lunes, 21 de septiembre de 2015

De vuelta al mundo


Tamara y Ricardo pasaron el tiempo charlando sobre peces y asoleándose que lamentaron tener que ir a tierra en punto de las once. Él no había conseguido pescar algo y los demás no festejaban una gran captura. Era un mal día para buscar merluza.

-En el mercado pagan una miseria - comentó ella.
-¿Por eso no eres pescadora?
-Si no hay merluza, es la ruina.
-Pero disfrutas el paseo.
-De vez en cuando.
-¿Qué es lo que más te gusta hacer cuando visitas a tu familia?
-Dormir y venir hasta acá.
-¿Después?
-No salgo mucho, me encantaba el valle cuando nadie era dueño de nada.
-¿Ahora no?
-Si hay algo que me gusta, pero es mi empleo en el pueblo.
-¿A qué te dedicas?
-Doy mis clases de patinaje a niños.
-¿No estás inhabilitada?
-Ellos no compiten.
-Buen punto.
-Por la tarde leo las noticias locales y me ocupo de unos manzanos.
-¿En serio?
-El fin de semana acompaño a papá a vender las verduras de la granja y nada más.
-Es una vida sencilla.
-No me agrada.
-Tienes menos problemas.
-Si nos olvidamos del juicio, entonces sí.
-Extrañaba que habláramos de ti.
-Lo siento.
-Lo digo en serio, me estaba cansando girar alrededor de Carlota.

Ricardo tomó consciencia de su exabrupto y Tamara lo miró comprensiva, sin comentar por ser prudente. Conforme avanzaba el bote, menos palabras tenían ánimos de decirse.

En Saint Jean de Luz, las embarcaciones atracaban y se comunicaban las malas nuevas. Los comerciantes se negaban a adquirir el poco pescado disponible, los bistros aprovechaban las ofertas y los pocos turistas se asombraban del desorden. Bernard y Anne Didier, para evitarse dificultades, negociaban el precio abordo de lo que pretendían llevarse para abandonar el muelle seguros de que habían pagado lo justo.

Distanciados de la escena, Tamara y Ricardo descendieron del bote apenas este tomó su sitio y se introdujeron en el jeep sólo para aburrirse mientras les daba sed. Ella en particular deseaba dormir un poco más, pero él se arriesgó a no permitírselo, un poco ansioso por conocer qué clase de duda había implantado su hijo Andreas en la mente de la joven y por qué no se la había externado si la habría aclarado sin problemas.

-Dijiste que Andreas te insinuó, comentó... No se me ocurre qué pudo pensar.
-Sobre eso ¿no sería mejor más tarde?
-¿No prefieres solucionarlo aquí?
-No es el lugar.
-Nadie nos escucha, Tamara.
-Te enfadarías.
-Nada me sorprende si mi hijo está involucrado.
-Es algo de niños.
-Andreas ya no está pequeño.
-Pero lo que dijo no vale la pena, es una ingenuidad.
-¿Crees que se me acabará la curiosidad?
-Tal vez no, pero te daría risa, es absurdo.
-Para ti, no imagino si para mí.
-Tómalo como una broma.
-Veremos, ¿de qué se trata?

La mujer juntó sus manos y con una sonrisa, prosiguió.

-Es que en el avión que tomamos en Hammersmith, Andreas aprovechó que no estabas y cosas más, cosas menos, mencionó que a ti te gustan las "chicas malas".
-¿Disculpa?
-Y que yo, por mi pasado bochornoso, soy mala.
-¿Qué?
-Casi casi me insinuaba que yo te gusto, ¿es increíble, no?
-¿Andreas?
-El mismo.
-Es gracioso porque también me hizo una observación sobre ti cuando cambiaste de lugar.
-¿Cuál?
-Más o menos fue que tú solías compartir actividades conmigo con insistencia.
-¿Te dio a entender que me agradas más que un amigo?
-Es una gran coincidencia.
-A lo mejor quiso animarnos.
-¿A qué?
-A mí, no tengo idea, pero a ti tal vez te quiso conseguir una cita.
-No estoy tan dispuesto.
-¿No?
-Ni siquiera lo he considerado más allá de algunos consejos que luego me dan.
-Ah, entonces si pasa por tu mente.
-¿Salir contigo?
-La pregunta no era por mí.
-Vaya, perdona.
-¿Pero lo has pensado?
-Vagamente ¿y tú?
-Bueno, Andreas sonaba tan seguro que a momentos quería saber si ... Si me volteabas a ver.
-Claro, por algo tomé el tren.
-Mi mamá te llamó.
-De todas formas vendría.
-Je, je, creía que tu hijo hablaba con seriedad.
-Fue convincente al parecer.
-Logró confundirnos.
-Contemplé la posibilidad de que fuera real.
-¿Qué me gustaras?
-¿Y no?

Tamara sonrojó un poco y agachó la cabeza, nerviosa pero alegre.

-Andreas no es muy inteligente - añadió Ricardo con idéntica pena.
-Fue audaz.
-Ojalá usara esa cualidad en la escuela.
-Estoy de acuerdo.

Ambos compartían la sonrisa y se hallaron a punto de ignorar el tema, pero Tamara presintió que debía zanjarlo.

-¿Yo te gusto? - él giró hacia ella, con desconcierto.
-¿Necesitas una respuesta?.
-Hasta mi pregunta es mala.
-Es prematura.
-Lo siento.
-Sería muy chistoso que tú y yo nos...
-Atrajéramos.
-Exactamente.
-Lo mismo sostengo.
-No hemos dicho que no.
-¿No?
-¿Tú sí?

Tamara abrió un poco más los párpados.

-Eres una mujer hermosa.
-¿Lo soy?
-Con mucho carácter.
-Infinito, no sabes cuánto.
-Me encanta quien eres ahora.
-¿Hablamos más tarde?
-Claro.
-Tengo un amigo, Christophe Simmond.
-Oh, entiendo.
-No le va a gustar.
-No me meteré.
-Quiero decir que aprecio mucho a Christophe.
-¿Qué significa?
-Le he dado vueltas a este asunto todo el mes.
-¿Entonces, tú y yo...?

Ambos voltearon por su lado, inhibidos momentáneamente hasta que los padres de ella se dirigieron al jeep. Ricardo optó por comentar que agradecía el hospedaje y que esperaba no molestar a nadie en su breve estancia. Tamara le respondió escuetamente que tendría que ocuparse de algo en la granja.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Hermanos


"Naturaleza muerta", dibujo de Federico García Lorca.

París.

Luke Cumberbatch se encontró a Viktoriya Maizuradze en un puesto de periódicos y la observó al punto de incomodarla y hacerla marcharse. Después siguió su camino hacia el café "Meité" en Saint Ettiene.

Varias personas se concentraban en el local únicamente para tomar un espresso antes del trabajo, pero él eligió una mesa y ordenó un desayuno para soportar una impaciente espera. La puntualidad era un lujo si se trataba de una cita de última hora y dependía más de quienes lo habían llamado, mismos a los que no tenía ganas de ver.

El apetito se le iba conforme se asomaba al exterior y le cambió el semblante cuando dos jovencitos se sentaron junto a él. Sus nombres eran Hugo y Maxim.

-¡Cumber! - exclamó el primero.
-Cállate, manouche*.
-No sé si tomarlo como chiste.
-Manouche, gitano, es lo mismo.... ¿Y éste androide, qué? - refiriéndose a Maxim - Coman si quieren.
-Gracias, pero tomamos algo en el hotel.
-Da igual.
-Estamos de paseo, en la tarde iremos al cementerio.
-Emocionante.
-Bueno, Max visita la ciudad por primera vez.
-¿Y está mudo?
-No sabe francés.

Hugo y Cumber sonrieron, comprendiendo Maxim que se burlaban de él.

-¿Qué habla este androide?
-Ruso y algo de japonés.
-¿Le entiendes algo?
.Que papá lo llama y le escribe a menudo.
-¿Qué hace contigo?
-Supe que venía por un viaje de estudios...
-Seré preciso ¿Qué hace el teniente Maizuradze contigo?
-¿Qué estás preguntando?
-Que si te habla.
-Estuvimos almorzando hace unos días.
-Oh, mira, qué novedad.
-Le dije que la familia me interesa, que sería bueno juntarnos un día.
-He visto a Viktoriya casi diario y me ignora completamente.
-Eres grosero.
-No entiendes, manouche.
-Gitano.
-Lo que sea.
-Con razón ella no te soporta.
-Menos si se entera que soy su hermano.
-Te conoce.
-Eh, no.
-Papá dijo que nos reuniremos en Navidad.
-Si regresa vivo de la guerra.
-¿Qué?
-Te vio la cara.
-¿A qué te refieres, Cumber?
-A que tu adorado padre fue enviado a Chechenia.
-No es cierto.
-Te lo puedo probar, fue a visitar a mi jefe y a su esposa.
-Supongo que también a ti.
-Cuando me reconoció, fingió demencia.
-Nunca nos niega.
-Nadie sabe que somos hijos "de las otras".
-Por favor.
-¿Tú crees que a Viktoriya o a Anton les causará gracia? Ni al androide que traes al lado le gusta la idea.
-Me tomé una foto con Viktoriya en Hammersmith.
-¿Qué?
-Me trató muy bien y me aceptó un detalle, dijo que le daba gusto que la visitara.
-¿Te llamó "hermanito"?
-No, pero no me rechazó.
-¿Platicaron sobre papá?
-Ella mencionó que lo ve a veces.
-¿Seguro que no te confundió con un fan?
-Viktoriya y Anton saben de nosotros, no digamos Válerie.
-Te mintió, manouche.
-¡No me digas así!
-Pues no seas idiota.
-Te estás ganando una paliza.
-De una vez.

Hugo y Cumber estuvieron a punto de levantarse de no ser por un intrigado Maxim que se colocó en medio. Ambos se disculparon con él.

-Max se parece a papá - notó Hugo antes de dar un sorbo al jugo que despreciaban todos y escribir en un papelito su teléfono por si alguien lo necesitaba.
-Tengo que ganarme mi dinero.
-Quédate Cumber, aún no te he dicho algo importante.
-Rápido, manouche.
-Papá nos dejó unos cheques.
-Depositaré el mío en el banco de mi basurero más cercano.
-No seas cretino.
-No es el dinero, es que lo tocan tus manos de gitano.

Hugo recordó entonces que los Maizuradze, legítimos o no, tenían un prejuicio contra su raza, pero no era personal. En el caso de Cumber lo entendía más, dado su origen serbio; no obstante Maxim también le tuviera sus reservas. En el pasado, Anton y Válerie habían huido de él durante unas vacaciones en Jamal y le habían dicho a su madre que un gitano los molestaba. De Vika, lo cierto era lo que atendía por mera cortesía debido a que distinguía su procedencia y le desagradaba profundamente. En ese segundo, Hugo se convenció de los argumentos de Cumber y aunque la oscuridad podía ser humillante, no quería ser la gota que rebasara el vaso y ocasionar que la familia entera se destruyera.

-Ten un buen día, Cumber.
-Diviértete con el androide.
-Oye, una pregunta.
-¿Ahora, qué?
-¿Es tan malo que sea gitano?
-¿Nos ves felices?
-¿Cuál es el problema?
-Maizuradze que no es robado por un gitano, es un pobre diablo. Le dices a tu madre que no le regalé mi cartera.
-¡No la ofendas!
-Preferiría morir ahogado en bilis o recibir sangre de un gitano serbio que compartir algo contigo, pero ni modo.
-No sé por que me pongo a discutir.
-Si se arman los golpes, me pongo del lado de Anton y Viktoriya.
-Imbécil.
-¿No quieres algo fresco? En tu comuna no saben que es eso.

Hugo perdió los cabales pero Cumber lo detuvo con un certero puñetazo. Las cosas no pasaron de ahí, pero el segundo murmuró "lo siento, me duele mucho que seas gitano" y abrazó a su hermano. El gesto se repitió con Maxim.

De vuelta al exterior, Cumber caminó deprisa, cálmandose poco a poco y coincidiendo en otra esquina con Viktoriya y el todavía desconocido Gwendal que le hacía compañía. A dos metros, ella le miró compasiva y se fue de inmediato.

A unas cuadras. la joven exhaló profundamente.

-¿Qué sucede?
-Ese tal Cumber ¿sabes quién es?
-No.
-Es que trabaja con los Becaud y como son tus amigos, creí que te lo habían presentado.
-Para nada, además no los he visto.
-Cumber tiene algo que me simpatiza.
-¿Te gusta?
-El que me gusta está frente a mí.
-¿Qué hay con aquél?
-Es que siento como si la sangre se me hiciera burbujas, pero cuando pienso en Válerie y en Anton me pasa lo mismo. A lo mejor es porque papá no está.
-Estás un poco asustada, se te quitará pronto.
-Ojalá porque me hace falta estar tranquila.

Viktoriya se recostó en el hombro de Gwendal y pretendió no seguir pensando. Suficiente tenía con su propia angustia.

*La palabra manouche cuenta con dos significados; la principal se refiere al jazz interpretado por solistas o ensambles gitanos, la segunda es la denominación que en Francia se le da al pueblo gitano (manouches), aunque también se les llama sinti

Valse Manouche (Django Reinhardt)

sábado, 12 de septiembre de 2015

Un viaje excepcional


Fauve Hautot / Foto cortesía de facebook.

Hesparren, Francia.

Aunque Tamara tardó algunas noches en decidirse, al final se obligó a realizar una llamada a Ricardo Liukin con la esperanza de que no hubiese cambiado el número de su celular. Aquella noche hacía un poco de calor y ella entendió que era un poco tarde pero no lo suficiente para que le reclamaran por la hora.

-¿Alguien contesta? - preguntaba en lugar de saludar y alcanzaba a escuchar una especie de estática que bien podía indicarle que su enlace era débil o que no estaba comunicándose bajo ninguna circunstancia.
-Deja eso, hija - clamaba Anne Didier - Mejor hazlo mañana, sal a divertirte mejor.
-No tengo vestido.
-Con cualquier cosa te ves bien, ¿no quieres conocer chicos en el pueblo?
-Mamá, te dije que hablaría con Ricardo.
-¿Ahora?
-No creo interrumpirlo.
-Entonces debes levantarte temprano, tu padre te llevará a pescar merluza.
-Dame un momento.
-Pues si no vas a salir o ir a roncar, tienes cinco minutos.
-Hecho.
-Hasta mañana.
-Adiós, mamá.

Tamara y Anne Didier se besaron mutuamente la mejilla y la última se introdujo en su habitación para no incomodar. La primera por su parte, colgaba y volvía a marcar, preguntándose porque no se le había ocurrido contactar a su amigo directamente en lugar de insistir en casa de Haguenauer cuando podía hacerlo.

-¿Hola? - insistió y la llamada se cortó. Pesimista, lo intentó nuevamente, segura de que se quedaría toda la noche insistiendo hasta al menos saber si su conexión estaba dañada.
-¿Ricardo? - preguntó en cuanto oyó claro y se mordió las uñas.
-¿Quién?
-¿Ricardo Liukin?
-Sí, ¿quién es?
-Buenas noches, soy yo, yo Tamara Didier... Tamara.
-Ho.. hola.
-Creí que no lo encontraría.
-¿Por qué tardó tanto en ...?
-¿Sabe? No importa mucho, de todas formas era para preguntar como está.
-Gracias por la consideración, estoy bien... Carlota está descansando, ¿quiere hablar con ella?
-¡No! ... Eh, quería saludarlo Ricardo, perdón por irme sin avisar.
-Sé lo de su juicio.
-Mi abogado se encarga.
-¿Podría decirme dónde está?
-¿Qué, yo?
-¿No es posible?
-Claro que sí, estoy en Hesparren, en una granja... con mis padres.
-¿Por qué no me dijo antes? Pude visitarla y darle mi apoyo.
-Ricardo, créame que estoy aquí por cualquier motivo menos el de evitar que me lleven a la cárcel.
-¿De verdad?
-La defensa no es gratis, he trabajado este tiempo.
-¿Qué hace?
-No quisiera decirle por teléfono pero debería ver mis manos, ahora siento músculos que no sabía que tenía.
-Si le consuela, yo estoy en búsqueda de ocuparme en algo.
-¿Cómo va la memoria?
-Bien, no he olvidado nada en semanas.
-Qué buena noticia.
-Me acaba de alegrar su llamada.
-Pensé que no podría hablarle.
-¿Tiene tiempo?
-No mucho, iré a Saint Jean de Luz mañana y debo recostarme de una vez.
-¿Puedo preguntarle en donde está su granja?
-En un valle, el de Hesparren.
-¿Está bien?
-Sí, a veces me falta hablar con alguien pero me alegra que usted me responda. Creí que no tenía más este número, no sé por qué.
-Oh, Tamara, no te sientas mal, es un momento difícil, cualquiera lo pasaría en familia.
-También tú lo haces ahora, con lo de Trankov.
-No lo menciones.
-Es que traicionó tu confianza, con lo de Verlhac.... Bueno, también yo te he defraudado.
-Tamara, contigo es diferente.
-¿Por qué?
-Cometiste errores antes de conocerme y eso los convierte en asuntos entre Gwendal y tú; Trankov en cambio, se metió con mi hija.

Tamara suspiró para no decir nada y Ricardo lo notó enseguida, pero en lugar de envolverse una discusión inútil, prefirió cambiar el ánimo.

-¿Qué harás mañana?
-Iré a pescar.
-¿Te gusta?
-Sólo subirme al bote.
-¿A qué hora te vas?
-A las cinco de la mañana, es que la merluza lleva su tiempo.
-¿En serio?
-En el mercado también reciben todo temprano y la verdad es que prefiero ver como lo sacan del mar y escogerlo.
-¿Estás lejos?
-No, la verdad es que todo me queda a media hora, Biarritz, Hendaye, Bayonne... Bueno, Saint Jean de Luz como a quince minutos si no me detuviera a ver hortalizas.
-¿De verdad?
-Es que son coloridas aunque con la oscuridad que me va tocar no las veré.
-¿Me podrías repetir el nombre de ..?
-¿El pueblo? Aunque más bien es el valle.
-Por favor.
-Hesparren, granja Didier.
-Creería todo, menos que provienes del campo.
-También me parece increíble.
-Me alegra saber de ti.
-Y a mi de ti, pero me sorprende que me tutees.
-Somos amigos.
-Ricardo, te extraño mucho; a ti y a Judy.
-También te extraño.
-Tengo que despedirme.
-Antes de que te vayas, ¿me contestarías algo?
-¿Qué pasa?
-¿Tú crees que nos veremos pronto?
-No tengo la respuesta, Ricardo.
-Pero ¿te gustaría?
-Definitivamente.
-Bueno, es algo. Te dejo para que puedas dormir.
-Gracias ¿te pasó el número de mi casa o...?
-Mi celular lo registró, lo guardaré.
-Gracias por contestarme.
-Nada que agradecer, al contrario, es ... Sé que estás contenta, suenas así.
-Es porque hablamos.
-Adiós Tamara.
-Adiós Ricardo.
-Diviértete.
-Gracias.

Tamara finalizó la charla y fue directo a su cama de lo más satisfecha, durmiendo en el acto. Su madre, que la había escuchado para constatar lo ciertas de sus sospechas, la arropó y después corrió al auricular.


París.

-Judy, sé que esto es difícil para usted pero necesito hacer este viaje y no confío en nadie más para cuidar a mis hijos.
-Lo entiendo, vaya sin cuidado.
-La policía continúa con nosotros y no quiero que las cosas se alteren, regreso en unos días cuando mucho.
-¿A qué hora sale su tren?
-A las diez y con suerte, llegaré a Biarritz a las tres o las cuatro de la mañana; me las arreglaré para encontrar a Tamara como sea, de seguro alguien conoce la granja de sus padres.
-Pero hay demasiadas en el Pays Basque.
-¿Qué?
-Es el campo, pensé que usted lo sabía.
-Nunca me pasó por la cabeza.
-Pero es tan obvio que Tamara es vasca, le gustan los estofados, se muere por el pescado y las verduras con muchos colores, el queso artesanal, ¡habla euskera!
-¿Eso hace?
-¿Nunca la oído?
-Jamás, ¿por qué no me contó?
-Una vez me dijo que hubiera deseado nacer en esta ciudad y yo en su granja y la verdad es que no me hubiera disgustado.
-Al menos tendré que preguntarle.
-No quisiera apurarlo pero debe irse.
-Judy, por favor, vigile a Carlota, anda en las nubes desde esta tarde y cuando se pone así pareciera que no usa la razón.
-Entendido.
-Que Andreas no se meta en problemas y que Adrien se quede con su primo Javier si quiere dormir tranquila.
-Cuente conmigo, tenga buen viaje.
-Le diré a Tamara que usted la quiere ver.
-Mejor que la saludo.
-De acuerdo.
-Buen viaje.
-Cuídese.
-Usted más, hasta pronto.
Judy abrazó a Ricardo y procuró no hacer ruido para que nadie lo viera marchar.

En el camino a Biarritz no había gran ciencia excepto aquella escapada que el señor Liukin hacía exitosa con un sigilo que ni ese momento se imaginaba que poseía y consiguió un taxi a escasas cuadras con la petición por delante de que el traslado a la estación de tren fuese lo más rápido posible. El tiempo presionaba ya.


Biarritz, 5:00 pm

-¿Dónde estaba? Le pedí que tomara un tren que le hiciera llegar temprano.
-Hubo un problema en el camino, lo siento.
-Al menos está aquí, soy Anne Didier.
-Ricardo Liukin, mucho gusto.
-Venga, es por acá.
-Traje una maleta chica, no planeo quedarme mucho tiempo.
-No importa, venga, venga.
-¿Dónde está su auto?
-Es el jeep blanco.
-¿Es Tamara?
-No soy muy discreta, hice tanto ruido que desperté a mi marido y a mi hija y tuve que traerlos.
-Gracias, Anne.
-¿En serio?
-Es maravilloso, es una linda sorpresa.

Ricardo y Anne se sonrieron mutuamente y se dirigieron al jeep, mismo en el que Tamara dormitaba mientras su padre ponía cara de pocos amigos.

-Entonces hay que hablar muy bajito, Bernard ¿por qué dejaste que esto pasara?
-Porque tu hija no me hizo caso.
-Vaya, supongo que me quedaré con ella, Ricardo ¿no le importa ir enfrente?
-No, de hecho me encantaría.
-Bernard, mira, es el amigo de Tamara.

Pero el señor Didier no reaccionó y Ricardo asumió que no estaba muy entusiasmado en verlo. El puerto de Saint Jean de Luz por lo que podía ver en un mapa estaba a escasos kilómetros y el calor era demasiado, similar al de Tell no Tales en un día normal. El olor a sal se percibía poco y en una ciudad como Biarritz realmente no parecía importar ver gaviotas por doquier, sería por ser un sitio pequeño o demasiado mundano para molestarse por ese detalle. La vibra eso sí, era demasiado española y se podía entender el rostro de los Didier, lleno de desdén cuando veían a las multitudes que salían de los bares.

-Turistas que se creen al otro lado de la frontera - murmuró Bernard Didier mientras conducía con la desesperación de no poder ir tan rápido como quisiera y sintiéndose incómodo con la visita, sin pretender averiguar que quería o a qué iba -Cuando lleguemos al bote, espero silencio - advirtió en su lugar y Ricardo asentó con una sensación de que aquello no era en serio. Por el retrovisor, observaba a Tamara abrazando a su madre mientras se esforzaba en abrir los ojos.

-A ella le dará gusto verle - añadió Anne Didier al darse cuenta de ello.
-No esperaba encontrarla tan pronto.
-Desde que le llamé ha estado muy inquieta y como no ha dormido bien...
-Entiendo, así es ella.
-¿Cómo se conocieron?
-Me la presentó mi hermano.
-¿Gwendal?
-Ella dijo que se convertiría en la entrenadora de mi hija.
-¿Carlota?
-Tamara habló con usted.
-A veces lo hace... ¿Qué tal el tren?
-Pese al retraso, estuvo muy bien.
-Gracias por venir, ella lo ha mencionado tanto que pensé que sería buena idea reunirlos.
-Muchas gracias.
-Pueden aprovechar la pesca para charlar.
-No imaginaba que a ella le gustara.
-Sólo el paseo.
-Era en serio.
-¿Le platicó sobre ir por merluza?
-Al teléfono, pero pensé que le gustaba la captura.
-Ella sólo toma el sol y se acabó.
-¿Pero sabe usar la caña por lo menos?
-No es muy coordinada pero de vez en cuando sacaba una tilapia.
-Eso es muy bueno.
-Se divertirán mucho, la levantaré de una vez.

Cuando Anne Didier se volcó en despertar a su hija, Ricardo se dio tiempo de ver el embarcadero, ya en Saint Jean de Luz, donde Bernard Didier se detenía y preguntaba por un pescador que se apareció poco después, dándole la mano. Aquellos hombres eran amigos, pero por una razón, ninguno estaba interesado en saludar a las Didier y menos a Ricardo, excepto cuando Bernard lo anunció como "el idiota que viene con mi hija".

-Mi padre es muy educado - susurró Tamara a los oídos de su amigo. Él en cambio se detuvo a verla para no echársele encima por el entusiasmo de estar enfrente y saber que estaba bien.
-Oh por Dios, ¿cómo estás?
-¡Me asfixias!
-Perdón, es que ...
-Me viste dormida, peor pena no puede haber.
-No te preocupes, no vi nada extraño.
-Mi mamá te contactó.
-Así es.
-¿Viniste solo?
-No pensé en nadie, como no te veía hace tanto, quise hablar contigo personalmente, los niños no lo entenderían si se me ocurría traerlos.
-¿Por qué no?
-Adrien no se encuentra muy estable, Carlota está en sus cosas y Andreas es un dolor de cabeza.
-Hiciste bien, me habría incomodado oír lo que piensan de nosotros.
-Somos amigos.
-Y eso es mucho mejor. ¿Me ayudas a subir al bote?
-Con gusto, vamos.

Tamara y Ricardo únicamente se fijaron en donde abordaba Bernard Didier y se dirigieron a proa antes de recibir la explicación del dueño respecto a los cuidados que debían guardar si no querían sufrir un accidente. La temporada de merluza comenzaba y a veces la carga era tanta que se devolvía la mitad al agua y eso era riesgoso.

-No quiero juegos ni tonterías, lo digo por la pareja.
-Ricardo, ¿escuchaste? ¡Cree que somos pareja! - y ambos se abrazaron, echándose a reír en el acto.
-Los vigilaré - añadió Anne Didier poco antes de preguntar si la tripulación había desayunado y disponiéndose a preparar algo para todos.

Al avanzar el bote, Bernard Didier apenas expresó que no le gustaba el tamaño de las redes y se dedicó a observar a su hija, misma que tomaba asiento junto a Ricardo y encontraba gracioso que el reencuentro se tornara en una simple reunión en la que ambos tomaban café y comentaban la cotidianidad. Eran tan poco atrayentes que nadie les volvería a prestar atención.

-¿Sabes pescar?- preguntó Tamara a Ricardo cuando supo que no los verían más.
-No gran cosa, habré sacado una trucha hace diez años.
-¿Te gustó hacerlo?
-Si quieres, acepto agarrar una caña.
-Es para que no digan que no hiciste nada.
-Excepto coquetear con una hermosa mujer.
-Qué envidia.
-Tu humor me sigue impresionando.
-Algo conservo.
-¿Traes un bikini abajo?
-¿Qué estás mirando?
-Es que los vestidos transparentes me gustan pero no me gustan.
¿Qué dices?
-No es usual que uses algo tan ligero.
-Creí que el dia que fuimos a Jamal me habías visto, traía lo mismo.
-Iba con los niños y mi esposa.
-Perdón.
-No te apures, me acostumbro a no tener nostalgia.
-¿Incluso cuando estás solo?

Ricardo no respondió.

-Con tus hijos recordándola, ha de ser complicado.
-Andreas no me hace caso, Adrien sigue en su mundo y Carlota está más ocupada con ese enredo que se trae con Joubert y Trankov que no he preguntado cómo se sienten.
-Lo de Verlhac fue terrible.
-Lo que pasó antes fue peor.
-¿Por qué?
-Carlota se peleó en su cumpleaños.
-¡La vi! Casi me mata de risa!
-A mí no.
-Ay, disculpa.
-Después de eso se fue con Trankov y apareció horas más tarde. Por la forma en que contestó mis preguntas, estoy seguro de que él se aprovechó.
-¡Claro que no! Trankov la odia más que a cualquiera, en Hammersmith se metían el pie; además, si alguien es obvia cuando le pasa algo es ella y sabemos que a pesar de todo, no hace tantas tonterías.
-Ayer andaba tan distraída y feliz
-Tranquilo.
-Extraño tu mano de hierro.
-Pero soy bien blanda.
-Sin ti, nadie tiene brújula, menos yo.

Tamara sonrió de nuevo y aguardó el anuncio de su madre para compartir una especie de desayuno con la tripulación y la reiteración de las indicaciones de seguridad a las que no atendía por saberlas de memoria. Lo que anhelaba era era que saliera el sol para imitar a las lagartijas en lugar de llenarse las manos de escamas. Ricardo entendería.

-¿Qué piensas?
-¿Nos podemos quedar solos?
-Abordo es complicado.
-Más bien, por nuestro lado.
-¿Motivo?
-¿Te acuerdas de cuando íbamos en el avión con Andreas?
-Sí ¿qué pasó?
-Tu hijo insinúo algo, luego te explico.
-¿Qué te dijo?
-Me dejó una duda, lo aclararemos después.

La mujer se aproximó a sus padres y miró el reloj, advirtiendo que Ricardo también buscaba conversar con ella.