viernes, 31 de diciembre de 2021

Las pestes también se van (Susanna y Maeva)


Miércoles, 20 de noviembre de 2002. Venecia, Italia.

San Marco Della Pietà era un hospital más o menos grande para la ciudad de Venecia y junto al de Cannaregio, uno de los que más pacientes atendían durante la súbita emergencia que habia clausurado la ciudad. La influenza causaba estragos tanto en Lido como en Santa Croce, se extendía por todo San Marco y Castello, saturaba Dorsoduro y obligaba a instalar carpas de atención para evaluar a pacientes de cuadros moderados. De acuerdo a las noticias, la cuarentena obligatoria había ocasionado protestas y destrozos en algunos puntos pero al final, la policía se había impuesto y la vigilancia parecía ser eficiente. La poca gente que pudo salir a la calle a partir del día miércoles, se encontró con una ciudad cuyo espíritu se detenía para mostrar la escalofriante inmovilidad en la incertidumbre. 

Esa sensación invadía también a los contagiados en donde fuera que estuviesen y en el quinto piso del hospital San Marco, se mezclaba con cierta claustrofobia inducida. El hacinamiento había obligado al personal a proporcionar incómodos sofá-camas a los pacientes y Susanna Maragaglio se hallaba en uno de ellos, creyendo que estorbaba en el pasillo. Desde su lugar contemplaba a Maeva Nicholas con un aspecto cansado y una tos que le impedía levantarse de la cama la mayor parte del tiempo y en la habitación de junto, Tennant Lutz sufría de enorme dolor. A esa hora, no podía siquiera separarse a los hombres de las mujeres y un par de enfermeras debía atenderlos a todos. 

-Llamó el señor Maragaglio para avisar que llegará a la ciudad en cualquier momento- anunció una de ellas y Susanna sonrió porque sabía que su marido se haría cargo de todo inmediatamente. 

-Aposté que vendría - murmuró tierna y fue entonces que alguien la asistió cubriéndola con una manta.

-Usted tiene suerte - comentó la persona que tenía junto.
-¿Por qué?
-Nadie creyó que Maragaglio dejaría el trabajo.
-La familia es primero para él.
-Es que dicen que es muy comprometido.
-Lo está demostrando.

La persona desconocida no añadió algo a la conversación y Susanna se aferró a su manta mientras observaba a otro paciente tomar lugar a su derecha. A ella no le sorprendió que Alessandro Gatell estuviera enfermo pero sí que se tomara el tiempo de pedir informes sobre las personas que había alcanzado a atender antes del golpe de la influenza.

-¿Todavía pregunta por Katarina? ¿No debería descansar?
-Señora Maragaglio, no dejo de ser médico.
-¿Le dijeron algo?
-Que su oxigenación se está estabilizando y que podrían retirarla de Terapia Intensiva.
-Esa es una gran noticia, me angustiaba mucho.
-Van a subirla a algún piso junto con Marco Antonioni.
-¿El gondolero? ¿También él se ha puesto mal?
-Se ha hecho novio de Katarina, no creo que los metan al mismo lugar.
-¿Novios?
-Creí que debería enterarse.
-Maragaglio se enojará.
-No creo que esté al tanto.
-Me siento contenta por ellos; esperaron mucho.
-Susanna ¿A usted no le molesta?
-Al contrario ¡Katarina quiere a ese chico!

Alessandro Gatell sonrió con Susanna y ella se frotó los brazos al acomodarse de nuevo. Aunque el sol se asomaba tímidamente, aún hacía mucho frío, provocando que cualquiera tiritara y deseara que volviera a ser verano. El olor del hospital era desagradable y así, se entendió que las enfermedades provocaban rechazo desde el olfato. 

-Hablé con Maragaglio un par de veces - añadió Gatell.
-¿Qué le dijo?
-Solamente que cuidáramos de la señorita Leoncavallo.
-Es que la quiere como su hija.
-¿Le digo algo y no se ofende, Susanna?
-¿Por qué?
-Ah... La última vez que me comuniqué con él, del otro lado de la línea se oía a una mujer llamándole "cariño".
-Jajajaja, no fue a Maragaglio.
-¿Segura?
-También la escuché, esa chica anda rondando a Maurizio.
-¿Al hermano de Katarina?
-Hago preguntas.

Alessandro Gatell se quedó sin palabras y comprobó que Susanna Maragaglio honraba su fama de ingenua. Podían hacerle saber cualquier cantidad de habladurías y hechos sobre su esposo, pero ella seguiría defendiéndolo o negando y en el mejor de los casos, mirando divertida al chismoso que se atreviera a mencionarle cualquier cosa.

Era temprano y el horario de desayuno se cumplía con retraso cuando Gatell decidió retomar la palabra. Ella enseguida volteó a verlo.

-Suspendieron la procesión de la Festa della Salute.
-Es una lástima.
-Maragaglio había entregado un protocolo a los hospitales por si atendíamos ladrones. Creo que no fue necesario.
-Él trabaja mucho.
-Susanna ¿Tienen tiempo para ustedes?
-Claro ¿Por qué la pregunta?
-¿En serio?
-Siempre encuentra la forma.
-¿Llega tarde a casa?
-Me casé con un policía y lo mismo pasaría si se dedicara a ser médico, como usted.

Gatell no añadió más, haciendo que Susanna pensara que le había cerrado la boca sin mucho esfuerzo. La mujer prefería concentrarse en Maeva Nicholas, que fuera de las cámaras exhibía sus grandes ojeras, además de alzar la voz enronquecida

-Susanna, no te rías de mí - reclamaba aquella luego de recibir un plato de sopa de pollo.
-Lo siento, es que tienes el cabello enredado.
-Voy a matarte por eso.
-Estaré como tú muy pronto; tal vez mañana.
-¿Te lastima estar con estos tubos?
-Sólo es una cánula nasal.
-Me sangró la nariz ayer, creí que me darían una mascarilla. 
-No es más cómoda.

Susanna continuaba riendo y Gatell no sabía si contagiarse de esa inusual alegría que cambiaba la atmósfera gris de ese piso oscuro.

-Maeva luce muy graciosa, perdón - comentó ella.
-¿Son amigas? - preguntó Gatell.
-Nos caemos bien, nos conocimos en una cena en mi casa.
-¿Usted la invitó?
-Fue mi sobrino, Maurizio.
-¿El hermano de Katarina?
-Claro que sí.
-Ella lo quiere mucho.
-Están peleados ahora.
-Algo escuché, señora Susanna.
-Katarina la ha pasado mal en los entrenamientos y su hermano le montó una rutina que no le gusta.
-Debe ser incómodo.
-Aunque no creo que a Maurizio se le pase el disgusto porque Marco Antonioni ahora es su cuñado.
-Juraba que ella nunca le haría caso a ese chico.
-Es imposible no ser feliz por Katarina.

Maeva Nicholas se intrigaba por lo que alcanzaba a escuchar y se preguntaba qué pasaría con Miguel Louvier y si se hallaba enterado de los hechos para entonces.

-Oye, Susanna ¿Ese tal Marco es el gondolero que sigue a Katarina? Lo he visto muchas veces - intervino la mujer.
-Ese mismo y se dice gondolier.
-Es que me habían contado que Katarina lo rechazaba.
-A mi prima siempre le ha encantado; lo que ocurre es que el hermano y los papás no la dejaban en paz.
-Susanna ¿Tú estás de acuerdo con esa relación?
-¡Ellos serán felices!
-¿Qué hay de Miguel?
-Ay, Maeva ¿Crees que esté enojado? No sé qué decirte.
-¡Ni siquiera te interesa!
-Sé que lo que hizo Katarina no está bien.
-¿Y?
-Marco Antonioni es muy importante para ella y entiendo por qué las cosas tuvieron que suceder así. Ella se disculpará, créeme.
-Claro, disculparse. Traicionar a Miguel es cualquier cosa.

Susanna no replicó, pero se sintió mal por su felicidad mientras Alessandro Gatell miraba a las dos mujeres con incomodidad y sonrisa forzada. 

-Deberían calmarse - sugirió el hombre creyendo que sería atacado.
-Es mejor que Katarina tenga ese lío a seguir soportando a su hermano ¿No cree? - comentó la señora Maragaglio en voz baja. Gatell se notó sorprendido y no añadió más, quizás pensando que sabía el sentido de esas palabras. Comprendía que los Leoncavallo no supieran actuar, pero la actitud de Katarina indicaba que la represión no estaba tan dirigida a impedir que se expresara un amor tan indebido mientras no existiera intimidad. Entonces entendió que el asunto de Marco Antonioni era una cuestión de celos enfermizos y de poder; que dados los hechos, los Leoncavallo se empeñaban en mantener a Katarina infeliz para poder controlarla. Lo desconcertante era que no parecía existir motivo para ello y la doble moral de esa familia con la joven era para dejar a cualquiera boquiabierto. 

-Katarina se irá a Toronto el próximo año y si Marco la acompaña, será muy bueno para ella ¿Sabe cómo me di cuenta de que están enamorados? - prosiguió Susanna.
-¿Porque él la sigue con su góndola?
-¡A ella le gusta que la defiendan! Cada que alguien le hace una grosería, Marco se aparece y arregla el problema. 
-¿Qué?
-Creí que lo sabría, doctor Gatell.
-No estoy al tanto.
-Los chismes vuelan.

Susanna Maragaglio recibió en aquel momento su desayuno y luego de fortarse los brazos para conservar en calor, intentó comer sopa de pollo mientras sostenía su mascarilla con la mano izquierda. Para Gatell, verla resultó de interés porque no esperaba una actitud tan ligera ni optimista. En contraste, Maeva Nicholas apenas podía moverse y todo parecía ocasionarle asco, así que intentaba no prestar olfato a lo que fuera. Al mismo tiempo, se daban informes que se limitaban a hablar de los familiares que aguardaban en la cuarentena y el nombre de Ricardo Liukin salía a colación al explicar que se hallaba al pendiente de tres pacientes y lo furioso que se hallaba desde que habían cometido la imprudencia de contarle sobre el nuevo novio de la joven Leoncavallo. Lo comparaban con Maragaglio y su explosiva reacción; incluso había quien aseguraba que a ambos hombres parecía preocuparles más la compañía y el estado de salud de Katarina que sus pacientes enfermos. 

-No sabía que Ricardo había traído a Katy a este hospital - dijo Maeva.
-Es que ella lo llamó - le respondió Alessandro Gatell.
-¿A él? 
-Es que nadie le hizo caso al teléfono; incluso intenté avisar en su casa cuando ingresó pero no respondieron.
-¡Pero Susanna siempre está ahí!

La señora Maragaglio negó con la cabeza y explicó que había estado con sus niños en una pijamada, que tal vez por eso Ricardo había tenido que ayudar a la joven Leoncavallo.

-¿Por qué no le ayudó su nuevo novio, entonces? - remató Maeva sin atar cabos, pese a recordar que Ricardo se había ausentado desde el viernes. Era tal su enojo, que la mujer miraba a Susanna reprochante.

-Perdona, Maeva - se disculpaba aquella.
-¡Es que no te entiendo!
-¿Qué te pasa?
-¡No lo sé! ¡Estoy molesta contigo y debería ser con Katarina! 
-Te enfermaste, por eso te pones así.
-¡Me irrita que seas feliz y que Miguel te dé igual! Susanna, se supone que te agradaba ese chico y que estuviera con tu prima, luego descubro que prefieres al gondolero y Ricardo está con Miguel pero trajo a esa chica y ¡no te comprendo! ¡Todo se hizo mal!
-Estoy viendo un berrinche de una mujer de cuarenta años.
-¡Treinta y cinco!
-¿Cuál es el punto, Maeva?
-Que no esperaba que fueras así. Con razón Maragaglio puede serte infiel y tú andar campante.
-¿Disculpa? 
-Lo siento, es que estimo a los hijos de Ricardo y lo que hace Katarina no me gusta.
-A nadie le agrada, es sólo que Marco la hace feliz y al fin tienen su oportunidad ¡Y no vuelvas a hablar sobre Maragaglio de esa forma! Me debes una gran disculpa.

Susanna se cruzó de brazos y abandonó su sopa un momento, así Gatell entendió que le hablaría con voz más baja.

-¿Usted quiso avisar sobre Katarina y nadie estuvo? 
-Eso no importa, señora Maragaglio.
-¿A qué hora fue?
-Como a las cuatro de la mañana, yo atendí a la paciente antes.
-¿El sábado, verdad?
-¿Por qué? 
-Es que no estuve, lo lamento tanto.
-El señor Liukin acompañaba a Katarina; ella le había hablado porque nadie respondía.
-Menos mal.
-Él se encontró a Miguel y a sus hijos aquí. 
-¿Encontró?
-Es que no le habían dicho que estaban enfermos.
-Ya entendí... Ricardo debe estar enojado y es natural.
-Katarina sabrá mejor que hace.
-Doctor ¿Ella no le contó que hacía con Ricardo antes de internarse?
-No encuentro sentido a su pregunta, señora.
-¿Puedo confiárselo como médico?
-No puedo decir nada sobre mis pacientes.
-Haga de cuenta que usted me atiende.
-¿Qué quiere?
-El viernes recibí un mensaje del Hotel Grand Lido antes de irme a la pijamada de mis hijos y supe que Maragaglio ha estado espiando a Katarina ¿También lo hace aquí?
-Mi colega, el doctor Pelletier, me comentó que le exige detalles usando su rango en Intelligenza.
-Entonces lo sabe...
-¿Qué cosa?
-Sólo que Ricardo ayudó a nuestra prima.
-Qué bien.

Tanto Susanna como Gatell disimularon que conocían lo sucedido entre Katarina y Ricardo y miraron a Maeva luchando contra el asco una vez más. El sabor de la sopa de pollo era terrible y no ayudaba a calmar a esa mujer.

jueves, 23 de diciembre de 2021

Las pestes también se van (El cuento de Navidad)


Martes, 19 de noviembre de 2002. 

Despedirse de Judy Becaud en el aeropuerto fue algo complicado para Maurizio Maragaglio. La mujer le miraba severa y triste, aún negándole la palabra, intentando evitarlo. Curioso resultaba que con Katrina fuera mucho más afable y sonriente que en días previos; que incluso le preguntara si al volver a París la vería de nuevo. Sobraba decir que con Carlota Liukin y Maurizio Leoncavallo la vibra había sido más afectuosa y sonriente. Incluso al recibir el llamado para abordar, los abrazos se habían concentrado en todos, menos en Maragaglio. Al interior del avión se podía reflexionar sobre todo eso mientras se veía a los pasajeros tiritar y cubrirse con espesas chamarras.

-¿Qué hay con el boleto? ¿Conseguiste uno para Milán? - preguntaba la misma Katrina al tomar ingenuamente su asiento y sujetar su cinturón de seguridad inmediatamente.
-Tendré que pasar la noche en Helsinki.
-¿De verdad? 
-Mi superior me libera mañana de esta misión.
-¿Cómo está tu esposa?
-El médico dice que bien, que el oxígeno parece funcionar. Ojalá pudiera ir hoy mismo.
-¿Por qué debes tomar este avión?
-No lo sé, Katrina. A veces recibo órdenes que no entiendo.

Ella miró al piso como si sintiera pena y él sonrió por la forma en que la chica demostraba que era la primera ocasión que salía de su ciudad. 

-No me gusta que Maurizio se siente solo - dijo Maragaglio antes de atraer a Katrina y besarla largamente. Él disfrutaba mucho sentir como su piel fría iba calentándose y el aliento de Katrina tan cálido y dulce.

-Cariño ¿Estás tan excitado?
-Katrina, prométeme algo.
-¿Qué cosa?
-Me recordarás que Carlota y Marat están juntos y yo debo poner más atención.
-Ay, corazón ¡Estarán bien! Míralos, sólo platican.
-Con ellos nunca estoy seguro.
-Sólo están enamorados.
-Nada más, algo sencillo.
-Maragaglio, déjalos en paz.
-Lo dices porque no se burlan de ti.
-Quédate quieto y verás que se portan bien.

Maragaglio optó por hacer caso a las palabras de Katrina y luego de rodearla con su brazo derecho, le explicó lo que ocurriría cuando el avión iniciara el trayecto. Era tan evidente que ella padecía frío, que abrazar a ese hombre era lo único que le quedaba para no sentir que su cuerpo se entumecía. A pesar del sol, a París llegaría pronto una gran tormenta de nieve.

En la fila de junto pero un par de lugares atrás, Maurizio Leoncavallo se encontraba con la novedad de que viajaría solo y agradecía haber conseguido un par de guantes nuevos para soportar el ambiente mientras intentaba no pensar en su hermana. Esa mañana había llamado para preguntar cómo evolucionaba, si por fin abandonaba Terapia Intensiva y si podía respirar sin auxilio. Ninguna de las tres respuestas había sido positiva y saber que el temido encuentro entre Katarina y Marco Antonioni llevaba a éstos aceleradamente a un romance, lo mantenía triste y con enorme rabia ¿Acaso ella había intentado olvidarse de su lazo amoroso, de sus sentimientos mutuos? ¿Marco en verdad la había enamorado desde hacía tantas tardes? ¿Era un error aconsejarle partir de París en lugar de tocar su mejilla para retenerla? De todas formas, la influenza habría aparecido y en lugar de ir a Helsinki, el grupo iba a estar grave en un hospital por el contagio. Maurizio se sentía furioso consigo mismo y en mente tenía un gran regalo como disculpa, aunque no era claro por qué debía ser. Por otro lado, experimentaba fuertes celos por Katrina, obligándose a contenerse de imaginarla desnuda y aceptando ser sólo para él. No conocía los términos del arreglo con Maragaglio, pero viéndola con su gran abrigo y un moño enorme, quiso ser él quien la llenara de de detalles y deshacerse de una vez de la tormentosa angustia de desear su cuerpo y fingir que era el de su hermana.

-Carlota ¿Estás segura de querer hacer el programa de Chopin en Helsinki? Creo que deberíamos entrenarlo más - dijo para evitar obsesionarse. 

-Saldrá bien, no te fijes - replicó la chica Liukin sin abandonar su lugar ni mirarlo, demostrando que estaba más atenta a un regalo que Marat no quería desenvolver, pero aparentaba ser atractivo y cómodo. El patrocinador que Carlota había conseguido en el Trofeo Bompard enviaba tal caja que cabía en cualquier bolsillo y que sin duda, le sería más útil al joven Safin cuando quisiera estar solo.

-¡Ábrelo, ábrelo! ¡De seguro es lindo! - insistía Carlota mientras se oían los saludos del capitán del vuelo y su copiloto. El trayecto duraría tres horas y de acuerdo a las indicaciones, ningún pasajero tenía permitido estar fuera de su asiento durante el despegue. Marat trataba de escuchar algo mientras le ganaba la risa y observaba a Maragaglio estrechando a Katrina para calmarla. Los primeros sonidos de la nave podían provocar una expectativa poco grata en viajeros primerizos.

Las sobrecargos sin embargo, no paraban de mirar a Maragaglio para intentar coquetear con él. Era lo mismo cada vez y contrario a lo esperado, a él le hartaba lidiar con ello, anduviera solo o irritado como en aquel momento. Carlota y Marat parecían adivinarlo en medio de su algarabía, ajustándose los cinturones de seguridad y tomados de la mano previo a continuar con la expectativa de una sorpresa que no se descubriría. Con tanto tiempo de vuelo por delante, sabiamente podían esperar por un sándwich de queso mediocre y un jugo azucarado con aquel incómodo cuadro ante sus ojos. Nada que no hubieran pasado antes con la propia Katrina, a quien trataban con naturalidad a pesar de que su presencia lastimaba a una Susanna Maragaglio ignorante al respecto. 

Cierto temor de fiesta flotaba en el aire y conforme se aproximaba la hora de dejar tierra, los gritos de niños y el ruido de sus juguetes saturaba los oídos de cualquiera. A Carlota le encantaba cooperar agitando sus pies, mismos que se adornaban de cascabeles pegados a su calzado y también movía su pulsera de madera en la mano derecha, provocando que Marat se divirtiera más. Las pláticas ajenas añadían bullicio y Maurizio Leoncavallo suplicaba inútilmente porque le dejaran en paz al tiempo que abrazaba una manta y recordaba a su novia Juulia Töivonen, a su ex Karin Lorenz, a Jyri Cassavettes, a cualquiera que lo hubiera amado con tal de compararlas, de añorar volverse loco porque nadie igualaba a su hermana Katarina y su irresistible olor a miel y tímidos pero encendidos besos. Odiaba estar encerrado en ese avión, pero hallaba tiempo de pensar y ahora que tenía a Carlota Liukin y a Maragaglio delante suyo, rogó porque ese vuelo terminase de una vez. El avión tomaba pista y era detestable enterarse que apenas se permitiera, Maragaglio llamaría a Venecia, a su cuñada Anna, porque su esposa era demasiado importante para él.

martes, 9 de noviembre de 2021

Las pestes también se van (Katrina y su amante o I want it that way)


París, Francia. Martes, 19 de septiembre de 2002.

-Le envié al profesor Scarpa mi reporte sobre los etruscos y terminé su examen ¡Me puso a intercambiar e-mails con límite de tiempo! - se quejaba Carlota Liukin luego de enviar una última respuesta para cumplir con sus pendientes escolares y no haber podido hablar con su padre debido a ello. 

-No hagas drama, el señor Liukin sigue al teléfono.
-¿Por qué no me avisaste?
-Carlota, empezaste a hacer berrinche.
-¡Ay, Maragaglio! Era fácil pasarme la llamada.

Maragaglio entregó el auricular con un gesto de irritación y luego entró en su habitación con la intención de no escuchar a nadie. Sin embargo, la joven Katrina parecía muy apurada y se había puesto un vestido lavanda, además de unos aretes, discreto maquillaje y labial rosa.

-¿Dónde vas?
-¿Lo olvidaste, cariño? ¡Tengo una cita con mi novio!
-¿Antes de ir a Helsinki?
-Me diste permiso.
-¿No estabas en huelga?
-¡Tengo mi maleta preparada!
-Eh... Katrina, tengo que decirte algo.
-¡No tengo tiempo, corazón!
-Yo no me quedaré en Finlandia, es todo.
-¿No iremos?
-Mi esposa acaba de llamar y es urgente.
-¿Qué pasó?
-Se enfermó y tengo que volver.
-Estás ¿preocupado? 
-Sí, le pedí que buscara ayuda y yo volveré a Venecia.
-Ay, cariño...
-Llegaremos a Helsinki, me reportaré con mis superiores y volaré a Milán para tomar el tren... Katrina, te prometí el viaje a Finlandia. Te quedarás allá.
-¿Qué?... Corazón, yo entiendo.
-Quiero te diviertas, estarás bien.
-No debo aceptar.
-No pienso defraudarte, ve.
-Maragaglio, no.
-Dejé mis tarjetas en tu bolso. 
-¡Sácalas!
-¿No aceptarás mi regalo?
-Es demasiado, tú no estarás.
-Sigues contratada.
-No puedes obligarme.
-Es cierto, pero no creo que quieras volver tan pronto a Les Halles.

Katrina se quedó callada un minuto, detestando a Maragaglio por comportarse como un cretino otra vez. Él permanecía con lo brazos cruzados, recargado en la pared, delatando cierta angustia.

-¿No irías a ver a tu novio con un vestido amarillo?
-Lo manchaste, cariño.
-No lo recuerdo ¿Con qué?
-Con semen, corazón. Marine te pone como animal.
-Perdóname por el descuido.
-No vuelvas a agarrar mis cosas.
-Katrina, suerte con tu chico.
-¿Hablas en serio?
-¿Tienes unos minutos?
-¿Para qué?
-Quítate la ropa.

La joven no accedió y luego de tomar su bolso rojo, abandonó esas cuatro paredes para toparse con un insólito día soleado desde la ventana del pasillo. Carlota Liukin y su amiga Amy parecían listas igualmente para salir.

-¿Dónde vas? - preguntó Amy al verla.
-Tengo una cita en un parque aquí cerca.
-Te llevamos, nosotras vamos a comprar unos guantes y dulces.
-¿De verdad?
-Primero vamos por un spaghetti a la pâtisserie Lemand ¿Quieres acompañarnos?
-¡Puedo comprar un panecillo para mi novio! ¡Vamos!

Katrina tomó de las manos a ambas chicas y las hizo correr hacia la calle mientras Maragaglio determinaba seguirlas de forma no discreta. Aunque esperaba poca conversación entre ellas, el hombre se sorprendió al poco tiempo que las tres estuvieran interesadas en el examen de Carlota y en lo mucho que había tenido que leer para que el profesor Scarpa no le diera una baja nota. Ellas parecían tener deseos de dormir.

-El vuelo sale al mediodía - bostezó la joven Liukin.
-¿Qué hora es? - consultó Amy.
-Casi las nueve - concluyó Katrina antes de cruzar por una calle pequeña y pensar que había salido precipitada. Al menos, la mirada inquisitiva de Judy Becaud no la perseguía y contrario al cálculo, Carlota y Amy abandonaban su actitud difícil con ella.

-Oye, Katrina ¿No te enojaste por lo del vestido de ayer, verdad? 
-Fue un accidente, Carlota.
-Al final Marine no compró ni lo que le gustó.
-Algo me contaron.
-¿Maragaglio no te dijo?
-Mencionó que el señor Damon prefirió no llevarse el regalo y ella le hizo caso.
-Qué lástima, la chica se veía bonita.
-Arruiné la cita, el tío Enzo me odia.
-Claro que no, Katrina.
-No viste su cara cuando Marine se fue.

Carlota y Amy se miraron entre sí antes de cambiar de tema abruptamente. Como Katrina no entendía de patines, sólo decía que se había divertido en el Trofeo Bompard y que nunca había puesto un pie en el hielo más que para correr cuando se congelaban las calles de París.

-Pero te veías tan bonita, Carlota, que me dan ganas de conseguir unos patines - rió la joven nerviosa antes de mirar el reflejo de Maragaglio en un cristal y darse cuenta de estaba menos molesta. 

La pâtisserie Lemand se situaba junto a un pequeño jardín cercano a Les Marais y daba servicio desde las seis de la mañana. Era un sitio frecuentado por turistas pero a veces, los vecinos le visitaban por sus novedosos platos de spaghetti vegetarianos, mismos que acaparaban las órdenes desde el horario de desayuno. Para Carlota Liukin era todavía una novedad aunque Amy le aseguraba que no se trataba de algo tan especial y el encanto estaba en los quesos de tofu.

-Me quedaría a desayunar si mi novio no me estuviera esperando - admitió Katrina al asombrarse con las vitrinas. Macarrones, pralinés, bizcochos, galletas y sándwiches parecían adornar el lugar y el mostrador de productos de panadería era un mueble tan viejo como encantador y bien conservado. No tardó la chica en pedir un par de vasos con chocolate y un gran pan con chispas de caramelo que olía a mantequilla y ron.

-¡Tengo que dejarlas! Mi hombre llegará pronto - gritó Katrina y abandonó el lugar con prisa. Carlota y Amy no sabían si aquello les daba emoción pero la felicidad de esa joven las ponía de buen humor poco antes de tomar una mesa y ordenar jugo de tomate para acompañar sus pastas.

Mientras Katrina buscaba alguna banca junto a un árbol que le pareciera bonito en ese jardín aledaño, Maragaglio le observaba apenas a unos metros, oculto tras un semáforo en la acera. El viento movía las hojas secas del suelo y la joven no se daba cuenta de su espía al retocar su labial y mirar por un espejo si su cabello lucía arreglado. Estaba tan nerviosa que sus labios se secaban y una molesta sensación de escalofrío aumentaba su expectativa. Como ella aún no podía lucir sus zapatos nuevos sin sentir que le lastimaban los pies, se arrepintió de haber tenido prisa y decidió aguardar a que fuera su novio quien decidiera donde tomar asiento al llegar. Sin querer saber del reloj, Katrina poco a poco fue sintiendo que los minutos eran eternos.

Maragaglio trataba de no tener en mente a su esposa al tratar de adivinar quién sería el dichoso enamorado de su amante. Veía pasar mensajeros, barrenderos, tempraneros turistas perdidos, jóvenes buscando empleo y finalmente, un policía que parecía conocer a Katrina y le saludaba sin abandonar su ronda de vigilancia. Aquel hombre se había acostado con ella alguna vez, eso era fácil de adivinar. O tal vez a Maragaglio le gustaba crear películas en su mente con casi cada mujer atractiva que se cruzaba en su camino, aunque se sorprendió al descubrir al muchacho correcto apenas el oficial se marchó. Con un uniforme color acero, cabeza rapada y piel oscura, el novio de Katrina se hacía apodar "Zezz" pero su nombre era Oumarou y tal como ella había contado, se dedicaba al transporte de mercancías de distintos tipos. El chico acababa de regresar de Marsella y en las manos traía diferentes regalos para la joven como un collar de pequeñas piedras rojas, unos aretes de perlas de fantasía, una cajita de dulces y unas conchas de mar de color durazno. A Katrina le fascinaban esa clase de cosas y decía en voz muy alta que se haría unos broches para verse como una sirena. Aunque se mostraba feliz por verla, Oumarou casi no hablaba y miraba su reloj con insistencia.

-¡Te compré un pan y te conseguí un bling bling en una tienda muy bonita! ¡Era lo que querías, corazón! - declaraba ella y Maragaglio se cruzó de brazos a su distancia.

-Yo vine rápido porque me pidieron llevar una carga de mariscos a Colmar - dijo el joven cuando Katrina se disponía a mostrarle su celular como le había prometido unos días antes.

-¿No te vas a quedar? 
-No preciosa, hay que trabajar.
-¿Cuándo regresas?
-No lo sé, tal vez tome otra carga y me vaya a Bélgica. Es buen dinero.
-Zezz, casi no te veo.
-Estoy ahorrando, mi bonita.
-Te esperé.
-Pedí permiso para estar aquí pero no me da más tiempo.
-Corazón...
-¿Te está yendo bien con el cliente, verdad?
-Compré este vestido sola.
-Si él paga, aprovecha. Hay que juntar dinero, lo sabes.
-Pensé que tendríamos la mañana para estar juntos.
-Perdona. Vamos a trabajar.
-Zezz...
-Dime.
-Te amo mucho.

Katrina abrazó a su novio brevemente y él hizo un ademán de despedida sin pronunciar palabra. Maragaglio se limitó a ver a la joven tomar asiento en una piedra.

-Ni siquiera probó el pan - dijo ella, llevándolo a su boca con resignación, pensando en lo que el chico le había dicho. Tenían algún dinero en común, pero era escaso para vivir juntos y aún más insignificante para pagarle al mafioso que la mantenía en la calle soportando hombres sucios y crueles. Oumarou y ella debían esforzarse mucho, aunque les costara el tiempo.

-Maragaglio, creí que estabas con las niñas - dijo ella cuando aquel se le colocó de sorpresa al lado y empezó a acariciar su cabello delicadamente ante la mirada de cualquiera.

-Quería conocer a tu amor.
-¿Te burlas?
-No, es sólo que él tenía prisa por irse desde antes de llegar.
-Cállate.
-Como gustes... Katrina ¿Vas a decirme qué pasa?
-Estaba tan emocionada.
-Lo siento.
-Nunca puedo estar con él ¿Siempre será así? 
-Quizás ese chico es tímido.
-A veces pasan semanas sin verlo.
-¿Te llama?
-Me ha dicho que me extraña cuando me deja recados.
-¿Por qué no le mencionas que deseas estar más tiempo a su lado? 
-Él dice que debemos ahorrar mucho.
-¿Qué están planeando?
-Deshacernos de mi padrote y comprar un departamento pequeño donde se pueda.
-Ese novio debe quererte bastante.
-Maragaglio ¿Puedo preguntarte algo?
-Adelante.
-¿Por qué me elegiste? Es que a ti nada te hace falta, corazón.
-Nunca estoy con una mujer que no me interese.
-Mentiroso.
-Si no te encontrara intrigante, me habría ido luego de nuestra noche en el hotel de Les Halles.
-¿Te recuerdo a Katarina? 
-¿No conversábamos de ti?
-Es que cada vez que hablas de tu esposa, yo me pregunto si alguna vez podré estar con mi novio todos los días y recibirlo en casa sin la curiosidad de averiguar dónde estuvo.
-Susanna sí se interesa en eso.
-Me has dicho que jamás te lo menciona.
-Todas piensan en dónde estará su hombre. Incluso ella que no es celosa lo hace.
-¿Por qué la engañas?
-Porque las mujeres me encantan.
-¿Nada más?
-No es simple. Siempre me han atraído personas con algo distinto a lo que ofrecen otras que ya conozco. Algunas son dulces, otras se vuelven muy eróticas, están las que quieren experimentar y las que me retan porque soy un sinvergüenza.
-¿Yo qué soy?
-Katrina, tú me dejas ser libre.
-No entiendo.
-Eso es algo nuevo, por eso me gustas mucho.
-¿No estás buscando a Katarina en mí?
-Al principio sí... No me mires con esa cara, es que contigo no tengo que cuidar mis palabras ni medir lo que hago, aunque me regañes o estés en una protesta.
-Eso es injusto.
-Me encanta que me digas que no, que te resistas a veces.
-Menos comprendo.
-La libertad que me das no es gratis, Katrina. Eres una mujer con quien puedo estar y hablar y tan diferente a lo que esperaba que si fuera por mí, no saldría de la cama en semanas.
-Tú sólo buscas acostarte.
-Los que más me agrada es que te pegues a mi espalda cuando estoy leyendo algo.
-¿Por qué?
-Porque lo disfruto más. Aunque digas que estoy pagando, ninguna mujer antes descifró lo que estaba en mi cabeza.
-¿Sexo, vejez, vino y más sexo?
-No.
-Maragaglio, deberías ser feliz.
-Así es.
-¿Por qué no lo eres?
-Lo mismo me cuestiono a diario.

Katrina suspiró con decepción y dio una mordida enorme a su bizcocho, ocasionando que Maragaglio se riera por la forma en que las mejillas de esta se abultaban.

-Pareces una ardilla, jajajaja.
-¡No te burles, Maragaglio!
-¡No hables con la boca llena!... Te ves bonita.
-¿Lo dices sinceramente?
-¿Por qué sospechas?
-Te conozco bien, cariño.

Maragaglio tomó de la cintura a la joven y besó su sien.

-Nunca tratas a nadie así, corazón.
-Voy a extrañarte.
-No.
-Iré a Venecia... No te veré Katrina y no diré adiós. Ve a Helsinki por mí, por favor.
-¿Es tu regalo?
-No lo vi así.
-Eso es nuevo, ningún cliente me da cosas.
-No vuelvas a Les Halles o a Les Marais.
-Dile eso a mi padrote, cariño. Buena suerte.
-¿Te refieres al idiota de Marian Izbasa?
-Yo hablaba de otra persona.
-La próxima vez que la policía de París te moleste, no dudes en llamar a Sergei Trankov.
-¿Qué dices?
-Me encargué de la mafia, Katrina. 
-Maragaglio ¿A quién mataste?
-¿Necesitas saberlo?
-¿Qué hiciste?
-No me interesa que te ofendas, pero tuve que dar dinero por ti.
-¿Qué?
-A partir de hoy, me enteraré de cualquier cosa que te pase. Vendré cada que pueda, te visitaré y veremos qué se nos ocurre después.
-¿Qué harás conmigo?
-Llenarte de besos.

La chica no sabía qué sentir ni cómo reaccionar, sólo tenía la certeza de que era la amante de Maragaglio como lo había sido Marine, como cualquier otra. Mismo estatus, mismos regalos, escaso tiempo para tenerlo consigo y le asustaba la idea de acabar enloquecida por él.

-Eres libre, Katrina.
-Si lo fuera, no me pedirías nada.
-¿Qué hay de malo en desear que sólo seas para mí?
-Que estoy enamorada de otro hombre.
-Puedo vivir así.
-Amo a Zezz.
-Soy casado.
-Tú no amas a tu esposa.
-Amo a mi familia, Katrina.
-No te entiendo.
-¿Por qué me miras como enamorada entonces? No me molesta pero es raro.
-Eres el peor de los clientes que he conocido.
-¿Estás enojada?
-¡No quiero ser una más! 
-Me estoy quedando contigo pero no puedo ofrecerte un cuento de hadas o ser tu novio.
-Eres malo.
-Eres la mujer con la que engaño a Susanna. 
-Eso lo sé.
-No dejaré a mi familia.
-¿Para qué me propones esto?
-Para ser tu amante. No conozco otra forma de hacerte feliz.

La joven se asombró de cuán canalla, ventajoso y cobarde podía ser Maragaglio una vez que depositaba su confianza en una mujer. Más le sorprendía que supiera mantenerla atenta y no rechazara las nuevas reglas aunque fuera lo correcto. Sus fuerzas eran insuficientes para odiarlo pero aún bastaban para no rendirse ante él y sabía que ese rasgo era el que más lo atraía. Por otro lado, el consejo de Zezz de aprovechar el dinero de Maragaglio al máximo le rondaba la cabeza. Si ser su mujer escondida iba a asegurarle recibir costosos detalles, una tarjeta de crédito que no tenía que pagar, una cantidad  mensual puntual y un lugar donde vivir, cerrar el trato sin perder más tiempo era aceptable. Tenía permitido seguir al lado de su hombre y este también gozaría de los beneficios en algún momento ¿Pero ella era capaz de vivir de esa manera, con migajas del amor de un Maragaglio insatisfecho? Porque en la cama era fácil divertirse con él, pero fuera de ella ¿algo podía florecer? ¿Dormiría con la consciencia tranquila estando con su novio, a la espera de juntar ese monto que les haría cumplir sus sueños? ¿Zezz aceptaría esa situación?

-Maragaglio, no me lastimes y tampoco me contagies algo.
-De acuerdo.
-¿En Finlandia nos separamos, verdad?
-Procuraré verte lo más pronto posible.
-No me hagas esperar tanto.
-Tengo la intención de estar para ti.

El hombre besó a la joven largamente y Katrina acabó mirándolo, nuevamente, de forma similar al de una mujer sintiendo amor. Era involuntario pero también cómodo, aunque ambas partes tenían claro que sus sentimientos no eran de enamoramiento, por muy íntimos que fueran entre sí.

-Hay que ir por las niñas - recordó él.
-Han de estar comiendo spaghetti de calabaza.
-¿Qué cosa? Spaghetti con calabazas, dirás.
-Eso dice el menú de la cafetería.
-Yo pensaba que únicamente en América cocinaban pseudoitaliano.
-Jajaja, no deja de ser comida.

Katrina y Maragaglio se levantaron y colgados del brazo, caminaron hacia la pâtisserie Lemand, en donde Carlota Liukin y su amiga Amy degustaban un pay de nueces con chocolate caliente. Sus platos de pasta falsa seguían sobre la mesa y parecía que les había gustado, puesto que no había rastro alguno de salsa o tofu. 

-¿Podemos sentarnos con ustedes? - preguntó Katrina.
-Ay, claro ¿Cómo te fue con tu novio? - siguió Amy.
-Consiguió que le encargaran llevar unas cosas a Bélgica y fue muy lindo en verme antes de irse.
-Fue una cita corta.
-¡Sí! Pero lo vi y le di un besote a mi corazón ¡Me trajo obsequios!
-El collar rojo es bonito.
-Le pedí caracolas y si las trajo.
-¿Qué harás con tantas?
-Unos broches ¡Mi novio es lindo!
-Qué tierno, seguro es perfecto.

Carlota y Amy comenzaron a idealizar al desconocido muchacho mientras Maragaglio guardaba silencio sobre el cortante episodio y Katrina pedía un capuchino con pistaches para desviar la atención hablando del menú de Lemand. Aunque los cuatro se divertían, el celular de Maragaglio sonó y él tuvo que apartarse para responder. Las chicas guardaron silencio y pronto repararon en que las noticias eran malas.

-Ay, no ¡La señora Susanna está con tanque de oxígeno! ¿Cómo se contagió? - se lamentó Carlota.
-Ha de ser una gripe mutante - dijo Amy.
-A Katarina le pusieron una mascarilla y sigue sin poder respirar.

Pero Maragaglio no se contuvo cuando le mencionaron a Marco Antonioni y la falta de espacio para reubicarlo, así como su creciente interacción con Katarina Leoncavallo, misma que se consideraba en el hospital "algo de jóvenes" que le hacía bien a ambos.

-Carlota, tú conoces a Maragaglio mejor que yo - comentó Katrina.
-¿En serio?
-¿Es así de celoso?
-Con Katarina nada más. Es que siempre la cuida.
-Da miedo.

El silencio retornó y las tres se quedaron contemplando a Maragaglio, mismo que entre su esposa y su prima, reflejaba una preocupación nunca vista. Katrina se aferraba a pensar que él no buscaría la manera de hacerla su amante sin derecho a estar con Zezz o disfrazarla de las dos mujeres importantes de su vida.

sábado, 23 de octubre de 2021

Las pestes también se van (Edward Hazlewood y sus hijos)

Rodrigo Amarante, Fabrizio Moretti y Binki Schapiro con su proyecto 
"Little Joy" (2008)

Venecia, Italia. Martes, 19 de noviembre de 2002.

La cuarentena veneciana al fin había surtido su efecto y ni un alma caminaba por las calles salvo los aventurados que requerían de productos de las farmacias. La mitad de los habitantes estaba contagiada de influenza y a la otra le faltaba poco para estarlo o esa era la impresión de quienes se dedicaban a cuidar a sus parientes enfermos. Los hospitales registraban números de ocupación preocupantes y los presentadores de televisión se preguntaban qué rayos pasaba en la ciudad para que los últimos meses sólo tuvieran malas noticias. La superstición indicaba que la muerte de una niña era una señal peligrosa y Elena Martelli había sido el preludio al suicidio masivo y ahora a la agresiva epidemia. Venecia pagaba caro el precio de haberse descuidado.

-La gente piensa disparates, déjalos - decía Edward Hazlewood a su hijo Fabrizio antes de entrar a pedir informes. La sala de urgencias había sido despejada apenas y por fin los recepcionistas podían hacer su trabajo sin dificultades.

-Professore! ¡Marco se ha hecho novio de la Katarina! - anunciaban con bombo y platillo y el señor Hazlewood no pudo evitar sonreír al acercarse. La poca gente alrededor también reaccionaba con felicidad y sorpresa.

-¡Ahora falta Fabrizio con Carlota Liukin! - gritó otra persona antes de que el mismo Hazlewood, tímido y casi torpe pidiera que le informaran como seguía Marco Antonioni. Fabrizio Antonioni procuraba estar atento.

-Marco va bien con el oxígeno, tal vez lo lleven a un ala regular mañana - contestó alguien más antes de darle un papel con los detalles del tratamiento del chico. En él se leía que el doctor Pelletier le haría un estudio para revisar su corazón.

-Le he pedido a Marco que deje el trabajo de gondolier. Espero que cuando se recupere decida hacerme caso - continuó Hazlewood.

-A Marco le gusta, déjalo divertirse - replicó Fabrizio.
-No quiero que se extralimite. Lo hemos pasado mal antes.

Ambos dudaban entre permanecer en el lugar o simplemente irse cuando oyeron la queja de una chica muy ruidosa que no paraba de chocar sus bolígrafos como juego. Maurizio Maragaglio no había sido muy amable al preguntar por el estado de salud de su esposa y continuaba exigiendo que Marco Antonioni fuera retirado del lado de Katarina Leoncavallo.

-¿Ese hombre no se cansa de fastidiarnos? - gritó Fabrizio.
-Cálmate.
-¡Hay que defendernos, papá! 
-¿Qué puede hacer si se fue de la ciudad? 
-Fue a buscar a Marco varias veces y siempre nos amenaza.
-¿Crees que no sé cómo actuar? Que Maragaglio venga si quiere, con ustedes no va a meterse.

A Fabrizio Antonioni se le fueron las palabras y los presentes se preguntaban que podía hacer un hombre tan frágil y delicado como Edward Hazlewood si además era distraído y un asustadizo conocido. 

-¡Carlota Liukin no tiene un padre loco! - exclamó alguien más para levantarles el ánimo y el joven Fabrizio no pudo aguantar ni el sonrojo ni la carcajada. A Ricardo Liukin lo había visto de lejos más de una vez y parecía un hombre amable con sus hijos, además de que se sabía que entre Maragaglio y él la relación no era buena y se la pasaban poniéndose en su lugar a cada instante.

-¿Qué te ha dicho Marco desde la primera vez? Que Liukin y Maragaglio son hermanos. No confíes en él - aconsejó el señor Hazlewood al decidir volver a casa.

-¡Pero Carlota es muy bonita! - remató el muchacho y su padre no evitó sentirse feliz por él. Al fin y al cabo, aún existía cierta inocencia en el amor adolescente y sabía que ni Marco ni Fabrizio eran malas personas.

-Deseo que esto te haga dejar de fumar - dijo Hazlewood rotundo y su hijo se echó a reír porque había estado a punto de sacar un cigarrillo al advertir que se dirigían a la salida. Afuera seguía el panorama solitario y lluvioso que alimentaba la curiosidad por saber qué ocurría en la calle. 

Edward Hazlewood e hijos eran vecinos del barrio de San Polo y su puerta quedaba enfrente de la perteneciente a la familia Berton, así que era común enterarse de los nuevos acontecimientos en el eterno conflicto con Maragaglio y por supuesto, se mantenían al pendiente del señor Berton. Fabrizio a veces hacía las compras de ese hombre cuando ninguna de sus hijas podía hacerse cargo y al momento de llegar a su casa luego de caminar un largo tramo, se toparon con Anna Berton inútilmente lidiando con una chapa que no podía ajustar.

-Yo la ayudo - saludó Fabrizio y enseguida se dedicó a evidenciar cuáles piezas estaban mal puestas y que ocasionaba que aquella familia recibiera regaños de la policía por no quedarse al interior de su hogar.

-Necesitan cambiar todo, la chapa se va a romper - advirtió el chico.
-¿Justo ahora? Nadie puede venir - dijo el señor Berton al asomarse.
-Papá puede armarles una y traerla en una hora.
-El señor Hazlewood tiene mucho trabajo seguramente.

Fabrizio iba a decir que no pero fue interrumpido por la pregunta "¿Cómo sigue Marco?" al intervenir Anna Berton.

-Mañana sale de Terapia Intensiva.
-Me alegra mucho por ustedes.
-Mi hermano no ha de estar preocupado.
-¿Es por lo de Katarina, verdad?
-¿Lo saben, señora Berton?
-Comparte lugar con ella, Maragaglio está furioso.
-Tanto alboroto para que la Katarina terminara de novia con Marco de todos modos.
-¿Novia? ¿Esos dos se decidieron?
-De algo les sirve estar enfermos.
-Dicen que ella está muy mal.
-Ver a Marco le hace bien.
-¿Miguel Liukin lo sabe? 
-Supongo que sí, los chismes son rápidos.

Anna Berton no replicó a eso pero el señor Hazlewood notó lo que sucedía.

-Ricardo Liukin es su amigo ¿verdad, señora?
-Señor Hazlewood, no se agite por eso.
-De alguna manera el tema llegará a mi clase. 
-¿Por qué lo dice?
-Andreas Liukin toma mi optativa de astronomía.
-No sabía.
-Venecia sigue siendo un lugar pequeño.

Ella sonrió y recordó que conocía más a los Liukin que a sus propios vecinos. Si Katarina antes les causaba enojo, con lo de Marco acabarían por odiarla. 

-Arreglé su puerta pero no olvide contratar a un cerrajero, señor Berton - advirtió Fabrizio Antonioni luego de probar la llave que correspondía con éxito. Su padre lo miraba aliviado de que pudiera paliar el problema sin hacerse el gracioso.

-Fabrizio ¿Cómo vas con los Stocks? - siguió Anna.
-¿Los Stocks? Eh, no toco con ellos.
-Creí que sí.
-Les ayudé mientras encontraban baterista. Marco es el que está en el grupo.
-¿Tu hermano?
-Es el que escribe las canciones y canta con Jules.
-¿Jules? 
-El vocalista.
-Entiendo... Con razón Katarina no podía ir a los conciertos.
-Maragaglio va a verlos al Bacaro Risorto y al club 451 de Castello.
-¿En serio?
-Sabemos que va a vigilar a Marco pero le gusta la música. Se aprendió todas las canciones.
-Es un hipócrita.
-El otro día fue al concierto que di con mi propia banda.
-¿Tienes una, Fabrizio?
-Se llama Shy et Joy. Cuando pase la epidemia quizás toquemos en el 451. Está invitada, señora Berton.
-Muchas gracias.
-Que esté bien.
-Igualmente.

Fabrizio Antonioni dio la media vuelta y su padre se quedó parado sin saber cómo decir adiós, al grado de tener que sostenerlo del brazo izquierdo para llevarlo al interior de su hogar. Los Berton estaban acostumbrados a verlo actuar de esa forma y no mencionaron palabra hasta que los vecinos cerraron su entrada.

-Siempre siento pena por el señor Hazlewood, papá - comentó Anna.
-Quién sabe qué le habrá pasado en Inglaterra. 
-Ha sido tímido todo el tiempo.
-Al menos tiene hijos con paciencia.

La señora Berton resolvió entrar a casa pero continuaba inquieta. Entre la llamada de Maragaglio y las novedades con el vecino, no estaba tan segura de qué asuntos le competían o si debía estar al pendiente de todo. Entonces se sorprendió de no haberle platicado a los Antonioni sobre la enfermedad de Susanna. Así habrían sabido que incluso la familia Leoncavallo había tenido conocimiento de Katarina y Marco desde el primer momento.

Cuando anocheció en Venecia, el cielo se despejó y la lluvia dio paso a una noche fresca con viento agradable. Como casi todos los días desde que habían llegado a la ciudad, Edward Hazlewood subía a su techo y se dedicaba a mirar las estrellas mientras escapaba el sonido de una batería con la que Fabrizio ensayaba con insistencia. El chico paraba cerca de la medianoche y le recordaba a su padre que debía dormir para ir a trabajar al día siguiente midiendo los niveles de agua de los canales grandes y la Laguna di Venezia, preparar su clase para la universidad o tratar de perfeccionar algunos inventos que llevaban años sin poder ser terminados. El ayuntamiento de la ciudad valoraba las estimaciones de Hazlewood para conceder permisos de navegación y este a cambio podía pasar jornadas tranquilas viendo los atardeceres desde el Canal San Marco.

Anna Berton, sin embargo, quiso curiosear por su ventana y descubrió al señor Hazlewood dibujando mientras lo iluminaba una vieja lámpara de aceite. Como jamás lo había visto hacerlo, se quedó cautiva un largo rato, preguntándose si las noticias sobre Marco Antonioni eran tan positivas.

-Ricardo Liukin te llama - avisó el viejo Berton y ella se apresuró a contestar desde su lugar.

-¿Cómo sigues?... Me alegra ¿Sólo te queda el dolor?... Bueno, una influenza no es cualquier cosa... Susanna se la ha pasado dormida este día, ojalá eso le ayude... Maragaglio no regresará pero ya sabía que no contábamos con él... ¿Cómo? ¿Tomó un vuelo?... ¿Por qué te avisó y a mí no?... Claro que discutimos, es un imbécil... ¿Desobedeció a los mandos de Intelligenza? ¿Sabes si viene solo?... Eh, por nada, es que estoy acostumbrada a que tenga alguna amante... ¿Te habló de mí?... Es que creí que lo acompañaba una mujer que le decía "cariño"... ¿También la oíste? ¿Qué hace ahí metida?... ¿De "prensa"? Lo dudo pero supongo que no podemos tener otra explicación... Pues en mi barrio casi todos se contagiaron así que sabré más de lo que necesito ¿Cómo siguen Tennant y Maeva?... Al menos Susanna y tu novia podrán platicar... Pobre Tennant, la ha de estar pasando mal con las agujas... ¿Cuáles rumores?... ¡Toda la ciudad habla de Marco y Katarina!... ¿Vas a seguir enojado o dejarás que Miguel arregle el asunto?... Marco Antonioni le hace la ronda a Katarina desde que la conoce... Estoy contigo pero no voy a negar que me lo esperaba... Oye, si vas a estar hablando de esa niña mejor cuelga y vete a dormir luego de hacer tu berrinche... Házlo frente al espejo si quieres pero no entiendo por qué estás tan furioso... Si se lo hicieran a uno de mis hijos sólo le diría a la chica que se fuera ¿Qué más?... Lo sé, Ricardo... Maragaglio está más que enterado, en Intelligenza de seguro le pasaron el chisme... ¿Para qué quieres saber dónde vive Marco Antonioni? ¿Hablar con él? ¿De qué? ¡No se te vaya a ocurrir reclamarle!... ¡Ricardo Liukin, en serio, no vayas a cometer una estupidez!... ¿Qué te pasa? ¡No, no sé dónde vive!... ¿Qué demonios te importa, Ricardo? ¡Deja a Marco en paz!... ¡Tú no sabes cuánto peleó ese chico por ella! ¿Crees que los Leoncavallo están felices por esto?... ¿Te controlas, por favor?... ¡Ay, Ricardo! ¡Métete con Marco y te doy una cachetada!

Los gritos de Anna se oían en la desierta calle y Fabrizio Antonioni fue donde su padre, quien prestaba atención con desconcierto y una mirada de ansiedad. Ellos se vieron el uno al otro antes de contemplar a la vecina de nuevo, no sin conversar.

-¿Te consta que Ricardo Liukin no está loco? - habló Edward Hazlewood a su distancia.
-No parece un mal tipo.
-Fabrizio ¿De verdad te gusta Carlota? Mira, te puedes fijar en cualquier otra chica y ahorrarte peleas.
-No seas miedoso, papá.
-No lo digo por eso sino porque me interesa que no te rompan la boca.
-No creo que lo hagan.
-Andreas Liukin eligió mi clase para sus créditos extra.
-¿Y eso qué?
-Sabe golpear.
-¿Cómo sabes? 
-Lo pedí jugar con un saco para hacer una medición.

Fabrizio rió un poco pero debía conceder que los Liukin tenían el aspecto de busca pleitos y no existía razón para creer que no honrarían tal característica. Por algo, el orgulloso agente Maragaglio se había topado con pared.

-No te preocupes, papá. No vendrán a reclamar por la Katarina - aseguró el chico.
-Los Leoncavallo son quienes me inquietan.
-¿Tienes un plan, verdad?
-Con Maragaglio, sí.
-Más que suficiente.
-Marco es muy decente en no decirle a la novia que su hermano Maurizio viene a retarnos cada que se le da la gana.
-Le hablará algún día.
-Es mejor no suponer sobre lo que no ha ocurrido, Fabrizio. Pensaré en algo.
-Te defenderemos, papá... ¿Qué dibujas?
-A Katarina le gustan las lilas así que hago un paisaje con muchas lilas.
-¿Te contó Marco?
-Ella misma.
-¿Cuándo?
-Tomó el curso de Pintura Geométrica.
-No me habías dicho.
-Marco la cuidaba camino a su casa, yo sólo me sorprendía de verla ahí.
-¿Hablabas con ella?
-No ¿Qué le iba a decir? Me limitaba a dar el tema y la mujer a veces tenía inquietudes.
-¿Katarina es lista?
-La encuentro a menudo en la biblioteca.
-Marco también.
-Cuando venga a casa, le regalaré esto.
-¿Te cae bien, papá?
-¿A ti no?
-A veces me asusta.
-Igual a mí pero debemos acostumbrarnos a verla. Marco ha de estar muy feliz.
-Katarina es hermosa ¿Quién no estaría contento?
-Demasiado bella, Fabrizio... Tan bella.

Edward Hazlewood notó que estaba por distraerse de nuevo y se ocupó de inmediato en acabar con su dibujo. Fabrizio en cambio, se sentaba mirando a la calle, tratando de oír qué cosas comentaba Anna Berton, sin éxito.

Los Antonioni parecían tan débiles, Fabrizio el único con personalidad, que Venecia no les daba ni un céntimo antes de esa noche. La ciudad sabía que Katarina Leoncavallo estaba desafiando a su hermano por sobre toda la gente, que tantas tardes con Marco Antonioni desde su góndola cuidándola no habían sido en vano. Antes de la llegada de los Liukin, la historia de Katarina y Marco llevaba un sinnúmero de capítulos inacabados, de ella aferrándose al enamoramiento de un Maurizio Leoncavallo distante; de Marco notando cómo la joven le tenía reprimido interés; Venecia atestiguando cómo ambos se mantenían separados y los Leoncavallo los hacían infelices.

Los apostadores habían perdido en esta ocasión. Pero Edward Hazlewood, menos sonriente, menos triunfante, temía enfrentarse a cualquiera más que antes ¿Qué plan seguiría si en realidad no tenía formulado alguno? Incluso pensaba que el asunto no debía implicar grandes dramas pero no tenía la certeza. Katarina y Marco irían a la casa una vez recuperados y lo mejor era esperarlos mientras los demás gritaran, reclamaran o se resignaran.

miércoles, 29 de septiembre de 2021

Las pestes también se van (Maragaglio al teléfono)


-¿Qué hace ese idiota de Maragaglio? ¿No piensa contestar o qué? - se quejaba Anna Berton casi a gritos en casa de su padre, mientras intentaba instalar a sus propios hijos y a sus sobrinos en algún lugar de la sala. El bebé de un año no dejaba de llorar y la cocina era un desastre con trastes y despensa por todas partes.

-Ay, qué alivio ¡Al fin respondes, Riccardo! - exclamó antes de quemarse vertiendo spaghetti. Eran las trece horas.

-¿También enfermaste? ¿Dónde estás?... ¡Me hubieras avisado! Habría pasado a ver a tus hijos... Estoy en encerrada con mi papá, alcancé a comprar latas y paquetes de conservas... ¿Te metieron al hotel Messner? Recupérate pronto... ¿Yo? Muy preocupada ¡Susanna está hospitalizada!... Le dio influenza y le pusieron un tanque de oxígeno ¡Maragaglio no me contesta!... ¿Finlandia? ¿No piensa venir? ¿No va a cuidar a sus hijos?... Yo los tengo, los Leoncavallo están contagiados y los papás de Katarina y Maurizio me los vinieron a dejar... ¿Qué sabes de Maragaglio?... Lo mandaron a Finlandia pero ¿a qué?... ¿Cómo que a cuidar de Carlota? ¿Qué pasó en París?... ¡Yo necesito a ese idiota aquí! Susanna está bastante enferma, un tal Pelletier llamó hace rato para avisarme como está.

Anna escuchaba a Ricardo Liukin decir que en Intelligenza Italiana le habían negado cualquier permiso a Maragaglio de volver y que hacía una hora había tomado un vuelo con escala en Frankfurt.

-Internaron a Susanna a las ocho de la mañana... ¿Maragaglio habló con ella antes? ¿Carlota te contó?... ¿A qué hora llegan a Frankfurt?... ¿No tardan? Ay, eso sería muy bueno, no creo que sepa lo mal que se puso mi hermana.

La casa estaba envuelta en el alboroto infantil y mientras el viejo señor Berton se aseguraba de que el grupo no comiera dulces, el marido de Anna buscaba la manera de arreglar una chapa mientras los carabinieri que iniciaban la vigilancia de la cuarentena le reprendían más de una vez.

-¡Te dije que compraras una herramienta nueva! - gritó la mujer de repente. El silencio llegó poco después.

-Papá ¿Qué le hiciste a los niños? - preguntó al asomarse y ver la televisión con las caricaturas. Ricardo Liukin escuchaba con cierto agrado desde el otro lado de la línea.

-¡Al fin! Supongo que pasaré tres semanas gastando luz con tal de que todos estén tranquilos. Perdona Riccardo ¿En qué estabas?... ¿Pero Miguel responde al medicamento?... Menos mal, otro hospitalizado sería más malo ¿No has sabido de Katarina? Susanna estaba muy triste por ella.

Anna Berton mezclaba como podía algo de salsa de tomate y se iba enterando de la mascarilla de oxígeno, del tal Pelletier como el médico de la joven, de unos exámenes que le harían y también supo de "un hombre" que le hacía compañía en Terapia Intensiva.

-¿No te dijeron quién es? Se me hace extraño que le pongan compañero... ¿Marco? ¿Tienes el apellido?... ¡El gondolier! ¡Los Leoncavallo van a ponerse como fieras! Jajajajajaja... ¿No te dijeron? ¡Marco tiene prohibido estar cerca de Katarina!... ¿Cómo que por qué? ¡Porque esos dos se gustan! Toda Venecia sabe que estarían juntos si los Leoncavallo no fueran unos cretinos... Riccardo, no debería decirte esto por teléfono pero es más ilógico que Katy sea novia de Miguel que encontrarse a Marco Antonioni todos los días de regreso a su casa... No te conté porque te ibas a poner así... ¡Estás gritando!... Comprendo que te enojes por tu hijo.

La mujer no se arrepentía de haber hablado.

-¿Por qué tanta preocupación por Katarina?... Ya sé que estuvo cerca de Carlota pero si ella no se contagia... No creo que pase a mayores, en el hospital han de tener vigilado a este niño y a Katy... ¿Cómo que no puede hacerte eso? ¿De qué se trata?... Bueno, si algo anda mal te vas a enterar y Miguel igual... ¿Te dijeron qué?... ¿Sabes que no hay espacio en ningún hospital? A Susanna la tuve que llevar a San Marco Della Pietà... ¿Internaste a Katarina ahí?... ¿Por qué estabas con ella?... Miguel trabajaba pero ¿por qué ella no fue a su casa?... ¿Se va a mudar? Maragaglio va a poner el grito en el cielo ¿la corrieron?... ¿Quiere vivir con Miguel?

Anna Berton se sorprendió mucho pero no era tonta. Sabía que Katarina Leoncavallo no le era agradable a la familia Liukin y más de una vez había escuchado a su amigo quejarse sobre la presencia de la joven con su actitud agresiva y engreída.

-Katarina va a estar bien, es deportista, se cuida mucho... Riccardo, no vas a resolver nada enojándote, sólo pusieron a Marco junto a ella... Sé lo que dije pero en el hospital no los van a dejar ni platicar y con la mascarilla de oxígeno no creo que puedan levantarse... Miguel ya está grande, él puede pedirle detalles a Katarina, por algo es el novio... ¿Tú quieres una explicación? Esa pídela si tu hijo llora ¿de acuerdo? Antes no hay nada que puedas hacer.

Anna continuó escuchando mientras el enojo de Ricardo iba aumentando y comenzó a preguntarse la razón de que Katarina le fuera tan importante a este, perdiendo la cuenta de las veces que se hallaba mencionándola. Quería callarlo pero él fue quien guardó silencio primero al concluir su largo alegato.

-¿Ahora puedo contarte mis cosas o tengo que esperar a que te calmes? - reclamó Anna y apagó la estufa antes de sentarse en una silla de madera y constatar que empezaba a llover.

-Te dije que tengo a Susanna muy mal, hace rato me llamaron para lo del tanque de oxígeno y su doctor quedó de comunicarse otra vez a las cuatro... La metieron al quinto piso... ¿Maeva también está ahí? No creo que sean vecinas... De todas formas no imagino de dónde habrán cachado el virus... ¿Viene de Nueva York? Entonces fueron los turistas, madre mía. Ojalá yo no me enferme porque no podría cuidar de los niños... ¡Te digo que los Leoncavallo me los vinieron a dejar!... No cuidaron ni a sus hijos y quieres que se ocupen de los de Susanna... Les voy a servir pasta, no sé cocinar otra cosa... Se ven sanos pero estoy segura de que no voy a tardar en oír los estornudos ... ¡Ay! ¿Sabes qué? No voy a pensar que nos contagiamos... Mi papá está con ellos, ya sabes que no le molesta hacerse cargo... Mi esposo no puede arreglar ni la chapa... Un hooligan de esos del Venezia nos echó a perder la puerta... ¿No supiste? Esos idiotas se pelearon con la polizia porque la cuarentena es obligatoria y suspendieron no sé qué partido... No es la primera vez, siempre nos rompen algo... Detuvieron al responsable pero ¿crees que tiene dinero para pagar? ¡Es un muchachito de esos que van a los baccarì de mala muerte en Ghetto Vecchio!... Le llamaron la atención y todo, se disculpó su mamá y prometió traer al cerrajero pero ya conoces a mi marido, todo el tiempo quiere arreglar las cosas aunque no sepa... Me traje cosas de la editorial para trabajar aquí en casa... Hay un escritor que quiero contratar y estoy revisando sus manuscritos con otra cosa de poesía y un libro para niños que salió mal del taller de impresión y estoy viendo cómo venderlo... Ni tiempo hay de corregirlo y la autora nos quiere matar... Es mucho trabajo aunque me digas que no... Creo que acabo en unos días y de todas formas voy a atender conferencias por teléfono... Ya sabes de cuáles, aún debo lanzar un par de títulos antes de que acabe el año... Tú no quieres escribir y sigo esperando por ese libro de recetas que te encargué... Ay, Riccardo, házme caso, te irá bien... ¿Cómo que no sabes de qué hablar? Dices que cocinas muy bien... Ay, olvida eso, son tus memorias, no voy a presionarte... Mira, igual prefiero que hagas un recetario, me dijiste que tienes algo de pescado seco... ¿Quieres hablarlo cuando acabe la cuarentena? Te agendo una cita enseguida... ¿No quieres que hablemos en la editorial?... ¿La vinatería de San Tommaso? Ay, me encanta, venden unas mini hamburguesas... Lo mejor es el vino, eso es cierto... Recupérate pronto, Riccardo... Sí, voy a esperar tu nueva idea... Te dejo porque debo marcarle al idiota de mi cuñado... Maragaglio que se pudra pero primero debe atender a mi hermana... ¿Crees que no está enterado de lo de Katarina? Ese hombre está más al pendiente de ella que de... sus niños... Cuelgo ya, ¿nos mantenemos en contacto? Ojalá regreses pronto a casa... Gracias por desearme la buona fortuna, ciao.

La mujer colocó el teléfono en su lugar y apagó la estufa con una gran sospecha. Susanna le había comentado que no tenía buena espina sobre Katarina y ahora Ricardo Liukin se lo había recordado, obligándola a repasar cada palabra para descubrir algo, cada acto o confidencia que recordara, cada escena. Como la vez que Maragaglio asistió a un concierto con aquella chica para celebrarle sus diecisiete años sin avisarle a su esposa en una escapada de fin de semana. O una pelea con Marco Antonioni en la estación central de góndolas de San Giorgio cuando este pretendía invitarla a un campo de flores a las afueras de Venecia. Y ni pensar en aquel día familiar en la playa cuando Katarina, la recién llegada, había acaparado las miradas con su bikini y Maragaglio no paraba de hablarle ni de jugar con ella antes de apartarse con Susanna. Anna Berton lo tenía grabado en la mente porque su hermana no había podido contenerse al contar lo apasionado y excelente amante que era su marido a partir de ese instante. 

-Seguro ese idiota se enteró de Katarina y Marco antes que yo - murmuró Anna y tomó asiento para respirar un poco. Faltaban veinte minutos para que Maragaglio arribara a Frankfurt y no estaba segura de contactarlo rápido. Aún así, se aseguró de tener el número a la mano y eligió quedarse quieta antes de intentar hablar; pero el teléfono sonó de nuevo y con prisa contestó creyendo que era vital.

-Anna Berton habla ¿Qué se le ofrece y quién es usted?
-"Soy Maragaglio ¿Te desilusiona?"
-¿Llegaste a Alemania antes?
-"No sé de qué me hablas"
-Ricardo Liukin comentó que harías una escala.
-"Carlota dijo eso"
-¿Dejas que una niña invente semejante cosa?
-"Me facilita el trabajo"
-¡Idiota!
-"Muchas gracias, qué halagador".
-¿Cuándo vas a preguntar por Susanna?
-"Lo hago ahora ¿Te han dicho cómo sigue?"
-¿Qué sabes tú?
-"Que la llevaste al hospital y le han puesto oxígeno".
-¿Te llamaron?
-"Yo le pedí a Susanna que pidiera ayuda cuando le hablé en la mañana. Luego en Intelligenza me hicieron saber que tú la internaste y te hablo para darte las gracias".
-¿Tú qué? ¿Las gracias a mí? ¡Susanna es mi hermana, no la voy a dejar morir, idiota!
-"También te quiero"
-¿Te han llamado del hospital?
-"Sí, antes de abordar estuve hablando con el doctor Pelletier... Parece que nadie más atiende en ese lugar".
-No hay personal, todo mundo se está enfermando... Entonces ya sabes que mi hermana se ha puesto mal, en serio mal.
-"En Intelligenza me han pedido prolongar la misión".
-Claro, es que tú jamás estás para Susanna ¡Nunca abandonas tu puesto, no importa si ella se siente enferma!
-"De verdad quise ir".
-¡Estarías aquí cuidando a tus hijos por lo menos, maldito bastardo!
-"¡A mí no me tratas de bastardo!"
-¡Te trato como el desgraciado hijo de puta que eres! ¿Crees que no oigo a la mujer que traes contigo, "cariño"? ¡Estás engañando a Susanna otra vez! ¿Qué diablos necesitas para dejarla en paz o para serle fiel? ¡Mi hermana está grave y tu familia vino a botar a tus hijos en mi casa! ¿Por qué no eres responsable esta vez? ¡Maldita sea, Maragaglio, si Susanna no hubiera respondido un poco con el oxígeno, la hubieran llevado a Terapia Intensiva con Katarina!

El sollozo de Anna Berton se escuchó fuerte y su padre se le acercó para quitarle el auricular. El hombre decidió tomar la palabra aunque fuera contraria a su determinación de no cruzarse con Maragaglio y ante los ojos de su hija, adoptó la serenidad.

-No voy a exigirle cumplir con su obligación de volver porque usted ha decidido lo que hará. Nosotros estaremos al pendiente de Susanna y lo que haga falta, cuidaremos a mis nietos con gusto y cuando haya regresado, verá que no hay dificultades para usted. Maragaglio, diviértase con su amante de turno como siempre lo ha hecho; sabe que el papel de Anna y el mío es el de las advertencias, pero nunca el de las pruebas aunque estén en nuestras manos. Susanna y usted son adultos, no vamos a intervenir en decisiones que no nos competen desde que tuvimos el infortunio de conocerlo. Termine con la misión que le han encomendado y cuente con nosotros. Todo estará en orden, Susanna se recuperará.

El señor Berton terminó con la llamada y Anna le abrazó para llorar cuánto le hacía falta. Los niños en la sala no se enteraban de nada.

-¿Por qué seguimos tolerando a Maragaglio, papá? ¿Por qué le hace tanto daño a nuestra familia? Susanna no reacciona y ahora míranos, estamos solos.
-Podemos con esto.
-Papá, ya no sé qué hacer ¿Por qué él siempre hace esto? ¿Por qué tiene una amante justo ahora?
-Apoyaremos a tu hermana procurando a sus hijos en este momento. Es lo sensato, Anna. 
-¿Sólo eso?
-Confiemos en que Susanna se recuperará y tomará la decisión que le parezca correcta ¿Tienes hambre?

Anna Berton asentó y se incorporó para tomar tenedores y platos antes de arreglar la mesa y convencer a los chicos en la sala de compartir un momento familiar. Los informes sobre Susanna Maragaglio y su salud serían recibidos a las cuatro de la tarde. 

lunes, 6 de septiembre de 2021

Por un poco de tu amor


Vestido "Lindsey", colección "Less is more" de Eva Lendel.

París, Francia. Lunes, 18 de noviembre de 2002.

La tormenta concluyó por la tarde y la multitud salió la calle a disfrutar de la nieve antes de que se convirtiera en hielo. Algunos restaurantes abrían sus puertas para recibir a improvisadas clientelas con niños y la familia Becaud resolvió ofrecer chocolate caliente y panecillos en el suyo para que nadie sufriera un resfriado. A esa hora, se sabía poco en las noticias sobre los inconvenientes de la nevada en el departamento de Ilê de France pero si había sobre Venecia y su situación de emergencia. Maragaglio por supuesto, no estaba sorprendido de la información mientras el médico Luc Pelletier le daba el parte médico de Katarina.

-¿Por qué le metieron un hombre al cuarto?... ¿Cómo que no hay lugar? ¡Le pedí a Gatell que Katy se quedara sola!... Ya sé que usted no es Gatell y que el tipo ese es su paciente pero... ¡Exijo una explicación! ¡Ella no puede estar acompañada! ¡Les recalqué que lo sacaran!

Los gritos de Maragaglio llamaban la atención de la gente al interior y a Cumber le daba risa.

-¿Quién es el tipo que internaron con Katarina?... ¿Cómo que no puede decirme?... ¡Le meten a un desconocido al lado y sin avisar! ¿Cómo quiere que me ponga, doctor?... No lo necesito, soy de Intelligenza Italiana, puedo tener ese nombre sólo pidiéndolo ¡Me lo da ya!... ¿Marco qué?... ¡Antonioni! ¿El gondolero idiota?... ¡Ya sé que se pronuncia "gondolier"!

Mientras la pena ajena se apropiaba de los parisinos presentes y de Carlota y Marat, Maurizio Leoncavallo se acercó con el rostro severo a Maragaglio para escuchar más de cerca.

-¡No me interesa si Antonioni tiene Marfan o lo que sea que tenga! ¡Fui muy específico cuando pedí que dejaran a Katarina en paz!... ¿Cómo que son amigos? ¡Ella jamás le ha hablado!... ¿No han parado desde que él llegó? Ni siquiera se conocen... ¿Katarina está de acuerdo?... ¿Que ella y Marco qué?

Judy Becaud y Cumber no se contuvieron en ese momento y aunque no entendían una palabra de italiano, lanzaron una carcajada escandalosa por lo que estaba sucediendo.

-¡Le dije que Katarina era ese tipo de chica! - alzó la voz Cumber, dando palmadas a la barra y ocasionando que Marat también comprendiera y los acompañara en la algarabía.

-¿De qué hablan? - preguntó Carlota.
-De que a Katarina le gusta su compañero de cuarto - contestó Marat.
-¿En serio? Creí que ella estaba loca.
-Se enfermó nada más.
-¿Por qué estás feliz?
-Hombre y mujer juntos en un hospital ¡Ya sabes lo que dicen!
-No ¿qué cosa?

Aunque en esa fecha aún no ocurría nada entre Katarina Leoncavallo y Marco Antonioni, el hecho de que conversaran y voltearan a verse le resultaba suficiente prueba al grupo de que se estaba formando la pareja. Los jóvenes en los hospitales suelen establecer vínculos e intimidad, razón por la que rara vez se les permite convivir.

-¿Qué hacen?... Ah, Maragaglio. Cuando se prima se besuqueé con su compañero entonces si podrá enojarse - se burló Katrina al acercarse.
-¿Sigues en pijama? - notó Cumber.
-Tú igual y no te juzgo.
-¿Cómo le vas a quitar el coraje a ese hombre?
-Que se lo quite solo.
-¿Crees que te pida sexo?
-Va a querer tenerlo de cualquier forma.
-¿Te ríes de él?
-Le dije desde la mañana que Katarina está muy ocupada en sus propios asuntos.
-¿Cuánto le va a durar el enojo?
-Toda la semana.
-¿Lo vas a aguantar?
-Supongo... ¿Sabes que tiene una cita? Antes de bajar llamó a la tal Marine porque le tiene una sorpresa.
-¿Marine? ¿La del sobre?
-Y telefoneó a alguien más pero de eso no sé.

Judy Becaud pasó saliva luego de escuchar aquello y miró con desprecio a Maragaglio, intrigándose por el plan que ejecutaba aquel y sin estar segura de que vería a Marine sin ganas de fulminarla.

-Cumber ¿Crees que venga? 
-¿Marine? Tendría no sé si estupidez o valor, señora Judy.
-Ella sólo trajo los papeles.
-No creo que alguien la perdone.
-Tú la atenderás.
-¡Usted es la mejor jefa que he tenido!
-Seguro, es que entrometido no eres.
-Usted curiosa tampoco es.

Cumber se divertía cuando vio entrar a Enzo Leoncavallo y recibir la seña por parte de Maragaglio de que ocupara una solitaria mesa junto a la pared del fondo. El hombre traía una gran maleta y un catálogo en la mano.

-¡Ay! ¡Ayuda a ese hombre, por Dios! - dijo Judy y Cumber mismo auxilió al señor Enzo al notar que también traía un rack lleno de vestidos y un par de cajas. Los comensales parecían llenarse de expectativas ante tal arribo.

-Buenas noches ¿Puedo colocar estas cosas en un rincón? - saludó el propio Enzo.
-Por supuesto, tío. No se preocupe, pondré a alguien a cuidar - respondió Judy sin reparar en qué estaba usando un lenguaje afable y familiar. Carlota y Marat se miraron mutuamente antes de colocarse junto a otro baúl que alguien llevaba sin esperar propina.

-El tío Enzo vende vestidos de novia ¡Dijo que traería los nuevos diseños de la tía Pnina! - se emocionaba la chica Liukin.
-¿Qué dijiste?
-¡Ay, Marat! No sabes lo bonito que trabajan ¡Siempre salen en las revistas de moda!
-¿Desde cuándo son la tía Pnina y el tío Enzo?
-¡Va a venir una novia a probarse todo lo que trajeron! Maragaglio quiere regalarle su vestido.
-¿Qué?
-La novia era empleada de Intelligenza.
-Entiendo.
-¡En la nueva colección hay perlas y moños grandes y mucho tul y bordados a mano y un montón de cosas que han de estar preciosas!
-¿Y si no?
-En la siguiente línea se reponen.
-¿Por qué te interesan los trajes nupciales?
-¡Porque brillan mucho! 

Marat sonrió ante el entusiasmo ingenuo de Carlota, quien no dudaba en pedir uno de los catálogos y comenzar a darse una idea de lo que estaba por ver.

-Tendremos un show de modas si todo sale bien - advirtió Enzo Leoncavallo.
-¿Salir bien? - preguntó Marat.
-Nuestra invitada no parece ser muy grata por aquí.
-¿La conocemos?
-Por lo que Maragaglio me ha contado, sería increíble que no la hubieran visto.
-¿Quién es?
-Marine, la chica que le vino a entregar el sobre a la señora Judy.
-Qué loco.
-Parece que Maragaglio quiere agradecerle.
-¿Usted está de acuerdo?
-Para mí es un negocio más; para él debe significar algo.
-Creímos que la odiaba.
-A veces los Leoncavallo actuamos de formas raras.
-¿La convenció de venir? 
-Ella lo llamó para disculparse.

Marat y Carlota se quedaron boquiabiertos y descubrieron que Maragaglio le había mentido a Katrina sobre ese asunto. Él no había telefoneado a Marine y no se veía muy dispuesto a la visita porque seguía con su fuerte queja sobre Katarina y el tal Marco.

-Esto no será agradable - advirtió el entrometido de Cumber.
-¿Siempre eres así?
-Vivo para este chisme porque Katarina está en él.
-¿Ella qué tiene que ver?
-¿No lo ves, Marat? Maragaglio se desquita: Katarina está enferma y muy lejos, ni siquiera la puede visitar y ella en lugar de postrarse en cama y quejarse, encontró diversión y compañía sin mover un dedo. Marine que no es nada brillante también lo hizo enfadar y entre esa mujer y Katarina ¿a quién crees que eligió para descargarse? Maragaglio iba a asistir a la boda de Marine para arruinarla pero como ella quiere pedirle perdón, le dio paso a un plan más perfecto.
-¿Echarla a perder por un sobre? Fue grave pero no es para hacer eso.
-¡Despierta, Marat! Marine era su amante.
-¿Cómo sabes? - exclamaron Carlota y el mismo Marat al unísono.
-Cuando Katy se acueste con el gondolero idiota en unas horas, cualquiera aquí va a agradecer que Maragaglio se vaya en contra de esa mujer que no conocemos. Marine también le mandó la información familiar a Susanna Leoncavallo.

Carlota se llevó una mano a la cara en lamento y con la sensación de que había recibido mucha información.

-No sé si contarle a mi padre de esto.
-¿Deberíamos irnos?
-Marat ¿quieres una malteada de fresa en la barra?
-Tu familia italiana es más extrema que todos los Liukin juntos.
-Un asaltante me dio un batazo y me dejó en coma.
-Pero nadie se está vengando.

La chica Liukin no comprendía a qué se refería el joven Safin con eso y regresaron con Judy, abandonando el baúl que habían querido cuidar al inicio. La incomodidad era mucha.
 
-¿Qué les dijo Cumber que traen mala cara? - curioseó Katrina.
-Sus idioteces de querer ver desnuda a la modelo del tío Enzo - contestó Marat mientras pensaba que los Leoncavallo daban miedo. Acto seguido reparó en Maurizio, que también se llenaba de ira al escuchar cómo su hermana se relacionaba con su compañero en el hospital. Así aprendió que lo ocurrido con Katarina Leoncavallo y sus miradas lujuriosas en la pista de hielo de Bércy lo habían expuesto a padecer los celos por los que un Leoncavallo era capaz de desconocer los límites. Por algo se iba enterando de que al gondolero y a Katarina se les había prohibido acercarse por años.

La calefacción en La Belle Époque era agradable y se volvió posible para muchos el despojarse un momento de las chaquetas y los abrigos. Maragaglio permanecía ajeno a ese momentáneo alivio, con la mirada y risa de Katrina fijas en él.

-Me alegra estar aquí - comentó la joven.
-¿Por qué? - respondió Judy al tomar asiento detrás de la barra.
-Maragaglio es todo un espectáculo.
-Eso sí.
-Se le pasará el enojo, no es que a Katarina le importe mucho lo que piensen de ella ahora que está enferma.
-¿Tú qué sabes?
-Los Leoncavallo siempre ahuyentan al tal Marco. Maragaglio me dijo que a su prima le gusta el muchacho pero no le dan permiso de verlo.
-¿Por?
-Al hermanito y a los papás no les agrada desde que Marco les reclamó por tratar mal a Katarina hace como mil años.
-¿Mal?
-Toda la familia es cretina con la "niña". Ese día la estaban regañando por ordenar helado en un restaurante.
-Katarina odia el helado, me lo dijo Carlota.
-Tu primita tiene prohibidas dos cosas: Marco y comer. Adivina quién se aseguró de que pudiera terminarse su postre ese día.
-¿Por qué ella no tomaría una comida? Es deportista.
-Maurizio le vigila la dieta desde chiquita. En su cumpleaños no la deja comer más que una cucharada de pastel, los papás le sirven poco y tuvo un abuelo que la tenía a dieta de agua y salsa de tomate para que no "engordara".
-Ella habría muerto.
-Maragaglio se enteró de que Katarina se dio un banquete en Nueva York y Maurizio le gritó muy enojado por hacer eso.
-¿A qué hora? 
-Eso no lo sé. Lo que sí es que a tu primita la obligan a repetir que el helado le da asco y ya casi se lo cree.

Carlota Liukin no sabía si irse, pero su repentina palidez llamó la atención de Marat.

-¿Estás bien? - pronunció él, asegurándose de que nadie más lo oyera.
-Sí.
-¿Por qué te pones así?
-Es que no entiendo ¿Recuerdas que te conté lo que le pasó a Jyri Cassavettes estando con Katarina? 
-Que se quemó.
-Te dije que Katy huyó a una gelateria pero Maurizio estaba seguro de que a ella no le gustan esas cosas.
-Te respondí que era sospechoso.
-Maragaglio es quien la conoce mejor y si dice que ella sí come gelati, entonces debe ser cierto.
-¿Tú qué crees?
-¿Y si Katarina le ha ocultado a su hermano que ha comprado gelati siempre?
-¿Qué quieres decir?
-Que ella no puede evitar el munchies cuando hace cosas horribles o se siente mal.
-¿Estás segura?
-Cuando me amenazó en la competencia de Murano, robó un galletón que Yuko había comprado y no le digas a nadie pero oí que Katarina se abalanza sobre la comida en el hospital.
-¿Qué?
-He escuchado rumores pero Sasha Cohen dice que Katarina no paraba de devorar lo que encontraba en Nueva York. Maurizio se enteró de la pizza y de los hot dogs pero dicen que comió tacos y chocolates, bebió muchísima soda y se emborrachó antes de tomar el vuelo para venir acá.
-¿Cuál es el punto?
-Que Katarina confesó que mató a Jyri cuando corrió por gelato.
-Estás bromeando.
-Es que creo que lo hizo.
-¿No te parece grave que su familia la controle con los alimentos? 
-Marat...
-Eso se puede comprobar; lo de Jyri bien sabes que no.

Carlota sintió que estaba siendo reprendida por su perspicacia, razón que la hizo sorber su malteada apenas la tuvo enfrente.

Maragaglio terminó su llamada al hospital en Venecia y luego de intercambiar un par de palabras distantes con su tío Enzo, se aproximó a Katrina con frustración. Un trago de absenta le esperaba y lo bebió de golpe.

-¿Enojado, cariño?
-Ponte el vestido amarillo de satín con el cinturón que te compré. Necesito que te veas sensual y parezca que puedo quitarte la ropa muy rápido.
-Maragaglio, sabes que no haré eso.
-¿Quieres que Marine te vea en pijama?
-Me pediste cooperar, no disfrazarme.
-¿Crees que la vas a convencer de que eres Katarina con esa ropa?
-No sé que intentas pero no me interesa, corazón.
-¡No estás aquí para hacer tu voluntad, Katrina! 
-¡Vete al diablo! 
-Necesito que Marine sienta celos de ti.
-¡No va a pasar!
-¡Te confundió con Katarina, ayúdame!
-¿Qué quieres hacer? Tranquilízate.
-Por favor.
-Esto es malo.
-Te necesito ahora.

Maragaglio se veía confuso y Katrina optó por seguirle la corriente luego de recibir un beso. Cumber y Judy esperaron a que él saliera del local para al fin hablarse.

-Ese hombre es una vergüenza.
-Señora, ¿todavía quiere que me encargue de él?
-Cumber ¿Sabes controlar a tipos como ese?
-Trankov no me ha enseñado tanto.
-No quiero saber en qué va a terminar.
-Igual lo verá porque Maragaglio no es el único con ganas de destrozos ¿Usted piensa que Maurizio Leoncavallo está reaccionando muy bien a lo de su hermanita? 
-No.
-Quien sabe qué les habrá hecho ese gondolier pero si a Katarina la vigilaban para que no fuera su amiga... 
-Los Leoncavallo son unos enfermos, Cumber.
-Ese tal Marco ha de ser importante.
-¿Dijiste "gondolier"?
-Es lo correcto ¿no?

El ambiente pesado hacía que cualquier persona se abstuviera de marchar únicamente por curiosidad. Enzo Leoncavallo acomodaba vestidos diversos alrededor suyo y algunas personas preguntaban por ellos. Al ser prendas de muestra, algunas telas traían marcas de pisotones o roturas en las faldas; incluso un corpiño con pedrería tenía una quemadura. 

-Hoy tuve una sesión de fotos desastrosa en una televisora y apenas me devolvieron un vestido que a Marine le quedará maravilloso. También tengo pensado un estilo princesa con un corpiño de transparencias y joyería con falda enorme y otro princesa de tul brillante y detalles de satín - comentaba el hombre a quien quisiera escuchar; incluso podía atender a una improvisada clienta interesada en un vestido liso con encaje a los costados y escote en la espalda. A Carlota Liukin le era inevitable observar.

Al mismo tiempo, en la calle, Maragaglio esperaba por Marine Lorraine. Lo hacía sin cigarrillos, con el celular apagado, un buen abrigo y el rostro bajo. La mujer iba tarde pero la razón era que no se atrevía a entrar al bistro y desde el otro lado de la banqueta miraba que tan lleno estaba el lugar. 

-No te preocupes, yo cruzaré - declaró Maragaglio al reconocerla y se le aproximó con las manos en los bolsillos, adivinando que ella quería huir. Parecía que volvería a nevar y Marine traía un gorro gris en el que se depositaban unos tímidos copos.

-¡Qué hermosa te ves! - saludó él.
-¿Qué dijiste?
-Perdona, es que hace tanto que... Siempre has sido linda.
-Maragaglio, yo no debo estar aquí.
-No te vayas.
-Se que estás molesto.
-No lo estoy.
-Trankov te dijo que estuve entregando un sobre aquí ¿Cierto?
-Marine, no te preocupes.
-Supe que reaccionaste mal.

Maragaglio miró a la mujer directamente a los ojos.

-Enfurecí - admitió él.
-¡Lo siento tanto!
-No era manera de enterarme.
-Yo me arrepiento mucho.
-Hablé con mi esposa. No te preocupes, todo está bien.
-Ay, yo... Maragaglio, no quise lastimarte.
-No lo hiciste.
-¡Claro que sí! Incluso cuando te llamé estabas enojado y gritabas.
-Es que he pasado muchos días tratando de no buscarte.

Marine se desconcertó un poco.

-Es que... Desde que Katarina y yo estamos juntos, me he dado cuenta de que no funcionamos.
-Maragaglio ¿Tienes una relación con tu prima?
-Te confesé que estaba enamorado de ella y ahora no sé cómo terminar.
-Empeoré todo ¿verdad?
-Lo que hiciste no fue correcto.
-Perdona si compliqué las cosas.
-No era manera de enterarme.
-¡En serio, lo siento!
-Pero no habríamos vuelto a vernos.
-He sido una loca todo este tiempo.
-Yo he sido malo contigo por cuatro años.
-Maragaglio...
-No podía aceptar que te extrañaba y que separarnos fue un error.
-¿Qué dijiste?
-Te vas a casar y yo quiero ofrecerte la disculpa que te mereces. 
-¿De qué hablas?
-Con Katarina soy muy infeliz y Susanna me hace sentir atrapado. Estoy pagando lo que te hice, Marine.

Maragaglio bajó la mirada de forma tal, que por un momento su rostro quedó a la altura del de Marine. 

-Teníamos algo especial ¿No crees? - continuó él.
-Lo terminaste.
-Me has hecho falta.
-Ni siquiera hablas conmigo.
-Mujer, yo no quería verte más.
-¿Qué me dices entonces?
-Déjame pedirte perdón.
-No debo creerte.
-Tienes todo el derecho.
-La última vez que te llamé estabas enojado.
-Tuve un tiroteo esa noche... Marine, esto es difícil. Mírate, eres tan linda y yo he empezado a envejecer.

Maragaglio reflejaba una gran angustia.

-¡Te vas a casar! - exclamó para cambiar de tema.
-En unos días.
-¿Quién es el afortunado, Marine?
-Se llama Laurent.
-¿A qué se dedica?
-Es especialista en finanzas.
-¿Trabaja en un banco?
-Corredor de bolsa.
-¿Crees que me ayude en unas inversiones? El dinero nunca está de más.
-Dicen que va y viene pero no lo creo. 
-Exactamente... Bueno, Marine, nunca te faltarán recursos.
-Espero que así sea.
-¿Cómo lo conociste?
-En una regata en el Quai de Seychelles ¿Te acuerdas?
-Es un lugar precioso.
-Mi padre y yo fuimos a ver la competencia y Laurent se presentó solo.
-¿Albert Damon tuvo tiempo de estar contigo?
-Mi papá ha estado de gira por tres años así que aprovecho cuando está en casa.
-Me invitó a su banda.
-Maragaglio, nunca entendí por qué no aceptaste.
-Aun podría hacerlo si vinieras conmigo.

Marine y Maragaglio se miraron a los ojos.

-No lo haría.
-¿Por qué no?
-¿Qué hay de Susanna y de tus hijos?
-Llevo a mis hijos y con ella podría arreglarme.
-Nunca la dejarás.
-Estuve a punto una vez.
-Pero te enamoraste de Katarina.

Él no replicó a aquel lamento y optó por tomar los dedos de la mujer delicadamente, con cierta expresión de agrado en sus gestos.

-Espero que te guste mi sorpresa, Marine.
-Alcanzo a ver de qué se trata.
-Te verás más hermosa.
-No podría aceptar tu regalo.
-Es tu boda.
-Tengo un vestido.
-No de mi tía Pnina.
-Mi mamá y yo compramos uno con nuestros ahorros.
-Estoy seguro de que no estás convencida de utilizarlo.

Marine movió su cabeza hacia el lado izquierdo, aceptando que Maragaglio decía la verdad.

-Vamos, puedes elegir lo que quieras.
-No me hagas obsequios.
-Es mi forma de hacer las pases.
-No.
-Nos estamos diciendo adiós.

La mujer no adivinó qué palabras eran las acertadas para resistirse y evadir un abrazo, así que él la estrechó fuertemente, haciéndola sucumbir a la sensación afectuosa de antaño, cuando los dos se querían.

-Marine, ahí viene tu padre - susurró Maragaglio.
-¿Qué?
-Tu papá nos está viendo.

Ella se confundió al contemplar a Albert Damon acercarse y temió por un momento que le preguntara por la ausencia de la pañoleta roja que debía estar luciendo.

-¡Señor Albert! Qué gusto me da verlo de nuevo - dijo Maragaglio al extender su mano.
-¡Qué sorpresa tan agradable! Creí que nos veríamos dentro del bistro.
-Quería ponerme al corriente con Marine por lo de su boda.
-¿No le ha invitado?
-El servicio de correos me entregó un sobre estropeado.
-No importa, Maragaglio, usted es bienvenido y espero verlo ahí. Marine y la familia siempre le hemos estimado.
-Muchas gracias.
-¿Les parece si vamos por algo caliente? Hace mucho frío.
-Por aquí, por favor.

Maragaglio caminó detrás, enterándose involuntariamente que el señor Damon había ido a París por insistencia de su propia esposa, quien desconfiaba mucho de lo que su hija hacía en un viaje exprés. El destino original de Marine era Venecia, pero al iniciar la cuarentena imprevistamente, había cambiado el rumbo.

-Tu madre se preocupó mucho, dijo que te habías ido con tus amigas del concurso de belleza y no avisaste antes.
-Es que ellas me invitaron.
-¿A qué?
-Iremos a un spa mañana y hemos estado de compras.
-¿No te falta dinero?
-No, papá.
-Di un concierto anoche en un club, creí que estarías ahí.
-Lo siento, fui a otro lado.
-Está bien, Marine. De todas formas me alegra verte.

Albert no parecía molesto ni alarmado y atravesó la puerta de La Belle Époque frotándose los brazos. Su cabello rizado hasta los hombros, jeans acampanados, chaqueta de cuero y una camisa de color cyan con estampado de flores blancas y rosas delataban que era un cantante legendario, al mismo tiempo que Carlota Liukin lo reconocía sin recordar que era amigo de sus padres. 

-¡Vaya que has crecido Carlota! La última vez que te vi eras muy bajita y te peinabas con trenzas ¿Tu padre está bien? - saludaba Albert con una gran sonrisa
-Está en Venecia - respondió ella
-Tu abuelo me había hablado de su mudanza.
-¿Goran Jr.?
-Vamos a tocar mañana en un café de La Bastille ¿vendrás?
-Tomo un vuelo a Helsinki.
-Qué pena, te habría invitado a cantar... Te dejo, mi hija y yo tenemos una cita. Más tarde te presento a Marine.

Marat Safin abrió más los ojos.

-Deberíamos ir a otro lado ¿verdad? - señaló Carlota cuando Albert Damon estrechó la mano de Enzo Leoncavallo.
-Claro ¿Quieres ver una película? Podemos comer palomitas de microondas - contestó el joven Safin, pero al girar ambos, se toparon de frente con Maragaglio.

-¿A dónde van? - curioseó este último y les ordenó permanecer en su sitio para luego observar con una gran sonrisa a la linda Katrina caminando hacia él.

-¡El vestido está bonito, corazón! - gritó la chica y como él lo pedía, ella le apretó con fuerza, casi colgándose. Un beso impulsivo sirvió para que Marine dejara de sonreír.

-Nos vemos más tarde, voy a estar con unos amigos - anunciaba Maragaglio.
-¡No te tardes mucho, cariño!
-Claro que no, Katy.
-¡Ay, abrázame más!
-Gracias, Katrina, juro que voy a compensarte por esto - dijo él en voz baja.
-¿Te han dicho que eres una rata?
-¿Quieres que te muerda esta noche?

Katrina se separó con una sonrisa reprochante y Maragaglio se dirigió hacia su tío Enzo, quien ocultaba el baúl de la vista de Marine. Aquel movimiento llamó la atención de Carlota Liukin.

-¿Estamos listos, tío?
-Maragaglio ¿Estás seguro de lo que haces?
-Marine siempre ha querido usar vestidos de Pnina.
-De acuerdo, le mostraré.

Enzo Leoncavallo se aproximó a la mujer con cierta vacilación.

-Señorita, estos son los vestidos de muestra que pude traer de la boutique de Milán. Hay estilos princesa, corte A, de sirena, de Hollywood y también hay de fantasía ¿Cuál es la temática de la boda?
-Es usted muy directo, Enzo ¿No va a decirme "hola"?
-¡Ay, Marine! ¡Es que ha pasado tanto tiempo!
-Está bien, me da gusto verlo.
-Excelente... Mira por aquí, los encajes fueron traídos de Israel.

Marine Lorraine contemplaba cada muestra con una creciente sonrisa y su padre se animaba a buscar con ella, iniciando las sugerencias.

-Tengo entendido que Marine tiene su atuendo nupcial - siguió Enzo.
-Ah, es uno de encaje y un listón en el pecho; no es ajustado - declaró ella.
-¿En dónde te casarás?
-En la playa.
-¿Llevarás mangas?
-Cortas.
-¿Cómo quieres vestir en realidad?
-¡Me gustaría un vestido más a la moda! Tal vez con ajuste y nada de encaje.
-¿Quieres más glamour? Un corte con corsé como este podría ser un buen comienzo, Pnina diseñó este vestido con escote de corazón, bordados con hilo de oro y motivos de sirena con falda de tul ¿Gustas probártelo?
-¡Me encantaría! 
-Tengo un vestidor portátil, no te preocupes.

Albert Damon sonreía mientras trataba de elegir algún modelo más tradicional y se topaba con uno de mangas largas, carente de escote y con una falda grande color champagne. 

-Maragaglio ¿Tenemos algún presupuesto? - preguntó Enzo discretamente cuando tuvo la posibilidad.
-¿Aceptas las tarjetas black del Gobierno Mundial?
Todas son bienvenidas ¿Estás seguro?
-Es Marine, su familia siempre me trató bien.

Cuando la mujer salió del probador, muchos presentes sonrieron al instante. Albert Damon observó a su hija impresionado.

-¿Qué te parece? - consultó el señor Leoncavallo al colocarla frente a un gran espejo y un pequeño podio.
-¡Me gusta mucho! Me siento como novia por fin - dijo Marine.
-¿Qué te agrada más?
-La cintura me queda muy bien y la falda podría verse hermosa con el viento.
-¿Qué te gustaría ajustar?
-Nada, es casi perfecto.
-¿Qué le falta?
-Creo que necesita algo en la espalda pero me gustó mucho.
-Ahora sabremos que piensa papá. Señor Albert ¿qué opina?

Hubo un silencio expectante.

-Yo creo que es un vestido un poco atrevido. No me malinterpretes, Marine, luces muy hermosa pero prefiero el vestido que compraste con tu madre con las flores porque te ves tierna y con este no creo que luzcas como eres tú. Preferiría que cubrieras tus brazos, que te vieras natural.

Las palabras de Albert Damon sorprendieron a más de una chica, pero no a más de un hombre. El sentido paternal y protector se hacía presente y Maragaglio optaba por no intervenir en la conversación.

-¿Qué quisieras aconsejarle, papá? - continuó Enzo Leoncavallo.
-Encontré este vestido y creo que estaría mejor.
-¿Se lo probamos?
-Me gustaría.
-Marine ¿estás de acuerdo?

Ella contempló a su padre con muda obediencia y regresó al vestidor.

-¿Qué fue eso? - preguntó Carlota en su lugar.
-A ningún padre le gusta la ropa ajustada - saludó Goran Liukin Jr.
-¿Y tú estás aquí por qué?
-Soy metiche.

La joven Liukin sostuvo su malteada y se desconcertó de la velocidad con la que Marine exhibía el segundo vestido de la noche. Una gran expresión de alegría aparecía en el rostro de Damon.

-No me había fijado en los botones de las mangas ¡Así estás más bonita, Marine! 
-No me gusta, papá.
-Pero estás preciosa.
-La falda en muy grande y estoy incómoda porque la parte de arriba me cubre el cuello.

"Estamos en el siglo XIX" comentó Cumber burlón mientras atendía a unos comensales y eso sonrojó a la novia. 

-Parece un disfraz - se quejó ella.
-Pero eres una princesa.
-Papá, no puedo caminar con esas crinolinas tan pesadas.
-Es adecuado para la iglesia y todos voltearán a verte sin morbo.
-Ni a las muñecas las visten así.
-Marine, se trata de que todos noten que eres una mujer con muchos valores familiares.
-No me gusta.
-Pero te ves linda.
-¿Puedo intentar con otro?
-Buscaré alguno.

Marine tuvo que recibir ayuda para regresar al vestidor y luego de colocarse una bata de satín, fue donde Enzo Leoncavallo.

-¿Deseas continuar? 
-Sí, señor Enzo.
-Platícame más sobre tu ajuar.
-Es de encaje, es recto y el listón es blanco... ¿Se acuerda de la esposa de Maragaglio cuando usa vestido? 
-Oh, no ¿Parece hippie? 
-Mi mamá lo eligió y papá estuvo de acuerdo.
-Pero es tu boda, te mereces cumplir el sueño del vestido.
-Hay uno que me llama la atención y es el de tirantes spaghetti de pedrería y el escote de satín en forma de corazón.
-¡Yo diseñé ese! Te lo llevo enseguida.

Marine volvió a sonreír y esperó en una silla mientras Enzo buscaba la prenda solicitada con dedicación. Maragaglio al mismo tiempo se animaba a convencer a Albert Damon de permitir que su hija le diera una oportunidad a un par de vestidos strapless que le gustarían y que la harían parecer una glamurosa novia.

-Marine, te elegimos este - habló Cumber al aprovechar la distracción.
-¿Tú quién eres?
-Amigo del público ¿Te gustan los moños?

La mujer carcajeó un momento pero creyó que la intención era buena y no perdía tiempo si se daba la oportunidad de hacerle caso a los extraños. Un vestido blanco siempre ocasiona la curiosidad.

La diversión retornaba a "La Belle Époque" cuando la linda Katrina quiso sorprender a todos probándose un vestido Pnina y hacer escándalo con él. Su risa y su comportamiento excesivos provocaron que Maragaglio no contuviera la tentación de acercarse.

-¡Mira, corazón! Me queda como guante ¿Ya viste el moñote y el listón de la espalda? 
-Estás sexy.
-Maragaglio, tú sólo piensas en jugar en la cama.
-Enzo nos va a regañar.
-Es que vi esto colgado y se ve tan bonito ¡Mira mi trasero, se ajusta!
-Me doy cuenta perfectamente... ¿Por qué ese listón atraviesa tu espalda? 
-¿Estás reclamando?

Katrina le dio un beso juguetón a su contento amante y se escuchó a Marine decir que la búsqueda de atuendos nupciales debía parar en ese momento. El escote profundo en v, los tirantes, la falda trompeta, la falta de brillo y un gran moño confirmaban que era la elección perfecta. Albert Damon quiso cubrir a su hija enseguida pero no era capaz de negar que estaba hermosa.

-Me llevaré este vestido ¡Me encanta! El listón de la espalda es muy original, papá.
-Estás muy destapada, Marine.
-Seguramente pueden agregarle un poco de tela para que haga una ilusión.
-¿Lo quieres? 
-Es mi boda, papá ¡Se trata de que sea feliz!

El contraste de la piel canela de Marine y el color blanco era impresionante y cuando Albert cedió para que Enzo supiera de alguna modificación, la cuasi multitud quedó muda. Carlota Liukin estaba boquiabierta y Cumber hacía lo posible por ocultarse detrás de Judy Becaud.

-Ay, lo siento; tomé este vestido porque quería que Maragaglio me viera pero me lo quitaré de una vez ... Perdón, en serio. Marine, te ves increíble - admitió Katrina y corrió a cambiarse de ropa, no sin antes besar la mejilla de su amante. Albert Damon tomó a su hija por los hombros y le aconsejó tratar de encontrar un estilo que pudiera quedarle bien.

-¿Podríamos probarle otro vestido de princesa? - Pidió Albert a Enzo Leoncavallo y ambos retomaron la labor de seleccionar modelos que aparentaban favorecer a la novia.

-¿Katrina y Marine traían puesto el mismo vestido y me lo perdí? - preguntó Goran Liukin Jr. desde su lugar.
-¡No vas a fingir que no viste! - reclamó Carlota.
-Por el bien de mi amistad con Albert, voy a negarlo todo... ¿A quien se le veía mejor?
-¡Oye, eso es horrible! Pero Katrina gana.
-Nunca hablaré de esto entonces.

Marat parecía relajado pese a todo e inocentemente quiso saber por qué existía un drama por una prenda que nadie se iba a poner en otra ocasión.

-¡Es obvio! ¡Una chica no elige un atuendo bonito para que llegue otra y la opaque!
-Katrina no se va a casar.
-¡Pero Marine sabe que no se ve más linda! Por eso debe cambiar.
-No tiene caso.
-¡Ay, Marat! ¡Tienes la sensibilidad de una galleta rancia! 
-¿Qué?

Marine sentía que todo el mundo lo observaba y la cara se le ponía roja. Maragaglio sin embargo, continuó con su plan y se acercó para ofrecerle disculpas.

-¿Estás bien?
-¿Katarina se quiere casar?
-Marine, no pienses en eso.
-¿Por eso no terminas con ella?
-Katy desea muchas cosas, ahora está en una fase.
-Se probó un vestido de novia.
-Es un capricho, yo no le he insinuado nada.
-Ella fue muy directa.
-No me puedo divorciar.
-¿Se lo has dicho?
-Hasta el cansancio.
-Nunca cambiarás.
-Casi lo hago por ti.
-No pasó.

Maragaglio posó sus dedos en la mejilla de aquella mujer y le besó la nariz.

-Vamos a buscarte algo hermoso ¿Quieres mariposas?
-¿Irás a la boda?
-Será difícil ir a Tell no Tales sin compañía
-Entonces no.
-Lucirás preciosa.

La docilidad de Marine podía ser asombrosa para quien la miraba a escasos metros sin pretender criticarla. Apenas Maragaglio descolgó un vestido, ella corrió a probárselo sin reparar en cosas que con su padre era capaz de hablar. El resto de los comensales sólo quería seguir con la pasarela luego de recibir una dosis de habladuría incómoda.

-Wow... Con respeto, qué hermosa es su hija, señor Damon - admitió Enzo Leoncavallo minutos después al mirar a Marine con un vestido de falda de tul con aplicaciones de mariposas y flores en un corsé de escote corazón. Ella se había peinado con un lindo chongo de lado.

-No tiene tirantes, no lo aprobará tu madre - señaló Albert al ver a su "pequeña" delante del espejo.
-Tiene capas doradas, papá.
-¿Puedes caminar?
-¿Te agrada este, verdad?
-Es el mejor.
-Me da una idea de qué quiero en realidad.
-¿No vas a llevártelo?
-Vi un vestido original junto al primero que me probé; ese tal vez funcione.
-¿Cuál?
-¡El que parece de plástico!
-¿Qué?

Enzo Leoncavallo sonrió y se apresuró a mostrar la prenda deseada. Aquel estilo era una novedad y Marine insistió en intentarlo así que su padre accedió.

-Mínimo es otro corte de princesa - pronunció Albert Damon al ponerse junto a Maragaglio para conversar con él. Cumber únicamente intervino para servir café y se alejó con el rostro sonrojado.

-Marine no se pondrá nada ajustado.
-Maragaglio ¿Cómo ha estado? 
-¿Yo? Ocupado.
-¿Qué tal la familia?
-Susanna se quedó en Venecia cuidando a los niños y no los veré en unas semanas... ¿Cómo le va con sus hijas, Albert?
-No he podido quedarme en casa este año ¿Le han dicho que he dado muchos conciertos? Me tomaré un descanso para la boda de Marine y luego retomaré el tour.
-Me alegra saber que le está yendo bien.
-Volví a sonar en la radio aquí en Europa ¿No le parece un milagro? 
-Supe que quiere darme un lugar en su banda.
-Necesito un nuevo guitarrista.
-No he practicado.
-Me alegré cuando supe que lo vería de nuevo, Maragaglio.
-Alguien me hizo saber que no faltaría a esta cita.
-Gracias por no permitir que Marine siguiera con esa idea de ser agente del Gobierno Mundial.
-Albert, yo no iba a arriesgarla después de sus exámenes de aptitudes. Un agente debe madurar tan pronto llega a la capacitación y ella no estaba lista.
-Ahora trabaja en un banco.
-Siempre le dije que su talento está en los números.
-¿Qué hay de usted y su don con la voz? 
-Es una lástima que no pueda seguirlo en su gira.
-Después del casamiento dudo mucho que mi propuesta quede en pie.

Maragaglio sonrió apenas y miró al piso, tratando de evitar pensamientos y palabras que le distrajeran de su meta con Marine, misma que no paraba de contemplarlo cuando se decidió a exhibir sus atavíos de fiesta.

-Ahí está, ese es un estilo de la reciente colección de mi esposa Pnina. El acabado plástico se lo dan un satín tornasolado y el tul de efecto gliter. Tenemos un moño frontal y otro por detrás, ambos a la cintura, hechos de charol como los pliegues del escote ¿Cómo te sientes, Marine? - describía Enzo Leoncavallo.
-No es el vestido que imaginé que sería, lo siento.
-No te angusties.
-Es que en el desfile me llamó la atención.
-¿Aún quieres probarte el de tirantes de pedrería?

Marine afirmó con la cabeza, aunque no paraba de sentirse bonita con lo que que llevaba puesto. Maragaglio sabía que el resto de los vestidos mostraban transparencias y encajes que a ella no le gustarían e improvisando, el hombre recordó muy pronto el baúl que Enzo cuidaba y en voz alta preguntó por él. Los presentes volcaron su atención al rincón en donde se pretendía ocultar aquel tesoro.

-Ahí no hay nada relevante.
-Yo creo que sí.
-Maragaglio ¿Pretendes que me asesinen llegando a Milán?
-¿Son los vestidos que Pnina esconde, tío Enzo?
-Son los de Lendel y me van a matar si los muestro.
-¿Lendel va a sacar una colección y está en el baúl? - gritó Carlota e incluso Marine volteó hacia Enzo Leoncavallo con alegre interrogante.
Si el interés del público ya era grande, con esa falta de discreción lo era más.

-¡No voy a exhibir vestidos Lendel antes de su sesión de fotos oficial! ¡No me rueguen! - exclamó Enzo luego de actuar con falso arrepentimiento por ser un bocafloja. Entonces Albert Damon comprendió que podía revelar cualquier secreto y que estaba frente a una estrategia de ventas, así que abrió aquella caja de Pandora.

-Marine, de aquí se puede escoger algo que te guste y que haga feliz a tu madre - sonrió y enseguida sacó un vestido de escote cruzado y botones en forma de moñitos en la espalda. Enzo parecía complacido así que añadió:

-Hay otro casi igual con sobrefalda y tenemos uno ajustado con mangas transparentes. El estilo de fiesta de la próxima temporada trae patrones de pedrería, telas neutras y botones de fantasía a lo largo de cada vestido de gala. 
-Son preciosos - admitió Marine.
-Hay de sirena color durazno de espalda baja y aplicaciones.
-¡Me gustaría un corsé con brillos!
-Entonces tengo el modelo perfecto para ti.

Enzo comenzó a colgar cada prenda en el exhibidor y tanto Marine como su padre volvían a conversar sobre qué elegir mientras Carlota Liukin se aproximaba para saciar su asombro de modas.

-Mira, Marat ¡Hay glitter! - se entusiasmaba ella y se impactaba de la calidad de la tela y el bordado en más de un modelo. Las etiquetas decían "Fabrique in France" y se podía notar la manufactura minuciosa.

-Katarina diseña bien - murmuró Enzo Leoncavallo cuando Carlota quiso ayudarle.
-¿Katy?... ¿Katarina es Lendel?
-No lo digas en voz alta o me arruinarás el trato.
-¿En qué momento?
-Esa niña ha pasado más tiempo en el taller de costura de Pnina que yo.
-¿Cuándo lo hace? Creí que vivía para patinar.
-Esto ha financiado sus cuchillas y entrenamientos; Maragaglio la llevaba al taller cuando no podía cuidarla o el abuelo la castigaba... ¿Qué te parece este vestido? Es un texturizado de perlas con falda de tul de acabado glitter dorado, tirantes también de tul y mira el cierre transparente.
-¿Perlas? 
-Es una innovación de Katarina; las perlas están al interior del razo y se recubre de un acabado tornasol. En el taller se usó una técnica a presión para eso ¿Qué piensas, Carlota?
-Parecen... Nadie podrá ver las perlas.
-Es que algunas son reales y se pretende que sólo la novia lo sepa.
-¿Qué?
-La nueva colección pertenece a la línea de lujo de la boutique de Pnina. Tenemos muestras de repuesto, estamos fijando parámetros para que los vestidos se puedan ordenar con anticipación apropiada y Katarina seleccionó materiales de costo razonable en un catálogo de Uzbekistán. 
-¿Por qué va a ser tan caro?
-Pnina y yo decidimos trasladar la producción artesanal a París y cuando la línea recupere la inversión con algunas ganancias, podremos recurrir a la fabricación que acostumbramos en Milán con aplicaciones de perlas normales.
-No entendí lo último.
-Estoy seguro de que aprenderás pronto ¿Crees que este vestido le guste a Marine?
-¡Es tan precioso!
-Vamos a ver cómo reacciona.

Marine revisaba un gran vestido blanco con botones azules al que su padre pretendía agregar un bolero, cuando el resplandor dorado de la prenda escogida por Enzo Leoncavallo la hizo interesarse enseguida y dejar todo por ir al probador. 

Cuando una novia comienza a conmoverse, la señal de que encontró el vestido indicado es clara. Al comprobar que los tirantes debían sujetarse para tener moños en los hombros, que el corsé estaba a su medida y la textura granulada era relajante, Marine Lorraine supo que su madre tendría que aceptar su decisión de descartar el vestido tierno. Ella tenía el aspecto de una princesa sirena.

-¡Papá! ¡Es este! - se emocionó al cerrar la puerta del vestidor y abrazó a Albert Damon con fuerza.

-Convenceremos a la familia para que lo uses.
-¡Te lo agradezco, papá!
-Tu boda es real, yo no estoy listo para entregarte en el altar.
-¿Estás llorando?
-Creciste demasiado rápido.

Maragaglio no se atrevió a acercarse pero Goran Liukin Jr. a él sí y le tomó del hombro para cruzar palabra.

-No sé a qué juegas pero eres un imbécil si crees que Albert y yo no sabemos lo que pasó entre su hija y tú.
-Trabajamos en Intelligenza y fue un fracaso.
-Me cansé de prometerle a Albert que no tocaste a Marine.
-Sólo me despido de ella.
-¿Después de saber de mí?... No me mires así. 
-No te metas.
-También deberías ser más cuidadoso de tus fetiches. Ni siquiera una prostituta tiene la paciencia para usurpar a Katarina todo el día. Lo del vestido fue cruel.
-No lo planeé.
-Apuesto que tu chica se sintió mal. 
-¿Por qué me diriges la palabra?
-Porque no se debe repetir la misma broma dos veces y menos si involucra al único amigo que conservo.
-¿Te preocupa alguien?
-Maragaglio, desiste.
-Vete.
-No te sentirás mejor.
-¿A estas alturas me das consejos, "papá"?
-Albert todavía cree en ti. Confírmale que eres un cobarde y perderás la última oportunidad de empuñar tu guitarra. 
-¿Perdón?
-Aun te importa el sueño que perdiste, idiota.

Como niño pequeño, Maragaglio recibió un golpe en la nuca y Goran dio la media vuelta para dedicarse a aguardar por Albert Damon en la puerta. En ese instante, Katrina fue quien tomó el turno para decir algo, consciente de que casi todos tenían los ojos puestos sobre cada persona que rodeaba a la sonriente Marine.

-¿Vas a seguir vengándote o por fin puedo ir a descansar, cariño?
-Como gustes.
-No voy a soportar tu mal genio esta noche.
-¿Dormirás afuera?
-Tú eres el que se va al sillón.
-¿Me echarás de mi hospedaje?
-No habrá sexo hasta que te disculpes por ser un cretino.
-Espera ¿qué?
-¡Estoy en huelga!
-¿Te volviste loca?
-¡Lo del vestido me dio pena y tu estúpido plan contra Marine me tiene harta desde que inició! 
-Estás bajo un contrato.
-Hoy conmigo no duermes.
-¿Qué hay de nuestros planes hoy?
-¡Mastúrbate!

Goran Liukin Jr. se cruzó de brazos desde su lugar y Cumber y Judy se aguantaban la risa en la barra, así que Maragaglio se sonrojó ligeramente. Pero no contaba con Marine, quien por andar distraída, no reparaba en la realidad.

-Katarina se molestó bastante.
-Mujer, no pongas atención en otra cosa que no sea tu vestido.
-Lamento hacerlos discutir.
-No es tu culpa.
-Debe sentirse un poco celosa.
-Te ves hermosa.
-Maragaglio... Ah, gracias.
-Entonces ¿ese es el elegido?
-Brilla mucho.
-Tu novio es afortunado.
-¿Irás o cancelo tu lugar?
-No me perderé tu boda.
-¡Gracias!
-Aun te amo.

Las confesiones nunca fueron la especialidad de Maragaglio y Marine le miró detenidamente, buscando ese gesto de honestidad que conocía bien. Él le besó la mejilla y rozó apenas sus labios. 

-Regresa con tu padre.
-Maragaglio, han pasado cuatro años.
-Por eso debemos dejar todo como está. Cásate y sé feliz.

Maragaglio abrazó a la mujer y luego le extendió la mano a Albert Damon con la certeza de que notaba el coqueteo y por prudencia, no alzaba la voz ni reclamaba. 

-Bueno, yo no sería inoportuno pero Marine no me ha dicho si se lleva este vestido y cuánto tiempo tengo para hacerle modificaciones - recordó Enzo Leoncavallo así que ella abandonó el ensueño y anunció que el casamiento sería en en quince días.

-Tal como temí, no hay tiempo para hacer mucho y tendremos que vender esta muestra, Lendel va a matarme. Marine ¿Hay algún detalle que no te guste?
-Necesito más brillo en los tirantes y es todo.
-Se corrige fácilmente. En diez días lo tendrías en tu casa ¿Es envío internacional?

A partir de ese instante, Maragaglio se haría cargo e incluso se ofrecía a llevar el vestido personalmente para evitar algún cobro adicional o que durante el traslado se pudiera ocasionar un desperfecto. Enzo aún no imaginaba cómo anunciarle a la novia que debía tomar sus medidas pero si advirtió que Albert se apartaba un poco con ella. Aunque no lo admitía, esa era la parte favorita de su trabajo y reconocía que más de una vez había soñado con vivir un momento similar.

-¿Estás preparada para lo que viene, Marine? - preguntó Albert al sentir que nadie escucharía.
-Laurent y yo pasaremos la luna de miel arreglando el apartamento.
-Es una linda forma de iniciar el matrimonio.
-La diseñadora de interiores nos dijo cómo hacerlo.
-¿Después qué harán?
-Trabajar mucho.
-¿Han pensado en hijos o en viajes? ¿Cómo repartirán las labores?
-No hemos hablado de niños y Laurent se empeña en navegar por China.
-¿Lo acompañarás?
-No lo sé.
-Si tienes dudas, no firmes los papeles del registro civil.
-Estoy bien, papá.
-¿Te despediste de Maragaglio? Cuando acabe la boda, no volverás a verlo.
-Eso pensé.
-Lo amaste mucho.
-¡No!... ¿Cómo sabes?
-Soy tu padre, lo noté enseguida. 
-¿Tuviste tiempo?
-Marine, tú nunca te habías enamorado y de repente nos presentaste a Maragaglio muy emocionada.
-Era mi jefe.
-¿Hay algo que necesites platicar?
-¿Acepto el regalo de Maragaglio?
-No creo que podamos pagar algo tan bonito sin endeudarnos.
-Sabes a qué me refiero, papá.
-Si con eso se dicen "adiós", no me pondré enérgico.
-No lo he visto y ahora hace lo del vestido por mí...
-¿Por qué no le preguntas sus razones?
-Aun me ama.
-¿Le crees?
-Estoy confundida.
-Entonces contesta que no y le agradeces.
-De acuerdo.
-Te ves bonita.

Marine le sonrió a su padre y aún con temor se separó de él para disculparse por rechazar su obsequio. Maragaglio se dio cuenta de que aquello estaba por suceder y en lugar de tratar de oponerse, miró a la mujer fijamente para inhibirla.

-¿Te sientes cómoda con el vestido? ¿Hay algo que podamos mejorar? Enzo puede arreglarlo enseguida.
-No hay nada que me moleste.
-¿Por qué pones esa carita triste, Marine?
-No estoy triste, estoy apenada.
-¿Cuál es el motivo?
-Lo que pasó con el sobre fue malo, yo no creo que tú me perdones.
-¿Por qué no?
-Porque se lo mandé a Susanna.
-Mujer, algún día me enteraría de ese asunto.
-Me equivoqué y lo siento mucho.
-Si yo no tengo dificultades contigo ¿Qué te hace pensar lo contrario?
-No vas a comprar mi vestido, estoy avergonzada y es tan extraño que no quieras vengarte.
-Marine, yo te lastimé, te hice confiar en mí y rompiste tus votos familiares porque me amabas. Me arrepiento cada día de haberte traicionado y no tuve el valor de quedarme contigo.
-Te herí con ese sobre.
-¡Pero tu intención fue buena! Y he podido hablarte otra vez. Comprenderé si no te llevas el vestido y si no te parece lógica mi forma de actuar. Tú y yo nos dijimos adiós pero si pudiera resarcir mi error... Eres muy bella, Marine.

Ella se contuvo de agregar cualquier frase a esa conversación y tímidamente se colocó frente a Enzo Leoncavallo para avisarle que no se realizaría la transacción. Desanimando a la concurrencia y apenas llorando, Marine Lorraine se retiró al probador para cambiarse de ropa educadamente.

Albert Damon se sintió un poco más tranquilo pero ahora podía imaginarse con exactitud la historia de amor que a su hija le costaba superar.