domingo, 13 de noviembre de 2022

Las pestes también se van: Wendy, Wendy

Mike Hazlewood con las cantantes Ireen Scheer y Sherry Lin en 1970. 

Jueves, 21 de noviembre de 2002.

-¿Podrían dejar de tener sexo?.... No invitan - protestó Tennant Lutz desde su cama y ocasionó un ataque de risa en Juulia Töivonen, quien se la pasaba sonrosada desde que Katarina Leoncavallo y Marco Antonioni ocupaban lugar junto a ella en la habitación. La pareja por su parte, continuó con sus besos y caricias mientras trataban de no sucumbir a las carcajadas, sin mucho éxito.

-Búscate pareja, Tennant - dijo Marco alegre.
-No me hace caso ni una enfermera.
-Porque no eres paciente.
-Estoy enfermo ¿De qué hablas?
-Me refiero a la paciencia. Además, pareces un nerd.
-¿Qué?... Estás haciendo el amor con Katarina mientras hablas conmigo.
-Puedo hacer ambas cosas.
-¡Eso es imposible!
-Sólo saluda a una chica e invítala a salir.
-¿Cómo no se me ocurrió antes? ¡Genio!
-Di "hola" sin esperar nada y verás.
-Perseguiste a tu mujer cuatro años.
-Siempre me esforcé por hablarle.

Los besos de Katarina se hicieron más ruidosos y Tennant se quedó callado, sorprendido de que ella dejara de molestarle y le ocasionara alegría verla feliz. La vibra pesada se había ido con la noche y de acuerdo al doctor Pelletier, Marco Antonioni había salido excelente en sus estudios por la mañana.

-No entiendo por qué se ducharon si de todas maneras se llenan de saliva - prosiguió Tennant.
-No importa lo que digas, no te vamos a unir - contestó Katarina, provocando una nueva risa hasta en el propio chico, que sentía que se acaloraba con la pena y cubría su rostro con las manos a falta de alguna frase qué soltar para defenderse.

-Además, no me he vengado de ti por verme desnuda. No creas que no me di cuenta - mencionó ella antes de volver a enredarse en los brazos de su novio.

-Tennant, yo creo que estás muerto - añadió Julia Töivonen.
-¿Por qué?
-Por entrometido.

El buen humor aparecía en el hospital y las nubes permitían ver el sol claramente, aunque fuera el espejismo previo al invierno. Estaban por dar las cinco de la tarde y con ello, las rondas de revisión de las enfermeras en un día que rebasaba los ingresos de pacientes y desbordaba los hoteles de aislamiento. El gobierno italiano había desplazado personal médico de Verona y ciudades aledañas para atender la emergencia veneciana. 

-Hola, soy Wendy. Hoy tengo turno en esta habitación ¿Cómo te llamas? - preguntó una mujer fornida, de grandes ojos y enorme sonrisa escondida a través de su cubrebocas. Tennant descubrió su rostro curioso.

-¿Me toca la medicina? - preguntó él.
-Está bien si no quieres saludar.
-Perdón, es que cambian al personal a cada rato.
-Entiendo ¿Tienes molestias? 
-No ¿Me van a poner el suero?
-Vengo a darte el antiviral... ¿Tennant, verdad?
-Sí.
-Toma tu pastilla, niño.

Que la enfermera nombrara así a Tennant hizo que sus otros tres compañeros de habitación no pudieran contenerse y estallaran en risas escandalosas.

-Hay una fiesta aquí al lado y no puedo permitirlo ¿Se sienten mejor? - continuó Wendy e ingenuamente, corrió las cortinas rosas. El sol le dio directo a Marco en la cara.

-¿Qué están...? ¿Eres tú?
-¿Hola, Wendy?
-¡Voy a reportar esto con el doctor Pelletier!
-Él nos dio permiso.
-¿Qué?... ¿A quién tienes encima? ¡Señorita, regrese a su cama inmediatamente!

Ante el gesto severo de la mujer, Katarina volteó a verla, sorprendiéndola.

-Hola ¿Cómo va todo, Wendy? - dijo la joven y Marco volvió a su sitio con prisa.

-Oye Tennant, es la segunda ocasión que me observas sin ropa ¡Te daré un puñetazo! - advirtió seriamente Katarina antes de acomodarse y agitar su mano para ser cordial con la enfermera.

-Estás con ella, Marco - reaccionó Wendy.
-Así es - respondió él.
-Creí que nunca te haría caso.
-Las cosas cambian.
-Qué bueno que me fui.
-No me avisaste.
-Empezó a gustarte ella.
-Tú me abandonaste primero.
-¡No me quería fugar!
-Dijiste que era un idiota.
-¡Te vi coqueteando con Katarina! Ese día me habías dicho que nos íbamos a casar.

La chica Leoncavallo se cruzó de brazos.

-Ella me cortó, lo juro - aseguró Marco.
-¡De todas las mujeres tenías que quedarte con la que más me molestaba! - reprochó Wendy.
-Me cambiaste por un patólogo y luego no supe dónde más buscarte.
-¿Habrías ido por mí?
-Ni un teléfono tuve.

Katarina no contuvo sus deseos de decir algo.

-Entonces ¿No era la única, Marco?
-¿Qué dices? Claro que sí, siempre lo fuiste.
-Te querías ir con Wendy.
-Pero ella ni se despidió.
-Si te hubiera dicho a dónde se fue, habrías corrido.
-Pensé que estaba enamorado.
-¡Marco!
-Pero te conocí, chica bonita.
-No me engañes.
-Wendy se fue cuando no teníamos ni una semana de habernos visto, Katarina.
-Te quedaste porque no tenías idea de nada.
-No la perseguí otra vez porque tú me saludaste y decidí acompañarte a tu casa con mi góndola.
-¿De verdad?
-Conservo el papelito con tu dirección en mi carpeta de trabajo.
-Eso es lindo.
-Me encantas desde el principio, Katarina.

La joven Leoncavallo suspiró y besó a Marco Antonioni mientras Wendy olvidaba aplicarles el medicamento y atendía a Julia Töivonen sin evitar girar su cabeza.

-Nunca puedes confiar en un hombre - se quejó.
-¿Lo querías? - curioseó Juulia.
-Ten cuidado con los patólogos.
-Lo tendré en cuenta.
-Marco y yo nos llevábamos bien.
-¿Por qué terminaron?
-Se le apareció Katarina.
-¿No te pudo mentir, verdad?
-De todas formas tomé una decisión... ¿Quieres una revisión con el ginecoobstetra? 
-Tuve consulta ayer.
-Supongo que él autorizó el antiviral.
-Siento mucho dolor todavía.
-¿En esta habitación todos están así de activos?
-Nos vas a ver sofocados con las mascarillas en un rato.
-La parejita se ha de sentir mejor.
-Créeme que no, Katarina ya empezó a respirar más rápido.
-Qué observadora.
-¿No te cae bien o me lo imagino?
-No creí que le gustara Marco.
-Cosas que pasan.
-Decían que ella tenía una relación muy rara con su hermano. Una vez vi como él la abrazaba por la cintura y le besaba el cuello.

Juulia pasó saliva y se percató de que Marco también había oído. Katarina se hallaba reclamándole amistosamente a Tennant por no apartarle los ojos, en contraparte.

-Bueno, al menos sabemos que le levantaban falsos a ella - pronunció Juulia.
-Cuando vi a Marco saludando a Katarina, entendí que todo se había acabado. 
-Llevan dos días juntos.
-Estás bromeando.
-Todo mundo sabe que los Leoncavallo no quieren a Marco.
-¿En serio? ¿Por qué?
-No lo sé, pero siempre se portan mal con él.

Wendy se encontró entonces con los ojos de Marco y luego de tomar la temperatura de Juulia, decidió atenderlo mientras su novia seguía jugando con Tennant.

-¿Dos días con ella? No esperabas - confirmaba la enfermera.
-Con Katarina fui perseverante.
-No creí que le gustaras.
-Te dije que me sonreía.
-Si hubiera aceptado casarme contigo ¿La habrías olvidado?
-Wendy, sabes que sí, yo la acababa de ver.
-Me fui a Vicenza.
-Te busqué.
-No quería que me encontraras.
-Y eres tú quien vuelve a verme.
-Estás enfermo, ponte la mascarilla de oxígeno por favor.
-A la orden.
-Y mantén tu ropa interior en su lugar.
-Lo que pidas, Wendy.
-Aun sonríes cuando me miras escribir.

Marco no reaccionó, pero Katarina los observó como si les vigilara para comprobar que su novio movía los labios. Tennant a su vez, curioseaba porque conocía en parte el tipo de celos que su vecina solía sentir e iba a ser extraño si no honraba esa característica.

-Te doy un abrazo antes de que me inyecten el antiviral - dijo la chica Leoncavallo y el joven Antonioni fue apretado con singular tensión, además de besado con energía tal, que ella volvió agotada a su lugar.

-Si no te cuidas, la mascarilla dejará de ayudarte - murmuró Wendy al momento de aplicarle la medicina a Katarina y sorprenderse por lo frágil de su complexión. Al momento de anotar en la circular de tratamiento los datos correspondientes, la enfermera pudo percatarse de la mala salud de aquella mujer y las anotaciones y preocupaciones del doctor Pelletier que lo tenían llenándola de comida y multivitamínicos por las mañanas y al mediodía.

-Katarina, deberías dormir porque no creo que resistas otra sesión sexual.
-¿Sigo tan mal?
-Perdiste medio kilo.
-Ah, descansaré.
-Aun tienes neumonía, no sé cómo te mueves sin que lo parezca.
-Yo tampoco tengo idea.
-Come este chocolate.
-¿Es para mí?
-Es tu colación.
-Ay, gracias, Wendy.
-¿Marco sabe de tu enfermedad?
-Me da de comer en la boca.

Katarina sonrió como si celebrara y Marco la observó sin pronunciar nada. Wendy entendió que era momento de dejarlos en paz y seguir atendiendo a otras personas, aunque se sintiera fuera de lugar y no quisiera volver para la revisión nocturna. Tenía que conversar con el doctor Pelletier e insistirle en separar a la pareja porque existían reglas inviolables. Pero pronto se percató de que gracias al hacinamiento recibiría una negativa y que volvería a escuchar un fuerte bullicio durante la cena.

Poco después de tomar su dulce descanso, Katarina Leoncavallo se colocó su mascarilla y se quedó quieta, como si empezara a resentir su hiperactividad y la neumonía al fin le recordara que su salud estaba comprometida. Pronto revisó sus brazos, recordando la única vez que había recibido halagos de sus compañeras de trabajo por haber adelgazado. 

-Qué mentira - pronunció y enseguida le compartió a Marco esa experiencia, escribiéndola en una servilleta. La chica se había sacrificado tanto para lucir la talla más chica.

-Bueno, ahora no tendrás que fingir que no quieres lasagna o pescado frito. Te alimentaré muy bien cuando vayamos a casa - sentenció su novio y ella se quedó dormida poco después.

Marco Antonioni aprovechó aquel momento para observar a Wendy ir de un lado a otro mientras hablaba con otras enfermeras sobre la saturación del hospital. A la mayoría igualmente les asustaba ver a la influenza actuar sin que pudieran hacer gran cosa y no dejaban de contar paciente tras paciente. En un momento dado, el doctor Pelletier se reunió con ellas y luego de recibir la queja sobre Katarina Leoncavallo que le provocó una fuerte risa, el hombre fue directo con Marco y la propia Wendy se alistó a escuchar.

-Me han dicho que estás muy amoroso - saludó Pelletier. Marco sonrió sin decir nada y respiró profundamente para luego empañar un poco su mascarilla.

-Tengo algo serio qué decirte - continuó el doctor y cerró las cortinas de Katarina y de Juulia, asegurándose también de hablar en voz baja. Wendy pasó saliva.

-Marco, tus estudios no salieron bien, tienes hipertensión y los triglicéridos están un poco altos - anunció Pelletier.
-¿Lo esperábamos, no? - respondió el joven Antonioni con algo de esfuerzo.
-Temo que no estés oxigenando bien, independiente a la influenza... Tendrás buena medicación pero dejarás de trabajar en las góndolas, no te estoy preguntando.
-¿Y qué haré?
-Llevar una dieta sin sal.
-Eso lo sé, me refiero a lo otro.
-La actividad física moderada te ayudará, sólo debes caminar.
-¿Haré trabajo de oficina?
-Algo tranquilo.
-¿Le ha dicho a mi padre?
-No me corresponde, Marco.

El chico aspiró por la boca, como si le abrumara.

-Ni una palabra de esto a Katarina.
-Debes platicárselo por si algo pasa - intervino Wendy.
-No es tiempo de darle preocupaciones. Tomaré las pastillas y se acabó ¿Cuándo empiezo?
-Enseguida.
-¿Es tan malo mi diagnóstico?

El doctor Pelletier asentó sin querer y contestó:

-Quiero asegurarme de que puedes oxidar sin problemas pero debes sanar de la influenza primero.
-¿No tendré reacciones con el antiviral?
-Estarás bien.
-En los estudios anteriores no había anomalías.
-Te advertí que tu caso es un poco diferente.
-Debí enfermar a los cuarenta.
-Puedes vivir muy bien, si nos deshacemos de los triglicéridos el panorama será favorable. Ten paciencia, lo de la oxigenación es sólo sospecha.
-Qué manera de infundirme calma.

Marco resolvió reírse y Pelletier entendió que debía retirarse. Wendy sin embargo, prefirió quedarse y tomó asiento junto a Marco.

-Dame la mano, tú yo tenemos que hablar - mencionó.
-Sabes que no debo.
-No me vuelvas a dirigir la palabra después.
-Por esto sí me van a regañar.
-Wendy ¿Era necesario irte sin decirme por qué?
-¿Insistes?
-Me interesa.
-No estaré aquí.
-¿Por qué huyes? ¿Te hice algo?
-Mike...
-No me llames así.
-¿No le has contado nada a Katarina?
-Todavía no.
-Mike...
-Marco.
-Te dejé por este tipo de cosas.
-Primero me engañaste.
-Me disculpé.
-Sé que no me abandonaste en el Ayuntamiento por remordimiento.
-Si te digo la verdad ¿No te importará, verdad?
-Depende.
-Estás enfermo, Marco.
-¿Y eso qué?
-Pensé en el futuro y no me gustó.
-Mi condición es tratable.
-Soy enfermera y me di cuenta de que no quería llevar ese papel a mi casa.
-¿Qué quieres decir?
-Amo mi trabajo pero no iba a pasar mi tiempo libre pensando si estabas bien, si tu respiración es correcta, si no tuviste malestares en el día o preocupada por ti.
-¿Fue por el marfan?
-Lo último que quiero es cuidar de alguien fuera de un hospital. Lo siento, Mike.
-Marco.
-Platica con Katarina sobre tu salud porque empeoraste y ella no sabría qué hacer.
-No voy a abrumarla.
-¡Katarina tiene derecho a decidir si se queda contigo!

Wendy se soltó y abandonó la habitación a prisa, dejando a Marco Antonioni tratando de respirar por la boca para calmarse y cerciorándose de que Katarina continuara con su sueño reparador. El joven se preguntó a sí mismo qué tan grave se encontraba, si podía anunciarlo al salir del hospital. Poco después, un ataque de tos lo forzó a aferrarse a la mascarilla de oxígeno y el doctor Pelletier acudió enseguida a confortarlo.