domingo, 25 de agosto de 2013

Una noche agitada (Segunda parte)



-Apenas Joachim se reporte, tomaremos el vuelo... Si, ya vi las noticias, sé que llegaremos a Berlín con retraso pero no creo que nos quedemos más de tres días... El entrenamiento se ha mantenido, no habrá problemas tácticos, espero... Lo mantendré al tanto, cuente con ello, estoy hospedado en el hotel Buckley frente al Centro de Convenciones. Hasta luego.

Thomas Alejandriy colgaba un teléfono justo cuando una vocecita femenina preguntaba con fotografía en mano "¿Han visto a esta niña?" por todo el lobby. Pensando que podía ayudar, él volteó a su izquierda y supo con sorpresa que Tamara Didier cubría su rostro y se sentaba en un sofá mientras le explicaba a otros huéspedes que Carlota había salido corriendo y después de buscarla por todo el hotel, estaba segura de que no se hallaba por ahí. 

-¿Hace cuánto se fue? - cuestionó Thomas al acercarse y mirar su reloj.

-Hora y media.
-¿Qué hacían? ¿Dónde estaban?
-Acabábamos de comer y vimos el noticiero, le llamó a su padre y le dije que iríamos por ahí pero se enojó de repente.
-¿Sabes por qué?
-Oyó algo, no entendí muy bien, pero fue de una persona que llegaría a esta ciudad eh... No lo sé.

Thomas permaneció serio unos segundos y se colocó junto a la angustiada mujer, apartando a curiosos y otros mirones para poder razonar un poco mejor y tranquilizarla.

-¿Llevan muchos días en la ciudad?
-Cuatro contando éste.
-¿Por?
-Iremos a París, esperamos a Ricardo que se quedó en Tell no Tales.
-Comprendo... Umh, dices que enfureció ¿Por qué no intentaste hablar con ella?
-Abandonó la mesa, la quise detener y me pegó en la cara. Recorrí todo el hotel y nadie la reconoce, Joubert y Haguenauer salieron a buscarla y no han vuelto, no se me ocurre a donde ir, esto es un desastre... ¿Qué le voy a decir a Ricardo si no encuentro a la niña? ¡Dios mío, me va a matar! ¡Es la segunda vez que se me pierde!
-¿Cómo que la segunda? 
-Antes de venir también se escapó, Joachim me dijo que Carlota se había deprimido y por eso no la encontré hasta que fui a su departamento y me contaron que había llorado mucho pero pensé que era un berrinche; ahora no sé donde podría encontrarse, no conozco la ciudad y me enteré de que es muy peligrosa.
-Calma ¿Has dado aviso a la policía? 
-Sí, pero solo mandaron a una persona a hacerse tonta por ahí. 
-¿Revisaste todo el hotel? ¿Estás segura?
-Sí y sé que ella salió de aquí.
-Se habrá escondido. 
-¿Alguna idea? 

Thomas reflexionó unos minutos: Tamara estaba en lo cierto cuando aseguraba que la chiquilla simplemente no se hallaba ni cerca, pero él no se atrevería a decirle que su problema era demasiado ligero. Carlota se alejaba sin avisar pero nunca iba a sitios extraños y mucho menos impredecibles.

-Voy a traerla, lo prometo.
-Por favor, va a oscurecer pronto.
-Creo que volveremos temprano, con tu permiso.
-Gracias, Thomas.

Él sonrió con confianza y se dirigió a la calle que, como siempre, estaba llena de obstáculos. A pesar de contar con dos centros de negocios importantes, Hammersmith era una ciudad complicada para caminar, fea y a sus muros beige se les caía la pintura. Además de insegura, no había parques ni museos, únicamente existían una librería y una plazuela semidestruida; no obstante, era un sitio de energía juvenil y divertida que curiosamente contaba con un ferry que trasladaba a una isleta conocida por sus enormes árboles y que era refugio de los riders (patinetos, skatos) por sus rampas, barandales y fosas. Sin duda, la niña Liukin se hallaba en tal ubicación y Thomas, que la había tratado escasamente, no ignoraba aquella inconsciente costumbre de aislarse cuando la tristeza la invadía. Lo único que quedaba por hacer era darse prisa y tener claro que faltaba una hora para la puesta de sol.

-"Diecisiete horas, son las diecisiete horas" - anunciaba el servicio meteorológico de Hammersmith al mismo tiempo que Thomas atravesaba las dos aceras que separaban el hotel del embarcadero y constataba que las gaviotas hacían de las suyas ensuciándolo todo, incluyendo el ferry que tendría la desgracia de tomar. Hammersmith era, desde cualquier punto de vista, digna de provocar asco, sobremanera en situaciones como la de Carlota, que seguramente prefería pasar por esa clase de molestias a encerrarse en el hotel y soportar a una Tamara que tenía asumido el rol de mamá desde hacía un par de días. 

-"Por aquí pueden subir" - gritaba un empleado del ferry a los pocos aventurados que a esa hora compraban boletos caros. Thomas abordó y se topó con una postal todavía más desagradable: el agua era gris y cientos de cadáveres de ratas se amontonaban en las orillas. 

-¿En dónde me vine a meter? - preguntó al viento, sin evitar imaginarse que el agua del grifo provenía justo de ahí. A corta distancia se distinguía la isleta y se presumía que era bonita aunque los riders del ferry se quejaran de los mapaches y de los inútiles intentos por ahuyentarlos.

-"Me aseguraré de no seguirlos" - dijo el hombre que se esmeraba por no expresar su repugnancia. 

Para suerte de Thomas y uno que otro turista desafortunado, el traslado era corto y el personal se despedía casi desde el inicio de la marcha, recomendando comprar protector solar al descender y asegurando que había sitios para acampar y una cafetería decente.

-Te pareces tanto a tu madre, Carlota pero ¿no pudiste sacar un defecto que sí fuera suyo? Te habría perdonado cualquier cosa, en serio - continuaba Thomas divagando mientras se percataba de que en la isleta había una improvisada brigada ecologista que recogía la basura de la diminuta playa. 

-Ojalá hicieran la misma labor en la otra parte, qué ciudad tan funesta. 

En el ferry se alistaba un ancla oxidada y las cadenas que sostenían la vela rechinaban infernalmente. El atracadero era pequeñísimo y un capitán de la marina local daba indicaciones perfectamente inútiles de cómo organizar el descenso de pasajeros. 

-¿Para qué rayos espero? Esta cosa ya frenó, me largo - expresó Thomas y saltó desde la cubierta hasta el césped, manifestando su creciente enfado. A su alrededor nadie le hizo caso, dejándolo adentrarse a un lugar pacífico y silencioso hasta donde los gritos de innumerables riders lo permitían. Estaba en un sitio exclusivo para adolescentes y todo tenía sentido.

-"La chica de morado sí sabe darle a la patinada" - comentaban unas jovencitas sentadas en la cuesta. Era notorio que ningún raider era ocasional y todos eran candidatos a profesionales, si no, no se explicaba la visita de los visores de X - games que descansaban al borde del mismo terreno. La fosa estaba justo detrás.

-¿Has visto a una niña de cabello castaño claro? - cuestionó Thomas al primer muchacho que no lo ignoró y con la insólita seguridad de que recordaría un detalle como ese, ya que en Hammersmith los tonos oscuros en la cabeza eran la constante.

-La que vi sigue tirándose a la fosa.
-No entiendo.
-Hay una chamaquita que ya repasó a todos aquí, es como trigueña ¿Muy rara no? Y tiene un nombrecito de tipa delicadita... Carla, Carlita, una payasada así.
-¡Más respeto! 
-Está allá atrás, no se ponga rudo.

Thomas parpadeó perplejo por semejantes respuestas y sin dar las gracias ascendió más por la cuesta hasta ver una estructura que parecía una alberca vacía. En ella, algunos se deslizaban y la "chica de morado" saltaba con gran destreza. 

-¡Carlota, vámonos! - exclamó él. La chiquilla se aproximó con su patineta prestada y se cruzó de brazos.

-Te están buscando por todos lados.
-¿Cómo supiste que me encontrarías?
-Ay sobrina, es tan obvio que te encantan los árboles.
-¿Te dijo mi madre?
-Digamos que te conozco poquito.
-Estoy molesta contigo.
-No te he hecho nada.
-No fuiste al funeral de mi mamá.
-¿Es todo?
-No contestabas sus llamadas y ella decía que no eras buena persona.
-¿Por eso te escondes aquí? Es un asunto que nada tiene que ver.
-Yo fui la que te avisó del entierro y me contestaste que no te interesaba mi mamá.
-Ah... No quise plantearlo así. Tal vez debí admitir que ir habría sido hipócrita. Mi relación con Gabriela nunca fue fácil, disculpa mi brusquedad.
-Ella te amaba mucho.
-Carlota, no sé si alguna vez supiste, pero yo me separé de tu madre por evitarle problemas.
-¿Qué?
-Gabriela era muy pequeña pero ambos supimos que hice lo correcto. Es lo único que sabrás e insisto: no te importa. Déjate de tonterías por cosas que no vienen al caso, madura ¿quieres? Es increíble que todos se quejen porque te vas sin avisar y es peor constatar que eres realmente tonta.

Carlota frunció el ceño y para desahogar su berrinche volvió a lanzarse en patineta, gritando por alguna extraña razón que Andreas le había enseñado sus trucos. 

Sin embargo y a la distancia, Sergei Trankov se deleitaba con el nuevo episodio olvidable y bochornoso de Carlota al tiempo que era falsamente sometido por una mujer pelirroja. Sin hacer bulla ni fuerza, el guerrillero aguardó a entrar a un sitio oscuro para soltarse y tomarla por el cuello.

-Tallulah Brewster ¿Por qué no me sorprendes.
-Qué sorpresa, Trankov. Será un placer llevarte con el Gobierno Mundial.

Sergei sacudió a la mujer con el fin del controlarla y ésta comenzó a suplicarle que la lastimara de una vez para poder pretextar un ataque feroz con posterior huida.

-¿Cuál es tu misión, Tallulah? 
-No eres fácil de localizar, vine a prevenirte.
-No te creo ni la sombra.
-¡Hey! Sabes que me gustan las peleas justas. 
-¿Qué as podría tener el gobierno mundial?
-Una nueva clase de homicidas controlados por drogas personalizadas.
-¿Algo que no haya sospechado ya?
-Y tu orden de captura más reciente autoriza tu asesinato.
-¿Por qué tardas en ejecutarme?
-Me encantaría morir por tu mano.
-La peor condena que mereces es la de seguir viva.

Trankov soltó a Tallulah por cuestiones personales. Ella no le agradaba porque lo miraba lujuriosamente e impaciente, soñaba con el día en que él le pidiera sumarse a su organización guerrillera. 

-¿Ahora eres el guardaespaldas de Carlota Liukin?
-No he caído tan bajo.
-Te veo constantemente atrás de la niña...
-La maldita élite se interesa en ella.
-Sería una gran integrante.
-No se hagan ilusiones.
-Yo te creo... Aunque te convendría enterarte de otra cosa; tu idilio con Zooey pasará al olvido esta noche.
-Tampoco te metas con ella.
-¿Cómo te caería saber que Zooey Izbasa encontró un amante? Aunque lo niega, suele disfrutar al chico.
-Qué bueno, la pasa de maravilla.
-¿Celoso?
-No.
-Eso pensé; pero no es lo que nos atañe.
-Entonces ¿De qué se trata, Tallulah?
-De esta revista que ubicas bien, "Realeza". Les está dando por sacar números especiales, pero éste es explosivo.
-¿Qué tiene de extraordinario?
-Sólo mira la portada, la ex illuminati Tamara Didier está en problemas.
-Dame eso.
-Te va a fascinar, su ex novio decidió hacerla papilla a intervención nuestra. Eso pasa por caernos mal.
-¿Qué tenía que ver Tamara con ustedes? 
-Fue nuestra estrella, nosotros la hicimos y la destruimos cuando fue necesario, pero su ex ha completado el trabajo exhibiendo las escenas borradas que Tamara hubiera querido eliminar para siempre. Me muero de ganas por ver la cara de Carlota cuando lea cómo su entrenadora participó en un gran fraude y cómo burló a las autoridades valiéndose de nosotros ¡Qué estúpida! 
-¿Y el tiroteo de Tell no Tales no es escandaloso?
-Pasará al baúl de los desechos con este titular. Pobre Tamara, pero nos encanta recordarle que es una tramposa y una mentirosa. A veces amo mi trabajo.

Sergei arrojó la revista al suelo al tiempo que Tallulah Brewster le desabotonaba la camisa; pero él optó por enfocarse en Carlota y Thomas que no se marchaban porque ella insistía en deslumbrar con la patineta y ser nombrada "la chica de morado". 

-Adelántate y dile a Tamara que se prepare - dijo Tallulah en vista de que el guerrillero no prestaba atención a sus intentos de excitarlo - Vine a Hammersmith a advertirte por esto, un escándalo al estilo gobierno mundial illuminati es lo más devastador que puede sucederle a cualquiera. Un intento de asesinato en Tell no Tales es un cuento de niños en comparación.

Sergei Trankov contempló a Tallulah Brewster yéndose de ahí. Carlota por su lado realizaba unas últimas suertes en el foso mientras el cielo se tornaba púrpura y su tío Thomas alcanzaba a distinguir el horario del ferry más próximo. Al fondo, un vendedor de periódicos ambulante comenzaba a exhibir la edición reciente de "Realeza" con entusiasmo. El retrato de Tamara presentaba una belleza indescriptible. 

domingo, 18 de agosto de 2013

Una noche agitada (Primera parte)

 
                          

                              I

-Javier, llévame a casa.
-Tenemos que conseguir el cómic.
-Es una trampa.
-Habíais dicho que nada pasaría.
-Hay un tirador aquí cerca.
-¿Seguro?
-Los otros acaban de confundirme, mira la página 14.
-¡Eso es imposible!
-Para el dopado que contrataron no, vámonos.
-¿Por qué te harían algo? Ya sabemos que se tragaron tu cuentito del autismo.
-Anton Maizuradze también está en problemas, date la vuelta.

En la siguiente esquina, una multitud contemplaba a un niño mal herido que había destrozado un aparador en su caída, pero un joven realizó un disparo al aire y todos comenzaron a huir. 

Javier y Adrien también corrían en busca de un refugio y pronto se toparon con Edwin Bonheur.

-¡Confía en él! - gritó Adrien. Edwin los hizo ir por la calle Cotillard y los ocultó en el departamento Bessette. Javier no se explicaba cómo habían llegado tan rápido.

-¡Cruzamos un espejo! - exclamó su primo - ¿Cómo lo hicimos, Edwin?
-¡Tu familia debe irse a Hammersmith inmediatamente! 
-¿Con qué transporte?
-Déjamelo.
-Bueno, pero Anton Maizuradze está en peligro.
-No te preocupes, iré por él. No asomen la cabeza.

Ante la mirada de Javier, Edwin atravesó nuevamente el reflejo. Se preguntaba en dónde estaba el que los llevó a aquél lugar.

-"En Bonbons Carousel" - recordó. Afuera, se escuchaban otros tiros y la voz de Evan Weymouth. De acuerdo al Star du North, este último se daría cuenta de que el episodio era una réplica fallida del asesinato de Veda Kate Phaneuf y por tanto, miró de frente al tirador, que lo pasó por alto cuando lo tuvo cerca. Javier contemplaba desde un ventanal y tomaba fotos.

-No tengo sangre para enfrentarme a cualquier tío hijo de ...
-¡Mira, discos!
-¿Qué hacéis Adrien? 
-Tenemos que llevarnos dos viniles, voto por el Brainwashed de Harrison.
-¿Qué?
-El cómic dice que hay que birlarle dos discos a Andrew Bessette, de preferencia uno debe ser de George Harrison.
-¿Los robarás?
-No son para nosotros, son para Trankov. 
-Supongo que The Smiths estaría bien.
-Seríamos idiotas si le damos el único que hay; mejor el de Joy Division.
-Pero nos llevaremos tres y no dos.
-El de los Smiths es para nosotros, solo un tarado no lo agarraría.
-Lo que digáis pero como ya es costumbre, no entiendo por qué.
-Dame dinero.
-¿Y ahora? 
-Le deberé 80€ al del mercado de pulgas.
-¿Por? 
-Le voy a comprar su colección de Blur y su disco de los Rolling Stones; el cómic dice que Carlota necesita oírlos con urgencia.
-¡Qué coño tiene que ver con esto!
-A los otros no le gusta el rock, al viejo del muelle tampoco pero quiere que oigamos todo esto.
-No me aclara las dudas.
-El tirador - dirigiéndose a la ventana - fue el pretexto para recibir el mensaje. Se acerca la revolución, hay que prepararse.

El chico pistolero continuaba apuntando al azar en la calle desierta y pronto se quedó de pie frente al edificio Ciprés. Adrien prefirió ocultarle a Javier que había entrado a la lista de "loco extremadamente peligroso" por mostrar destreza en los desafíos mentales de la escuela antes de que terminara el ciclo escolar.


                       II

Hammersmith:

-"El tiroteo en Tell no Tales ha dejado hasta el momento un saldo de cuatro heridos entre los que destaca un pequeño de once años. Se desconoce la identidad del autor de estos crímenes pero la policía local ha tomado la ciudad y se ha pedido a la gente que no salga de sus hogares. Se sabe que el joven responsable todavía deambula por las calles pero lo que preocupa a las autoridades es que pueda estar ligado a la peligrosa pandilla Rostova o con el grupo catalogado como 'terrorista' de Sergei Trankov".
-"Tremendas imágenes de última hora en una ciudad que anoche celebraba con un concierto de música brasileña y una reunión muy grande en la Catedral de Santa María del Mar la elección de su compatriota, el Papa Franz I que seguramente no tardará en hablar al respecto. Llama la atención lo específico que fue el ataque sobre un pequeño, cosa que sin duda debe alarmar a los padres de familia y que está conmocionando a la opinión pública incluso de Hammersmith donde se ha enviado ya un mensaje de solidaridad de parte del presidente Arthur Gonzague hacia su homólogo Nicolas Izbasa".
-"De acuerdo a la agencia AFP se ha suspendido la actividad en el transporte público y hay gente refugiada en las estaciones del metro, se colapsó la red telefónica y suenan las sirenas de emergencia fuertemente"
-"Esperamos contar con mayor información en breves minutos, si usted apenas está sintonizándonos le decimos que se ha registrado un tiroteo esta tarde en Tell no Tales, hay cuatro personas heridas y mucha incertidumbre".

-Liukin ¿Pudiste hablar con tu padre?
-Sí, me dijo que están bien. Adrien y Javier andaban en la calle pero se metieron a un edificio; no oí mucho porque había interferencia.
-Qué buena noticia ¿Pudiste saber algo más?
-Anton está con mi papá y Amy también.
-Qué alivio.
-¿Y tú? ¿Hablaste con Judy?
-Si niña, está en un lugar seguro. 
-Me asusté mucho.
-Yo también. 

Carlota y Tamara se abrazaron mientras Sergei Trankov y el teniente Maizuradze permanecían absortos al televisor en el restaurante del hotel cercano al Centro de Convenciones y comentaban entre interés y rutina sobre lo sucedido en una mesa próxima.

-Treta illuminati.
-Por supuesto, ya no ocultan el sello. 
-¿A quién habrán querido presentarle a la parca?
-De seguro no al pobre chamaquillo.
-Lo que me da casi risa es que hayan contratado a un imbécil en ácidos.
-Eso si es nuevo, Sergei.
-Hacemos bien nuestro trabajo.
-Hasta extraño a esos agentes que cada cinco minutos intentaban clavarnos un puñal. 
-Los que quedan ya son viejos.
-Aunque siguen hiriendo a la gente.
-Me esforzaré en reducir esos daños.
-Es más fácil que lo haga yo, jovencito. 
-No me niegue crédito si lo ayudo.
-No colaboraré con usted.
-Aceptaría una explicación.
-Trankov, me preocupa.
-Soy guerrillero, de sobra sabemos cuál es mi seguro final.
-A mi me importa que usted no se muera.

El rebelde guardó un reflexivo silencio y llevó un trozo de pan a su boca mientras se percataba de la presencia de Sandra Izbasa en un stand frente al comedor. Parecía haber comprado un obsequio y esperaba a alguien.

-¿Pasa algo?
-Sandra Izbasa me pidió hablar con ella.
-¿Se negó, Sergei?
-Acepté por darle una respuesta.
-Usted no conoce la palabra "no".
-Creí que era mejor ser amable.
-Irracionalmente condescendiente y estúpido, querrá decir.

Sergei eligió no replicar cosa alguna y miró de nuevo al frente cuando Zooey Izbasa llegaba al lugar y estrechaba a Sandra; él escondió inútilmente su rostro. Las hermanas hablaban entre sí y optó por leerles los labios.

-Felicidades, eres grandiosa Sandra.
-Gracias.
-¿Y ese regalo? ¿Es para mí?
-Es algo que buscabas desde hace mucho.
-Qué hermoso detalle.
-Lo sé.

Cuando Sandra contempló de nuevo a Trankov, Zooey la siguió. El guerrillero no sabía donde meterse y se quedó en su mesa, fingiendo que no se había dado cuenta de nada.

-En verdad vino hasta acá - dijo Zooey.
-Mejor vámonos.
-Ni siquiera va a saludarme.
-Olvídalo.

Pero Trankov giró su cabeza y atisbó fijamente a Zooey, agitando la mano izquierda. La joven se colgó del brazo de Sandra, alejándose visiblemente contenta.

-Se nota que la señorita Izbasa lo quiere mucho, Sergei- señaló Maizuradze.
-Es un cariño mutuo.
-¿Sin reservas?
-Es mi mejor amiga.
-Amante, más bien.
-Nuestra relación solamente es amistosa a final de cuentas.
-Me sorprende que sea tan sincero sobre esto.
-Nunca he ocultado a mis amigos y no me avergüenza que cualquiera sepa qué ocurre con ellos.
-¿Usted es un libro abierto?
-Aún tengo secretos inconfesables de los que ni usted sabrá, señor.

El teniente Maizuradze sabía que Trankov no sólo se refería al escándalo por su aventura con Zooey Izbasa, señalado hasta la náusea en revistas y por locutores maliciosos. En la misma Hammersmith se platicaba el chisme aunque pocos conocieran la cara de sus protagonistas.

-Cuando nos vayamos de aquí, mi cercanía con Zooey y algún otro asunto serán cosas del pasado.

El teniente Maizuradze pensó que el guerrillero estaba siendo autocrítico y no continuó con el tema.

-¿Ha guardado mis balines, Sergei?
-Mi mujer los tiene.
-¿Prefirió no arriesgarse al descuido?
-Casi los olvido en el tren.
-Qué sorpresa.
-Ja, me cayó en la broma.
-Me recuerda a alguien que conocí en la guerra.
-¿Cuál de todas las guerras?
-He ido a varias, pero yo era niño cuando me encontré a un soldado francés que se hizo mi amigo... Le hablo de hace más de cincuenta años, por eso no recuerdo la cara de ese hombre y jamás pregunté cómo se llamaba, pero sin duda usted me lo evoca, tal vez por la voz o algunos gestos, quién sabe.

Sergei percibió un cosquilleo en la espalda pero no prestó más atención porque Maizuradze seguía con su historia.

-Hay dos cosas que nunca me he sacado de la mente: ese soldado olía bien ¿puede creerlo? Era muy pulcro, su colonia era como de flores, muy raro; lo segundo es que a él le aterraba volver a casa, detestaba a un amigo, su esposa le era indiferente y sentía pavor con sus hijos porque no podía ser buen padre. 
-Qué agradable sujeto.
-¡Lo era! A todos trataba bien y no fingía, pero tenía un carácter un poco apartado. Imagino que por eso no lo ubico mejor.

Trankov sonrió espontáneamente pero el teniente Maizuradze lo atisbó detenidamente.

-Creí que podría recordar mejor a ese hombre, disculpe.
-Esto es raro.
-Sergei, su rostro es muy principesco, muy francés, un poco ruso inclusive, quizá por eso tuve esa mala idea.
-No tengo parentela rusa.
-Alguien como usted se oculta bien, pero no le preguntaré su verdadero nombre porque no me incumbe.

Pocos segundos después, un empleado del lugar se aproximaba para dejar el periódico de la tarde, mismo que fue acaparado por Sergei rápidamente.

-Sandra Izbasa en portada, cómo se nota que imprimen el diario temprano.
-Es la "diva del mundial", en las fotos se ve bien.
-Y así volvemos al tema, Sergei.
-¿Sandra?
-Pero ya hemos dicho todo, sólo me queda sugerirle que se cuide.
-Ella no tiene malas intenciones.
-Pero alguien podría enterarse de su cita.
-No le ha dicho a nadie.
-¿Cómo sabe?
-Las Izbasa son muy obvias cuando cuentan algo y mucho más al guardar silencio. Estaré bien.
-Y qué coincidencia, mire quien regresó.

Sandra volvía al stand pero no se atrevía a acercarse a la mesa del guerrillero y simulaba sin éxito la búsqueda de un obsequio nuevo. 

-Debería ir con esa muchachita de una buena vez, Sergei.
-No anticipo mis citas.
-Pero ella le busca.
-No sabría que decirle justo ahora.
-Creo que ella merecería el esfuerzo.

Sergei asentó y abandonó su sitio con cierta cautela, asumiendo que era preferible decir cualquier tontería que dar un discurso de disparates al día siguiente que ni Sandra ni él tenían que escuchar. La joven se las había arreglado para quedar sola y apenas él se aproximó, lo llevó consigo al elevador, con la prisa de alguien que no deseaba ser vista.  

-Hablemos, Trankov.
-Hola, Sandra ¿Disfrutas el éxito?
-A Zooey le gustabas con todo y tu descortesía, qué horror.
-No es muy educado encerrarme en un elevador, señorita. Ni siquiera hubo un "hola" o de menos un "cierra la boca".
-Contigo hay que ser directa.
-Pues qué contundente.
-Además, no tienes nada para dirigirte a mí de forma adecuada.
-¿No crees que es al revés? 
-Sería insultante comportarme en público como si fueras un caballero. A la gente como tú sólo puede tratársele decentemente a solas o los demás lacayos pensarán que tienen derecho a ser igualados.

El guerrillero rió silenciosamente con tan pretencioso y clasista pretexto. Él lo había escuchado de Zooey en varias ocasiones y recordaba cómo su suave timbre se tornaba profundo. Era increíble que a esas alturas, Sergei apenas se percatara de que su antigua amiga solía ironizar con idénticas palabras, dando a entender que ella se burlaba de su otrora glamuroso estatus.

-Perdóneme por ofender su sangre azul, señorita Izbasa, pero a mí me enseñaron que los modales aplican con todos. Lo demás son groserías. 

Sandra miró al suelo y Trankov comenzó a burlarse de ella, también discretamente.

Resultaba gracioso el contraste entre esa jovencita con su traje sastre, zapatos formales de tacón, media coleta con un flequillo a la derecha y una sombra verde claro que resaltaba el cabello rubio cuando Zooey, aún en uniforme de camarera corriente y su cabello oscuro un poco reseco, lucía con más estilo y vida, más elegante por añadidura. Se notaba que ante la ausencia de su hermana, Sandra estaba forzada a asumir un rol de socialité para el que le faltaba gracia y otro tanto de carisma, además de un asesor de imagen que no pretendiera aseñorarla.

-Habrás visto el beso que Bessette le plantó a Vika.
-Perfectamente.
-Ellos están juntos desde hace tiempo, sepáralos.
-Lo que usted ordene.
-¿Así nada más?
-No es algo complicado.
-También pido algo para mí.
-¿Qué se le ofrece?

Sandra apretó un poco sus labios, vio las puertas del ascensor y se aseguró de que no hubiese una cámara. Titubeante, tomó la muñeca de Trankov para sentir su pulso.

-¿A qué has venido? 
-¿A la ciudad? Vengo de paso, ya dejé Tell no Tales.
-¿En serio?
-No es broma.
-¿Por qué?
-No tengo qué hacer, he resuelto lo que debía.
-No te creo.
-Me parece fantástico.
-Te pregunté de buen modo y reaccionas así, eres injusto.

Esta vez, Trankov no contuvo la carcajada.

-Me tratas como persona de segunda en lugar de tu prójimo, tú eres la injusta.

Sandra se cruzó de brazos y cerró los ojos. Estaba arruinando sus planes con Trankov, abría la boca para pronunciar sandeces y lo único que podía hacer era aguardar a que el ascensor arribara al piso cuarenta y siete para despedirse.

-Disculpa la risa, es que no esperaba una conversación contigo.
-Yo tampoco.
-No salió tan mal, faltó tu declaración particular de odio y los reproches por Zooey.
-No soy vocera, abogada o confidente de mi hermana, si quieres resolver tus asuntos con ella, ve al café donde trabaja.
-¿Dónde es?
-Al otro lado de la ciudad, sirven los waffles de mejor sabor que he probado, pregunta por ellos y todos te dirán donde encontrarlos.
-Pero estaba contigo ahora ¿Te dijo a qué lugar se iba?

Sandra lo miró con amargura.

-Iríamos a su apartamento en Potevin, yo me aparté. La razón ya la sabes.
-Sandra, gracias.

Sergei Trankov la abrazó.

-Vete.
-Te lo agradezco.

Él apretó el botón que lo llevaría al piso inmediato y abandonó el ascensor sin omitir la despedida.

Sandra derramó lágrimas apenas las puertas de hierro se cerraron. 
Llegar al piso cuarenta y siete era una auténtica tortura y cuando pudo hacerlo, se topó con que su cuarto estaba abierto. 

-Fuera.

Adelina se levantó del sofá, no traía blusa y por el desorden, se juzgaba que un chico estaba presente.

-No molestes - dijo la niña y Sandra nada pudo hacer para evitar que le azotaran la entrada en la cara.

-"¿Qué sigue?" - pensó mientras imaginaba la reconciliación entre Zooey y Sergei, el beso del perdón y la felicidad de ambos cuando se encontraran clandestinamente; nada que no sucediera antes.

Quizás, esa fue la causa por la que no se esforzó por detener a Trankov, ya que de haberlo intentado, se habría topado con la sorpresa de que Tamara le daba un mensaje muy importante, cancelando cualquier intento de ir por Zooey.

-"¡Trankov! Me acaba de hablar Ricardo Liukin para vernos en el aeropuerto mañana".
-"¿Qué?"
-"No me pondré a averiguar cómo logrará venir porque ese no es el problema"
-"¿Qué ocurre?"
-"¡Carlota no está!"
-"¿Se la llevaron o se perdió?"
-"Estábamos conversando y de pronto escuchó que alguien viene a la ciudad, palideció y se fue ... ¡Se fue! La busqué en nuestro cuarto, en el lobby, afuera, Haguenauer fue al centro de convenciones y Joubert a la calle..."
-"Calma"
-"¡Carlota se sintió mal y antes de irse me golpeó! 
-"¿Por qué?"
-"¡Trankov, si no la encuentro le puede pasar algo, ayúdame! ¡Marqué a su celular y lo apagó, no sé qué la hizo enojar tanto!"
-"No te preocupes, ya me encargo"

El guerrillero se alejó con velocidad y Tamara continuó la infructuosa búsqueda en los corredores, coincidiendo con una Sandra Izbasa que escuchaba con frustración todo lo que pasaba detrás de su puerta.