domingo, 29 de noviembre de 2015

Try (París, primer cuento de la serie navideña "La esperanza")



"El Hotel de Ville ha inaugurado una pista de hielo al aire libre como novedad para los parisinos y los turistas. Aunque la entrada es libre, los visitantes distinguidos no se han hecho esperar y de manera sorpresiva y para beneplácito de curiosos y admiradores, los primeros han sido la estrella del patinaje artístico internacional Carlota Liukin y el músico de rock y socialité Joubert Bessette.

-'Es muy agradable estar aquí, Joubert y yo hemos venido para convivir con la gente y mantener los patines ocupados'.

Con un despliegue de técnica en piruetas y saltos dobles, Carlota ha maravillado a los presentes y ha dejado claro sus aptitudes para la competencia.

-'Apoyarla es grandioso, Carlota es talentosa, me encanta verla, el hielo le sienta bien'.

Y los rumores sobre una posible renuncia a torneos próximos no han hecho eco esta noche. Los admiradores únicamente esperan ver a Carlota Liukin en el Trophée Éric Bompard en noviembre.

-'Estaré lista, es una promesa'

En el Hotel de Ville ha caído la noche y el glamour del hielo ha brillado doblemente. Carlota Liukin y Joubert Bessette se deslizan con gracia".

-Salimos muy rápido en televisión, creí que el reportaje era mañana - comentó Carlota al verlo en la espera por un lugar en un bistro llamado "I cippolini"  junto a Joubert, quien aun no se acostumbraba a la atención que recibía. No pasó mucho tiempo antes de que un admirador los abordara.

-Mademoiselle Liukin, monsieur Bessette ¿me regalarían un autógrafo?
-Sí, ¿cómo te llamas? - replicó la jovencita.
-Hugo Maizuradze.
-¿Qué?

En aquél instante, Luke Cumberbatch susurraría al oído del fan que no fuera idiota y cambiara su nombre, en vista de que Carlota era amiga de su hermano Anton.

-Hugo Griezmann, perdón.
-Un placer.
-A mi hermanos también les agradan.Él es Cumber y él Maxim.
-Gracias, pasen una linda noche.

Los desconocidos se apartaron y Joubert tuvo la ocurrencia de abandonar la fila en vista de que el restaurante de junto, "La maison rouge" estaba más vacío. Carlota leía el menú y decidió que estaba de ánimos para comer pescado.

-Lo sirven con uvas, eso me gusta.
-Y no esperaremos tanto.
-Gracias, Joubert.

Ambos estaban a punto de tomar una mesa al exterior del local cuando ella reconoció a su tío Joachim que pasaba de largo y a Judy Becaud que comía spaghetti ansiosamente. Llamó a ambos, sólo que Judy sí cambió de sitio.

-¡Hola!
-Qué lindo verlos, creí que cenaría sola.
-Pero estamos juntos.
-Casi termino, lo bueno es que pedí otro plato.
-Joubert y yo ordenamos el atún con ensalada.
-Este restaurante es muy bueno, venía aquí desde chiquita.
-¿Y Jean?
-Jean se quedó en casa, no estaba de ánimos.

Carlota y Judy platicaban un poco mientras el mesero traía sus órdenes y Joubert advertía que Joachim se quedaba por ahí. La velada podía ser como cualquier otra, de no ser porque Viktoriya Maizuradze y Gwendal se encontraban igualmente afuera del bistro de enfrente y desde allí saludaban, alegres por la coincidencia. En algún negocio habían puesto música y se escuchaba por toda la calle, como una fiesta.

-Gwendal pasa mucho tiempo con su novia - comentó Judy, apresurándose a tomar bocado y sonreír después.
-Vika en Hammersmith no se le despegó y la verdad está super linda, es la primera vez que le conozco a Gwendal una chica que sí me cae bien.
-La que trabajaba en Vogue era odiosa.
-Bérenice Mukhin era peor.
-¿Esa quién es?
-Una chica que me cae terrible, sólo eso.
-Gwendal tiene un gusto extraño de vez en cuando.

Joubert escuchaba de lo más entretenido, creyendo que a ellas les gustaba criticar y que era mejor dejarlas. Alrededor, los comensales que reconocían a Carlota comentaban lo bonita que era y Hugo Griezmann con sus hermanos obtenía una mesa también en "I cipollini" lo suficientemente próxima como para que cualquiera creyera que la acompañaban.

-Al parecer no estaremos cenando solos nunca - comentó la joven Liukin discretamente a su chico y tomaba un poco de agua mineral cuando se percibió un sonido que muchos identificaron como pirotecnia.

-No creo que haya sido - añadió Luke Cumberbatch y el tío de Carlota, compartiendo la sospecha, fue donde ella.

-Es muy insistente, vámonos - ordenó Joachim.
-Le haremos caso, señor - contestó Judy y justo terminaba la frase cuando un comensal se levantó y directamente, le disparó a Joubert Bessette en el cuello. Los tiros a los presentes comenzaron enseguida, con agresores que se descubrían entre los transeúntes y otros corrían desde calles aledañas, sin hacer distinciones ni mirar a nadie. En los alrededores, se desataba la estampida.

-¡Joubert! - gritaba Carlota mientras un aparente silencio breve llegaba y su tío la escondía detrás de una mesa caída en vista de que no había otro refugio. Al interior de "I cipollini" se alcanzaba a observar a un hombre armado que buscaba sobrevivientes y en "La Maison Rouge" nadie osaba moverse debido a que el tirador de Joubert, bastante más aterrado, sostenía una kálashnikov y apuntaba al azar sin atreverse a disparar. El tipo, de forma un tanto involuntaria, tenía a una petrificada Judy Becaud como rehén.

-¡Todos cállense o la mato! - insistía y esperaba por su compañero - ¡Maldición, esto era rápido!... ¡No me miren la cara!

Y Judy comenzaba a llorar de sólo ver el cuadro. Hugo, Cumber y Maxim estaban el piso, uno de ellos herido en el brazo y el propio Cumber los cubría como podía; en otro extremo, descubría a Javier y Adrien Liukin ocultándose entre unos cadáveres y Andreas Liukin huía a la estación del metro próxima junto con otros que lograban pasar inadvertidos. Gwendal, que tenía la posibilidad de irse con él, no lo hizo porque Viktoriya sangraba un poco y se había desmayado.

-¡Dile a la niña estúpida esa que cierre la boca o te mato! - sentenció el atacante a Judy.
-Carlota, cálmate, no digas nada.
-¡Díselo en serio!
-¡Carlota, cállate!... No me mates.
-¡Qué te haga caso o te mueres, maldita!
-¡Carlota, cállate! ¿No sabes cerrar tu maldita boca? ¡Cállate, Carlota, eres una maldita urraca!

Joachim tapó la boca de su sobrina, complaciendo al tirador.

-¡Ahora quiero que...! - siguió el tirador.
-Niño, vete - murmuró Judy.
-¡No me hables!
-Si dejas esto ahora, diré que no te conozco, que no eras tú, me creerán, por favor, no me hagas daño.
-¡No me digas nada!

El chico perdió un poco el control, golpeó a Judy en el rostro un par de veces y le colocó su arma en la cabeza.

-¡No!
-¡Te vas a morir, maldita!
-¡Por favor, no!
-¡Cállate loca!
-¡No lo hagas! ¡Estoy embarazada!

El joven la sujetó con fuerza y estuvo a punto de disparar pero su compañero salió de "I cipollini" y la mirada de Judy, tan verde y suplicante, le despertó una pequeña compasión a la que cedió para irse.

-No me siento bien - anunció Judy previo a caer con la mirada extraviada y las personas reaccionaban para llamar a emergencias o a casa. Las sirenas de las asistencias médicas saturaban los oídos en el distrito XI pero un grito espeluznante, rabioso y lleno de dolor y desesperación cubrió a la ciudad de París entera, paralizando a los habitantes cada vez que se repetía.

En el suelo, rodeada de hielo y brillantes, con los ojos llenos de lágrimas cortantes, Carlota Liukin sostenía en su regazo al joven Bessette, que cada vez más palido y débil sostenía su mano con el horror atravesado en su rostro. La ropa de ella, pulcra hasta ese instante, se teñía de rojo y de su cabello escurría el mismo color mientras de sus manos pendía la vida de él, que se negaba a soltarla.

-¡Joubert! - gritaba Carlota, conmoviendo a los testigos incapaces de aproximársele - ¡Joubert! - se angustiaba, intentando acordarse de los primeros auxilios, de cualquier cosa - ¡Joubert! - insistió, paralizando todo, hasta los latidos que volvían una y otra vez en quienes lograban sentirlos - ¡Joubert! - iniciaba y terminaba, perdiendo su propio aliento cada vez, helándose con sus propios cristales, que también acumulaban sangre dándole el aspecto de una fuente -¡Joubert, Joubert! - pronunciaba de forma casi infinita - ¡Joubert! ¡Joubert!

domingo, 15 de noviembre de 2015

Try (París)


Bern, Suiza, 7:00 am

Joubert Bessette había visitado los hospitales de la ciudad y aquello lo llevó hasta la recepción del modesto St. Hope, lugar en el que tenían la consideración de verificar sus registros. Llovía ligero.

-Joubert.
-¡Trankov! ¿Te vería más tarde?
-Olvida lo que haces, regresamos a casa.
-No he comprado el pasaje.
-Tu madre no está aquí.
-¿Cómo supiste?
-Habla con tu padre.

Sergei Trankov miró al otro lado y el chico captó que era en serio.

-¿Mi mamá está muy grave?
-Te veo en la estación en una hora.
-Oye ¿Cómo sigue todo en París?
-Más o menos, no salgo mucho.
-¿Qué hay de Verlhac?
-Nada tuve que ver, lo prometo.
-¿Carlota ha estado bien?
-Más calmada, no te preocupes.

El guerrillero se alejó en cuanto notó que una enfermera caminaba en dirección a Joubert Bessette y enseguida fue a aguardar por el tren, dado que el hangar se hallaba cercano y el mal tiempo arreciaba. Hambriento y en vela, Trankov alcanzaba a sentirse poco menos que hipócrita, dándose cuenta de que sus engaños le caerían sobre la cabeza y serían suficientes para perder a los pocos amigos que le restaban.
Especialmente Joubert le angustiaba porque compartían una historia, porque se involucraba y confiaba más en él que en otra persona e inclusive, era un amigo más importante que Alban Anissina o Jean Becaud.

El dilema de revelarle o no lo que giraba en torno a Carlota Liukin era casi un juego comparado con decir "lo siento, a tu madre le importabas mucho" y quebrarlo para siempre. Ni siquiera Andrew Bessette ahogado en alcohol se atrevía y nadie tomaría la responsabilidad por la noticia, así que Trankov dejaría pasar unos días más.

Las aguas se estaban tranquilizando en París y había que aprovecharlas antes de que se agitaran por cualquier razón.

París, día siguiente, 5:00 pm

Carlota Liukin salía de una práctica y atravesaba el puente de Bércy mientras Guillaume Cizeron caminaba a su lado. A momentos se miraban, cuando los curiosos les solicitaban autógrafos o fotos, pero entre los dos sólo era posible el silencio, evitando cualquier roce, reprimiendo los suspiros.

Al cabo de un rato, ambos tomaban rumbos separados y Guillaume coincidió de frente con Joubert y Trankov, quienes no lo tomaron en cuenta, pero lo alentaban extrañamente a seguirlos. La joven Liukin en cambio, nada advertía y al dar vuelta a la izquierda, observó el reflejo de Trankov, razón que la empujó a retocar su brillo labial y revisar que su cabello no estuviese lleno de estática. El guerrillero, sin embargo, se apartó y ella giró emocionada, siendo sorprendida por un feliz Joubert al que le hacía falta un regalo o un mejor atuendo, pero Carlota acabó por recibirlo con un enorme abrazo y tomándole las manos.

-¡Te extrañé, Joubert!
-¿Cómo estás?
-Cuéntame ¿cómo te fue en Suiza?
-¡Mi madre está en París!
-¡Tienes que ir con ella!
-La veré mañana.
-¡Qué buena noticia, Joubert! Pasen mucho tiempo juntos.
-¿La saludo de tu parte?
-Claro que sí, pero hay que escogerle un detalle.
-¿Qué propones?
-No puede ser cualquier cosa, una pulsera le gustará.
-Podría hacerle una.
-Cómprala.
-Pero estaría mejor darle algo hecho por mí.
-Le obsequiarás algo bonito de alguna tienda.
-Me quiero esforzar.
-Podemos pasar por unos cristales, cerca del Hotel de Ville hay una distribuidora.
-Preferiría tejerla.
-Tengo unos hilos y listones, le diseñaré una especial.
-Sólo pienso en bolitas.
-¡Le pondremos mariposas y flores! ¡O una de lunas y estrellas!
-Se notaría que no se me ocurrió, creo que la haré como pueda.
-Puedo armarla rápido.
-Pero esto es personal.

Carlota cerró la boca y asentó, mirando a Joubert con un poco de sonrojo.

-Sé que quieres ayudar.
-Perdona, me emocioné.
-¿Me compañarías a dársela?
-¡Claro que sí!
-Gracias Carlota, te amo.

Ella se desconcertó pero apretó al chico contra sí, experimentando una suerte de felicidad instantánea que se disipaba ante la imposibilidad de contestar, máxime que Trankov atestiguaba a idéntica distancia que Guillaume con el rostro confuso; no obstante, el abrazo se prolongara lo necesario para que Joubert terminara tocándole el cabello y fuera correspondido con un beso en la mejilla.

-Guillaume, tú y yo sabemos que Carlota eligió - comentó el guerrillero a su distancia, comprobando que ella se iba.
-Desde antes de que hablara con nosotros, ese era el resultado.
-Hasta hace un minuto, pensaba que tu amor era una tontería, pero la dejas marchar, felicitaciones.
-Es increíble que Carlota sienta algo bonito por ti.
-Eres más noble que yo, Guillaume. Lo que sí es increíble es que ustedes terminen así.
-Es un acuerdo que nos hace felices desde el principio.
-¿Cuál es la razón?
-Trankov, eres muy atractivo, ¿te habían dicho?

El guerrillero sonrió y comprendió la situación de Guillaume sin necesidad de explicaciones, al fin y al cabo, no era relevante.

-¿Vamos tras ellos?
-No.
-¿Sientes celos?
-Tampoco.
-Unos pocos de mi parte, gracias por preguntar.
-Oye Guillaume, no te alteres. Ni en mil años me podría enamorar de tu chica.

La risa de Trankov nunca había sido tan sincera, a pesar de que Carlota a menudo lo ponía en aprietos y le provocaba dudas. Viendo a Joubert partir, se dio cuenta de que cada quien iría por su lado.

El camino que Carlota Liukin y Joubert Bessette tomaron, los llevaba a una mercería y a una dulcería que les recordaba Bonbons Carousel y después de hacerse de una dotación de goma de mascar, tomaron asiento en el pasto de un parque vecino al Hotel de Ville. La joven sacaba las cuentas de plástico y los listones para repartirlos y él intentaba imaginarse como unirlos para que la pulsera resultante fuera bonita.

-¡Le haremos a tu mamá una pulsera para el otoño! Hay mucho anaranjado y amarillo, lo matizamos con café oscuro y cuentas doradas - sugirió Carlota cuando descubrió a Joubert combinando verde con morado y cuentas rosadas - o le hacemos una amarilla con rosa y le ponemos flores ¡se verá hermosa!
-¿Qué tiene de malo la mía?
-Que no combina.
-Quiero algo original.
-Déjame elegirte los colores.
-Carlota, perdón, pero dijimos que esto depende de mí.
-Pero no se ve linda.
-Entonces haré una y tú otra
-¡Se me ocurrió darle una de cristal! ¡Tu mamá se verá maravillosamente contenta y hermosa!

Joubert se sintió apreciado y por lapsos, mejor contemplaba a Carlota en lugar de tejer su pulsera. Comúnmente, él se preguntaba por qué se habían encontrado, por qué ella había entrado en su vida y por qué siempre que la tenía en mente, varias melodías nacían en su guitarra o en un theremin que por causa del azar sonaba muy bello cuando ella posaba sus manos y vibraba el aire.

-¡Acabé la primera! ¿No quieres....?
-Dejemos esto un momento, deseo hablar contigo.
-Adelante.
-Es que hemos pasado por muchas cosas.
-Créeme, agradezco que no hayas estado aquí.
-¿Me cuentas?
-Sueño a diario con Verlhac.
-No llores.
-La psicóloga de INSEP dice que si lo platico mucho, lo voy a entender.
-Sergei...
-No fue él, estoy tan segura que tengo la tentación de gritar para que no lo culpen más.
-¿De verdad?
-Cuando testifiqué, tuve que jurar que no sabía pero Sergei me había dicho la verdad ¡Desearía hacer algo por él!

Joubert consoló a Carlota y besó su frente, con certeza de que, a pesar de todo, las cosas entre los dos iban bien.

-Prefiero que me digas qué pasó en Suiza.
-Nada importante.
-Estabas triste.
-Este mes ha sido para olvidar.
-Pero nuestro baile fue bonito.
-Le contaré a mamá.
-Prometo acompañarte a verla.
 
Carlota recargó su cabeza en el hombro de Joubert, como si fuera recíproca. Él no hablaría de sus sueños, razón por la que sus murmullos eran simples y olvidables. Ella pensaba más bien en su propio remordimiento, mismo que compensaba siendo comprensiva y generosa.  

En un mes repleto de paranoia, volver a ver a Joubert era una gran noticia y contar con su cercanía le brindaba a Carlota una seguridad invaluable. El siempre estaba allí, ante cualquier circunstancia y ella se limitaba a darle las gracias, aunque ahora él fuera quien necesitaba de ella y no sabía corresponderle sin pasar por alto sus momentos con Guillaume y con Trankov, inequívocos de una traición imperdonable ya que Joubert confiaba ciegamente en ella.

-¿Quieres patinar en el Hotel de Ville? Han instalado una pista como si estuviéramos en Nueva York.
-Ha de ser hermoso, Joubert.
-Estamos muy cerca.
-Vamos.

Carlota sacó sus botines en medio del arrepentimiento por lo que había hecho en ausencia de él, aunque Joubert tomaba cualquier lagrimilla como si fuera de alegría.

-¡Joubert no te vayas otra vez! - exclamó ella abrazándolo y dándole un beso en los labios - Me hiciste falta, ¡perdón por no llamarte más!

Carlota continuó actuando como si fuera ponerse más contenta y dio los primeros pasos hacia el Hotel de Ville, tomando la mano de Joubert.

Una lluvia de hojas cubrió el camino, el cielo se abrió y el otoño anunció su fugaz paso por París como el final de un ciclo, uno en el que Carlota y Joubert estarían unidos, que su prueba duraría por un tiempo más.

domingo, 8 de noviembre de 2015

La historia de un padre


En el quartier Latin existía una boutique llamada "Le chic baby" y aunque era diminuta, atraía gente que gustaba de los bordados hechos a mano y la ropa duradera a bajo costo, con el plus de que podía devolverse o cambiarse sin objeciones. La dueña remendaba o ajustaba cada prenda para colocarla de nuevo en el mostrador. "Le chic baby" era propiedad de Amélie Floost, madre de Judy Becaud y por realizar varias costuras, le pidió a esta última que se hiciera cargo de los compradores el fin de semana.

"Imposible viajar por Argentina estos días sin beber vino" leía la joven en lo que esperaba por clientes y soñaba con los maravillosos cruceros que se reseñaban en su revista de travesías.

-Si tuvieras dinero, te habrías ido.
-Hay un barco que va once días de Venecia a Roma y otro de Estambul a Lisboa ¿te imaginas qué bonito sería tomarlos?
-Sería bonito que no te distrajeras y fueras por tus hermanitos al parque.

Judy obedeció, pero volvió a atender el artículo sobre las vinotecas argentinas solamente porque se acordaba de la tanguería Ayre y de que cerca de la boutique había un expendio, "La guarda", cuya descripción asemejaba bastante a la del cronista.

-Mamá ¿puedo llevar a mis hermanitos a comer un asado?
-No tienes con que invitarlos.
-Tienes razón.
-Y tu marido que es un inútil, menos.
-Mamá...
-Mejor cuéntame del casero.
-Estamos bien, cubrimos casi todo el alquiler.
-¿Cómo van los gastos?
-Jean me compró un vestido nuevo y reparó unas lámparas, tal vez reabramos el café.
-O bien podrías trabajar aquí.
-Si todo falla, lo prometo.

Aunque Amélie Floost sonrió, la verdad era que pensaba que Judy arruinaba su vida y no conseguía convencerla ni evidenciando sus torpezas, como abandonar la universidad.

-Ve al parque y no tardes, te tengo que pagar por estos días.
-Déjalo así, me gusta ayudarte.
Judy, un consejo: cobra siempre... Trae a los niños, es hora del rosario.

La joven se colocó un suéter y salió para cruzar la calle y hallar a su hermana intercambiando sus muñecas y a su hermano guardando sus canicas. Verlos le hizo recordar sus otrora cotidianos paseos a Notre Dame, costumbre familar perdida debido a la complicada economía ya que las parisinas se negaban a tener hijos. En unos meses, todas desfilarían por "Le chic baby".

-¿Te vas a quedar hoy? - le preguntaba su hermanita.
-Tengo que volver a casa pero rezaremos juntos.
-No me gusta el rosario.
-Pero es bueno, Dios lo escucha y ayuda a los enfermos y los indigentes, guía a los inmigrantes y procura que la gente sea buena.
-¿Dios hace caso?
-Hace lo que considera justo.

La niña sostenía a Judy de la mano quien se sentía muy feliz, así volteara a "La guarda", recordando que nunca le habían permitido acercarse y el dueño solía evadirla. Al entrar con sus hermanos a "Le chic baby", echó un último vistazo y se preguntó si era momento de ir a la vinoteca si los minutos le daban la oportunidad.

Sin embargo y durante sus plegarias, pensó en ir de una vez. No era porque le atrajera o adquiriera algo para salir del paso. Judy tenía un motivo que de vez en cuando le ilusionaba y ¿acaso no era un buen pretexto usar la revista?

Cuando su madre acabó con su rito, llamó a Judy aparte y le entregó su pago, suplicándole además que no se lo mostrara a Jean o le comentara al respecto. La oferta de trabajo continuaba en pie y servía para que las dos convivieran más con los pequeños.

-Te responderé pronto - aseveró la joven al marcharse, asegurándose de que la puerta cerrara totalmente y nadie la siguiera. El corazón le palpitaba rápido y corrió hacia la puerta de cristal de un edificio gris, en donde no distinguía compradores o curiosos. Revisando sus pertenencias, sacó el artículo sobre Buenos Aires y exhaló profundo antes de entrar.

En "La Guarda" existía un orden admirable: la tienda estaba climatizada, los vinos se catalogaban por procedencia, antigüedad y variedad y en el mostrador se exhibían coquetos accesorios como sacacorchos o portabotellas. Judy se alcanzó a dar cuenta de que los empleados eran sommerlier muy competentes y uno de ellos se aprestaba a atenderla.

-Buenas tardes, busco un poco de ayuda. Leí sobre las vinotecas de Argentina y pensé que este sitio es parecido.

El sommelier revisó las páginas que le extendían mientras ella creía que hacía el ridículo. Afortunadamente, no era el caso e inició la exposición.

-"La Guarda" es una vinoteca con cincuenta años de antigüedad, contamos con trescientas etiquetas y el local es único en París ¿Busca algún vino en especial?
-¿Cuáles son sus novedades?
-Precisamente de Argentina llegaron el "Vicente Vargas Videla", un malbec con mucho cuerpo y que se guarda nueve años, el "Cinco Tierras Merlot 2002" de la bodega Banfi es un "inconseguible", tanto que le cuesta más de 280€ si lo manda traer importado sin contar impuestos; la alternativa es un "Black River 2000", descontinuado pero aquí lo paga a 30€ porque es una mezcla de cabernet franc y cabernet sauvignon de la bodega Humberto Canale y producido en Mendoza. Hay otros como "Yacochuya 2001" que se lo recomiendan en Alvear y en París y en todas partes, "Ricardo Santos 2002" y algunas botellas de la colección de Nicolás Catena como "Catena Zapata 1993" pero ese cuesta arriba de los 500€ porque es de la mejor cosecha en veinte años.

Judy Becaud escuchaba fascinada y trataba de olfatear lo más que podía, siendo atraída por el "Stradivarius 2002" tipo oporto y el "Colonia Liebres Bonarda" un vino joven con aroma a rosas, mismo que, según ella, envidiaría un chef como Fernando Trocca en su cava. El sommelier supo que la joven era una entendida que continuaba revisando el sitio y descubriendo rarezas, como exclusivas botellas del Delobel de Isabelle Shepard, que de tan caras casi las escondían.

-Llevaré un malbec, el Ópalo malbec y un Ópalo Cabernet, es todo.
-¿Ópalo? Qué observadora.

El sommelier se consagró a sacar la cuenta poco antes de descubrir que Judy tenía más preguntas y no se marcharía después de saldar.

-"Brunello de Montalcino 1999" es nuestra importación preferida, de 378€ y el "Sangiovese" cuesta 100€.
-Gracias pero llevo lo suficiente... Por curiosidad y tal vez por convertirme en clienta ¿Podría decirme quién es el dueño?
-El señor Jacques Ligier ¿Necesita hablar con él o desea conocerlo? Se encuentra en el piso siguiente en donde contamos con un restaurante mendocino, servimos únicamente tablas de jamón, quesos y aceitunas, postres y de vez en cuando fondues.
-Sólo busco al senor Ligier.
-Con placer la guío, adelante.

El sommerlier amablemente la llevó por una escalera hacia un modesto primer piso con numerosas mesas y una barra amplia de madera oscura. Los vinos llegaban a través de una puerta secreta para que los comensales los disfrutaran y siempre había más gente ahí que en la tienda.

-Señor Ligier, una clienta nueva ha solicitado que los presentemos.
-¿Clienta? ¿Algo conoce?
-Es una entendida.
-¿Ha elegido botellas?
-Los dos Ópalo que casi nadie descubre.
-Entonces le invitaré una copa de mi "Partida especial"
-Tempranillo y malbec no combinan bien el ahumado de jabalí. Es mejor cualquier cabernet sauvignon o en su defecto un merlot, pero sería muy dulce - respondió Judy y Jacques Ligier volteó finalmente, impactándola por sus ojos verdes y su piel aperlada, además de ser argentino y poseer un acento similar al de Amélie Floost cuando se ponía nerviosa. De milagro, la chica no tiró el bolso y el desconcertado Ligier le daba un asiento junto a sí, ordenando que trajeran una tabla de quesos y jamón serrano.

-Bienvenida.
-Gracias.
-¿Qué la ha traído?
-Un artículo que leí, no era sobre este negocio pero si de varios parecidos.
-¿Sos hija de Amélie? La ropa de bebés de repente se vende mucho y supe que busca ayuda. No te veía desde hace un tiempo.
-A veces la visito.
-¿Cómo está?
-Bien, con mis hermanitos.
-Lamento lo de tu padre, me enteré.
-Raymond Floost era mi padrastro.
-Ah, el padrastro; de todas formas lo siento.
-He venido a hablar con usted.
-¿No gustás algo de jamón? Es casi hora de la cena.
-No, gracias.
-Pero lucís tan flaquita, andá toma lo que quieras que te invito yo.

Por conseguir la conversación, Judy llevó a su boca un cuadrito de queso de oveja, sin dejar atrás la sensación de mariposas en el estómago.

-¿Tu madre te prohibía pasar? No le gustaba ni que nos miraras.
-Usted no le cae bien, puede ser.
-Imaginate que alguna vez le ofrecí un trabajo, eras una muchachita de brazos.
-¿Por qué lo rechazó?
-Porque se rodeó de monjas y cada quien educa pibes como puede. Apostaría a que vos ha recibido una educación muy religiosa.
-Voy a misa de diario, por las mañanas.
-No estuve de acuerdo en que te metiera esas ideas, por eso me retiró la palabra.
-Creí que habían tenido otro problema.
-¿Te comentó algo?
-Nunca lo ha hecho.
-Al parecer no le importé mucho, de lo contrario contaría horrores.
-No explica por qué usted evitaba caminar cerca de mí.
-Por respeto a tu madre.
-No comprendo.
-Ella dijo "alejate" y por lo visto, no fue mucha la distancia.

Jacques Ligier ingirió algo de jamón y Judy lo imitó con una ligera sonrisa.

-Entonces ¿sobre qué venís a preguntar?
-Mi interés es conocerlo, señor.
-¿Para qué? No poseo encanto y si no es de vinos, no tengo cultura.
-Tampoco busco en usted otra cosa que no sean respuestas.
-Entonces nada tengo, todo lo he dicho.
-Pero algo ha de saber de mí, aunque sea un poco.
-No te sé nada.
-¿En serio?
-No sé que querés decir.
-Que nos parecemos.

Ligier atisbó a Judy curioso, identificado la idéntica tonalidad del iris y de la piel, pero negó con la cabeza.

-¿Así que es al padre al que venís a buscar? Una entendida me ha engañado.
-Suelo andar con rodeos pero usted podría ser quien me gustaría que fuera.
-Vos nunca necesitó de un papá.
-Uno de mis sueños es conocerlo.
-Seguí en el camino, que ese hombre no se halla ni cerca.

Judy creyó que Ligier se enfadaba y no insistió, motivo por el que quedó en silencio, inhibida de irse aunque le enviara un mensaje a su marido para que fuera por ella. Después escuchó como se ordenaba un poco más de jabalí y le colocaron el plato enfrente con raciones de queso de cabra y una copa de vino.

-Este es un "Miroa Cabernet Sauvignon Roble", amigable, fresco ¿no te parecé maravilloso? Es una botella barata, con 9€ te llevás algo aceptable, a la altura de varios "incunables" que a veces no son los mejores para acompañar la comida, la cava está revestida de las rocas correctas, todo evoluciona como debe.
-¿Qué me podría decir sobre mi padre?
-Era un amigo mío, de esos que van a Saint Tropez en verano, éramos jóvenes, pero no le vi de nuevo y no supe de donde era. Si me preguntás, tu madre no quería compromisos y él menos.
-Pero ¿ella nunca quiso contactarlo?
-Si no te ha tocado el tema, lo mejor es que no le revuelva más el mar.

La joven asentó, resistiéndose a creer que Ligier no era su padre y no lo expresaba para no tirar todo por la borda. Sin menos pena, se dedicó a comer pero no a beber y hasta se animó a pedir la carta, optando por los ravioles salteados con jitomate y albahaca. El gusto de Judy por la mantequilla se exacerbaba en días recientes y alabó la preparación del plato, señalando que a su esposo le encantaban las pastas y lo convencería de comer en "La Guarda" pronto. Aun pensaba en su conversación con Ligier cuando su celular vibró y lo revisó enseguida.

-¡Ricardo Liukin me mandó un mensaje! ¡Yay! - declaró en voz alta porque era su hábito cuando esperaba noticias y le agradaban.
-¿Ricardo Liukin?
-Es un amigo, señor Ligier.
-Entonces ¿por qué entraste aquí?
-¿Disculpe?
-Busque y busque y deberías preguntar en ese teléfono.

Judy no entendió la indirecta y mejor colocó dinero en la barra, conteniéndose de llorar por la pena que le daba el equivocarse. Aficionada a nunca hacer drama, revisaba el reloj para saber a qué hora llegaría Jean y ningún comensal se percataba de su actitud intranquila. Ligier le avisaría varios minutos después que su marido le aguardaba y le agradecía su visita, aunque fuera por un asunto atípico y resultara en una desilusión que se esperaba, no fuera muy grande. Ella no se despidió y abandonó el lugar del brazo de Jean, precipitándose en subir al auto y quedando en silencio, suspirando y enrojeciendo.

-Vine a buscar a mi padre y no está ahí dentro - declaró cuando pudo controlarse.
-¿Por qué hiciste eso?
-Siempre he querido saber quien es, por un momento pensé que todo el tiempo lo había tenido cerca.
-¿Interesa mucho ese tema?
-Antes de esta mañana casi podía vivir sin él.
-¿Por qué?
-Jean, tú y yo tenemos noticias.
-¿Buenas?
-Las confirmé esta mañana pero te quería preparar la sorpresa y creo que mejor te digo de una vez.
-¿Qué ocurre?
-No tengo anemia ni nada.
-Qué alivio.
-Nada malo, más bien, el médico quiere revisarme cada mes.
-¡Vaya! Pero estás sana.
-Estoy embarazada, Jean -ella reaccionó llorando finalmente - Cumplí dos meses.
-¡Te dije que no quería hijos!
-¿Por qué no te cuidaste también?
-¿Cuándo dejaste las pastillas?
-Jean...
-¡Te conozco! ¿Cuándo?
-En abril.
-¿Razón?
-Sueño con ser madre de unos niños contigo, me animé.
-¡Suficiente tengo con David!
-¡Le harían muy feliz unos hermanitos!
-¡Cállate ya!

Judy se espantó y se cubrió la cara mientras Jean le gritaba que debía pensar en deshacerse del bebé, en vista de que sólo ocasionaba problemas.

-¡El dinero no alcanza y te pones a tener niños! ¡Eres estúpida Judy! - terminó él. La joven lagrimeaba sin cesar y quiso tomarlo de la mano para calmarlo, recibiendo su rechazo en respuesta. Jean Becaud salió del vehículo y de azotar la puerta, pateó un cesto de basura violentamente, activando una alarma cercana. Judy le suplicó que se fueran para no ganarse más dificultades.


*Las etiquetas de vino señaladas son reales, provenientes de Argentina y producidas entre 1999 y 2002 (con excepción de Ópalo Cabernet y Ópalo Malbec de 2003) por las bodegas Humberto Canale, Banfi, Argiano, Cepas Andinas, Familia Arizu, Chandon, Altos Las hormigas, Doña Paula y Bianchi, además de la colección Nicolás Catena. Se incluyen a continuación los enlaces con información pertinente sobre el lenguaje utilizado:

Glosario básico del cuento (variedades de uvas)
Diccionario del vino
Significado de sommelier o sumiller
Definición de vinoteca (el término "enoteca" también es correcto)

*Cuento escrito con ayuda del artículo "Las vinotecas de Argentina", año 2005, Revista Travesías, número 42, págs. 77 a 81, de la autoría de Carolina Reymúndez