domingo, 22 de junio de 2014

París, Tell no Tales


Fotografía cortesía de tumblr.com.

Tell no Tales:

Al despertar, Bérenice Mukhin se halló en una habitación repleta de arreglos florales, una poltrona y un televisor. Desde su cama, se preguntaba qué había pasado y cómo había llegado a ese lugar.

-Buenos días, señorita ¿se siente mejor? - le preguntó una enfermera amable.
-¿Qué, yo?
-¿Más tranquila?
-Estoy bien.

La enfermera sonrió y acomodó la almohada de Bérenice.

-Qué bueno, así se repondrá pronto.
-¿Cómo terminé aquí?
-La trasladaron antier a este piso y los obsequios no han dejado de llegar.
-No recuerdo nada.
-Eso es normal, la han sedado mucho.

Bérenice frunció un poco el ceño, preguntándose por qué habían tenido que mantenerla dormida. En sus muñecas veía rozaduras y en una de ellas un brazalete rosa con su nombre. Ella reconocía el "Bérenice" pero cual fuera el apellido, estaba segura de que "Mukhin" no era el escrito.

-¿Luiz? ¿Luiz ha venido a visitarme?
-¿Quién es?
-Es mi novio, tiene el pelo rizado.
-Me parece que lo vi, tenga calma.

La joven suspiró de alivio y se dedicó a ver la pantalla del televisor, a la espera de que terminaran los comerciales. Afuera sólo se percibían las sombras del personal y las cabezas de los visitantes de la sala de espera que parecían buscar algo y avisaban a gritos que había iniciado el segundo tiempo.

-"¿El segundo tiempo de qué?" - se cuestionó Bérenice al momento que una cortinilla publicitaria daba paso a un campo de juego y veía a hombres uniformados de blanco comentando algo.

-Espéreme un momento - comentó la enfermera - ¿Gusta algo?
-¿Cree que mi novio venga hoy?
-Claro que sí, no se desespere.

La joven bajó la mirada mientras la otra mujer salía. No se acababa de cerrar la puerta cuando se escuchó "la chica de esta habitación ya despertó y parece que va a ver el partido", anuncio que provocó la intriga de Bérenice, misma que no tardó en volver a prestar atención a la pantalla y a un locutor sudamericano que decía algo referente al portero del "equipo contrario" que "defendía su meta como un perro rabioso y nadie ha podido salir librado de sus puñetazos que parecen mordidas".

-¿Cómo está la enfermita? - saludaba un enfermero con un carrito de servicio y con él venían otros colegas, dispuestos a cambiar las mantas, entregar una almohada de color amarillo, revisar el suero y hasta dar masaje en los pies a una Bérenice que no captaba que el único interés de aquellos era el juego.

-Me siento mejor.
-Qué bueno ¿quiere comer algo?
-Ahora no.
-¿Le gusta el fútbol?
-Algo ... Mucho, mi novio juega y hace goles.
-¿Y a quién le va? ¿A Argentina o a Tell no Tales?
-¿Qué?
-Es por el juego en la televisión.
-Ah, Tell no Tales.
-Lástima, se perdió el primer tiempo. Edwin Bonheur está parando todo y casi mete gol en un tiro de esquina.

Bérenice Mukhin abrió más los ojos: ¿Edwin Bonheur?

-Y pensar que andábamos pidiendo a Leandro Castaldi de titular - remató el muchacho.
-Cambiaré el canal.
-¡No! ¿Por qué?
-Largo.
-¿Qué, nos va a correr?
-Váyanse.
-Pero la estamos consintiendo.
-¡Lárguense! - gritó ella, desatándosele un nuevo ataque. La chica lanzaba objetos, rompía sus regalos y lloraba sin control, perdiendo de nuevo la noción de todo. Algunos consideraban mandarla a evaluar en psiquiatría.


París

-Carlota, que nadie fuera de mi casa te vea con esa playera - sentenció Romain Haguenauer al ver a la joven Liukin con el jersey de Tell no Tales - Y que tampoco te fotografíen comiendo palitos de pescado con catsup.
-Prometido.
-¿Y qué? ¿Cómo va el partido?
-Siguen empatados a cero.
-¿En qué minuto van?
-En el treinta y cinco del segundo tiempo.

Haguenauer contempló a la familia Liukin concentrada en el sillón y los recordó cinco días antes, cuando el equipo de Tell no Tales había perdido en su debut mundialista contra Inglaterra. La situación actual pintaba a la diplomática igualada y las caras largas amenzaban con durar toda la semana.

-¡Ese árbitro está estúpido! - clamaban todos cuando un tal Diego Paoli, estrella argentina, fingía recibir faltas y el silbante las marcaba. Edwin Bonheur se estiraba para atajar los tiros indirectos y regañaba a sus defensas por descuidados. Era un juego cardíaco.

-"¡Bonheur salva de nuevo su portería"! - gritaban los narradores con frenesí. Carlota se limitaba a tocarse la sien cada vez que Edwin intervenía o despejaba la portería, como si quisiera darle un fuerte dolor de cabeza.

-¿Estás bien? - le preguntó Joubert.
-Estoy nerviosa.
-Todo va a salir bien, es un juego cualquiera.
-¿Cómo pasó con los ingleses?
-Bueno, ese fue un accidente ... ¡Qué demonios pasa con esa defensa!
-¿Ahora me entiendes?
-Creo que sí.
-¡Edwin no va a poder con tantos tiros!

Haguenauer en su distancia apenas mostraba cierto interés mientras sonreía con los gestos de Carlota y terminaba de condimentar un aderezo cuando una todavía menos expectante Tamara se paró a su lado.

-¿Y esa cara, mujer?
-Nos van a comer vivos si Carlota no demuestra algo de "amor a Francia" y bla bla bla.
-No se ha aprendido ni la Marsellesa.
-Andan diciendo que ella solo "adoptó el país" para patinar y lo peor es que casi es verdad.
-Bueno, lo sabíamos de antemano.
-Pero no está bien, lo bueno es que les blues juegan mañana y voy a hacer que ella vea el partido en un bistro o algo, con aquello de que ahora hasta la persiguen los paparazzi....
-Pero dejémosla por hoy, está viendo a un amigo.

Transcurrieron unos pocos instantes cuando el susurro de "Edwin es un héroe" proveniente de Carlota, se perdió en un estallido de alegría brusco y vertiginoso. Tamara comprendió que después de todo, era comprensible unirse a la algarabía.


Tell no Tales:

¡Gol! era el grito generalizado en Tell no Tales cuando Bérenice Mukhin detuvo en seco su reacción histérica y contempló la imagen televisiva de un Edwin Bonheur incrédulo y eufórico que corría por la cancha como si hubiese logrado una hazaña. La mujer entonces se limitó a derramar lágrimas y darse cuenta de que alrededor suyo, había cosas bonitas que nadie le había comprado antes, frascos de perfume y hasta joyería.

-"¿Quién mandó esto? ¿Qué sucedió?" - pensó poco antes de ver sus manos de nuevo, creyendo que encontraría la causa, mientras las sombras de los festejantes se proyectaban en todas partes.

Luiz encontró a Bérenice en el suelo, aparentemente distraída.

-¿Estás bien? - le preguntó.
-Nerviosa.
-¿Cuando despertaste?
-Hace ... Luiz ¿que traes ahí?
-Bérenice, has estado dormida mucho tiempo ¿te sientes bien?
-¿Por qué estuve así?
-Te enojabas mucho y nadie te calmaba.
-¿Cuándo me trajeron para acá?
-Antier; dijeron que te atenderían mejor.
-¿Cuánto tiempo llevo aquí?
-Casi diez días.

Bérenice entonces, volvió a observar alrededor, percatándose de que Luiz traía globos y un peluche en aquel momento, tomándolos en el acto.

-No entiendo qué pasa.
-Te pusiste muy enferma.
-A eso me refiero.
-¡Oh! Tranquila.
-Luiz, siempre me doy cuenta a tiempo ¿por qué ahora no?
-¿De qué?
-¡De mi bebé! ¡Yo quería tener a mi bebé!
-Bérenice.
-¡Ni siquiera le pude avisar a su padre!
-No te enojes.

Ella abrazó a Luiz con las fuerzas que le quedaban, anhelando nunca separarse.

-Yo quería a mi bebé - reiteró poco antes de que un globo rojo se interpusiera y ella alcanzara a presentir que las letras expresaban un mal inglés, que Luiz se había esforzado en conseguirle un obsequio y que lo demás provenía de cualquiera. Exclamaciones de festejo ahora le inundaban los oídos.

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