viernes, 19 de febrero de 2016

Un día amigable (Capítulo especial semi canon)


-¿Teniente Maizuradze? - abordó un hombre a la salida del hotel Odessa. Ilya Maizuradze lo miró con los ojos propios de alguien que trata de recordar el apellido de un hombre al que no se ha visto por primera vez, pero la gabardina delataba su rango. En la calle casi no se veía gente y la zona de Montparnasse estaba muy sola.

-Escucho, Almirante.

El desconocido apenas esbozó una sonrisa pero su expresión se transformó de sarcástica a inofensiva.

-He traído un mensaje.
-¿El Gobierno Mundial me ha vuelto a poner en la mira?
-Usted es monstruoso.
-Aterrador.
-Para evitar más interacción, hay que ir directo a la cabeza.
-¿Qué noticias ha traído?
-El Almirante Maizuradze ha muerto.
-¿Elijah?
-Me dijeron que no lo había conocido, la marina siempre me informa.
-Él y yo nunca nos llevamos bien
-Intentó cazar a Thorm Magnussen pero usted lo impidió.
-Saben que no fui yo, sino Sergei Trankov.
-Oh, Sergei Trankov.

El almirante levantó las manos como si fueran a arrestarlo y el teniente Maizuradze se rió de la broma. Parecía sentirse cómodo.

-¿Cuándo murió mi hermano?
-Hace unos meses, la Marina no realizó el funeral.
-¿Se tomaron la molestia de avisarme tan tarde?
-Me ofrecí a esta misión porque deseaba darme un paseo.
-Se nota.
-Ah, pero los rusos no fuman.
-Los italianos riegan el vodka en la alcantarilla.
-No recuerdo que usted llevara cigarros.
-Toscano classico.
-Traigo los míos.
-¿Caja cerrada?
-Intento dejarlos.
-Ah.

El teniente Maizuradze comenzó a fumar, convencido de que el almirante lo había incitado a propósito. De todas formas, aquello no pintaba para ser una operación del Gobierno Mundial, al menos no una de advertencia.

-El Gobierno fue notificado por Viktorette Maizuradze, no supimos donde lo enterró.
-¿Están seguros?
-El certificado de defunción estaba firmado por su médico personal.
-¿Qué tenía?
-Efisema pulmonar.
-¿Pasó toda la tarde aprendiendo lo que bien me pudieron haber mandado en una nota?
-Le dije que vine de paseo.
-No sé como podría tomarle en serio.
-Un almirante jamás habla con el ejército rojo.

Ambos miraron a lados opuestos y pronto se dieron cuenta de que los agentes de la gendarmería local y los turistas los reconocían, especialmente al almirante, a quien observaban con apanicada admiración.

-Usted se ha tomado una atribución menor.
-Tengo cosas que arreglar.
-Su Almirante de Flota no estará feliz.
-Pretextaré una visita al Hospital Saint Denis por mi tardanza de volver al cuartel en Florencia.
-¿La Marina cambió su sede?
-Ascenderán al General Bessette, quiero adelantarme.
-Esa es una pésima noticia.
-¿Para quién?
-Para él.
-Supongo que haré más papeleo.

El teniente Maizuradze deseó tener un vaso con whisky en ese instante y acabó con su cigarrillo de una vez para enseguida encender otro y permanecer pensativo un buen tramo de su camino. Apenas concebía que a sus rivales les gustara la idea de colocar al peor de sus elementos en un puesto peligroso, dado que no faltaban los idiotas que amenazaban a la Marina.

-¿Qué posición va a defender? - preguntó preocupado.
-El Báltico.
-Y la base del Mediterráneo es su refuerzo, vaya que lo tienen cubierto.
-Era la posición del Almirante Maizuradze.
-Que era un imbécil.
-Realmente se detestaban.
-Traicionó al ejército ruso.

Ilya Maizuradze intentaba recordar el nombre de su interlocutor y al darse cuenta de que no podría rápidamente, desistió y se propuso evitar al máximo nombrar a otras personas. No obstante, el almirante no fuera capaz de callarse, debido a que no conocía la ciudad y preguntaba a quien se le atravesara por direcciones y por sus subordinados.

-¿No cree que es mejor buscarlos por sí mismo?
-Tengo que partir con ellos.
-De seguro han ido a algún café, es San Valentín.
-En ese caso no envié una tarjeta a alguna mujer.
-Debería mandársela a su esposa.
-No podría visitarlo, teniente.
-Pero le sería más provechoso que ver mi cara.

El almirante se encogió de hombros y sacó una tablilla de chocolate, desprendiendo apenas un pequeño trozo y convidando al teniente Maizuradze, que declinaba amable mientras creía identificar a Tamara Didier al lado de Ricardo Liukin mientras tomaban un helado y ella sostenía un ramo de rosas de lo más feliz, quizás porque su actitud delataba que no era una cita.

-Ascender a Almirante no pasa todos los días - susurró Maizuradze y se limitó a no hacer notar que sus amigos estaban cerca. Desde la cuadra anterior, Sergei Trankov hacía acto de presencia pero no reparaba en nada, salvo en Lubov, a quien tenía consentida con varios regalos. Poco más adelante, Viktoriya le sonreía a Gwendal Mériguet y jugaba hockey con él. Los Liukin y sus amigos habían hecho planes, no valía la pena llamarlos.

-No tengo esposa - señaló el Almirante bruscamente.
-Es una lástima.
-No me agradan los compromisos todavía.
-No es tan joven para continuar así.
-Hace poco tuve un problema con la infantería para contener a los migrantes en Malta, no estuve en casa dos semanas.
-Entiendo ahora.
-Al igual que muchos marinos, tengo sobrinos.
-Creo que debió llamar a alguien hoy.
-¿Usted lo hizo?
-Mi mujer rechazó mi tarjeta.
-Es algo.
-Almirante Borsalino - el teniente Maizuradze se sorprendió por al fin nombrar a su interlocutor - Estamos conversando como si fuésemos amigos.
-¿No lo somos?
-Creo más en ser rivales.
-Siento respeto por usted, empatía, perdone si lo considero amigo. El almirante Maizuradze tenía mi aprecio y lo extendí a usted por ser su hermano, aunque el simple viaje me haya motivado a encontrarlo y traerle las malas noticias.
-En todo caso, he sido el que ha cometido la grosería.
-El agravio no se ha notado.
-Pero existe, Borsalino. Es penoso que no comparta su amistad.

El teniente Maizuradze le dio la mano a su interlocutor como despedida, percatándose de lo cerca que se encontraba de la parada de autobús que lo conduciría al Hospital Saint Denis de desearlo. Aunque no tenía a que ir ni nadie a quien procurar, se preguntaba como seguía Joubert Bessette y si sus padres lo cuidaban sin objeciones, despertándole el deseo de la visita aunque fuera ese día. Tímido, se aproximó a tomar camino, pero pronto, Carlota Liukin descendió de otro autobús en la esquina opuesta. Por su vestido azul y una canasta vacía, ella misma daba a entender que había pasado la mañana con Joubert y que el escenario no era alentador.

-Señorita Liukin.
-Señor Maizuradze.
-Aguarde - cruzando la acera - ¿Cómo está?
-Bien, tenga cuidado.
-Como puede ver, no soy prudente al pasar.
-Ya supe como Anton aprendió a cruzar la calle.
-Póngase un suéter.
-Muero de calor.
-No tarda en helar.
-Falta mucho.
-¿Qué pasó?
-Joubert despertará, le llevé tarjetas y chocolates, nunca se pierde los chocolates.
-¿Tan mal se quedó?
-Diario le cuento como estuvo mi día y le pongo música ¡Hoy movió la mano!
-Qué fantástica noticia ¿va a celebrar?
-No sé dónde ir, Javier y Adrien salieron por pastel y Andreas está con una chica.
-Hace rato vi a su padre con la señorita Didier.
-Es que Tamara tenía una cita y la dejaron plantada, mi papá se ofreció a ir por ella.
-¿Por qué no los acompaña? No se quede sola en San Valentín.
-Tuve una fiesta, estoy cansada.
-¿Quiere que la lleve a casa?
-Llamé a mi mensajero, no se preocupe.

La joven agitó su mano y se disponía a dar el paso cuando Guillaume Cizeron apareció en escena, aunque se notara que no pretendía quedarse.

-Carlota, toma tu abrigo, lo olvidaste en el café.
-Gracias, Guillaume.
-Tengo un par de entradas para el cine ¿vienes?
-Sí, le avisaré a mi papá.
-Bueno, despídete.
-Adiós, señor Maizuradze ¡me saluda a Anton!

El teniente Maizuradze no se atrevió a decir nada, así se preguntara de qué hablaba Guillaume y por qué Carlota se iba con él con facilidad. Por su lado, el Almirante Borsalino movía su cabeza de un lado a otro, seguro de que a su amigo no le molestaría quedarse con él.

-Ojalá me hubiera dicho que conoce a la señorita Liukin.
-Borsalino, créame que no mucho.
-Entre los marinos es muy admirada.
-¿Usted tiene interés?
-Únicamente para regalarle unas flores.
-No vaya más allá o le daré un golpe.
-La joven Carlota es una estrella.
-Más prudente es ignorar su estela.
-Yo tendría una hija como ella.
-¿Empezaron las nostalgias?
-Caminé durante años buscando a una mujer que terminó al lado de un tal Roland Mukhin.
-¿Cómo era ella?
-Tenía el garbo de la señorita Carlota y una voz menos dulce.
-¿Por lo menos la besaste, Borsalino?
-Justo un San Valentín.
-Brindemos por ella.
-Brindemos también por tu hermano.
-Por las mujeres.
-Por los amigos.

El almirante Borsalino y el teniente Maizuradze estuvieron de acuerdo en irse a un bar y dejar pasar el resto del día, contemplando parejas y escuchando baladas cursis en medio del humo de sus cigarrillos. Entre la marina y el ejército rojo existía la tregua, así la fragilidad de la misma se midiera en desertores y traidores de ambos bandos, espionaje, cartas y amistades. Borsalino en especial, quería evitar saber si Elijah Maizuradze había contado algún secreto, al mismo tiempo que recordaba a Micaela Mukhin y la comparaba con Carlota Liukin, naciendo la sospecha de que podía reencontrarse con ambas.




*El almirante Borsalino está inspirado en Kizaru Borsalino, personaje de Eichiro Oda.

miércoles, 3 de febrero de 2016

El dibujo


Antoine Griezmann/Ilustración de @percymad.

-"No puedo perder a éste bebé, por favor ayúdame.
-Pero todo está normal, no te presiones.
-Es que no es la primera vez que me lo dicen, necesito que este embarazo salga bien, es el hermanito de Scott.
-Cálmate, trataré de hacer lo que pueda ¿sabes por qué perdiste a los otros?
-Matt me dijo que las célas... celus.. celulitis...
-¿Células?
-No trabajaban.
-Comprendo, por el momento sólo podemos esperar y si quieres, te veo mañana.
-Por favor, Courtney, no le digas a Matt que estoy embarazada.
-Claro que no, eres una paciente.
-¡Se va a enojar mucho! ¡No quiero que se enoje!
-¿Por qué? Él no tiene nada que ver.
-Es que no entenderías, Courtney, no digas nada, te ruego ... Te lo ruego, si quieres que Matt se quede contigo.
-¿Qué?
-Sólo que no se entere de esto, por favor."

Courtney Diallo pensaba en aquellas palabras durante su almuerzo y veía a Matt Rostov dibujando con una concentración pasmosa. Ella reaccionó cuando oyó un grito.

-"¡Gol del Atlético de Madrid! ¡Antoine Mann hace el tres a cero!" - se escuchaba en la transmisión televisiva y Courtney volvía a sonreír.

-¿Viste, Matt? El Barcelona perderá el campeonato.... Cuando Antoine jugaba en Senegal, no me perdía sus juegos ¡ahora es el mejor del mundo!

Pero Matt no le hacía caso y terminaba su ilustración para iniciar otra. Sobre la mesa del comedor había colocado varios papeles y Courtney los revisaba de vez en vez. De no ser por su creciente personalidad tétrica, Matt Rostov jamás habría distanciado su aspecto de estatua renacentista de la perfección davidesca de Sergei Trankov.

-¿Unos pulmones? - contemplaba azorada - Es un dibujo ezpeluznante - opinó al ver uno de ellos. Matt observó a Courtney brevemente y ésta sintió tal pavor que soltó la hoja.

-Gastas muchos lápices - añadió con voz torpe. Él no se inmutó pero la joven optó por la actitud maternal.

-No comiste tu sopa.
-Comí un sándwich de pollo hace rato.
-Matt, eso fue ayer y no has parado de tomar café - él daba el sorbo - Al menos no tendremos guardia nocturna y podremos dormir... Matt.

Él, absorto en sus colores, no la escuchó más.

Durante la tarde, Courtney Diallo dio consulta en Obstetricia y su diálogo con Bérenice Mukhin le rebotó en la cabeza cada vez más fuerte, como si cada mujer fuera la misma persona y le inquietaran idénticas pérdidas. Terminó tomando un respiro cuando el sol empezó a ocultarse y caminó por Pediatría para sentirse relajada. Algunos niños la reconocían y le preguntaban imprudentes "¿ahora si nos vas a decir por qué eres negra?" a lo que reaccionaba con una simple sonrisa y varios "ve a la cama" mientras constataba que habían pegado sus obras de arte en los cristales y paredes, casi todas dedicadas a Antoine Mann y al Atlético de Madrid, el equipo de moda en Tell no Tales.

-¿Vieron el partido, verdad? Deberían descansar si gritaron por tantos goles.

A medida que atravesaba el pasillo, Courtney mejoraba su ánimo y oía varios "wow" de los cuartos con niños fracturados. Ese día, uno de ellos había celebrado su cumpleaños con "sangre de vampiro" y "pastel de Frankenstein".

-Esto da miedo - expresó Courtney al toparse con las ilustraciones de Matt Rostov decorando el lugar - Al menos sé para quién las hizo - suspiró con el desconcierto ante el realismo de las imágenes. En un rincón mucho más oscuro, el propio Matt continuaba con sus trazos y no ponía atención en nada.

-Matt... - pronunció Courtney de forma inútil y resignada volvió a su lugar, intentando separar su confusión de la neutralidad que estaba obligada a ejercer. La última paciente la notó triste y como era de esperar, le hizo el comentario.

-No he pegado el ojo, es todo.
-Dile a tu novio que estás molesta.
-Ah, estoy bien.
-Querida, se nota que tu relación no va en buena dirección ¿te hizo enojar?
-Me cansé.
-Dile que te trate bien o déjalo.
-He trabajado mucho.
-Si él no es encantador, hora de irse.

Courtney se limitó a dar recomendaciones sobre guardar reposo y prescribir ácido fólico, recordando que a Bérenice no le había dado consejos de ningún tipo y definitivamente no la quería ver en urgencias como al conocerla. Era probable que ese momento molestara más a Courtney de lo previsto y se enredara con su temor constante de perder la atención y el cariño de Matt Rostov sin previo aviso, dado lo inexpresivo que solía ser últimamente. Al finalizar su turno, ni siquiera se esforzó en buscarlo en su dormitorio y mejor fue directo a casa, tratando de enfriar su mente e ignorando a las chicas que se despedían de ella, no sin hacerle burla por "inventarse un novio" puesto que ninguna de ellas conocía a Matt o pensaban que continuaban viendo la silueta de Sergei Trankov cada vez que se involucraba en una operación complicada o su sombra se distinguía en el piso de Traumatología.

En medio de la noche y caminando lentamente, Courtney Diallo pensó que acostumbrarse a la frialdad de Matt Rostov era el mejor remedio para no desilusionarse y que le llevaría una manzana al día siguiente para agradarle. Quizás por eso no esperaba hallarlo en un rincón del puente Saint Michel, sosteniendo un blog y realizando unos trazos finales con un lápiz negro gastado.

-Matt... - llamó ella con timidez.
-Courtney - respondió él simplemente.
-Me sentaré a tu lado.

Matt Rostov volteó hacia ella y continuó con su dibujo, esperando acabarlo de una vez.

-Tuve turno en Obstetricia.
-Atendiste a Bérenice en la mañana ¿qué quería?
-¿Supiste? Creí que andabas en Pediatría.
-Esperé por una operación que me interesara.
-Bérenice pidió su expediente, fue todo.
-Tardó mucho en salir.
-Hizo muchas preguntas.
-Da igual, qué bueno que se fue.
-¿Por?
-Me disgusta que se acerque a ti.
-¿En serio?

Courtney sonrió al ver que Matt también lo hacía.

-Traje varias hojas ¿quieres una?
-Matt ¿qué dices?
-Escribe un poema o haz un avión.
-Un barco.
-¿Por qué te fuiste sin mí?
-¿Cómo llegaste aquí?
-Siempre pasamos, supuse que hablaríamos o me invitarías a cenar.
-Hoy quiero estar sola.
-Igual yo pero estoy contigo.
-¿Usaste el espejo?
-No hay manera de llegar más rápido.
-No sé como lo usas.
-Te diré luego ¿pastel de Frankenstein?
-No tengo hambre.
-Es de vainilla.
-Matt, a veces prefiero verte comer.
-Me distraje con mis cosas, perdón si de repente no me porté amable.
-Descuida, Matt, ni siquiera lo noté.
-Me alegra haber sido el mismo de siempre.
-Así es.
-Te quería obsequiar uno de mis dibujos.
-¿El cerebro o esos pulmones que te quedaron tan... reales?
-Apenas lo terminé, me llevó unos días.
-¡Antoine Mann!
-Es que hablas de él y me iba a poner celoso.
-No te creo, Matt... ¡Es impresionante! ¿De dónde sacaste tanto talento?
-En la escuela me obligaban a dibujar.
-Te lo agradezco.

Matt decidió seguir trazando otras cosas y Courtney se desalentó nuevamente, creyendo que prefería ser ella quien se adaptara a la relación y por un momento, se preguntó como una chica tan vivaz como Bérenice Mukhin había permanecido tantos años junto a ese hombre.

-Si no fueras tan seco, juraría por siempre que Sergei Trankov eras tú - añadió y él soltó sus pertenencias.
-Jamás seré Trankov.
-Lo sé, es que ...
-Ese nombre no significa algo para ti.
-Nunca ha sido mi héroe.
-Bérenice llamaba así a las personas que admiraba.
-¿Qué tiene que ver Bérenice?
-Lo mismo que Trankov, nada.
-Entonces no los mencionemos.
-Confudirme con Trankov me hace enfadar.
-Bérenice me enfurece.
-Es tu paciente.
-Tomó una consulta.
-¿No te pidió su expediente?
-Lo hizo, pero te dije que es preguntona.
-Entonces se acabó.
-¿Qué se acabó?
-La conversación.

Matt Rostov retomó sus ilustraciones y Courtney miró al suelo para no llorar por la discusión, en los brazos aun traía el retrato de Antoine Mann.

-El Atlético juega el domingo, iré a tu casa - anunció él - Me alegra que te haya gustado el regalo.

Courtney se desconcertó por el repentino tono de voz relajado de Matt, pero sirvió para tomar el momento con calma, aceptando que él distaba mucho de un encanto convencional y que era un novio capaz de ser espeluznantemente original.