miércoles, 30 de marzo de 2016

La reunión de los Maizuradze


-¿Tú eres el gitano, verdad? - preguntó Viktoriya a Hugo en la recepción del hospital. Tal coincidencia se debía a que ambos habían solicitado copias de sus altas médicas.

-Me llamo Hugo.
-¿Eres el que siempre me manda regalos?
-Es que te admiro mucho y has sido amable.
-Pues ya no.
-Perdona.
-¿Por?
-No sé exactamente por qué.

Viktoriya lo observó unos segundos y notó que alguien lo esperaba ya; un chico rubio muy alto con apariencia de mimo, una camisa estampada con arlequines y un gorro en su cabeza.

-Nos vemos luego - dijo Hugo y daba unos pasos cuando Vika creyó notar que el desconocido tenía un rostro idéntico al de su padre al verlo reflejado en un cristal.

-Espera, Hugo ¿Dónde vas? - preguntó con ligera sospecha.
-Al barrio chino ¿y tú?
-No tengo nada que hacer.
-¿Nos acompañas?
-No estoy segura.
-¿Por qué soy gitano?

Viktoriya miró a Hugo algo apenada y el se encogió de hombros, no sin indicarle que Cumber y Maxim salían también.

-Deberías venir con nosotros, el manouche no tiene mañas.
-¿Manouche?
-Ah, que eres rusa y no entiendes.
-¿De qué hablas Cumber?
-Gitano, manouche, calé, son lo mismo; ¿no conoces al travesti?
-No, ¿quién es?
-En el barrio chino hay ratas gigantes, ten cuidado.
-¿Qué te pasa? Déjame.
-Prepárate para golpear al viejo.

Cumber jalaba del brazo a Viktoriya y por los reclamos de ésta, Anton se apareció con su bata de paciente para defenderla un poco, aprovechando que le habían retirado el soporte de la espalda.

-Me lanzo a puñetazos si molestas a la señorita.
-Te quiebro lo que te queda de costillas.
-¡Éntrale, Cumber!
-Tarado.
-¿A dónde vas con Vikushka?
-Mejor ve a que te den gelatina, mocoso.
-Qué ofendido me siento.
-Nos largamos.
-¡No te lleves a Vika!
-No te metas.
-¡Que la suel...! Anda la cachetada ¿quién está con el manouche?
-¿Sorpresa?
-Ahora me voy con ustedes.
-No puedes salir.
-Entonces me siento junto a Vika en el camino, corre Cumber.

Anton y Cumber sostuvieron a Vika a pesar de negarse ésta a acompañarlos y tomaron el metro hacia el corazón del distrito trece, en donde había una pequeña plaza circular en medio de seis edificios altos. El aun ignoto mimo tomó asiento en un bloque de piedra junto a una banca y se dispuso a cambiar su aspecto por uno de clown con un adorno de picos en el ojo derecho y labios en color vino. Anton se colocó junto a él y su hermana presintiendo que debía estar cerca, se colocó en la banca  al igual que Hugo y Maxim, quedando Cumber de pie.

-¿Has visto a Vàlerie, chamaquillo? - Inició el mismo Cumber, encendiendo un cigarrillo y convidándolo con el clown en el acto.

-Me visitó en la mañana - contestó Anton.
-¿Cómo está?
-De la mismísima sufridora.
-¿No te ha dicho nada?
-Que no quiere ver al abuelito árabe y que con razón salió con cara de talibán en la foto de la escuela.
-¿Y del viejo?
-Nada más que lo odia poquito, de papanatas no lo baja.
-¿Qué dice tu madre?
-No ha matado a papá.
-El divorcio será divertido.
-Va a ser un pleitazo, mi papá es un galán.
-¡Papá es un idiota! - intervino Vika furiosa - ¿Cómo es tan desgraciado?
-Bueno, al androide, al manouche y a mí no nos mintió. A ti te enoja que te haya visto la cara - replicó Cumber.
-Ya se me hacía raro que papá ganara los millones en el ejército y apenas alcanzara para sopa de pan a fin de mes - rió Anton.
-Mantiene a seis ¿qué esperabas?
-Nomás que Judy se decida para ser el padrino de la boda.
-El viejo no aprende.
-¡Cállense todos! ¡Son unos idiotas! ¿Nadie piensa en Válerie? - gritó Viktoriya con el disgusto atravesado en el rostro y exhaló fuertemente -¡Ni siquiera me interesa saber quienes son ustedes, suficiente tenía con Anton!
-¡Suficiente tenía con ninguno pero mi padre me jodió la vida, así que cierra la boca porque soy el mayor! - sentenció Cumber y se originó una calma incómoda en la cual miraron al suelo con poses idénticas. Aquello se rompió cuando el clown comenzó a toser.

-Última vez que fumas - dijo Cumber arrebatando el tabaco. Vika suspiró y preguntó:

-¿Qué edades tienen?
-Diecinueve - mencionó Cumber.
-Quince aquí - señaló Hugo.
-Casi catorce - indicó Anton.
-¿Y Maxim?
-Catorce y no lo dejamos hablar porque sólo sabe ruso y japonés.
-¿Japonés?
-Vive en Japón.
-Su mamá es japonesa.
-Finlandesa pero es modelo.
-Ya veo ¿y ustedes?
-Hugo y yo en París, el insecto se acaba de mudar
-¿El insecto es Anton?
-Me gusta ese apodo, me agradas Cucumberto - añadió el propio Anton.
-¿Qué hay de ti? - retomó Cumber.
-Gimnasta y regresaré a Moscú en noviembre.
-Ah, qué bien.
-¿A qué se dedican?
-El insecto y el androide estudian, a Hugo lo rechazaron del Atlético de Madrid y yo soy cocinero.
-Qué... Bueno.
-Somos perdedores.
-Me quedó claro.
-Cálmate, rumana.
-¿Qué dijiste?
-Ay, eres rusa, perdón; te confundí con una gimnasta talentosa.
-¡Idiota! Quisieras ser como yo.
-Qué envidia siento.
-¿Cómo se atrevió mi padre a concebir semejante imbécil?
-Igual a como concibió a todos estos.
-Te odio.
-Qué lindo.... ¿Válerie? Andábamos en que Válerie anda llorando.
-¿Qué sabes de sus papás?
-Los enterraron.
-No seas payaso.
-El payaso es el travesti del gorro.
-Como sea.
-Ya supimos en el hospital lo que ocurrió.
-A ti te contaron todo.
-Que el viejo crea que puede confiar en mí, significa que ustedes se enteraron y no tienen preguntas.
-¿Para qué me trajiste?
-Una bonita convivencia.
-No me interesa.
-¿Qué clase de hermana eres?
-No soy tu hermana ni la de ellos; de Anton sí porque no tengo opción.
-Entonces no sabrás más.
-Por fin ¿supe todo o no?
-Primero resuélvanle al manouche una duda ¿por qué lo odiamos?
-Fácil: los gitanos son ladrones, impertinentes, inútiles y causan problemas en todas partes.
-Me robaban el almuerzo y me daban palizas en la escuela - añadió Anton - A Vàlerie le tiraron el libro de matemáticas a un charco.
-Aclarado - retomó Cumber - Vamos con lo que pasó.
-¿Por qué mi padre te confió todo a ti?
-Mira Vika, el viejo cree que le sirvo de algo, por eso me entero y ustedes no y se acabó.
-A mí jamás me miente.
-Pero te oculta cosas.
-¿Qué te contó de Vàlerie?
-Supe de la mamá; les digo para que no sean imprudentes.
-¿Es cierto que tenía dieciséis?
-Sí, estaba casada y llevaba tres años en Rusia cuando el estúpido de Vasily comenzó a molestarla. A Samira no le disgustaba y lo esperaba cada día de mercado para venderle té y flores. No lo dicen para que no pensemos mal.
-¿Cómo se enteró papá?
-Ella le contó porque le iba a ayudar en la denuncia.
-¿Le hizo caso a Vasily una vez?
-Lo rechazó cuando supo que tenía novia.
-¿De qué nos sirve esto?
-Por si Válerie pregunta cómo se conocieron sus padres.
-Sabe que fue horrible.
-¿Nos saltamos esa parte?
-Olvídalo, no debemos decir nada.
-La niña nos importa.
-Supongo que sí.
-Sabíamos que el viejo es un imbécil.
-Yo no.
-Es lo que hay.
-La única que sufre es Válerie.
-Te daba igual antes de que el árabe abriera la boca.
-Me preocuparía de todas formas.
-Claro que no, a ti te enoja que el viejo te haya escondido que es mujeriego y no tanto lo de Samira. Ver al manouche, al androide y a mí te tiene furiosa.
-Ustedes tres no existen.
-Qué egoísta.
-¿Qué sucedió entre Samira y papá?
-Si no existo...
-¿Qué pasó?
-Suéltame.
-Entonces cállate.
-Le diremos a Válerie que sus papás se llevaban bien.
-¡Pero escuchó lo de la violación!
-Le inventamos que el árabe exageró.
-¿Eres retrasado?

Mientras Viktoriya y Cumber se enfrascaban más en su discusión, Anton, Maxim y Hugo iban a buscar comida a un carrito ambulante cercano y la vendedora le mencionaba al último que le enviaba sus saludos a Cumber.

-¿La chica es su novia?
-Nuestra hermana.
-Con razón ¿y estos dos?
-Anton y Maxim.
-Se parecen mucho.
-Anton se queja de que los gitanos le quitan su comida; hoy le compro algo.
-¿Qué van a querer?
-Bento para seis con cerdo al vapor, onigiris y takoyaki.
-Te pondré té para Svante, dile que le hará bien.
-Claro.
-Lo vi ayer buscando público afuera de Sacré Coeur, creo que no le fue bien.
-Esta semana será complicada para él
-Que cuide esa garganta.
-Me encargaré ¿Cuánto es?
-14€.
-Gracias.
-No se separen de Svante.
-De siempre.

Anton frunció el ceño y dio la media vuelta al recibir una cajita con inscripciones en japonés, aunque Maxim le advertía que estaba mal escrito.

-¿Quién es Svante? - preguntó Anton después de unos pasos.

Hugo dejó de sonreír y suspiró con un poco de incomodidad.

-Viene con nosotros.
-¿Es un amigo?
-¿Qué piensas?
-Que me va a llevar la cachetada.
-Prefiero que Cumber te lo presente.
-Cucumberto me cae bien, lo meteré en mi casa.
-¿Y a mí?
-A lo mejor te invite sopa, a Max le dije que armaremos legos.

Los tres se atisbaron con simpatía y tomaron su sitio en la banca, repartiendo las cajitas entre los demás. Vika tenía mala cara.

-¿Qué pasa?
-Calla, manouche - contestó Cumber con brusquedad. Svante por su lado consumía otro cigarrillo y fijaba sus ojos en el suelo.

-Vika, te trajimos...
-No me hables, manoche.
-Es manouche.
-Como sea, gitano.
-Gitano no es un insulto.
-No sé malas palabras y ni modo que te diga idiota.
-¿Qué te hice?
-Nacer.
-Eso no es mi culpa.
-Era feliz sin saber de ustedes ni de mi padre y sus estupideces.
-Calmada, niña.
-¡Lo mismo vas a pensar cuando sepas lo que hizo!
-¿Ahora qué salió?
-El viejo le propuso matrimonio a Samira - declaró Cumber, con inmensas ganas de agarrar el cabello de Vika y ponerla en su lugar.

Todos parecían sentir un gran peso, menos Svante que expectoraba de nueva cuenta y cedía su cigarro.

-¡Hijo de...! - se exaltó Hugo - ¿Por qué se le ocurrió semejante cosa?
-Por quedarse con Válerie, pero mejor la registró y reportó a los árabes en migración.
-Es un mentiroso.
-Samira se dio cuenta porque el marido la fue a buscar ¿por qué crees que se quiso matar?
-Cumber, guárdate lo demás. Anton es muy pequeño.
-Maxim ni se enteró.

La decepción de los Maizuradze crecía a la par de su apetito y devoraban el almuerzo como si se les hubiese roto el corazón.

-¿Por qué nos acompaña su amigo? - cuestionó una temerosa Vika que se abstenía del bocado. Si la idea de tener a Hugo cerca le era irritante, contar con otro presunto gitano le provocaba ciertos calambres.

-Lo trajimos y ya - respondió Cumber.
-No es de la familia.
-Ahora si existimos.
-Sabes a qué me refiero.
-Svante es discreto.
-Por favor, no se puede confiar en nadie.
-Es casi una tumba.
-Igualito que tú.
-No te metas con él.
-Por dios, ni siquiera se molesta ¿todo le da igual?
-Svante es muy paciente.
-¡Es un estúpido gitano!
-¡Oye!
-A ti ni te gustan.
-¡Vuelve a ofenderlo y te azoto contra el pavimento!
-¿El señorito no se defiende solo?
-Te estás pasando.
-¿Lo puedo golpear en la cabeza?
-Suéltalo.
-¡Lo aviento y lo arrastro y no se opone!
-¿Estás bien Svante? - se levantó Hugo y ayudó al muchacho que reaccionó ingiriendo takoyaki como si nada ocurriera.

-¡Tú eres la estúpida, Vika! - vociferó Cumber, propinándole un golpe en el rostro - ¡Svante no puede hablar! Eres una idiota ¡Este payaso es tu hermano!

Definitivamente, Viktoriya no había deseado arribar a ese punto. Su miedo era que la certeza se materializara, que el chico con aspecto de arlequín-mimo-travesti-payaso tuviera que ver con ella y tuviera prohibido destruirlo, así él le devolviera la agresión con una indefesión innegablemente inocente y lacerante. Svante carecía de maldad. Por eso, hasta un espíritu insolente como el de Cumber le procuraba respeto y empatía.

-¡Svante nunca pelea y no es gitano!
-¿Qué?
-Estuvo un tiempo en la comuna de Hugo, nada más.
-Lo adopté - aceptó Hugo - La madre de Svante averiguó donde acampaba y lo fue a botar. Él no dice nada desde que lo conocí, de repente escribe notas.
-¿Qué le pasó?
-Lo metieron al circo de chico, creció y lo echaron.
-¿Por qué mi padre no lo arregló?
-No sabe.
-¿Cómo que no?
-La madre nunca se quiso quedar con Svante así que ni le contó a papá.
-¿Cuántos años tiene?
-Diecisiete.
-Como yo.
-¿No tienes diecinueve?
-Le mentí a Gwendal.
-¿De qué mes eres?
-Junio.
-No se esfuercen - intervino Cumber - Viktoriya y Svante nacieron el mismo día.
-Me voy a desmayar.
-Tranquila, Vika.
-Svante ¿qué te pasó? ¿por qué no abres la boca?
-Se quemó las cuerdas vocales en el circo, era tragafuegos - concluyó Hugo y Vika acabó llorando inconsolable.

"¿A esto llegó la irresponsabilidad de mi padre?" pensó la joven arrepentida.

-Svante trabaja en Montmartre, es un buen actor y cuando abandonamos la comuna, nos mudamos a una buhardilla en la Rue Lamarck.
-Mi padre debería enterarse.
-Cumber y yo acordamos que Svante lo busque si lo desea pero todavía no.

Svante miró a Vika y a sus hermanos, abrumándoles a estos el maquillaje y el cuidado aspecto delicado del jovencito, así como sus adecuados modales.

Svante era de cerca y de lejos el más inteligente de los Maizuradze y esa circunstancia lo mantenía aislado, consciente de que Hugo lo necesitaba más y que se encontraría con su padre si se lo topaba en la calle sin rastro de algún personaje o adorno en el rostro.

Él había determinado que así fuera. Un café, un par de cigarrillos y algo de whisky servirían para que Ilya Maizuradze lo confrontara. Svante era un reflejo de su padre pero no le pediría nada porque anhelaba expresarle que con poseer una añeja foto de él, siempre había sido feliz y sentía que estaba con él.

Significado de bentō