sábado, 29 de junio de 2013

Un momento desagradable



Cuando acabó el concierto, Matt Rostov se aprestó a buscar a Bérenice entre la multitud y a pesar de que casi todas las asistentes la habían visto, ninguna lograba darle razones de dónde se hallaba.

-"Maldita sea ¿Cómo la perdí?" - se reprochaba al tiempo que se aproximaba a las vallas de contención que el equipo de producción comenzaba a retirar lentamente.

-Vine con una chica que traía un vestido morado y una banda en la cabeza ¿Alguien la recuerda? - preguntó con la certeza de que nadie contestaría. No imaginaba donde podía hallar a su novia y continuó caminando por el lugar hasta rendirse.

Matt se marchaba por una calle pequeña mientras recordaba que Bérenice no atravesaría reflejo alguno al no llevar un balín rostov y mucho menos se iría con la lluvia que amenazaba con convertirse en diluvio.

-¡Bérenice! ¡Bérenice! - llamaba una y otra vez. La gente lo miraba con interés mutando en indiferencia.

-La vi yéndose por la orilla del mar hacia el este - intervino un amable oficial. Matt le agradeció mucho y volvió a la playa sin percatarse de que el único policía decente de Tell no Tales era, en realidad, un ángel.

-"¿Por qué te fuiste mujer?" - se cuestionaba Matt al apresurar el paso y darse cuenta después de varios metros que caminaba por un terreno peligroso y sin más alumbrado que las linternas de los abundantes dealers que con esas condiciones trabajaban, sin faltar los adictos golpeados por no pagar sus deudas. En el sitio se evidenciaba la mofa que el gobierno y sus reglas recibían y la mafia sabía de su poder y alcances pero, por motivos desconocidos, los amos del bajo mundo preferían hacerse a un lado.

Temerariamente, Matt Rostov se acercó a un vendedor de cocaína que le pedía una moneda y tiritaba de frío.

-No traigo más de 1€.

-No importa, estoy hambriento.
-Oye, ¿te podría hacer una pregunta?
-Por ayudarme, yo canto.
-¿Pasó una chica por aquí con vestido corto y una banda en la cabeza?
-Hace rato vi a una, se fue por la orilla, la acompañaba una tipa ... No estoy seguro, la de vestido se estaba poniendo una chaqueta y estaba guapa, se tomó una pastilla y desapareció.
-¿Qué?
-La otra de seguro la quería drogada porque estaba muy impaciente y se aseguró de que se pasara esa cosa.
-¿Tienes idea de a dónde pudieron ir?
-Más allá hay un hotel.
-¿Cuál?
-Luneta.. Luna algo. A veces los huéspedes vienen a comprarnos polvos mágicos.
-¿Tu novia? Jajaja. Apresúrate, no vaya a ser.
-¿Qué insinúas?
-Hay mucha gente en el lugar y también los tarados que cantaron en la playa. Igual y tu chica se alocó y fue tras ellos.
-Buen punto, gracias.
-Suerte, amigo.

Matt Rostov se alejó corriendo. El clima empeoraba y no había señales de tal hotel en ninguna parte.

-Debo ir más rápido ¡Rayos! - gritaba y se esforzaba en no caer fatigado o perderse. Para ese instante, era imposible alcanzar a Bérenice en el exterior y le preocupaba que algo malo le hubiera pasado. De no ser porque a lo lejos comenzaron a observarse algunas luces, él habría acelerado el paso aún más.


Mientras tanto, en el lobby del Luna Palace había mucho movimiento. La road manager arreglaba los detalles para el traslado a la estación de tren y daba instrucciones al personal de seguridad privada y del lugar para evitar que alguna admiradora se colara o los demás huéspedes molestaran a sus representados; sin olvidar que Bérenice estaba en una suite y nadie podía dirigirle la palabra.

-Habrá periodistas en la mañana, más le vale a esa chica ser muy discreta o le rompo la boca. Asegúrense de que se vaya antes de las ocho... ¿Ya se climatizó la habitación de Leo Rodríguez? Se quejaba de que estaba muy fría... ¿Gusttavo Lima ya pidió su champaña?
-Ya arreglamos el problema con la temperatura pero nadie nos ha pedido botellas - contestó una trabajadora - Si gusta, podemos mandarla de todos modos.
-No es necesario, si ve a la chica que traje, de preferencia escóndala o sáquela por la cocina.
-No lo olvidaré.
-Le dije a esa fanática que no aceptara cosas del hotel, así que no le ofrezca ni el desayuno, le encargo todo, buenas noches.
-Confié en mí.
-La mataré si algo sale mal.

La empleada suspiró de cansancio y se limitó a coordinar a los demás para no arruinar la estancia de los huéspedes. Al contrario de sus compañeros a ella comenzó a importarle pescar a Bérenice y sacarla por la puerta trasera.

-Esas admiradoras son tan inconscientes - dijo al aire.

Cuánto más se aproximaba Matt Rostov, la atmósfera en el Luna Palace se iba tensando y con la lluvia las cosas se complicaban. El personal curioseaba y se apostaba a que la dichosa fan iba a hacer alguna tontería y nadie se perdería una bochornosa escena.

-Buenas noches, tengo un reclamo - inquirió uno de los huéspedes sorpresivamente - Nadie me ha informado sobre los mensajes que pudiera tener.
-Disculpe señor Bonheur, en un momento le atiendo.
-¿Por qué la tardanza?
-Hay unos clientes un poco difíciles y estoy a cargo. Me pidieron que vigile a una muchacha que podría ocasionar problemas.
-¿Por qué la dejaron entrar?
-Fue a petición de un artista famoso, usted sabe: Les gusta una chica, la invitan y luego hay que evitar que alguien se entere.
-Eso no justifica el mal servicio que me están dando.
-Señor, me encantaría que usted fuera mejor atendido pero entiéndanos un poco. Hay tres cantantes famosos hospedados y la seguridad y casi todo el personal están a su disposición por petición de las autoridades. Hoy hubo un concierto en la playa y fue complicado contener a las chicas que asistieron, la policía tuvo que coordinarse para que ellas no anduvieran por aquí y de todas formas una logró venir. No está en mis manos.

Cuando el cliente iba a reiterar su reclamo, apareció en el lobby Gustavo Lima junto a la road manager. Se veía molesto y hablaba airadamente.

-La tal Bérenice resultó aburridísima y la despaché rápido. Me debes una canasta de de dulces.
-¿Fue tan mala?
-Es de esas que quieren hacer la plática y ser casi psicólogas.

Ambos se acercaron a la encargada y le avisaron que tanta atención no era necesaria puesto que la inoportuna fan ya se había ido.

-Nadie ha salido, excepto ustedes.
-Le dije adiós a la chica hace mucho.
-¿Cómo se llama la señorita ?
-Bérenice.
-¿En qué habitación debía estar?
-En la suite dos del piso veinte pero no hay de qué preocuparse.
-¿No me escuchó? Nadie ha venido por aquí, preguntaré a seguridad en la puerta de atrás y en el estacionamiento.

La encargada enseguida contactó a sus compañeros, mismos que le afirmaban que nadie andaba por ahí. Asimismo, las cámaras no tenían registrados movimientos recientes.

-Los de vigilancia se pondrán a buscarla, ella no ha abandonado el hotel.
-Le pedí que se hiciera cargo.
-La vamos a encontrar, se lo prometo, alguien debió haberla visto... Preguntaré a los de limpieza.

La encargada se estresaba y en la puerta comenzaba una pelea ya que un hombre intentaba ingresar como fuera.

-Disculpe mi impertinencia pero ¿quién va a resolver mi problema con los recados?
-Le juro que resolveré lo suyo, señor Bonheur ¿Qué rayos pasa afuera? ... Eh, deme un minuto.

La mujer se precipitó a averiguar qué sucedía en la escalera de acceso y se topó con un joven que insistía en pedir un favor.

-Ay por Dios, suéltenlo. Sólo tenían que decirle que nadie puede estar aquí.
-Estoy buscando a alguien.
-No podemos ayudarlo, tenemos un caos aquí dentro.
-Contéstenme una pregunta, por favor.
-Bueno.. diga.
-¿Han visto a una chica con vestido corto morado y una cinta hippie en la cabeza? Se llama Bérenice, alguien me contó que estaba caminando en la playa y venía en esta dirección.

La empleada recordó entonces que Gusttavo Lima había mencionado tal nombre.

-¿Podría esperar aquí? Revisaré los registros ¿Sabe el apellido de la señorita que busca?
-Bérenice Mukhin.
-Aguarde, le diré si está aquí o no.
-Gracias.
-En caso de hallarla ¿Cuál es su nombre, caballero?
-Matt Rostov, soy su novio.
-De acuerdo, espéreme.

La mujer entró cubriéndose la boca, dándose cuenta de que el enredo se estaba volviendo grande.

-¿Ya hallaron a la invitada del señor Lima? - interrogó.
-Hay un problema - contestó un vigilante.
-¿Cuál?
-Un conserje la vió con Michel Teló y al parecer se encuentran en la suite tres.
-Al menos sabemos dónde está. Señor Lima ¿Recuerda qué ropa llevaba esta chica?
-Un vestido de satín morado y una ridícula cosa en la frente.
-No puede ser... ¿Tienen alguna idea de qué podría estar haciendo con el señor Teló?
-Qué pregunta tan estúpida - intervino la road manager - Uno de mis clientes la rechazó pero el otro no. Elegimos este hotel por su supuesta experiencia manejando a las groupies ¿Qué cree qué pasa con ellas cuando se quedan con un cantante? Usted lo sabe.
-Ojalá no sea la misma Bérenice por la que acaban de pedir informes.

La encargada abrió el libro de visitas, suplicando que no pasara a mayores, pero Bérenice en su ingenuidad había firmado con su nombre íntegro.

-Sí es ella- externó con pesar - ¿Por qué tenía que venir su novio a buscarla?
-Deshágase de ese sujeto cuanto antes.
-Trataré, le inventaré algo ... Señor Bonheur .. ¿Me tendría un poquito más de paciencia?

La mujer se dirigió a la escalinata, pero no tuvo corazón para mentirle a Matt al verlo empapado y angustiado. Sabía que él se molestaría pero no merecía lo que le estaba sucediendo.

-¿Señor Rostov?
-¿Tengo que seguir preguntando por Bérenice en otro lado?
-Me.. Me temo que no.
-¿Le avisó que estoy aquí?
-No es posible.
-¿En dónde está?
-En el piso veinte.
-¿Puedo pasar?
-Debo negarme.
-Bérenice vino con alguien.
-Era la invitada de un huésped.
-¿Quién?
-Gusttavo Lima.
-Qué extraño. Alguien me dijo que estaba con una mujer.
-Los famosos son así, todo lo manejan con intermediarios.
-¿En qué cuarto está?
-Ella no se encuentra con Lima.
-¿Entonces?
-Se quedó con Michel Teló en una suite, no puedo informarle cuál.
-¿Me permite quedarme en el lobby?
-Tampoco puedo dejarlo pasar.
-Bien, esperaré a Bérenice. Supongo que va a tardarse.

Matt Rostov descendió los escalones y tomó asiento en la arena. La empleada ya sentía pena.

-Pobrecillo, dénle café y una sombrilla.

La mujer volvió a su puesto y sin decir palabra, buscó los mensajes que le habían solicitado.

-¿Edwin Bonheur?
-Sí.
-Tiene dos recados ¿Los mando a su habitación?
-No, los leeré de una vez.
-Perdónenos por todo esto. La señorita Bérenice Mukhin es nuestra prioridad, se nos salió de control. Yo sé que esto nada tiene que ver con usted pero el trabajo de muchos de nosotros depende de que no haya otro descuido.
-¿Bérenice Mukhin?
-Habrá un escándalo en los medios y con las admiradoras de Michel Teló si no la sacamos de aquí, hasta su novio vino a buscarla y usted imaginará qué está sucediendo. De verdad lamento que esto nos haga deficientes con usted y otros huéspedes cuando ni siquiera debería importarles.
-No se excuse, yo ... ¿En serio es Bérenice Mukhin?
-¿La conoce?
-Seguramente la veré cuando pase por aquí.

Edwin tomó asiento en la sala más próxima y después de comprobar que sus recados se limitaban a una respuesta del general Bessette por haber dejado el dúplex y el reembolso del último mes de renta, se asomó al exterior. Matt Rostov tenía la mirada perdida y revisaba de vez en vez su reloj. En su rostro se manifestaba decepción y rabia matizadas por una expresión triste. A su alrededor, la tormenta parecía no tener fin.

-"Bérenice ¿Qué hiciste?" - se preguntó Edwin. De todos los hoteles de Tell no Tales, había ido a parar justo en el mismo donde se hallaba aquella joven que él también amaba y experimentaba idénticos celos a los de Matt Rostov, uniéndosele en el desvelo y en una especie de desolación inmensa.

Mientras las caras largas eran la constante de la planta baja, Bérenice abría los ojos y se aferraba en contemplar con fascinación su nítida imagen proyectada en cristal. No imaginaba la hora pero quería prolongar el sosiego con el abrazo de su amante y sentir su aliento al besarla. Él cayó rendido pronto pero ella exprimió sus instantes de libertad decidiendo irse antes de que él despertara en punto de las siete. Faltaba mucho pero sintió que entre más se aclaraba su reflejo, más tiempo se escurría. Había razón en eso: al levantarse experimentó la sensación de que habían transcurrido apenas segundos, segundos en los que Matt padecía molestias y sufría en silencio, pero ella creía que él estaba en otra parte. Se colocó el vestido, lavó su rostro y sacudió su cabello poco después de tomar su canasta con paletas. La cinta de su cabeza lucía hermosa.

-Perdí los zapatos, ni hablar.

Acto seguido, se aproximó a la cama y dio un beso en la frente a Teló como despedida. Sigilosamente dejó la suite y en el elevador respiró tenuemente, en paz. Ahora pensaba en volver a casa.
Las manecillas marcaban las seis de la mañana cuando Bérenice se apareció en el lobby, acaparando las miradas al instante.

-¡Señorita! - gritó la encargada - Menos mal que la veo.
-¿Me necesitaba?
-Debe salir por la puerta de atrás.
-¿Por qué?
-Me lo pidió la gente de Gusttavo Lima pero creo que es mejor que yo se lo aconseje o tendrá un mal rato.
-¿De verdad?
-Alguien preguntó por usted y no quise engañarlo, perdón.
-¿Matt?
-Matt Rostov. Está afuera, le cayó la lluvia y se quedó esperando.
-¿Cómo me encontró?
-A lo mejor alguien le contó.
-Hizo tanto frío ¡Ay no!
-Estuvo muy asustado pero ahora ha de sentirse enfadado.
-Iré con él.
-Pero ...
-¿Gusta un dulce? No creo acabarlos.
-No, gracias.
-Me voy, buen día.

Bérenice suspiró. Matt desde su sitio la observaba con sentimientos encontrados. Ella se enfilaba a la salida, bajando el rostro, como dándose cuenta de su error, por lo que se sobresaltó cuando escuchó su nombre.

Bérenice se topaba con la realidad bruscamente y ésta se presentaba en forma de inesperado encuentro, de maldición, en la figura de Edwin Bonheur, del que se creía librada mientras acariciaba a otro hombre. Lo miró con desencanto pero con esa fatalidad de no querer dejarlo ir todavía. Con voz apagada se atrevió a decir:

-2 de agosto en París. No faltes.

Edwin anotó la fecha inmediatamente. Bérenice en cambio siguió su rumbo al frente, con los ojos humedecidos pero sin derecho a llorar. Matt sacudió la cabeza y cuando ella dejó atrás la escalinata, la tuvo de frente. El arrojó violentamente al lado derecho el vaso con café que le habían dado.

-¡Demonios, Bérenice!
-Tranquilo.
-¡No hables!
-Lo siento.
-¡Todo es mi culpa, mujer!
-Matt ...
-¿Cuánto más voy a soportar? Te he tolerado a tus compañeros de gimnasia, a mis ex amigos, a tus novios segundones y los que se te ocurren, ahora pasa esto ¿Tengo un letrero que indica que puedes verme la cara cuando se te antoje? ¡Qué clase de imbécil soy!
-Perdóname.
-¡Ese es el maldito problema!
-Déjame contarte...
-¿Qué me vas a relatar? ¡Te acabas de acostar con otro! Y no metas ese pretexto de que no lo planeaste porque me he cansado de oirte con lo mismo.
-Lo hice sin querer.
-No, Bérenice, al contrario. Acepta que quisiste y acabemos con esta idiotez porque si te miro a los ojos voy a perdonarte y volveremos a contar los días para tu nuevo engaño.
-No pensaba, Matt.
-No pensabas en mí porque nunca piensas en mí. Tú eres lo único que existe en esta relación, nunca hay espacio para nadie, todo tiene que ser tu voluntad y yo ¿dónde quedo? ¿Estás conmigo porque soy el que no te molesta con sus preguntas de novio inseguro, no se enoja porque lo ignoras y no te maltrata para controlarte? ¿Sólo sirvo para ayudarte y andar detrás de ti para cuidarte? ¿En tan bajo concepto me tienes que me pisoteas y te vas con otros?
-Las cosas no son así.
-¿Cómo son? 

Bérenice calló. Matt no podía ofrecer más resistencia pero antes de sucumbir a las ganas de disculparla, Michel Teló se apareció. Ella cambió su expresión de vergüenza a una de terror cuando su novio captó que aquel ocasional amante era encantador, vivaz, lleno de furia y fuerza. Él significaba algo y Matt no iba a aceptar tal circunstancia.

-Olvidaste tus zapatos, como cenicienta - dijo un alegre Teló. Matt Rostov giró sobre sus pasos. Bérenice fue tras él.
-¡Matt! ¡Matt! ¡Espera, te explico todo! ¡Matt!
-¡Ya basta, mujer!
-Matt..
-No soy capaz de perdonarte, esta vez no, lo lamento pero se acabó, llegaste a mi límite Bérenice. Ni siquiera tengo dignidad, ni merezco otra burla.
-¡Matt! ¡Matt no te alejes! ¡Matt! ¡Matt!

Bérenice estaba fuera de sí, suplicando por una oportunidad, arrastrándose casi. Matt se abstenía de voltear con tal de no sentirse más humillado porque había tenido suficiente. Edwin entonces se aproximó a ella y la estrechó para contenerla.

La joven se entregó al llanto y Matt Rostov se detuvo, como si le pareciera injusto marcharse sin ella. La contempló un par de segundos, no se atrevía a odiarla y tampoco a tomarla en brazos. Bérenice se apartó de Edwin y con timidez, comenzó a caminar.


viernes, 21 de junio de 2013

A lo carioca



En esos días, la radio tellnotelliana comenzó a difundir un ritmo de Brasil llamado "sertanejo" y la aceptación fue instantáneaAlgo había en aquél estilo que incitaba al baile casi en automático y las chicas se aprendían las canciones con mucha facilidad, aunque realmente ignoraban lo que decían. 

La nueva tendencia implicaba que en la playa se improvisaran fiestas con bares que servían tragos abundantes y gratuitos y las jóvenes suspiraban por sus nuevos ídolos, la mayoría con aspectos de niños bonitos e inofensivos capaces de cantar cadenciosas y paradójicamente tiernas melodías; no obstante, al ser Bérenice una de las incautas, ésta declaraba sin pudor que su intérprete favorito era un tal Gusttavo Lima.

-¡Es tan guapo! - exclamaba cada que los locutores anunciaban alguna melodía que él interpretase. 

Aunque en circunstancias normales habría censurado tal afición, Matt Rostov no se quejaba porque a raíz de la aparición de aquella música, la líbido de Bérenice había aumentado y aquello se traducía en actividad sexual más frecuente.

-"Deberías ponerte un poco celoso o terminarás muy enfadado... No veo la razón... Bérenice no es muy confiable."

Matt desestimó la sugerencia de su atinado razonamiento. Las personas no solían ver más allá de su nariz cuando estaban satisfechas, así que no le extrañó que esa misma tarde comenzara a anunciarse un concierto sorpresa y Bérenice se empeñara en aparecerse por ahí como auténtica fan.

-¡Va a estar Gusttavo Lima! - le insistía a su chico y él asentaba aunque dudaba que fuera buena idea por la extrema presencia policial en eventos masivos. Para prevenir motines, las autoridades locales (o lo que es lo mismo, la familia Izbasa) habían impuesto una serie de protocolos de seguridad con revisiones incluidas a las prendas de ropa, sin importar que el concierto en turno se celebrara al aire libre y fuera gratuito.

-Nos meteremos en problemas.
-¡Por favor, Matt! Me prometiste hacer algo divertido.
-¿Tiene que ser esto?
-Te lo recompensaré. 
-¿Cómo?
-Jugando a lo que tú quieras.
-¿Perdón? 
-¿O te hago un striptease? 

Matt Rostov sonrió lujuriosamente y Bérenice lo estrechó comprendiendo que cedía.

-Entonces ya tenemos que irnos, gracias Matt. 

El hombre la besó mientras perdía el sentido común. 

-"Te lo advertí, Rostov" - pensó fugazmente.

En las calles, un ejército de jovencitas se dirigía hacia el escenario donde podía verse a Leo Rodríguez haciendo su prueba de sonido. Los gritos desaforados no desentonaban con el golpeteo constante de panderetas, silbatos, maracas y otras cosas para calentar el ambiente mientras comenzaban a hacerse visibles algunas banderas verde - amarelha para hacer sentir a sus ídolos como "en casa". 

-"Lo bueno es que no necesito nada de eso" - cavilaba Bérenice que planeaba mantenerse lo más tranquila posible pero, con toda seguridad, llamaría la atención de Gusttavo Lima para decirle que lo admiraba y lo apreciaba, así que tomando una actitud de admiradora sin pudor, se lanzó hasta el frente apenas arribó al sitio indicado. Como arrestar a los Rostov en medio de la multitud no era una táctica conveniente por la posibilidad de fuga, la seguridad infiltrada optó por fingir demencia. 

-¡Hola, Leo! - gritó la joven y aclamó todavía más cuando él le sonrió y agitó la mano. Las presentes imitaron el saludo pero no recibieron respuesta. De acuerdo al volante que se repartía, Rodríguez abriría el concierto y Lima le seguiría; al final estaba programado Michel Teló a quien la mayoría iba a ver. 
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-¿Nos quedaremos hasta el final? - preguntó Matt.
-¡Claro! Si no, ¿a qué vine?
-Cómo quieras.
-Al final pasará lo mejor, no lo olvides.

Bérenice seguía sonriendo y aplaudiendo además de exclamar "comienza ya" a la menor provocación. Su presión surgió efecto y Leo Rodríguez comenzó a cantar a capella su éxito "Bará beré". La muchedumbre coreó a todo pulmón y saltó frenéticamente cuando irrumpieron los instrumentos. Como Rodríguez no contaba con otro sencillo popular, su interpretación duró diez minutos con guitarreos innecesarios y frases alabatorias a la ciudad y a su gente mientras los músicos de apoyo ya no sabían qué inventar para continuar con una actuación deficiente que era cubierta por el encanto del escenario. 

-¡Buenas tardes Tell no Tales! ¡Ya viene Gusttavo Lima! - anunció un feliz Rodríguez. Bérenice en ese momento ató su cabello y se llevó los dedos a las mejillas, visiblemente emocionada. Matt Rostov no la reconocía, ella jamás se había puesto así e imaginaba que al entrar Lima a escena, la joven reaccionaría como una fanática beatle, de esas que aparecían en fotos blanco y negro. 

Una ligera llovizna inició, como si la naturaleza quisiera apaciguar los caldeados ánimos, pero no hizo mella en la eufórica Bérenice. 

-¡Te amo, Gusttavo! ¡Eres el mejor! - repetía la muchacha una y otra vez y daba giros sobre sí misma. Su entusiasmo delirante captaba la atención de los fotógrafos y del propio Lima que ingresaba al foro en medio de un recibimiento estruendoso y los primeros acordes de su canción "Cor de Ouro". El efecto era similar al del cantante anterior, con la diferencia de que Lima hablaba con el público para compensar su flaco repertorio y no dejaba de mirar a Bérenice, la única que se sabía otros hits no tan conocidos como "Fora do Comum" o "Refém", al grado de aprovechar la parte instrumental de esa última pieza para llamar discretamente a su road manager y pedirle que le entregara a la joven un pase de "fan meeting" en el hotel Luna Palace, cosa que se cumplió a los pocos minutos. 

-Gusttavo Lima quiere hablar contigo - señaló la mujer. Bérenice, que apenas escuchaba por tanto ruido, agarró el boleto y mandó un beso a su ídolo mientras se percataba de que debía deshacerse de Matt si quería asistir a la cita. Tal asunto era fácil, sólo bastó con arrojar a su chico al remolino que bailaba slam justo detrás de las primeras filas. 

-Dígale que iré cuando acabe Michel Teló - respondió Bérenice a la road manager, que a su vez hizo un gesto a su jefe para que supiera la respuesta afirmativa. Ninguna otra jovencita recibió una invitación parecida y el equipo de producción comentaba cosas disímbolas al respecto, concluyendo, eso sí, con que la invitada era la groupie en turno. 

-"Eu já lavei o meu carro, regulei o som
Já tá tudo preparado, vem que o brega é bom".

Con esas notas, Bérenice se alborotó por completo. Era "Balada Boa" la canción número uno del chart en Tell no Tales y que llevaba dos semanas sonando sin parar además de ser la favorita de la chica del espejo. Al baile se le añadían toques de festividad descocada y la muchedumbre cantaba más fuerte. Gusttavo Lima entonces optó por subir a un par de jovencitas al escenario a bailar con él y de paso, decirle a Bérenice que "más tarde estaré contigo, no te pongas celosa".

-No me molesta compartirte - respondió ella con su característico guiño. Lima entonces se precipitó a concluir su canción y realizar una especie de introducción melódica a Michel Teló con acordes de "Ei, Psiu! Beijo me liga" una pieza que se estrenaba en la ciudad.

-¡Hasta la próxima vez, Tell no Tales! - exclamó Gusttavo Lima antes de que Teló irrumpiera cantando. 

A diferencia de sus compañeros, Michel Teló contaba con la ventaja de que las canciones de su disco "Ao vivo" fueran sencillos promocionales en la radio tellnotelliana, por lo que no le fue difícil recibir loas y flores por doquier, fanáticas intentando tocarlo, sonrisas y la genuina admiración de las asistentes. Con su voz dulce, las persuadía de calmarse y logró dar una actuación lúdica pero mejor dosificada, cosa que delataba mayores tablas. 

Su momento cumbre fue al cantar "Me Odeie" y "Gotas de Água doce", que a Bérenice le pareció muy tierna. 

-"A veces es bueno que te canten casi al oído ... Qué bonito" - concluyó la muchacha. El set de Teló era tan largo que prácticamente podía decirse que era su concierto y lo demás no pasaba de ser un pésimo acto abridor con insólito encore. La noche caía en la playa y el romanticismo del brasileño contribuía a esa atmósfera de suspiros y discretos besos al aire. 

-Ha sido una gran velada, le falta lo mejor - declaró el cantante - Nos iremos de aquí con mucha alegría.. Ustedes se saben esta canción, buenas noches y ¡a bailar!

Bérenice se unió al grito colectivo levantando las manos.

-"Nossa, nossa 
Assim você me mata 
Ai se eu te pego, ai ai se eu te pego 

Delícia, delícia 
Assim você me mata 
Ai se eu te pego, ai ai se eu te pego"

Con ese coro, se dio pie al último instante de baile y las chicas siguieron la sugerente coreografía de su ídolo mientras duró. Éste se despidió escuetamente y se quedó a contemplar como el público se marchaba, a excepción de Bérenice que volteaba para todos lados con el fin de evitar a Matt. 

-¿Quién es ella? - preguntó Teló.
-La nueva amiga de Gusttavo Lima, la tengo que llevar al hotel - contestó la road manager como si hacer ese trabajo le fuera pesado.

-Salúdala de mi parte.
-A la orden.

La mujer se aproximó a Bérenice y se colgó de su brazo para explicarle en qué consistiría su "fan meeting" y prometerle que sería inolvidable.

-Te invitará a su habitación, abrirán una botella de vino, platicarán de lo que se les ocurra y habrá foto autografiada. Si ocurre otra cosa ya es asunto tuyo ¿Está claro?
-Entiendo pero estoy nerviosa.
-Admiradoras, qué predecible ... Traga esta pastilla.
-¿Qué es?
-Un calmante ... No aceptes cosas cortesía del hotel ni te robes lo que haya.
-De acuerdo.
-Y algo más: Gusttavo regala caramelos cuando alguien no le agrada, no lo hagas enojar. 
-Seguro que no.
-Pónte esta chamarra, te hará lucir mejor y retoca ese labial.
-Sí, gracias por todo.
-Como digas.

Ambas caminaron hasta el Luna Palace y el viento arreció al momento de pisar la escalinata del lujoso sitio. Al registrarse, Bérenice no se percató de la mirada maliciosa del staff y sola, usó el elevador hasta el piso veinte. 

-¿A dónde tengo que ir? - se preguntó así misma y permaneció de pie en medio de un recibidor durante minutos que parecieron eternos. 

-Meninha, aquí estás.
-¿Meni qué?
-Meninha, chica, muchacha, es portugués.
-Ah, qué bien.
-Gusttavo Lima, a tus órdenes.
-Bérenice, admiradora y estoy impresionada.
-Ven conmigo.
-¿Compartiremos una copa nada más?
-¿Te incomoda?
-No, es que ... Yo quiero conversar contigo, te acompaño a tu cuarto y ...
-Espera, espera ¿Quién te dijo que hablaríamos?
-Yo me moría por saber algo de ti.
-Todas dicen lo mismo.
-Perdón por eso.
-En la playa te veías diferente.
-No traía la chaqueta, eh...
-¿Dónde quedó la vocecita sugerente? ¿Fue mi imaginación?
-¡No! 
-¿Venías nada más por un autógrafo y a creer que me comprendes sólo por darle cinco minutos? 
-Jamás había estado en un "fan meeting".
-Oye linda, te invité porque creí que eras divertida pero no me agradas.

Bérenice enmudeció.

-De todas formas, gracias por venir. Te obsequio una canasta de paletas, buenas noches.

Ella tomó el regalo, deduciendo que la mala impresión en él era enorme y por eso se alejaba sin mirar atrás. Para evitar la vergüenza, se quedó en el recibidor varios minutos, viendo pasar a la gente de limpieza antes de que las puertas del elevador abrieran de nuevo y se topara con que Michel Teló se dirigía a su propia suite sin guardaespaldas o la road manager.

-Hola.

Ella saludó con desánimo.

-¿Noche difícil?
-Un poco.
-Ánimo.
-Me gustó tu actuación, eres muy tierno.
-Gracias por ese cumplido.
-Me divertí.
-Lo sé, te vi bailando y eres entusiasta.
-Creo qué te di la idea equivocada.
-No, no es así. Sólo mírate, tu sonrisa es natural y se nota que eres bastante libre.
-¿En qué sentido soy libre?
-Te sirvo una buena copa si me regalas una paleta.
-¿Tienes vino?
-Qué bueno que Gusttavo nos hace coincidir porque su cava no te habría gustado. 
-¿Toma del blanco?
-¡Exacto! Eso no sirve para brindar.
-Sólo si fuera champange, pero eso tampoco es útil para relajarse.
-Tengo un tinto francés muy fino, un Delobel cosecha del '94 que te encantará.
-Acepto.
-Tomo la paleta y ojalá disfrutemos una velada tan agradable como tú.

Él desenvolvió el dulce y enseguida lo saboreó de tal forma que Bérenice dejó de sentirse despreciada.

-Anhelo que me pase algo hermoso.
-Tenlo seguro.

Se abrazaron tal y como él cantaba: dulcemente. Después él la condujo de la mano hacia un dormitorio aislado.

Nadie lo mencionó, pero era momento de cantar directo al tímpano, de sentirse apoyados, de arriesgarse a encontrar consuelo en el otro y vivir sin tomar en cuenta al mundo porque ya habría tiempo para eso. Ella así lo creía mientras la charla y los brindis fluían y llegaba el momento inevitable de aventurarse a sentirse efímeramente amada por un hombre que posiblemente no se atravesaría en su camino en alguna otra velada de desilusión y decepción.

Pese a Matt y el golpeteo inmisericorde de su imagen en la mente, Bérenice eligió perderse en su nuevo amante sin remordimiento inmediato. Él no era Edwin y por tanto, no lo haría trizas mientras lo acariciaba y mucho menos fingiría que lo quería un poco para darle una mísera esperanza por su incapacidad de terminar con él sin destruir todo alrededor de ambos y esta vez, quedar marcada para siempre, algo que pretendía evitar y aún no sabía cómo.

Tal libertad era oxígeno puro para una joven que todo el tiempo sentía como el amor asfixiante de Edwin interfería directamente con Matt y lo hería. Sobre este último sin embargo, no se necesitaba un esfuerzo sobrehumano para ofrecerle una disculpa, ni explicar motivos. 

Bérenice aprovechaba sus aventuras para resolver sus dudas, para llegar a un instante de sobriedad que le permitiera reforzar su propio amor a Matt y pensar en hacerlo más feliz, cada vez conteniéndose menos. 

Ante tal erásmico elogio de la locura, el silencio, fiel amigo de Bérenice, se ausentaba por gracia de la lluvia, que se empeñaba en recordarle a la mujer que disfrutara la noche.

Con cada beso, entregarse casi por entero a su amante era mucho más fácil. 

martes, 11 de junio de 2013

El primer día con Judy (Gwendal, te amo. Cuento breve)

Febrero, 2000.

-¿Cuál es tu nombre?
-Judy.
-¿Libro favorito?
-"El camafeo de la niña muerta"
-Qué buen gusto ¿Cuándo comenzaste a leerme?
-Hace seis años encontré la primera novela en un bote de basura.
-Es la forma más original en la que me han descubierto.
-Por favor, no me tome el pelo.
-¿Por qué mentiría?
-Oh, es lógico: mientras yo me dedico a ser su admiradora, usted es Jean Becaud y puede decir lo que sea para hacerme sentir especial aunque no sepa ni de dónde salí.
-¿Y si hablara en serio?
-No lo creo.

Jean sonrió ante la joven y le concedió la razón, pero sostuvo su mano.

-¿Nos tomamos una foto?
-¡¿En serio?! ¡Claro que sí! Gracias, señor Becaud.
-Oye, no estoy casado o algo así, aún no puedo ser un señor.
-Cierto, je, es que siento como si estuviera enfrente de una estrella mundial, usted es muy importante para mí.
-¿Por qué?
-¡He crecido leyendo sus libros!
-¿Todos?
-Hasta el manuscrito de "Alondra de Londres".
-¿Lo traes?
-¡Tengo todo!
-Entonces te voy a dar más autógrafos.

Cuando Judy abrazó a Jean en agradecimiento, éste último intuyó de que estaba frente a una jovencita impresionable y dócil, con quién era poco complicado conseguir lo que fuera si se le trataba pacientemente y con delicadeza. Él no ansiaba pasar el día solo.

-¿Sabes? Te ves hermosa.
-Ah ... Me ruboriza.
-Lo siento si fui muy brusco.
-No, no ...
-Es que acabas de inspirarme para un poema.
-Yo ..
-Sólo las personas realmente interesantes pueden provocar algo así.

Judy abrió un poco más los ojos y contempló a Jean escribiendo en un papelito cuatro frases que se antojaban románticas o desoladoras, creyendo apenas que eran dedicadas para ella. El hombre por su parte se limitó a terminar su texto y dobló el papel, entregándoselo.

-Léelo más tarde y guárdalo bien, es un texto inédito y único.
-Me halaga.
-¿Te gustaría ir .... ?

La joven sonrió y Jean se percató de un detalle: Si invitaba a comer a la desconocida, la asustaría; lo mismo pasaría de proponerle ir por un helado. Ella era tan tímida que apenas hablaba con él.

-¿Te parece bien si caminamos un poco?
-¿En serio?
-Podrías decirme cuánto te gustan mis novelas, darme sugerencias o permitirme acompañarte unos minutos más.
-Me .. Me encantaría - señaló Judy entusiasta - pero debo ir a clases.
-Entiendo.
-De todas maneras me siento feliz por recibir una invitación suya.
-Supongo que podremos salir algún día, tomaríamos un café.
-Estaría bien.

Judy sonrió, escéptica. Los ídolos rara vez o nunca se acordaban de nadie y a Jean Becaud le sobraban las fanáticas.

-¿Si te invitara después de tus clases, aceptarías?
-No tendría fuerza para decir que no - confesó ella - pero tengo varios pendientes. Tal vez en otra ocasión.
-De acuerdo, te contactaría la próxima ocasión que visite París.
-¿Cuándo se va?
-Mañana. De todas formas, creo que eres hermosa, Judy.

A ella se le delataron las pupilas inmediatamente y humedeció sus labios. Él supo en aquél instante que si insistía en buscarla, la chica pasaría la tarde con él.

-¿Podría verte antes de irme? Me conformaría con un par de minutos.
-Mi clase dura poco, búsqueme en el aula cuatro. Salgo a las dos.

Jean asentó y miró a la muchacha marcharse deprisa pero emocionada. Era una conquista segura, pero la examinó un poco más mientras abandonaba el auditorio:

Judy vestía unos jeans azul claro bastante gastados y unos mocasines de igual color que delataban uso frecuente, su blusa y su suéter rojo eran nuevos, el cabello estaba cuidadosamente cepillado y sobre los labios había un sutil color rosado. Él arribó a la conclusión de que la chica se había arreglado un poco más de lo acostumbrado.

Por otro lado, ella iba por el pasillo con una enorme sonrisa y al entrar a su salón con insólito retraso, sus compañeros se preguntaron qué le sucedía. Era evidente que Judy no se concentraba y su profesor se abstuvo de dirigirle la palabra, dejándola tomar asiento y mirándola suspirar una y otra vez.

-Ha sido un día muy bonito - pensaba ella - al menos conocí a Jean Becaud.

Pero desconfiaba de la invitación del escritor por ser un impulso del momento, así que intentaba no hacerse ilusiones aunque fuera tentador. Judy sentía las mejillas encendidas y dibujaba florecillas en su cuaderno. Cuando levantaba la vista hacia el pizarrón, sonreía aún más, desconcertando a su maestro.

-¿Se siente bien, Judy?
-Eh .. No me haga caso, continúe el tema.
-Lo del corazón debe quedarse fuera del aula. Dígale a su amigo que no la distraiga.
-Yo no tengo amigos.
-La próxima vez la retiraré de la lección.
-Bien.
-Y lo mismo va para los demás.

Judy asentó y se dedicó a mirar sus trazos, ignorando la irritación de sus compañeras. Hasta las manecillas del reloj se escuchaban con claridad y se aceleraban, agitando aún más el corazón de la joven que en los últimos minutos contemplaba la puerta, imaginando que Jean Becaud le había contado una mentira piadosa y jamás volvería a verlo. En un gesto de ingenuidad, la joven fabricó una flor de papel y la colocó arriba de su oreja izquierda, comprobando que se vería mejor si soltaba su cabello. Al retirar su broche, los chicos de su clase quedaron embelesados, especialmente Javier Liukin, el alumno de intercambio. El sol hacía su parte al reflejarse en la mirada verde de Judy y el viento que se colaba por la ventana esparcía su perfume dulce.

-Vayan a casa, no olviden entregar sus ensayos la próxima sesión - pronunció el profesor al percatarse que nadie le prestaba atención y antes de que Javier se acercara a Judy usando como pretexto la tarea, llamó a esta última, queriendo averiguar el por qué de su actitud.

-¿Podría saber qué le ocurre?
-Nada especial, sólo fui a una conferencia y llegué tarde a su lección; lo siento mucho, no volverá a pasar.
-¿Asistió al evento de Jean Becaud?
-¡Por supuesto!
-Lo figuraba. He estado en las pláticas de ese escritor y suele gustarle a las jovencitas.
-¿Qué quiere decirme?
-Espero que no se haya dejado asombrar. Nunca le haga caso al canto de las sirenas .. o los tritones como este caso.
-Seguramente él ya no me recuerda. Lo veré luego, profesor.
-Igualmente Judy y no olvide su ensayo.

Ella negó con la cabeza y se dirigió a la salida. Sus manos temblaban y sentía que su voz se quebraría en cualquier segundo. Temía abrir y darse cuenta de que Jean no estaba, pero pronto comprobó que le asustaba más que él realmente le hubiese buscado. Vacilando giró la perilla.

-La clase terminó temprano - pronunció Jean Becaud. El sol parecía realzar la figura de ese hombre y con incredulidad, Judy se acercó más sonriente que antes.

-Eres hermosa.
-Gracias.
-Creo que nunca estuve frente a una mujer que no pareciera darse cuenta de cuán impactante es.
-Soy demasiado normal.
-No para mí.
-Señor Becaud, no entiendo qué me quiere decir.
-Que eres la chica más singular que he visto en mi vida.

Judy trataba de no dejarse llevar por las adulaciones de Becaud. Él no dejaba de ser un desconocido y comenzaba a resistirse a creer en su sinceridad.

-Sólo deseo dar una caminata, quizá tomar algo.
-Me temo que debo decir que no.
-¿Puedo saber el motivo?
-La escuela me absorbe mucho y no he terminado mis pendientes. De todas formas agradezco su atención, señor Becaud.

Judy bajó ligeramente la cabeza y extendió su mano para despedirse. Jean le devolvió el gesto con cierto desaliento y ella giró a su derecha para marcharse, aunque le daban ganas de quedarse unos momentos y decirle a su ídolo que conocerlo había sido increíble.

-¡Javi! - gritó ella repentinamente y alcanzó al chico que ya planeaba junto a otros compañeros una serie de reuniones para preparar sus respectivos ensayos y presentar algunas exposiciones para sacar mejores notas.

-Hola, Judy.
-Hola, quería saber si ya tienes el grupo de estudio para el trabajo final.
-Creí que ya habiáis decidido entregar algo por tu cuenta.
-Al principio, pero no sé de qué escribir.
-Menudo embrollo, nosotros tampoco tenemos idea pero yo te colaboro en lo que sea.
-Gracias ¿Cuándo empezamos?
-Esta tarde en un café de Le Marais, si quieres te llamo para confirmar.

Judy sacó un papelito y después de anotar su numero telefónico lo entregó a Javier. El chico sonrió de inmediato.

-Vale, te marco pronto.
-Nos vemos, Javi.
-No te arrepentirás, te quedará un buen rollo. Adiós.

Ella agitó un poco su mano y volteó enseguida hacia atrás, descubriendo que Jean Becaud continuaba de pie en el pasillo y la observaba mientras Javier Luikin intentaba despedirse con un beso en la mejilla.

Judy habría deseado darle a Jean aquella notita con su número. Él se conformó con mirarla de lejos e irse, pensando que no volvería a encontrarla.