martes, 26 de noviembre de 2013

La belleza en la nieve (Serie Navideña "La sonata del hielo")

Collage de Julia Lipnitskaya/Créditos a Alessia Giulia y Molto piú di uno sport en facebook.

Hammersmith:

El teniente Maizuradze rentó una camioneta al lado de su hija y partió rumbo a una playa cercana. La carretera estaba vacía pero era recta y larga, se distinguían los pantanos a los costados y escasos vehículos circulaban hacia el mismo rumbo.

-Dile a tus amigas que lo siento por quitarles la cerveza.
-No están enojadas.
-Lo dices porque están dormidas allá atrás.
-Nos cansamos mucho, nos hace falta sueño.

Viktoriya bostezó sin perder de vista a su padre y ajustó las cintas de su sudadera.

-¿Invitaste a Trankov?
-Sí, Zamo le avisó, nos agrada tu amigo.
-No lo somos.
-¿Por qué le hablas?
-Es un colega de la resistencia, dejémoslo así.
-Uno muy guapo.
-No lo voltees a ver.
-Paso.
-Tú y yo tenemos que charlar, por cierto. 
-¿De?
-Me vas a explicar lo de Andrew Bessette, no te salvarás.
-Será luego.
-Ojalá seas convincente.

La joven inclinó su cabeza hacia la derecha y miró el retrovisor. Dijera lo que dijera, su padre seguiría insatisfecho. 

-Hace calor ¿no deberías quitarte ese suéter?
-Sudadera.
-¿No te incomoda?
-Tengo escalofríos.
-¿Te sientes enferma?
-No, es más bien algo raro... No sé es que me da frío, nervios, algo.
-¿Por qué?
-Es por Carlota Liukin o como se llame.
-¿Qué hay con ella?
-¿No has sentido que cuando pasa junto ti, todo se vuelve frío? Como si congelara el aire.
-Tal vez porque va muy rápido.
-Entonces ¿sabes de qué estoy hablando?
-De repente me pone un poco la piel de gallina pero casi siempre está corriendo así que es por eso.
-¿De dónde la conoces, papá?
-Es amiga de tu hermano.
-¿Él no te ha dicho nada?
-¿Parecido? No, yo creo que de tan enamorado ni cuenta se da.
-¿Le gusta esa niña?
-Digamos que Anton pasa por la edad de la punzada.
-No soy la única con esa sensación de que ella trae una onda extraña.
-¿Y eso?
-Anoche estaba platicando con mis amigas y Carlota se nos acercó por una foto; Zamo juntó su mejilla con ella y le dijo que estaba helada. Después la chica se fue y nos dimos cuenta de que nuestra agua se congeló. No habían pasado ni cinco minutos. 
-Una de ustedes metió su bebida a la hielera sin querer.
-Era agua caliente dentro de un termo, lo acabábamos de llenar.
-Coincidencia.
-Esa tal Carlota me pone los pelos de punta, más con ese dije que siempre lleva.
-¿Cuál? Nunca se lo he visto.
-Es que lo trae debajo de la ropa pero nunca se lo quita.
-¿Cómo es?
-De plata, es como un corazón pero tiene una ¿virgen María? en una barca y sosteniendo unas rosas. 
-Me es familiar.
-No debería, ni que lo hubieras visto en un álbum de los Maizuradze.

Él frenó de golpe, mirando perplejo a su hija. Exhaló profundamente, bajó la ventanilla y se estacionó en un carril confinado para autos averiados cuando consiguió recuperarse.

-Sal del auto.
-¿Qué sucede, papá?
-Fuera.
-No quisiera saber pero va, me salgo.

Ambos descendieron como si hubieran tenido una contingencia y se aproximaron a una valla de madera húmeda y podrida.

-Dime que estás mintiendo.
-¿Con qué? ¿De qué hablas?
-¡Del dije, Viktoriya!
-¿Para qué te iba a decir mentiras con un simple corazón?
-¿Viste lo que traía dentro?
-¿Se abre? Lo he visto cerrado.
-Por Dios, ¿No hay posibilidad de que estuvieras mal?
-Reconocería esa joya en cualquier lado, ¿me creerás que la soñaba hasta que la tuve enfrente?
-¿Por qué no me lo mencionaste?
-Era un sueño recurrente, de lo más normal.
-¡Eso no es usual!
-¿Cómo iba a saber?
-¿Se lo confiaste a alguien?
-No que recuerde.
-Viktoriya, te voy a pedir un favor.
-Adelante.
-Nunca tuvimos esa charla, nunca supiste del corazón, no tienes ni la más mínima idea. Guarda el secreto.
-Es un hecho.
-Sólo no lo converses con nadie. Sube, luego pensaré qué hacer.

Vika se colocó en su lugar, desconcertada. Intuía tensión en su padre pero no le dirigió la palabra para no alterarle más, se recostó sobre su costado derecho y poco a poco, los ojos le fueron pesando. 

Vika no se había enterado de que estaba dormida y que el viento tropical le arrullaba cuando le pareció llegar a un bosque perdido. Ella lucía un abrigo negro y un sombrero típico ruso cuando una música de piano captó su atención y caminó por un sendero de grandes dunas de nieve y pinos inmensos. A su alrededor, todo se cubría de capas blancas y resplandecientes que le herían los ojos. Si daba pasos, sus piernas se hundían. Al cabo de varios instantes, arribó a una especie de claro, en donde una silueta femenina pero semi infantil agitaba los brazos y le bastaba posar las yemas de sus dedos para colmar de nieve aquel espacio cuyo verdor al cabo de un suspiro desaparecía. 

La figura lucía un vestido azul, pero la prenda desprendía hielo y los adornos del mismo eran copos cristalizados de una belleza indescriptible.

La silueta jugaba con la nieve y danzaba con gracia. El bosque era suyo y se percibía mayor frío conforme transcurrían los minutos. Viktoriya no obstante, alcanzó a percatarse de algo extraordinario: Alrededor caía una lluvia de diamantes que se adherían al vestido y las manos o bien, caían en espiral en torno al fantasma mientras sujetaba con fuerza un corazón que colgaba de su cuello. Vika no se aproximaba y abrió los ojos cuando su padre estacionaba la camioneta en un lugar cercano a la playa.

La percepción de que Carlota Liukin era la protagonista del sueño se hizo muy patente. Algo tan simple como pensar en ella, atraía una brisa extrema que daba temor sentirla, así fuera un roce. Viktoriya intentó olvidar el asunto, pero hallar a aquella chica en el mar, acompañando involuntariamente a Trankov, le dio un susto.

Al igual que el resto del mundo, Vika se subyugaba ante la belleza y la presencia gélida de Carlota, pero creía que en un descuido se transformaría en la imagen del bosque y sin piedad, le helaría la entrañas.

domingo, 17 de noviembre de 2013

El primero de los pretendientes


Annabelle Prölß y Ruben Blommaert / Fotografía de D&H Höppner© y www.annabelle-ruben.com


Enero, 1915

Lía Liukin recorría la ciudad buscando una droguería en donde le atendiesen justo la mañana que un barco de inmigrantes atracaba, causando expectación en los periodistas que buscaban información sobre la guerra en Europa. De acuerdo a los muchos curiosos, los nuevos vecinos estaban más que bienvenidos y procurarían mantenerlos lejos de la "plaga" que representaban los dorados.

-¿Serán franceses? A esta ciudad le vendría bien recibir gente sofisticada - comentaba una anciana que evitaba rozar una especie de mantilla con Lía al notar que estaba a su lado. La chica la miró alegremente, solo para evitar reírse.

-No lo creo, señora. Es un barco ruso - Comentó un corresponsal del diario de la ciudad de Toud.
-¿La guerra ha sido tan cruda? - preguntó Lía.
-Eso dicen. Para ser un conflicto corto ha involucrado a casi toda Europa.
-Entonces durará un año.
-Hay rumores de que las cosas empeoran.

Lía miró su canasta inmediatamente, pensando que en otras embarcaciones se encontraban decenas de personas buscando refugio. 

-¿Qué más ha sabido?
-Se presume que Alemania ganará, los países se han quedado sin dinero para financiar sus tropas.
-¿Tan rápido?
-Fue una guerra sorpresiva y con los nuevos inventos hay que hacer gastos.
-¿Cuáles?
-Gases venenosos, vehículos de motor, ametralladoras, aviones..
-¿Aviones?
-Se han construido muchos en pocos años, para los militares son indispensables.

Lía había oído mucho sobre aviones en fechas recientes: que eran de acero, que alcanzaban poca velocidad, que no mantenían su vuelo; ahora el columnista le decía que desde ellos se era capaz de disparar y arrojaban bombas, desbaratando a los anteriormente invencibles cañones o hundiendo barcos y arrasando ciudades enteras.

-Son una maravilla de la ingeniería a pesar de todo - concluyó el buen hombre. Ella se preguntaba como algo así podía ser bueno y se figuró que Matt Weymouth le respondería algo similar si le relataba lo que esas máquinas, que al menos ella nunca había visto, permitían realizar. 

-¿Ha venido a conocer a los visitantes? - inquirió el columnista.
-No, solo busco una droguería.
-Qué lástima, pude entrevistarla.
-¿Para qué?
-Pedirle su opinión, se nota su interés en asuntos internacionales.
-Me han contado poco, nadie sabe bien qué causó la guerra. Han dicho que mataron a un archiduque pero tampoco de eso hay que fiarse.
-Parece estar al tanto.
-No, solo son rumores populares - agregó Lía con inocencia.
-De algún lado debió salir.
-Pregunte a los tellnotellianos que vuelven a casa, ni ellos sabrían qué decirle.

El reportero se limitó a tomar un par de notas y preparar las placas para tomar la fotografía que ilustraría su artículo, al igual que otros colegas. Era también llamativo ver a los trabajadores del muelle barriendo las calles aledañas y colocando lienzos rojos con detalles dorados en el barco al tiempo que otros preparaban un carruaje y adornaban las esquinas con arreglos florales.

-¿Quién viajaría desde Rusia que se toman tantas molestias? -dijo la anciana.
-Un miembro de la realeza, señora - contestó Lía antes de irse con sigilo y constatar que una banda naval de Tell no Tales se dirigía al lugar a mostrar su respeto. Pronto, una multitud acaparó las banquetas y la chica aceleró el paso. Por dondequiera que fuese, se topaba con policías que animaban a la gente a salir de los edificios y a colgar mantas rojas.

-"Deberé avisar pronto" - pensó ella poco antes de llegar al convento donde se hospedaba y hallar a sus padres casi en la puerta.

-Lía, ¿Te has enterado de por qué nos piden estar fuera? - preguntó Goran Liukin.
-Un barco ruso ha llegado, padre.
-Eso no es motivo para tanto alboroto.
-Es por el visitante.
-Aunque debo preguntar: ¿Qué hacías en la calle? No te di permiso de pasear.
-Fui a las droguerías.
-¿Por qué razón?
-Prometí reponer tu hierba quemada, creí que alguien la vendería.
-Te he dicho que nadie conoce la planta.
-No está demás preguntar.
-Es inútil buscarla en una ciudad donde no saben de qué estás hablando.
-No me han dejado entrar a ningún local, es por la ley.
-Esa que de nada sirve.
-También hay lugares donde no podemos estar "por ser dorados", como la plaza principal. Intenté caminar por ahí para llegar a la herbolaria nueva pero me echaron.
-La vida se nos volvió difícil con estos políticos.
-Por eso fui al muelle, pero vi el barco y muchos periodistas. Están decorando las calles y enviaron una carroza.
-¿Tirada por mulas o por caballos?
-Caballos.
-¿Familia real? ¿Será un príncipe ruso?
-Han puesto telas rojas y motivos dorados, me pareció ver un águila negra imperial en una bandera y un escudo de armas. No lo tomes por certeza, no lo comprobé, pero el príncipe Wilhelm Van Cleave* ha vuelto, papá.
-¿Qué hace a bordo de un navío no alemán? 
-Han puesto rosas blancas, orquídeas y alcatraces; seguramente él ha conseguido una esposa o una prometida y la ha traído.
-Entonces no es conveniente verlo pasar. Ayúdame con la silla de tu madre y prepara la sala de descanso de nuestra celda.
-Me quedaré leyendo para ella, si me lo concedes.
-No, Lía. Permanece en tu habitación bajo llave, no abras la puerta del balcón ni te asomes al patio.

Sumisa, Lía siguió las órdenes de su padre, más por acabar con su propia curiosidad que por una genuina convicción de obedecerlo. Sin hablar, ayudó a colocar a su madre en una silla mecedora y le cubrió con una manta tejida blanca, besando su frente en el acto. Lía tomaría su llave con las ganas de que su padre le dijera que podía permanecer en ese sitio, pero él reiteró su determinación al notar que ella se resistía. La joven asentó y apenas aseguró el cerrojo de su propia habitación, encendió sus tres quinqués, segura de que el ruido de la muchedumbre no la perturbaría si mantenía su distancia de la puerta del balcón. 

Aislada y sin ocupaciones, Lía se consagró a revisar sus pertenencias recuperadas entre los escombros de su casa en el campo, hallando una caja de marfil pintada a mano donde solía atesorar sus cartas. La mayoría estaban un poco quemadas de los extremos, pero los textos no habían sufrido, si acaso la tinta era más oscura, definiendo mejor los trazos. Las letras eran pequeñas pero elegantes.

-"Te ofrezco un sueño, uno que al cristalizarse unirá nuestros corazones y nos inflamará con pasión por el resto de nuestras vidas. El sueño más noble que se tiene y que un hombre sólo puede realizar una vez, en mi caso te es entregado con fuerte convicción. ¡Dulce Lía! ¡No existe algo más sublime!... Una bella vida, un sueño de amor". - Se leía en una de esas misivas, que corría con la suerte de los papeles que se conservaban como archivo muerto, salían a la luz un segundo y se olvidaban para siempre.

-"No me olvides" - se pedía en otra. Lía meditaba por qué no se había deshecho de ellas, tal vez por cierta conmiseración con el desafortunado admirador. Sólo Dios sabría. 

-Lía Nathalie, te amo - oyó al cabo de unos minutos, dejando sus misivas sobre el colchón y retirando el candado que la apartaba del balcón. Matt Weymouth había dicho la contraseña y al verse, se apresuraron en cerrar. Él traía consigo algunos bocadillos y una botella de vino, proponiendo escaparse para un picnic en la pradera aprovechando la bulla al exterior.

-Mi padre se daría cuenta, no tardará en revisar que siga aquí.
-¿Por qué te ha encerrado? 
-El desfile.
-¿Te castigó?
-No he faltado, es solo que no desea que vea a la comitiva.
-Ni siquiera sabemos quienes son.
-Yo si.

Lía echó el vistazo a su cama y levantó el desastre.

-Debes marcharte, tu familia recibirá una invitación o el alcalde querrá que platiques sobre tus proyectos con las visitas. Hoy no es bueno que te escondas, Matt.
-No te comprendo.
-¿Crees que eres el único que me ha ofrecido séquitos y cortes o me ha rondado hasta conseguir un saludo al menos? Si lo has dado por hecho por el comportamiento de mi padre y su afán de alejar a cualquiera que osa hacerlo, eres un ingenuo y también un iluso. He recibido más propuestas de matrimonio que miradas tuyas, he podido escoger entre mercaderes y ministros y aún así he descartado cada sueño de amor por irrealizable. Alguna vez reyes y príncipes me buscaron y juraron compartir sus coronas y posesiones porque alguien les mencionó mi existencia y viajaron y viajaron para dejarse deslumbrar e irse con nada. Uno de ellos espera salir de su barco para ser vitoreado a esta hora y por respeto me quedo con el candado puesto, porque nadie sabe si finalmente me ha olvidado. Por los detalles puedo adelantar que ahora se ha casado, pero he de evitar que me tope en la calle.

La joven bajó la cabeza, constatando que Matt era un hombre celoso pero no destructivo ni posesivo.

-Eres el único, Matt - susurró Lía.

Él se preguntaba quién sería el pretendiente, si ella había sentido algún afecto, si le decía esto por enojo o por sinceridad.

-El príncipe Wilhelm Van Cleave era el más entusiasta y dadivoso, recuerdo que sus regalos y cartas dibujaban hermosas utopías sobre una vida sin sufrimientos.
-Nadie rechaza al hijo de un Káiser.
-No se atrevió a dirigirme la palabra ¿cómo podía enamorarme de él si no lo conocía? Y soñaba más de lo admisible. Los gobernantes no viven sueños de amor, dirigen con mano dura. Él no construiría su imperio, sólo viviría la ilusión de un reino feliz y jamás me gustó un poeta. Él y el resto no lo entendieron.
-Lía, yo también soy un soñador. 
-No, Matt. No eres un romántico.
-¿Entonces que soy?
-Un constructor.
-No tengo con qué levantar una columna.
-Te equivocas, sé que comenzaste a excavar los cimientos del ferrocarril sin ayuda y apartas las rocas del lugar donde has planeado alzar un barrio. Si te dijeran que debes prescindir de los albañiles y los arquitectos y hacer todo por ti mismo, pasarías el resto de tu vida erigiendo lo que te viniera en gana... Matt, tu no sabes lo que pensé cuando me hablaste por primera vez, pero supe que eras diferente, te gusta lo tangible y lo comprobable, así debas desafiar al tiempo para ver cientos de trenes en la estación que levantes ¿qué mujer en este mundo encuentra semejante hombre sin haberlo soñado? Yo jamás lo soñé. Eres un hombre que concreta, eso es más que suficiente para mí.

Matt Weymouth tomó asiento en el colchón, pasando por alto las hojas a su alrededor, viendo a Lía con interrogantes infinitas. Ella lucía titubeante. 

-Podríamos hablar luego, Matt.
-¿Por qué yo pude acercarme a ti?
-Por demostrar interés. Eso hasta la fecha es muy seductor.
-Jamás habías dicho eso.
-Hay tantas cosas que me encantaría hacerte sentir en lugar de hablarlas...

Matt Weymouth se incorporó velozmente y vió el rostro de Lía a contraluz, confirmando que pese a lo revelado, la inocencia de la joven no era una farsa. No había amores previos ni sonrisas obsequiadas antes de él, ni siquiera besos al aire o saludos sutiles.

 Lía Nathalie Liukin poseía secretos pequeños y mucho silencio sobre sí misma; pero el amor era la gran excepción entre los recuerdos de una vida casi monótona y plena de aislamiento. Afuera, el mundo se agitaba y se revolvía, pero en esa habitación oscura había cabida únicamente para los momentos íntimos.

Matt Weymouth besó a la joven y le abrazó con ternura largamente. Ambos respiraban con calma.

Goran Liukin no se apareció.

domingo, 3 de noviembre de 2013

El mundo sin cambios (Viviendo en 1984)


Habían transcurrido siete meses y Matt Rostov recibió la noticia de que le habían concedido el día libre y un permiso especial para presentarse en el torneo de gimnasia esa noche. El aviso le era dado en persona por Sophie Dufournet, a quién él recordaba por acompañar a una chiquilla llamada Émilie, que se apareció para visitar a Bérenice durante su estancia en el hospital con un enorme ramo de rosas. La mujer le dijo que podían caminar por el patio de la Escuela de Gimnasia para niñas y saludar antes de irse a una arena cercana para ver el campeonato. 

-Hoy hubo exámenes finales, Bérenice los pasó con nota de "A" con tres puntos extra en grado de ejecución.
-¿Todos?
-Mímica, ballet, danza moderna, interpretación, condición física, salto, asimétricas, suelo, viga y all around.
-¿Y matemáticas, lectura, ciencias?
-Las gimnastas aprenden a determinar valores de partida y elementos a los quince años; a calcular puntajes a los dieciséis. Es toda la aritmética y geometría que necesitan.
-¿Y qué tal Émilie? ¿Cómo salió?
-¡Ah! Sacó "D" más tres puntos en todo, menos en viga y suelo donde tuvo "C" más dos y "B" más uno. Clasificó como suplente en viga y alternante en suelo, tal vez compita hoy si Liudmila Tourisheva, Natalya Shaposhnikova o Nellie Kim renuncian al piso, ellas irán a los juegos olímpicos de todos modos, para el resto sólo hay dos spots.

Matt sabía que Sophie Dufournet era desafecta e indiferente con su hija, al igual que miles de señoras de la Tell no Tales del espejo, excepto por la gimnasia donde era cruelmente apasionada y solía denostar su amargura porque Émilie no cumplía sus expectativas: La niña estaba en ese colegio por una prestación laboral, no porque tuviera un gran talento. Sophie aguna vez había aspirado a ser una gimnasta importante hasta que un embarazo adolescente provocó que abandonara los estudios (si se le puede llamar así a entrenar a diario) y el gobierno le colocó como recepcionista de la escuela para que "aprendiera" de su error. Sin embargo, en la Tell no Tales del espejo existían circunstancias y personas que rompían los estándares de excelencia habituales por lo que, al final, Émilie Dufournet merecía un poco de justicia: si hubiera vivido en la Tell no Tales de Carlota Liukin, habría ganado todas las medallas y sido una estrella. En la Tell no Tales del espejo, no obstante era mediocre y encima suplente, lo que significaba que nunca concursaba, aunque ser alternante en suelo le aseguraba al menos ser considerada para un torneo futuro de segunda categoría.

-Entonces ¿Émilie estará participando?
-Sirviéndole el agua a Bérenice Mukhin, no creo que le den oportunidad de mostrar que es pésima.

Matt sin embargo, no creía que la pequeña no tuviera méritos, aunque fueran pequeños.

En sentido estricto, Émilie Dufournet era dueña de una gran empatía y un humor que podía ser muy leve o muy afilado dependiendo de lo que veía, tenía gran intuición del tiempo y cuando su madre le encargaba la recepción por sacar unas copias o ir al baño, era más eficiente que otras burócratas. En el receso, se la pasaba risa y risa y a menudo demostraba ser buena imitando a la gente, aunque el Pacto evitaba al máximo abrirle oportunidades en la escuela dramática por considerar que sus opiniones y habilidades cómicas eran inconvenientes, pero no la espiaban regularmente.

Bérenice en contraste, podía decir que Émilie era su mejor amiga, a pesar de que nadie concebía esa palabra ni en la imaginación. Las dos solían compartir sus raquíticos almuerzos, burlarse de sus profesores y en ocasiones, hablar de cualquier cosa, así fuese de sus rutinas diarias o de los colores de las cajas de gises. Para Matt Rostov, eso era increíble porque otras niñas no se trataban con fraternidad y el sistema fomentaba una incesante competencia que derivaba en odio entre ellas, aunque debieran trabajar juntas.

Justo en eso pensaba él cuando arribó al colegio y pasó junto al enrejado del patio, donde observó a Bérenice poniendo rostro de asco a su ración y a Émilie colocándose a su lado con un "hola", largo y despreocupado.

-¡Viernes de excelentes, nutritivas y elegantes tripas de gato! ¡Especialidad gourmet de la casa, finísimo! - dijo Émilie después de ver las tiras maceradas que su compañera estaba renuente a comer.

-¡Ja, ja!
-Perdón, pero por tu cara se nota que es asqueroso.
-Saben mejor picadas.
-Al menos están secas; con caldo son la muerte.
-¿A ti qué te dieron?
-Más tripas, pero en casa les pusieron curry.
-¿Curry?
-Como somos burócratas, nos regalan cosas para darle sabor a la comida.
-¿Sabe bien?
-Pues la tripas parecen pollo... Si quieres revolvemos las tuyas y así comemos las dos.
-Hecho.

Matt sonrió por eso.

-Mira a todas las estiradas, cómo se nota que sólo hablan de gimnasia y tonterías. - señaló Émilie - ¿No tienen qué hacer?
-Ja, no creo.
-¿Ya viste quiénes están allá? Tourisheva, Kim y Shaposhnikova, seguramente pensando en que somos monitas sin chiste.
-Nadie se les puede acercar.
-Hoy me tocó hacer los exámenes en el mismo grupo que ellas.
-¿Cómo saliste?
-Aprobé y soy alternante en suelo para hoy, mira, hasta en mi chamarra pusieron tres bandas grises, una amarilla y otra verde.
-Yo tengo las cinco azules.
-¡Vas a competir en todo!
-Contra ellas.
-¿Sabes qué nada más les importa que honrar al Gobierno Mundial y defender la bandera? 
-Eso es lo que se tiene que hacer.
-Sí, pero ellas creen que por ganar las medallas morirán como heroínas patrias o algo parecido.
-Y yo solo quiero un par para que el maestro no me riña el lunes.
-Con pasar las pruebas y no ser la peor de la escuela me conformo.
-¿Y como estuvieron ellas?
-¿En los exámenes? No te perdiste de nada, un brinquito por allá, un pie en la cabeza por aquí y nada más.
-¿Cómo?
-Hice más en viga que Kim, Shaposhnikova es una nerviosa de lo peor y Tourisheva lleva años reprobando.
-¿Cómo la dejan?
-La tienen en el equipo porque a la gente le agrada y le va muy bien cuando compite pero por este lugar creen que está muy vieja y quieren que renuncie un día de estos. Es lo malo de cumplir veintiséis y no retirarse a tiempo.

Bérenice ladeó su cabeza para dar la razón y probó las tripas aderezadas al mismo tiempo, constatando que la sazón se volvía aceptable.

-Pero ya hablamos mucho de gimnasia, mejor critiquemos el pelo: ¿Has notado que todas se hacen un chongo horrible? Es como si presumieran un chichón.
-¡Cierto! - contestó la niña Mukhin. En ese momento, Matt Rostov dejó de escucharlas.

Al interior del colegio se respiraba alivio; sí alivio, típico de profesores hartos que daban diagnósticos sobre las alumnas expulsadas al final de la semana. Muchas de ellas eran maravillosas pero no poseían fortaleza mental. A Matt Rostov le parecía injusto, ya que el gobierno mandaría a la mayoría a trabajar a las fábricas, sin posibilidades de asistir a otras clases.

-El médico Matt Rostov ha venido de visita - anunció Sophie Dufournet. Nadie le hizo el menor caso por atender a Elijah Maizuradze, que llevaba nuevas disposiciones respecto a Bérenice Mukhin.

-Agua caliente, buenas toallas, los mejores uniformes y por favor sepárenla de esa inútil de Émilie Dufournet.
-¡No puede hacer eso! - reaccionó Sophie.
-¿Por qué me contradice?
-Émilie ha mejorado sus notas desde que se hablan.
-Su hija es un desastre con patas y si no, un deshecho... A Émilie déjenla hacerse lo que quiera, nunca será buena en algo, terminará igual que esta señora que alega.
-Sí, será como usted diga. - intervino Rostov con un poco de sarcasmo.
-Ah, el doctor. Si no abre la boca nunca me entero de que también pierde tiempo de trabajo.
-El gobierno me quiere en la competencia.
-¿Para cargar las maletas? 
-De público.
-¿Quién autorizó semejante irresponsabilidad?
-¡Bérenice Mukhin pidió que viniera, el secretario del gobierno dijo que sí! - añadió Sophie.
-¿Cuándo comenzaron a cumplir los caprichos de una estúpida?

Elijah Maizuradze miró a Matt como si fuese un estorbo y lo recordó atendiendo a Bérenice con especial amabilidad antes de darle de alta. 

-"Otro civil con simpatía... Esto se volverá un problema" - reflexionó Elijah. Matt Rostov era el médico personal de Bérenice.

-Doctor, Rostov ¿Lo llevo con la niña? Estamos en descanso, más tarde será imposible hablar con las chicas, tienen que prepararse. 
-De acuerdo, Sophie. Me retiro.

Maizuradze lo miró con recelo y lo siguió hasta la puerta. Matt continuó hacia el patio y alegremente se acercó a Bérenice, que lo recibió agitando su mano. A la distancia, todo aparentaba normalidad pero Elijah supo que la niña experimentaba aprecio por Rostov.

-Se acabaron las visitas - ordenó Elijah Maizuradze a Sophie - Bérenice Mukhin no tiene a nadie.
-Enseguida mandaré un telegrama al Ministerio de Salud.
-Primero llévese a su hija y que no se vuelva a repetir lo de verla con Mukhin.
-Enseguida ¡Émilie! ¡Émilie es hora de peinarte, esa competencia no nos va a esperar! - gritó la mujer. La niña se despidió rápidamente de Bérenice y Matt Rostov y se aproximó corriendo a su madre.

-Vamos a que te aplique fijador en esos pelos, dime que ya traes el leotardo puesto.
-Sí, pero me queda chico.
-Mentira, te queda bien. Siéntate y dame un momento.

Sophie tomó lugar frente a su telégrafo y procedió a escribir, pero no para hacer la petición ordenada al Ministerio de Salud, sino para solicitar que Matt Rostov fuese transferido al colegio y se mantuviera con Bérenice, más uno extra al Ministerio de Deportes, colocando a Émilie como finalista de suelo en sustitución de la mismísima Liudmila Tourisheva por "realizar pese a nota, test satisfactorio".

Sophie Dufournet podía ser artífice de pequeñas venganzas personales pero herir su ego a través de Émilie y sobremanera Bérenice, costaba enfadarla a extremos insospechados y podía causar terremotos. El Gobierno Mundial no tenía absoluta idea de lo que, en realidad, ella era capaz. 

-Listo, señor Maizuradze, no tardaran en atender sus deseos. 
-Nunca me ignoran. Ahora vuelva a su insignificante vida.

Cuando él se dio la vuelta, Sophie sonrió.

-Idiota - expresó. Émilie se percató del buen humor de su madre y tomó su mano.

-Tendremos noticias, niña. Te pondré brillitos en la cara y sombra de arcoiris, una coleta y es hora de que uses las zapatillas de seda que el Pacto te mandó la semana pasada.
-¿Por qué?
-Va a llegar una hojita rosa en unos minutos. Me lo vas a deber.

Émilie no atendió más y se sometió al proceso de ser arreglada más de la cuenta. En el fondo, le disgustaban los maquillajes y otros horrores pero disfrutaba esos instantes de contacto físico con Sophie, en los que se imaginaba algo parecido al cariño materno.

-¿De qué color te pongo el listón? ¿Verde limón como el de la chamarra o marrón?
-¿El gobierno te aumentó el sueldo o por qué preguntas?
-No cruces la línea... Pero no me lo aumentaron. Mejor aprovecha que no estoy molesta ¿Por cuál color te decidiste, Émilie? 
-El verde me gusta.
-Ese será. ¿Te quedas quieta?
-Como árbol.

Émilie se sentó en el suelo y Sophie comenzó a elaborarle una coleta a la usanza del equipo titular, en una burla anticipada de lo que vendría. Las recepcionistas que volvían a ocupar sus lugares después de tomar bocadillos, admiraron la escena con mucha curiosidad.

-Bérenice no se queja cuando la peino.
-¡Pero me importa no ser calva!
-¡Te callas y esperas!
-¡Pero a ti no te duele!
-Tienes más nudos que un perro callejero.
-Nunca hemos tocado a un perro.
-Pero se nota el pelo enredado... Ya quedó.
-El nudo me aprieta.
-No me interesa.

La niña miró a Sophie con gesto de boca chueca pero no fue atendida y debió soportar que sus pestañas fueran rizadas después de colocarle sombras distintas en los ojos.

-Para la próxima, arráncame los párpados.
-No seas ridícula, Émilie. Por eso y de castigo no tendrás diamantina en las mejillas.
-¡Ay, que mal me siento! ¡Malísima!
-Mejor trae a Bérenice antes de que me tome el enojo en serio.
-¿A ella o al doctor Rostov?
-¡Lárgate!

Émilie salió corriendo como un bufón, agitando su chaqueta. En el patio, Bérenice y Matt charlaban sobre los golpes que ella resentía de las prácticas y las cortaduras por pasar horas en la viga de equilibrio.

-El otro día desgasté mis zapatillas y se rompieron. No me han dado nuevas.
-No está bien que te concentres tanto en un solo aparato.
-Mi maestro dice que me ha ayudado con la postura y a ser fuerte.
-¿Lastimándote? Atenderé el dolor de los talones cuando acabes la competencia pero deberías tener hielo a la mano.
-Sí, doctor.
-Mira, viene Émilie.
-Me gusta su cabello.
-Se ve ¿cómo le llamas a los sonrientes?
-"Felices". Ella se ve "feliz".

Émilie no tardó en aproximarse. 

-Te arreglarán, Bérenice.
-¿Lo hará Sophie?
-Mientras no te aplique tortura como a mí, está bien.
-Doctor Rostov, tengo que ir.
-Entiendo, adelante.
-Lo veré más tarde.

Bérenice y Émilie emprendieron camino con calma, procurando hablar después de tomar distancia razonable con Matt Rostov.

-Le das envidia hasta a Tourisheva.
-¿Por qué lo dices?
-Matt Rostov habla contigo y te da consulta.
-Es su trabajo.
-Pero las demás quisieran que él las atendiera en lugar de la chica de la enfermería.
-El Pacto me lo asignó.
-Pero a ti no te importa que Matt sea "atractivo".
-Explícame.
-Tourisheva lo invitará a salir, la escuché.
-¡No puede hacer eso!
-¿Por qué?
-Matt tiene veinte años.
-¿Eso qué?
-Pues, él es más joven.
-Ajá.
-Matt no aceptaría, ella no es su tipo.
-Pero son adultos y si volteas...

Bérenice miró hacia atrás, dándose cuenta de que Liudmila Tourisheva tomaba sitio junto a Matt. Quién sabe de qué conversarían porque él se comportaba sin la solemnidad acostumbrada.

-¡A él no le gustas, Tourisheva! - gritó una enfadada niña Mukhin. Sus compañeras abrieron la boca por semejante estilo de ponerse en evidencia. En la puerta, Sophie Dufournet la aguardaba con la misma sorpresa.

-Bérenice, qué bueno que llegas. Voy a ponerte labial y ..
-¡Ya basta! Tengo que entrenar.

Bérenice caminó velozmente hacia un salón solitario y se encerró en el mismo. Por la cabeza le pasaba Tourisheva, seguramente burlándose de ella, las chicas de la escuela murmurando, el propio Matt creyendo que era ingenua y pequeña y finalmente Émilie, que tal vez no le diría nada o le recordaría lo ocurrido más tarde. 

Por el enojo, la chica resolvió desahogarse repasando su ejercicio de viga, sin protectores o magnesia, recordando a la "perfecta" Tourisheva que siempre ganaba. Por coincidencia, ese aparato también era la especialidad de aquella estrella.

-Sí, claro. Me llamo Liudmila y me aman, gano con el puro nombre y bueno, repruebo mis exámenes porque soy ¡una patética engañabobos! y me gustan hombres inteligentes y me aprovecho de que Mukhin sea una niña estúpida... Y Matt no me gusta, esto es diferente yo ... ¿Por qué doy un paso para atrás al dejar esta cosa? Mi entrenador me va a matar si no me sale perfecto... ¿Y por qué hablo en voz alta? ¡Esta rutina es una basura! 

El sonido de las llaves que abrían el lugar le recordó que no estaba sola.

-¿Estás bien? - Preguntó Émilie.
-Debieron sacarme de aquí solo para el torneo.
-Eso harán.
-Entonces ¿qué quieren?
-Es Tourisheva.
-¿Qué hay con esa mujer?
-La borraron de la final de suelo.
-Es lo menos que se merece, vieja bruja.
-¿Qué es bruja?
-Mala y fea.
-La voy a sustituir.
-Bien hecho.
-Ahora ella me odia. 
-Ay, Émilie, le ganaste a una de las estiradas.
-Sophie me dijo que siempre no soy un fracaso.

Bérenice descendió de la viga y abrazó a su amiga.

-Matt Rostov se fue, avisó que te vería más tarde.
-Qué vergüenza.
-Pudo ser peor.
-¿Qué me está pasando? ¿Por qué me importa que él se vaya con Tourisheva?
-No tengo idea.
-A lo mejor se me pasa en unos días. 

Bérenice retomó su improvisado entrenamiento, escuchando a Émilie hablar sobre lo satisfecha que se hallaba de obtener una oportunidad en una competencia formal y de cómo Sophie lo presumía con sus colegas. Tan entretenida era, que el asunto de Matt Rostov quedó en el segundo plano.

(Cada ocasión que Bérenice Mukhin evocaba este episodio, terminaba deprimida porque su gemela dimensional, Carlota Liukin, pasaba por lo mismo, pero la diferencia era que ésta última no podía tener final feliz.)

viernes, 1 de noviembre de 2013

La mujer más bonita (Cuento de día de muertos)


A Nathalie Péchalat con admiración. / Foto tomada de tumblr.com/astarrry y editada con Pic Stitch.


Madrugada del sábado, Tell no Tales:

Ricardo contemplaba a Bérenice durmiendo en el sofá y de vez en vez, daba un sorbo al té mientras pensaba que al igual que a todos los Liukin, le había disgustado que la pandillera comiera con los dedos, hablara con la boca llena, riera escandalosamente y bebiera el vino como si fuera agua. Gwendal había sido responsable de invitarla a la cena familiar, de permitirle usar el tocador para darse una ducha y también de que se quedara a dormir, pero no tenía importancia. Sonia estaba disgustada de prestar una pijama y una muda de ropa, pero las chicas podian arreglarse. Bérenice había declarado su agotamiento por haber pasado dos días en la calle y parecía lógico perdonarle su falta de modales ya que aquello podía pasarle a cualquiera.

Mañana:

Bérenice se despertó en el momento que Javier Liukin le llevaba el desayuno. El aroma del café recién hecho era seductor.

-Hay croissants, fruta, salchichas y mantequilla.
-Gracias.
-¿Dormiste bien?
-Mejor que nunca... ¡Las salchichas están deliciosas!
-Qué bueno.
-¿Y esto es?
-Mantequilla.
-Un poco simple pero no está mal.
-Bueno, si le metes el dedillo te va a saber así, te pondré un poco en el pan y te va gustar más.
-¿Sabes cúanto tenía sin probar bocado antes de anoche? Creí que iba a caer muerta- la chica volteó hacia el comedor, los Liukin la miraron - Gracias por darme de comer, son todos muy generosos.

Tal comentario significó que la familia accediera a darle un lugar en la mesa.

-¿Te sirvo algo más? - le preguntó Ricardo.
-¿Podría darme más de todo? 
-Por supuesto.
-Nunca había probado algo tan delicioso, siento como si estuviera en una fiesta.

Ella sonreía tanto que ignoraba la curiosidad que provocaba.

-¿Qué harás hoy? - intervino Gwendal
-Llevarlos a Hammersmith ¿Empacaron?
-¿Perdón?
-Ayer avisé.
-¿A quién?
-Al señor Ricardo, le dije que conozco un atajo.
-¿Cuál?
-El espejo. Hay uno muy grande en Poitiers y solo caminaríamos poco tiempo.
-¿Otra vez, perdón?
-Atravesaríamos el espejo ¿Qué tiene de raro?
-Disculpe, señorita, no sabía que hablaba en serio - contestó Ricardo por decir algo.
-No se preocupe, estoy acostumbrada a que nadie me tome en cuenta, soy súper tonta. 

Hubo un silencio incómodo.

-¡Sonia! - exclamó Gwendal - ¿podrías acompañar a Bérenice a vestirse? 
-Ven, no nos tardaremos.
-Bueno, no he terminado mi plato.
-Hay que ir a Hammersmith - pronunció Adrien, para sorpresa de todos.
-Eso es cierto, seré muy rápida, preparen maletas.

Bérenice abandonó su lugar alegremente. Los demás se atisbaron entre sí.


Habitación de Sonia:

-Adoro tu clóset, la ropa china tiene mucho estilo.
-Es moda japonesa.
-No noté la diferencia.
-Era de esperarse.
-¿Qué usas?
-Una alaciadora.
-¿Para que sirve?
-Para alaciar, obvio.
-Pero tienes el cabello liso.
-Quiero evitarme el frizz.
-¿Qué es eso?
-¿Frizz? Cuando los cabellitos se salen de lugar.
-Ah... Lo olvidé.

Bérenice mordió uno de sus meñiques, como cuando fingía entender algo.

-Mi mamá me peinaba cuando era chiquita.
-Qué original.
-Siempre me hacía una trenza ¿Tú mamá también te ayudaba con tus coletas?
-Jugábamos al salón de belleza, yo quería ser estilista.
-En mi casa pensaron que me volvería científica.
-Eso era mejor que teñir cabello.
-Mi madre me ayudaba a maquillarme antes de las clases y sujetaba mi pelo con unas cintas de colores.
-¿Por qué usabas maquillaje?
-Me lo pedían, después ya tuve que hacerlo sola.
-Qué raro.
-No, el gobierno me metió a una escuela de deportes y siempre tenía que estar presentable.
-Nunca había oído algo así, de seguro a tu mamá todavía le es extraño.
-Mi mamá murió cuando cumplí diez años.
-Lo siento.
-La gente a diario muere, pero a ella le habría gustado verme ganar un montón de medallas.
-Mi prima Carlota dijo lo mismo en el funeral de mi tía.
-Supongo que le dolió mucho.
-Fue difícil.
-Al menos tú tienes a tu madre.
-Cuando le dije que no sería peluquera, hizo una fiesta.
-¿Qué quieres ser? 
-Cantante. Estuve en un colegio musical y todo eso.
-¿También cantar es carrera?
-Una muy competitiva, pero me tienes que responder ¿Por qué te volviste atleta? ¿Te detectaron?
-¿Detec.. qué?
-Notaron tu talento.
-Ah, es que en el recreo me la pasaba en dos manos o saltaba entre las rocas, era muy traviesa.
-Yo fui mala en deportes.
-Yo soy gimnasta.
-Qué bien.
-Lo malo es que no aprendí a hacer otra cosa.
-De algo te ha de servir.
-La verdad es que me habría gustado estudiar más y ser científica, como soñábamos mi mamá y yo. No la habría decepcionado con mis malas notas y tampoco sería una tonta.

Sonia la observó con cierta compasión y cambió el tema.

-¿Quieres que te alacie el pelo? 
-¡Sí!
-Siéntate y mira.
-¿Quedaré bien? 
-Te gustará, Bérenice, te lo prometo.

Sonia cepilló la cabellera de aquella chica sin darle tirones. En un santiamén, la pandillera se había ganado su simpatía.


Sala de los Liukin:

-"Esta madrugada la policía de Tell no Tales detuvo al cantante brasileño Michel Teló después de hallarse indicios de posibles vínculos con la pandilla Rostova. Aunque las autoridades han aclarado que es una acción preventiva y que se realizó un interrogatorio de rutina, se ha colado un video a los medios de comunicación donde se muestra al artista conviviendo con la famosa Bérenice Mukhin en el hotel Luna Palace de manera 'más que amistosa'. La versión de varios testigos confirma que Teló y Mukhin departieron en la suite de éste después de celebrarse un concierto gratuito. El cantante no ha hecho declaraciones públicas pero aseguró extraoficialmente que acababa de conocer a la mujer y no tenía conocimiento de su actividad delictiva antes de ser liberado".

Bérenice escuchó aquello al salir del cuarto de Sonia, se vio en la pantalla y colocó sus manos en su cabeza.

-Qué pena - murmuró.
-¿Estás bien?
-Todo mundo se ha enterado de lo que hice.
-Yo no supe, el video es inocente.
-No, tío Gwendal ... Me, me tengo que ir.
-Tranquila, no pasa nada.
-Se me va el aire.
-Toma un poco de agua. 
-¡Mi relación con Matt ahora si está muerta! Él de seguro ya se enteró de esta noticia... Si mi papá llega a saber se va a decepcionar, está enfermo y un disgusto lo puede mandar al hospital ... ¡Qué vergüenza! Yo... ¡Los veo a las seis en la calle Götze, no olviden las maletas! Gracias por todo.
-¡No te vayas! 


Calle Piaf, esquina con Helmut. Interior de una camioneta, semáforo en rojo:

-¿Qué te dijo la policía?
-Me pidieron que no vuelva.
-Habrá que evitar a la prensa cuando aterrizemos en Brasil.
-No hice nada malo.
-Enredarte con una criminal nos puede costar contratos.
-Vivo de los conciertos.
-Los patrocinadores te pagan las cuentas.
-Trabajaré más.
-Buena suerte, ojalá con esto aprendas a no confiar en nadie.
-Pues me gustaría volver a ver a Bérenice Mukhin.
-Para demandarla por manchar tu imagen.
-¡Para decirle que la pasé bien!

(Se oyen gritos provenientes del exterior:
-"¡No te vayas! Pensaremos en algo"
-"¿En qué, tío Gwendal? Perdí a mi novio, soy noticia mundial por algo estúpido, me tienen grabada ¿puede pasar otra cosa?")

-¡Hey, es la chica!
-No puede ser coincidencia.
-Tengo que hablarle.
-Michel, no hagas una idiotez. ¡Regresa!

El hombre descendió del vehículo y corrió hacia Bérenice.

-¡Mujer! - exclamó, ella no le atendió por continuar su discusión con Gwendal así que se arriesgó y se plantó frente a ella.

-¡Bérenice!
-Chico, no creí verte.
-La policía me preguntó por ti. Mírame, parezco cadáver, no me dejaron descansar.
-¿Cómo me encontraste?
-Iba circulando por aquí, te escuché, te vi... ¿De verdad eres Bérenice? Porque de día y sin maquillaje me gustas más, ¡sólo deseo decirte que eres hermosa! ¡Bérenice eres bellísima! ... La mujer más bonita.

La joven sonrió y no pudo contestar nada. Michel Teló respiró detenidamente y se alejó mirando hacia ella una y otra vez. Bérenice Mukhin permanecía de pie, experimentando una felicidad repentina, reconfortante. 

É amor pra valer (English lyrics) here: http://lyricstranslate.com/en/e-amor-pra-valer-true-love.html