sábado, 9 de mayo de 2020

Las pestes también se van (Juulia Töivonen)

Imagen de Wattpad @GalletaconLeche

Hospital San Marco Della Pietà, Venecia, Italia. 16 de noviembre de 2002. 10:00 am.
Cumpleaños de Maurizio Leoncavallo.

Alessandro Gatell había decidido permanecer en servicio mientras siguieran arribando enfermos de influenza y sin tomar respiro, regresó a Terapia Intensiva para supervisar a Katarina Leoncavallo. Sus compañeros le reportaban que la fiebre no había cedido.

-¿A qué hora empezó a delirar? - preguntó al verla, se aproximó para revisar su temperatura y se quedó con ella al advertir que no salían palabras o frases ininteligibles de su boca.

Mientras otros pacientes dormían o se quejaban, Katarina Leoncavallo revelaba auténticas historias de terror escolar que, dadas las circunstancias, distaban de ser mentiras. Como la vez que, luego de esforzarse en un concurso de geografía y presentar una linda maqueta sobre los cinco canales navegables de la ciudad de Milán, sus compañeros de segundo año de secundaria le destrozaron su medalla de primer premio y le dieron una paliza. Otra anécdota revelaba cómo en primaria, durante un almuerzo, la habían sujetado para meterle gajos de naranja en la boca, provocándole una esperada reacción alérgica. La urticaria le había durado cuatro días incómodos. Pero ninguna como la del final. Katarina Leoncavallo había ingresado al liceo y durante los primeros meses, había existido la paz. Nadie le hablaba ni tenía amigos pero podía estudiar y cumplir con sus tareas sin que se las echaran a perder, al punto de confiar en su nueva suerte. Hasta que hubo un experimento en el laboratorio de química para explicar el funcionamiento de las sustancias ácidas. Katarina había salido contenta de la clase y se dirigía a la biblioteca, cuando alguien cubrió su rostro y con la ayuda de otros más, la inmovilizó, arrojándole enseguida una serie de líquidos que le ocasionaron ardor en los brazos, el pecho y las piernas, orillándola a correr por ayuda y desvestirse, desesperada por encontrar agua. En medio del escándalo, le robaron la ropa y sus pertenencias, además de dejarla expuesta frente a muchas personas y sin saber qué le había irritado la piel. A partir de ese día, la joven Leoncavallo no pudo volver a un colegio sin sufrir ataques de pánico, ni intentar realizar un exámen de acreditación porque se quedaba paralizada.

Alessandro Gatell escuchó sin poder dar crédito: ¿Katarina Leoncavallo era tan envidiada que la gente quiso deshacerse de ella? ¿Por qué todo eso veía la luz en un momento tan delicado? Pero notó que ella iba saliendo del delirio y que iba llegando otra paciente a la minúscula habitación de aislamiento con un cuadro de influenza similar en gravedad. Quizás, la diferencia estaba en que una nunca había dejado de estar consciente.

-Juulia Töivonen, veintitrés años, con diagnóstico de neumonía por influenza. Ingresó a urgencias a las ocho de la mañana y luego de su evaluación con radiografía torácica, se determinó tratamiento con respiración auxiliar de por medio. Presenta fiebre de treinta y nueve grados - dictaba una residente a la enfermera que llenaba la circular de tratamiento y luego preguntó:

-Doctor Gatell ¿Está a cargo?
-No. Sólo estoy tomando un turno extra, tengo una paciente y ayudo en lo que puedo.
-¿Cómo va con eso?
-¿Qué hay con usted?
-Tengo bastante trabajo en el piso tres.
-¿Es el área que van a aislar?
-No hay enfermos ahí.
-Recuerde cambiar su uniforme y darse una ducha.
-Usted debería dormir, doctor.
-Me pondré a estudiar para defender mi tesis de maestría en lo que los pacientes descansan.

A Juulia Töivonen le agradó sobremanera escuchar a gente normal hablando de planes y pronto giró su cabeza.

-Katarina ¡aquí estás! - pronunció con una voz ahogada pero alegre. Gatell abandonó su conversación para prestarle atención.

-¿La conoces? - curioseó.
-¿Usted quién es?
-Alessandro Gatell, el médico de la señorita Leoncavallo.
-Soy Juulia.
-Un placer.
-Conozco a Katarina desde hace unos años... Su hermano es mi coach.
-¿Son compañeras?
-Algo así.
-¿Son amigas?
-No, pero puedo evitarle el regaño por no ir al entre... entrenamiento de hoy.
-¿Cuántas horas de práctica suele realizar?
-¿Ella? Cinco diarias.
-¿Y en el hielo?
-Depende. Ella hace una hora diaria de gimnasio y otra de ballet... En la pista se pasa como tres horas o más.
-¿Ha tenido molestias últimamente?
-No la vi en dos semanas, sólo sé que el mes pasado se resfrió.
-¿Pasó días en cama?
-Una noche... Los patinadores nos enteramos de todo.

Juulia Töivonen sonreía a pesar de que le costaba mantenerse con aire.

-¿Le avisaron a Maurizio?
-¿A su hermano? Hablé con el primo, con Maragaglio - afirmó Gatell.
-Yo alcancé a decirle a Maurizio que estoy aquí. Katarina estará muy enfadada.
-¿Por qué?
-No sabe que... que soy su cuñada.
-Qué coincidencia.
-Doctor ¿cree que sea... un buen momento para contarle a ella?
-Considero que la tranquilidad sería lo más prudente.
-Es que lo íbamos a...a hacer formal el lunes.
-Lo siento.
-Maurizio terminó con su novia Karin ayer. Ella decidió no tener hijos y él y yo planeamos estar juntos si eso pasaba ¿Me pueden hacer un examen de embarazo?
-Ah... Claro. Le diré a una enfermera que nos ayude y llamaré a Ginecología
-Gracias.

Alessandro Gatell se encontraba desconcertado y quiso llevar a Juulia Töivonen a otro sitio de terapia intensiva o al menos, colocar una barrera diferente a la de una cortina azul que se podía correr en cualquier momento. También se preguntó si Katarina había conseguido entender algo, puesto que giraba su cabeza hacia la pared izquierda y le iniciaba un llanto ahogado por el esfuerzo de respirar.

-No se inquiete, señorita Leoncavallo. Ha tenido una pesadilla, nada más - se apresuró a pronunciar Gatell y le aseguró que volvería pronto a hacerle un seguimiento. Él se abstenía de tocarla nuevamente, pero le sonrió para reafirmar que le apoyaba de alguna manera.

Alrededor, las enfermeras cuchicheaban cualquier cosa, pero Juulia Töivonen notó que la mayoría miraban pasar a Alessandro Gatell y enseguida a Katarina postrada. Al primero parecían admirarlo; a la joven le dedicaban ligero desdén.

-Tu doctor es muy popular - agregó Juulia y la joven Leoncavallo se aferró a su mascarilla y a la pared para no confrontar sin responder.

-¿No piensas hablarme? Está bien... Por algo nunca te enteras de... de lo que Maurizio hace. Perdón por todo, si te sirve de algo... Él y yo nos hemos visto desde hace unos meses y no quiso contártelo porque deseaba arreglarse con Karin primero. Ella le dijo ayer... que decidió no tener hijos así que rompió su acuerdo. Maurizio siempre supo que eso pasaría.

Katarina se hallaba sorprendida, sin poder imaginarse a su hermano actuando de una forma poco honesta respecto a sus relaciones de pareja. No comprendía cómo Juulia Töivonen era el plan B y la razón de que ésta lo aceptara con la seguridad de que se volvería una Leoncavallo pronto. La boda entre Karin Lorenz y Maurizio, planeada para el 23 de marzo del año siguiente, se convertiría en la de Juulia y no hacía falta curiosear al respecto. Era tan extraño que Katarina ni siquiera se percatara y que su hermano no le insinuara un poco ¿Acaso Karin estaba de acuerdo? Lo más seguro era que sí. Por esa razón, todo lo que había ocurrido en Nueva York debía permanecer oculto en una caja enterrada al pie de un árbol de Central Park.

-¿Te irás a Canadá? - consultó Juulia y recibió la negativa muda de la chica en el acto.

En una sala de Terapia Intensiva, el tiempo transcurre lentamente, alternado con breves períodos veloces. Cuando un paciente egresa, la felicidad es momentánea, cuando otro ocupa una cama, la curiosidad dura un suspiro y cuando alguien fallece, la piel se eriza por un minuto. La normalidad es marcada por un olor a desinfectante que nunca se va de la cabeza y las voces de las enfermeras que no paran de hablar. Pero en una epidemia, esa calma es el preludio a una tormenta. Transcurrieron algunas horas pero Katarina Leoncavallo era el centro de atención con su aspecto de cadáver en vida. Le calculaban apenas unos instantes más, si acaso una muerte de madrugada si le iba bien. Pero fallecían otros y ella no paraba de llorar por el espanto. Gente que apenas llevaba una hora ahí dentro o matrimonios incipientes veían sus finales abruptos y los ancianos se despedían con actitudes estoicas que confundían a los que iban quedando. Juulia Töivonen trataba de conservarse ecuánime, queriendo aprenderse las caras y los nombres del equipo médico por si llegaba a necesitarlo. Le habían hecho el examen solicitado mientras Alessandro Gatell era quien más despertaba su interés, advirtiendo que éste último visitaba a Katarina con frecuencia y le confesaba a sus compañeros lo preocupado que estaba por ella.

-Oye, Katy... Dicen que no respondes - dijo Juulia con dificultad y siguió - Maurizio querrá verte y será una sorpresa.. que estés... aquí conmigo.... ¡Ay, Dios! Me duele... el pecho.

A Katarina le llamó la atención tal queja y como si gastara sus últimas fuerzas, giró para entender lo que ocurría.

Juulia había empeorado sin duda alguna: Batallaba más para obtener oxígeno, la sudoración era intensa y la mirada comenzaba a perder su brillo.

-Esto es... No siento los brazos.
-Juulia.
-¿Quieres... hablar, Katy?
-¿Qué pasó con Mau.. Maurizio? - se atrevió la joven Leoncavallo a preguntar apenas Alessandro Gatell volvió. La actitud de desilusión se transformaba en una desafiante y la mirada de desesperación ahora reflejaba la enorme ira de Katarina.

-Usted no se va. Necesito un testigo - ordenó esta última al médico.
-Sabía que te pondrías así - dijo Juulia.
-¿Desde cuándo te ves con mi hermano? ¡Desde cuándo!
-Unos cinco meses...
-¿Por qué?
-Karin tiene problemas... para embarazarse. Maurizio empezó a buscar... una novia nueva.
-¡Mentira!
-Él no te lo dijo... porque te ibas... a enojar y me... atacarías.
-Él no ha dejado a Karin.
-Katarina, tu hermano... y Karin... terminaron ayer. Y ella estaba al tanto de lo mío con Maurizio.
-¡Mientes!
-Maurizio... no te contó porque tú... Tú no lo ibas a respetar.
-Esto no es cierto, Juulia.
-¡Estoy embarazada, Katarina! ¡Tu hermano y yo nos casaremos!
-¡Te voy a matar!

Katarina Leoncavallo se levantó con una fuerza inesperada, al grado de quitarse la mascarilla de oxígeno e intentar atacar a Juulia Töivonen. Un despistado podía pensar que era presa de la furia que invade a un enfermo de rabia al recibir la luz del sol.

-¡Tranquila, señorita! ¡Se va a lastimar! - intervino Alessandro Gatell al rodear a Katarina con sus brazos y colocarla de nuevo en su cama.

-Katarina, usted tiene colocada una sonda y la intravenosa para el suero, se puede lastimar. Además, se sentirá peor luego de este disparo de adrenalina y posiblemente debamos colocarle un recurso adicional para alimentarla si no se repone hoy. Por favor, por horrible que sea lo que escuche, debe cuidar de sí misma, usted no querrá que le aten las manos.
-¿Usted lo haría, doctor?
-No es recomendable llegar a medidas extremas.

Gatell respiró hondo y enseguida ajustó la mascarilla de la joven Leoncavallo a su rostro. Para ese instante, él se convenció de que Juulia Töivonen iba a requerir más ayuda y le aumentó el oxígeno.

-Katarina... Katarina necesita oír algo, doctor - pronunció Juulia.
-No es prudente continuar...
-Usted es mi testigo.

Él no deseaba estar ahí, pero lo creyó importante y por una razón de apoyo moral y contención, tomó por segunda ocasión la mano de la joven Leoncavallo.

-Katy... Sé... Sé lo que sientes por... tu hermano y no está bien... Debes superarlo, él no encuentra una salida... que no sea... que te mudes a Canadá.
-Juulia, no se esfuerce, deje esta conversación para más tarde - sugirió Gatell.
-No puedo... ¿Tienen mis resultados? Quiero saber la fecha del... nacimiento de mi hijo.
-Llegarán en cualquier momento.
-Katy... Perdona a tu hermano, él nunca puede hablarte... porque reaccionas muy mal.
-No siga.
-Es necesario, doctor.
-Pero...
-Maurizio siempre ha sabido que Katarina está enamorada de él.
-Yo creo...
-Katy, comprende... Maurizio no te va a corresponder porque... eres su hermana.

Katarina apretó los dedos de Gatell, suplicante de que aquello parara.

-Él enfrenta muchas presiones... de sus padres... para que te vayas del grupo de entrenamiento, Katy. Toda tu familia... está al tanto de esto. Maragaglio... Maragaglio... se niega a creerles. Es el único que no está dispuesto a permitir que te vayas... Tu primo te quiere mucho...

Alessandro Gatell vio a Katarina sin añadir cosa alguna a la conversación y optó por revisar su temperatura y frecuencia cardíaca, esperando que las palabras de Juulia Töivonen no le impactaran lo suficiente como para inspirarla a abandonarse o alterarse para agredirla. Pronto, le encargó a una enfermera la supervisión de ambas pacientes y contrario a su costumbre, decidió tomar un respiro mirando a la calle desde un corredor solitario. Había aseado sus manos y retirado su cubrebocas, pensando en la forma de trasladar a Juulia Töivonen o de poder sacar a Katarina hacia una habitación adecuada, aunque la rodearan nuevos extraños. Sentía que se había involucrado de más, aunque apenas tuviera conocimiento de un drama familiar que influía con el riesgo que su paciente corría. Pese a anhelarlo, no evitaba el asombro por lo escuchado en el aislamiento seis, sin ser indolente o perverso para imaginarse cualquier cosa. Era la primera vez que oía algo tan íntimo y peligroso, que se resistía a entenderlo. Katarina Leoncavallo no era como cualquier paciente, pero ahora cobraba distinción propia con sus gestos, sus emociones, sus miradas. Le llamaba la atención que quisiera auxiliarla y protegerla de lo que sucedía alrededor, como si el esfuerzo de salvarle la vida fuera un compromiso personal.

-Doctor Gatell - lo interrumpió una asistente de laboratorio.
-¿En qué puedo servirle?
-Llegaron los resultados de la paciente de aislamiento seis.
-¿Ordené algo para Katarina?
-Son los de la mujer de junto.
-No es mi... Démelos, le notificaré.
-De acuerdo ¿Le puedo preguntar algo?
-Adelante, le explico con gusto.
-¿Cómo sigue Katarina Leoncavallo? Los de radiología insisten.
-Entiendo, pero ese parte deben recibirlo sus familiares o mantener su confidencialidad si ella lo decide. Lo siento mucho.
-Es que toda Venecia ha puesto sus ojos en usted.
-Sólo soy un servidor más.
-Doctor Gatell ¿No puede darme una pista?
-Humildemente le respondo que no y si se suscita algo, la gente lo sabrá tarde o temprano.
-Pero ¿ella está grave?
-Cuando pase algo, se dará a conocer. Mi descanso ha terminado, si requiero de algún estudio, le llamo.
-Claro.
-Hasta luego.

Él aspiró hondo y cerró los ojos un segundo. Estaba cansado, con marcas en el rostro,con los ojos irritados por no dormir y por haber olvidado sus anteojos. Notó su reflejo en una pared y tuvo la tentación de cubrirse con las manos, sin ceder a ella. Además, eran las cuatro de la tarde y el cambio de turno sería muy molesto. Sus colegas estaban cansados pero ninguno tomaría una tercera ronda y el ánimo de fastidio se tornaba pesado. Alessandro Gattel deseaba darse un baño, dormir una noche entera, escuchar algo de música o al menos, avanzar un poco con su tesis. Pero asumió que aquello llegaría después. Katarina le esperaba a pesar de las noticias.

Al atravesar la puerta de terapia intensiva, él se topó con una escena desalentadora. Una niña, Lionetta Martelli, junto a su hermano, Darío Martelli, batallaban para recibir un ventilador. En San Marco Della Pietà se habían agotado y en los hospitales de Lido y Cannaregio también. Sólo quedaban los del hospital San Salvatore y del general de Mestre se había mandado traer un trío. Los enfermos, los médicos y el personal de limpieza se preguntaban cuántas desgracias necesitaba la familia Martelli para que la desventura dejara de cebarse sobre ellos e incluso, Katarina Leoncavallo y Juulia Töivonen no daban crédito a tan ingrata coincidencia.

-¿Quién se reunirá en la tumba con su hermana Elena? - se oyó y Alessandro Gattel se sobrepuso, aproximándose a ese cubo que no podía describirse de aislamiento nunca más, aunque conservara el nombre.

-¿Cómo siguen? Las veo igual de pálidas pero sonríen más ¿cierto?
-Lo intento - parecía confesar Juulia.
-Me alegra que trate... Katarina ¿cómo vas con el oxígeno?

La joven Leoncavallo actuaba como si no hiciera caso mientras veía a los Martelli sufriendo de angustia. Nadie tenía el corazón de deshacerse de su mascarilla, excepto Juulia, a quien le explicaban que, por hallarse encinta, no podían retirarle la suya.

-Entonces ¿cuándo nace mi bebé? - consultó ella.
-Oh, fue un error mío, aún no abro este papel - se disculpó el doctor Gatell y fijando sus ojos en Katarina, lo extendió a Juulia Töivonen.

La reacción de ambas fue contenida pero no engañaban a nadie. La joven Leoncavallo estaba por hundirse en lágrimas amargas mientras la sofocaba el corazón roto. La felicidad de la joven Töivonen le devolvía el color rosado a sus mejillas.

-Maurizio estará tan feliz.
-Señorita Töivonen, no se altere mucho, puede sofocarse - sugirió Alessandro Gattel y se inclinó ante Katarina para decirle que las cosas saldrían bien, a pesar de no tener idea de por qué se lo susurraba junto a su cama.

-Estoy tan cansada - admitió Katarina.
-Intenta dormir.
-No es por eso, doctor.
-No pienses, aunque cueste trabajo.
-He estado enamorada de mi hermano desde niña ¿Por qué eso es malo? ¿Por qué me pasó esto? ¡Ya no quiero!
-Tranquila.
-Doctor...
-Mmmm, yo sé de salud. Te puedo dar una respuesta técnica pero no te ayudaría en lo demás. La psicología no es mi campo y no he estudiado suficiente psiquiatría para darte una opinión. Si deseas una consulta, tengo algunos colegas.

Alessandro Gattel sintió una gran tristeza y tomando asiento, rodeó las manos de su paciente.

-Katarina, los hermanos no deben ser el sueño de amor de nadie.

Ella no se soltó aunque sintiera ganas y él prosiguió.

-Tal vez tú lo admiras mucho o ha estado contigo en momentos complicados. Quizás ¿Maurizio? cuidaba de ti, no lo sé. Pero entre hermanos hay cosas que no pueden ser. Si él te correspondiera, correrían riesgo de traer al mundo hijos enfermos o de considerar abortarlos para evitarles sufrimientos; no digamos las explicaciones que tendrían que dar o mudarse a un lugar donde nadie los conociera para evitar dificultades. Entre primos es más común pero les hacemos algunas advertencias igualmente. Además, por lo que he escuchado y visto, Maurizio te ve sólo como su hermanita, como si fueras pequeña. Por eso no tiene el valor de decirte que no. Katy, no cuentas con la madurez para aceptar lo que no es posible y si no recibes asistencia profesional, tendrás un lío muy importante. La gente a tu alrededor no digiere esto y es normal, una relación entre hermanos toca en lo absurdo para muchas personas. Pero hay gente también que te quiere bastante. Le dije al señor Liukin que fuera a casa y lo voy a regañar porque sigue esperando un informe y tu novio Miguel se muere por preguntar cómo sigues. Lo que hayas hecho con ellos no es mi asunto y eso que mentí por ti. Sólo quiero que notes... Por algo el señor Liukin estaba contigo anoche y a riesgo ser descubierto, llamó a los paramédicos y te acompaña en esto; Miguel no deja de rezar ni de asomarse al pasillo para abordarme y no lo he dejado dirigirme la palabra ¿Qué hay de Maragaglio? Mientras entro y salgo, él insiste en saber cómo estás aunque se quede en París.

Ella eligió la desilusión y veía a Juulia Töivonen tan bonita, tan libre de estar con quien quisiera, cumpliendo un sueño que no tenía una vida entera de haber surgido. Era tan injusto. Entonces, Alessandro Gattel cometió la osadía de tocar su hombro, atrayendo su atención.

-Katarina, cuenta conmigo. Soy tu médico, te cuido en este hospital, eres mi paciente prioritaria y me voy a quedar contigo hasta que te dé de alta o requieras de mí. Si necesitas hablar o sientes que no puedes con algo, prometo buscar una solución contigo.

La joven Leoncavallo apenas susurró un "gracias", aunque terminara por dirigir sus ojos hacia Juulia Töivonen y no supiera si era correcto desearle suerte. Katarina sentía enloquecer de celos, pero podía más el dolor de saber que Maurizio Leoncavallo se alejaba cada vez más, haciendo trizas sus torpes intentos de, al menos, ser su confidente y cómplice, porque ser su refugio era pedir demasiado. El papel de hermana nunca había sido más ingrato.

Alessandro Gattel se incorporó y luego de cubrir las piernas de Katarina con una manta morada que había cerca, se retiró, asegurando que regresaría pronto. Con el rostro desencajado, él decidió tomar una ducha para poder cambiar su uniforme y afrontar mejor esa tercera ronda en servicio que traería más escenas tensas. No quería admitirlo, pero formaba parte de un secreto incómodo y quizás había cometido el error de realizar una promesa a una mujer que no conocía. Había cruzado la línea.