miércoles, 7 de marzo de 2012

El caos


-Buenos días, busco a Joubert Bessette.
-Soy yo, mucho gusto ¿Con quién trato?
-Edwin Bonheur. Vine por el anuncio del piso en renta.
-¡Pase! ¿Le ofrezco algo? ¿Agua?
-No, gracias. Sólo deseo ver el lugar.
-Adelante. yo contesto cualquier pregunta.

A Edwin le sorprendía el espacio. De acuerdo al clasificado, en el número 27 del Edificio Ciprés en Poitiers, había disponible un loft de alquiler moderado y ventanas amplias; pero el loft resultó ser parte de un duplex cuyas dimensiones rebasaban las expectativas. A dónde volteara, encontraba puertas que daban acceso a grandes salones y una especie de bar en el que relucían algunas máquinas japonesas de baile, un karaoke y una mesa de billar así como una especie de desnivel que dirigía a un patio con una barra. El espacio estaba decorado con muebles vintage a todas luces costosos y pinturas diversas.

-No creo que esto sea lo que busco.
-¿No? .. Vaya, ni hablar.
-Sólo necesito ... Me conformaría con un simple cuarto.
-Podría rentarle eso.
-Disculpa, pero también esperaba que me atendiera el dueño o un arrendador.
-Llamaré a mi padre.

Joubert marcó enseguida pero nadie respondió. Lo intentó dos veces más sin resultado. Apenado, miró a Edwin y estrecharon manos.

-Lo siento.
-Supongo que tendrás suerte más tarde. El lugar es bueno. Gracias.
-De nada, señor.

El ángel se habría ido de no ser por el encargado del bar, que avisaba al joven Bessette que su padre deseaba que llegara a un arreglo inmediatamente y que no volviera a interrumpirlo en una reunión de la marina.

-¿Les urge mucho encontrar un ocupante?
-Mi padre es el de la prisa.

Se notaba que a Joubert no le agradaba la idea de compartir algo que verdaderamente parecía su espacio y que lo único que deseaba era encontrar un inquilino poco invasivo. Dado el precio, aquella objeción era justa.

-Lo tomaré.
-¿En serio?
-Necesito una habitación chica solamente.
-Bien, sígame. Aquí hay una.

Escondido en la última entrada al fondo de un pasillo, el dormitorio que el chico ofrecía era el indicado para Edwin: blanco, parecido al estudio casero de un arquitecto y con una cama que daba el aspecto de haber sido metida ahí en caso de quedarse trabajando hasta tarde.

-Tiene baño completo y focos nuevos.
-Me gusta.
-El ruido no será problema.
-Tanto mejor.

El muchacho comprendió que tendría compañía cuando el desconocido corrió la cortina.

-Supongo que la renta será más módica ¿Cierto?
-1000€. No puedo cobrar menos.
-Por la ubicación y el tamaño, de acuerdo ¿Cuándo podré ocuparlo?
-Siempre que no pase de mañana.
-Estoy conforme.
-Eh.. Mmmh .. Debo explicarle las reglas.
-Claro.
-Le mostraré el resto.

Ambos volvieron a la sala. El parque De Gaulle podía apreciarse perfectamente.

-El bar está a mi derecha. Siempre hay alguien en servicio pero no debemos entrar, mi padre lo prohíbe; pero si desea tomar una soda o jugo de tomate se le atenderá. El encargado irá a usted, sólo levante la mano o toque alguna campanilla.
-Entendido.
-Como buenos tellnotellianos no tenemos cocina pero sí algo parecido. En el desnivel se acaba de instalar una barra de sushi y cerca de la entrada está el refrigerador. Puede tomar lo que guste de ahí. Si es de los que van al supermercado, le recomiendo que sólo lo haga los lunes y por nada del mundo meta cerveza o algo así. El único alcohol en el apartamento es del bar y se surte todos los jueves... No se asuste si ve gente entrando con cajas ese día. No usamos la sala pero no veo inconveniente en que usted la aproveche. Traiga amigos de vez en cuando.

La voz del chico se arrastraba ligeramente mientras explicaba cómo funcionaba la chimenea y porqué el despacho siempre estaba cerrado como caja fuerte. Los dos miraron incluso una galería privada dónde los Bessette atesoraban antigüedades.

-También vea el siguiente piso, es por aquí.

Después de ascender por unas escaleras aún más ocultas que el cuarto rentado, Edwin se topó con un ambiente más casual, más liberador pese a los sirvientes que pululaban discretamente en ambos niveles. Las paredes, al igual que las anteriores también eran blancas, pero más desnudas, con apenas dos o tres cuadros abstractos. El oscuro piso de madera contrastaba con la luz que entraba por los ventanales y había más salones enormes pero con usos menos solemnes y decoraciones igualmente austeras. En el más grande se guardaban los instrumentos musicales de la banda del chico y también se empleaba para ensayar cada martes y miércoles. Al fondo, dos piezas más eran empleadas para tomar video.

-Amo Joubert, la señora Judy Becaud desea comunicarse urgentemente con usted.
-En un momento contesto .. ¿Me disculpa, Edwin?
-Adelante.
-Bienvenido.

El joven descendió al primer nivel. La servidumbre desapareció prudentemente.

-Hola, Judy.
-¡Ay, Joubert!
-¿Qué sucede?

 Judy no podía continuar hablando y Gwendal, que estaba a su lado agarró el auricular.

-¿Sigues ahí?
-Claro.
-Soy Gwendal.
-Hola ¿Podrías decirme qué ocurre?
-Ven al hospital.
-¿Por?
-No es bueno que lo sepas por teléfono. Estamos en urgencias. Carlota te necesita.
-Estoy saliendo.

El joven Bessette se colocó la chaqueta y le indicó a un criado que atendiera a Edwin y lo excusara. Corriendo, el chico descendió al estacionamiento del edificio y tomó su motocicleta para evadir en lo posible el intenso tráfico que paralizaba las avenidas aledañas al nosocomio. Aunado al calor, aquella circunstancia forzó al muchacho a despojarse de la chamarra y buscar la forma de eludir semáforos sin lograrlo. Un recorrido que normalmente le tomaba diez minutos, le costó una hora y se lamentó por no haber tomado el metro. Después de apartar un lugar para su vehículo, Joubert fue al área de urgencias pero no encontró a nadie. Preguntando a la recepcionista, supo que los Liukin estaban en traumatología pero no le dieron detalles. Al llegar al tercer piso, apreció a Judy hablando con la policía y a Ricardo con la mirada extraviada. Andreas y Adrien permanecían al lado de su padre sin una sola expresión en el rostro. Cerca del corredor, David salía de una habitación y Adelina estrechaba a un lloroso Anton que lucía un moretón en la mejilla derecha.

-Al fin - señaló Gwendal.
-¿Qué pasa?
-No te puedo decir mucho .. Amy acaba de perder a su bebé; hay que llenar unas formas.. Y esperar.
-¿Esperar?

Mériguet posó su mano en el hombro de Joubert que volteaba a todos lados.

-¿Dónde está Carlota?

Gwendal guardó silencio.

-¿Está con Amy? .. Bueno, no la interrumpiré.
-Ella no ..
-¿Fue al tocador, la cafetería...?
-Al quirófano.
-¿Qué? ¿Porqué?
-Trauma craneal ... La golpearon con un bat cuando terminó la práctica con Judy y cayó inconsciente. Le sacaron placas y tuvieron que..
-¿Quién hizo eso?
-No lo sé. Lleva ahí dentro treinta minutos. No sabemos cuándo terminará la operación... Era peligroso no tratarla lo más rápido posible.

El joven aguardó en silencio y de pie. Veía pasar a las enfermeras, a otros médicos dando las malas noticias. Cerca de él, una familia lloraba a un pariente muy querido. Ricardo ocasionalmente se levantaba y le agradecía estar ahí al igual que Ely. Franz De Patie, que se había enterado de la situación por el viejo del muelle, arribó para mostrar su apoyo. Al fondo se escuchaban los gritos de Amy que pedía saber lo que acontecía con su amiga.

Un cirujano preguntó por los Liukin dos horas después y éstos lo rodearon. Joubert sólo se limitó a escuchar.

-Cómo saben, Carlota fue diagnosticada con trauma epidural y lo que hicimos fue drenar la sangre que se acumuló y estaba presionando el cráneo.
-¿Se recuperará? - preguntó Ricardo.
-No me gusta dar éstas noticias pero ella sigue muy grave.
-¿Qué tanto? - cuestionó Joubert.
-Debido a que no la atendimos de forma tan inmediata porque esperamos las tomografías y la operación resultó demasiado complicada, ella cayó en coma.
-¡No puede ser! - murmuró Ely.

Ricardo debió tomar asiento nuevamente para no colapsarse. El chico Maizuradze sollozó más fuerte y el joven Bessette pidió ver a la pequeña pero no se lo permitieron.

-La tendremos en observación las próximas horas.

Sin embargo, a Joubert no le importó la negativa y se introdujo en la habitación de su novia en un momento de descuido. La niña portaba un vendaje pero era evidente que le habían retirado el cabello.
Al muchacho le impresionó esa postal. Ella parecía dormir apaciblemente. Con ternura, besó la mano de Carlota.

-Aquí estoy.

El joven arrastró un banco y se colocó junto a la cama mientras retiraba con insistencia algunas lágrimas.

-Hoy renté un cuarto del piso de abajo. Tenías razón en no quitar el aviso del periódico - pronunció a manera de charla - Lo alquiló alguien que parece buen sujeto... Se terminaron mis días solo. Me molesta pero no soy el dueño.

Joubert decidió no articular más sobre ese asunto. Le parecía que acababa de contar algo estúpido. Cómo no podía saber si ella percibía su presencia, apretó sus delicados dedos y comenzó a relatarle un sueño que era tan intrascendente como su anécdota con el inquilino, así que se inclinó por no continuar con eso.

El joven Bessette lucía triste y asustado. Por la mente le pasaron aquellos primerizos días al lado de Carlota: el rostro embarrado con queso en Le jours tristes, el paseo en moto al día siguiente con el extraño percance eléctrico que acabó en beso, la fogata de Katsalapov, la canción en la campiña y la sonrisa de ella al verlo cuando bajó a la ciudad, la excursión a Poitiers, el fallido Masters ...

-Cuando termine todo esto, iremos a la playa o mejor al campo y rodaremos por las colinas ... ¿Sabes que de tanto verte aprendí a patinar? Me gustaría compartir eso contigo para sostenerte con mis brazos para que nunca te lastimes... También te dedicaré todas las presentaciones de la banda, lo prometo...

Aunque era imperceptible, Carlota reaccionaba a la voz de Joubert y su mente estructuraba las imágenes de aquellas fantasías en una lucha desesperada por despertar que había sido desatada desde el primer segundo posterior al batazo.

-Hallgrim me recontrató. Voy a juntar el dinero para el palacete en Nathalie, voy a ponerte un jardín, una fuente.. Habrá un salón para todos los trofeos que ganes, un gran cuarto de baño y todo lo que quieras.

Retornando al sigilo, Joubert comprendió que no quería irse. Por angustia, el chico abrazó a la pequeña con todas sus fuerzas y recargó su cabeza en el hombro de ella antes de animarse a obsequiarle una caricia en la mejilla y susurrar en su oído:

-Te amo, Carlota.

Brian Joubert Courchevel Gala 2010 - Little Love from Vimeo.


1 comentario:

  1. Bien. Me gusta.

    Has retomado la narrativa descriptiva del entorno de los personajes; el video del patinador francés es único; el tema musical fue escrito para la actuación de Brian Joubert y para este post en especial, están sintonizados; pero siento que pudiste decirnos por qué quería Joubert rentar el cuarto ya que si lo hubieras hecho hubieras enriquecido al personaje de Carlota ya que ella fue quien sugirió no se quitara el anuncio. El saldo es bueno.

    Un abrazo, Ingrid.

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