lunes, 27 de febrero de 2012

La próxima partida*


Dedicada al gran Olivier Schoenfelder

Ricardo se levantó temprano ese domingo y al rasurarse, contempló aquella arruga que se le había formado en la frente. Nada de qué preocuparse. Aquella marca llevaba años insinuándose, no así la expresión de sus ojos, que ahora le daban una apariencia ligeramente cansada.

-Este día llegaría - se dijo - Ya no soy joven, es oficial.

Sin embargo, su imagen comenzó a fascinarle. Ahora reflejaba madurez, carácter, experiencia. Su atractivo se había resaltado. Soltó una carcajada irónica. Ahora entendía porqué algunas veinteañeras le guiñaban algún ojo al pasar, porqué las treintonas y cuarentonas divorciadas le pedían ayuda en el supermercado y la razón de que algunas cincuentonas de la noche a la mañana se volvieran clientas asiduas de la heladería.

Por otro lado, Franz De Patie había llegado para charlar con él y lo esperó unos instantes. Carlota deambulaba por los pasillos realizando llamadas cortas y arreglando su maleta al tiempo que Judy hacía la lista de cosas que ya estaban empacadas. El día era tan caluroso que dos ventiladores funcionaban en la sala y Andreas quitaba las cortinas para que las ventanas quedasen libres.

-Le preparé un poco de té helado, padre - Anunció repentinamente la señora Becaud.
-Gracias.
-¿Gusta tomarlo aquí o en la terraza?
-Allá me sentará mejor. Yo lo serviré, no se moleste.

A Judy le desconcertó la actitud del visitante pero pronto recordó que alguna vez le había contado que le incomodaba que una dama se tomara "consideraciones" por cosas que él mismo podía atender.

-Disculpa mi tardanza, Franz - externó Ricardo.

A De Patie le sorprendió un poco que su amigo luciera tan desenfadado. Con amabilidad, ambos se ubicaron  en la terraza y para terror de los niños, cerraron la puerta de cristal no sin antes recibir de mano de la señora Becaud un vaso extra. Los dos se abrazaron fraternalmente por saludo y tomaron asiento.

-¿Pruebas una nueva facha?
-Algunas costumbres han cambiado aquí. Los chicos ahora sienten más confianza de acercarse a mí desde que renuncié a planchar y fajarme la camisa. Luego noté que la corbata desarreglada les parece divertida.
-Si así te hacen caso ni hablar, vale la pena ... ¿Cómo estás?

Ricardo exhaló profundamente y se encongió de hombros para luego soltar una risa nerviosa y breve.

-Sobrevivo. Eso hago.

Franz no sabía que decir. Había ensayado un discurso para no ser insensible sin querer y no le servía de nada.

-He asumido que Gabriela murió y ahora estoy a cargo. Asunto resuelto. Los enanos estudian, Andreas hace tonterías y encontré solución al asunto de la cocina, pago las cuentas, salgo de paseo y trabajo. Estoy cuerdo y funcionando. Es lo que mi familia necesita.
-¿Y que hay de ti?
-Con que ellos estén felices me basta... Aunque admito que he tratado con Gwendal ese punto.
-Si no te conociera me resultaría difícil darme cuenta de que estás fastidiado.
-Es que él insiste en que conozca a una mujer; ya sabes, una especie de "amiga"... No ha pasado ni un mes y ya estoy pensando en esas .. Estaría bien volver al juego pero no ahora.
-No lo veo mal. Busca una simple amistad. No es muy difícil.
-¿Tamara y Judy cuentan? Son las únicas mujeres que conozco y pueden auxiliarme con Carlota... En serio que intenté sostener una conversación sobre tampones y hormonas pero .. Es mi niña y no le contestaba algo coherente .. La palabra cólico me da escalofríos.
-Yo apoyo a tu hermano. Encuentra a alguien neutral que sólo quiera platicar.
-Mejor contrato a un psicólogo.
-Psicóloga. Tal vez te aceptaría una cita en un café.
-Franz, mi relación con Gabriela duró casi diecisiete años. Debo adaptarme a la vida sin ella. Tengo que lidiar con Adrien que se despierta llorando en la madrugada y contagia a Carlota además de que Andreas no coopera para que se calmen ¡Esta mañana no supe cuál de ellos era cuál y terminé apuntado sus nombres!¡¿Eso te parece normal?!

Franz trataba de formular un consejo pero no encontraba uno bueno. Su intención de servir como desahogo de su amigo aparentaba ser inútil. Vencido por la convencionalidad, se limitó a mirar a la calle y consultar su reloj.

-Hay partido ¿Vienes?
-¿Quién juega?
-Los blackhawkes. Conozco un sitio con buena cerveza, yo invito.

Ricardo no lo pensó y aceptó ir con De Patie. Los chicos habían sintonizado el encuentro y Judy trataba de improvisar algún refrigerio frutal para mantenerlos hidratados.

-Voy a salir, Judy ¿Podría quedarse con los pequeños?
-¿Porqué no? Despreocúpese señor Liukin, estaremos bien.

Pero Adrien abandonó el sillón y se colocó los tenis.

-¿A dónde vas, papá?
-A tomar algo.
-Bien, te sigo. Se me antojó una sangría y hay sin alcohol.
-Pero ..
-También los acompaño - añadió Carlota - Yo quiero una agua tónica.
-Niños, no pasaré a la fuente de sodas.
-¿Quién dijo que compraríamos algo ahí? No tienen tele para ver el juego.
-Se pueden quedar.
-Preferimos ir contigo.
 -Es una cuestión de adultos. Judy, se los encargo mucho.

La señora Becaud asentó pero los gemelos tomaron sus suéteres.

-No queremos quedarnos solos.
-Andreas y Judy estarán con ustedes.
-Yo no cuido bebés. Me largo.
-No te puedes ir, Andreas.
-No me quiero aburrir, Ricardo. Se ven.
-Te estoy dando una orden.
-No eres Gabriela así que me dejas en paz. No me esperen.
-¡Andreas, no voy a abrirte la puerta!
-Te recuerdo que ésta no es tu casa sino la de ésos chamacos porque así lo quiso mi mamá. Si ellos me reciben a ti no te importa.
-¡Hace mucho que no estamos juntos! ¡Ven con nosotros, Andreas! - intervino Carlota. Pero su consanguíneo decidió no escucharla. Su padre en cambio, se acercó a su hijo mayor.

-Estás castigado, no saldrás hoy.
-Inventa otra cosa.
-Hablo en serio. Tengo que salir, atiende a tus hermanos.
-¿Porqué no los llevas contigo? Te lo están pidiendo.
-Voy a un sitio en el que está prohibido que entren.
-¿Para qué no te pesen?
-¿Qué dijiste?
-Qué casualidad que Gabriela se muere y ya no quieres a "tus niños" cerca.
-Eso no es cierto.
-¿No? Ni siquiera les has preguntado en que andan metidos. Nada más porque visitaste a Adrien en el hospital y medio le dices a Carlota que se cuide ya crees que te interesas en ellos.
-Respétame, Andreas.
-Primero demuéstrale a los enanos que los quieres aunque sea un poquito y luego me pides lo que sea.
-No te atrevas a decir que no los amo.
-Acepta que te gustó la idea de ser libre y que Carlota y Adrien te estorban para irte de farra.
-¡Yo no me voy de fiesta, yo trabajo!
-Mejor no pongas pretextos y haz lo que te se antoje. En una de esas tus bebés caen en blando y no les pasa nada aparte del porrazo que se acomodaron ayer mientras buscaban galletas en la alacena.
-¿Porqué nadie me lo mencionó?
-No estabas, Ricardo.
-¿A qué hora fué?
-¿Ya para qué preguntas? Yo los levanté pero no necesito que me des las gracias.

El señor Liukin volteó, avergonzado.

-Les pudo pasar algo grave ¿Porqué no me dijeron?
-Teníamos hambre y era hora de la cena - respondió Adrien.
-Hubieran pedido ayuda.
-Nada más estábamos nosotros. Andreas nos encontró tirados.
-Ay, Dios.

Ricardo recordó que la noche anterior había estado en Ayre con los Becaud y con remordimiento se aproximó a los mellizos.

-Perdónenme, creí que estaban seguros.. No volverá a pasar.
-Cuando estaba Gabriela no ocurrían accidentes - dijo Andreas.
-¡No hagas sentir mal a papá! - replicó Carlota.
-Él tiene razón, mi niña.

La pequeña comenzó a llorar y su padre la estrechó. Al abrazo se unió Adrien y comprendiendo por el gesto de su progenitor que era pertinente, Andreas también se hizo partícipe.

Ricardo creyó que estaba perdido. En realidad, él distaba mucho de mantener la situación controlada y muy en el fondo, se sentía aterrado.

-¿Podemos dejar ..?
-Entiendo, Ricardo. Mejor otro día. Hasta luego.
-Gracias, Franz.
-Yo también me retiro pero regresaré, señor.
-Judy .. ¿Me apoyaría en esto?

La señora Becaud no deseaba contestar que no y consideró prudente la petición así que se arrodilló junto a ellos y les dió palmaditas.

-Tranquilos chicos, ya pasó. Su padre ha estado un poco ocupado pero piensa mucho en ustedes y se esfuerza bastante para que lo pasen lo mejor posible. Él va a tratar de dedicarles más tiempo como hoy pero también compréndanlo de vez en cuando. Ahora levántense, límpiense la cara y pónganse otra vez sus jerseys. Vamos por sus bebidas y a disfrutar su partido ¿Vale?

Los tres se separaron de Ricardo y obedecieron a Judy. El hombre suspiró con sutil sosiego y aguardó a que nadie más que la señora Becaud estuviera en la sala.

-Extraño a mi esposa y me hiere ver a mis hijos así.
-No se aflija.
-Su madre les hace más falta de lo que pensé.. La necesitan más que a mí.
-¡No diga eso!
-Es que Gabriela.. Ellos jamás se habían lastimado aquí dentro, no lagrimeaban por todo, Andreas me dirigía la palabra dándome mi lugar y podía respirar tranquilo.
-No piense así. Usted ha sido muy bueno con ellos y se nota que lo adoran. Esto es sólo una crisis pero la van a superar. Sé que para ustedes es muy doloroso pero no durará toda la vida. Encontrarán su orden, su rutina, su alegría.. Sea paciente, Ricardo. Ya verá en unos días. Carlota irá a París a competir, Andreas se concentrará mejor en el trabajo y Adrien formulará el método para la goma de mascar más ácida del mundo o quién sabe.

Ella le tendió la mano.

-Cuenta conmigo, Ricardo. Yo le ayudo.

Él la abrazó en agradecimiento. Judy reprimió su impulso de sucumbir al llanto y al apartarse de él, llamó a los muchachos, acomodó sus suéteres mal puestos y prosiguió a hacerles séquito mientras les recordaba que el pronóstico del clima auguraba vientos fuertes en la tarde.

*Con la colaboración especial de Marcos Mejía (@merckmf)


miércoles, 22 de febrero de 2012

Tiempo de tango



Cuando Tamara se fue a Salt Lake, Judy se quedó como entrenadora interina de Carlota. En vez de trabajar en pista, lo hacían en salones de danza y después de la práctica ambas iban a Le jours tristes para comer algo porque Ricardo ya no cocinaba: Se le había olvidado cómo hacerlo y Gwendal le ayudaba para no perder otras habilidades como reconocer los rostros de sus hijos y no errar los nombres. Inclusive, el señor Liukin había encontrado cierto humor cómico a su condición al percatarse de que algunos episodios amargos de su juventud estaban "borrados" de su mente. 

-Estoy encontrando cierta paz. Me alegra ya no recordar de qué murió el abuelo - Comentó a la señora Becaud - Y dice Lorenzo que una vez lancé ... Algo a la policía. Da igual. 

Carlota fingía que aquello le parecía gracioso pero su padre podía notar su tristeza. 

-Estaré bien. Confío en Poirier, mi niña.

La pequeña miró al suelo. Discretamente, Judy fue a su habitación en ese momento y lloró un poco. Detrás de ella, un cada vez más arrojado Gwendal acariciaba su cabello. La joven prefirió ignorarlo y bajó al café con la intención de distraerse sirviendo mesas. Su marido se encontraba en la cocina y al verla, corrió a la rockola. Ella no pudo dejar pasar la selección de Jean. Él la tomó por la cintura con sensualidad y torpemente comenzaron a bailar. El compás era lento pero ella "resbalaba" en algunos pasos. Sintiéndose animado, Ricardo se levantó y le pidió a Becaud que le cediera la pieza. Éste aceptó con cierta curiosidad incrustada en el rostro. Gwendal, al pie de la escalera que conducía al dormitorio de Judy, atisbó con recelo como su consanguíneo tomaba firmemente a la mujer con aquél ritmo de bandoneón y tristezas. Ella se movía con mayor consistencia pese a su desconcierto y permitió que la canción terminara aunque significara enfrentarse con la mirada de Liukin a una distancia muy corta. 

-Gracias, señora Becaud.
-De nada.
-Es usted una buena bailarina.
-De ser así me habría evitado embarazosos momentos.
-La clave del tango es la firmeza del hombre. Debe dejarse llevar, Judy.

 Ricardo le agradeció a Jean y tomó su lugar nuevamente. Su hija le notaba inquieto y al cabo de unos minutos, salieron del lugar. A Carlota le extrañaba que su padre permaneciera ensimismado y que la mandara a dormir inusualmente temprano una vez que llegaron al departamento. Su tío por su parte no disimulaba cierto disgusto y después de sostener en la terraza una charla a solas con su hermano, había agarrado su saco y abandonado el edificio sólo para consumir un par de cigarrillos en la calle y tomar rumbo desconocido. 

Solo, Ricardo pasó la noche en vela pensando en Judy. Era una mujer interesante, encantadora y casi cualquiera caía a sus pies con facilidad. De haber seguido soltera, con toda certeza habría aprendido a aprovecharse de su belleza y posiblemente su talante ingenuo se habría transformado en una cosa insoportablemente fársica. Al señor Liukin, sin embargo, le molestaba profundamente la joven sonriente, la real. Le producía un irracional resquemor y es que de tanto contemplarla había comprobado que le gustaba, pero no podía tenerla. En ese sentido se identificaba con el Winston de Orwell, con la diferencia de que Judy no reparaba en él y no existían telepantallas que pudieran alentar, al menos, un resabio de lujuria o un ataque de celos. De todas formas, dentro de las posibilidades, si no era Jean, el problema serían Gwendal y Judy misma e incluso, Gabriela aunque fuese un fantasma. Ricardo arribó a la conclusión de que tal vez por la partida de su esposa buscaba no hallarse tan vulnerable y recibir un poco de cariño, mismo que ahora envidiaba a otros. La inminente carencia de juventud también le ocasionaba una fuerte crisis interna y quizá, eso lo tenía más irritado. No anhelaba quedarse indefenso. Irónico que la enfermedad no le provocara ese miedo, sino la inmisericorde naturaleza con un invento llamado vejez.

Fue por la mañana, con la cabeza menos saturada, cuando se le ocurrió pretextar una cita médica para faltar al trabajo y poder pasar por Le jours tristes después de la diez y media para tomar café en relativa soledad. La señora Becaud por coincidencia también había omitido sus clases en la facultad y notablemente cansada, se esmeraba en terminar con el menú del día para irse a la campiña. Jean pasaría el día entero en la editorial negociando un nuevo contrato y presentando un par de conferencias, lo que significaba que Ricardo podía acompañar a la joven si se ponía listo. Sólo debía pescarla cuando se viera aliviada de sus labores; pero no hizo falta. Tal y como menos lo esperaba, Judy le saludaba cordialmente y le pedía encaminarla a las montañas. Él aceptó encantado. Afuera, los reflejos del Sol resaltaban los ojos verdes de la mujer. Queriendo pasar más tiempo con ella, el señor Liukin la llevaba por una ruta larga y le hablaba pausadamente. A ella, que se había dado cuenta, no le importaba ese detalle. Estaba conociendo algunas aceras de Tell no Tales, vibrantes de negocios y de bullicio caprichoso. El recorrido era muy placentero y pronto, se esfumaron sus ganas de descansar en el campo para disfrutar de la charla con un hombre que no tenía mucho de enviudar. 

Notando que ella parecía dispuesta a tomar camino a dónde fuese, Ricardo la dirigió a un local seminuevo cerca del corazón de Poitiers. Siendo Judy una aficionada al tango, no tardó en detenerse en seco al reconocer los acordes de Piazzolla. Entendiendo que ese era el objetivo, permitió que Liukin la condujera hacia un sitio encantador en un primer piso: La tanguería Ayre.

-¿Le gustaría ser mi compañera de baile, señora Becaud?
-Los tangos piden copas y las copas piden tangos.
-¿Es un sí?

Ella asentó. Al centro, una solitaria pareja danzaba. El sitio era rojo y negro. Las velas y el vino le otorgaban un confortable ambiente bohemio y en segundos, Ricardo y Judy brindaban con un finísimo Malbec de Mendoza.

-Advertí que este era el regalo adecuado, Judy.
-No entiendo.
-Me enteré de que hoy es su cumpleaños. Felicidades.
-Oh.. No .. Nadie suele acordarse.
-Su esposo sí. Lo de ayer no fue casualidad. Por él fue que supe de su festejo.
-Jean es tan lindo.. Lo traeré pronto. 

Ambos rieron y continuaron platicando. Ricardo dejaba pasar el tiempo. Aguardaba que la señora Becaud tomara la iniciativa y danzaran. Afortunadamente, le sobró la paciencia y se sorprendió por la apertura. 

-"Ay milonga de amor" - susurró Judy - "Ay temblor de gotán".* 
-¿Le agrada el tango nuevo?
-Lo reto. Hágame bailar.
-¿Con tecno?
-¿Usted sabe dirigir, no es así? La clave está en la firmeza, le estoy tomando la palabra.

Ricardo terminó su copa, se incorporó y cortésmente convidó la pieza a la joven. Judy no recordaba haber sentido antes tanta seguridad. Ricardo era su pareja perfecta para bailar y disfrutar la primera de muchas tardes acaloradas y repletas de ritmo. Al menos, era lo que ambos deseaban cuando se despidieron en Le jours tristes. Jean había llenado el lugar con globos; Gwendal en cambio, permaneció esperando en la campiña hasta el anochecer.

*Estrofa de la canción Santa María (Del buen Ayre) (dar clic en el video a continuación) de Gotan Project (La revancha del tango, 2001).

Ice dance montage 'Tango time' from Ingrid Alcazar on Vimeo




domingo, 19 de febrero de 2012

El hombre de la primera vez


Para mi chico favorito: Fabian Bourzat / Foto: Laetitia Mériguet ©

Zooey retornó a Tell no Tales y los reporteros la rodearon apenas descendía del tren. Era sabido que acababa de solicitar su divorcio y entre las preguntas destacaba la que mencionó a Sergei como posible causante de aquél trámite. La joven sólo rió y lo negó:

-Sé que siempre han querido vernos juntos y no los culpo; somos gente físicamente bonita y todavía no se les olvida que hace un tiempo ese hombre irrumpió en mi baile de dieciséis años... No podría decir si él me agrada o me repugna porque no lo conozco. Sólo lo vi esa vez. Ustedes crearon ese teatro.

Ella se dirigió a la salida en medio de un torbellino de cuestionamientos. Los micrófonos eran muy grandes y algunos golpeaban su cabeza. En la mansión de su familia, sus padres esperaban hablarle seriamente pero desconocían que sólo estaría en la ciudad por unas horas y entre sus planes no figuraba visitarlos.

Por otra parte, Sergei había regresado a Amodio y pasado toda la mañana trabajando en su huerta. Curiosamente, no sentía rencor y hasta mencionó que le habían hecho un favor porque gracias al fuego una plaga de langostas estaba extinta. De cualquier manera, si sembraba pronto cosecharía en verano, tal y cómo tenía planeado originalmente. Su mujer le había preparado limonada y le ayudaba en lo que podía mientras Javier esperaba ansioso conseguir su entrevista, misma que le habían prometido después de la comida.

-Tome, Javier. No se deshidrate.
-Gracias, Lubov.
-Disculpe que no pueda ofrecerle una silla.
-No tengo rollo con eso.

En la soledad del sitio, el joven Liukin se preguntó porque los rebeldes habían elegido como cuartel un local abandonado abajo del puente ya que la ubicación era peligrosa. El parque conectaba al barrio ruso, el centro y Poitiers y no existía escapatoria si la marina atacaba por los tres frentes. Trankov le leyó el pensamiento y abandonó su ocupación para tomar un poco de aire y contestarle.

-El mejor sitio para esconderse está en las narices de quién te busca. Te apuesto a que incendiaron las plantas y no se percataron de que el sitio no está vacío. Los marinos son tontos y nosotros posiblemente un poco menos.

El guerrillero sorbió su bebida y secó el sudor de su rostro. Ya se disponía a continuar cuando una voz femenina se hizo percibir y Lubov salió precipitadamente de la cocina.

-¡Sergei!

Zooey se ciñió a él y sin importar que Javier la observaba, comenzó a besar los labios, mejillas y hasta el pecho del combatiente. La chica se percibía feliz y no tardó en expresar que lo había extrañado.

-He vuelto por ti - repetía ella - Mi precioso, mi adorado, mi héroe, he venido a llevarte conmigo.

Él la apartó y le miró seriamente. La muchacha portaba consigo una enorme maleta amarilla.

-Mi corazón, mi príncipe ¿Cómo viviría sin tenerte a mi lado? Dime mi vida, mi razón ¿Cómo podría?
¿Cómo habría de despertar sola y alejada de ti, mi guardián y hombre perfecto?

Trankov volteó a ver a su mujer, misma que le preguntaba con la mirada que haría. Zooey permanecía con los pies juntos y las manos ansiosas esperando que el hombre la acompañase de un vez por todas. Cuándo él se aproximó y tomó el equipaje, Lubov soltó un "no te vayas"

Sergei le preguntó a la chica Isbaza si estaba dispuesta a tomar un taxi y ella afirmó. Él subió por el puente y detuvo un auto sin problemas, colocó las pertenencias de la joven en la cajuela y le pidió al conductor que aguardara unos minutos. La guerrillera no sabía qué hacer y sentía cómo sus ojos humedecían conforme iba siguiendo a su amado con la vista y un nudo en la garganta.

-¡Mi corazón! El departamento te gustará, Hammersmith también - dijo Zooey. Trankov pasó saliva, estrechó las manos de la chica y se disculpó. Ella no entendía.

-No voy a irme.
-¿Qué dices?
-No puedo seguirte.
-¿Porqué? No tienes nada que te retenga aquí.

Él sacudió la cabeza.

-No soy para ti.
-¿Lo dices por todo lo que has hecho? Bien sabes que no me importa en absoluto.
-No es sólo por eso.
-Con todo lo que hemos pasado juntos y lo que sentimos esta aventura tiene sentido ¿Qué esperas?
-Así no funciona.
-¿Qué?

Sergei trataba de darle un argumento coherente.

-Te estoy protegiendo.
-¿Y si no quiero que me protejas?
-Lo que menos te conviene es un tipo como yo.
-Yo era la que no te convenía ¿Recuerdas que hablamos de eso? Yo tengo hábitos caros y estoy acostumbrada a hacer viajes hasta para una exfoliación pero deseo la vida que puedas darme ¿Ves mis manos? Están resecas y mi piel se arruinó pero estoy satisfecha porque he descubierto que trabajar me gusta y no me pesaría vivir como los demás... Hasta he soñado con lavar tus camisas y prepararte algo de comer ¿Sabías que tengo habilidad para eso?
-Escúchate. Lo que me pides no tiene sentido... Eres solamente mi mejor amiga, Zooey.
-¿Qué significa eso?
-Juro que te aprecio pero esto va a sonar muy duro.
-Dime lo que sea.
-No estoy enamorado de ti.

Javier contemplaba con la boca abierta. La joven Isbaza intentaba respirar y desesperada, desabotonó su abrigo y su blusa. Atreviéndose a retener los dedos de Sergei, los posó en su pecho.

-¿Lo sientes? ¡Tócame bien! ¿Percibes mi corazón?
-Sí.
-Nadie lo hace latir tan fuerte como tú.
-No lo hagas más complicado.
-¡Sergei, mírame! ¡Jura que no me amas! ¡Atrévete!

Él estrujó a la muchacha pero no permitió que se asiera a su cuerpo.

-No te amo, no como mi mujer.. Perdóname, Zooey.

La señorita se resistía a creerlo e intentó encarar nuevamente al hombre recibiendo la misma respuesta. Sintiéndose impotente y burlada, permaneció llorando mientras una perpleja Lubov abandonaba toda intención de ahuyentarla. El viento sopló un poco y Zooey, quizá porque no perdía nada, propinó a Trankov una cachetada antes de hacer acopio de sobriedad y marcharse.

-Quiero hacer bien las cosas -  señaló el guerrillero de pronto - Te herí demasiado Lubov. Ya no más. Ahora duerme tranquila. La próxima vez que me vaya estarás segura de que no estoy en la mansión Isbaza porque mi amiga me necesitaba. Eres mi mujer aquí, es hora de que me comporte a la altura.

Javier se dió cuenta de que era, extrañamente, su momento. Con timidez le preguntó si la conversación se sostenía o la dejaría para otro día.

-Entiendo al periodista pero el guerrillero no está de ánimos.
-Cuando queráis.
-Tengo ginebra ¿Gustas?
-¿Pero que rollo se te ha metido, tío? Que no tomo cosas tan fuertes.
-¿Acaso no deseas la nota?
-Pero me habéis dicho ..
-Olvídalo. Hay algo que debo confesar.

El joven accedió y Sergei lo condujo a los acantilados. Antes de hablar, el rebelde tomó dos grandes tragos de licor. Era ginebra barato, sabía a demonios pero era perfecto para el desahogo. Javier colocó una cinta en su grabadora y accionó el artefacto.

-El Colegio Ruso está cerca de la escuela privada donde Zooey tomaba clases. A nadie le he dicho esto pero conocí a esa mujer cuando era una niña y nadie pasaba a recogerla. Yo la veía todos los días de la mano de su maestra esperando a que alguien se acordara de ella y siempre me gritaba que la sacara de ahí porque yo tenía bicicleta y podía llevarla... Un maldito día le tomé la palabra y sus guaruras me golpearon cuando la dejé en su puerta. Al día siguiente ella fue a buscarme para ofrecerme una disculpa y .. No me preguntes cómo pero comencé a aparecerme cuando ella requería ayuda. Si le hacía falta un lápiz a mí me sobraban dos, si la regañaban yo le daba una paleta de su sabor favorito para que se calmara y si no entendía su lección del día yo le explicaba de que iba y cuando me di cuenta ella estaba creciendo y me presumía a sus amigos idiotas... La ocasión que me pidió visitarla  ¿Qué crees? Me avisó que tenía un novio y no tardé en asegurarle que era un estúpido. Fue nuestra única pelea. Ella me retiró la palabra pero ¿Adivina quién estuvo ahí cuándo le rompieron el corazón? Zooey no paró de llorar en tres meses. Estuve en su primer fiesta y también cuando celebró su baile.. Yo me metí a la fuerza sólo para decirle que evitara la borrachera pero llegué tarde y terminé viéndola vomitar en unas plantas después de que la desperté en el parque ... Te repito que siempre estuve cuando ella quería un abrazo, un consejo.. Yo le di su primer beso, fui a su graduación y fui su primer amante. Zooey quiso que hiciéramos el amor y confiaba lo suficiente en mí para atreverse a desvertirse ... Perdí la cuenta de todas las veces que accedí a pasar la noche para cuidarla del frío o de la oscuridad o cuando quiso que me quedara todo un fin de semana ... Le dije que no pensaba con claridad y que yo había conocido a Lubov.. La noche de Cobbs yo pasé a su casa para decirle que no estaba lastimado y también cada que me enfrentaba a los policía o los marinos. No deseaba angustiarla. Cuando se hablaba de nosotros era cuando más nos veíamos... Le recordaba a menudo que no soy un buen tipo, que me mandara al diablo porque estoy con Lubov que me soportó sin reclamar, oyendo mis promesas y creyéndolas. He sido tan ingrato y me he dedicado a hacerla tan infeliz cuando me ha dado lo mejor  y sin pedirme nada... Me cansé de serle infiel y de usar a Zooey.. Soy un cobarde, Liukin. Abusé del amor de las dos.
-Creía que no era posible ser tan gilipollas ¡Sois un vulgar truhán!

Ambos se levantaron y volvieron a Poitiers sin dirigirse la palabra. Sergei volvió al trabajo y Javier tomó sus fotografías, visiblemente desilusionado de su ídolo. Finalmente el chico escribiría su artículo pero en ninguna línea señalaría claramente a Trankov. El hombre tenía sus fallas y al igual que todos, resentía las consecuencias de sus patéticas pasiones. La aureola sagrada del guerrillero se había desvanecido y ante el mundo sólo quedaba un sujeto convencional e inseguro.

-Es tu primer desencanto, reportero - señaló el rebelde - Sé que tampoco hice lo correcto esta tarde ... Eres demasiado transparente, conserva ese espíritu. Una de mis virtudes es leer la mente, no preguntes cuál es el secreto.

Javier se quedó hasta muy entrado el anochecer, cuando se enteró por las noticias de que Zooey se había alejado de Tell no Tales sin imaginar que sería para siempre.

martes, 14 de febrero de 2012

El cuento de San Valentín.


El invierno terminó en San Valentín. De la lluvia y las nevadas la gente estaba un poco harta. El Sol brillaba nuevamente y el calor inhibía la exhibición de gruesas chaquetas. Los niños en la calle volvían a sus juegos y las fuentes, convenientemente desactivadas, no hacían más que recordar el episodio del refresco, mismo que concluyó con los estudios de Adrien Liukin al demostrarse que las tuberías no estallarían. Ahora el chico buscaba entretenerse con otra cosa y con la ayuda de Anton y David, probaba improvisados trineos en las cuestas a las afueras de la ciudad. La vida continuaba y afortunadamente, los nuevos ánimos desterraron la tristeza.

Carlota acababa de salir de la escuela cuando un gato se detuvo ante sus pies. Era el mismo que insistía en entrar a su apartamento y traía un moño atado en el cuello. Además de pequeño era manso y su ronronear era muy agradable. La chica no se resistió y lo cargó al tiempo que pegaba su nariz con el simpático ser.

-Eres muy bonito, te adoptaré ¿Qué nombre te pondré? Lo averiguamos luego... ¿Pero qué es esto?

En la cinta del animalito estaba atado un corazón de cristal y percatándose de que era un estuche, la pequeña lo abrió. La fragancia que escapó era deliciosa pero lo importante era la nota con letra exageradamente pequeña y una lupa.

-"Ve a tu casa y usa tus tenis más cómodos. Luego dirígete a Katsalapov y busca el nombre de la calle. No será fácil".

Con la expectativa de saber que seguía, Carlota corrió hasta su habitación, depositó al minino en una cobijita encima de su cama y se cambió de ropa. En Katsalapov descubrió que encontrar el letrero era una tarea verdaderamente complicada y terminó pidiendo ayuda. Como los vecinos de Anton la reconocieron, nadie se negó. La señalización estaba oculta detrás de unas macetas colgadas.

-"Ahora que tienes la segunda pista te pregunto: Si quieres encontrar algo viejo vas a Totmianina pero si quieres algo antiguo tu parada está muy lejos ¿En qué lugar encontrarías lo viejo y lo antiguo sin cruzar la ciudad y sin un costo mayor a cinco centavos?"

-¡Rayos! No sé de almacenes. Piensa, piensa.. 

La pequeña no tenía idea. Caminó por el barrio ruso infructuosamente y en los límites con Poitiers se dió cuenta de que el único lugar con costos tan bajos era Bonbons Carousel en Cotillard. La máquina más reciente databa de 1950 y los aparatos eran casi en su totalidad del siglo XIX. Cuando llegó, el encargado le entregó un paquetito de goma de mascar. El recado que estaba al interior le pedía que se dirigiera a la estación Schoenfelder y buscara un mural dedicado a Corto Maltese*. 

-Con lo que amo tomar el metro - suspiró con ironía.

Una vez en el sitio, debió enfilarse al lado opuesto. Un actor maquillado estaba justo delante de la pintura y después de recitar un poema, extendió un sobre nuevo. La pequeña debía memorizar la obra de Pratt y localizar un rompecabezas gigante en la Universidad de Humanidades. 

-Tendré que seguir en el subterráneo, qué remedio.

Transcurridos diez minutos, descendió cerca de la primer explanada del campus. Los universitarios inudaban las áreas verdes y por eso, se le dificultó hallar el sitio adecuado. Pasó por la Facultad de Arquitectura y también por la de Artes Escénicas. Se demoró en Filosofía y finalmente se detuvo Artes Plásticas. En el "patio" estaban dispuestas las piezas pero le llevaría mucho tiempo armarlo. Con entusiasmo por la luz abundante, se dispuso a formar la imagen. Era el mismo personaje de la pintura en el metro.

-Así que Sergei tomó su estilo de vestir de aquí - dijo la niña.

En la parte inferior, el lema decía: Corre. Una flecha apuntaba hacia a dónde.

En la pista principal se había colgado una canasta con globos, dulces, tarjetas, osos de peluche diminutos y otra correspondencia. El sobre esta vez era rojo y el papel rosa:

-"¡Bien hecho! Ya casi llegas al final. Ve a los cerezos".

Carlota, entusiasta, rentó una bicicleta y pedaleó cuesta arriba hasta el sitio donde Joubert la esperaba.
Un mantel, un enorme cesto, decoración floral en los árboles y una música de acordeón tranquila eran el marco para celebrar. Ambos se estrecharon.

-¿Te gustó el juego?
-Excepto por el tren.
-Ah, déjame te explico: Eso fue para que te vayas acostumbrando.
-¿En serio?
-Es que, como no pudiste ir a la fuente de sodas..
-¡Ay, perdón!
-Jajajajaja, te quería decir que cambiamos la fecha del debut y ahora tocaré en el Festival del subterráneo con la banda. Será este fin de semana en De Gaulle y bueno, es en las vías.
-¿Qué?
-Por algo se llama "subterráneo".
-Estaré ahí.
-¿Segura?
-Lo prometo.

Sonrieron y se sentaron en el pasto. Los árboles comenzaban a lucir rosados y los conejos salían de las madrigueras. El abrió el cesto y sacó el paquete del interior mientras ella le daba una tablilla de chicle.

-Espero que te agrade.

Ella retiró la tapa. 

-¡Era justo lo que quería! ¡Gracias Joubert!
-De nada. Pensé que los necesitabas.
-De hecho iría a comprar unos nuevos.
-Pero no es todo.
-¿No? 
-Revisa la caja.

Junto a las cuchillas y los protectores, un estuche relucía. Era idéntico al corazón del gato. Ella lo abrió.

-¡Qué bonita!
-¿Te la pongo?
-¡Claro que sí!

La pulsera estaba fabricada con cristal muy fino y en forma de corazones. Carlota rozó la mejilla de Joubert y éste le regaló un beso tierno y prolongado. La pequeña sólo atinó a sonrosarse un poco. 

-¿Te gustaría dar un paseo?
-¿Y si hacemos una carrera? 

Los dos tomaron rápido las bicis y descendieron a la laguna. Él la dejó ganar pero cayó. La chica retrodeció y ayudó al joven Bessette a incorporarse. Éste agradeció con más mimos. Carlota jamás había percibido el calor de los labios de Joubert en los suyos y nunca se había sentido tan cómoda ni tan querida. El reflejo de ambos en el agua era nítido y puro. Permanecieron contemplando el paisaje un instante y después volvieron por los mismos senderos para devolver los biciclos. Más tarde y a pie, se trasladaron a un sitio romántico y familiar; la última sorpresa que Joubert le tenía reservada a Carlota: Una cena de pizza con sus amigos en Le jours tristes. Bromearon, rieron y hasta brindaron con jugo por unas horas mientras Judy los observaba por demás contenta.

 Ella llegó a medianoche a casa. Al asomarse por su balcón, él le envío un último beso.

*Corto Maltese  (en español, Maltés), fue una historieta que se editó desde 1967 hasta 1989 en la cual se narraban las aventuras de un marino homónimo y su amor platónico por Pandora Groovesmore. Durante sus viajes, Corto conocerá a personajes como Jack London o Stalin (éste último aparece en la serie como "Zhugashvili"). La historia fue creada por Hugo Pratt (1927-1995) actor y caricaturista italiano.


miércoles, 8 de febrero de 2012

La rebelión de Lubov


Durante la madrugada, la huerta de Sergei Trankov en Amodio fue incendiada y Lubov apenas y pudo rescatar algunos brotes y semillas. Más tarde, se sabría que el cuerpo de bomberos no se apareció por orden oficial y la marina, en conjunto con la policía se adjudicaban el hecho. En la rueda de prensa, el portavoz de ambas fuerzas leyó : "Unos terroristas se han dedicado a destruir la paz y tranquilidad de los ciudadanos; justo es que no tengan derecho a usar la misma tierra".

Judy fue dónde la mujer removía las cenizas con lógica rabia. Aunque se podía renovar el cultivo, lo que más lamentaba era haber perdido la comida para el orfanato, tan abandonado y carente de todo.

-Esto debía arder en dos meses por el color de coles rojas y tomates. Lo único que se salvó fue la plantación de papas y unas cuantas cosas que pude sacar... Tendré que ir al mercado negro si deseo conseguir semillas sanas. No confío en las huertas que promuevan las trasnacionales. He visto como han liquidado la producción de los campesinos.

La señora Becaud conocía bien esa historia: Llegaba una compañía a un pueblo, arrebataba las semillas a los agricultores y los forzaban mediante la necesidad de trabajo a adquirir materias para cultivos modificados que secaban las tierras al final de la temporada, no sin antes darse cuenta de que los frutos traían granos infértiles y por tanto, la empresa era la única beneficiada porque establecía un círculo vicioso al "adecuar" las hectáreas para otra siembra de especies artificiales.

-Tomé, le servirá para recuperarse.
-Esto no es de dinero, Judy.
-Por algún lado hay que empezar. 
-¿Qué desea a cambio?
-Que me permita ayudarle a remover los escombros.
-¿Le han dicho que usted es demasiado buena para ser verdad?
-No... No me considero tan bondadosa.
-"Cuando venza la tentación y gane sus alas se acordará de mí". El viejo del muelle lo dice cada que la ve pasar.
-No me he acostumbrado a las oraciones raras que usan aquí.

Un cartero, sin embargo, se detuvo y después de buscar, le entregó a Lubov un sobre. El destinatario era más que obvio pero el remitente casi provocó la ruptura de la correspondencia. Judy abrió la misiva y se dispuso a leerla. No decía gran cosa.

-Si cree que le escribió de amor, se ha equivocado.
-¿Qué le pudo haber comunicado? La última vez le tomó una foto mientras dormía con ella. Le dijo que había sido la mejor noche de su vida y que destruyó el rollo.
-Sólo quiere que sepa que está bien y que consiguió un trabajo.
-¿Zooey laborando? ¿Es una maldita broma, verdad?
-Le anexó la copia de su primer cheque.... Al parecer es mesera.
-Por un momento pensé que una joven como ella estaría en las oficinas de relaciones públicas de Chanel.
-Qué curioso, si dice eso. Se postuló para el puesto y no se lo dieron.
-Me siento feliz.
-También hay algo de ¿Un sitio especial? Le pide que vaya con urgencia porque su familia hizo una donación.
-La fundación Isbaza cada cierto tiempo va a las inclusas. Un par de veces me topé con Zooey ahí porque le dió por la caridad y regaló juguetes a nombre de toda la corporación. Nosotros llevábamos hortalizas frescas y los niños se nos abalanzaron. Las monjas se paran aquí con vergüenza a decirnos que mueren de hambre.
-¿A dónde va?
-A cumplir con el encargo. Qué esa mujer no me agrade no significa que no vea de qué se trata el chiste de su emporio esta vez.

Judy acompañó a la rebelde hasta una calle repleta de conventos grises en el barrio Blanchard. En esos recintos se albergaban personas disímbolas: indigentes, alcohólicos, tuberculosos, lisiados y niños abandonados. También se podía encontrar a toda clase de locos. En ese vecindario, alejarse de Miterrand o de la elegante avenida Jean-François Champollion significaba adentrarse en la inmundicia. La señora Becaud se impactaba de que en Tell no Tales existiera esa clase de pobreza.

-Es aquí. Cuando entremos verá algo que la puede hacer llorar mucho.

Desde la entrada, el olor a antiséptico y la presencia de monjas - enfermeras no era normal. Ver a un montón de infantes en una fila para que sus heridas fueses limpiadas, tampoco. A todos se les rapaba.

-Hay una epidemia de piojos. Mientras no tengamos agua corriente sólo podemos hacer esto - mencionó una novicia - Como llueve, hemos puesto cubetas para ver cuanto líquido conseguimos pero no es para duchas sino para la comida. Hace unos días vino un Isbaza a traernos enlatados y hoy nos han hecho el almuerzo pero no alcanzó para todos.
-Ustedes tenían bien el drenaje.
-Cortaron el suministro por falta de pagos pero es un edificio público. Imagine quiénes no hicieron su trabajo.
-Odio a esos mal nacidos de servicios sociales.
-No se llene de rencor, Lubov.
-No me salga con que esto es una prueba que les puso Dios porque la cacheteo.
-Intenté pensarlo pero me es imposible.

Un pequeño con su hermanito se aproximó a Judy con un plato vacío y un suéter roído.

-Tenemos el estómago vacío - pronunció con voz chillona.

Mientras abrían al almacén dónde se había resguardado la comida, ambas mujeres observaban como algunos infantes se arremolinaban entorno a una diminuta cocina. Era increíble que no pelearan.

-Desháganse de todo.
-¿Es tan malo?
-Por supuesto hermana... Judy, téngalo presente: Las lentejas enlatadas contienen plomo, los pimientos portan cadmio.. Es un cóctel cancerígeno perfecto. Nadie sospecha. El veneno está en el campo pero no puede culpar a nadie porque los campesinos que se niegan a los transgénicos usan los insecticidas y los fertilizantes con tal de salvar sus cosechas y las industrias alegan que ponen en sus etiquetas la advertencia de "Usar bajo su propio riesgo". No hay salida, los frutos artificiales también dañan el organismo y el ambiente. Los Isbaza lo saben y yo también ¿Sabía que trabajaba para ellos? Qué desperdicio de tiempo y talento. Renuncié.
-¿Qué hacía ahí?
-Elaboraba saborizantes y conservadores. Soy ingeniera química.
-Me figuré de usted otra vocación.
-El filósofo Sergei tampoco estudió para eso. Él también es ingeniero, pero civil.

A la señora Becaud le sorprendió enterarse. Al mismo tiempo, otra novicia le entregaba un pequeño trozo de pan. Ni tarda ni perezosa, Judy lo entregó al niño de la escudilla quién lo partió para compartirlo con su consanguíneo. Un olor a salchichas de buena calidad impregnó las paredes. Una olla gigante era trasladada a un comedor modesto. La multitud de niños iba detrás.

-Al menos comen algo natural - añadió Lubov - Y el sabor es tan bueno..
-¿Quién las fabrica?
-Un nutriólogo en la granja de la Universidad de Ciencias. Se comen cuando necesitas energía. Es una mezcla de carne y verduras, una receta vieja increíble y muy cara ¿Quién lo pagó, hermana?
-Isabelle Shepard. Dijo que no le agradaba que los pequeños comieran cualquier cosa.

Mientras continuaban descartando latas, el chico Maizuradze recogía botellas de coke con la ayuda de la propia Isabelle que carcajeaba sin cesar por las ocurrencias del niño.

-¡Hola Judy!
-Hola Anton. Qué sorpresa.
-Nos pidieron que nos lleváramos esto. Haremos que la fuente explote ¿Vienes?
-¿Explotar?
-Decidimos protestar - dijo Isabelle - En todos los albergues nos han regalado la soda. Es inadmisible que con esta hambruna las corporaciones regalen diabetes y caries a los necesitados. Un chico tuvo la idea y cuando me acerque a decirle que esto pasaba simplemente dijo que mientras pudiera preparar su experimento no se opondría ¿Desean participar?
-Yo encantada - contestó Lubov - ¿En qué sitio lo harán?
-En Pushkin.
-¿Poqué no lo intentan a lo grande? Hábleme del experimento.
-Revolveremos mentos - añadió Anton con sonrisita maliciosa - Adrien Liukin es un verdadero chiflado.
-¿En serio? .. Desde este momento ese chico es mi amigo. Las fuentes se conectan y sabotear dos puede hacer que afectemos otras.
-Anda que la cacho ... ¿Todas las fuentes sacarían refresco?
-Sí. Necesitan mucho azúcar. Sé dónde conseguir lo que desean. Lleven todo eso a De Gaulle. Escriban pancartas y créanme, la policía no meterá las manos.
-¿Qué planea?
-Una ciudad burbujeante.

Lubov fue corriendo a la planta química de los Isbaza, la cual se encontraba cerca de las instalaciones que bombeaban y purificaban el agua de Tell no Tales. Sin el menor esfuerzo mandó llamar a sus compañeros y les explicó el plan. En De Gaulle, Adrien aguardaba la sorpresa. Todo comenzó cuando la guerrillera cerró las salidas de líquido. En cuestión de minutos, aquello se volvió un caos y el niño Liukin filmaba todo desde su bicicleta.

lunes, 6 de febrero de 2012

Conociendo a Adrien


Dedicado a Elisa Villareal (@Pokemonera) y a los chamacos irreverentes.

Cuando Adrien le pidió a su hermana que le presentara a sus amigos, ésta escupió el cereal. Su gemelo era un antisocial consagrado que a duras penas comenzaba a hablarle. Por supuesto, no le hizo el menor caso apenas se le pasó la impresión, pero cuándo éste insistió, ella respondió que él tendría que hacer un esfuerzo y hablarles por su cuenta. El chico sentía que en cualquier momento sufriría un colapso.

-No te harán nada, sólo ve y saluda.
-Las personas son anormales.
-Eres el rey de los freaks.
-Qué etiqueta tan genérica para describirme.

El motivo escondido de Adrien era que deseaba ser admitido en el equipo de soccer pero no sabía jugar. El entrenador de la escuadra del Colegio Ruso, Ilya Ignatenko, estaba realizando pruebas en vista de que los chicos que formaban la escuadra no tenían un rendimiento eficiente y eran últimos en la clasificación de la liga escolar. Solamente Anton y David se esforzaban por sacar adelante la temporada y como castigo a los demás, se les había ordenado no volver a las prácticas. 

Adrien Liukin tenía todo en su contra: Su físico era harto frágil, pecaba de descoordinado y encima, era candidato a reprobar Cultura Física porque era pésimo para los deportes. Durante el ciclo de clases, lo habían sacado de los equipos de tiro y de volleyball. Su tío Thomas, queriendo hacerle un favor, consiguió que lo admitiesen en hockey y por compasión, el instructor le permitió fungir como utilero hasta que se dió cuenta de que jamás aprendería a manipular los bastones y el puck.

Otra de las características del chico, era la de ser popular pese a no juntarse con nadie: 
Era famoso por sus experimentos de mentas efervescentes con soda y por hacer estallar algunas latas en la clase de química. Era también reconocido por su afición a los videojuegos de terror y por su talento para memorizar obras completas de teatro guiñol. Por ser un voraz lector de cómics ácidos y punks, se había ganado el mote de "angry youth" y los abusivos de la escuela procuraban no toparse con él porque su mirada sardónica y su flacucha figura inspiraban miedo. En los pasillos decían que Adrien era un alienígena encubierto y hasta un abortado experimento de la armada estadounidense.

-Ayuda a tu hermano - sugirió Ricardo a Carlota - No soporta estar solo. Imagina cuánto le costó decirte algo. No lo manifiesta, pero le fastidia que los demás lo aíslen sólo porque su personalidad es extravagante. Aceptar a los demás por cómo son se llama tolerancia y quiero que aprendas esa lección. He visto cómo le tienes manía y no voy a admitirlo. Adrien posee un gran corazón y te quiere mucho. Te necesita. Haz lo correcto.

La niña continuaba con sus reservas pero se percató de que no conocía  a su consanguíneo. Entre ellos no existía la conexión de otros gemelos y eran prácticamente opuestos en el físico. Saber que le había ignorado la llenó de remordimientos y más cuando él la había defendido alguna vez al igual que a Andreas y nunca le agradeció por ello. Adrien era extraño y de los tres era el que más resentía la ausencia de Gabriela. Con eso cayó en cuenta de que no le quedaría más familia que sus hermanos cuando Ricardo falleciera. 

-Ven, Anton ha de estar en el parque - pronunció cuando lo vió en la sala. Él la siguió y caminaron hasta quedar cerca del puente que daba al barrio ruso. Si hermano temblaba. Estaba tan habituado a la soledad que la sola posibilidad de contacto con otros disparaba su pulso.

-¡Carlota! ¡Qué bueno que viniste! - exclamó el chico Maizuradze - Y traes a mi amigo Adrien.

El niño Liukin se sorprendió por eso.

-Estamos planeando la reta ¿Nos acompañan? Vamos a necesitar público.
-¿En dónde la harán?
-En Olenska. Los mayores se burlaron de nosotros y les vamos a enseñar a no meterse con chamacos.
-¿Habrá manera de que mi hermano juegue?
-¡Ah claro! Cualquiera es bienvenido siempre que decida apoyar la causa de los niños revoltosos.

Pero Adrien sentía que el tan temido soponcio ocurría en ese instante. Al despertar, estaba en el hospital  y le suministraban suero.

-Te dió el telele - señaló Anton - Lo bueno que la clínica está a unas calles.
-No se llama así, Maizuradze - Subrayó la doctora - Adrien experimentó una baja de presión.

Ricardo en la sala de espera no sabía si debía reprenderse a sí mismo. Por tener buenas intenciones ahora su hijo se encontraba postrado en una cama de enfermo.

-¿Señor Liukin?
-Aquí.. Dígame ¿Cómo está Adrien?
-Le mandé unos análisis pero podrá irse mañana.
-Menos mal.
-Estaba consultando el expediente y veo que antes ha tenido episodios así.
-En la escuela le pasó tres veces.
-Supe que lo tratan por autismo leve ¿Está tomando algún medicamento?
-No, el psiquiatra nos aseguró que no sería necesario.
-Debo ser honesta.. No es mi área pero considero que su diagnóstico está equivocado.
-¿Porqué?
-Los síntomas. Una persona autista no ve a la cara a nadie, tiene aficiones raras que nunca comparte, su habilidad social es nula y Adrien le acaba de decir a sus amigos que le enseñen a patear un balón.
-¿En serio? Él jamás conversa.
-Yo creo que sólo es retraído.
-¿Podría pasar a verlo?
-Por unos minutos. Mi residente me regañará si descubre que he dejado pasar a mucha gente a esa habitación.

Andreas cuidaba la puerta cuando su padre la atravesó. Para su sorpresa, Adrien charlaba con toda naturalidad y comenzaba a bromear sobre su condición. De acuerdo a la plática, los chicos afirmaban que sólo en la calle se podía practicar soccer de verdad.

-¿Nos dejan un momento a solas? - pidió Ricardo.

Los niños obedecieron. El hombre se colocó al lado de la cama y Adrien le extendió unas galletas que las enfermeras le habían dado por la mañana.

-Son de soya, no me gustan.
-Gracias.

Como era habitual, el niño volvió a su silencio.

-Qué susto me has dado. Me dijeron que te golpeaste la cabeza.

Pero el pequeño continuaba con la vista extraviada.

-¿Qué pasa por tu mente? Es algo que he tratado de conocer desde que estabas más chico y hasta en eso tu madre te entendía mejor. Ahora te lo pregunto ¿Qué hay en ese cerebro?
-Menta.
-¿Qué?
-Menta y refresco... Es que si tu disuelves ambas cosas en diferente proporción, la reacción no es la misma pero la gente no lo sabe. Cree que siempre pasará lo mismo pero la explosión puede ser menor o mayor. Si mezclas unos miligramos insignificantes en una coke sólo se volverá más burbujeante pero si vas añadiendo mentos la ropa queda manchada y si lo tomas no te ahogas ¿Sabías?
-Eso explica porque Gabriela lavaba tu ropa casi a diario.
-Nunca he intentado disolverlos en soda de toronja o limón ¿Crees que pase lo mismo?
-No lo sé, tal vez no suceda gran cosa.
-Necesito un colega para seguir con mis descubrimientos ¿Anton querrá? Es que mi siguiente paso es llenar una fuente y ver hasta dónde llega la reacción.
-Necesitas cantidades industriales de materia prima.
-No hay problema. La goma arábiga es barata y en el laboratorio de la escuela puedo hacer toda la coke que quiera. Mis profesores dicen que soy el único interesado en la química. Ya lo planeé todo.
-Es evidente que no te doy mi permiso, Adrien.
-Entonces me quedaré con la duda.. ¿Y si pruebo con algo más pequeño me dejarías?
-Depende de lo que signifique "pequeño".
-Es que en Olenska hay una pila que nadie usa. Siempre está seca y tiene muchas hojas. El otro día la revisé y no está conectada a las tomas de agua colectivas.
-Suena más sensato. Me gustaría verlo pero hay que ir al Ayuntamiento para no tener problemas.

Adrien no habló más. Ricardo trató en vano de comenzar otra charla hasta que revisó el reloj.

-Debo volver al trabajo, hijo. Gwendal se quedará contigo y regresaré en la noche.
-¿Le darás a Carlota las gracias?
-¿Porqué?
-Porqué ahora tengo amigos.
-Eh ... Bueno, yo .. Aunque te cueste trabajo intenta decírselo.

El chico sólo asentó.

-Veré si el fin de semana salimos por ahí con tus hermanos.
-Voy a buscar peces entre las rocas ¿Te animas?
-Iremos a dónde tú quieras.

Ricardo estaba a punto de salir pero un ruido lo detuvo. Adrien desorganizaba un cubo de rubik que por recomendación de su psiquiatra no le habían quitado.

-Es para ti. Cuando logres resolverlo te mostraré algo. Te quiero, papá.

El señor Liukin lo tomó con más satisfacción que con intriga. De todas las muestras de afecto que atesoraba en la memoria, nunca había recibido una de su hijo menor (era dos minutos más joven que su hermana) que seguía sumergido en sus locas ideas.

Más tarde, Anton visitaría de nuevo a Adrien. Ambos estaban de acuerdo en reventar la fuente de Nabokov y el chico Maizuradze había conseguido (curiosamente, gracias a Joubert) los mentos, la complicidad con otros niños del barrio ruso y la ayuda de su padre. Al señor Maizuradze también le apasionaba hacer travesuras de vez en cuando.



viernes, 3 de febrero de 2012

The time of my life (Dirty bit)*


Dedicada a mis bailarines favoritos: Nathalie Péchalat y Fabian Bourzat.

Días después de lo sucedido con Gabriela, Tamara tomó la decisión de instalarse en el departamento Liukin temporalmente para asegurarse de que todo estuviera en orden. Ninguno puso objeción a su presencia. La energía depresiva que rodeaba a la familia había ahuyentado a los vecinos que siempre saludaban y se reflejaba en todo, desde los muebles hasta las cortinas. El desayuno era simplemente incomible y el descuido ya se notaba. Ricardo llevaba días sin planchar su ropa y a pesar de bañarse no se había rasurado, Adrien tomaba jugo del cartón y Andreas se iba de fiesta mientras Carlota dudaba entre ir al supermercado o morir de inanición. Gwendal, que habitualmente estaba lleno de cordura, se había sumado a esa demencia al destrozar la vajilla en vez de limpiarla.

-Tengo mucho trabajo - suspiró Tamara.

Los titulares de los periódicos también se habían convertido en una cosa confusa de entender: A esas alturas, la opinión pública ya no sabía si Sergei Trankov era bueno o malo y los rumores eran tan disparatados, que Didier comenzó a compararlos con las acciones de los Liukin:

Si leía que el guerrillero había rescatado un gato, Ricardo se aparecía para sacar al felino que en los últimos días rondaba el apartamento; si se decía que Trankov arrojaba proyectiles a la policía, Gwendal y Andreas se aventaban pelotas de papel .. Esa extraña similitud era insólitamente divertida. Hasta el apático Adrien personificaba la parodia del rebelde cada que se quitaba los zapatos y se acostaba sobre la duela: Tamara imaginaba que así se vería Sergei en la campiña mientras Zooey Isbaza se encontraba a su lado. Las revistas del corazón, a falta de chismes, inventaban historias cursis sobre como la millonaria heredera sacrificaba todo por su amor incondicional al conocido paramilitar; ese mismo amor que estaba debidamente documentado en sus ediciones especiales de años pasados. En uno de esos tabloides hasta se prometía la publicación de fotos y la difusión próxima de un audio muy revelador obtenido a través de un campesino. Jean Becaud, muriendo de risa, contestó a semejante publicación que de ser cierto, las imágenes serían de cómo los dos se bañaban en champaña y dormían en alfombras persas mientras un séquito de sirvientes tahitianos les llevaban charolas de fruta y les masajeaban la espalda. A Judy no le gustó el texto y lo consideró ofensivo pero los sarcásticos lo celebraron. Sergei por su parte le mandó un mensaje en el que confesaba que esa publicidad le era "por demás emocionante e indispensable" y que en todo caso, las "polémicas" fotografías lo mostrarían, cuando mucho "sin camisa en mi huerta mientras las chicas se detienen y me ven con lujuria".

La única que seguía sin encontrar una chispa de humor mínimamente soterrado era Carlota. Iba a la escuela y a entrenar y de ahí a su enclaustramiento voluntario en su habitación, la cual era una fortaleza a la que nadie podía entrar, ni siquiera un perseverante cerrajero. Ella pasaba su tiempo estudiando, hablando por teléfono con Joubert de manera inexpresiva y leyendo aquellas historias amarillistas que le hacían pensar que a esos autores les habría podido ir mejor de dedicarse a elaborar novelas. En el edificio de enfrente, podía leer un cártel gigante que presumía:

"Carlota Liukin (The swan) European Junior Champion, 2002".

Y miraba al propio Trankov eludiendo a la marina con toda la alegría concebible.

Fue en esos momentos en que el ritmo de la gente le pareció más rápido que de costumbre. Las tiendas se vaciaban, los artículos de fiesta resultaban insuficientes y el ayuntamiento disponía de equipos de sonido tan potentes que se podía escuchar cómo los probaban desde la plaza principal.
Debido al éxito de la fiesta colectiva del barrio ruso y Poitiers, las autoridades culturales organizaban de último momento un festejo igual, sin otro objetivo que el de justificar la nómina gubernamental. La invitación colectiva decía además que se trataba de un evento temático en el que los colores gris y plata eran indispensables porque le harían homenaje "al universo" ... Era imposible no carcajearse de esa tontería pero la niña creyó que tal vez no era mala idea así que quitó la barricada de su entrada y sin más, expresó que deseaba ir de compras. Tamara lo tomó como un signo positivo y persuadió a Ricardo  de acompañarlas. Sin muchas ganas, él se dedicó a aguardar en el centro comercial mientras las dos escogían algo apropiado y barato. Ese súbito entusiasmo en la niña la indujo a optar por un vestido ligero, brillante y no muy corto. Actuando maternalmente, su maestra le buscó un suéter que combinara y un par de zapatos discretos y cómodos.

-Vamos a casa - señaló la pequeña después de pasar por un helado sin azúcar. Su padre la tomó del brazo y le comentó que le parecía pertinente participar en la fiesta. Para nadie era un secreto que Carlota estaba sumida en una gran depresión y sería muy difícil contentarla.

-Llama a Joubert. Dile que lo invitas a salir.
-Sí, papá.

La chiquilla por la emoción, se adelantó unos pasos y al atravesar el umbral de su hogar, corrió al auricular y permaneció conversando con su novio durante media hora. Su padre esbozó una ligera sonrisa y contempló a Tamara preparar las cosas de baño para la niña.

-Carlota, haz el favor de soltar ese aparato y toma una ducha. Las llamadas no son gratuitas.
-Perdón, es que es muy entretenido.
-Pero ese servicio no se paga solo. Ayúdale a Ricardo a ahorrar. La cuenta que les llegó este mes es altísima.
-Claro.
-Anda a la regadera y no te tardes.

Ricardo no tardó en facilitarle a Didier una taza con café y situarse en el sillón junto a ella. Aprovechando la oportunidad de agradecerle por cuidar de ellos, le preguntó si no existía inconveniente en que permaneciera más tiempo ahí en lo que las cosas se estabilizaban. Ella aceptó mientras le replicaba que debía partir a Salt Lake con Verner pronto.

No pasó mucho para que Joubert arribara y Anton hiciera acto de presencia, como no queriendo la cosa. La intención de competencia que el chico Maizuradze intentaba establecer con el joven Bessette era muy obvia y Andreas se divertía con ello. Su cuñado ignoraba por completo esa situación y continuaba siendo cordial con el mozalbete ruso que a su vez, era perseguido por Adelina que esa noche se hizo el propósito de bailar con él.

Cuando Carlota salió del tocador, lucía diferente. Se había cortado a sí misma el cabello que ahora le llegaba a la barbilla. El estilo no le gustó mucho a Tamara porqué pensó que la hacía ver más grande de lo que era. Combinado con el atuendo plata, ciertamente, la muchacha aparentaba ser un poco mayor. Era intencional. Al saludar a su amigo, éste sintió que estaba diciéndole hola a una muchacha como Eva. La reacción de Joubert, en contraste, fue cariñosa y un poco más educada de lo normal. Adelina expresó que el nuevo corte le encantaba.

-Es hora - señaló Ricardo - Traten de mantenerse juntos.

Caminando nuevamente, el grupo se topó con que la plaza estaba llena y en Piaf, la muchedumbre se arremolinaba violentamente. Con temor, Tamara sugirió tomar otra calle pero pasar era inútil. La ola humana provocó que Anton se perdiera con Adelina y Joubert hacía un esfuerzo por no desprenderse de su chica pero la música ska con la que iniciaba la fiesta desató un slam demasiado agresivo y la pequeña fue empujada hasta la esquina. Ricardo y Tamara no se distinguían por ningún lado.

-De todas formas quería estar sola.. Cómo nadie me va a encontrar me puedo ir por ahí - caviló y emprendió marcha. Las aceras estaban solas y la oscuridad les brindaba un aspecto tenebroso. Las siluetas eran visibles sólo a poca distancia y el viento soplaba. Estaba iniciando una helada. Carlota comenzó a refregar sus brazos y a tiritar mientras sus pasos se dirigían al parque. Después de todo, le encantaba sentir el pasto en sus dedos pero una voz interrumpió su ensueño.

-Casi tropiezas conmigo.
-Disculpa, Matt.
-¿Sabías que un asaltante te sigue desde hace unas cuadras?
-No traigo algo de valor.
-Eso no lo vuelve menos peligroso.

El hombre la hizo girar en dirección a su apartamento y la acompañaría como un guardián. Ella no objetó.

-¿Estabas en la fiesta?
-Sí, pero me sacaron.
-Yo iba para allá.
-Pensaba que esas cosas no te importaban.
-Es mi última noche, niña.
-¿Porqué?
-Me voy al pasado. Me lo pediste ¿No te acuerdas?
-No .. ¿Cuándo fue eso?
-Anoche. Lo soñamos.
-Últimamente no recuerdo qué pasa cuando duermo.

Él colocó su mano en el hombro de Carlota y la llevó a casa.

-¿Quieres pasar? - preguntó ella en su edificio.
-No creo.

Pero la policía estaba cerca. Por temor a ser arrestado, él se dejó guiar. Era la primera vez que entraba al apartamento Liukin de la mano de la chiquilla y sabía de sobra que era incorrecto pero ella lo jaló a su balcón no sin antes establecer su barrera para evitar que le abriesen. La muchedumbre continuaba con sus danzas y entonando las melodías. Ambos se recargaban en el borde. Durante varios minutos permanecieron en suspenso. Ella respiraba con agitación, él pasaba saliva insistentemente.

-Me encanta tu corbata.
-Gracias, chiquita.
-Te incomoda mucho que te nombre Matt pero no Sergei.
-Estás en lo cierto.
-Entonces Sergei será.
-Yo diría.
-¿Qué piensas de mí?
-Jejeje.. Nada, pequeñita, nada.
-No me llames así. Ya no soy una bebita.
-¿Cuántos años tienes?
-Trece.
-Malas noticias: Eres una criatura diminuta.
-Te demostraré que no.
-¿Cómo?

Carlota se quedó callada. No existía la forma de comprobar nada. Irritada por el recordatorio de su falta de madurez, giró al lado opuesto. Sergei rozó su espalda.

-Aún no tienes la edad con la que te apareces en mi descanso. Lo siento.
-Odio esa disculpa. No vuelvas a mencionar "lo siento".
-Entendido.
-Y detesto que me digan que no soy grande.
-No volveré a usar esa frase.
-Eso espero ... ¿Bailas?

Trankov se desconcertó un poco.

-Soy muy bueno en eso.
-Entonces invítame.
-De pronto te veo contenta.
-Es que ... Olvídalo.

Él accedió cortésmente. Para su sorpresa, la chica Liukin le seguía el ritmo al tiempo que brotaban risas que iluminaban su rostro. Después de un momento, él se separó.

-Carlota, eres demasiado coqueta, contrólalo. Hay hombres que pierden la compostura y no responden por sus impulsos.
-¿Tú eres de esos?
-Nunca me voy sin morder, niña ... Y no me refiero a chocolates.

Acto seguido, ella recibió un beso en su nariz y otro en su frente.

-Iré a 1915 y nadie sabrá de mí en días. Pronto deberé elegir en qué tiempo deseo quedarme y quién quiero ser y me desprenderé de tu voluntad para siempre. Si es que no vuelvo por aquí, recuerda que mi único anhelo es que vivas plenamente. El mundo es vasto, no corras. Aún no te toca ser mujer y no sabes la suerte que tienes.

Ella lo sujetó nuevamente y continuaron moviéndose rítmicamente hasta las once de la noche. La niña se quedó con ganas de decirle al guerrillero "eres libre" pero comprendió que aún no le correspondía pronunciar esas palabras.

*Título de la canción homónima de Black Eyed Peas en el albúm de 2010 "The beginning", la cual presenta un sampler de la composición "The time of my life" escrita por Frank Previte.