jueves, 8 de marzo de 2012

Comptine d'un autré eté: L'apres midi. (Cuento largo de la serie "París")


A Yann Tiersen, @MiguelBennets y al Woody Allen
que dirigió "Midnight in Paris"

Tamara se presentó en el hospital y el panorama resultaba desolador. Carlota no presentaba aparente mejoría y Judy había rendido su declaración tantas veces que hasta memorizada tenía su versión de los hechos; aunque no por eso, dejaba de ser cierta. Los Liukin también habían perdido la noción de las visitas que la niña recibía y los demás aprovechaban esa circunstancia para tomar a la interna como "confidente". Por supuesto, de haber podido, aquella pequeña se hubiera levantado por la risa. Las anécdotas que le contaban solían ser incidentes sin consecuencias o tonterías. Su cerebro seguía construyendo imágenes y no tardó en comenzar a activar la imaginación de forma más amplia. Secretamente, Carlota elaboró un mundo aparte en el cual distraerse mientras comprobaba que podía sentir dolor y lagrimear. No sabía porqué pasaba esto último y menos comprendía porque nadie se había dado cuenta; por lo que regresaba a sus pensamientos sobre un cielo con globos y un puente  sobre el mar en dónde era obligatorio atravesar con bicicleta o a pie además de leer un letrero: París, al final del camino.

Durante el trayecto, se podía contemplar a las ballenas, ver a personas de dos cabezas y artistas recibiendo monedas. Los payasos estaban todo el tiempo tristes y los malabaristas no tenían talento. En contraparte, los vendedores de algodón de azúcar realizaban trucos, sacaban confetti y celebraban los cumpleaños de los niños regalando boletos a la luna. La pequeña nunca recibió uno solo a pesar de que a cada hora, cambiaba el mes y cada dos minutos, el día.

A la mitad del puente, una cabaretera daba la bienvenida al "lado norte del mundo" y para pasar, sólo debía obsequiársele un beso y demostrarle buen corazón si se trataba de un hombre o niño. Si eran mujeres, había que probar que no se era chismosa; pero Carlota pasó sin ser examinada. La vedette precedía a la "construcción de pintura", porque parte del viaducto estaba hecho precisamente con tintas. Los árboles a los costados, y el agua (nombrado "arroyo del arcoiris" por el que la gente pasaba con botas para no empaparse) eran de colores. Algunos aprendices elaboraban bocetos o anotaban lo que grandes maestros sugerían; eso si no eran hostiles. Carlota podía ver a Cézanne explicando la importancia de la textura y al otro, al apasionado Caravaggio ahuyentando a los curiosos y obsesionándose con las expresiones de sus personajes mientras Raffaello Sanzio y Tintoretto compartían impresiones sobre la perspectiva. Fascinada por aquél universo, decidió permanecer en una banca mientras el arroyo aceleraba un poco su caudal y el viento soplaba.

-¡La damisela debería marcharse! - proclamó Picasso - Ese Caravaggio ha enloquecido ¿Acaso no eres observadora? Te ha estado apuntando con sus pinceles y no tardará en agredirte con ellos.
-Creí que jugaba.
-Ese canalla no soporta a los extraños.

El pintor español, de la nada, comenzó a formar sus famosas figuras de luz estroboscópica y en un momento dado, dibujó una sombrilla, misma que entregó a Carlota.

-Los vientos de Gibraltar son peligrosos de noche .. Y aún te falta camino.

La chica atisbó a Picasso mientras se preguntaba porqué la sombrilla no había desaparecido si era una de esas creaciones efímeras que al artista tanto le gustaban; pero no perdió más tiempo, se despidió con un ademán y prosiguió hasta la siguiente señal, no muy lejana. Una flecha de madera que anunciaba:

"Gibraltar. El alma de Europa"

En ese punto, Carlota creyó oír el susurro de un piano, pero las olas también hacían ruido y no tardó en percatarse de la presencia de sirenas. Dubitativa, ella dió un paso fuera de los colores y resbaló.
El piano se volvió más fuerte y un rayo de sol iluminó un diminuto espacio enfrente de ella.

-Aquí voy.

Sosteniéndose como podía, Carlota trataba de avanzar pese al golpeteo incesante del agua. Las sirenas
se lanzaban pelotas en medio de un ambiente inhóspito y con sus colas, agitaban más la cruel marea.
De vez en vez, lo que parecían luces de barco iluminaban más indicaciones:

"Recuerde: El estrecho siempre está oscuro". "Este puente no pasa por Madrid". "Ceuta, a su espalda". "ATENCIÓN: Después del puerto de Gibraltar, comenzará La Gran Curva. No se espante si de pronto no ve tierra. El paso por el cielo es inevitable. Usted verá el campo nuevamente en Andorra" "El camino pasa por Lyon y Nantes" "Buen viaje".

Algunos aventurados como Carlota marchaban lentamente y los dejó atrás pese a las ráfagas. Cada que sonaba el piano, esos extraños tapaban sus oídos y el mar arreciaba su furia. Sin embargo, la luz guía se acrecentaba y comenzaba a brindar calor por lo que la pequeña continuó dando pasos. Ignorando el cansancio, siguió adelantándose a los cada vez más escasos viajeros. Cuando la flecha indicó: "Puerto a dos metros" ella suspiró aliviada. Atrás quedaba la cortina negra y el resplandor.

En Gibraltar, Carlota avanzó un poco para llegar al "Rincón de los filósofos" que no era más que una sección de bancas como las del primer tramo del viaducto. Los sabios discutían las cuestiones más disímbolas; no exentas de gritonería. Mientras Kant trataba de mostrarle a Nietzsche porque sus teorías eran equivocadas, Aristóteles se maravillaba de saber que los cuatro elementos no habían sido el origen del universo. Más al fondo, Platón y Focault compartían el vino y nuevamente, un artista; Marcel Duchamp asombraba a Tomás Moro y Pico Della Mirándola con su cámara y sus cintas.

-¿Qué vas a querer niña?

Nuevamente, la cabaretera se presentaba pero como una agobiada mesera con traje de circo y tono de flojera.

-Agua.
-¡Rayos! ¡No me pagan propinas por algo que es gratis!
-Perdón, pero sólo tengo sed.
-Traeré limonada y si quieres.
-Bueno.
-Y espero ver cincuenta rublos cuando te sirva.
-No tengo dinero.
-Entonces ese tacaño de Nietzsche va a pagar tu cuenta.

Fue en ese instante cuando Carlota se percató de un individuo solitario. Los demás procuraban no pasar cerca.

-¿Ahora qué ves?
-¿Tan rápido?
-Toma tu limón y no molestes... Esos idiotas seguirán discutiendo hasta que se atrevan a matarse.
-No pueden, son filósofos. Son racionales.
-Si lo fueran, intentarían tocarme el trasero y me escucharían cantando. Sólo el bizco no da problemas. Lo abandonaron porque siempre tiene la razón.
-Pobre señor Sartre.
-Es el geniecillo de ojos divergentes que lo sabe todo.

La chica Liukin le sonrió a Jean Paul Sartre antes de dar un par de sorbos y retirarse. El final del camino aún distaba.

Al salir del puerto, Carlota se topó con que el puente estaba más despejado. La ligereza del aire invitaba incluso a correr y La Gran Curva parecía acortar distancias extraordinarias. En el cielo, volvieron los vendedores de algodón de azúcar, igual de amables que los sureños pero sin obsequios. Las notas del piano se dejaban sentir con mayor frecuencia y en ese tramo, a la gente le agradaba oírlo.

"Se regalan panquecitos de queso"

Con ese anuncio, la pequeña se animó a acercarse a un puesto. La dueña era una campesina cariñosa que vivía en las montañas de Andorra y se tomaba la molestia de alimentar a los cansados. De acuerdo a su discurso, ella tenía cabras en su granja y los panecillos daban la energía suficiente para soportar la caminata a París. En vista de que no tenía un sólo rublo, Carlota se llevó una caja con doce bizcochos.

En Andorra, el camino se convirtió en una alegoría de la soledad. De acuerdo a los carteles, pocos llegaban ahí. El gran filtro era el pesadillezco estrecho de Gibraltar y el puerto. Los valles estaban llenos de flores y a lo lejos, las aisladas casitas revelaban la existencia de rebaños mansos y vidas tranquilas. Más arriba, se apreciaba el tren y más letreros.

"Francia a cinco pisadas. Felicidades."

De no haber descubierto esa leyenda, ella habría pensado que seguía en el principado. El puente llevaba de nuevo dirección ascendente y debió gastar su primer panqué. Esa subida era pesada pero la melodía del piano era incesante ya y le gustaba tanto que sin advertirlo, estaba en Lyon; específicamente en un barrio llamado "Vieux Lyon" uno de los más viejos. Aquí si había personas y los universitarios inundaban las librerías. El río Ródano corría paralelo al puente pero la vista se volvió complicada y Carlota debió continuar cuesta arriba.

Camino a Nantes, el piano se tornó más fuerte. Si la pequeña se asomaba por el borde, veía viñedos y se percataba de la considerable altura del viaducto. El delicioso aroma a uvas frescas le provocó una sed terrible y por la carencia de líquidos, trató de compensar aquella sensación con un segundo panecillo. El sudor también hacía de las suyas .. Recordando que era su fantasía, se concentró lo mejor que podía y comenzó a llover ligeramente pero estaba tan cansada, que pasó de largo por Nantes. De todas formas, era imposible que tomara agua del Loira: los habitantes no se lo permitirían.

Finalmente, La Gran Curva presentó su lado más amable: Un descenso. Por inercia, la chica aceleró el paso. Debajo de la señalización: "París, cuatro kilómetros", una pequeña carpa era el último obstáculo para acceder a la Ciudad Luz. La vedette ahora domaba a un tigre y por su vestido, Carlota recordó el desfile ruso en diciembre. Entre ilusionistas y ranas falsamente "mágicas" la mujer se le aproximó.

-¿Otra vez tú? ¡Y ese piano! ¿De dónde sacaste esa musiquita?
-La he escuchado desde Gibraltar.
-Los rumores dicen que la música es el final del sueño.
-¿Cuál sueño?
-París desapareció gracias a esa melodía .. Y Andorra ya no existe. También el otro extremo del puente fue borrado del mapa. Sólo sobrevive la estructura de pintura y medio Gibraltar. Las sirenas ahora viven en tierra.
-¿Qué le pasó a París?
-Se diluyó en burbujas este verano...
-Aún no es verano.
-Como dije, esto es un sueño.. El sueño terminó.

Carlota comenzó a repetir "El sueño terminó, el sueño terminó" y el mundo alrededor acabó por extinguirse.

-El sueño terminó.

La pequeña abrió los ojos. Los acordes que había escuchado en el camino provenían de una grabadora colocada al lado de la cama y no correspondían a compositor conocido alguno. Sin un reloj o al menos las ventanas despejadas, supuso que eran las cuatro. Extrañamente, prefirió aguardar a que alguien entrara a la habitación. No deseaba alterar a nadie o causar una fiesta. Agradecía profundamente el encontrarse lúcida y que la fantasía había llegado a ser tan absurda que la consciencia finalmente había tomado el control.

Yann Tiersen - Comptine d'un autre ete (L'apres midi) 


miércoles, 7 de marzo de 2012

El caos


-Buenos días, busco a Joubert Bessette.
-Soy yo, mucho gusto ¿Con quién trato?
-Edwin Bonheur. Vine por el anuncio del piso en renta.
-¡Pase! ¿Le ofrezco algo? ¿Agua?
-No, gracias. Sólo deseo ver el lugar.
-Adelante. yo contesto cualquier pregunta.

A Edwin le sorprendía el espacio. De acuerdo al clasificado, en el número 27 del Edificio Ciprés en Poitiers, había disponible un loft de alquiler moderado y ventanas amplias; pero el loft resultó ser parte de un duplex cuyas dimensiones rebasaban las expectativas. A dónde volteara, encontraba puertas que daban acceso a grandes salones y una especie de bar en el que relucían algunas máquinas japonesas de baile, un karaoke y una mesa de billar así como una especie de desnivel que dirigía a un patio con una barra. El espacio estaba decorado con muebles vintage a todas luces costosos y pinturas diversas.

-No creo que esto sea lo que busco.
-¿No? .. Vaya, ni hablar.
-Sólo necesito ... Me conformaría con un simple cuarto.
-Podría rentarle eso.
-Disculpa, pero también esperaba que me atendiera el dueño o un arrendador.
-Llamaré a mi padre.

Joubert marcó enseguida pero nadie respondió. Lo intentó dos veces más sin resultado. Apenado, miró a Edwin y estrecharon manos.

-Lo siento.
-Supongo que tendrás suerte más tarde. El lugar es bueno. Gracias.
-De nada, señor.

El ángel se habría ido de no ser por el encargado del bar, que avisaba al joven Bessette que su padre deseaba que llegara a un arreglo inmediatamente y que no volviera a interrumpirlo en una reunión de la marina.

-¿Les urge mucho encontrar un ocupante?
-Mi padre es el de la prisa.

Se notaba que a Joubert no le agradaba la idea de compartir algo que verdaderamente parecía su espacio y que lo único que deseaba era encontrar un inquilino poco invasivo. Dado el precio, aquella objeción era justa.

-Lo tomaré.
-¿En serio?
-Necesito una habitación chica solamente.
-Bien, sígame. Aquí hay una.

Escondido en la última entrada al fondo de un pasillo, el dormitorio que el chico ofrecía era el indicado para Edwin: blanco, parecido al estudio casero de un arquitecto y con una cama que daba el aspecto de haber sido metida ahí en caso de quedarse trabajando hasta tarde.

-Tiene baño completo y focos nuevos.
-Me gusta.
-El ruido no será problema.
-Tanto mejor.

El muchacho comprendió que tendría compañía cuando el desconocido corrió la cortina.

-Supongo que la renta será más módica ¿Cierto?
-1000€. No puedo cobrar menos.
-Por la ubicación y el tamaño, de acuerdo ¿Cuándo podré ocuparlo?
-Siempre que no pase de mañana.
-Estoy conforme.
-Eh.. Mmmh .. Debo explicarle las reglas.
-Claro.
-Le mostraré el resto.

Ambos volvieron a la sala. El parque De Gaulle podía apreciarse perfectamente.

-El bar está a mi derecha. Siempre hay alguien en servicio pero no debemos entrar, mi padre lo prohíbe; pero si desea tomar una soda o jugo de tomate se le atenderá. El encargado irá a usted, sólo levante la mano o toque alguna campanilla.
-Entendido.
-Como buenos tellnotellianos no tenemos cocina pero sí algo parecido. En el desnivel se acaba de instalar una barra de sushi y cerca de la entrada está el refrigerador. Puede tomar lo que guste de ahí. Si es de los que van al supermercado, le recomiendo que sólo lo haga los lunes y por nada del mundo meta cerveza o algo así. El único alcohol en el apartamento es del bar y se surte todos los jueves... No se asuste si ve gente entrando con cajas ese día. No usamos la sala pero no veo inconveniente en que usted la aproveche. Traiga amigos de vez en cuando.

La voz del chico se arrastraba ligeramente mientras explicaba cómo funcionaba la chimenea y porqué el despacho siempre estaba cerrado como caja fuerte. Los dos miraron incluso una galería privada dónde los Bessette atesoraban antigüedades.

-También vea el siguiente piso, es por aquí.

Después de ascender por unas escaleras aún más ocultas que el cuarto rentado, Edwin se topó con un ambiente más casual, más liberador pese a los sirvientes que pululaban discretamente en ambos niveles. Las paredes, al igual que las anteriores también eran blancas, pero más desnudas, con apenas dos o tres cuadros abstractos. El oscuro piso de madera contrastaba con la luz que entraba por los ventanales y había más salones enormes pero con usos menos solemnes y decoraciones igualmente austeras. En el más grande se guardaban los instrumentos musicales de la banda del chico y también se empleaba para ensayar cada martes y miércoles. Al fondo, dos piezas más eran empleadas para tomar video.

-Amo Joubert, la señora Judy Becaud desea comunicarse urgentemente con usted.
-En un momento contesto .. ¿Me disculpa, Edwin?
-Adelante.
-Bienvenido.

El joven descendió al primer nivel. La servidumbre desapareció prudentemente.

-Hola, Judy.
-¡Ay, Joubert!
-¿Qué sucede?

 Judy no podía continuar hablando y Gwendal, que estaba a su lado agarró el auricular.

-¿Sigues ahí?
-Claro.
-Soy Gwendal.
-Hola ¿Podrías decirme qué ocurre?
-Ven al hospital.
-¿Por?
-No es bueno que lo sepas por teléfono. Estamos en urgencias. Carlota te necesita.
-Estoy saliendo.

El joven Bessette se colocó la chaqueta y le indicó a un criado que atendiera a Edwin y lo excusara. Corriendo, el chico descendió al estacionamiento del edificio y tomó su motocicleta para evadir en lo posible el intenso tráfico que paralizaba las avenidas aledañas al nosocomio. Aunado al calor, aquella circunstancia forzó al muchacho a despojarse de la chamarra y buscar la forma de eludir semáforos sin lograrlo. Un recorrido que normalmente le tomaba diez minutos, le costó una hora y se lamentó por no haber tomado el metro. Después de apartar un lugar para su vehículo, Joubert fue al área de urgencias pero no encontró a nadie. Preguntando a la recepcionista, supo que los Liukin estaban en traumatología pero no le dieron detalles. Al llegar al tercer piso, apreció a Judy hablando con la policía y a Ricardo con la mirada extraviada. Andreas y Adrien permanecían al lado de su padre sin una sola expresión en el rostro. Cerca del corredor, David salía de una habitación y Adelina estrechaba a un lloroso Anton que lucía un moretón en la mejilla derecha.

-Al fin - señaló Gwendal.
-¿Qué pasa?
-No te puedo decir mucho .. Amy acaba de perder a su bebé; hay que llenar unas formas.. Y esperar.
-¿Esperar?

Mériguet posó su mano en el hombro de Joubert que volteaba a todos lados.

-¿Dónde está Carlota?

Gwendal guardó silencio.

-¿Está con Amy? .. Bueno, no la interrumpiré.
-Ella no ..
-¿Fue al tocador, la cafetería...?
-Al quirófano.
-¿Qué? ¿Porqué?
-Trauma craneal ... La golpearon con un bat cuando terminó la práctica con Judy y cayó inconsciente. Le sacaron placas y tuvieron que..
-¿Quién hizo eso?
-No lo sé. Lleva ahí dentro treinta minutos. No sabemos cuándo terminará la operación... Era peligroso no tratarla lo más rápido posible.

El joven aguardó en silencio y de pie. Veía pasar a las enfermeras, a otros médicos dando las malas noticias. Cerca de él, una familia lloraba a un pariente muy querido. Ricardo ocasionalmente se levantaba y le agradecía estar ahí al igual que Ely. Franz De Patie, que se había enterado de la situación por el viejo del muelle, arribó para mostrar su apoyo. Al fondo se escuchaban los gritos de Amy que pedía saber lo que acontecía con su amiga.

Un cirujano preguntó por los Liukin dos horas después y éstos lo rodearon. Joubert sólo se limitó a escuchar.

-Cómo saben, Carlota fue diagnosticada con trauma epidural y lo que hicimos fue drenar la sangre que se acumuló y estaba presionando el cráneo.
-¿Se recuperará? - preguntó Ricardo.
-No me gusta dar éstas noticias pero ella sigue muy grave.
-¿Qué tanto? - cuestionó Joubert.
-Debido a que no la atendimos de forma tan inmediata porque esperamos las tomografías y la operación resultó demasiado complicada, ella cayó en coma.
-¡No puede ser! - murmuró Ely.

Ricardo debió tomar asiento nuevamente para no colapsarse. El chico Maizuradze sollozó más fuerte y el joven Bessette pidió ver a la pequeña pero no se lo permitieron.

-La tendremos en observación las próximas horas.

Sin embargo, a Joubert no le importó la negativa y se introdujo en la habitación de su novia en un momento de descuido. La niña portaba un vendaje pero era evidente que le habían retirado el cabello.
Al muchacho le impresionó esa postal. Ella parecía dormir apaciblemente. Con ternura, besó la mano de Carlota.

-Aquí estoy.

El joven arrastró un banco y se colocó junto a la cama mientras retiraba con insistencia algunas lágrimas.

-Hoy renté un cuarto del piso de abajo. Tenías razón en no quitar el aviso del periódico - pronunció a manera de charla - Lo alquiló alguien que parece buen sujeto... Se terminaron mis días solo. Me molesta pero no soy el dueño.

Joubert decidió no articular más sobre ese asunto. Le parecía que acababa de contar algo estúpido. Cómo no podía saber si ella percibía su presencia, apretó sus delicados dedos y comenzó a relatarle un sueño que era tan intrascendente como su anécdota con el inquilino, así que se inclinó por no continuar con eso.

El joven Bessette lucía triste y asustado. Por la mente le pasaron aquellos primerizos días al lado de Carlota: el rostro embarrado con queso en Le jours tristes, el paseo en moto al día siguiente con el extraño percance eléctrico que acabó en beso, la fogata de Katsalapov, la canción en la campiña y la sonrisa de ella al verlo cuando bajó a la ciudad, la excursión a Poitiers, el fallido Masters ...

-Cuando termine todo esto, iremos a la playa o mejor al campo y rodaremos por las colinas ... ¿Sabes que de tanto verte aprendí a patinar? Me gustaría compartir eso contigo para sostenerte con mis brazos para que nunca te lastimes... También te dedicaré todas las presentaciones de la banda, lo prometo...

Aunque era imperceptible, Carlota reaccionaba a la voz de Joubert y su mente estructuraba las imágenes de aquellas fantasías en una lucha desesperada por despertar que había sido desatada desde el primer segundo posterior al batazo.

-Hallgrim me recontrató. Voy a juntar el dinero para el palacete en Nathalie, voy a ponerte un jardín, una fuente.. Habrá un salón para todos los trofeos que ganes, un gran cuarto de baño y todo lo que quieras.

Retornando al sigilo, Joubert comprendió que no quería irse. Por angustia, el chico abrazó a la pequeña con todas sus fuerzas y recargó su cabeza en el hombro de ella antes de animarse a obsequiarle una caricia en la mejilla y susurrar en su oído:

-Te amo, Carlota.

Brian Joubert Courchevel Gala 2010 - Little Love from Vimeo.


viernes, 2 de marzo de 2012

Spasibo Zhenya!*



Salt Lake City, USA.

Los hermanos Alejandriy discutían violentamente en la cafetería de la villa olímpica y el equipo tellnotelliano rezaba para que los jefes de misión, los chismosos o algún delegado del COI no se aparecieran y el combinado de hockey sufriera la calamidad de ver suspendidos a su entrenador y a su jugador estrella. Ambos se reprochaban la derrota en su partido debut y no temían usar malas palabras o manotearse. Los compañeros de ambos sabían de sobra que no debían meterse.

-¡Si no perdimos miserablemente, fue por nosotros que nos cansamos de tu estúpido sistema!
-Pero no ganamos porque no les alcanzó, Joachim ¡De haberme hecho caso tendríamos el partido en la bolsa! ¡Te apuesto a que los checos no habrían podido sostenerse pero quisiste genialidad y ahora estamos a un paso de ser eliminados!
-Tú no te estás matando con mis hombres.
-¡No me importa que sean tus hombres! ¡Yo los dirijo!
-¡No tienes idea de cómo es el equipo!
-El equipo es igual a su capitán: incapaz.

Joachim azotó a Thomas en una mesa y procedía a golpearlo cuando una figura delicada se interpuso.

-¡Hey! ¡Basta! ¡Tranquilos, caballeros! ... Es sólo un juego.

Zhenya Plushy exhaló como si estuviera dispuesto a correr en caso de que las cosas empeoraran. Algunos le pedían incluso que se apartara.

-Fue suficiente, todo mundo a su lugar - externó Tamara - Bien hecho, Zhenya.

Los Alejandriy se miraron agresivamente pero no pasó más. Thomas buscó la cara de Didier al comprender su error pero ésta prefirió ir por una bandeja y comer en alguna mesa lo suficientemente apartada para que el jugador no recibiera ni un gesto de reojo.

-Mal y de malas con esos dos - comentó Haguenauer al encontrarse con ella.
-Thomas es un idiota.
-Mmhh ... Ayer te veías contenta con él.
-Creí que sería diferente.
-Los hombres, los hombres ... ¿Somos decepcionantes, verdad?
-Menos cuando sólo son amigos.
-Amén por eso.
-¿Qué nos queda? Es muy difícil encontrar un buen sujeto.
-¿Te gusta ese cro-magnon?
-No mucho.. Sólo hemos convivido aquí y eso que entreno a su sobrina.
-¿Prospecto descartado?
-A pulso.

Después de degustar una generosa ensalada y un yogur, Tamara salió a pasear por la villa y a buscar a Verner, quién con toda seguridad tendría una fuerte resaca. Algo había en la ciudad que no le llamaba la atención y si caminaba, la gente la detenía para la foto y para preguntarle la razón por la que no estaba compitiendo. Otros le aplaudían el trabajo que realizaba con Tomos al tiempo que le decían que tampoco lo habían visto y que lo felicitaban mientras dejaba que se escurrieran las horas.

Paradójicamente, ella se sentía extremadamente feliz. Conforme las pruebas iban cerrando actividades, se encontraba con que los espacios se encontraban vacíos y le encantaba meterse a la pista a contemplar los aros olímpicos y practicar sus movimientos en plena madrugada. Aunque cayera sin cesar, ella a menudo gritaba:

-"¡Tamara Didier lo hizo de nuevo!" "¡Otra actuación conmovedora!" "¡Ella es la campeona del mundo!" "¡Didier es la primer francesa en conseguir el título de campeona olímpica!"

Y acto seguido, ensayaba sus agradecimientos como cuando era niña. Era una costumbre que extrañaría pronto. El silencio, sus fantasías.. Al fin había pasado varios días sin pensar en Gwendal aunque él fuera quién contestara cada que llamaba a los Liukin para saber si seguían cuerdos.

-Ya encontré a Tomos, está borracho en un bar aquí cerca - pronunció Zhenya - ¿Qué haces aquí?
-¿Qué haces tú aquí?
-Regresé de la fiesta y vi cuando te metiste.
-Creí que nadie lo sabría... En fin, regañaré a Verner más tarde, ya fue demasiado.
-Jeje, es que aún no lo puede creer.
-Los jueces le regalaron.
-No es cierto. Lo que hizo Tomos fue asombroso ¿Cómo rayos lograste que dejara de ser mediocre?
-Ni idea.
-Un poco más y me quita la plata.
-¡Eso nunca habría pasado!
-Pues con los señores de las calificaciones nunca se sabe y antier fueron muy duros.
-Fuiste el mejor y te merecías el primer lugar. Te robaron, Zhenya.
-Esas cosas pasan.
-Cuando los jurados no son creíbles.
-¿Nunca estás contenta, verdad?
-¡Por Dios! ¿Verner en el podio contigo?
-Los milagros olímpicos, mujer. Esos le tocan a cualquiera y tú ya tienes un bronce como entrenadora. Tus bonos suben.
-Es una locura.
-Gritaste más fuerte que tu chico cuando supiste que esa medalla es suya.

Zhenya rodeó a Tamara con su brazo y se acostaron el el hielo.

-No todos cumplimos nuestros sueños, amigo.
-Lo sigues intentando.
-No es suficiente.
-Puedes hacer tus combinaciones triple - triple. Ayer le explicabas a Irina como hacerlas.
-Mis rodillas no me sostienen y lo de Astroskaya es porque quiere saltar así en el programa largo.
-Ah claro.
-¿Porqué el sarcasmo?
-Oí que te pidió que la entrenes para la próxima temporada.
-¡Jajajajaja!
-Tarasova ya no es una opción para ella y Mishin sólo quiere quedarse conmigo.
-Espero que no abandone a Lena.
-Muy tarde. Después de marzo adiós contrato porque no lo renovaron.

Ambos quedaron de frente, recargados en su costado.

-Spasibo, Plushy.
-¿Por?
-Apoyarme cuando quedé ciega y buscarme trabajo.
-¿Qué no haría por ti?

Ambos se observaron un minuto y después volvieron a colocarse boca arriba.

-Hay algunas cosas que no te he dicho.
-¿Qué será?
-La primera es que recuperé la vista.

Zhenya la estrechó al punto de quedar encima.

-Es temporal, no te emociones.
-¿Porqué no? Aunque sea por poco tiempo es maravilloso.
-Si tú lo dices.... Ahora va la segunda.
-¿Otra buena noticia?
-Lo de Gwendal ya terminó.

Plushy se posicionó al lado izquierdo.

-¿Eres libre?
-Ahora sí.
-¿Cuál fue su razón?
-Está enamorado de mi mejor amiga.
-¿Ella le corresponde?
-Judy está loca por él.
-¿Qué sientes?
-¡Se me hizo tan injusto! ¡Ella! ¡¿Qué rayos le vió a ella?! ¡Está casada! ¡Casada!
-Eso no tiene que ver.
-Lo sé.
-Déjalos vivir.
-Ese no es problema.
-¿Entonces?
-Antes de olvidarlo para siempre y sentirme idiota ...
-¿Eso es humor?
-Sí.
-Continúa.
-Quiero entender porqué sucedió.
-No .. Eso es otro mundo, es mejor no meterse.
-Es que.. Te explico: Judy conoció a Jean Becaud y se casaron. Él es su héroe y un patán, cosa que me importa porque realmente la quiero y ella era tan dichosa... Hasta que le presenté a Gwendal y ¡Bam! Enamorados.
-A veces un héroe y estar feliz no es suficiente.
-¿Bromeas?
-No, sólo digo los hechos. Piénsalo .. O pregúntales.
-No haré eso.
-El amor es complicado y retorcido.
-Al menos puedo ir quitando candidatos de la lista como Thomas Alejandriy.
-¿Él?
-¡Caíste en lo que me cuestionabas!
-Ya lo dije, ni modo.
-Mejor me pongo a practicar antes de que mis rodillas de gelatina se atrofien más.
-Lo lograrás.
-Gracias
-Pero grita que eres la campeona.
-¡Ah!
-Te oí. Yo hacía lo mismo y gracias a los jueces tengo cuatro años para soñar con el oro.
-Serás el campeón olímpico la próxima vez.
-Y espero que me observes.

Inmediatamente después de incorporarse, Tamara reanudó sus ejercicios y Zhenya permaneció a su lado dándole consejos hasta mediodía, hora en que Didier determinó que Verner debía parar su fiesta y volver a entrenar.

*Spasibo (спасибо): Forma en ruso de decir "gracias"

Carolina Kostner Montage 'Perfect'  en Vimeo. y en su versión original en Youtube dando clic aquí.
El video es de la autoría de Silvia Granata.