lunes, 17 de septiembre de 2018

¿Qué es ser un hermano?


No fue sorpredente que Maurizio Leoncavallo enfermara de náuseas durante su sesión de entrenamiento y ese lunes por la mañana batallaba con un fuerte mareo mientras su estómago amenazaba con rebelarse. Luego de pasar revisión en la enfermería, llamó a Carlota Liukin para suspender su entrenamiento vespertino y se escuchaba tan mal que Ricardo Liukin se compadeció, decidió ir por él al club de hielo y en lugar de llevarlo a su casa, lo metió a una habitación en el hotel Florida para que sacara aquello que le hacía daño. Maeva Nicholas reía nerviosa.

-¿Qué le ocurre? - preguntó la mujer a pesar de saberlo.
-Le apliqué el remedio Liukin contra los nervios - replicó Ricardo.
-¿Cuál es?
-Un golpe seco en la boca del estómago. Infalible.
-Me gusta.
-Maurizio se sentirá bien en un rato más... ¿Quieres que prepare arroz?
-¿No tienes que volver al trabajo?
-Estoy cuidando a un amigo.
-¿De verdad?
-Lo que tiene Maurizio es una confusión.
-¿Cuál es la causa?
-Algo que no hizo.
-¿Cómo lo sabes?
-Su cuerpo lo rechaza fácilmente.

Ricardo no cerró la puerta del cuarto aquel y fue con Maeva a la cocina sin preocuparse gran cosa. Por otro lado, Carlota Liukin había llegado al hotel con varios litros de suero y la acompañaba Morgan Loussier, que simulaba interés sincero y en su lugar, se había imaginado un arrepentimiento de Maurizio Leoncavallo por erotizar a su hermana.

-Suena muy enfermo - advirtió Morgan.
-Pobre Maurizio ¿crees que se le pase?
-Mañana estará sano.
-El que va a morir es Tennant.
-No lo conozco.
-Es un... Es adoptado.
-Hermano tuyo.
-Maurizio está ocupando su baño.

Morgan carcajeó al instante y depositó la caja de suero junto a una cama pequeña. En aquel instante, el agotado Maurizio salió de su lugar y se recostó con enorme cansancio.

-Te trajimos bebidas - declaró Carlota.
-Se ve terrible - saludó Morgan y su entrenador apenas los miró luego de cubrirse con las sábanas y llorar en silencio.

-Te dejamos solo. Si quieres algo... Descansa - terminó la chica y se dio la media vuelta junto a su compañero. Ricardo los llamaba para que lo ayudaran con la comida y de paso vigilar a Morgan, que se sentía como en jardín de niños por tener que obedecer.

En esa tarde libre, los Liukin aprovecharon para hacer varias cosas: ir a la lavandería, limpiar sus habitaciones, ordenar sus documentos, realizar llamadas y pagar algunas cuentas. Todo lo veía Maurizio desde la cama y su dolor en el cuerpo que no le permitía dormir, preguntándose si de verdad se trataba de una familia como cualquier otra. A los Liukin les habían pasado tantas cosas y se habían rodeado de personas tan conocidas que era revelador saber que se trataba de siete individuos con jerarquía clara y rutinas aburridas, que lo mismo reían juntos de una tontería como un tropiezo o jugaban un poco rudo mientras se recriminaban los apodos. Adrien Liukin era "Nosferatu", Andreas Liukin "cabeza de dona" y Carlota Liukin, bueno, era una "cucaracha" y cada que se lo decían, ella respondía dando un golpe en el antebrazo sin importar quien fuera y exclamando "cállate". Por otro lado, Yuko Inoue, Miguel Ángel Louvier y Ricardo Liukin carecían de apelativos, lo que aumentaba el contraste con Tennant Lutz, a quien llamaban "idiota" con cierto afecto y que se podía percibir como el menos apreciado al mismo tiempo.

-Voy a revisar mis patines - anunció Carlota Liukin luego de acomodar un cesto con ropa limpia en su cuarto y tomar su bolsa de peluche rosa. A Maurizio Leoncavallo le sorprendió que ella entrara a visitarlo y se sentara en el suelo, recargándose en el colchón y dándole la espalda, aunque volteaba a verlo con una gran sonrisa.

-¿Cómo sigues, Maurizio?
-Me duele todo.
-Lo imaginé ¿Bebiste mucho?
-No.
-Tal vez comiste muchos cicchetti.
-Tengo hambre desde ayer.
-¿En serio?
-Carlota ¿por qué dejas que te digan "cucaracha"?
-Así me llevo con el "cabeza de dona".
-¿Quién?
-Andreas, es que le gustan mucho las donas.
-¿Cómo lo notaste?
-Va por una caja una vez por semana y está prohibido tocarla. Siempre lo acompaño.
-¿Por qué?
-Porque alguien tiene que comerse la dona de limón. Esa no le gusta a nadie pero no se desperdicia.
-Tu familia y los cítricos no se llevan bien.
-No.
-Yo no sé qué compra Katarina ni qué le da por comer.
-¿De verdad?
-Me enteré de que le agradan los bolsos negros porque mi primo me lo dijo. Propuse regalarle uno a Katy este año porque me acordé.
-Estás todos los días con ella, algo debes saber.
-Me hace reír.
-Katarina debe conocerte bien.

Carlota aplicaba abundante crema a sus patines y los cubría con cinta adhesiva. De paso, revisaba si tenía marcador blanco.

-¿Limpias tus patines, Carlota?
-Les pasé un poco de jabón hace rato pero como no hubo quien fuera a la lavandería, los dejé. Tengo remordimientos.
-¿Katarina te enseñó?
-La vi hacerlo ayer, antes de que se fuera a Nueva York.
-Le mostré ese truco cuando era niña.
-Lo aprendió bien.
-Carlota ¿puedo sugerirte algo?
-Sí.
-Tállalos como si no hubiera mañana.
-¿Funciona?
-Házlo así para quitarles todas las marcas.
-Oh, gracias.
-Te ayudaré.
-¿Seguro?
-No le digas a Katy.
-¿Por qué?
-Se enfadaría, es celosa.
-¿Por qué no fuiste con ella a Nueva York?

Maurizio suspiró luego de sujetar un botín de Carlota.

-Karin sabe qué hacer, es bailarina.
-¿Y tú?
-Katarina no me entendió.
-¿Es la primera vez que les pasa?
-No recuerdo otra pelea.
-¿Están enojados?
-Ella nunca me ha contradicho.
-Pero no la conoces.
-¿Qué música oyen tus hermanos?
-Andreas ama cosas como Def Leppard y Skid Row; Adrien oye bossa nova y samba.
-¿Qué?
-Tennant es súper fan de unos tal Blur y a Miguel le gusta el piano.
-¿Cómo te diste cuenta?
-Los escucho escogiendo discos todo el tiempo.
-Ni siquiera eso sé de Katarina.
-¿Por qué?
-Con ella me limito a hablar de patinaje y últimamente de mi boda.
-¿Antes?
-Cuando viví en Moscú, ella me decía que prefería que yo hablara. Sé cosas. Katarina no tuvo novio hasta que conoció a Miguel y nunca ha podido hacer amigas. Alucina los gelati pero los come porque cree que yo lo haría.
-¿No le gustan los helados?
-No pero le hacen pensar que puede compartirlos conmigo así que compra dos cuando estamos juntos. Si está sola, ni de chiste.
-Te quiere mucho.
-Le tengo miedo.

Carlota miró a Maurizio como si le sorprendiera estar de acuerdo con él y decidió no añadir comentarios; si acaso un "vuelvo en un momento" antes de salir de prisa. Se notaba que ese comentario no le había caído bien.

Maurizio empezaba a sentir que había sido demasiado confiado cuando pasó Andreas Liukin a la habitación junto con un plato de sopa de cebolla. El chico inclusive tenía la atención de acomodarle la almohada.

-¿Y Carlota?
-En un momento viene, recibió correo.
-Dejó sus patines aquí.
-Yo me encargo.
-Dile que los asée por ella.
-A mi hermana le quedan más brillantes.
-¿En serio?
-Todo le sale mejor que a cualquiera, excepto cocinar.
-¿No sabe?
-Si un día te ofrece un sándwich, dile que no.

Andreas parecía vigilar que Maurizio comiera.

-Temo vomitar.
-No lo harás, te aplicaron un remedio Liukin.
-¿Sirve?
-Mañana serás un tipo nuevo.
-Eso espero, tengo que trabajar.
-Carlota me dijo que estás atrasado.
-¿Ella te cuenta todo?
-Claro que no.
-Andreas ¿puedo preguntarte qué sientes por Carlota?
-¿Qué cosa?
-¿Amas a Carlota? ¿La quieres? ¿La estimas?
-Es mi mejor amiga.
-No se nota.
-La cucaracha me cubre así que yo hago lo mismo por ella.
-¿Te ayuda a ocultarle cosas a tu padre?
-Si le quieres decir así. Si alguien distrae bien a Ricardo es su "niñita".
-¿Qué ha hecho por ti?
-Ha inventado que hay bichos, me ha sacado por las ventanas, dice que la acompaño de compras y una vez se aventó enfrente de mis padres para hacerles creer que se cayó y se lastimó.
-¿Y tú por ella?
-La escondía de mamá cuando iba a patinar en Tell no Tales y a veces con sus novios pero dan mucho trabajo.
-¿Carlota es noviera?
-¿No se nota, verdad?
-Sabía de Marat y de un tal Joubert.
-No conociste a Edwin, ni a Guillaume. De Trankov ni hablamos.
-¿Tantos?
-Edwin no cuenta pero fue su primer amor, Guillaume es gay; Trankov... Bueno, lo conoces.

Maurizio Leoncavallo se sorprendió mucho. Era como ver a Carlota transformarse en otra persona.

-¿Nunca has escondido algo de Katarina? - preguntó Andreas.
-Una vez me comí una pasta que no le gustó.
-Algo de verdad, como un examen reprobado.
-Yo estaba en otro país cuando tuvo problemas en la escuela.
-¿Cuáles?
-No se adaptó, creo.
-¿Nunca te habló de eso?
-No le gusta que conversemos sobre lo que hace.
-Empieza a preguntarle.

Andreas no escondía que aquella escena le era extraña y al ver a Tennant llegar, lo hizo pasar.

-Estás a cargo.
-¿Qué?... ¿Por qué hay alguien en mi cuarto?
-Nos fastidies, Tennant.
-¿Por qué nadie me avisó?
-No te importa, idiota.

Tennant reconoció a Maurizio y supuso que debía verlo terminarse el plato. Al igual que Carlota, tomó lugar en el piso pero recargándose en la pared y viendo de frente.

-Perdona, Tennant - dijo Maurizio sin dejar de comer.
-Lo siento, vengo cansado.
-El señor Liukin iba a darme su habitación pero Maeva llegó.
-Dormiré con Miguel.
-Te compensaré.
-Déjalo así ¿Carlota trajo esa caja? Apuesto a que son sueros de mora.
-Ganaste.
-Son sus favoritos.
-¿Por qué lo supiste?
-Yo se los sugerí, luego le gustaron.
-¿Cómo la conociste?
-¿Por qué te interesa?
-Será que me da curiosidad. Entre ustedes se saben muchas cosas.
-No tantas.
-Oí que eres adoptado.
-A veces me llaman de esa manera; el resto del tiempo soy un idiota.
-¿Cómo llegaste con los Liukin?
-Me encontré a Carlota en un tren y no me despegué.
-¿De dónde vienes?
-De Jamal en Tell no Tales.
-¿Tienes más familia?
-Mis padres y mis hermanos.
-¿Por qué no estás con ellos?
-Dos están en prisión; mis hermanos por ahí.
-Perdona.
-Hace mucho que no veo a Emma ni a Stuart.
-¿Quiénes?
-Miguel es más mi hermano que mi hermano.
-No he podido hablar con él.
-¿Por Katarina?
-Justamente.
-Miguel puede ser muy serio y de pronto parecer mi papá.
-¿Es como el señor Liukin?
-Sin las locuras pero sí.
-¿Por qué le llamas "papá"?
-¿A Ricardo? No lo he pensado pero sin él no habría venido a esta ciudad.
-Dile que golpea fuerte.
-No es necesario, ya pasé por eso.
-¿Te aplicó el remedio Liukin, Tennant?
-¡Ja ja ja! Eso explica tu cara ¿Qué hiciste?
-Estuve tenso.
-Carlota dijo que te enfermaste ayer.
-Sólo no me sentí bien.
-Nos contaron que no te despediste de Katarina en el aeropuerto.
-¿Quién?
-Papá y Miguel.
-Le dije adiós antes. Comienzo a pensar que enviarla con Karin fue una mala idea.
-Esa si fue una sorpresa.

Tennant no sabía qué agregar y Maurizio ya le había prestado atención así que fingió leer un mensaje para al fin irse. Miguel charlaba con Andreas en el pasillo y Carlota revisaba sus cartas cuando a Ricardo Liukin se le ocurrió anunciar que después de un gran retraso, había arroz para todos y la comida/cena sería en la azotea del hotel, porque el aroma era fuerte.

-Señor Leoncavallo ¿cómo sigue? - consultó al pasar.
-Mejor, muchas gracias.
-Morgan se fue hace rato, sólo pasó a ver si usted estaba bien.
-Lo noté.
-¿Terminó la sopa?
-Ahora entiendo por qué sus hijos la adoran.
-Vamos por arroz.
-¿Más comida para mí?
-Será fuerte mañana, vamos.

Maurizio se levantó con inesperada energía y se dejó guiar por unas escaleras de madera vieja. A diferencia del piso en el que los Liukin se hospedaban, en los otros tres restantes había paredes descascaradas, fuertes olores a sal y humedad y escasos turistas que rara vez se dejaban ver en otros niveles.

-¿Le gusta este agujero, señor Leoncavallo? - rió Ricardo al abrir la puerta y se descubriera una parrilla, sillas y una Maeva Nicholas que no decidía entre abandonar el fuego o beber algo de jugo.

-Bienvenido al restaurante Liukin, único lugar en Venecia en el que se come de primera con invitación personal. Tome asiento, Leoncavallo, esto va por cuenta nuestra.

Maurizio eligió un lugar en el centro y vio llegar al resto de la familia, uno a uno, cada uno situándose en un punto fijo, con esa inquebrantable jerarquía que los hacía funcionar de alguna manera porque se notaba que era nueva y algunos no estaban de acuerdo. Carlota siempre estaba al lado de su padre; sorprendentemente Yuko Inoue parecía parte de la autoridad; luego Miguel y Andreas Liukin, Adrien al lado izquierdo de su hermana pero con cierta distancia y Tennant aun más lejos. Era como ver una asamblea desorganizada de algún grupo disidente improvisado. Maeva se colocaba detrás del líder, quedando claro que tenía cierta preferencia.

-¿Les molesta un plato un poco quemado? No me importa - confesó Ricardo y con ayuda de Maeva, sirvió un arroz similar al que había probado en Gentile Bellini, con una capa de camarón encima. Los chicos parecían encantados y compartían sus vasos de jugo de pera mientras se establecía una plática en la que Miguel relataba haber sacado restos de comida y una bolsa enorme de desperdicios del Gran Canale, así como la consistencia de sopa de ostión del contenido. Todos carcajeaban luego de imaginárselo y mientras daban ejemplos de lo más repugnante que se podía hallar en las profundidades, Ricardo se aproximó a su invitado. Los demás, salvo Maeva, no se fijaban en ellos.

-Arroz sin mariscos para que no recaigas.
-Gracias, señor Liukin.
-Llámame Ricardo.
-Qué bien, me gusta tutear.
-Maurizio, ten confianza.
-Me voy a sentir avergonzado.
-¿Qué va? Cumpliste la regla de molestar a Tennant.
-¿Qué tienen en su contra?
-Intentamos corregir su bocaza. No es fácil.
-¿Cómo ayudé?
-Entraste a su habitación, con eso te tendrá resentimiento unos dos días.

Maurizio sonrió y consumió un poco de arroz, asombrándose por el sabor fuerte pero agradable.

-Debió quedar un poco más seco. Lo mejoraré enseguida - agregó Ricardo y observó fijamente a un Maurizio que se abstenía de decir "¿qué?"

-Le preguntaste a mis hijos sobre cómo se llevan ¿puedo conocer el motivo? - consultó Ricardo y Maurizio bajó la cabeza.

-Quise saber cómo actúa Carlota con sus hermanos, es todo.
-¿Problemas con Katarina?
-Sí.
-¿Tiene que ver con el viaje a Nueva York?
-¿Fui tan obvio?
-Es una sorpresa.
-No estoy seguro de esa decisión.
-¿Nunca la has dejado sola?
-Jamás le había dicho que no.
-¿Qué te puso tan nervioso?

Maurizio apartó el arroz y Ricardo lo hizo mirar a la calle.

-Una amiga me visitó ayer y no fue algo que quiera recordar.
-¿Tan malo?
-Me ha hecho dudar sobre mi papel de hermano, Ricardo.
-Rayos...
-No toqué a mi hermana, lo juro.
-¿De qué hablas?
-La idea me ha causado asco desde ayer.
-¿Qué te dijo tu amiga?
-¿Puedo reservármelo?
-Claro.
-Es sólo que me he puesto a pensar si realmente conozco a mi hermana.
-¿Sabes qué comida le gusta, su color favorito, tiene mascotas?
-No, no y sí.
-¿En serio?
-Le regalé un sapo.
-Que Carlota no lo sepa, por favor. No quieres que se asuste y te mate de risa.
-Jajaja. A Katarina le dan miedo las cadenas.
-Qué extraño.
-Trabajó como asistente de un mago y no pudo quitarse una que le rodeaba el cuello en un acto con agua.
-Ahora tiene lógica.
-Pero sé muy poco de ella. La escuela nunca le gustó, no me enteré si al menos estimaba una clase o un maestro le caía mal. Escucha música todo el tiempo y no me he detenido a curiosear ¿Alergias? Desconozco si tiene alguna. No me detenía a pensarlo.
-Se arregla con una charla.
-Katarina y yo sólo hablamos de prácticas y cómo puede ganarle a Sasha Cohen. Cuando mucho, me pregunta por Karin.
-¿Por qué la dejas?
-A mi hermana no le gusta hablar de sus cosas... Mis padres tampoco saben mucho.
-No te ofendas pero tu primo la conoce mejor.
-¿Maragaglio? La investigó. No le rompí la cara, me la debe.
-No es eso. Él la cuida.
-También yo.
-¿Te sientes obligado?
-Ahora no pero yo era lo único que Katarina tenía.
-Creo que eres un buen hombre, Maurizio. Tu dilema no es si eres hermano o no; tu dilema es si quieres separarte.
-¿Qué quiere decir?
-Te sientes culpable... Como hermano menor, puedo decir algunas cosas.

Maurizio se apartó un poco más y Ricardo Liukin fue franco:

-Ser el mayor es un fastidio; al diablo.
-No es tan malo, Ricardo.
-Te haces cargo de las idioteces de los más pequeños y cuando quieres respirar, te asfixian. Si no sales corriendo, ellos se van trepando sobre ti.
-¿A dónde quiere llegar?
-Mi hermano Lorenzo es diez años mayor que yo y vaya que le di trabajo.
-¿En serio?
-Mi padre se fue. A los once años ¿quién tiene carácter para estar al pendiente de un bebé?
-Nadie, creo.
-Le arruinaba la vida a ese buen muchacho.
-¿Cómo?
-Nada de fiestas ni chicas, sin descanso porque tenía que trabajar y llevarme al colegio... Él no tenía que hacerlo pero era el encargado.
-No llegué a tanto.
-Lorenzo escapó cuando se dio cuenta de que su vida no era la mía. Me dolió pero entendí. Ahora tengo tres hijos y aunque Andreas no tiene muchas responsabilidades, sé que hay razón en molestarse por ocultar o reparar los ridículos de Carlota y Adrien.
-¿Perdón?
-Los tres piensan que no me entero. Andreas tiene una exhibición de surf de la que no me quiere decir. Lo planearon todo. Carlota me distrae con lo del viaje a París mientras Andreas pide permiso de pasar la noche en casa de su novia para presentarse en Lido el sábado temprano y Adrien aprovecha para pedirme dinero que seguramente le daré porque mi ánimo no será el mejor.
-¿Qué tiene que ver conmigo?
-Que estoy seguro de que has actuado igual que mis hijos alguna vez.
-No lo recuerdo.
-Bien ¿Cuántos años le llevas a Katarina?
-Ocho.
-¿Por qué te fuiste a Moscú, Maurizio? Carlota me dijo.
-Entrenar.
-¿Nada más?
-En Italia no había clubes como ahora.
-¿En dónde aprendiste a patinar?
-En el Agorà Milano.
-¿Cuándo te impusieron a Katarina? Apuesto a que inició con "lleva a tu hermana un rato y si le gusta la metemos a un grupo".
-Sonó a mi madre.
-Muy inocente el discurso. Es un sucio truco.
-A los trece.
-Esperaba otra edad.
-Los niños le daban miedo a Katarina así que yo la llevé de la mano.
-¿Cuándo tuvo el primer problema en la escuela?
-A los nueve.
-¿Con qué salió el angelito?
-Se puso a llorar en un examen oral de ciencias y se cubrió con el suéter luego de quedarse en un rincón.
-¿Qué hicieron tus padres?
-La llevaron a Agorà y me encargaron verla en su clase de ballet.
-¿Sólo la dejaron allí?
-Sí.
-¿Sucedió otra vez?
-Varias.
-¿Cuándo te hartó?
-¡No me molestaba!
-La verdad.
-Conocí a Jyri Cassavettes.
-¿Tu primera novia?
-No deseaba lastimar a Katarina diciéndole que amaba a una mujer.
-¿Por qué?
-Era una niña muy sensible. Cuando cumplí veinte, recibí la llamada de una entrenadora en Rusia que me ofreció una carrera y Katarina me hizo saber a mi regreso que la dejaron sola.
-¿Qué tan sola?
-Su entrenador de entonces era como su padre y mi primo me sustituyó. Me sentí culpable.
-Entiendo.
-Nadie quiere a Katarina en la familia.
-No es cierto, Maurizio.
-Mis padres nunca han sabido qué hacer con ella y los demás nunca han tratado a una mujer cercana. Usted nos vio, los Leoncavallo somos una familia de hombres y de repente ¿una niña? Si eran rudos, Katarina se escondía, si le exigían, se la pasaba disculpándose por fallar; los mimos la volvían gritona y las reglas estrictas la ponían triste. Sólo se llevaba bien con Jyri y supimos que le habría encantado tener una hermana.
-¿Tus padres no lo intentaron?
-No podían. Mi madre tenía cuarenta y cinco cuando nació Katy.
-¿Por qué no adoptaron?
-No sabría qué responder.
-¿Temes que Katarina vuelva estar sola?
-Seré ingrato. Gracias a ella, me volví entrenador, yo no tenía un centavo y me dio un contrato. Mis alumnos de danza llegaron porque Katarina les insistió; Carlota nunca habría aparecido en el club si mi hermana no hubiera sido generosa conmigo y me hubiese conseguido la plaza de head coach aquí en Venecia.... Me voy a casar, Karin tomará un tratamiento para volvernos padres lo más pronto posible y con la llegada de Shanetta y Morgan, estaré más ocupado que nunca.
-¿Buscas concentrarte en tu vida?
-Dejaré de ser el entrenador de Katarina cuando acabe la temporada.
-¿Se lo has dicho?
-Lo que sucedió ayer aceleró mi decisión.
-Ser el mayor es un fastidio.
-¿Ha charlado con su hermano, señor Liukin?
-Estamos acostumbrados a estar separados.
-Katarina no imagina que voy a romperle el corazón.
-Madurará.
-Tiene que olvidarme. Me dolerá obligarla a dejarme ir.

Ricardo Liukin le dio una palmada a Maurizio y al girar para volver con el grupo, halló a Carlota de pie, sonrojada y sin hacer ruido.

-¿Cuánto tiempo llevas ahí parada? - susurró Ricardo en su oído.
-¿Tal vez supe todo?
-Te voy a castigar.
-No.
-¿Cuál es tu excusa?

Carlota separó a su padre luego de asegurarse que el despistado Maurizio continuara sin saber qué ocurría a sus espaldas. El resto continuaba con su charla, ahora sobre películas de terror malas.

-¿Recuerdas que te dije que Katarina fue por un helado cuando Jyri se accidentó en ese sótano de los Leoncavallo? - murmuró la chica.
-Todavía lo tengo.
-Papá, algo anda mal.
-¿Por qué?
-Katarina no come helado.
-¿De dónde sacaste eso?
-Maurizio me lo platicó.
-¿Estás segura?
-Me di cuenta cuando mencionó a Jyri.
-¿Por qué te acercaste?
-Es que ...
-Si tienes respeto por Maurizio, volverás a tu lugar.
-¡A Katarina no le gusta el helado!

Ricardo tapó la boca de Carlota y la abrazó con fuerza.

-No lo digas, hija. No me hagas pensar lo que todos saben que no pasó - le sugirió y la hizo volver a su lugar. Maurizio Leoncavallo creyó que era una escena fraterna.


jueves, 6 de septiembre de 2018

Una revelación oscura


Domingo, 4 de noviembre de 2002. Murano, Italia. 3:00 a.m.

Luca Scarpa y su esposa no podían dormir luego de que ella sufriera un ataque de pánico y después de abrir la puerta de su habitación, él regresó a la cama a confortarla. Desde hacía días, el tema de Katarina Leoncavallo había rondado en la conversación entre los dos y finalmente él se atrevió a preguntar qué había ocurrido con aquella joven durante una competencia. Como él le contara sobre Carlota Liukin y su incidente en un torneo con aquella chica, la mujer decidió revelar lo sucedido nueve meses atrás.

-En Salt Lake nadie quería compartir habitación con Katarina y Barbara Fusar Poli dijo "bene, me quedo con ella", entonces yo iba a verla y todo normal. El día que compitió con Maurizio y él se cayó, Barbara lloró toda la noche y abiertamente me confesó que estaba harta de que le fallara.
-¿Katarina estaba ahí?
-No, nos habría matado. Se metió en muchos problemas por el hermano.
-¿Qué hizo?
-Katarina se peleó con Elena Sokolova porque saludó a Maurizio en un elevador, se hizo de palabras con Sasha Cohen por un favor que pidió y Marina Anissina la cacheteó porque le reclamó sobre un entrenamiento con él. Katarina no quería a nadie cerca de Maurizio y estaba imposible calmarla.
-¿En qué parte entras tú?
-Ay Luca... Cuando Katarina ganó su medalla, todos estábamos como en shock y Maurizio quiso festejarlo, lógicamente. Barbara me llama para decirme que en la Casa d'Italia en la villa olímpica iban a hacer fiesta y que fuera. Llegué tarde, como a las once de la noche y Katarina ya no estaba, se había ido a dormir y punto. Maurizio se quedó cantando y tontería y media; no sé cuánto tiempo pasó y se acabó la bebida. Barbara me dijo que en la habitación de Maurizio había una caja con botellas de vino y me ofrecí a ir porque todos se estaban divirtiendo. Me puse nerviosa pero subí por el ascensor, abrí, la caja estaba sobre un mueble pero tenía que pasar al tocador y cuando salgo, Maurizio sostenía a Katarina. Yo...
-Estoy aquí, calma.

La mujer ahogaba apenas sus sollozos e intentaba controlar su pánico apretando una pelota.

-Luca, nadie me creería.
-Yo sí.
-Es que me da asco ¿sabes?
-¿Qué presenciaste en ese cuarto?
-Por Dios, Luca. Casi me vuelvo loca de miedo por esto.
-Pero tienes que dar el paso, no podemos vivir despertando a cada hora porque tienes una pesadilla o sientes que estamos encerrados.
-Perdóname.
-Tampoco puedo salirme del trabajo porque te pusiste mal en el mercado o en un vaporetto.
-Es que te entiendo.
-Kati, tenemos que ponerle un alto a Katarina Leoncavallo ¡Va a destrozarle la vida a su hermano!
-No estoy segura de que sea capaz.
-Investigué y Katarina le ahuyenta a potenciales alumnas o las lastima. A Carlota Liukin le ha querido hacer daño y la amenazó; además, se hizo novia de uno de sus hermanos... Kati, reacciona. Esa arpía se está metiendo con una familia y son mis amigos.
-Ni tú quieres que lo vi sea verdad.
-Pero es mejor que seguir sufriendo. No voy a aguantar más.

Luca Scarpa se puso los zapatos y su esposa comprendió que él se iría a un hotel a pasar el resto de la madrugada.

-No te vayas.
-Mi paciencia se está agotando.
-Luca, tienes que comprender....
-¿Qué cosa?
-Esa mujer es peligrosa.
-Si no la detienes, con mayor razón me puedo ir.
-¡Luca!

El agotado hombre ajustó sus zapatos y se dispuso a marcharse a toda prisa. Su esposa lo siguió a la sala.

-¡Espera! No puedo estar sola ¡me siento muy asustada!
-Morgan te puede acompañar.
-No lo metas en esto.
-¡Tú no lo arriesgues con los Leoncavallo!
-Shanetta y Morgan vinieron a pasar unos días.
-Morgan no puede volver a Tell no Tales.
-¿Por qué no?
-Tu sobrino golpeó a su entrenador y lo echaron.
-No sé nada.
-¡Porque sólo me lo dijo a mí!
-¿Qué va a hacer ahora?
-Consiguió lugar con Maurizio Leoncavallo.
-¿Qué dices?
-Tienes que confiarme lo que sucedió en Salt Lake.
-¿Morgan va a entrenar con Katarina?
-La que más me preocupa es Shanetta. Esto no depende más de ti.

Kati Winkler Scarpa sentía que le faltaba el aire y corrió a la cocina a abrir una ventana y servirse un poco de jugo mientras su marido se aseguraba de que Morgan y Shanetta no estuviesen despiertos antes de tomar asiento junto a ella.

-No podemos gritar esta noche.
-Lo siento, Luca.
-Lamento presionarte, es que pienso en nosotros.
-No debí ir por ese vino.
-No podías saberlo.
-Lo sospechaba ¿sabes? ¡Todos lo sospechábamos!
-¿Qué Katarina Leoncavallo está mal de la cabeza?
-Que está enamorada de su hermano.

Luca Scarpa sacó un poco de ginebra y lo bebió de golpe.

-Kati, responde: ¿Maurizio lo sabe?
-Sí pero no lo admite.
-¿Cómo?
-Él la adora y odia que le insinúen lo que está ocurriendo. Ella lo abraza, lo besa, lo sorprende, lo aparta, juega con él y Maurizio no tiene el valor de separarla.
-¿Qué sabes al respecto?
-Él no quiere herirla ¡Katarina se moriría!
-No tiene sentido, él se va a casar.
-No pasará. Si su hermana se lo pide, se cancela.
-¿A tanto llegan?
-¡Ella me encerró porque los descubrí quitándose la ropa!

Luca Scarpa consumió otro trago mientras intentaba imaginar qué clase de hermanos eran esos dos.

-Salí del baño y Katarina se fingía ebria, Maurizio se reía de todo lo que le decía. Estaba completamente borracho.
-¿Estás segura?
-No quiero justificarlo pero se ahogaba en alcohol.
-¿Qué pasó ahí?
-Ella de repente le dijo que era un hombre muy guapo y que se casaría con él; Maurizio contestó que era una buena hermana y que fuera a dormir. Katarina preguntó si podían estar juntos y él no se negó, le dijo que ocupara la cama y que tenía una playera que podía usar de pijama.
-¿Por qué te quedaste tanto tiempo ahí dentro?
-No quería que se dieran cuenta. Yo iba a entrar otra vez al tocador cuando ella abrazó a Maurizio y lo besó cerca de la boca. Él la quiso quitar, te lo juro.
-Kati, respira.
-Vi que ella bajó el cierre de su vestido, luego comenzó a darle besos a su hermano en los oídos y en el cuello. Pensé que él iba a aventarla pero ella desabrochó su brassiere y Maurizio se encendió.
-¿Qué?
-Él la desnudó y ella le quitó la camisa. Me dieron náuseas.
-Eso es serio.
-Maurizio paró de golpe y empezó a carcajear, ella preguntó si estaba bien y oí algo como "Katarina, creo que bebimos demasiado. Te veo mañana". Pensé que había terminado pero ella se le colgó del cuello y le pidió que no se marchara.
-Dime que ese idiota reaccionó.
-Katarina le dijo que quería hacer el amor con él y Maurizio miró alrededor y le respondió que no porque es su hermana.

Luca Scarpa creyó que le dolían las sienes.

-¿Cómo te descubrieron, Kati?
-Grité.
-Por Dios.
-Ambos voltearon a verme y sólo pude pedir perdón. Maurizio dijo que ya se iba y corrió deprisa. Me salí y lo vi vomitando sobre unas plantas afuera del edificio.
-¿Qué hizo Katarina?
-Me fui de ahí a caminar, no sabía qué hacer; se me ocurrió volver a la fiesta y entonces Katarina me encontró cerca de unos autos y me sujetó por detrás, me metió un pañuelo a la boca y me puso cinta para que no lo escupiera, luego me ató las manos y me arrastró a un depósito de escobas para encerrarme. Quitó el foco y puso un trapo debajo de la puerta para dejarme a oscuras cuando amaneciera. Ese lugar era muy pequeño, no me podía mover y más de una vez pensé que me estaba asfixiando.
-¿Quién te encontró?
-El de la limpieza por la mañana.
-¿Por qué no me dijiste que Katarina Leoncavallo te quiso matar?
-¿Para qué? Cuando me destaparon la boca, estaba muy aterrada e inventé que me habían hecho una broma.
-¿Por qué no la delataste?
-¡Porque Maurizio no se acuerda de nada!
-¿Cómo va a olvidar a su hermana desnuda?
-¡Le iba a contar lo que Katarina hizo pero él estaba preguntándole a todos qué había pasado durante su borrachera!
-No lo creo.
-Supe que Maurizio regresó a la fiesta y bebió de una botella de tequila antes de quedarse tirado en el piso junto a sus amigos. Realmente perdió esa noche.

Kati Winkler estrechó a su esposo en medio de un llanto enorme y el temor que arrastraba desde esa breve reclusión que agudizaba su eterna claustrofobia. El silencio en la calle y en la casa era profundo.

Sin embargo, en el pasillo cercano a la cocina, Morgan Loussier parecía muy serio ¿Se acababa de enterar del secreto de los Leoncavallo? Por supuesto y le excitaba tanto pensarlo que se recostó en su cama a estimularse un poco. Esos hermanos eran un motivo más para presentarse al entrenamiento de las siete de la mañana todos los días sin chistar.

Transcurrió la madrugada y el sol comenzaba a iluminar Venecia cuando el equipo Leoncavallo se presentó al último entrenamiento intensivo previo a la partida de Katarina y Maurizio a Nueva York. El vuelo estaba programado a las veintiún horas con una breve escala en Londres y hasta donde se sabía, la chica había pasado la noche en su prueba de vestuario en el taller Bassani junto a Carlota Liukin y ambas repasarían sus rutinas con la indumentaria nueva. Las dos llevaban caras terribles.

-Buenos días ¿gustan chocolate caliente? Traje para todos- les preguntó Morgan Loussier en la banqueta de la calle Grigolina.
-Qué detalle, ¡gracias! - le replicó Carlota Liukin y sus compañeros Cecilia Torn y Jussiville Partanen, así como Juulia Toivonen y Matthias Versluis aceptaron la invitación. Shanetta James llevaba el suyo desde hacía unos minutos atrás y sólo quedaban los de los Leoncavallo.

-Katarina, tengo uno para ti - mencionó Morgan pero ella ni siquiera lo volteó a ver.

-Se pone así porque Maurizio no ha llegado - susurró Cecilia a los demás y Shanetta comentó espontáneamente que aquello era una grosería. Iba a decir otra cosa, pero pasó un bote por el canal de la Calle Fabbri y al detenerse en la esquina con Grigolina, saltó un chico con una gran sonrisa, un ramo de flores y otro vaso con chocolate.

-¡Katarina!
-¡Miguel!
-Vine a desearte un bonito día.
-Muchas gracias.
-Te compré un chocolate.
-Muy bien.
-Espeso, quemante y con un toque de vainilla.
-¡Justo lo que quería!

Katarina abrazó a Miguel y él correspondió con un pequeño beso en los labios. El grupo sufría de escalofríos.

-¿Ella tiene novio y yo no? - se quejó Cecilia Torn.
-¿Ese es tu hermano, Carlota? - preguntó Morgan socarrón.
-Se llama Miguel - añadió la joven Liukin.

Los presentes notaron que Carlota sentía poco menos que pena ajena al respecto y estimaba tanto al tal Miguel que no deseaba una discusión con él. Suficiente tenía con que Andreas y Tennant alucinaran a Katarina abiertamente.

-Son tan raros - susurró Morgan y Carlota supo que se lo decía a ella.
-Es la tercera vez que lo escucho.
-Porque no es mentira ¿cuándo empezaron?
-Hace una semana.
-¡Pensé que llevaban más tiempo!
-Lo he sentido como una eternidad.
-Él no es su tipo.
-No te metas, Morgan.
-Disculpa, es que un novio de Katarina es como un unicornio en la sala ¿Maurizio no se molesta?
-¿Por qué? Él le dice que pase tiempo con mi hermano.
-¿No está celoso?
-Al contrario. Creo que descansa cuando ella se va con Miguel.

Carlota acabó con su vaso y se aproximó a saludar a su hermano. A Morgan le sorprendía ver que Katarina parecía muy feliz y mientras el grupo pensaba que era excesiva, él podía notar la fascinación de esa chica por los abrazos, por las miradas y por decir "novio" porque no dudaba en presentar a Miguel anteponiendo ese título cada dos frases.

-¡No quiero que te vayas! - exclamaba Katarina.
-Tengo que cubrir mi turno - contestaba Miguel.
-Me voy a Nueva York, quédate conmigo hoy.
-No puedo faltar.
-¿A qué hora te puedo ver?
-Salgo a las cuatro.
-¿Vendrás aquí?
-¿A qué hora acabas?
-A las seis.
-¿Quieres que te vea practicar?
-¡Tienes que ver el vestido que Maurizio me escogió! ¡Es precioso!
-¿De verdad?
-Arregló mi rutina también y todo te gustará.

Morgan Loussier pasó saliva a su distancia.

-Yo le dije cómo moverse - recordó.
-No importa lo que hagas, siempre dirá que fue Maurizio - replicó Cecilia Torn.
-Interesante.
-¿No te enoja?
-Nunca me enfadaré por esto.

Nadie entendía por qué Morgan estaba con la sonrisa a flor de piel y al dar las siete y media vio a Maurizio Leoncavallo arribando acompañado.

-Prepárense, habrá sangre - dijo Jussiville Partanen.
-Katarina odia a esa mujer - añadió Cecilia.
-¿De qué hablan, nerds? - intervino Morgan.
-Maurizio viene con Karin Lorenz y se lleva horrible con  Katarina - respondió Jussiville.
-¿Por qué?
-Es la novia de su hermano.

Morgan no reprimió su carcajada y se emocionó por su entrenamiento. Su compañera Shanetta le pedía calma y los demás se desconcertaban por esa actitud mientras Katarina ponía mala cara y se enteraba de que pasaría gran parte de su sesión en el salón de danza reafirmando sus figuras de cisne mientras Maurizio se dedicaría a ejercitar los saltos de Carlota y Shanetta, Morgan iría a gimnasio y los chicos de danza practicarían sus elevados al lado de la pista. A cada uno se le daba un organigrama con sus horarios del día.

-¿Cuándo probaré mi vestuario? - preguntó Katarina.
-A las tres - le aseguró Maurizio.
-¿Y luego me regresarás con Karin?
-Reforzaremos tu avance con la coreografía.
-Necesito más trabajo de pista.
-En Nueva York.
-¡Miguel quiere verme arreglada y no podrá!
-Lo hará en Skate America.
-Mauri...
-A trabajar.
-Oye ¿por qué llegaste tarde?
-Me llamó Kati Winkler porque le urgía verme.
-¿Para qué?
-No supe, quizás sea nada.

Maurizio abrió la puerta y encendió las luces de la pista y el grupo lo siguió para iniciar sin tardanza los ejercicios de calentamiento. Katarina, además de inconforme, lucía inquieta. No le gustaba la idea de que su hermano intercambiara palabras con Winkler y trató de averiguar el número de aquella mujer sustrayendo el teléfono de su hermano. Miguel por su lado, buscaba despedirse de ella y la abrazó inesperadamente por la cintura, ocasionando que ella se asustara.

-¡No vuelvas a hacer eso, Miguel!
-Perdóname, es que tengo que irme y quiero besarte.
-Lo siento, no quería enfadarme.
-Está bien, no se repetirá.
-¡No es eso! ¡Te espero a las cuatro!
-¿De verdad?
-¡Te quiero mucho, Miguel!

La muchacha juntó sus labios apasionadamente a los de su novio y le dijo adiós mientras Maurizio parecía aprobar aquello desde su distancia y daba las primeras instrucciones a sus alumnos. Tan ocupado estaba que no advirtió que su hermana hurgó en sus llamadas en cuanto Miguel atravesó la entrada y se enlazaba con Winkler para intimidarla.

-¿Kati?... Sé que estás ahí ¿Quieres acercarte a Mauri o buscas que te arranque los ojos? ¿Necesitas otro cuarto de escobas?
-"Qué bueno que quien habla es usted. Significa que no sabe que ya está hecho".
-¿Quién es?
-"Es bueno que no me reconozca, señorita Leoncavallo, pero sus planes cambian hoy. Hasta nunca".

El interlocutor terminó con la conversación y Katarina observó por todo el club, poniéndose a buscar a Kati Winkler en cada rincón, creyendo que no podía ser posible. Tal era su desesperación que no atendía las indicaciones de integrarse a las actividades.

-¡Katarina Leoncavallo! ¿Quieres la baja de Skate America? - gritó su hermano - ¡Un paso más hacia donde vas y suspendo hasta enero!
-¡No lo hagas!
-¿Qué te pasa?

La chica miró a Maurizio con vergüenza y confundida, se aproximó con la cabeza baja.

-Karin, llévala contigo. Que ensaye lo que sea necesario y no quiero verla por aquí en todo el día - ordenó Maurizio y su hermana no siguió resistiéndose.

-¡Los demás sigan trabajando! - exhortó Maurizio y por vez primera, Morgan Loussier decidió hacer caso. Al igual que todos, intentaba no sentirse como invasor en un espacio privado y supo entonces que existía una tensión latente entre los Leoncavallo que, en el caso de su entrenador, era apenas perceptible y no correspondía al apasionado talante de Katarina ni a las intenciones de ésta ¿De qué se trataba esa relación en realidad?

El disgusto de Maurizio duró más de la cuenta y al finalizar la dinámica grupal, salió a respirar mientras Carlota y Shanetta se colocaban los patines y los equipos de danza cambiaban su calzado. En la banqueta no había ni un alma y Venecia parecía muy vacía; lógico después de la gran fiesta de difuntos. Él no deseaba volver porque el ambiente era terrible y consideraba dejar la puerta abierta cuando Kati Winkler decidió pedirle unos minutos. No había nadie.

-Maurizio...
-¡Ciao! Quedamos en vernos a mediodía, no tengo a quien encargarle los entrenamientos.
-Es importante.
-No tengo tiempo, estoy atrasado y no he hecho nada.
-Debo hacer esto. Toda la noche le di vueltas pero es hora de que lo sepas.
-¿Te sientes bien?
-No.
-Ve a casa, cuando vuelva a la mía te llamo.
-¡No!
-Kati, no es bueno verte aquí ¿Te puedo visitar cuando acabe mi sesión?
-Si no hablo ahora, no podré atreverme y yo creo que eres un hombre bueno.
-¿A qué te refieres?

Kati Winkler tomó un calmante enseguida.

-Los nervios me van a matar.
-¿Tomas pastillas, Kati?
-Sin ellas no puedo funcionar.
-¿Todo bien?
-Te contaré lo que sucedió en Salt Lake cuando te embriagaste.
-Jajaja ¿la fiesta de Katy? Me contaron.
-No todo.
-No tiene importancia, tomé más tequila del que podía soportar.
-Katarina no me encerró por nada.
-Confesó la broma y se disculpó.

La señora Winkler aspiró hondo.

-¡Katarina no me encerró por nada! - alzó la voz.
-No te entiendo y honestamente, no voy a platicar de eso.
-¿Lo recuerdas?
-¿Qué?
-¡Sabes qué hiciste en Salt Lake!
-¿Hice qué?
-¿Cómo puedes dormir? ¡Es tu hermana!
-¿Qué tiene qué ver Katarina?
-¡Eres tan cínico! ¡Casi muero en ese cubo de escobas por tu culpa!
-¿Perdón? Yo no te dejé ahí ¡estaba en la fiesta que hice por la medalla de mi hermana! ¿De dónde sacaste eso?
-¡De qué los vi!
-¿De qué estás hablando?
-¡Ibas a tener sexo con ella!

Maurizio hizo gesto de rechazo y su estómago se revolvió enseguida pero resistió. No era posible concebir tal locura y en todo caso, Kati Winkler parecía corroborar los rumores de que sufría alucinaciones. Lo que él recordaba del festejo en Salt Lake era lo que habían dicho de quedarse abusando del karaoke, haciendo competencias con shots de tequila y su terrible resaca de casi dos días.

-¿Cómo puedes decir algo tan sucio, Winkler?
-Porque juro que pasó.
-Yo no haría eso, nunca con mi hermana ¡es un asco!
-Sabía que no me creerías, estabas borracho cuando entraste con ella a tu cuarto ¡Yo desearía no ser testigo!
-Largo.
-Maurizio, puedo probártelo.
-¡Fuera de mi vista!
-¿Perdiste la camisa esa noche, verdad?
-¡Cállate!
-¡Ella la tiene! ¡Se la vi puesta cuando me atacó!
-¡Cierra la maldita boca!
-¡Katarina está enamorada de ti!
-¡Vete porque siento que voy a partirte la cara, Winkler!
-Lo que me da tristeza es que tengas terror de decirle que no la amas.
-Déjame en paz.
-Ocultarle la verdad te está lastimando
-¡Aléjate de mí!
-Tal vez me equivoco y la amas igual que ella a ti.
-No.
-¿Por qué no la puedes enfrentar?

Kati Winkler se sintió liberada y Maurizio tuvo que deshacerse del nudo en sus entrañas sobre el canal. En ese instante, sus discípulos aparecieron con preocupación.

-Maurizio ¿te sientes bien? - pronunció Carlota Liukin.
-¿Por qué dejaron el entrenamiento?
-Tardaste mucho.
-Tienes razón.

Él se incorporó y se asustó de ver a su hermana delante suyo. Un poco agitado, la miró a los ojos.

-Perdóname, Katarina, pero no te acompañaré a Skate America, no me necesitas.
-Eres mi coach, debemos asistir y estar juntos - dijo ella.
-Tus saltos son excelentes pero lo demás es un desastre. Karin irá contigo porque va a ajustar más detalles de los que yo puedo notar.
-¡Quiero vencer a Sasha Cohen, no lo haré sin ti, el programa no está listo!
-Irás con una coreógrafa, saldrá bien.
-¿Por qué me vas a abandonar?
-No...
-¿Hice algo mal? No me he portado bien pero lo puedo compensar ¡haré lo que me digas!
-Viajarás con Karin.
-¿Qué vas a hacer aquí? ¡Nunca nos hemos separado en un torneo!
-Shanetta y Morgan requieren que me ocupe de ellos y Cecilia y Jussiville no andan bien. Con Matthias y Juulia estoy atrasado, entiéndeme.
-¡Me prometiste que iríamos a Nueva York!
-La lamento bastante.
-¡Mauri!
-¡No iré contigo, es todo!
-¡Quiero ganar!
-¡Lo harás! Yo festejaré porque vas a calificar al Grand Prix Final y te daré un abrazo a tu vuelta.

Los demás no daban crédito y Katarina lloraba como si viviera una tragedia.

-Katy, es necesario ¿comprendes? Tenemos que separarnos de vez en cuando. Eres profesional, aplica lo que te enseñé y tendremos una celebración; en París es posible...
-¿Si obtengo medalla me llevarás a París?
-Katarina, te veré...
-¡Siempre he querido conocer Francia! ¡Grazie, Maurizio!
-¡No he terminado...!
-¡Haré todo por ir contigo a París! ¡Ti amo, Maurizio, ti amo tantissimo!
-Eres mi hermana.... Mi hermana.

Los demás se atisbaron entre sí con la seguridad de que no podían dejar ese sitio a pesar de lo inoportunos que sentían y Karin Lorenz decidió que no seguirían en aquella situación. La mujer tomó los hombros de Katarina y le ordenó regresar a la lección de ballet sin hallar una mala cara. El resto del grupo se introdujo lentamente al club de hielo y Carlota Liukin permaneció cerca de Maurizio, dándose cuenta de que él lagrimeaba un poco.

-¿Ya se fue Kati Winkler?
-¿Estuvo aquí?
-Carlota ¿debí negarme a premiar a Katarina con unos días en París?
-No puedo saberlo.
-Es mi hermana y no puedo creer que haya gente que quiera ver otra cosa.
-¿Cómo qué?
-¿No dudas de mí?
-No.
-Katarina es mi hermana solamente, te lo juro.
-Lo sé.

Carlota Liukin abrazó a su entrenador sin querer comprender de qué le estaba hablando. Asomado, a Morgan Loussier sólo le quedó la duda sobre lo que había presenciado y suspiró pensando en Katarina Leoncavallo, ese cisne salvaje y negro que toda la vida había estado presente, aguardando por el día en que no pudiera contenerse más.

lunes, 3 de septiembre de 2018

La escena del restaurante Gentile Bellini.


Sábado, 3 de noviembre de 2002, 13:00 hrs.

En el restaurante Gentile Bellini del barrio San Marco, bebiendo agua mineral sobre una mesa a espaldas de un ventanal, se hallaba Anna Berton, la hija del propietario de la gelateria "Il dolce d'Oro". La razón para esperar con paciencia y fingir una sonrisa ante los comensales que iban llegando era simple: había citado a Ricardo Liukin, empleado de su padre, para conversar. Hacía días que habian acordado el encuentro y antes de que se hiciera un minuto más tarde, llegó el invitado con una gran sonrisa.

-Riccardo! - solía pronunciar ella.
-Me da gusto verte, Anna.
-Siéntate que vas a contarme todo lo que has hecho.
-¿Cómo está tu padre?
-Fue con mis hijos y sus amiguitos a una fiesta en Mestre.
-¿Y tu marido?
-Con ellos para vigilarlos.
-Me alegra mucho.
-¿Tus niños, Riccardo?
-Adrien está en el casino con Yuko porque se interesó en las hojas de cálculo, mi hija se fue a pasar el día entrenando con Leoncavallo y de Andreas no tengo idea. Sólo sé que tenía que ver a la novia.
-¿Qué hay de los otros dos?
-Miguel llegó a casa a las nueve de la mañana y Tennant se enteró de un empleo de sommelier en una tienda de ultramarinos y fue a ver qué pasa.
-Será una lástima no tener a Tennant en la gelateria. Mi padre me contó que tiene buen gusto con los licores.
-Las ventas han mejorado desde que elige los ingredientes.
-Pero tienes más talento que él.
-Nunca se lo digas.

Anna y Ricardo se sonrieron mutuamente mientras él comenzaba a sentirse fuera de lugar. El restaurante Bellini era elegante y pretencioso, enfocado en maridajes y con hermosas mesas de madera que todo el tiempo estaban juntas; además de una barra en la que podía verse como los chefs elaboraban los platos más variopintos. Al fondo, existía una enorme cava con vinos internacionales y poco a poco, el lugar iría llenándose hasta el anochecer. Era un sitio con muchas reservaciones.

Luego de elegir el maridaje sencillo en el menú y de ver como se colocaban varias copas, Ricardo se dio cuenta de que el personal no dejaba de contemplarlo. No era por su facha sencilla de camisa blanca y pantalón oscuro o por los ademanes que delataban sus conocimientos como cocinero. No. La razón era la presencia de Anna, que era muy guapa, con abundantes rizos negros, cejas de arco y una nariz recta puntiaguda y pequeña que no daba oportunidad de ignorar sus labios rosa pálido, delicados y grandes. Cuando la mujer sonreía, parecía que se los mordía un poco aunque a Ricardo se le figuraba que veía a un pequeño tiburón inofensivo. Ella llevaba una blusa blanca de tirantes finos y un pantalón verde pino que la estilizaba mucho. Era delgada y podía decirse que era de la estatura de Ricardo, motivo que la hacía calzar flip flops en lugar de las sandalias que acostumbraba.

-¿Qué tendrás que todos voltean y murmuran?
-No lo sé, Anna.
-Están hablándose al oído frente a nuestra cara.

Ricardo volteó a ver y creyó reconocer a algunos meseros que había visto en la Calle de la Casseleria.

-Sé quiénes son. Le pedían autógrafos a Maeva.
-¿Maeva? ¿La actriz de la que me contaste?
-Sí.
-¿La fueron a ver a la filmación?
-Antier dimos un paseo y nos toparon.
-¿Saliste con ella? Dímelo todo, quiero detalles.
-Te llamé para decirte que Sergei Trankov había ido a ver a mi hija y nos retuvieron en la oficina del Servizio de no sé qué...
-Intelligenza.
-Exacto e interrogaron a Maeva.
-¿Por qué?
-Le regalaron un diamante que resultó ser traficado por Trankov.
-¡No es cierto!
-Como no pudimos salir porque estaban con la pesquisa, Maeva se sentó junto a mí y charlamos.
-¿Ella se te acercó?
-Pongámoslo así.
-Te dije que le gustas.
-Ella es espectacular.
-¿Se lo has dicho?
-No me quiero apresurar.
-¿Cuánto tiempo se va a quedar en esta ciudad?
-Dos semanas más.
-Entonces no es apresurado, amigo.

El primer tiempo del maridaje inició poco después con un champagne de color dorado y gran ligereza acompañado por unas láminas de papa fritas envueltas en jamón curado con alioli y una salsa picante, así como un pan de tomate crujiente y pequeño, del tamaño de una tarjetita.

-¿Qué pasó después? - retomó Anna.
-Me escapé con ella, es la verdad.
-¿Qué hicieron?
-La llevé por pasta y platicamos.
-¿De qué?
-De sus películas, un poco de nosotros y brindamos con agua mineral.
-¿Qué te dijo?
-Es divorciada.
-No tiene pinta.
-También es modelo
-De eso si tiene cara.
-Es muy famosa.
-Tan famosa que ni sabía de su existencia.
-Pasé la noche viendo sus películas.
-Esa atracción es seria.
-Me asusta.
-No tienes por qué. Esposa no tienes y tus hijos no son chicos.
-Eso dices porque los tuyos no han crecido tanto.
-Mejor sigue con cosas de Maeva ¿La besaste?
-¿Tenía qué?
-¡No se va a quedar!
-No pensé que fuera tiempo.
-Lo que menos tienes son horas para estar con ella. Ni siquiera tendrías que haber venido conmigo.
-Anna, estoy desconcertado.
-Bueno sí pero con ella aviéntate como estés, tenso, enojado, triste, como sea.
-Llevo apenas diez meses viudo, no creo que pensar en otra mujer sea lo mejor.
-Coincido en que diez meses no es mucho tiempo pero tampoco es prematuro.
-¿Lo dices en serio?
-Yo no entiendo nada de viudez ni separaciones pero a los diez meses puedes empezar a levantar la mirada y ver a alguien.
-Ella me preguntó si otra mujer me ha gustado.
-¿Qué respondiste?
-Mencioné a Judy.
-¿La niña?
-Es veinteañera.
-Por lo que me has dicho, se comporta como niña.
-Hoy no le haría caso a Judy, soy viejo.
-No lo eres.
-Maeva comentó lo mismo.
-¿En serio?
-Tuve que ir con mis hijos y la dejé en Castello pero nos citamos otra vez y ayer la llevé a las dunas en Lido.
-¿A las dunas? ¿Qué hicieron?

La charla entró en una breve pausa y llegó el segundo tiempo. Unas sardinas marinadas en aceite de oliva, ajo y cerezas y unas tostaditas de sashimi de atún, tomate y jabugo con mayonesa de albahaca se acompañarían con un vino blanco Domecq Boucheron y en ese punto, Ricardo quiso que lo atacara una fuerte carcajada, sin conseguirlo. No sabía por qué había entrado en Gentile Bellini si no podía tomarlo en serio y el vino disfrazaba el ego del chef principal.

-Caminé con Maeva y tomamos fotografías. Para las citas no soy complicado - añadió Ricardo al calmar sus ganas de burla.
-¿Sólo eso?
-A ella le encantó.
-¿Cómo sabes? ¿Te lo dijo?
-No quería irse.
-¿Qué pasó después?
-Pasamos a una taberna, bebimos unas cervezas y luego la dejé en su hotel.
-¿Entraste a su habitación por lo menos?
-Ni siquiera a la recepción.
-Riccardo!
-La respeto.
-Debiste tomar una copa con ella en privado.
-No estoy listo.
-Vuelvo a lo mismo ¿listo para qué?
-No me quiero involucrar más.
-De eso se trata en este momento ¿por qué no te relajas y le preguntas a ella hasta dónde le parece bien llegar? No creo que sólo le interese tu compañía.
-Sería muy extraño dormir con ella.
-¿Le tienes miedo al sexo?
-Hablo de pasar una noche, no necesariamente de verla sin ropa.
-¿Cuándo fue la última vez que estuviste con una mujer?
-Anna...
-¿Fue con tu esposa?
-No.
-¿Con quién?
-¿Importa?
-En este momento sí... ¿Te acostaste con alguien en estos meses?
-De acuerdo... Una vez y me va a matar un amigo si se llega a enterar.
-¿Qué? ¿Era una mujer casada?
-No, no.
-¿Qué tan cercano es tu amigo?
-Digamos que bastante, uno de los mejores.
-No sé por qué no me enfado con esto.
-Fui impulsivo.
-¿Quién era ella?
-Una vendedora de flores.
-¿Cómo la conociste?
-En mi trabajo anterior en Tell no Tales. La vi pasar durante meses cada mañana y tarde con su carreta. A veces le ayudaba.
-¿Ella sabía que eras amigo de su novio?
-No.
-¿Lo hiciste a propósito?
-Sí.

Anna Berton guardó silencio cuando la comida continuó con un arroz seco con carpaccio de camarones y alioli servido en la misma sartén donde se había cocido. A ella comenzaba a molestarle ver a los meseros curioseando.

-Riccardo, no te creía capaz de hacer algo así.
-Ni siquiera yo.
-¿Cómo se dio?
-Antes de irme a Hammersmith. Hallé a esta chica cerca de mi departamento de soltero.
-¿El que no quieres poner en renta?
-Ese mismo. Hacía calor y me le acerqué pero en vez de saludarla, noté que estaba triste y le dije que se sentiría mejor si íbamos a mi habitación.
-¿Así, directo?
-¿Tanto te impacta? Tienes la boca abierta.
-Cualquiera te golpea la cara si llegas con eso.
-Ella no.
-¿Aceptó fácilmente?
-No te estarías enterando.
-No puedo creer que con la novia de tu amigo fueras atrevido y con Maeva parezcas un primerizo.
-No es lo mismo.
-No entiendo.
-Que Maeva es una mujer hecha y derecha y no creí que me atrajera como idiota.
-¿Y la vendedora?
-Nos divertimos un momento y se acabó esa historia.
-¿Cuándo fue esto?
-En mayo o junio, más o menos.
-Como mujer te lo reprocharía, como tu amiga no he decidido.
-Anna, sé que no hice bien pero tenía una necesidad que calmé con esa jovencita y ahora con Maeva no me es cómodo expresarla.
-Los hombres son iguales. Cuando se tienen que involucrar salen corriendo.
-El problema es que quiero conocer a Maeva.
-¿Ella ha dormido con alguien desde su divorcio?
-Salió con un colega.
-¿Por qué Maeva parece dispuesta a esta mini relación y tú sólo dices que no?
-Anna, sabes que me levanto cada mañana con más y más recuerdos borrados y parece mentira pero no sé qué pasó en ese bacaro en el que estuvimos juntos.
-¿El día que la encontraste?
-Es la primera vez que pierdo un evento cercano.
-¿Nada llega a tu mente?
-Le avisé al neurólogo ayer.
-¿Prefieres admitir que puedes ser un sinvergüenza en lugar de lo importante?
-Sólo me queda conversar de lo que no he olvidado.

Otro vino blanco de nombre impronunciable fue servido y llegó a la mesa un bogavante a la brasa con ajo y parmentier ahumada. Era evidente que a Ricardo no le interesaba esa parte de la comida y devoró aquel bocado con fastidio. Luego aguardó a que arribara un vino tinto Contino para sentir que por fin le servían algo decente. El carré de cordero con canelones de berenjena, piñones y parmesano era el plato estrella del lugar y en aquella versión reducida, resaltaba un sabor familiar que le daba nostalgia.

-Este chef cree que conoce al maestro Ferrán.
-¿De qué hablas Riccardo?
-A que copió esta receta.
-¿Estás seguro?
-A Ferrán no le agradaba experimentar con cordero; lo respetaba. Después de las tonterías que nos han hecho probar aquí, me parece lógico que nos cambien la jugada y se pongan serios por una vez.
-¿Me equivoqué de restaurante, verdad?
-No, Anna. Así era yo, como este principiante que va a la segura. Quizás he tenido miedo de ello toda mi vida.
-¿De lo seguro?
-Mi abuelo decía que yo era muy arrojado y no disfrutaba las cosas. De niño solía pelearme por cualquier motivo y de adolescente hacía locuras de las que tampoco me acuerdo. Sólo sé que el día que llegué con el chef Ferrán, me di cuenta de que aprendería a hacer espumas, esferas, crocantes y esas cosas que me harían famoso pero que necesitaban paciencia y me echó de su cocina hasta que entendí que lo mío era guisar lo de siempre con las técnicas de siempre. Con la comida soy ortodoxo.
-¿Por qué nunca has escrito un libro?
-No me tientes, Anna.
-Mi parte de editora me llama. Ahora que volví a la oficina he pensado en unas críticas de cocina con recetas.
-La única historia que me interesa contar es la de mi hija.
-Riccardo...
-Olvidé su nombre.

La mujer enmudeció un instante y contempló a su amigo acabando con su vino.

-Lo siento.
-Anna, tú y yo sabemos que esto iba a pasar.
-¿Carlota lo sabe?
-¿Carlota? ¿Es el nombre de mi hija? Va con su cara.
-Cuando te di el empleo en la gelateria, lo hice por ella.
-Te lo pedí.
-¿Por qué no me dijiste que lo de la memoria era tan grave?
-Anna, he escrito cada noche lo que Carlota ha hecho durante su vida.
-¿Desde hace cuánto?
-Dos años.
-¿Por qué? ¿Tardaron en diagnosticarte?
-Además de eso...Es la única de mis hijos que estoy olvidando.
-¿Te han dicho la razón?
-Es el cerebro, nada tiene sentido.
-Hay trastornos de memoria selectiva ¿y si cambias de médico?
-Ja ja ja, lo mismo le pasó a mi abuelo.
-Pero hay avances muy importantes.
-Anna, tengo el manuscrito en el cajón de mi dormitorio.
-¿En qué estás pensando?
-Si tiene calidad, publícalo.
-¿Qué? Es tu hija.
-Es mi punto de vista sobre ella.
-No sólo es llegar y leerlo; habrá que corregirlo, cuidar la edición, conseguir la aprobación de mi jefe y que Carlota sepa que saldrá a la venta.
-Dénle las regalías.
-Es difícil que una publicación tenga éxito.
-Es más complicado que me guste el vino blanco y llevo unas copas.

Ricardo siguió sonriendo.

-Escribiré que hoy fue el día que me dijeron que mi hija se llama Carlota.
-Te doy un consejo.
-Oigo.
-Ve con Maeva luego de que hagas eso.
-Anna...
-Riccardo, aprovecha tu tiempo.

En ese instante, se dio paso a los postres. Un gin tónic con espuma de frambuesa y una manzana asada hojaldrada con crema de limón acompañados de un vino Chateau Costeau le fascinaron a Anna.

-El arroz y el postre son lo mejor aquí.
-Coincido.
-¿En qué estábamos, Riccardo?
-No recuerdo.
-No mientas.
-Je, quedamos en que aproveche el tiempo.
-Visita a Maeva, en serio. No sabemos si serás funcional mañana y dos semanas son mucho tiempo.
-No voy a acordarme de ella después.
-Tómalo como una aventura.
-No debo pensar en eso.
-¿Por qué te niegas el gusto? ¿No extrañas un abrazo o un beso?
-Maeva me dejará atrás.
-Y tú a ella.
-Sabes a qué me refiero.
-¿No sería mejor arriesgarte?
-No le gustaría a mi hija.
-No se entera si no le cuentas. Hay asuntos que no son suyos y este es uno.
-Maeva ha convivido con los niños.
-Pero no los va a meter a la misma alcoba. Ni siquiera tiene que explicarles nada.
-Es un tema sensible para ellos.
-No te vas a casar de nuevo.
-No pienso solamente en mí.
-A Maeva la encontrarás una vez en la vida y le gustas.
-Son dos semanas, cierto.
-Tienes que avanzar, vete de aquí.
-¿Podrías escribir esta charla y dármela el lunes?
-Claro.
-Mi hija es Carlota.
-Sí.
-No olvides ponerlo.
-¿Dónde estarás?
-Te cuento en el trabajo si todavía soy funcional. Adiós Anna.
-Ciao, Riccardo.

El señor Liukin dejó pagada la cuenta y se marchó del restaurante Gentile Bellini dispuesto a compensar a Anna Berton con un café y con escuchar sus habituales quejas sobre la tarea de sus hijos o los problemas de salud de su padre. Aun impulsado por el dilema, tomó dirección rumbo a la Calle Grigolina para ver a Carlota pero retrocedió. La Piazza di San Marco era más cercana y el hotel Ducale estaba en la calle aledaña. Llegó allí sin decidirse a preguntar pero se introdujo sin anunciarse y halló a Maeva Nicholas en el bar de la planta baja, disfrutando un martini y una vista al Canal San Marco.

-¡Ricardo! Qué sorpresa, esperaba verte más tarde.
-¿En dónde?
-Iba a ir por cicchetti a Gislon.
-¿Planeabas "coincidir" conmigo?
-Me dijiste que te gusta pasar el sábado por la noche allí.
-Es verdad. Ayer lo mencioné y no sé por qué no te hice la invitación.

Maeva sonrió y él la miró bien. Ella vestía un pantalón con rayas naranjas y rojas, su cabello estaba arreglado con una coleta y su bolso negro era pequeño y sin adornos.

-Tomo un trago por los nervios - admitió Maeva al notar que no iba a quedarse sin palabras.
-¿Nervios?
-No te vería hoy porque no lo acordamos y hace unos minutos pensaba que tomaría la iniciativa.
-Hace un momento decidí venir. Se supone que iría a la práctica de ¿Carlota? y ¿qué rayos? Maeva ¿te puedo invitar una copa?
-Estamos aquí.
-No aquí.
-¿Dónde? Porque te digo que sí.
-Brindamos primero y luego subimos.
-¿A mi cuarto?
-¿Te apetece?

Maeva consumió su trago sin dejar de observar a Ricardo y con una gran sonrisa añadió:

-Tengo minibar.
-Es perfecto.
-¿Puedo preguntar?
-Adelante.
-¿Celebramos?
-No.
-¿Sólo es una copa?
-Es lo que tú quieras, Maeva.

Ricardo besó a la mujer brevemente y se dirigió al tercer piso de su mano. Ella tembló un poco. Él colocó el letrero de "no molestar" antes de asegurar la puerta.