miércoles, 7 de abril de 2021

Carlota y nosotros (These are the good old days)


-Fui a Bércy a verte competir pero no pude acercarme, nadie cree que soy tu abuelo - contaba Goran Liukin Jr. a su nieta Carlota mientras caminaban en Montmartre. Había nevado un poco y apenas iniciaba la conversación porque la joven la había evadido con sus amigos y compartiendo un vaso de chocolate caliente con Marat Safin. El grupo se había distanciado un poco para poder observarlos, impresionándoles que ella no perdiera el control ni buscara explicaciones inmediatas. Al fin y al cabo, los Liukin integraban una familia dada al escándalo y al drama.

-Es que nadie me ha visto con mi papá - decía Carlota.
-¿Es por eso? Creí que en serio desconfiaban de mí.
-Piensan que mi papá es Maragaglio.
-¿Maragaglio? Qué nombre tan extraño.
-Ah, abuelo, Maragaglio es un apodo.
-¿Y qué significa?
-No lo sé, no pregunto.
-Me cayó bien ¿Es el tipo que te dio permiso de venir, verdad?
-Eh, sí.
-¿Cómo se llama entonces?

Carlota quiso decir "tú ya sabes" pero optó por responder en su lugar.

-Maurizio.
-Yo me habría cambiado el nombre.
-¿Por qué?
-El viejo Leoncavallo era ególatra.
-No tengo idea.
-Digamos que conozco a la familia. Ese rostro es inconfundible, todos los hombres parecen gemelos ¿No le da miedo a Ricardo?
-Mi papá se lleva bien con mi entrenador.
-¿Ese también es un Maurizio o escuché mal en el torneo?
-También lo es.
-El viejo Leoncavallo se llamaba Maurizio, su padre también y tengo entendido que hasta el tatarabuelo llevaba ese nombre. No debería sorprenderme de que los nietos heredaran lo mismo ¿No te asusta, Carlota?
-No.
-Es increíble que a mí sí.

La joven Liukin se sentía incómoda ante esa conversación y aunque le daban ganas de ir al grano, mejor se fijó en el estuche de la guitarra que colgaba del hombro de su abuelo y en su chamarra de piel roja, sus tenis de choclo y hasta en su pantalón negro ajustado. La postura y la voz evocaban a Maragaglio fuertemente.

-Estuve con Albert Damon por unos meses ¿Tu padre no te contó, Carlota?
-Creo que ni siquiera le avisaste.
-De repente es bueno ayudar a los amigos, Albert tuvo conciertos y un invitado nunca está de más en una banda de rock.
-¿Eres músico, abuelo?
-No me interesó pero me divertí mucho. Te traje un pañuelo, él mismo lo autografió.
-¿Y yo para qué lo quiero? 
-Te he dicho que hago esto por ayudarlo.
-No entiendo.
-Carlota ¿Por qué actúas como si la familia no tuviera un amigo?
-¿Perdón?
-Albert y yo solemos ser cercanos. Guarda esto, significaría mucho para mí.

La joven Liukin recibió entonces un pañuelo de color verde y lo puso en su bolso sin pensar en donde lo colgaría hasta que su abuelo se lo pidiera de regreso. 

-Oye, prometí verte en tu cumpleaños y no llegué, perdóname - continuó el señor Liukin.
-Le dijiste eso a Andreas.
-¿No a ti?
-Mi hermano se quedó esperándote.
-Pasaré a dejarle algo cuando vaya a Italia.
-Tal vez mi papá quiera hablar contigo.
-Ricardo siempre necesita que le diga algo.
-No le has llamado desde que el tío Gwendal se apareció en nuestra casa.
-¡Gwendal! ¿Cómo está?
-Vive con su novia aquí en París.
-Le diré que está muy bien por él ¿Y Lorenzo?
-Vino a la ciudad también.
-¿Sabes dónde encontrarlo?
-En el hotel Odessa.
-Carlota ¿Te has reunido con la familia desde que llegaste?
-Sólo contigo.
-Eso es malo.
-El tío Lorenzo dijo que mañana me ve.
-¿Te estoy molestando?
-¿Qué cosa? No, abuelo.
-Mentirosa. Me gusta tu cara enojada y la verdad, nunca me ha sorprendido que yo no te caiga bien.
-¡Te quiero mucho!
-Si sintieras eso por mí, no habrías tenido reparo en quedarte con mi obsequio ¿O esperabas que te consiguiera una reliquia de alguien más? 
-No.
-Carlota, te extrañé.
-Yo a ti.
-Pronto reuniré a todos, me gustaría ver a mis nietos.
-¿Te vas a retirar?
-He conseguido unos perfumes muy buenos en Bangladesh y sé que se venderán bien.
-¿Sigues con tu negocio?
-Me permite viajar.
-Abuelo, tú siempre estás en quién sabe dónde.
-¿No te gustaría hacer lo mismo? 
-Deberías ir a casa con papá o con el tío Lorenzo.
-Buen intento ¿Quieres que muera pronto, niña bonita?
-Te va a dar un infarto en una montaña y no nos vamos a enterar hasta que te encuentren congelado veinte años después.
-Oye, qué buen futuro.
-¡Abuelo!
-Sería una muerte hermosa, siempre me ha gustado el hielo.
-¿Eso es de familia?
-¿Lo del hielo? Sí. También dejamos cadáveres bonitos pero aún no es tiempo de que lo comprobemos.

Los amigos de Carlota fingían muy bien que no escuchaban y Marat Safin preguntó la razón de que la familia Liukin fuera tan fúnebre. Anton Maizuradze le aseguró que no se habían fijado en ese detalle y que en todo caso, no se notaba tanto. 

Las pequeñas calles de Montmartre parecían las de un pueblito que quería ser moderno. Algunas esquinas eran idénticas a las del barrio Poitiers en la ciudad de Tell no Tales y luego de pasar a una dulcería, Carlota Liukin y su abuelo optaron por descansar en la escalinata de la Basílica de Sacré Coeur mientras les caía nieve encima. La tormenta era calmada y lenta, además de que pasaría pronto y les daba la oportunidad de mascar chicle de arándanos mientras ella se arrepentía de ir vestida prácticamente igual a su abuelo, con la salvedad de sus medias de telaraña negra. 

-¿No te da frío?
-No.
-Ricardo se va a enojar cuando sepa que te saqué a pasear, Carlota.
-Ni te preocupes, él anda muy ocupado con su nueva novia.
-¿Quién es?
-Es actriz.
-Interesante ¿Es mala?
-¿Perdón?
-A tu padre le gustan las mujeres que de repente se portan muy atrevido.
-Entonces sí es.
-Él nunca cambiará ¿Te dijo que tu madre fue famosa en la escuela? Era de las chicas malas.
-Algo me contó.
-Gabriela era una "beanie".
-¿Una qué?
-¿No les llaman así a las populares en la escuelas de Tell no Tales?
-Creo que no.
-Antes sí. Ella se metía en peleas antes de conocer a Ricardo ¿Nunca te enseñó a dar un puñetazo?
-No.
-Lamento lo que pasó ¿La extrañas?
-Diario.
-Ricardo siempre quiso una mamá y por eso me comentaba que Andreas, Adrien y tú eran muy afortunados por estar con Gabriela. Que eso acabara fue muy triste.
-No te apareciste en el funeral.
-Estaba en alguna parte, seguramente con Albert.
-¿Aún lo contratan para fiestas?
-Ha comenzado a odiarlas... Su hija participó en un concurso de belleza en Tell no Tales y no lo llevaron a cantar ¿No te parece un milagro?
-Un poco, sí ¿Por qué estamos hablando de él?
-Se acuerda de ti.
-No lo conozco.
-Estabas muy chiquita y tu madre te llevaba a sus presentaciones. 
-¿De veras?
-Los Liukin somos amigos de Albert y por él estoy aquí.
-No entiendo nada.
-Él me aconsejó venir a verte, es un buen tipo.
-¿No me querías visitar?
-No me malinterpretes, Carlota. No se me había ocurrido, es todo.

La chica miró a su abuelo con los brazos cruzados, el ceño arrugado y la boca ligeramente abierta. 

-Jajajaja, eres toda una mujer Liukin.
-¡Ay, abuelo!
-Mi madre se molestaba igual que tú.
-Nunca me han hablado de ella.
-Lorenzo y Ricardo no la conocieron.
-¿Por qué?
-¿Puedo contarte un secreto, Carlota?
-Eh, eso tal vez...
-Lía me abandonó  y luego se fue a Italia. 
-¿Hablamos de la abuela de mi papá?
-Albert la encontró y me escribió diciéndome donde vivía; él era limosnero o músico callejero en Milán, es lo mismo.
-Perdón, abuelo.
-Albert y yo ni siquiera nos hablábamos en Tell no Tales porque él era todavía un niño. Me sorprendió mucho cuando me envió la carta y me llevó al portón de la casa de mi madre. Desde ese día somos amigos.
-Dejaste a mi papá.
-También a Lorenzo.
-¿Por qué?
-¿Ese Maragaglio es una buena persona?
-¿Por qué lo preguntas?
-Es que los he visto y sé cuánto lo quieres.
-Es un infiel idiota.
-Salió igual a mí.

Carlota tenía tantas ganas de confesarle a su abuelo que sabía la verdad, que no hallaba las palabras para gritárselo. Al mismo tiempo, le era complicado de asimilar el hecho de que se estaban juntando tantas coincidencias: El sobre con el ADN familiar y el hallazgo del padre de Judy Becaud, la canción interpretada por Maragaglio en "La Belle Époque", la llegada de su abuelo Goran Liukin Jr., que Sergei Trankov supiera de todo eso, que los Leoncavallo, a quienes había amado prácticamente a primera vista, fueran sus parientes; que Albert Damon todo y nada tuviera que ver con ellos. 

-Una vez fui a Londres y reconocí al viejo Leoncavallo cerca de un parque. Lo seguí ¿sabes? Yo no lo habría hecho pero descubrí a Maragaglio cantando y vi cómo lo golpeó ese tipo. Ha sido lo más violento que he visto en la familia y no intervine.
-¿Por qué?
-No me interesó hasta que lo vi hoy.

"¡Maragaglio es tu hijo!" pensaba Carlota con las lágrimas en los ojos y recordando todo lo que había leído en esos papeles.  

-¿Dónde vas, abuelo?
-Me dio gusto verte.
-¡Espera!
-Nos vemos en Venecia, te lo prometo.
-Pero no puedes marcharte.
-Carlota, sólo quise saber cómo estabas. Te dejé unos regalos con la policía, te los entregarán cuando llegues a casa.
-¡No te vayas!
-Ve con tus amigos, te están esperando.
-Abuelo...
-Cuando hables con tu padre, dile que sólo pasé a saludar.

Carlota Liukin se quedó muda cuando Goran Liukin Jr. eligió partir ante su mirada atónita y enseguida, sus amigos la rodearon para confortarla. Ella como pudo, recogió los diamantes que dejaban sus lágrimas y pidió ir a otro lado inmediatamente mientras iniciaba una ventisca que congelaba el suelo.

A unas solitarias calles de ahí, el señor Liukin encontró a Maragaglio, mismo que se dirigía a Sacré Coeur luego de notar la tardanza de Carlota y desconfiar de que volvería a la Rue de la Poinsette al anochecer. 

-Maragaglio, es tuya - anunció Goran al descolgarse la guitarra. El otro poseía valentía para apenas observarlo de frente sin mencionar cosa alguna.

-La he guardado desde lo de Piccadilly Circus con el viejo Leoncavallo ¿recuerdas? Olvidé entregártela cuando te encontré en el bistro... ¡Ah, casi pierdo esto! Albert Damon me dijo que fuiste jefe de su hija Marine en Intelligenza Italiana y se expresó muy bien de ti ¿Te invitó a su banda alguna vez? Supe que le respondiste que no pero igual te lo pide de nuevo ahora que se le metió la idea de volver a dar conciertos grandes. No imagino quien iría a verlo fuera de Tell no Tales pero necesita músicos y estoy seguro de que tú eres uno. Usé la guitarra con frecuencia en una gira que tuvimos ¿no te importa? 

El señor Liukin le dio una palmada a Maragaglio.

-¡Oye! Vuelve a cantar ¿de acuerdo? Nos vemos - se despidió el hombre y se alejó fumando sin mirar atrás.

Maragaglio sin embargo, reaccionó abriendo el estuche de su guitarra, reconociendo el instrumento por su color rojizo y por un par de diminutos dibujos que le había hecho en el golpeador. Aunque estaba en general bien conservada, las cuerdas eran nuevas y se notaba que Albert Damon la había tocado, puesto que había escrito un agradecimiento al interior de la caja de resonancia.

"Hey, Maurizio ¡Estás a tiempo!" - decía otra leyenda en el estuche junto a una segunda firma de Albert y Maragaglio no atinaba a sentir algo en concreto. Ir tras Carlota Liukin era la única opción sensata pero tampoco estaba seguro de tomarla.