se contaban a parte y los patrocinadores se comprometían a entregar sus respectivos cheques durante la comida. Las apuestas se hallaban en ebullición y el príncipe Valerio Gambella comprometía 15000 € a un caballo que había ganado dos derbys en la temporada. En la competencia de salto se había inscrito un conde alemán y por su destreza atraía la preferencia de los profesionales.

-¿En dónde nos vinimos a meter? - preguntó Ricardo cuando al llegar, el personal del club les asignó mesa en medio del salón y sus hijos corrían a la terraza para ver la pista, eligiendo inmediatamente un caballo favorito. La gente apenas iba llegando para descansar del sol y de las quinielas y pronto, Yuko arribó con Andreas. El chico no parecía tener resaca y portaba un smoking nuevo mientras presumía un reloj y ser nuevo rico.

-Escúchame bien, miserable: Estás castigado y vas a devolver todo lo que ganaste en el casino antes de que te acuse de ladrón y tu hermana te va a matar.
-¡Cállate Ricardo!
-¡No me faltes al respeto!
-Toma tu tarjeta, aposté con ella.
-¡Imbécil!
-¿Qué? Ganaste dinero, Yuko me ayudó.
-¿Qué dices?
-Me dijo cuando apostar, así que vas a ver tu saldo y vas a agradecer.
-No seas idiota.
-Yo estaría ordenando champagne si fuera tú.

Andreas fue a ver a sus hermanos y Yuko, sonrojada, se sentó junto a Ricardo.

-¿Cuándo lo ayudó?
-En la madrugada, es que estaba perdiendo mucho dinero.
-¿Por qué no me avisó?
-Es que ... Andereas me dijo que quería el dinero para ir a Venecia sin necesidades.
-¿Necesidades de qué?
-Económicas.
-Yuko, se lo digo de una vez: Esfúmese después de la comida porque después de esto me queda claro que ni en usted confío.

Yuko permaneció muy seria en su asiento y vio a Carlota y Adrien saltando y gritando por la carrera sin que los invitados hicieran caso. Momentos después, Andreas tocó el hombro de su hermana y recibió un puñetazo por respuesta que lo dejó en el piso. De nuevo, nadie atendió salvo Ricardo que rió burlón.

-Yo habría hecho lo mismo - comentó al levantarse e ir a calmar a sus hijos porque Adrien colocaba su pie sobre la espalda de Andreas para luego caerle encima. Yuko alcanzó a apreciar que los gemelos Liukin chocaban manos, satisfechos por su venganza y Ricardo levantaba a su hijo mayor para llevar a esos tres a la mesa.

-Suficiente desquite han tenido, ahora quiero a tres civilizados niños disfrutando una comida y aplaudiendo tonterías.
-Siempre dicen tonterías - notó Adrien.
-Conviene que crean lo contrario y si los tres se comportan, tal vez les den una copa de vino.

Los hermanos Liukin se miraron con complicidad y comenzaron a mostrar etiqueta, no en balde Ricardo había sido chef y por ende, sabían que no les mentía.

A pesar de ser miembro de la familia Safin, Dinara no se había enterado de la molestia de su padre con los Liukin. Aquello se debía a su entrenamiento matutino y a su natural costumbre de enterarse cuando no existía remedio, razón que la motivaba a pedir lugar junto a Carlota y saludarla con agrado.

-¡Buenas tardes! - exclamó y se apresuró igualmente a sugerir que las mesas fueran unidas - ¡Marat estará junto a Carlota y yo junto a mi hermano y mis padres con el señor Liukin!

Ricardo quiso detenerla, pero era tan entusiasta que los meseros le hicieron caso y colocaron nombres frente a cada lugar para indicar la reservación.

-¿Podría ser partícipe de su convivio? - pronunció Andrew Bessette al salir de sorpresa entre los invitados - Tomaré sitio junto a la señorita. .. Disculpe, ¿me diría su nombre? - mirando a Yuko, cuyo rostro reflejaba su desconcierto.
-Yuko Inoue.
-Andrew Bessette ¿me permite?
-Claro.

Yuko estaba frente a Carlota.

-¿Cómo sigue Joubert? - preguntó Ricardo, incómodo.
-En observación, no responde todavía.
-Creí que usted se quedaría con él.
-Hay mucho que hacer aquí, labores de gobierno.
-¿Incluye las beneficencias?
-Se sorprendería al ver lo indispensable que es la realeza.
-Por algo hay una princesa llamada Roxanne.

Andrew Bessette optó por tomar la respuesta de Ricardo como un mal chiste y prefirió seguir con el tema de los fondos que se enviarían a Tell no Tales al término de la velada.

-He donado una cantidad muy generosa, señorita Carlota.
-Muchas gracias.
-Me alegra verla aquí, es muy lindo de su parte querer cooperar.
-Cuando me enteré, deseé hacer algo; el señor Marat Safin me invitó.
-¿Quién?

Andrew Bessette volteó a ver a Yuko con irritación, disimulándolo con una risita idiota.

-Marat Safin.
-Con razón la señorita Safina ha pedido las mesas unidas. Creí que se conocían de alguna parte.
-Apenas ayer coincidimos.
-¿Tan rápido aceptaste una salida familiar?

Los Liukin y Dinara guardaron silencio, pero Adrien estaba dispuesto a deshacerse del general Bessette y aprovechando que el tipo había tomado un par de copas, agarró la botella y la agitó, manchando la camisa de ese estúpido.

-¡Qué desastre! - exclamó Bessette.
-Lo sentimos tanto - replicó Ricardo con ironía.
-Disculpa, Carlota, debo retirarme para poder cambiarme.
-Vierta vino blanco en la mancha y recuperará su atuendo.
-¿Acaso es gracioso, señor Liukin?
-¿Olvidé decirle que Adrien es autista y muy curioso?

Andrew se retiró enojado y los varones Liukin festejaron la travesura, como si aquello fuese a dar una lección al general.

-No fue divertido - protestó Carlota.
-¡Ay perdóname! - carcajeó Adrien, contagiando a Yuko y Dinara. Poco después aparecieron Miguel y Tennant, también burlándose.

-El que le haya hecho la mancha a Bessette se ganó mi respeto - declaró Tennant.
-Lo hemos visto echando lumbre. No me gustan las maldades pero creo que se lo merece - terminó Miguel y ambos se sentaron junto a Adrien que jugaba con la botella.

Carlota se había cruzado de brazos y su rostro permanecía tieso cuando notó que los invitados llegaban en mayor número. Iban a dar las dos de la tarde y por ende, la comida iniciaría en punto, así que tuvo expectativas de ver pronto a los Safin, quienes, por su número, ocuparían los asientos, dejando a Bessette fuera. En el fondo, no le causaba problema y una parte de sí quería ver personas diferentes en su mesa, así convivieran aparte. Luego miró la silla vacía junto a sí, satisfecha de saber que Marat estaría con ella.

De hecho, los Safin entraron poco antes de cerrarse las puertas y Dinara les llamó discretamente. Los Liukin adivinaban sus gestos de desagrado pero Carlota recibió a Marat con otro abrazo y se apresuró a darle su sitio.

-¡Tu hermana quiso ponernos juntos!
-Dinara.... Está muy bien.
-Saluda.
-Claro, eh, buenas tardes señor Liukin.

Ricardo y Marat estrecharon manos.

-Trajiste a toda tu familia.
-Creo que somos muy unidos, Carlota.
-Nosotros trajimos algunos amigos pero creo que los conoces.
-Desde luego, tuvimos una gran presentación frente al juez.
-No me has contado cómo los sacaste.
-Pagué con tarjeta.

Algo provocaba risa en Carlota cuando Marat quiso decirle cómo había sacado a Ricardo y a los demás de prisión, así como interés cuando el tema cambió a la caridad y él le entregó un recibo bancario para mostrar que había cumplido con su parte.

-¡Bienvenidos a la "Edición 2002 de la Exhibición Hípica de Mónaco" - inició un presentador en punto de las dos y los invitados aplaudieron fervientemente hasta que volvió a tomar la palabra:

-Este año nos complace presentar el reconocimiento "Prince Albert" al que se ha hecho acreedor el equipo "Royal Conroy" de Essex, Inglaterra.

Hubo aplausos nuevamente.

-Por otro lado, hemos realizado un homenaje al legendario jockey Arthur Burns, campeón del derby de Montecarlo 1978.

Ni los Liukin ni los Safin tenían oportunidad de mostrar su ignorancia.

-En nuestra competencia de equitación, el conde Wolfgang Von Adler se adjudicó nuestro primer puesto y en la categoría derby nuestro campeón es el caballo "Bartoletto", amaestrado y montado por el príncipe Tomasso Farinelli del equipo "Farinelli racing" de Santa Marinella, Italia.

A esto se sumaron otras menciones como el caballo ganador del concurso de adiestramiento y el del ganador en la categoría de "desfile". Aquello era digno del bostezo si no se era conocedor.

-Nuestros invitados especiales son el príncipe Valerio Gambella y su esposa, la princesa Norma Gambella, el periodista hípico Russell Harrold, la estrella del patinaje artístico internacional Carlota Liukin y el tenista número cuatro del mundo, Marat Safin.

Carlota y Marat se incorporaron, incómodos pero preguntándose de dónde sacaban que eran invitados.

-Te juro que compré los boletos - susurró Marat.
-Sigue sonriendo para que nos vean bonitos - y tomaron asiento cuando se hizo notar la presencia del general Besette a quienes los demás recibían de pie.

-Esto es ridículo - comentó Ricardo y aguardó a que retornara el silencio.
-Lo único bueno es que la comida se sirve enseguida - le replicó Mikhail Safin.

-Hasta el momento, hemos recaudado un millón ciento veintidós mil dólares - dio a conocer el conductor del evento y la gente aparentaba ser feliz. Carlota pensó que era una miseria.

-Faltan los donativos secretos - le recordó Marat.
-Hazle caso a tu novio - se entrometió Adrien.
-No puedo ser su novio.
-Trankov pensaba lo mismo y le daba sus besitos.

Marat miró a una sonrojada Carlota y supo enseguida que era verdad. Quizás observarla detenidamente le hacía saber un montón de información como su abundante apetito o sus impecables modales en la mesa al aproximarse los platillos. También se enteró pronto de su tendencia a ocultar sus preocupaciones y de guardar más secretos que el promedio. Marat no era intuitivo pero Miguel le permitía saber todo eso porque le agradaba y no veía mal la empatía entre esos dos.

-Trankov es afortunado - comentó Marat.
-Pero lo metí en problemas con mi padre.
-Carlota...
-¿Sí?
-Me enamoré de una gimnasta, inalcanzable he de decir y ahora se casará.
-¿Inalcanzable?
-Porque se metió el Gobierno Mundial. Tú y yo tenemos eso en común.
-¿Me cuentas eso ....?
-No soy Trankov, tampoco Joubert Bessette con quien te ves hermosa en las fotos....
-¿Gracias?
-Pero bailaremos hoy ¿te sabes esa canción "I say a little pray....."
-No... Oye, no ha empezado el banquete.
-Esto no deja de ser una fiesta.

Marat tomó de la mano a Carlota y la orquesta se apresuró a tomar lugar cuando ellos se quedaron al centro de la pista. Él cantaba horrible y daba vueltas sin parar con ella, que atraía la atención por su risa.

Los Safin y Ricardo Liukin se levantaron igualmente para acompañarlos en el baile, sin que consiguieran detenerlos. Al final, Marat y Carlota terminaron entreteniéndose juntos.

lunes, 19 de diciembre de 2016

Las noches de Mónaco: La carta de Trankov


Joyeux Anniversaire Fabian!

-"¿Se hospedaron en el Métropole?"
-Peleando, pero sí.
-Yuko ¿que pasó?
-Fue un malentendido que se resolvió solo.
-¿Solo?
-Nos arestaron pero salimos el mismo día y ahora los Liukin buscan a Andereas que se fue a jugar al casino.
-¿Cómo está Carlota?
-Más calmada que ayer, no tarda en volver del desayuno.
-No te le despegues.
-Está bien pero tenemos un problema.
-¿Cuál?
-El general Bessette también quiere informes de la niña y me hostiga en el teléfono.
-No le hagas caso.
-Pero cree que tarabajo para él y me volvió a chantajear con el negocio de mis padres.
-Síguele la corriente.
-Lo que me pereocupa es que ordenó que dejaran ganar a Andereas en el casino y que le reservaran una mesa junto a los Liukin en una comida de beneficencia esta tarde.
-¿Por qué nadie se ha ido de ahí?
-Porque Carlota le quiere agradecer a Marat Safin por sacarnos de detención.
-¿Qué me estás diciendo?
-Cálmate Thorm, el tal Marat es común y corriente, nos liberó por casualidad.
-No lo involucres en la misión.
-Para nada, sólo vamos a su evento y nos olvidaremos de él.
-Eso espero, por cierto ¿Arreglaste lo de las notas de Trankov para Carlota?
-Estoy metiéndolas en su maleta.
-Te contactaré en tres horas, Yuko, adiós.
-Adiós Thorm".

Yuko sabía que nadie la había escuchado y guardó unas notas de Sergei entre la ropa de Carlota, con tal de que ésta creyera que él continuaba cerca. Poco después, se metió a la ducha y calculó el tiempo que le tomaría a la joven Liukin encontrar los mensajes y leerlos todos, decidiendo no salir a verla hasta que terminara, preocupándole su reacción puesto que había comprobado su impulsividad.

Como siempre, Carlota no acostumbraba tardar por las mañanas y entró a la habitación con la expectativa de la exhibición hípica en la que se suponía debía presentarse al mediodía, con la duda sobre si Marat había conseguido las entradas. Aun con la esperanza de hallar a Andreas, ella optó por tranquilizarse y descolgó un vestido azul marino que tenía reservado desde la noche anterior, trenzó su cabello y se miró al espejo, imaginando como debía ser su maquillaje y resolviendo el dilema entre zapatillas o sandalias.

-"¿Por qué no abre la maleta? Ahí puse su maquillaje también" - pensaba Yuko al espiarla y se exasperaba un poco porque la otra pasó un rato inmóvil.

-Yuko, tienes jabón en el cabello - dijo Carlota al reaccionar.
-¿Qué, jabón? Es que me asomé para ver quién llegó porque me estoy bañando.
-Ah, al menos fui yo.
-¿Todo bien?
-Debo apresurarme y tú también.
-Es cierto... Oye...
-¿Qué?
-No, nada... Era el shampoo pero recordé que es de avena.
-¿No has visto mi maquillaje?
-Lo metiste en el equipaje.
-Pero lo puse sobre la cómoda.
-Lo regresaste a tu maleta.
-Gracias, Yuko.

Yuko giró de nuevo al baño y dejó que Carlota se diera cuenta sola de los mensajes y no sospechara del truco. Justo se enjuaba el pelo cuando oyó una especie de sollozo ahogado y se apresuró a cerciorarse de que todo estaba en orden, viendo como Carlota llevaba su mano derecha a la boca y con la otra sostenía los papelitos que no había desdoblado, derramando lágrimas como una fuente.

-¿Estás bien? - quiso saber Yuko.
-Sí.
-Es que cuando la gente llora se siente mal.
-¿No viste que alguien entrara por la ventana?
-No, yo lo habría oído y me he estado duchando.
-¿Habrá entrado por la puerta?
-¿Quién?
-Nadie, a lo mejor no había visto estas notas.
-¿Son de alguien que quieres?
-De alguien que extraño.
-¿Tus primos o tus amigos?
-Un amigo.
-Has de estimarlo bastante.
-No se lo menciones a mi padre.
-Claro que no.
-Promételo.
-Es una poromesa.

Carlota se controló un poco y empezó a reunir los papelitos para guardarlos a prisa, sonriendo porque en la mayoría estaban escritos buenos deseos o saludos alegres, casi siempre con algún dibujo en el lado opuesto y la firma "Trankov" con fina cursiva.

-Creo que me vestiré de una vez - comentó Yuko y cerró la puerta del clóset tras de sí al tomar un vestido negro para no terminar diciendo una imprudencia. Carlota aguardó un poco para saber si ella saldría pronto y al saber que no, sacó de entre su ropa una carta que se escondía entre sus suéteres y que la propia Yuko no había descubierto al meter lo demás.

-Trankov ¿me oyes? - dijo Carlota a la nada - No sabía que me escribiste - Acto seguido, abrió el sobre y leyó:

"Me costó emprender este viaje, así que esta carta es apresurada.... No me entiendas mal, tengo prisa.
No podía irme de París sin despedirme y no me atreví en el hospital, consideraba hacerlo personalmente pero me sentí incapaz: No deseaba convertir un momento así en un recuerdo para ti. Lo aprendí en Hammersmith, una de las tantas veces que nos hemos dicho adiós.
Me cuesta expresarte que te aprecio mucho y en esta atropellada carta finalmente he dado con este punto.
Concluyo secamente porque sé que te pondrás furiosa por mi redacción cortante. No lo tomes mal.
Aun sin verte, a una parte de mí le dolió no darte un abrazo; me voy lejos Carlota, sólo te pido perdón por enviar a Tennant a Notre Dame y una disculpa por no cuidarte como lo mereces.

Para mi brujita Carlota, Sergei Trankov".

Carlota se precipitó a esconder la carta, decepcionada por el texto. Sergei no obstante, era más elocuente con sus mensajes, el último tenía la fecha de ese día.

Cuando Yuko volvió a la estancia, Carlota se había ido.

sábado, 17 de diciembre de 2016

Las noches de Mónaco: Carlota conoce a Marat


Marat Safin se dirigió al Country Club y lo primero que encontró fue a su hermana que se le echó en brazos y una familia que le rodeaba con enorme alivio. Las noticias sobre Tell no Tales eran desoladoras.

-¿Dónde estabas? ¡Nos preocupamos mucho, Marat!
-Vine en cuánto pude.
-No llamaste y no te localizábamos en ningún lado.
-Estoy bien, me estás ahogando.
-¡No nos vuelvas a tener angustiados!
-Oye, basta Dinara, regresé y ya.
-¡Anna preguntó por ti!
-¿Anna?
-¡Tu novia no se ha cansado de insistir por informes, se va a poner muy contenta de tenerte aquí!

"Anna... La había olvidado" pensó Marat indiferente y optó por estrechar la mano de su padre, también sin emoción.

-Me alegra verte, hijo.
-Gracias.

La familia Safin prácticamente había formado una fila para abrazar a Marat y los amigos de éste se turnaban para darle palmadas en la espalda. Algo había en él que, al igual que toda la gente del espejo, podía ser inexpresivo y frío con las personas reales y aun así tener la facha de agrado y empatía que disimulaba su origen. El lector debe saber que los Safin no habían salido del espejo y por ende, desconocían su carencia de parentesco con Marat.

-Tu madre y yo no hemos dormido esta semana, ella pensó que te había sucedido algo.
-Les habrían llamado.
-Bienvenido a casa.

Sólo Mikhail Safin sospechaba que Marat tenía algo raro pero nada encajaba para confirmarlo. Quizás el olvido repentino de algunas cosas y el trato a Dinara le podían dar pistas pero eran tan parecidos que no podía negarse así mismo la idea de que aquél joven compartía su sangre.

-Es extraño pero quiero preguntar en donde estuviste, hijo.
-Con Bérenice, una amiga.
-No conoces a ninguna Bérenice.
-Bérenice fue mi primera novia.
-Tu primera novia fue una niña llamada Raisa en secundaria.
-¿Nunca mencioné a Bérenice?

Mikhail Safin dijo que no y Marat se encogió de hombros, notando que hablaba de su dimensión original.

-Necesitas descansar, Marat.
-Gracias.
-¿Dónde vas?
-Tengo algo que hacer ¿puedo dejar mi maleta contigo?
-Claro.
-Los veo más tarde.

Dinara alcanzó a decirle "adiós" a su hermano y éste ni siquiera le volteó a ver, puesto que no le interesaban los Safin ¿Por qué estaba con ellos?

Al mismo tiempo pero en la comisaría, los Liukin continuaban con su escándalo y la policía no lograba que al menos uno de ellos guardara silencio para explicarles que procedía una vez que el juez los tuviera enfrente. Ni siquiera Yuko Inoue razonaba ante los gritos y el alboroto culminó con su detención, porque a esas alturas se había involucrado en una discusión estúpida sobre el lugar donde los niños pasarían la noche, ya que pretendía cumplir las órdenes de Andrew Bessette al pie de la letra.

-Le agradezco no apartar de mi vista a mis hijos - mencionó Ricardo irritado y lo metieron en una celda con Miguel y Tennant. A ese punto, Adrien tomaba un asiento cercano para consagrar su estancia en la resolución de sopas de letras y Carlota tomaba otro frente al escritorio del juez, dándole la espalda para que no la viera llorar.

-Buenas tardes ¿puedo saber porque han metido gente en dos celdas?
-Dos de los involucrados alteraron el orden público en la capilla de Santa Devota, el otro causó ruido excesivo y la señorita tuvo otro desorden aquí fuera - dijo un oficial.
-Nombres de los acusados, por favor.
-Yuko Inoue, ciudadana japonesa de 31 años, alteración del orden público y discusión violenta, Miguel Ángel Louvier, ciudadano español de 19 años, discusión violenta, Ricardo Liukin, ciudadano de Tell no Tales de 44 años de edad, alteración del orden público, discusión violenta, agresión a la autoridad y daño a un vehículo oficial y Tennant Lutz, ciudadano escocés con 17 años, intervención en un arresto judicial y discusión violenta.
-Saquen a ese muchacho, es ilegal encerrarlo, espósenlo en una silla y llamen a los cónsules que correspondan. Lo siento por los niños, trátenlos bien.

Adrien aprovechó la indicación para pedir un vaso con jugo y Carlota se levantó sin prestarle atención.

-¿Dónde vas? - preguntó Ricardo.
-¡A buscar a Andreas!
-¡Carlota te prohíbo que abandones este lugar!
-¿Qué quieres que haga?
-¡Nada!
-Andreas tiene que venir.
-Hago el reporte de robo y ya.
-¿Para qué lo quieres encerrado? ¡Él tiene el dinero que nos podría sacar de aquí! Lo traeré, lo prometo.
-No quiero que vayas sola.

El juez miró a Carlota desesperada y se preocupó porque Mónaco tenía una gran vida nocturna y desde el atardecer podría tornarse peligroso para una chica sola. No era viable tener un problema con los turistas y en la comisaría se tenían archivados varios incidentes con menores.

-Encuentre a su hermano, señorita, luego fijaremos las multas ¿Responderán por todos?

Carlota escudriñó su maleta antes de responder y encontró un pequeño capital.

-Tengo 30€ ¿no me sirve, verdad?
-El joven Miguel Ángel tiene la acusación menos grave.
-¿Cuánto es?
-No puedo liberarlo sin notificar al gobierno español que lo tenemos aquí.
-¡Rayos!.. Le avisaré a Andreas, vuelvo pronto.
-Aguarde, el general Bessette le tiene en gran estima, es probable que le ayude si lo localizamos.
-¿El general Bessette?
-Señorita Carlota, lamento conocerla en estas circunstancias.
-Llámelo, por favor.

"¡No!" gritaron Yuko, Ricardo y Miguel y el juzgador volteó a verlos enseguida.

-No necesitamos ayuda, Carlota, trae a tu hermano de inmediato.
-Pero papá...
-Es una orden, ni respondas.
-Está bien.

Con la cara enrojecida por no poder hacer más, Carlota aseguró su maleta y salió corriendo a la calle, imaginando que Andreas había ido a una casa de juego o a la playa a ver chicas. Sólo se ocurrió mostrar una foto de él a la gente que iba encontrando, con lógicos resultados nulos y perdiéndose, ya que era más fácil hallar a la princesa Roxanne que recibir ayuda.

Marat por su cuenta caminaba para respirar y su sensación de asfixia no lo dejaba en paz cuando se detuvo abruptamente en el vecindario de La condamine, bastante alejado del country club y junto al barrio de Montecarlo. Como sospechaba, Mikhail Safin había tenido la paciencia de seguirle, aguardando un descuido para acercársele, cosa que hizo. A Marat le sofocaba tener cerca a los Safin y le daban ataques parecidos al asma a menudo.

-¿Te sientes bien, hijo?
-Perdón por irme así.
-Supuse que no te sientes bien, el viaje fue pesado.
-No, sólo fue lo de siempre.
-Desde hace mucho tus bienvenidas terminan contigo ausente en la fiesta. Tienes muchos amigos a los que les importas, tu hermana te adora y tu madre y yo queremos seguir cerca de ti.
-¿Por qué me dices eso?
-Dejaras de ser ruso si te gustara que te hablara de lo que ya sabes. No seas distante con tu madre y con Dinara, es un consejo.
-Está bien.
-Supongo que terminaste con Anna.
-Hace mucho y no se va.
-Tendrás que demostrárselo.
-¿Más?
-Sigue enamorada de ti.
-Yo no siento algo.
-¿Bérenice?
-Una buena amiga.
-¿Primera novia? No lo sabía.
-Se casará y es mamá.
-Al fin sonreíste.
-Vi a Carlota Liukin en la estación, vine a buscarla.
-No sabré nada de Bérenice, de acuerdo.
-¿Crees que Carlota siga allí?
-¿Por qué te interesa?
-Vi el anuncio de una exhibición hípica con recaudación de fondos para ayudar a los damnificados de Tell no Tales.
-¿Qué tiene ella que ver?
-Podría convencer a los asistentes de donar más dinero, ella es tellnotelliana, no le dirían que no ¿No has leído las noticias?
-Aun no.
-La familia Izbasa desfalcó al erario, Tell no Tales está en quiebra.

Marat era muy serio al respecto y quería ayudar de alguna manera, así que encontrarse fortuitamente con Carlota Liukin era una oportunidad que no iba a desperdiciar.

-¿Altruista tú? Eso es nuevo.
-Me voy.
-Te acompaño.
-No, gracias, este es un asunto mío.
-Encuentra a esa chica.
-Supongo que nos vemos luego.

Marat se levantó a prisa, queriendo coincidir pronto con la joven Liukin, misma que pasó junto a él en la calle Princess Caroline, sin que advirtieran siquiera el uno del otro. Él continuaba pensando en la estación de tren y ella creía distingur a Andreas en cada esquina, desilusionándose cuando confirmaba su error. Para no seguir dando vueltas, Carlota terminó yendo por la línea costera, misma en la que llegaría más fácil al casino y a las playas en donde las vacacionistas exhibían exóticos pasos de baile. Primero pasó por el puerto, en donde yates de todo tipo atracaban y los magnates se saludaban entre sí, acordando reunirse en los eventos sociales nocturnos de caridad y los príncipes italianos organizaban fiestas privadas con paparazzi.

-Busco a Andreas Liukin - dijo Carlota a un capitán de la marina.
-Pasó por aquí, se fue con una chica al country club.
-¿Dónde está eso?
-Sigue derecho pero está un poco apartado, es más fácil ir en moto.
-¡Muchas gracias!
-¡No vas a llegar a pie!

Carlota se despojó del calzado y corrió en la arena sin otra esperanza que la de distinguir a Andreas antes de que apostara o perdiera su bolso en medio de su abrupta parranda. Por ese motivo, no tenía conciencia de la hora ni de los lugares llenándose de gente.

Sin embargo, Marat dio pronto con la estación y se topó con la estancia vacía. Temeroso de que los Liukin hubiesen tomado un tren, recorrió el lugar preguntando por ellos, enterándose del pleito de Andreas en la casa de cambio y que la familia había ido de visita a Santa Devota después de comprar lugares en la corrida a Venecia del día siguiente.

Marat no perdió tiempo en ir a la capilla, misma que cerraba a las cuatro de la tarde. Un grupo de turistas en tour salían del sitio cuando se le ocurrió ver si los Liukin no estaban dentro. Extrañado de no reconocer a Carlota, preguntó al seminarista a cargo.

-Estuvo aquí pero no se quedó mucho.
-No es posible.
-Su familia causó un alboroto y la policía se los llevó a la comisaría.
-¿Está seguro?
-El padre Pierre los acusó, estaban interrumpiendo misa.
-¿Padre quién? No importa, gracias.
-De nada, vaya con Dios.

Marat se apresuró para dar con la comisaría, intrigado de saber en que estaban metidos los Liukin para presentarse con el juez. Los desmanes eran comunes en el país.

Simultáneamente, Carlota continuó dando pasos al country club, segura de que Andreas estaba haciendo uno de sus disturbios y casi podía contar con que derrocharía las fichas del casino y perdería la mayoría mientras se caía de borracho o se besuqueaba con quien fuera.

-¿El country club? - consultaba con quien se dejara y no se rindió hasta que dio con un edificio de arquitectura neoclásica en el que la gente entraba y salía en sandalias y shorts o con indumentaria ecuestre. La puerta era de cristal y la atravesó sin ningún problema, preguntando por Andreas en recepción en lugar de saludar y adentrándose sin que nadie se lo impidiera. Así, Carlota dio con el restaurante y con la familia Safin, capturando la atención de Dinara Safina y de Mikhail Safin, que había vuelto a la fiesta para no alterar a nadie.

-¡Pobre niña! ¿Te pasó algo? - inquirió Dinara.
-Estoy buscando a mi hermano.
-¿Cómo se llama?
-Andreas Liukin, es él - señaló mostrando la foto.
-No lo hemos visto, lo siento pequeña.
-¿Liukin dijiste? - intervino Mikhail Safin - ¿Marat viene contigo?
-¿Quién? - respondió la chica.
-Mi hijo quiere localizarte desde que llegó, toma asiento, lo llamaré.
-No entiendo.

Mikhail Safin tomó su celular para avisarle a Marat, advirtiendo que los pies de Carlota eran un desastre y su cabello también.

A pesar de la insistencia, Marat apagó el teléfono al entrar a la comisaría y al igual que Carlota, no saludó, limitándose a hacer preguntas.

-Salió hace unas tres horas, dijo que iba por su hermano - confesó el juez.
-La espero.
-¿Para qué quiere a Carlota? - habló Ricardo desde la celda - ¿Quién es usted?
-Marat Safin.
-Carlota lo vio en la estación - añadió Yuko.
-¿Qué desea, señor Safin? - continuó Ricardo.
-Hablar con la señorita Carlota, es importante.
-Entonces tendrá que decírmelo porque soy el padre de esa mocosa y ya me cansé de que los chicos la sigan como idiotas.
-Es por un evento de beneficencia.
-Mi hija no irá.
-Se recaudarán fondos para Tell no Tales.
-Respondí que no.
-Estuve en la ciudad durante los derrumbes, las cosas están muy graves.
-Supe algo de eso, se cayó el asilo.
-Todo el barrio Nanterre se vino abajo y Marchelier desapareció también.
-¿Qué?
-No terminan de contar a los muertos y no hay fondos para reconstruir.
-En Tell no Tales pagamos el impuesto por emergencias, nunca se ha necesitado ayuda.
-¿Cuál es su nombre, señor?
-Ricardo Liukin.
-Señor Liukin, estoy obligado a decirle que los Izbasa robaron todo.
-¿Qué es todo?
-Tell no Tales está en bancarrota  desde hace seis meses.
-No, las cosas estaban bien.
-¿Necesita el periódico?

Ricardo se recargó incrédulo en la pared.

-¿Me dirían que hacen aquí encerrados? - siguió Marat.
-Nos peleamos - le contestó Adrien Liukin, dejando su silla y colocándosele enfrente - ¿Eres el nuevo novio de Carlota?
-No.
-Sólo la buscan sus novios.
-No la conozco.

Marat se acercó al juez y sin mediar nada, declaró:

-Diga a cuánto asciende la multa, yo respondo.
-Si es así, debemos llamar a las autoridades consulares.
-¿Por qué no lo ha hecho?
-Por la señorita Carlota. En cuanto llegara con su hermano, liberaría a su familia sin cargos, no pensaba retenerlos aquí.
-¿Por qué la dejó ir sola?
-Mandé a un oficial a seguirla.
-¿Habría manera de sacar a los Liukin ahora?
-¿Sin intervención de los consulados?
-Entre más rápido salgan de aquí, encontraremos a Carlota y a su hermano.
-La multa total es cara.
-¿Cuánto?
-3000 €, le explico los cargos...
-No es necesario ¿aceptan tarjeta?
-Dejen salir a los acusados y quítenle las esposas al muchacho de allá, no quiero volver a verlos aquí dentro.

Yuko suspiró aliviada y apenas le abrieron, Adrien la abrazó para que fueran los demás y no él quienes llevaran el equipaje. Ricardo, menos entusiasta, prefería reservarse los cuestionamientos a Marat, que sin mediar otras palabras le describía los barrios de Mónaco y lo que cabía en ellos para darse una idea del lugar en el que Carlota podía estar. De Andreas no se dijo nada.

Al tiempo que los Liukin pisaban la calle, Carlota esperaba por informes en el country club, mientras la familia Safin y sus amistades trataban de tranquilizarla y le daban pañuelos para contenerle las lágrimas. La chica no sabía que hacer y sentía un poco de culpa por haber parado su búsqueda, misma que de todas formas resultaría inútil por no poder accesar al casino de ser el caso y no tenía membresía, invitación o dinero para la entrada completa a las instalaciones del club.

-El señor Andreas se encuentra en el hipódromo - le avisó un camarero - ¿Gusta anunciarse o aguarda al final del evento de carreras?
-¿Señor Andreas?
-Mientras sea generoso con las propinas...
-¡Qué grosero es usted! ..... ¡Y ese idiota se está gastando lo que tenemos!

Los Safin no imaginaban que palabras eran las más adecuadas en ese momento y justo Carlota se había callado cuando otra mesera depositó una copa de helado en su sitio, indicando que "el señor Andreas" se la enviaba por cortesía.

-¡Yo lo mato! - gritó Carlota y más de uno tuvo que sujetarla para no permitirle sus imprudencias. A esas alturas, a ella no le importaba portarse bien y sus ganas de golpear a su hermano le ocasionaron perder su pulsera y su suéter.

-Llamaré de nuevo a Marat - anunció Mikhail Safin y esta vez, si hubo respuesta.

Aun en la zona de La Condamine, los Liukin nombraban a Carlota en voz alta creyendo que no había ido lejos, Adrien se reía porque la conocía y Marat accedió a dar entrada a la llamada de su padre.

-¿Marat?
-¿Qué sucede?
-¿Por qué apagaste el teléfono?
-Fui a la comisaría.
-¿Tuviste un problema?
-Encontré a los Liukin.
-¿Que?
-Larga historia, ahora hay que localizar a Carlota.
-Intentaba contactarte porque esa niña ha estado aquí y se encuentra muy alterada.
-¿Cómo llegó?
-Vino por el hermano.
-Díganle que su familia la verá allá.
-No tardes.

Marat concluyó la conversación y juntó a los Liukin para darles aviso.

-Carlota fue al country club y parece que su hermano también.
-Menos mal - suspiró Ricardo.
-Lo malo es que debemos cruzar La Condamine, Montecarlo y Larvotto, son tres kilómetros pero se darán cuenta de que caminar no es lo ideal.
-Carlota lo hizo.
-El detalle es que tenemos prisa.
-¿Todo derecho al este?
-Sí.
-Corran.

Miguel Ángel y Tennant obedecieron sin chistar, mientras Yuko y Adrien caminaban tan rápido como les era posible y Ricardo llevaba el equipaje, negándose a la ayuda de Marat.

-Hizo suficiente ¿no cree?
-Es por Carlota.
-Es por un evento en el que usted ha puesto interés.
-Tal vez pero usted pasaría la noche en prisión con dos de sus hijos perdidos.
-¿Sabe que no puedo pagarle lo de la multa?
-Por el momento arreglemos esto.
-¿Quién le dijo que Carlota está en el club?
-Mi padre.
-¿Cómo dio....?
-No lo sé, le consta que lo acabo de escuchar.

Los Liukin no dijeron palabra el resto del camino, estaban extenuados y un poco escépticos de la buena voluntad de Marat, mismo que habría preferido marcharse por la línea costera en vez del asfalto, ya que los bares de Mónaco podían ser molestos. Convencido de que probablemente estaba rodeado de personas que no le compraban su apariencia amable, se limitó a que lo siguieran, sintiéndose observado por Miguel. Al igual que los mortales, Marat no exentaba de mostrar su alma ante un ángel, siendo inconsciente de ello.

-Te ayudaré con el evento de caridad - aseguró Miguel a Marat escueto y acaso se apresuró un poco más.

Al interior del club, Carlota tenía cada vez menos paciencia y apenas lograba controlarse en una silla, su hermano le salía con un nuevo detalle como mandarle una revista o un postre y ese mote de "señor Andreas" que le alteraba los nervios. Tan ocupada estaba haciendo coraje, que no se dio cuenta de que los Safin se agolpaban en la puerta y cambiaban sus semblantes de hartazgo por unos de expectativa cuando la joven de recepción tuvo la gentileza de anunciarles que Marat arribaba al lugar. A nadie sorprendió que no anduviera solo.

-¡Marat! - suspiró Dinara Safina - Tardaste mucho.
-¿Cuándo encontraron a Carlota? Por favor, no me abraces.
-Desde las cuatro y está asustada, no ha comido ni nada.

Marat exhaló profundo.

-Señor Liukin, ahí está Carlota - exclamó, ni siquiera la había volteado a ver aun.

Ricardo en cambio, se aproximó a su hija con un poco de vergüenza pero ella se levantó y lo apretó enseguida, llorando en el acto.

-Andreas está en el hipódromo.
-Gracias, Carlota.
-No puedo pasar.
-Pero yo sí.... ¿Estás bien?
-Sí.
-¿Te lastimaste?
-No.
-Yuko, ¿me apoyaría aquí? Tengo que ir por Andreas.

Yuko se colocó junto a Carlota y Ricardo fue enseguida a las instalaciones hípicas, sin mediar palabras con nadie.

-¿Cómo salieron de la cárcel? - preguntó Carlota.
-El señor Marat Safin pagó nuestaras multas.
-¿El del retrato?
-Te estaba buscando.
-¿Por qué?
-Mejor que te lo explique él.
-Le agradeceré.
-Mejor cuando venga tu padre.
-¿Los sacó a todos, a Tennant, a Miguel...?
-Tennant san tiene las marcas de las esposas en sus muñecas.
-Perdón por irme así, es que pensé que encontraría a Andreas.

Carlota lloró más fuerte y su hermano Adrien aprovechó para sentarse a su lado, no para consolarla, sino para comerse los postres, ya que le habían contado que Andreas los tenía pagados.

-¿Marat es tu novio? - preguntó con la boca llena.
-No sé ni quien es.
-Tu novio me sacó del bote, así que me cae bien.
-¡No lo conozco!
-Te invitó a un baile ¿no te dijeron?
-¿Qué?
-Te quiere llevar a un evento de beneficencia, Carlota - agregó Yuko.

Carlota Liukin poco a poco se iba calmando.

-Le agradezco, Marat - pronunció sin quitar los ojos del piso - Cuente conmigo para la beneficencia, se lo debo.

Marat no atinó a replicarle.

-Señorita Carlota, el señor Andreas le manda esta tarjeta - avisó una camarera que se atrevió a confiar.
-¿De qué es?
-De una estancia en el hotel Métropole, todo incluido.
-¿Para mí?
-E invitados.
-¿Cómo consiguió esto?
-Me mandó decir que estará en el Grand Casino y la ve mañana.
-¿Casino? ¿No estaba aquí?
-Se acaba de ir, dijo que recuperaría el valor de su bolso, señorita.
-¿Qué hizo qué con mi bolso?
-No puedo darle información al respecto.
-Mi celular, el dinero de papá y los boletos a Venecia estaban allí.
-Me dijeron que le diera a usted uno de los premios que el señor Andreas obtuvo en las carreras, disfrute su estancia en el Metropole.
-¿Se fue al casino?
-Sí.
-¿Tiene dinero para apostar?
-Parece que sí.
-Le voy a romper la boca. Esto es personal.

Carlota se levantó velozmente, con una postura de gato erizado y los ojos inflamados, como ardiendo de ira. Olvidándose del agotamiento, de la gente y lo desconocido que le era Mónaco, se dirigió a la salida con fuerza sorprendente, sin que nadie la retuviera, pero Marat tuvo otra idea.

-No vayas.
-¡Cierra la boca!
-¿Quieres perderte otra vez?
-¡Tengo que cobrárselas a ese zoquete!
-¡Deja eso, causarás problemas!
-Prometí traer a Andreas y lo jalaré de las orejas.

Carlota prosiguió su camino pero Marat efectuó su plan de ir detrás para retenerla en plena calle puesto que anochecía.

-¿Por qué haces esto?
-¿Hacer qué?
-Ir por tu hermano cuando no puedes pasar del portón de una casa de juego.
-Ya aclaré que esto es personal.
-Exageras.
-¡Andreas debió a ir a la comisaría con mi padre!
-¡Pero no lo hizo!
-Lo que había en mi bolso era todo lo que teníamos y lo necesitábamos, no me diga que ese idiota no merece que le rompa los dientes.
-No lo hagas.

Marat sujetó la muñeca derecha de Carlota con firmeza, nervioso de enojarla más.

-No lo hagas - repitió.

Carlota enrojeció totalmente y por primera vez, giró para contemplar el rostro de él detenidamente, inhibiéndose de darle batalla.

-Gracias - dijo la joven y abrazó a Marat con impotencia. Las lágrimas de Carlota bañaban sus pies desnudos.

sábado, 10 de diciembre de 2016

Las noches de Mónaco: Un episodio para olvidar


Tell no Tales del espejo, 9:20 pm:

-¿Han visto a Marat? - preguntó Bérenice a sus padres al llegar a casa con Luiz. Ambos habían tenido un día pesado y lo que menos esperaban era una sorpresa de ese tipo, sobretodo porque tenían una cita.

-Marat dijo que debía arreglar unas cosas, luego nos visita - comentó Roland Mukhin.
-Habría avisado con tiempo.
-Algo vio con el espejo pero regresará, lo conoces bien.

Bérenice eligió terminar la conversación y prefirió abrazar a su bebé, presintiendo que Marat no la quería ver.

Mónaco, 2:00 pm.

-No podemos quedararnos en la estación porque nos detendería la policía - anunció Yuko.
-Buscaremos un hospedaje barato.
-Las casas de huéspedes cobran 250€ por persona, señor Ricardo.
-¡Mil setecientos cincuenta por nosotros! ¿Es que viven rodeados de oro?
-Mónaco es muy caro, hicieron bien en comprar comida en Niza.
-Dormiremos en la calle.
-Tampoco puede, son quinientos de multa por cada uno o quedarse en una celda y barrer las calles tres días.
-Bien, iremos a prisión, niños andando.

Ricardo jaló las maletas con dificultad y sus hijos lo siguieron al exterior, desde donde se podía ver Port Hercule y cerca, la capilla de Santa Devota, a la que pasaron para tomar la sombra no sin experimentar un mal momento en la escalinata de la misma. Nadie podía desatar el nudo del equipaje y Miguel lo cortó, causando que este rodara hacia abajo y los niños Liukin debieran correr tras él.

-¡Mis zapatos! - gritó Carlota al abrirse su baúl y por coincidencia resbaló, raspándose en la frente y ocasionando las risas de todos.

-¡No es gracioso, me duele!
-Carlota, deja tu drama.
-¡Estoy sangrando! ¡Papá!
-No sabes cuánta pena siento. Levántate y límpiate, te veo adentro.

Miguel y Andreas recogieron las pertenencias de Carlota en plena carcajada y la sonriente Yuko se acercó para tomarla de la mano y ayudarla con un poco de agua oxigenada.

-¿Te sientes mejor?
-Se supone que no debo golpearme la cabeza.
-¡Ya sé!
-¿Qué?
-Es que mucha gente se pega y luego se siente mal pero lo tuyo es pequeñito. Quedaste como nueva.
-Con una raya en la cara.
-Vamos con tu papá.
-¡No te rías!
-No es a poropósito.
-Mmh... Gracias.
-Vamos.

Ambas regresaron con el grupo y Yuko imitó a Carlota al persignarse en la puerta. El interior de la capilla era tan oscuro que las luces estaban encendidas, se celebraba misa con escasa afluencia y un fuerte olor a flores se transformó en uno de cera pese a no haber velas suficientes.

-Aquí de casaron su Majestad la pirincesa Régine y su hija la pirincesa Roxanne.
-Qué romántico.
-Casi todos los pirincipes de Mónaco lo han hecho en la iglesia de Saint Charles, dicen que a ellas no las dejaron porque el pueblo creía que eran inmorales.
-¿Pero tuvieron lindas bodas?
-Eso sí pero esas cosas no son lo mío ¿me disculpas? Tengo una llamada.

Carlota dijo que sí y Yuko salió a contestar, vigilante de que no la siguieran.

-Disculpe el retraso señor Bessette.
-¡Vi caer a mon princesse! ¿Por qué no la han llevado al hospital?
-¿La vio?
-¡Conteste Yuko!
-Es que no fue nada.
-Llévela a revisión, no le estoy preguntando.
-No creo que su padre quiera.
-La hago responsable.
-Sí, hágalo.
-¿Sabe donde van a dormir?
-No tienen lugar y parece que tampoco billetes.
-Busque un lugar bonito y pague usted.
-Tampoco tengo presupuesto.
-¿Nada puede hacer bien?
-Señor...
-¡Cállese Yuko! Comience a trabajar en serio o se olvida de su empleo.
-No puedo perderlo.
-Quiero a Carlota en el hospital y que la revisen hasta que no quede duda de que estamos en orden, luego consiga unas habitaciones bonitas para los Liukin y me llama.
-Está bien.
-Otra cosa, Yuko: si se pasa de lista, recuerde ese local de pescado por el que su familia ha sacrificado tanto...
-Voy a hacerlo.

Andrew Bessette colgó y Yuko se dirigió nuevamente a la capilla, ubicándose junto a Ricardo.

-Tenemos que buscar una posada hasta mañana.
-¿Conoce un lugar barato?
-A lo mejor nos reciben en una casita de Les revoires.
-¿Dónde?
-Es un bario donde vive la clase media y es un poco más barato que los otros.
-No puedo pagar más de doscientos por persona.
-Yo me haré cargo de mi estancia.
-Entre más tarde más caro ¿verdad?
-Así funciona.
-Niños, vámonos - ordenó Ricardo a los demás y Adrien, un poco indiferente replicó:

-Andreas no está.
-¿Qué dijiste, hijo?
-Andreas se fue cuando entramos y se llevó el bolso de Carlota. Luego viene.
-¿Sabes dónde encontrarlo?

Adrien regresó a su actitud ausente y Carlota constató que su hermano se había llevado sus cosas.

-¡Mi celular estaba allí! ¿Y para qué rayos quiere mi labial? No tengo ni un centavo.
-Tu hermano es un miserable.
-¡Papá!
-¡Metí las fichas del casino y los boletos del tren en tu bolsa!
-¿Por qué hiciste eso?
-¡Porque nunca pierdes nada!
-¡Pero tú traías mis cosas!
-¿Qué voy a hacer con ustedes tres?
-¡No me metas en esto!
-¡Si estamos aquí es por tu culpa señorita! Adrien ni siquiera me dijo lo que estaba pasando ¡Y Andreas ya se ganó que lo encierre en prisión!
-¡Tranquilo!
-¡Los tres me tienen harto!
-¡Vamos a buscar a Andreas!
-¡Nos quedaremos aquí y cuando veamos a un oficial levantaremos el reporte de robo!
-¡Papá, tenemos que ir por él!

Ricardo no pudo decir nada. Los Liukin habían olvidado que se hallaban en misa y el sacerdote había llamado primero a la policía, razón por la que dos agentes esposaron a Ricardo "por alterar el orden" sin mediar explicaciones.

-¡Suéltenlo! - intervino Tennant empujando a todos y lo arrestaron igualmente.

-¡Mi hijo mayor cometió un robo! ¡A él deberían llevarlo a la comisaría!
-¡No lastimen a papá! - dijo Carlota y Miguel la sujetó fuertemente.

-No intervenga, señorita. Iremos por su padre enseguida, guarde la calma.
-¿Dónde se habrá metido Andreas?
-Lo encontraremos.
-No tenemos para ninguna multa
-Podemos sacar a Tennant.
-¿De qué me sirve Tennant?
-¡Cállese y haga lo que le digo!

Aquél grito fue un error de Miguel Ángel. Al igual que con Ricardo y Tennant, los oficiales interpretaron su actitud como una agresión y lo detuvieron sin más.

-Ay no ¡Miguel no hizo nada! - protestó Carlota y fue tras él y su padre. En la escalinata, nadie atendía sus ruegos y su padre alcanzó a patear la puerta de una patrulla para realizar una petición.

-Mis hijos se van a quedar solos ¿no pueden encerrarlos con nosotros?
-¿Qué? - gritó Carlota.
-Esta niña y un niño no deben pasar la noche solos. Mi hijo Adrien es autista ¿desean que mi hija lo mate?

Uno de los policías volteó a ver a Carlota y accedió al traslado. Yuko terminó llevando a Adrien de la mano hasta el vehículo y luego tomó el equipaje para acomodarlo en la cajuela. Carlota acabó en el asiento del frente, con una mancha en el cabello que nunca supo que era y con un zumbido en los oídos, producto de otro episodio de berrinche de Adrien. Yuko le decía como podía que el asunto se arreglaría. No tenían tres horas en Mónaco y aquello se tornaba en pesadilla.

-Creo que no vamos a Venecia mañana - murmuró Ricardo y Carlota se cubrió la cara. Estaba sonrojada de vergüenza.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Las noches de Mónaco: La chica del tren


El tren arribó a Niza a las diez de la mañana y la mayoría de los pasajeros descendieron por ser su destino, dejando los vagones solitarios y a los vigilantes agotados.

Tennant bajó en la estación como se tenía previsto, no obstante volviera poco después con su boleto a Mónaco y agua de granada para detener el calor húmedo que sofocaba al exterior.

-¿La empanada es de carne? - preguntaba Carlota Liukin a una vendedora musulmana en la puerta.
-Se llama sfiha, es de cordero.
-Deme dos, por favor.
-También traigo unos panecillos con dátiles y té con hierbabuena.
-Quiero un vaso de té.
-¿No prueba los dátiles?
-¿Qué es eso?
-Son unos frutos dulces del desierto.
-Nunca he visto uno... Me llevo dos panecillos entonces.
-También traigo licor de dátil.

Tennant entonces intervino.

-¿Licor? ¿Cuánto cuesta?
-15 € y no deben verle o la policía le quita la botella - contestó la vendedora.
-Entiendo, ¿cuánto es por todo?
-16€
-Tome veinte y quédese con el cambio.
-¡Qué generoso!
-La policía viene, gracias por todo.

Carlota y Tennant volvieron al interior y sobre una mesa colocaron sus alimentos, a la espera de Ricardo y Adrien que habían salido también por el desayuno.

-Gracias, Tennant - dijo Carlota.
-De nada ¿todo bien?
-Sí ¿te sientes mejor?
-¿Donde está tu mensajero?
-Dijo que tenía que hacer algo.
-¿Te dejaron sola?
-Andreas fue a jugar a las máquinas.
-Iré por él.
-Gracias.
-¿Guardarías mi botella?
-Claro.
-Cuéntame diez minutos y estaré con él de vuelta. No te muevas, Carlota.
-Ten cuidado.

Tennant Lutz caminó por la estación hasta el vestíbulo y se enteró pronto de la existencia de un pequeño casino en el que se entretenían los viajeros cuando necesitaban dinero. No tardó en hallar a Andreas enfrente de un tragamonedas y por lo que se apreciaba, no podía ganar alguna cantidad.

-Vámonos o perderemos el tren.
-¿A quién le importa?
-Bueno, se dice que en Niza hay muchos ladrones.
-Desperdicié monedas, larguémonos.
-Carlota se quedó en el tren.
-Eso explica por qué Ricardo no vino por mí.
-Nadie ha regresado.
-¿No quieres probar tu suerte?
-No sacaría nada.
-Intenta.
-Después nos vamos con Carlota.

Tennant depositó la moneda que le restaba y jaló la palanca del tragamonedas, esperando fallar como siempre. A punto de dar la media vuelta, la máquina emitió un sonido y comenzaron a salir varias monedas que alcanzó a sostener en sus manos.

-Ese tragamonedas da dos premios más después de sacar el primero. Les sugiero aprovecharlo porque todavía no se dan cuenta en el casino - dijo una mujer con rasgos asiáticos y Andreas movió a Tennant de lugar, apostando en el acto. Se repitió la escena del juego anterior y al final, aprovechó la última oportunidad, recibiendo un premio más grande. Por disimular, echó otra moneda y fingió que la suerte se le agotaba.

-Gracias - le dijo Tennant a aquella chica y se echó a correr con Andreas hacia el tren. Un vigilante estaba por asegurar la puerta del vagón pero al verlos los dejó pasar con mala cara.

-¿Dónde estaban? - reprochó Ricardo.
-Ganando una fortuna - respondió Andreas, colocándose atrás de él para contar su dinero y Tennant decidió pagar el préstamo que le había hecho el señor Liukin.

-¿Cuánto ganaron?
-Yo cien.
-Felicitaciones Tennant ¿y Andreas?
-Bastante más que yo.

Los Liukin ponían atención a la cuenta de Andreas cuando se oyó un grito femenino suplicando que le dejaran abordar. De poca gana, el vigilante hizo caso, a pesar de que la marcha estaba iniciando.

-Muchas gracias - dijo la mujer y Tennant la reconoció enseguida.

-¿Cómo sabías lo del tragamonedas? - le dijo por saludo y ella respondió sonriente.

-Es que llevaba la cuenta desde hace rato.
-¿Por qué no jugaste?
-Porque no puedo, pero me alegra que ustedes ganaran.
-Debemos agradecerte.
-No lo hice para recibir algo.

Ricardo contempló a la mujer con extrañeza y advirtió que al igual que él, tampoco viajaba porque lo deseara. La virtud del observador no le era agradable a menudo.

-Ricardo Liukin, mucho gusto.
-Yuko Inoue.
-Gracias por ayudar a los chicos.
-De nada.
-¿Gusta algo? Le invitamos.
-Así estoy bien.
-Es que vamos a desayunar y no quisiéramos incomodarla.
-Tengo almendaras para compartir.
-Bienvenida, tome asiento.

Yuko Inoue tampoco portaba un gran dinero.

-Quiero presentarle a mis hijos, ella es Carlota, Adrien y bueno, Andreas.
-¡Qué lindos niños!
-Él es Tennant, un amigo nuestro...
-Hola ¿Tennant san? Es un nombre raro.
-Compramos algunas cosas con los vendedores de la estación, esto es socca y creo que esto es pizza.
-Se llama pissaladière y no lleva salsa de tomate. La socca es una crepa de harina de garbanzo y aceite de oliva.
-Querían venderme socca de un metro de diámetro.
-Es que ese es el tamaño tradicional pero los turistas se llevan algo más chico.
-Está enterada de estas cosas, Yuko.
-Es que he vivido en la zona mucho tiempo.
-¿Es de Corea?
-De Japón.
-Oh, disculpe.
-No se ¿preocupe? Casi siempre me dicen que soy china.

Carlota miraba a Yuko con interés y ésta fijaba su atención en la botella de licor que aun permanecía sobre la mesa.

-¿Es de dátiles? - preguntó y Tennant replicó.
-Según sí.
-Es muy fuerte, la gente de Niza luego se emboracha.
-Tendré cuidado.
-También hay un alcohol de granada que es como un puñetazo.
-No vi nada de eso.
-Es que se acaba rápido pero lo puedes encontrar en Mónaco muy barato, nada más escóndelo porque te lo quitan las autoridades.
-¿Está prohibido? Perfecto.
-Es que lo venden los migarantes ilegales.

Tennant sonrió y tomó un poco de socca mientras imaginaba si en la escala en Mónaco iba a tener tiempo de buscar botellas, esperando que no costaran más que en Niza y pudiera pasar desapercibido con la policía.

Mediodía, estación de tren en Montecarlo, Mónaco.

Con puntualidad, Andrew Bessette se paró en el andén cuando arribaba el tren con los Liukin y de inmediato tomó su celular para realizar una llamada misteriosa en la que solicitaba mantener vigilada a Carlota en todo momento así como reportar sus movimientos ¿Cómo se había enterado de tal viaje?

-Sugiero que desista de sus planes con Carlota o me veré obligado a darle una fuerte lección - le advirtió Miguel Ángel.
-¡Ah, el mensajero de mon princesse!
-¡Nunca vuelva a llamarla de esa forma que yo puedo ver como tiene el corazón y si alguien le cobrará con el alma soy yo!
-Qué miedo.
-Advertido está.

Miguel se dio cuenta de que sujetaba a Andrew Bessette del cuello y éste le miraba creyendo que el discurso era tonto de sobra, no obstante, se detuviera la marcha del tren y ninguno de los dos abandonara su posición.

-Carlota necesita a su sirviente.
-Joubert a su padre.
-No lo metas en esto.
-Usted no se atreva a ponerle un dedo encima a la señorita Liukin.
-¿Eres su guardaespaldas?
-Y sé dar palizas.

Miguel soltó a Andrew Bessette cuando los vagones abrieron y fue donde los Liukin, que honraban su costumbre de enredar las maletas durante los viajes. En el forcejeo, Andreas jaló el cabello de Carlota y se desató otro pleito fraterno en el que Adrien se tiraba al piso para evitar las agresiones pero lanzaba aturdidores gritos para fastidiar a todos, recibiendo en respuesta que sus hermanos lo levantaran para hacer de él un escudo humano. Ricardo intentaba frenar a los chicos y Tennant separar a la joven Liukin cuando una potente voz clamando "¡basta!" acabó por provocar el esperado dolor de oídos que interrumpió el momento con inmediatez. Andreas aprovechó para propinar un último tirón al pelo de su hermana.

-¡Qué pena para su padre semejante trío de cínicos desvergonzados! ¡Le dije Carlota que usted se ve especialmente pésima y sin clase! Y ustedes, Andreas y Adrien ¡olvidan que a ninguna mujer se le levantan la voz y la mano! ¡Su hermana también es una dama!
-¿Miguel, dónde te habías metido? - preguntó Carlota.
-He llegado a la estación que es lo importante. Señor Liukin, lamento intervenir de esta forma pero no puedo tolerar que se le falte al respeto y como puede ver, ahora estará más tranquilo. Buenas tardes.

Carlota bajó los ojos y Ricardo le tomó de la mano sin decirle nada, haciéndole la seña a Tennant de que llevara el equipaje. Andreas y Adrien los siguieron sin agregar nada y Yuko fue por detrás, asustándose al reconocer a Andrew Bessette, apresurando el paso para no tartamudear.

La estación a diferencia de la Niza no permitía vendedores en los corredores y escaseaba de viajeros, no obstante, fuera un lugar bonito con enormes vitrales y fuentes a los que valía tomarles una foto. A los Liukin les sorprendía que el lugar fuera subterráneo y se vieron forzados a cerrar los ojos cuando lograron salir de ahí.

-Creía que no estaba oscuro allá dentro - declaró Ricardo mientras se acostumbraba - ¿Pudiste deshacer el nudo del equipaje, Tennant?
-En eso estoy.
-Bueno, iré por los billetes a Venecia, no se muevan de aquí. Tennant, encárgate de Carlota por favor. Adrien vienes conmigo.... Yuko ¿usted se queda aquí o va a otro lado?
-También voy a Venecia - contestó ella.
-Qué coincidencia ¿va a comprar su boleto de una vez?
-Lo acompaño.
-Bien y olvido algo.... ¡Andreas! tú.... Haz lo que quieras.

Ricardo no disimulaba la molestia con sus hijos y Carlota prefirió auxiliar a Tennant, en un gesto de amabilidad repentina inspirada por Miguel, que se encontraba con ella luego de unos momentos.

-Perdón por la escena, Miguel - le dijo en cuanto éste se posicionó de pie junto a Tennant.

-A quien le debe disculpas es a su padre.
-De todas formas siento pena contigo.
-Haría bien en permanecer tranquila y escuchar órdenes.
-Perdón, Miguel.

Tennant no creía lo que escuchaba ¡Carlota se diculpaba con alguien sinceramente! ¿Miguel si le imponía respeto o eran los cinco minutos más amables del día?

-Señorita Liukin, su padre viene enojado, le aconsejo prudencia.
-Se ve mal.
-Le haré frente, sólo no hable.

En efecto, Ricardo abandonaba la cercana taquilla muy molesto y Yuko se cuidaba de no añadir palabras a la conversación, temiendo que los Liukin volvieran a contagiarse del mal humor.

-El tren a Venecia salió hace dos horas, tendremos que quedarnos aquí hasta mañana ¿Dónde fue Andreas?
-No lo sabemos - replicó Tennant.
-Ahora hay que buscarlo, lo que nos faltaba.
-Tal vez esté aquí fuera.
-Tennant, acompáñame.... Yuko ¿puede....?
-¿Quedararme con los niños? ¿Por qué no? - contestó la mujer y Carlota la invitó a sentarse en la banca cercana, estableciendo conversación inmediata. Adrien, ignorado, prefirió descifrar el nudo de las maletas mientras escuchaba.

-¿De qué parte de Japón vienes? - quiso saber Carlota.
-Vengo de Kyoto y vivía en Tokio, tengo familia en Saitama y en un pueblito de Honshu, cerca del monte Fuji ¿lo conoces?
-¿Monte Fuji? Lo conozco por estampas.
-Está muy bonito.
-¿A qué te dedicas?
-Soy contadora.
-¿Desde cuándo vives en Niza?
-Llegué a los veinticuatro porque me contrató una cadena de hoteles en Japón que estaba en expansión y les llevaba las cuentas.
-Qué bien ¿y ahora te mandaron a Venecia?
-Eh, sí, voy a ser la contadora de un hotel cerca de una plaza.
-Vas a ver cosas muy bonitas.
-Pero no sé italiano.
-Yo tampoco.
-¿Qué vamos a hacer?
-¡Ir de compras!

Carlota y Yuko comenzaron a reírse y platicar de productos de belleza ocasionando que Adrien perdiera el interés y mejor se dedicara a ver a Andreas, que cambiaba unas monedas por fichas de casino en una casa de valores al costado derecho de la entrada en la estación. Raro que los demás no lo hubiesen notado, salvo Miguel, que optaba por levantar al mismo Adrien y llevarlo con su hermano, dejando a Carlota y Yuko solas.

-Si eres patinadora, entonces podrías ser famosa en mi país.
-¿De verdad, Yuko?
-Y conocerías mucha gente. Es que en Japón ser famoso da muchas cosas.
-¡Un día iré a Japón!
-Tienes que ir en primavera para que veas florecer la sakura.
-¿Sakura?
-Cerezos.
-¡Conozco los cerezos! El bosque de Tell no Tales está repleto y es muy bonito.
-No sabía que fuera de mi país también había.
-¡Son súper rosas! Guardé una bolsita con hojas de recuerdo.

Ambas continuaban muy distraídas a pesar de los anuncios de salidas y llegadas de los trenes y comparaban los contenidos de sus bolsos de viaje cuando los gritos de Andreas se escucharon en la estación debido a un malentendido con Adrien, que imprudente, había arrojado al piso las fichas de juego.

-Es peligoroso que vean a tu hermano con valores del casino - comentó Yuko y se levantó a salvar a Andreas, pidiéndole a Miguel que le ayudara. Eran tantas las fichas que al poco tiempo, el enfado de Andreas provocó que su padre finalmente lo encontrara y al igual que Tennant, ayudara a arreglar el desorden.

Mientras tanto, Carlota se quedó en su lugar, retomando su objetivo de desligar el equipaje sin resultados. Se entretuvo tanto que apenas alzó la vista de manera involuntaria, fijó su curiosidad en una chaqueta negra un poco vieja y estaba por apartarla cuando el perfil del hombre que la portaba se reflejó en un cristal. Carlota entonces continuó contemplándolo y él, sintiendo esa aura extraña se giró a descubrirla, sonriendo por circunstancia y sin intenciones, prosiguiendo su ruta normal sin darle importancia.

Carlota Liukin en cambio, se precipitó a sacar sus lápices y sus hojas y dibujó un retrato del joven que acababa de pasar.

-¡Andreas, esto es ya es el límite! ¡Tienes prohibido jugar en el casino y más te vale darme todo lo que traigas! - gritaba Ricardo de vuelta con sus hijos y Yuko retomaba su sitio junto a Carlota.

-¿Marat Safin?
-¿Quién?
-Hiciste un lindo retrato.
-Es de un chico que andaba por aquí.
-Es de Marat Safin y vive aquí en Mónaco.
-¿Lo conoces?
-No pero lo he visto en el Hôtel de París y en el Country Club.  Es tenista profesional.
-¿Tenista? Nunca escuché de él.
-A lo mejor nos lo encontramos en la calle.

Carlota resolvió terminar con sus trazos en calma y con cierta ayuda de Yuko en lo que el regaño a Andreas terminaba. Tennant, Miguel y Adrien permanecían como espectadores y el general Bessette los espiaba desde un rincón, ordenando de nuevo por celular algunas cosas. El teléfono de Yuko vibró enseguida.