lunes, 30 de junio de 2014

Las palabras incorrectas


Fotografía cortesía de ELLIE Magazine, edición francesa.


Los periódicos exclamaban ¡Edwin super flying! y la noticia de que Tell no Tales había vencido a Argentina en el partido del día anterior era la constante, especialmente en los elegantes restaurantes de la comunidad pampera de Poitiers. Justo en uno de ellos, Lleyton Eckhart y Maddie Mozer hacían caso omiso de los entusiasmos y revisaban papeles.

-Esto fue lo que pude obtener: constancia de ingreso, circular de tratamiento y sus datos.
-Gracias, Maddie.
-Bérenice fue recibida en urgencias y la doctora Courtney Mansour la operó enseguida porque presentaba una ¿hemorragia? ... Vaya, pensé que sólo estaba enferma.
-Yo también.
-Sus análisis mostraron desnutrición severa, por eso no la dan de alta.
-Pero se veía con tanta energía...
-¡Oh, checa! Aquí dice que vive en Blanchard.
-¿Tiene la dirección completa?
-No, pero al menos la puedes encontrar allá, no es un barrio grande.
-Está rodeado de mafiosos; iré con escolta.
-Suerte, cadáver.
-¿Hay algo más?
-Sí, la registraron como "Bérenice Marinho".
-¿Es una broma?
-Para nada.
-Tendré que preguntar.
-Te van a contestar lo que quieras, claro.
-No te burles.
-¿No te parece excesivo?
-¿Qué?
-Esto. Lleyton, no sólo quieres saber dónde vive, si está disponible o si se aprendería tu nombre. Ahora hasta convences al director del hospital de darle un cuarto especial y encima has vaciado tarjetas de crédito en regalos y en ... No sé.
-Oye, no he gastado dinero que no sea mío.
-Ese no es el punto. Lleyton, no eres un adolescente.
-Por supuesto que no.
-Pero actúas como si tuvieras quince y estuvieras intentando impresionar a una niña rica.
-Maddie, quiero ser atento.
-¿Cuántos años tienes?
-Treinta y seis.
-¿Por qué le dices a los demás que tienes treinta y dos desde que te topaste a Bérenice?

Lleyton Eckhart negó con la cabeza.

-Creí que las mujeres éramos las únicas ridículas - remató Maddie.
-Déjalo así, yo pago la cuenta.

La evasiva del hombre confirmaba las sospechas de Maddie de que algo no andaba bien.

-¿Vas a visitarla?
-¿Hoy? Iré en la tarde, tengo cita en la corte a mediodía.
-¿Quieres que la vea por ti para que termines tus cosas?
-Haz lo que quieras.

Él se levantó sin añadir más y se dirigió a la salida, dejando una tarjeta encargada e indicando que Maddie estaba cubierta.

La mujer no obstante, se hallaba preocupada. Él parecía obsesionado con Bérenice Mukhin o cuando menos, muy interesado; pero no se atrevía ni a hablar con ella y nunca ponía notas aceptando que era el autor de carísimos presentes que quien sabe si le agradarían a una chica que a todas luces parecía vulgar pese a su hermosura.

-Última vez que te soluciono algo, Lleyton - se ordenó Maddie antes de indicar que saldaran la cuenta  y firmara el recibo. En la calle, el servicio de limpia aun recogía los restos de la celebración y los kioscos no se daban abasto para atender a quiénes demandaban periódicos; no obstante, la mujer optó por no hacer fila alguna y tomó un taxi hasta el hospital.

Maddie Mozer pensaba que estaba incurriendo en una gran estupidez. Si a Lleyton Eckhart le gustaba una mujer más joven era perfecto, pero se preguntó por qué había decidido ayudarlo si se suponía que era su ex marido y no debía involucrarse en lo que él hiciera ¿Acaso se habían vuelto amigos?

-Mejor es no saber - se dijo como conclusión y descendió del vehículo una cuadra antes, dispuesta a convencerse de que hacía bien. En la banqueta, había una columna de gente con resaca en espera de consulta y ella no quería figurarse que sucedería si el equipo de fútbol ganaba más partidos.

-¿La doctora Courtney Mansour? - inquirió a la enfermera encargada de repartir las fichas de atención.
-En urgencias, la entrada es por la calle de la derecha ¿tiene cita?
-Vengo de parte de la fiscalía.
-Entonces pase, en un momento la ve.

Maddie entró al nosocomio en medio de las quejas y una rechifla. Dentro, la situación tampoco era amigable.

-¿Courtney Mansour? - preguntó en recepción sin saludar y anteponiendo su credencial de empleada judicial.
-En urgencias.
-¿La paciente Bérenice Marinho?
-Permítame ... Ala tres, en espera del alta médica.
-¿Qué dice?
-La doctora Mansour firmará una salida voluntaria cuando se desocupe.
-Pasaré con la señorita Marinho, ¿podría dar aviso a la doctora Mansour de que firme pasadas las cinco de la tarde? Es un asunto policial.
-Bien, no hay problema.
-Gracias.

Maddie corrió con prisa al elevador y se precipitó a oprimir un botón al tercer piso. Sentía apuro y muchos deseos de avisar a Lleyton que dejara sus actividades y se presentara en el lugar de una vez.

-¡Espera! - gritó al ver a Luiz saliendo de otro ascensor y dirigiéndose a la habitación de Bérenice. El chico volteaba a todos lados para constatar si lo llamaba, suponiendo que la mujer lo conocía de algún lado.

-¿Me podrías decir quién eres?
-¿Quién es usted?
-Disculpa mi pésima educación, soy Maddie Mozer.
-Luiz Marinho.
-¡Qué bien! ¿Ibas a entrar allí?
-Mi chica me está esperando.
-¿Qué llevas en esa mano?
-Sólo traigo ropa.
-Muéstrame.
-¿Por qué?
-¿Es para Bérenice?
-Claro, no toque.
-Enséñame, soy su amiga, te puedo decir si esto le sirve.
-Es un vestido, obviamente lo va a ocupar.
-A ver - Maddie arrebató la bolsa, comprobando que la vestimenta era diminuta - ¿No crees que Bérenice debería ponerse algo más apropiado? ¿Por qué no le trajiste algo más largo? No veo un suéter, ay por Dios ¿éstos son los zapatos?
-¿Sí?
-Ven conmigo, le traeremos un buen atuendo.
-¿Qué dice? Yo ni la conozco.
-Muchacho, te voy a dar una lección de elegancia.

Maddie jaló a Luiz nuevamente al ascensor y le envió un mensaje a Lleyton, ordenándole acudir cuánto antes; éste último contestó que se hallaba en medio de una diligencia y que acabaría a las cuatro.

-Tú y yo iremos de compras - señaló ella centrando de nuevo su atención a Luiz - no me digas que te gusta lo que se pone la chica.
-A mí no me parece mal.
-Bueno, de todas formas te llevaré a conseguirle algo que la hará ver más bonita... Y de paso algo para ti, esa playera podría pasar por un trapo.

Luiz no lograba soltarse de la mano de la mujer y como el asunto de la ropa despertaba su interés, la acompañó a un centro comercial cercano, con tiendas caras y gente a todas luces perteneciente a una clase elevada.

Mientras el chico entraba a una especie de nuevo mundo, Bérenice Mukhin aun disfrutando la comodidad en su habitación de hospital, miraba la repetición del partido Tell no Tales vs. Argentina por tercera vez, tratando de encontrar la respuesta a la inusual determinación de Edwin Bonheur, que ahora disfrutaba de su estrellato y borraba las críticas en su contra de meses atrás. La joven aún sostenía su vientre y se imaginaba qué habría sucedido de poder continuar encinta.

-Ya no hay bebé, no hay nada que me una a ti - susurró ella a la pantalla, recordando que por impulsiva no se había cuidado - Me ahorré que le enseñaras a tu hijo a meter goles - añadió con los ojos más abiertos, como si se contara un chiste del que no podía reírse por ser muy bueno. A menudo, ella dejaba fluir cierta ironía.

-Luiz me quiere. Sé que él te habría simpatizado y nuestro niño habría tenido un mejor papá que tú - terminó con melancolía. La joven miraba con creciente interés la actuación de Edwin y se preguntaba si pasarían el juego más tarde, aprovechando a los fans obsesivos.

-Alguna vez te quise tanto... Me importa que siempre me ames.

Ella se atrevía a comentar tales cosas cuando se sabía sola, sin espías en el espejo. Aquello también la motivó a posar su mirada en los obsequios sin abrir y aproximarse a revisarlos con detenimiento. Sólo por broma se colocó un collar de brillantes y se puso a jugar con un perfume de olor suave. Descubrió unos aretes oscuros que le desagradaron y también halló una caja con "zapatos bonitos" de color verde seco, mismos que se colocó para aparentar ser más alta. Las brochas y los implementos de maquillaje le gustaban más por parecer de cristal y por traer la marca de "Lavinia Watson", que en la dimensión del espejo también era renombrada. Bérenice parecía una niña probándolo todo, pintando sus ojos con una sombra oscura y un rubor durazno que le iba muy bien, hasta que abrió la caja más grande. Un vestido, también en verde seco despertó su curiosidad y abandonó su bata de enferma con tal de portarlo y presumirlo al irse. Cepilló su cabello y tomó una pulsera de cristal negro antes de sentarse a los pies de la cama y cruzar las piernas, a la espera de Luiz y de recibir sus halagos... Pero él no fue quién abrió la puerta apresuradamente, sino un Lleyton Eckhart que había dejado la corte sólo por verla, respondiendo a un impulso de locura en lugar del sentido común. Él no quería toparse a Maddie por la tarde.

-¡Bérenice!
-Señor, qué sorpresa.
-Eh ... Bien yo .... ¿estás sola?

Bérenice sonrió ligeramente.

-Se nota que se equivocó de habitación.
-No ... Quería ... Dejé un juicio botado, vine a hacerte un cuestionario.

Lleyton Eckhart no tenía idea de lo que hacía. Desde el mensaje de Maddie, él sólo había salido corriendo al encuentro de una Bérenice a la que soñaba con visitar cuando durmiera y no así, tan repuesta.

-¿Usted es policía, verdad?
-¿Perteneces a la pandilla Rostova?
-No.
-¿Cuál es su relación con los integrantes de este grupo?
-Algunos eran mis amigos.
-¿Ya no lo son?
-No.
-¿Conoces a Matt Rostov?
-Era mi novio.
-¿Terminaron?
-Así es.
-¿Eres soltera?
-Sí.
-¿Por qué te pusiste el apellido Marinho?
-No es mi nombre ... Entonces eso decía mi brazalete rosa.
-¿No sabes?
-Fue una confusión de seguro.

Bérenice miraba a Eckhart con agrado pero no se daba cuenta de los ojos iluminados que él le mostraba ni su sonrisa espontánea.

-¿De qué te enfermaste?
-De hambre - replicó ella con pesimismo.
-Perdóname.
-Esperaba un bebé.

Lleyton contempló a la chica que luchaba por no tener ojos humedecidos.

-Te ofrezco una disculpa.
-Olvídelo, señor. Ya pasó.
-¿Era de Matt Rostov?

Bérenice se levantó y vio el rostro apanicado de un Eckhart al que le traicionaban los nervios.

-Mi hijo era de alguien más.

Lleyton pensó inmediatamente en Michel Teló, pero Bérenice se concentró nuevamente en el partido.

-Cuando se celebró el festival brasileño...
-Tampoco es de un cantante al que no volveré a ver.
-Bérenice, no quiero saber. Lo siento.

Eckhart lo había echado a perder. Bérenice aumentó el volumen del televisor y tomó asiento en una poltrona.

domingo, 22 de junio de 2014

París, Tell no Tales


Fotografía cortesía de tumblr.com.

Tell no Tales:

Al despertar, Bérenice Mukhin se halló en una habitación repleta de arreglos florales, una poltrona y un televisor. Desde su cama, se preguntaba qué había pasado y cómo había llegado a ese lugar.

-Buenos días, señorita ¿se siente mejor? - le preguntó una enfermera amable.
-¿Qué, yo?
-¿Más tranquila?
-Estoy bien.

La enfermera sonrió y acomodó la almohada de Bérenice.

-Qué bueno, así se repondrá pronto.
-¿Cómo terminé aquí?
-La trasladaron antier a este piso y los obsequios no han dejado de llegar.
-No recuerdo nada.
-Eso es normal, la han sedado mucho.

Bérenice frunció un poco el ceño, preguntándose por qué habían tenido que mantenerla dormida. En sus muñecas veía rozaduras y en una de ellas un brazalete rosa con su nombre. Ella reconocía el "Bérenice" pero cual fuera el apellido, estaba segura de que "Mukhin" no era el escrito.

-¿Luiz? ¿Luiz ha venido a visitarme?
-¿Quién es?
-Es mi novio, tiene el pelo rizado.
-Me parece que lo vi, tenga calma.

La joven suspiró de alivio y se dedicó a ver la pantalla del televisor, a la espera de que terminaran los comerciales. Afuera sólo se percibían las sombras del personal y las cabezas de los visitantes de la sala de espera que parecían buscar algo y avisaban a gritos que había iniciado el segundo tiempo.

-"¿El segundo tiempo de qué?" - se cuestionó Bérenice al momento que una cortinilla publicitaria daba paso a un campo de juego y veía a hombres uniformados de blanco comentando algo.

-Espéreme un momento - comentó la enfermera - ¿Gusta algo?
-¿Cree que mi novio venga hoy?
-Claro que sí, no se desespere.

La joven bajó la mirada mientras la otra mujer salía. No se acababa de cerrar la puerta cuando se escuchó "la chica de esta habitación ya despertó y parece que va a ver el partido", anuncio que provocó la intriga de Bérenice, misma que no tardó en volver a prestar atención a la pantalla y a un locutor sudamericano que decía algo referente al portero del "equipo contrario" que "defendía su meta como un perro rabioso y nadie ha podido salir librado de sus puñetazos que parecen mordidas".

-¿Cómo está la enfermita? - saludaba un enfermero con un carrito de servicio y con él venían otros colegas, dispuestos a cambiar las mantas, entregar una almohada de color amarillo, revisar el suero y hasta dar masaje en los pies a una Bérenice que no captaba que el único interés de aquellos era el juego.

-Me siento mejor.
-Qué bueno ¿quiere comer algo?
-Ahora no.
-¿Le gusta el fútbol?
-Algo ... Mucho, mi novio juega y hace goles.
-¿Y a quién le va? ¿A Argentina o a Tell no Tales?
-¿Qué?
-Es por el juego en la televisión.
-Ah, Tell no Tales.
-Lástima, se perdió el primer tiempo. Edwin Bonheur está parando todo y casi mete gol en un tiro de esquina.

Bérenice Mukhin abrió más los ojos: ¿Edwin Bonheur?

-Y pensar que andábamos pidiendo a Leandro Castaldi de titular - remató el muchacho.
-Cambiaré el canal.
-¡No! ¿Por qué?
-Largo.
-¿Qué, nos va a correr?
-Váyanse.
-Pero la estamos consintiendo.
-¡Lárguense! - gritó ella, desatándosele un nuevo ataque. La chica lanzaba objetos, rompía sus regalos y lloraba sin control, perdiendo de nuevo la noción de todo. Algunos consideraban mandarla a evaluar en psiquiatría.


París

-Carlota, que nadie fuera de mi casa te vea con esa playera - sentenció Romain Haguenauer al ver a la joven Liukin con el jersey de Tell no Tales - Y que tampoco te fotografíen comiendo palitos de pescado con catsup.
-Prometido.
-¿Y qué? ¿Cómo va el partido?
-Siguen empatados a cero.
-¿En qué minuto van?
-En el treinta y cinco del segundo tiempo.

Haguenauer contempló a la familia Liukin concentrada en el sillón y los recordó cinco días antes, cuando el equipo de Tell no Tales había perdido en su debut mundialista contra Inglaterra. La situación actual pintaba a la diplomática igualada y las caras largas amenzaban con durar toda la semana.

-¡Ese árbitro está estúpido! - clamaban todos cuando un tal Diego Paoli, estrella argentina, fingía recibir faltas y el silbante las marcaba. Edwin Bonheur se estiraba para atajar los tiros indirectos y regañaba a sus defensas por descuidados. Era un juego cardíaco.

-"¡Bonheur salva de nuevo su portería"! - gritaban los narradores con frenesí. Carlota se limitaba a tocarse la sien cada vez que Edwin intervenía o despejaba la portería, como si quisiera darle un fuerte dolor de cabeza.

-¿Estás bien? - le preguntó Joubert.
-Estoy nerviosa.
-Todo va a salir bien, es un juego cualquiera.
-¿Cómo pasó con los ingleses?
-Bueno, ese fue un accidente ... ¡Qué demonios pasa con esa defensa!
-¿Ahora me entiendes?
-Creo que sí.
-¡Edwin no va a poder con tantos tiros!

Haguenauer en su distancia apenas mostraba cierto interés mientras sonreía con los gestos de Carlota y terminaba de condimentar un aderezo cuando una todavía menos expectante Tamara se paró a su lado.

-¿Y esa cara, mujer?
-Nos van a comer vivos si Carlota no demuestra algo de "amor a Francia" y bla bla bla.
-No se ha aprendido ni la Marsellesa.
-Andan diciendo que ella solo "adoptó el país" para patinar y lo peor es que casi es verdad.
-Bueno, lo sabíamos de antemano.
-Pero no está bien, lo bueno es que les blues juegan mañana y voy a hacer que ella vea el partido en un bistro o algo, con aquello de que ahora hasta la persiguen los paparazzi....
-Pero dejémosla por hoy, está viendo a un amigo.

Transcurrieron unos pocos instantes cuando el susurro de "Edwin es un héroe" proveniente de Carlota, se perdió en un estallido de alegría brusco y vertiginoso. Tamara comprendió que después de todo, era comprensible unirse a la algarabía.


Tell no Tales:

¡Gol! era el grito generalizado en Tell no Tales cuando Bérenice Mukhin detuvo en seco su reacción histérica y contempló la imagen televisiva de un Edwin Bonheur incrédulo y eufórico que corría por la cancha como si hubiese logrado una hazaña. La mujer entonces se limitó a derramar lágrimas y darse cuenta de que alrededor suyo, había cosas bonitas que nadie le había comprado antes, frascos de perfume y hasta joyería.

-"¿Quién mandó esto? ¿Qué sucedió?" - pensó poco antes de ver sus manos de nuevo, creyendo que encontraría la causa, mientras las sombras de los festejantes se proyectaban en todas partes.

Luiz encontró a Bérenice en el suelo, aparentemente distraída.

-¿Estás bien? - le preguntó.
-Nerviosa.
-¿Cuando despertaste?
-Hace ... Luiz ¿que traes ahí?
-Bérenice, has estado dormida mucho tiempo ¿te sientes bien?
-¿Por qué estuve así?
-Te enojabas mucho y nadie te calmaba.
-¿Cuándo me trajeron para acá?
-Antier; dijeron que te atenderían mejor.
-¿Cuánto tiempo llevo aquí?
-Casi diez días.

Bérenice entonces, volvió a observar alrededor, percatándose de que Luiz traía globos y un peluche en aquel momento, tomándolos en el acto.

-No entiendo qué pasa.
-Te pusiste muy enferma.
-A eso me refiero.
-¡Oh! Tranquila.
-Luiz, siempre me doy cuenta a tiempo ¿por qué ahora no?
-¿De qué?
-¡De mi bebé! ¡Yo quería tener a mi bebé!
-Bérenice.
-¡Ni siquiera le pude avisar a su padre!
-No te enojes.

Ella abrazó a Luiz con las fuerzas que le quedaban, anhelando nunca separarse.

-Yo quería a mi bebé - reiteró poco antes de que un globo rojo se interpusiera y ella alcanzara a presentir que las letras expresaban un mal inglés, que Luiz se había esforzado en conseguirle un obsequio y que lo demás provenía de cualquiera. Exclamaciones de festejo ahora le inundaban los oídos.

martes, 17 de junio de 2014

Regresa conmigo (Segunda parte)




-Bérenice, debemos hablar. Sé que estás despierta.

Con esta frase, Bérenice Mukhin abrió los ojos y observó a Matt Rostov poner una jarra con agua sobre la mesita contigua. Ella tenía la lengua reseca, pero no sed y tampoco muchas ganas de charlar.

-Pasó lo de siempre, el bebé no fue más que un montón de células sin trabajar - inició él.
-No te entiendo, ¿pero era de esperarse, no?
-¿Por qué no me dijiste?
-No me di cuenta.
-¿Era del cantantito ese, verdad?
-No metas a Teló en esto.
-¿De quién pudo ser? Conmigo te cuidabas.
-No te importa.
-Ibas a ingeniártelas para embaucar a tu noviecito "Bob" ¿me equivoco?
-¿Cómo sabes que es Luiz es mi novio?
-¿Por qué no lo niegas?
-Basta Matt, me siento muy mal y quiero descansar.
-Sólo dime algo más - Matt Rostov juntó sus palmas y las llevó a su rostro, cubriendo su nariz y boca un segundo - ¿Era mi hijo?

Bérenice apretó sus labios y giró su mirada al lado opuesto. Con su silencio, sobraban las explicaciones.

-¡Demonios, Bérenice! - gritó él, reprimiendo inmediatamente sus deseos de violentarse - ¿Qué hiciste?
-Vete, por favor.

La joven abrazó una manta y se recostó sobre su perfil izquierdo.

-Por lo menos dime con quién estuviste, nosotros terminamos; ya da igual - suplicó Matt Rostov, pero ella rompió en llanto.

-Hiciste tu trabajo, Matt. Lo demás no te incumbe.
-¿Al menos el responsable se enteró?
-¿Qué parte de "no me di cuenta", no te cabe en la cabeza?
-Bérenice, perdóname.

Ella se aferró más a su posición y sintió como él le acariciaba el cabello para calmar los ánimos un poco más.

-No le cuentes a mi padre.
-Claro que no, mujer.
-Fuera de aquí.
-Yo te habría ayudado.
-Matt, tú y yo sabemos que no iba a pasar algo bueno.
-Siempre te perdono.
-No se trata de eso.
-Bérenice, he pensado mucho estos días sobre nosotros.
-Hemos pasado por esto, detente.
-Sé que solíamos volver; esta vez no.

La joven no se movió, creyendo que si no se le hubiera ocurrido escaparse después del concierto, habría podido engañar a Matt con el bebé y las cosas se hubiesen puesto más difíciles.

-Mejor márchate - concluyó ella. Él entonces se atrevió a sostenerla, pero el rechazo fue tan fuerte, que los gritos de Bérenice se escuchaban por todas partes, ocasionando que Luiz retornara para echar a Matt Rostov de la sala. La doctora del inicio (Courtney Diallo), se apareció por tal escándalo y como no pudo detener el llanto histérico de Bérenice, optó por sedarla.

-Trankov...
-¡Matt Rostov, maldita sea!
-¿Qué está haciendo aquí? La policía le busca y no voy a cubrir su trasero dos veces.
-Hice las preguntas de rutina.
-¡Cuál rutina! - exclamó Luiz - ¡La estabas abrazando y ella te dijo que no!

Matt Rostov bajó la cabeza.

-¿Esto es cierto?.. Trankov ¿qué sucede aquí?
-Atiendo a mi paciente, doctora.
-Usted es un guerrillero, no un médico y no está autorizado para dar atenciones.
-¡No soy Sergei Trankov! ¡Soy Matt Rostov, aquí está mi identificación y mi cédula! ¡Soy cirujano general y lo puede comprobar, soy un profesional! - y dirigiéndose a Luiz, añadió:

-Bérenice parece feliz contigo.

Rostov salió de ahí sumamente avergonzado. Si antes se consideraba imbécil, con Bérenice parecía serlo más. Miró la nueva bata que se había colocado y aceptó que nada tenía que ver allí.

-Doctor - le llamó un niño.
-¿Qué...? ¿Qué pasa?
-Mi mamá no puede respirar bien.
-¿Dónde está?
-Aquí sentada, nadie le hace caso.
-¿Por qué no la llevaron a urgencias?

El pequeño se encogió de hombros.

-Bien, te sigo ¿Tuviste gripe recientemente?
-No, pero mi papá sí.
-Tal vez tu madre se contagió ... ¿Te gusta el estetoscopio?
-¿Me lo presta?
-Te lo regalo. ¿Has pensado ser médico?
-Astronauta.
-También se necesitan doctores en la Luna.
-¿Los médicos son los que ven las tripas?
-Al operar sí.
-Me gusta lo viscoso.
-¿Ella es tu madre?
-Sí.
-Observa y aprende.

La doctora Courtney Diallo distinguió a Matt Rostov en el pasillo, en medio de la inesperada turba que ahora clamaba atención. No iba a entregarlo o reclamarle el incidente porque según las noticias, él era amante de Bérenice Mukhin y ciertos asuntos personales no tendrían porque importar.

Viendo su postura y actitud, Courtney Diallo decidió dar por bueno que aquél hombre era Matt Rostov, no porque lo creyera, sino porque distaba mucho del Sergei Trankov terrorista.


jueves, 12 de junio de 2014

Regresa conmigo (Primera parte)


Fotografía por cortesía de Elaine Lin y nathfab.tumblr.com

Mientras Luiz se trasladaba al hospital con Bérenice, Matt Rostov cruzaba el espejo hasta la sala de urgencias y se disfrazaba como médico del lugar, seguro de que nadie más debía atender a la joven y preguntándose cómo era posible que ella fuese tan descuidada. Más que preocupado, estaba furioso de nueva cuenta y ahora tendría que tomar su distancia después de sanarla. Cuando no, un fuerte reproche sólo para dejar en claro que la seguía cuidando, así fuera en contra de su voluntad.

-Doctor - le dijo una mujer morena de piel apiñonada, doctora también - ¿Lo mandaron a esperar a la chica que se enfermó en la playa?
-Sí ¿ya tienen el quirófano listo?
-¿Trankov? - expresó ella al verle el rostro.
-Matt Rostov, no se confunda.

Él se aproximó más a la entrada de los paramédicos y vio claramente como Bérenice era bajada en camilla con una urgencia que nadie había visto antes en el lugar. La joven presentaba una hemorragia hasta ese momento indetenible y parecía inconsciente; le reportaban fiebre.

-Es un aborto espontáneo, a veces se ve escandaloso - comentó Matt Rostov con una frialdad impresionante.
-¿Y la fiebre?
-Creí que al verla, le quedaría todo muy claro, doctora.
-Yo debo hacer análisis.
-Se los ahorro: esa mujer padece desnutrición.
-¿Cómo sabe?
-Vuelva a sus libros, señorita.

Matt Rostov avanzó hacia la sala de operaciones y sin quitarse la bata o colocarse un cubrebocas, ordenó al personal ir a la galería. Como todos lo creían Sergei Trankov, muchos pensaron que de no irse tranquilamente, aquél hombre tomaría represalías. La doctora del principio se colocó a la distancia, como espectadora.

-Veamos Bérenice - expreso él mientras se colocaba guantes - Apuesto a que no es tan grave - y procedió a intervenir con la actitud de alguien que parece hacerlo cada cinco minutos. Por su técnica extremadamente precisa y veloz, la doctora se impresionó.

-¿Dónde aprendió eso? - le preguntó.
-La morgue.
-No veo tanta sangre ahora.
-Sólo la necesaria.
-¿Me enseñaría a trabajar así?
-Practique, no cuesta.

Matt Rostov no tardó en mirar a Bérenice y la examinó con calma.

-El embrión no se formó, es todo.

La doctora permaneció en silencio, contemplando como Rostov procedía a terminar con la hemorragia de su paciente y anunciaba que había removido cualquier residuo, descartando desgarres o alguna lesión.

-Quedaba poco que hacer. Llévenla a descansar, inúndenla de vitaminas y hagan un ultrasonido en la mañana, esta mujer no tarda en despertar.
-¿Por qué se presentó la fiebre? - insistió la cirujana.
-Porque tuvo dificultades para expulsar el saco gestacional. Vigílela y hágale un exámen completo.

Matt procedió a arrojar el instrumental, la bata y los guantes a la basura, etiquetó unas muestras del sangrado de Bérenice y él mismo la preparó para ser llevada a terapia intermedia.

-¿Quiere que me encargue de su reporte?
-Lo haré yo mismo, doctora... Por favor, cuide bien a esta chica.
-¿Dónde va?
-A acabar mis notas, claro.

Matt sonrió y abandonó la sala para recargarse en la pared del corredor y proceder a elaborar su registro detallado de lo ocurrido, así como su método de diagnóstico y un comentario adicional sobre el tratamiento que aconsejaba suministrar a Bérenice para darla de alta en unos días, tomando en cuenta que su aborto se había complicado. Quién sabe de dónde sacó él una manzana amarilla y la mordió antes de firmar su escrito.

Por otro lado, Luiz permanecía sentado frente a la recepción de urgencias, serio y callado, intentando no juzgar porque no encontraba una razón, prefiriendo mantenerse a la expectativa y preocuparse al recordar la vulnerabilidad de Bérenice al desmayarse o, sin dramatismos, en el cine, cuando de lo más entusiasmada, le dio por sorber una bebida helada y compartir sus palomitas a pesar de que moría de hambre.

-"¿La quieres?" - se cuestionó sin brindarse una respuesta inmediata y poco después la vio pasar en camilla, siguiéndola en el acto.

-¿Cómo está? - inquirió a la doctora.
-¿Usted es familiar de esta chica?
-Su novio ¿eso cuenta?
-Llene esta forma, cuando pase a recogerla le explicaré todo.

El joven quedó de pie ante una sala atestada de enfermos, incapaz de escribir media línea.

-¿Algún problema?
-¿Puedo acercarme a ella?
-Necesita descanso, todo esto fue muy fuerte.
-¿Qué le dio?
-¿Puso los datos?
-¿Qué? No.
-Como esta chica fue atendida por Sergei Trankov, la haré pasar por mi paciente ¿Cómo se llama?
-Bérenice Mukhin.
-Entiendo, le inventaré un apellido. ¿Edad? ¿la sabe?
-Veintidós años.
-Pondré que vive en Blanchard. Dígame su nombre, muchacho.
-Luiz Marinho.
-¿Relación?
-Le dije que soy su novio.
-Lo registraré como marido, así podrá quedarse ... ¿Puedo saber cuántos años tiene? Es mera formalidad.
-Diecinueve.
-Qué jóvenes son ... Usted también se ve débil, ¿ella le mencionó algún malestar, tuvo una enfermedad reciente o alguna infección? ¿VIH?
-Hoy dijo que tuvo un cólico y antes de desmayarse me dijo que perdería a su bebé, de lo demás no sé.
-¿Cuál es su dieta?
-¿Cuál va a ser? Tenemos hambre todo el tiempo, ella acaba de conseguir un trabajo y de vez en cuando yo gano algo, en los últimos días hemos probado algunas cosas pero nada más.
-¿Qué cosas?
-Pan, café, verduras, frutas ... Palomitas el otro día, no siempre podemos comer algo.
-¿Alcohol?
-Nada, ni cigarrillos.
-Trankov tenía razón.
-¿En qué?
-Tal vez los análisis nos digan... Lo siento.
-Entonces no construiré una cuna.
-¿El bebé era suyo?

Luiz bajó la cabeza y sorpresivamente contestó que sí.

-Le daré un momento con ella, cuando vuelva le pediré que aguarde afuera - señaló la mujer. El chico asentó y se aproximó a Bérenice para acariciar su frente.

Por otro lado, la doctora abandonó la habitación y se topó a Lleyton Eckhart con algunos policías y personal de la fiscalía; alguien había dado el soplo respecto a Sergei Trankov actuando como Matt Rostov.

-¿Qué sucede?
-Buenas noches, nos avisaron de la presencia de un terrorista.
-Para eso si vienen rápido, para lo demás no.
-¿Ha habido problemas?
-Las riñas entre mafiosos en varias alas de este hospital, por ejemplo.
-Lamento que nadie haga caso a los llamados, giraré instrucciones para que este sitio sea más seguro ... ¿Usted sabe quién fue la doctora que auxilió a Trankov y a quién operaron?
-Ah ... Bien, yo he estado haciendo guardia en esta área.
-¿Nadie sospechoso ha entrado?
-No ... ¡Nadie! Revise los registros.
-Es que en recepción dejaron un reporte escrito por Trankov y firmado con ese pseudónimo que ha adoptado, pero no dio el nombre de su paciente ... Ahora resulta que ese tipo hasta es cirujano; si ve algo fuera de lo normal, comuníquelo a los oficiales.
-Claro, un gusto conocerlo señor fiscal.

Eckhart estrechaba la mano de la doctora cuando Maddie Mozer se asomó a la sala de atención y decidió cortar de tajo la búsqueda del falso Trankov.

-Lleyton, ven a ver esto - señaló y él fue a averiguar de qué se trataba al tiempo que la doctora ponía pies en polvorosa.

-¿Qué le ocurrió?
-Es obvio que se siente mal.
-La vi en la cantina.
-¿Fuiste a verla?
-Quería encontrar a Don Weymouth y saber si el festival de la playa era un rumor.

Lleyton Eckhart posó su mirada en una agotada Bérenice Mukhin que parecía sumergida en un sueño poco profundo y molesto. El hacinamiento en terapia intermedia sólo ofrecía el marco para hacerla lucir más delicada.

-Maddie, dile al director de este lugar que quiero hablar con él.
-¿Qué vas a hacer?
-Llamar a una florería.

Eckhart se aproximó a Bérenice y se sobresaltó un poco de hallar al chico de cabello alborotado de horas atrás, mismo que se disponía a colocar una compresa de agua fría a la joven y acomodarle la almohada.

-¿Sabes por qué ella esta aquí? - preguntó Eckhart.
-Le dio fiebre - mencionó Luiz escuetamente, sin interés de saber por qué el otro hombre estaba allí.
-Espero que se recupere pronto, con tu permiso.

Luiz ni siquiera se despidió pero salió con el desconocido y se quedó junto a la máquina que expendía café, indeciso entre volver junto a la cama o esperar a que todo acabara.

Entretanto, era Matt Rostov el que ingresaba a la habitación donde habían puesto a Bérenice. Él no pensaba en quedarse pero le pareció pertinente estar con ella un poco, comprobar si podía entenderla.

-Bérenice, debemos hablar, sé que estás despierta.

lunes, 2 de junio de 2014

La niña que recibe flores


Carlota Liukin oía terminar la llamada de Sergei Trankov cuando Joubert Bessette la halló en un vestíbulo apartado. Él deseaba saber qué le sucedía.

-Era tu amigo, el guerrillero - declaró ella en un ataque de sinceridad.
-¿Sergei? ¿No está arrestado?
-Parece que no.
-Pero lo vimos en las noticias.
-Entonces mienten, Sergei está libre y va a Moscú.

El tono de voz de Carlota se percibía aliviado e imprevistamente, abrazó a Joubert.

-Tu amigo está bien.
-¿Por qué te llamó? ¿Cómo escapó?
-Tamara le dio mi número en Hammersmith, de lo otro no supe nada.
-¿Por qué no me dijiste que él te podía localizar?
-Es Trankov, él siempre ha sabido encontrarme.

La joven tomó del hombro al chico, como si él deseara una explicación convincente, pero, aun más contento que ella, se limitó a apretarla fuertemente contra sí.

-Tienes razón, Sergei siempre sabe dónde está la gente que le cae mal.
-No juegues.
-Es que te veías enojada con él y luego te quejaste de que es tan entrometido que pensé que lo dos se traían algo raro, qué tontería.
-Ah... Sería una locura, Sergei y yo nos odiamos mucho.
-¿Por qué estabas llorando?
-Porque creí que lo matarían y me habría sentido muy triste.
-Bueno, al menos puedes detestarlo a gusto.
-¿Quieres hablar con él?
-Tal vez luego me localice, de seguro está en plena fuga.

Carlota asentó apenas moviendo la cabeza y Joubert la tomó de la mano para provocarle una sonrisa y llevarla con los demás. Pronto, ambos se dieron cuenta de que era el preámbulo para un beso y ella, buscando evitarlo, pidió un milagro, mismo que se materializó en forma de interrupción.

-Disculpen ¿puedo tomarles una foto?
-¿Qué? - preguntó Joubert, desconcertado.
-Los acabo de reconocer y tal vez les gustaría salir publicados en Paris Match.

Carlota alzó la ceja con semejante sorpresa y volteó a ver al joven Bessette.

-Nos verán bonitos si comienzas a disimular.
-¿Disimular?
-Que no sabes quien es este tipo.
-Carlota, no voy a aparecer en una revista.
-Pero yo sí.
-¿Para qué nos quiere retratar?
-Paris match.
-Es una revista de chismes.
-Pero con famosos de verdad, eso me interesa.
-Yo no soy famoso.
-Ambos lo son - intervino el fotógrafo - ¿Ya vieron el reportaje de "Hola"? 
-¿Hola? 
-Vienen varias galerías de su estancia en Hammersmith.
-No sabíamos.
-Y en la televisión los pasan a cada rato, son los chicos del momento.
-Entonces hay que aprovecharlo, Joubert ponte feliz.
-No voy a dejar mi cara en Paris Match.

Pero Carlota miró a su novio con calidez y le besó la mejilla, convenciéndolo en el acto. El reportero había capturado tal escena.

-Bueno, unas cuantas fotos, pero no nos pida más.
-¿Podrían mirarse a los ojos?... Perfecto
-¿Será todo, verdad?

La toma de placas continuaba y pronto, los curiosos se aproximaron.

-Carlota, ¿me das un autógrafo? - clamó una niña y con ella, llegó la lluvia de libretas, revistas y plumas, cámaras de aficionados, gritos a lo teenager, regalos de todo tipo y más periodistas, pero de televisión.

-¿Nos concederían una entrevista? - les preguntaban con los micrófonos por delante. La joven Liukin estaba encantada.

-Buenas tardes a todos.
-"Carlota ¿es cierto que en Hammersmith ya estabas lesionada?"
-Así es, pero no puedo dar detalles. En unos días hablaré con ustedes, haré una conferencia de prensa.
-"¿El escándalo con Tamara Didier te afecta? Hay muchas especulaciones sobre un cambio de coach".
-No me corresponde hablar de eso, no sé.
-"Te veías muy feliz en Hammersmith"
-Fue por Sandra Izbasa y Catalina Ponor, ellas son geniales y muy talentosas.
-"Algunos creen que vienes a Francia porque no puedes patinar por Tell no Tales".
-¿Quién dijo eso?
-"El entrenador Ingo Carroll hace unas horas".
-Tampoco puedo responder, no lo escuché.
-"¿Pero competirás por Francia?"
-Desde luego, me han abierto las puertas con mucho cariño y me comprometí a ganar muchas medallas.
-"¿Cuando vuelves a entrenar?"
-Cuando el médico me lo indique.
-"¿Estarás lisa para Bompard?
-Faltan cuatro meses, yo creo que sí, estoy muy nerviosa, no esperaba ver mi nombre en la lista del grand prix senior.
-"¿Harás el grand prix junior?"
-Sólo la fecha en Milán si mi condición me lo permite"
-"¿Podemos descartarte de Sparkassen Cup o Nebelhorn Trophy?"
-Todavía no.
-"Queremos ver otro performance como el del europeo junior, ese fue precioso"
-Claro, los que gusten.
-"Aunque quitaron ese torneo"
-Es una pena, era muy divertido.
-"Ganaste el último oro junior"
-Entonces hice historia.

El comentario provocó risas.

-"Joubert, también queremos tu opinión"
-¿Sobre qué?
-"Hammersmith"
-La pasamos bien, no es un lugar tan malo como nos dijeron.
-"Vimos a tu padre"
-No oí bien.
-"Vimos al general Bessette en muchos eventos".
-Es un hombre ocupado.
-"¿Pudiste estar con él?"
-No mucho pero compartimos una buena cena, adiós.
-"¡No se vayan!" "Cuéntenos de ustedes"
-No tenemos más declaraciones.
-"Supimos que eres músico, Joubert"
-¿Cómo se enteraron?
-"La revista 'Hola' publicó la lista con sus hobbies, de Carlota sabemos que le gusta dibujar".
-Bueno, hice mis pancartas para el mundial de gimnasia - contestó la chica Liukin - Y me agrada lo que Joubert toca con su banda, es todo un roquero.
-"¿Piensas ser rockstar, Joubert?"
-Por lo pronto, sólo quiero tocar bien la guitarra - respondió el chico.
-"Nos han dicho que llevan unos meses juntos, ¿cómo se conocieron?"
-Carlota ¿quieres seguir con esto?

La joven Liukin sonrió más.

-¡En una cafetería! - expresó ella - Yo estaba comiendo unas papas fritas.
-Y te embarraste la cara con queso - agregó Joubert con voz forzada.
-Pero me viste bonita.

La gente y los fans carcajearon más.

-"Carlota, hace poco Edwin Bonheur habló de ti y te dedicó unas palabras ¿qué opinión tienes al respecto?"
-Me hizo un comentario muy positivo y se lo agradezco, él se merece tener éxito.
-"Fue convocado para el mundial de fútbol".
-Me enteré, le deseo suerte.
-"¿Nada más?"
-Edwin sabe que lo admiro mucho, Tell no Tales tiene un gran portero, confíen en él.
-"Algunas palabras para tus fans"
-Que su apoyo es muy importante para mí, espero no defraudarlos.

Las preguntas fueron acaparadas por Carlota y no terminaban: ¿era cierto que su ropa era de diseñador? ¿su próximo patrocinador sería una marca de belleza? ¿cómo estaba su familia? ¿planeaba entrenar en París? y contestaba largamente para mostrarse contenta en diversas fotos mientras Joubert sonreía cada que ella intentaba integrarlo a la conversación y lo halagaba. Involuntariamente ambos apretaron aun más su manos y saludaban a los que se iban acercando. La prensa parecía feliz.

En un corredor cercano, sin embargo, la atmósfera era de aislamiento y Tennant Lutz contemplaba a Carlota Liukin anhelando que volteara para coquetearle y ponerla ansiosa o mínimo asustada, pero el celular sonaba y lo atendió enseguida.

-Lutz ...
-Trankov ¿hay agentes del Gobierno Mundial cerca de ti?
-Un par de reporteros de la revista Voici, están entrevistando a Carlota Liukin.
-¿Perdóname?
-Un fotógrafo de Paris Match la reconoció y luego vino el tropel. Hay gente de la televisión, de la radio, periódicos ...
-Carlota es famosa, ya lo sabías.
-No pensé que tanto.
-¿Está sola?
-Con Joubert Bessette.
-Pobre de él ... ¿Te llegaron mis instrucciones?
-Hace unos minutos, ya me aseguré de que el teniente Maizuradze sepa tu ubicación.
-¿Qué te dijo?
-Que luego te pasa una clave, ¿puedo saber donde estás?
-Le diré a él directamente, es más seguro.
-De acuerdo, ¿qué más hago?
-Lo que te ordené, no te separes de Carlota.
-Soy su sombra.
-Más te vale, acuérdate de lo que te enseñé.
-A ver si le aguanto el delirio de princesa.
-No te importa.
-Mañana será universalmente desconocida.
-Ojalá.
-¿Es todo?
-Manténme al tanto de todo lo que haga, luego te indico cómo proceder.
-Entendido.
-Te vas a deshacer de este teléfono, en unos minutos ya no será seguro ... ¿Contactaste a los demás?
-Te verán en Voronezh pasado mañana a las trece horas.
-Bien hecho. Cuida a Carlota Liukin.

Trankov colgó y Tennant borró la llamada del registro, a su lado, Adelina Tuktamysheva se dedicaba a fumar sin que nadie se lo impidiera.

-Entonces nuestro amado líder te mandó de guardaespaldas.
-Y tú tendrías que estar esperándolo en Voronezh.
-Tengo asuntos que solucionar.
-¿Cobraste el dinero por las declaraciones que hiciste sobre Tamara Didier?
-Conseguí algo mejor. Es la dirección de Judy Becaud, te dará trabajo. Preséntate en unos días, cuando salga un artículo sobre su marido.
-¿Cómo lo hiciste?
-La pregunta es ¿Por qué entrevistarían a Carlota si ella es nadie? 
-¿Qué tiene que ver?
-Andrew Bessette está interesado en ella, le ha pagado a todo mundo para que le hagan publicidad y Jean Becaud recibió órdenes de nuestro jefe para dejarse exponer por la prensa y aparecer en el mismo número de Paris Match. El amado líder quiere que los Liukin y los Becaud anden juntos por la vida, no sé por qué. 
-¿Cómo sabes eso?
-No conozco las fuentes de Trankov, pero si en minutos se ha logrado enterar de estas cosas y las arregla, no quiero imaginar qué no sabe de nosotros o para qué nos va a utilizar. Tenemos trabajo, Lutz.
-¿Esperamos a Carlota?
-Tú espérala, yo voy a burlarme de Tamara.
-¿Siempre haces lo que quieres?
-Qué viva la revolución.

Adelina sonrió y se separó de Lutz rumbo a la sala de equipaje, con el talante perezoso. Él prosiguió con su vigilancia de Carlota Liukin, pensando de que su ficticia fama sería poco menos que efímera, aunque con tantos autógrafos, regalos y gente conocida alrededor de ella, no estaba tan seguro.

Carlota seguía posando ante los fotógrafos y la extraordinaria lluvia de regalos le cubría los pies.