domingo, 28 de septiembre de 2014

Los nuevos momentos, segunda parte. (El árbol de la vida).


El susto por los sonidos de "Super Mario Party" duró hasta que Bérenice y Luiz tuvieron la pizza enfrente. Era enorme.

-Siento como si fuera Navidad - comentó ella con la boca abierta mientras incontables uvas rojas y verdes seducían sus ojos miel. El tamaño de una sola rebanada era alucinante y la cantidad de queso era excesiva. A la chica sin embargo, también le recordó una época anterior, una en la que nada tenía consecuencias y había sido muy amada; un otoño de días dorados y un invierno azul muy acogedor.

-Siento como si fuera Navidad - repitió con un suspiro.
-Pues feliz día - contestó Luiz. Aunque ambos hubieran deseado comer con prisas, el sabor les hizo pensar que ya habían probado una igual.

-Esta muy rica.
-¿No te recuerda algo?
-Las pizzas del espejo, pensé que no las conocías.
-Era lo único decente que comíamos, no sé por qué las tengo en mente - confesó ella.
-¿Sigues triste?
-No, pero tienes razón, hablaré con mi padre más tarde.

Por algún motivo, Bérenice volteó hacia el chico, comprobando que se sentía insegura a su lado, pero contenta.

-"¿Lo amaré?" - se preguntaba y notaba que no deseaba ser la parlanchina de siempre por un día.

-¿Te diviertes?
-Sí, Luiz.
-¿Nada mal para una cita improvisada, verdad?
-Es agradable, aunque me espanten con sus inventos raros.
-Es la primera vez que entro a un sitio así.
-También yo.
-Te ves cansada.
-¿Vamos por Pacman?
-Primero te doy un beso.

Luiz apretó un poco a Bérenice contra sí y besó sus labios con ternura. Ella sólo sentía sus piernas temblar y otra sensación de euforia que se esforzaba por contener detrás de un gesto de sorpresa.

-Hora de caminar.
-Vi un mapa por ahí, el Atari está a la izquierda.
-Qué atento eres, chico lindo.
-Casi olvidamos la pizza.
-A papá le gustará probarla.

Bérenice giró sobre sí y salió del garden room con la cabeza baja, aparentando hallarse distraída cuando deliberadamente tropezaba con las personas que iban acaparando el área disfrazadas de zombies con tal de descubrirles el rostro y burlarse en secreto, pensando que era ilógico pretender ser un muerto o divertirse con la podredumbre. Ni siquiera Luiz creía que actuar así fuera atractivo y casi a codazos leves le abría el paso a su chica, ignorando el olor a plástico que en cualquier momento provocaría que cualquiera deseara no respirar. La exhibición de Playstation era la causa del tumulto.

-"Asistentes con pulsera azul pasan primero" - se informaba con un altavoz y Bérenice la mostró al muchacho que apenas mantenía cerrada la puerta, enterándose que Luiz no podía pasar.

-Él no trae un pase especial.
-Pero viene conmigo.
-¡Han comprado algo?
-Pizza.
-¿Tienen su nota de compra?
-¿Qué es eso?

La mirada del edecán fue de extrañeza y el suspenso se apoderó de Bérenice.

-De acuerdo, pasen... ¡oh! debo escanear de todas formas tu brazalete.
-¿Para qué?
-Te acabas de ganar un PSP.
-Perdón pero no comprendo ni la letra "a" de los que acabas de decir.
-Este es el boleto para que lo cambies por tu premio. Habrá fotos con Jill Valentine y Chris Redfield, sólo preséntate en nuestro stand principal, es el que está iluminado de rojo.
-¿Bien?
-Anunciaremos que eres la ganadora antes de nuestra conferencia, por si quieres pasar a nuestro templete.
-No, prefiero estar abajo.
-Nada más dame tu nombre.
-Bérenice Marinho.

La chica posó sus dedos sobre sus labios rápidamente, anonadada por lo que acababa de pronunciar de manera tan espontánea.

-Anoté tu nombre, adelante y diviértanse.

Bérenice y Luiz atravesaron el portal con cautela y fueron deslumbrados por una pésima instalación neón que lastimaba si no se miraba al suelo o el visitante no se empañaba en ir hacia un túnel con luz negra.

-Qué ternura - comentó él con ironía cuando la botarga de un tal "Némesis" quiso asustarlo, pero lo terrorífico eran nuevamente el ruido ambiental y Bérenice reaccionando como si mataran a alguien, captando en el acto que los zombies servían para comer carne humana fresca.

-Es horroroso.
-No es tan tonto si lo piensas.
-¡Vámonos, esto me pone nerviosa!
-¿No quieres tu regalo?
-¿Lo recogerías por mí?
-Lo que tu quieras, Bérenice.
-Voy al Atari, está aquí junto.
-De acuerdo, tranquila.
-Perdón.

La joven abandonó el módulo sin más y Luiz se apresuró a canjear el boleto sin revisar siquiera qué contenía la caja que le daban o la bolsa "de seguridad" que evitaría el robo del preciado obsequio y cuando le dijeron que estaban listos los edecanes oficiales de la compañía para tomarse las placas, él se marchó cortésmente. Las exclamaciones miedosas de Bérenice continuaban desde el túnel y él se apresuró a alcanzarla.

-Quiero irme de aquí.
-Está bien.
-Esto es mucho para mí ¿Cómo puede gustarle a la gente ver monstruos? ¡Ellos comen sangre, te sacan las tripas y no se detienen!
-Son juegos, no los volverás a tener enfrente.
-¡Mira, ahí está Pacman!

La chica aceleró el paso y su cambio de humor llamaba la atención de los presentes, que pocos minutos antes casi pedían que se fuera. Luiz se reía con ella en contraparte.

-¡Pacman! ¡Te amo Pacman! - declaró ella al abrazar la botarga de su personaje predilecto y pedirle a los que traían cámaras instantáneas que la retrataran y le regalaran las imágenes a cambio de besos en la mejilla.

-¿No participarás en el torneo? - le preguntó Luiz.
-Jugaré un poquito... Me dio gusto conocerte, adorado Pacman.

Bérenice no lo pensó dos veces y enseguida se apoderó de un Atari ayudada por su pulsera azul. Detrás, Luiz se limitaba a sentirse satisfecho por ella y en repetidas ocasiones le acarició el cabello, detectando que ese gesto enchinaba la piel de ambos y los desconcentraba, provocando que la chica perdiera las partidas inmediatamente.

-¿Aun deseas que nos vayamos?
-Creo que sí, chico lindo, vi a Pacman y fue bonito acordarme de mi viejo Atari, no hay más que ver.
-¿Te cansaste?
-Me voy a dormir pronto.
-¿Quieres una playera?
-Con los amigos de Pacman.

Los dos no tardaron mucho en conseguir el souvenir; de hecho había centenares de lotes con diseños de Pacman y Bérenice eligió el primero que se le atravesó antes de localizar un espejo de tamaño regular, escondido entre un stand y más mercancía.

-Nadie nos observa - añadió Luiz al cerciorarse de que podían colarse. Ella arrojó un balín Rostov y cruzaron a su dimensión con poca precaución, razón por la que una ráfaga helada llenó sus ropas de nieve, aunque no se molestaron

-En casa tengo algo de chocolate, por si quieres una taza.
-¿Eres el hombre perfecto con cabeza de palmera?
-No ¿por qué?
-¿Me dejas quedarme contigo?
-Sí, yo dormiré en la sala.
-No hagas eso, no me gusta dormir sola.
-Nos hacemos bolita pero mis cobijas son chicas.
-No importa.
-¿Cómo estás?
-Dime que no volveremos a ir a una "convención tec...", como se diga.
-Lo prometo.

Ella entonces se dedicó a tomar el rumbo que Luiz deseara, absteniéndose de ir a la derecha para presentarse con su padre. El ambiente se tornaba tan inhóspito que Bérenice colocaba un gorro en su cabeza y decía que no era posible, que el verano estaba a la mitad.

-Es el espejo, aquí el clima no te avisa - replicó él mientras intentaba orientarse. El hielo ocasionaba que los edificios y las plazuelas se vieran exactamente igual y si se tocaba alguna señalamiento o mapa, estos se hacían pedazos.

-Ven, mi departamento está aquí.
-¿Cómo sabes que es lugar correcto?
-Le puse una puerta nueva, cuando acabe la tormenta bajaré para ver si resiste.

Bérenice se introdujo con prisa y frotó sus brazos apenas Luiz aseguró la entrada. El edificio tenía un patio pequeño y lo cruzaron hasta una escalera precaria, poco iluminada, húmeda y rechinante; el chico vivía en una buhardilla poco comfortable.

-Encenderé la estufa.
-Gracias.
-Pasa, pasa, ¿gustas tomar asiento? El sofá es muy suave.
-Ja ja ja, no me hables como si fuera tu primera novia.
-Lo siento, Bérenice, es que no había tenido visitas.
-Gracias por recibirme.
-Creo que estás cansada.
-Muero de sueño.
-No parece.
-No traje pijama.
-Oh, una camisa vieja te caería bien.

Ambos sabían que se estaban precipitando en algo, no sabían bien en qué, pero él acomodó una almohada sobre su cama que estaba próxima y le ofreció a ella descansar ahí.

-Eres muy gentil, Luiz - replicó Bérenice, tomando la ajustada prenda negra y ocultándose en una esquina para cambiarse, con la urgencia de despojarse de su sudadera, su gorro y sus leggins para quedar liberada y caminar por la buhardilla, mirar por la ventana y sonreír por la pequeñez del espacio.

-Nos quedó mucha pizza, ¿cenamos luego? Con suerte la serviré con vino.
-¿Guardas botellas, chico lindo?
-Sólo dos, pero es nuestra navidad ¿no?
-Me peinaré ¿crees que me vea linda?
-Tú ya eres ....

Cuando Luiz giró su cabeza, quedó mudo. La espalda desnuda de Bérenice invitaba al tacto y la breve cintura se convertía en un objeto de deseo irresistible y absoluto que sin precaución era motivo de obsesión. Menos mal que ella se colocó la camisa porque un segundo más iba a desatar en él la tentación de tocarla.

-Ya se siente el calor - comentó ella al levantarse.
-La estufa sirve.
-Sentémonos juntos.
-¿Te doy una manta?
-¿Para qué? Terminaré sudando y las piernas se me pondrán como chicle.
-Bueno, lo que tú digas.
-Oye - abrazándolo - me gusta tu casa, creo que mi lugar favorito será este sofá.
-Hasta dan ganas de cerrar los ojos y pasar la noche sobre él.
-Nunca duermo en la sala.

Ella miró al joven de forma muy seria, al grado de inhibirlo y desalentarlo hasta de apretarla contra sí. Bérenice se incorporó de inmediato y dándole la espalda, se dirigió a la cama.

-Nos vemos mañana - añadió bostezando. Él observó sus pies en contraparte, tratando de no pensar que se había equivocado. Bérenice se cubría con una sábana y abrazaba la almohada con fuerza, sin voltear ni fijarse en la pared, cayendo rendida al poco tiempo, por aburrimiento.

-Todo me salió mal - sentenció Luiz al constatar que ella no le respondía y hasta roncaba un poco - Por algo me gusta esta chica - y se disponía guardar la cena en una hielera antes de extinguir el fuego; no obstante llamaran a la puerta y él hiciera esperar al insistente visitante.

-Discúlpeme por no...
-No te preocupes Luiz, ¿puedo pasar?
-Adelante, señor Mukhin ¿gusta tomar algo?
-¿Te puedo sugerir quitar el espejo de la estancia?
-Lo retiraré ¿llegó usted por ahí?
-¿Bérenice se encuentra?
-Descansa.
-No la despiertes pero vine a buscarla.
-Iríamos a verlo mañana.
-No será necesario, ¿cómo se ha portado?
-Todo bien, muy calmado.
-¿Qué tiene esa bolsa?
-Un regalo.
-¿Lo compraste? ¿Para quién es?
-Ella lo ganó, estuvimos en un festival de cosas... Tecnología.
-¿Fueron al otro lado? Ya veo.
-A Bérenice le asustaron los zombies.
-¿Perdón?
-Gente vestida de muerto ... Y juegos con muertos, zombies.
-Qué raro que le den miedo, no lo sabía.

Luiz pasó saliva pero el señor Mukhin prosiguió:

-¿Le has visto el color de la piel?
-Ella es muy blanca.
-Descolorida, dirás. Como te digo, es muy extraño que le aterren ciertas cosas ¿acaso ella no te recuerda a un muerto?

El chico no se atrevió a contestar.

-Cuando estuvo enferma, tomó cordial para mantenerse caliente.
-Creo que todos lo bebíamos.
-No como medicina permanente.
-¿Por qué me está hablando de esto?
-Luiz, no esperes que Bérenice sea buena ¿me comprendes?
-Señor, no creo que sea el indicado para advertirme nada.
-Lo sé, pero no lo respeto.
-¿Qué insinúa?
-El cordial es un buen licor pero tú y yo sabemos para qué sirve.
-No le creo.
-Luiz, ésta no es mi hija, no puedo... No le he dicho.
-Ella lo ama.
-Si Bérenice fuera mi hija, sería una persona muy distinta.
-Ella es cariñosa, atenta, algo despistada pero...
-Mataron a mi hija en la revolución, Luiz. Esa que ves ahí es cualquier cosa, un zombie.

El muchacho creyó que su piel se erizaba, pero en mal modo.

-A veces la he visto conseguir cordial en el lugar donde trabaja, no sabe que la vigilo desde mi espejo.
-¿Por qué lo toma tanto?
-Yo vi su cuerpo devastado por la sífilis cuando parecía que la rebelión estaba fracasando. Un militar la contagió después de forzarla a darle servicio y aventarle unas monedas... Matt Rostov hizo lo que pudo ¿por qué no funcionó? Él se la llevó cuando yo la descubrí en su habitación, no tenía pulso y estaba fría. Matt me aseguró que Bérenice seguía viva y unos días después, llegó caminando con ... Enseguida noté que la mujer que tenía enfrente no seguía enferma pero era tonta, lenta, inconsciente y ni siquiera es una caricatura. Mi hija nunca fue una estúpida y de pronto, Matt me decía que eran las consecuencias, que Bérenice había pasado mucho tiempo sin respirar, pero ahora ni siquiera la reconozco. La dejé vivir conmigo porque no tenía dónde ir, por lástima... Quiero que vuelva.
-¿Qué?
-No me queda nadie y ella se esfuerza en ser mi pequeña, no me gustaría que la pasara mal por mi culpa. Luiz, llévala de regreso y quédate con nosotros, te lo ruego.

La reacción del muchacho fue de total silencio y de puntillas, fue a comprobar que Bérenice no estuviese despierta, sin importarle que el señor Mukhin aprovechara el momento para marcharse, seguramente con la ayuda de alguien en el reflejo de la ventana.

-Bérenice, yo dudo que tu padre no te quiera, por algo ha venido - murmuró - Mañana todos quedaremos muy contentos y nada de esto habrá pasado, yo lo fingiré.

Preocupado, Luiz se colocó al lado de ella, besando su nuca en el acto y tomándola por la cintura, cautivado por esa silueta flacucha, pero irónicamente atlética, que sobrevivía respirando tenuemente, con latidos lentos.

Bérenice soñaba que recibía besos interminables; Luiz no demoró en compartir tal hecho.




domingo, 14 de septiembre de 2014

Los nuevos momentos (Serie "El árbol de la vida")


Imagen cortesía de tumblr.com e instagram @nathaliepechalat


Al abandonar el hospital, Bérenice se percató de que su padre merecía que le explicara la verdad sobre su ausencia y apenas atravesó el espejo, se encontró con que él la esperaba, echándosele en brazos en el acto y llorando.

-Vamos a casa, allá me cuentas todo.
-Perdón, papito, no te quise preocupar.
-Estás aquí, es lo que cuenta.

Ella se incorporó y miró atrás para tomar a Luiz de la mano y ayudarlo con los regalos del hospital mientras Roland Mukhin omitía preguntar de dónde venían tantas cosas.

-¿Qué pasó con el trabajo? ¿Tendrás problemas, Bérenice? - mencionó en su lugar.
-Yo la sustituyo unos días - aseveró Luiz.
-Gracias, jovencito. Hija, creo que este es el mejor de los novios que has tenido.

Ella miró al chico sin incomodidad y caminaron sonriéndose constante pero sutilmente, debido a que el llanto de la muchacha aun corría por sus mejillas y parecía pensar en cómo se le trabaría la voz al relatar lo ocurrido.

Las calles de la Tell no Tales del espejo aparentaban un aspecto más aceptable y Bérenice no tardó en saber que Luiz había barrido el vecindario para recibirla y reparado los escalones rotos de la escalera del edificio donde ella vivía. Las dudas la asaltaban respecto a las intenciones de aquél muchacho, experimentando por primera vez en su vida una suerte de miedo, como el que se tiene cuando llega lo que no se ha tenido nunca. La puerta principal de esa columna de apartamentos casi iguales nunca le pareció tan pequeña hasta que cruzó por ella después de constatar que vendrían unas jornadas nubladas de acuerdo a un vecino que se creía experto en predecir el clima y colocaba grasa en esa entrada para evitar el rechinar que molestaba a la anciana del primer piso.

Nunca, desde que su padre había vuelto con ella, Bérenice supo de gente que le ayudara a ascender con la silla de ruedas, ni visto la condescendencia de saludarlo.

-¿Cuándo cambiaron? - musitó.
-Al conocer a Luiz - le respondió Roland con idéntica intriga. Al ingresar los Mukhin a su departamento, Bérenice observó con pequeña alegría las ventanas rodeadas de flores y el piso de madera reluciente.

-Lo estuvimos arreglando para ti - confesó Luiz y ella se precipitó a situar sus regalos sobre la mesa del comedor y correr a su alcoba para sorprenderse de ver su cama tendida con sábanas nuevas; o al menos, las que ella había escondido para no gastarlas.

-Es hermoso.
-¿Ya viste la pared? Le dibujamos ramitas de cerezo, tu padre me dijo que antes te gustaban mucho.
-Siguen encantándome, gracias chico lindo.

Bérenice abrazó a Luiz y al obsequiarle un beso y acariciarle el cabello, dijo:

-Tengo que conversar con papá, puedes quedarte en el pasillo.
-Es mejor venir más tarde a buscarte.
-No, Luiz. Mi padre necesita de ti y si se pone mal, tú lograrás tranquilizarlo.
-No llores.
-Es que esta vez si lo defraudé.

La joven dejó a su novio y dio los pasos necesarios hacia su sala, lugar en el que su padre examinaba las hojas de una orquídea morada y pequeña. El señor Mukhin le preguntó "¿qué tienes? ¿quieres decirme algo?" y ella se arrodilló para verle el rostro. Era extraño, pero en el pasillo no se escuchaba nada y Luiz atisbaba a Bérenice acariciando las mejillas de Roland y la expresión de éste último que vacilaba entre el enojo y la disculpa. Se intuía que ella le estaba relatando con detalles todo lo que había hecho mientras el buen hombre se contagiaba de las lágrimas. Sin preámbulos ni insinuaciones previas, Bérenice se asumía irresponsable y tonta segundos anteriores a agitar la cabeza, ver al piso y revelar con aparente ahogamiento la pérdida de su bebé. Luiz supuso lo último con exactitud. La chica se recargaba en el regazo de su padre y este posaba sus dedos sobre su cabeza mientras asimilaba lo que iba escuchando.

Nunca un joven de la naturaleza de Luiz había comprendido sin mucho esfuerzo que el silencio podía tornarse más fuerte con los gestos adecuados. Bastaba con humedecerse los labios para indicar un sentimiento de contención y el señor Mukhin era tan expresivo que su tiesa postura se tornaba imperceptible. Bérenice por su lado fijaba sus ojos miel en la ventana, buscando el reflejo de alguien más antes de finalizar abruptamente con un nombre. En los labios de su padre se leía claramente un "¡él! al tiempo que la sentía más aferrada a estar de rodillas. No cabían mayores certezas: este no era un error cualquiera.

-Perdóname papito, por favor - clamaba ella y su padre le tomaba la cara, absteniéndose de darle una cachetada - Dime algo, papá.
-Niña, vete.
-¿Qué? Papá, regáñame, castígame con algo, prohíbeme salir del espejo...
-Te quiero fuera de mi casa.
-Pero...
-Creo que fui muy claro, Bérenice.

La chica se levantó con rapidez, horrorizada porque su padre no deseaba tenerla cerca y le negaba el habla desde ese momento.

-Papá, no...

Luiz se aproximó para apaciguar los ánimos.

-Llévatela, no me interesa si regresa o no.
-Señor...
-Tengo dinero en una cajita azul, que duerma en un sitio limpio.
-No tomaré sus billetes.
-Luiz, es en serio. La señorita va a otro lugar, aquí no es bien recibida y está muy grandecita para saber lo que hace, mañana recogerá sus cosas.
-Puede vivir conmigo.
-En donde escoja. Adiós Bérenice.

La joven estrechó a Luiz y él le besó la frente como consuelo.

-No le digas nada, conmigo estarás bien.
-¿Por qué me hace esto?
-Está molesto, hazle caso y mañana hacen las pases.
-¡Papá, dime por qué!
-Bérenice, piensa un poquito, tu papá necesita estar solo.
-¡Que me perdone!
-Dale tiempo, tranquilícense.
-¡No te quise defraudar, papito!..Te quiero.

Luiz tomó a la mujer de los hombros y prácticamente por la fuerza, la sacó de ahí. Ella atinaba a recargarse en la pared del corredor y sujetar al chico para no caerse.

-No tengo problemas si te limpias la nariz con mi playera.
-Me siento muy mal, no pensé que mi papá reaccionaría así.
-Al rato se le pasa el enojo, él es muy comprensivo.
-Me advirtió que evitara más locuras y fue lo primero que no hice.
-Pero no habrá nuevas ¿verdad?
-Tengo que disculparme más.
-¡Bérenice, espera! ¿Qué ganas llamando a la puerta? Tu padre también tiene qué pensar sobre esto.
-¡No sé que hacer, Luiz!

El chico miró a Bérenice a los ojos y la besó nuevamente en la cabeza.

-Tengo una idea, salgamos de aquí.
-¿Irnos del espejo? ¿A dónde?
-Veremos que hay. Lo primero es buscar algo de comer, te ves muy pálida.

Desganada, la joven siguió a Luiz sin permitirse mirar otra cosa que no fuese el cerrojo del departamento y no estaba segura de si estaba tomando la decisión correcta al no insistir con recibir una disculpa, considerando tal vez, que con un "perdón" extra, su padre se ablandaría y por lo menos le diría "ve a tu cuarto, estás castigada".

-Tell no Tales próspera, otra vez.
-¿Y ahora?
-Tenemos algo de presupuesto, ¿qué se te antoja?
-En realidad nada.
-Bérenice, no llores, tienes que descansar y ponerte contenta... Te traeré una bebida, ¿quieres agua o algo con fruta?
-¿Dulce?
-Perfecto, no te muevas de aquí, ya vengo.

La mujer se sentó en el suelo y permaneció estática, como si no tuviera qué hacer. Sin sus sensuales atuendos, ella no era notada por nadie o eso pensó cuando, por la tardanza de Luiz, alzó la cabeza y descubrió que en la calle próxima había un gentío y un desorden descomunal, despertándole la curiosidad.

-¿Qué pasa? - inquirió a la nada y por arte de magia, Lleyton Eckhart le contestaba.

-A alguien se le ocurrió que era buena idea organizar una convención de tecnología con entrada libre en el parque.
-¿Tec... qué?
-Eso mismo creo.
-¿Qué hace aquí?
-Mi amiga Maddie se vistió con una botarga, ni siquiera se ha dado cuenta de que huí de ella ¿Tú quieres ir allá?
-No entiendo de qué se trata.
-Los disfrazados dicen que es divertido.
-Pero no hay música.
-Todavía no es hora pero hay un torneo de cartas de no se qué caricatura y todos esperan el anuncio de una compañía de consolas.
-¿Videojuegos?
-¿Te gustan?
-¡Pacman! Aún recuerdo cuando recibí una copia, no recuerdo bien quien me la regaló.
-Ya no lo fabrican pero medio mundo habla de juegos de zombies.
-¿Quién querría jugar eso?
-Maddie por ejemplo.
-Bueno, cada quién. Me dio gusto verlo, señor.
-Luces tan diferente sin esos vestidos.
-Me cansé de usarlos, mi novio me ayudó a elegir ropa nueva después de salir del hospital.
-¿Novio?
-Es al que estoy esperando.
-No sabía que tú...
-¡Me dio un montón de cosas cuando me enfermé! Yo pensaba que él no había sido pero en estos días ha ganado algo y me está consintiendo mucho, es un amor.
-Pero yo ...
-Fue muy amable en ir a verme, señor, aunque fuera porque lo mandó la policía.
-Oh, Bérenice, era de rutina, no era mi intención molestarla.
-Está bien, lo veré luego.
-¿Regresarás tan pronto al trabajo?
-Me pidieron que tomara unos días; mi novio me sustituirá.
-Ah, el novio.
-Hasta pronto.

Lleyton sintió que Bérenice estaba cortando de tajo aquella conversación y él estaba quedando como idiota, no sabía exactamente la razón. Ella se alejaba de las jardineras y no tardó en perderla entre la creciente muchedumbre que se agolpaba allí con tal de pasar a la dichosa convención y presumir sus compras, o en todo caso su asistencia porque nadie imaginaba realmente de qué iba aquella fiesta de ventas.

-¡Bérenice! - gritó Luiz y ella se le apareció de frente.

-¿Dónde estabas?
-La gente se amontona, no quise estorbarles.
-Me parece bien, te traje un jugo.
-Está gigante.
-Lo conseguí allá adelante.
-¿En los videojuegos?
-¡Y con la pulsera durazno te hacen descuentos en comida!
-¿Qué?
-Ponte la tuya, sígueme.
-¿Cómo vamos a entrar?
-Hay una cortina por ahí donde pasan los VIP.
-¿Cómo te dieron las pulseras?
-¡Con la compra del jugo, me dijeron que era de un sabor premium!
-¿Qué cosa?
-¡Nadie en Tell no Tales come mangostán y tampoco jaca! Cuando los vi en el menú pensé que te iban a gustar.
-Hace tanto que no los pruebo ... ¿Entonces sabes leer?
-¡Adentro está divertido! ¡Hay una sección de Atari y una botarga!
-¿En serio?
-¡También un torneo de Pacman!

Bérenice se entusiasmó repentinamente y jaló a Luiz entre la multitud cuando este le indicó por donde llegar a un acceso para personas con pulsera durazno, mismas que estarían en las primeras filas de un lanzamiento "mundial" y en una fiesta lounge por la presentación de un prototipo portátil.

-Es como entrar a una caricatura - susurró ella al ver una especie de techo transparente e "inteligente" que funcionaba con paneles solares y proyectaba los logotipos de las compañías involucradas en la feria, los horarios de las conferencias y diversos colores.

-Wow ¡es un bonito lugar, Luiz!
-¿Qué tal el jugo?
-Está muy rico ... ¡Mira! Hay chicas disfrazadas como marineras, ¿qué dice el letrero de arriba?
-"Sailor senshi store"
-¿Qué venden?
-Juguetes y ¿cristales de plata? ... Son bastones de plástico, qué lastima.
-Yo habría querido uno, mejor veamos otras cosas.

En los primeros stands, Bérenice miraba con azoro una cantidad impresionante de muñecos y accesorios de diversos personajes que no conocía, productos de belleza y ropa japonesa; ella no perdía la oportunidad de probarse una que otra prenda y adquirir por unos centavos una mascarilla de algas rojas que prometía dejarle las mejillas como porcelana.

-Si el resto no fuera tan caro - comentaba ella cuando una edecán con peluca azul trataba de disuadirla de llevarse otro tratamiento facial o una crema elaborada con arroz. Luiz sólo contemplaba a su chica inundando de preguntas a cualquiera que quisiera ofertarle chucherías y sonreía cuando ella callaba.

-¿Habrá algo más interesante? - preguntó Bérenice al desalentarse finalmente por las ficticias gangas y porque recordó que más adelante estaban los juegos de Atari, su único interés restante en vista de que no entendería lo demás.

-Bienvenidos al área de cómputo y arte digital - les anunció otra edecán que escaneaba las pulseras durazno - Los llevaré a la sección de novedades para que las prueben antes de la conferencia de Capcom; también tenemos lo más reciente de Microsoft y prototipos de Apple ¿Les avisaron del sorteo de un PSP?
-Nadie nos habla de nada - contestó Luiz.
-Cuiden bien la pulsera, a las seis dirán quién gana. Disfruten nuestra galería multimedia y tenemos garden room para descansar. Veo que traen un vaso jumbo, permítanme verificarlo -Bérenice y su novio se miraron con desconcierto - ¿A quién le pertenece?
-A ella.
-Bien señorita, le coloco un distintivo azul, le da derecho a usar los prototipos de la compañía que guste.
-Sólo busco el Atari - replicó ella.
-Esa sección está detrás del área de prueba de Nintendo. Buenas tardes.

Los novios agitaron las manos por despedida y adoptando la actitud de entrar a un nuevo mundo, plagado de botargas que Luiz identificaba como "Kirby" o "Zelda" con sólo leer los letreros alrededor, siempre y cuando la luz roja de la dichosa exposición de arte le permitiera verlos.

-Un tal Ronald Lam programó las imágenes.
-Alguien avísele que es un pésimo artista - manifestó Bérenice poco antes de librar esa parte y toparse con un "Halo: Combat Envolved Experience" que no era más que un módulo para jugar, simular disparar armas láser y llevarse más juguetes inútiles.

-¿Se animan a retar a alguien? - dijo un joven y Luiz agarró el control de un Xbox a pesar de que no lo entendía. Se hartó rápido de la acción.

-Qué aburrido - manifestó y continuó curioseando al tiempo que su chica se topaba con una muestra de celulares recién llegados de Corea del Sur y reproductores de música portátil.

-Señorita, esto le parecerá increíble - exclamó un expositor.
-¿De qué se trata?
-De una pantalla táctil.
-¿Perdón?
-Toque.

La cara de Bérenice delataba un poco de miedo, pero por no quedar mal colocó sus dedos en el aparato.

-¡Ah! ¿Qué hice?
-La máquina estaba en reposo y volvió a ponerla en activo.
-¿Algo así como un descanso?
-Es para que ahorre energía pero justo ahora, usted ve el escritorio.
-¿Dónde? No hay ninguno aquí.
-Me refiero a los gráficos de la pantalla.
-¿Los dibujitos?
-Se llaman "íconos", presione uno.
-A ver ... ¡Lo descompuse!
-Je je je, no señorita, lo que pasa es que seleccionó un juego y está cargando.
-¡No entiendo!
-Ya está comenzando, ¿oye la música?
-¿Qué sigue?
-Si elige "Play" la partida iniciará, hay botón de "Settings" para configurar el idioma, el volumen, la apariencia de su personaje y "Exit" para regresar al escritorio.
-Qué lindo pero es hora de que vaya por allá, vine por Pacman.
-¿Es muy complicado, verdad?
-¿Qué?
-Explicar que acaba de pasar.
-Algo así.
-Es el futuro ¿por qué no lo sigue usando?

Bérenice sin embargo, dijo adiós, abrumada en parte por un prematuro exceso tecnológico que distaría mucho de conseguirse en el espejo. Lo último que alcanzó a oír fue el comentario de que esa pantalla era apenas un experimento rudimentario.

-Necesito descansar un poco - anunció ella a Luiz cuando éste dejó de lado su curiosidad por los teléfonos. El garden room era próximo y Bérenice se hundió en un puff apenas puso los pies en la zona.

-¡Cuánta comida hay para escoger! - agregó impresionada cuando volteó a los stands que la rodeaban. En cada mesa había una computadora, carritos de servicio con agua y té disponibles y un monitor en la parte central en la que se transmitía una partida de "Mario Party 4", cuyos personajes eran parecidos a los de la pantalla táctil. La chica notó enseguida que para solicitar el servicio, lo único que tenía que hacer era oprimir un botón plateado.

-Buenas tardes, ¿qué se les ofrece? - dijo una muchacha con buen humor.
-Queremos el menú - replicó Luiz.
-Tenemos pasta, hot dogs, crepas, ensaladas, pizzas, malteadas y sushi.
-¡Pizza! - exclamaron Bérenice y su novio al unísono.
-Tenemos individuales, medianas y grandes.
-¿Para dos?
-La mediana basta. Las variedades son: napolitana clásica, setas con queso de cabra, ajo, higos y uvas.
-¿Cuál prefieres Bérenice?
-Uvas ... Muchas uvas.
-De acuerdo, ¿me permiten escanear uno de sus brazaletes?
-Te toca, Luiz.
-20€ por favor. ¿Alguna bebida? Hay cerveza clara, vino, jugos de frutas, sodas italianas y agua carbonatada con sabor a flores.
-Estamos bien.
-En un momento traigo su orden.

Ambos asentaron ante la mesera y quizás delatando la ignorancia, omitieron abrir la laptop que tenían enfrente y se asustaban con el sonido del juego de "Mario" que los demás disfrutaban a su alrededor, aunque Luiz se sobreponía brevemente, encontrándoles gracia a los personajes y relacionando a su novia con la princesa Peach, que siempre necesitaba ser rescatada.

Bérenice lo abrazaba y se tapaba el rostro.
(Continuará)...