domingo, 29 de septiembre de 2013

Adiós, Tell no Tales


Las revelaciones de Luca Fabbri no le sentaron bien a Gwendal, que pasada repentinamente la emergencia por el loco tirador de la tarde, decidió salir a fumar. En la calle apenas había un par de negocios abiertos y no fue sino hasta entrar a una tienda en la cercana calle Duchesnay que halló una cajetilla de marca decente.

-Son 9€ - indicó el que atendía. Gwendal se disponía a saldar la cuenta cuando Bérenice Mukhin a su lado tomaba una caja de chocolates y recibía el anuncio de que el precio era mayor al del anaquel.

-Pero costaban 13€.
-El escáner dice que no. 
-¿Entonces por qué la etiqueta de allí dice que son baratos?
-Acabamos de cambiar el orden de los dulces, pero esos chocolates siempre han costado 20€.

La muchacha buscó en su chaqueta y guardó sus monedas.

-Disculpe - murmuró y con la cabeza baja dejó la caja sobre el mostrador. Gwendal volteó a verla.

-También quiero esto - señaló él tomando los chocolates y pagándolos en el acto. Ella se marchaba y Gwendal la alcanzó en la banqueta.

-No olvides tus compras.
-No, gracias. Son tuyos.
-Insisto.
-Olvídalo.
-Tómalo como la invitación de un amigo.

Ella agarró la caja y sonrió en agradecimiento. 

-Así está mejor.
-Los chocolates son para mi padre.
-Qué generosa.
-A él le gustan.
-¿Te cuento un secreto?
-¿Cuál?
-A mi hermano también le agradan.
-¿De la misma marca?
-No sé que les ponen pero son adictivos.
-Licor barato.
-Ha de ser.
-Te extrañé, tío Gwendal.

Él se sorprendió tanto por el abrazo que ni siquiera se le ocurrió preguntar la causa de que ella le nombrase "tío Gwendal" si no lo conocía y dudaba haber coincidido alguna vez.

-¿A dónde vas ahora?
-Me gustaría ir a casa.
-Te acompaño.
-¡Mi padre se alegrará por tu visita!

Gwendal volvió a desconcertarse y recargándose contra un poste, encendió un cigarrillo.

-Prometiste no fumar.
-Nada más en casa, afuera hago trampa.
-Acabas tres tabacos cuando sales y eso es diario.
-Sí... ¡Hey! ¿Cómo sabes?
-En uno de mis rondines descubrí que te detienes en la calle Dobrev o en el mirador de Nathalie.
-Qué observadora.
-Te vas a matar.
-Estoy consciente.
-Tu voz se enronquece y tu garganta se ha resecado poco a poco. Fumas mucho más de lo que puedo imaginar.

Gwendal se había percatado alguna vez pero no lo admitía: a menudo perdía la cuenta, sobretodo al mediodía y apenas contaba con un poco de control por la tarde.

-Ha sido un mal viernes - confesó ella.
-Concuerdo.
-¿Has sabido algo de Judy?
-No te conozco.
-Buena broma.
-No te recuerdo.

Bérenice lo miró con la pena de percatarse de que no estaba en el espejo, sino en el plano del Gobierno Mundial y del Gwendal con el que compartía el paseo sólo tenía una idea basada en un gemelo dimensional bastante más alocado. 

-"Confundí las dimensiones otra vez, prestaré más atención" - pensó.

-No he hablado con Judy desde hace más de una semana y su café está cerrado. - Señaló él, queriendo ser condescendiente.
-¿El café Le jours?
-Le jours tristes.
-Lo siento, no arreglé esa pieza.
-No tengo idea de qué dices pero yo ya sabía que ese lugar desaparecería.
-¡Pero Judy abrió el café por ti! 
-Te equivocas, el marido de Judy era el propietario.
-¿Judy Floost se casó? ¿Cuándo pasó? 
-Hace un año y algo, incluso se cambió el apellido, ahora es Judy Becaud.
-Judy te amaba.
-Ella conoció a Jean Becaud mucho antes que a mí.
-No puede ser, ella sólo tenía que encontrarte y no a alguien más, ustedes deberían estar juntos. 
-Me gusta como suena.
-En este mundo todo está al revés, hasta el valor de un chocolate corriente.
-He pensado lo mismo.
-Creo que llegué a arreglar las cosas cuando es tarde.

Bérenice mordió su labio inferior con reproche personal y observó a todos lados, segura de que se toparía con policías si continuaba con su rumbo.

-¿Podemos ir a la izquierda?
-No veo por que no.
-Subiremos escaleras ¿te importa? 
-No, tú me guías.
-Gracias, tío Gwendal.

Ambos se encaminaron al final de la calle y ascendieron con calma porque el reloj indicaba las nueve, aún temprano para tomar alguna taza de café como sugería él; la calle Brel estaba arriba y su local contaba con servicio exprés.

-Esta escalera nunca acaba.

Con tal comentario, Bérenice se tomó la libertad de apagar el cigarro que Gwendal tenía a la mitad y de paso detenerse ante un anuncio luminoso.

-Ta ma ra Di.. Didi er ... y Luc.. Luca Fab.. Fabbri: Histo.. ria de am.. am amor rota - pronunció ella torpemente.
-Detesto "Realeza".
-¿Por qué?
-Es personal.
-A mí me gusta.
-¿Por los chismes?
-Por lo fácil. 
-Esas cosas son para tontos, dudo que tú seas del grupo.
-No sé leer.

Gwendal arrugó los ojos, extrañado. Podía aceptar que a Bérenice le fuera necesario un gran esfuerzo para balbucear las sílabas con cualquier lectura y no por ello tenía derecho a juzgarla por tales dificultades, pero no saber leer era algo que no le creía.

-En lugar de gastar tu tiempo con "Realeza", deberías buscar alguna novela o un poco de filosofía.
-Tengo el libro de un tal Dickens, pero no lo entiendo.
-¿Cuál es?
-Oliver Twist.
-Es la historia de un niño huérfano y pobre ¿qué tiene de complicado?
-No tiene sentido porque no sé de qué habla el cuento o lo que sea y nunca he podido recordar una sola escena, como si jamás lo hubiese abierto. Si pudiera comprender o remitirme a una sola escena de Oliver Twist no tendríamos esta conversación, si alguna vez pudiese emocionarme con esas letras sabría que valió la pena, pero por alguna razón, no sé leer. 

Gwendal permaneció mudo ante tal revelación, asumiendo que "Realeza" estaba diseñada para no desgastarse pensando en el capítulo siguiente o en las relaciones entre personajes distantes; sólo se trataba de vender dramas presentados como grandes errores, situaciones que cualquier gente con mente burda encontraría familiares y  vulgaridades editoriales que se justificaban por la incapacidad del público para leer de verdad. No obstante, él se sentía atraído por el
uso que Bérenice le daba a una palabra como "remitir", misma que en sus labios se tornaba enigmática.

-¿Sabes qué significa "remitir"?
-Algo así como ... No tengo idea.
-¿Quién te enseñó esa palabra?
-Matt la decía a menudo.
-¿Matt? ¿Quién es?
-Matt Rostov, mi novio... Ex novio.

Bérenice volteó hacia el anuncio de la revista por ultima ocasión y Gwendal se dio cuenta de que a ella se le humedecían los ojos.

-Perdón... Terminé con Matt ayer - señaló ella por aclaración.
-No te preocupes.
-He venido a buscarlo pero se ha negado a escucharme.
-¿Por qué? 
-Ay, tío Gwendal, a veces actúo sin pensar.
-¿Qué ocurrió?
-Perdí su confianza, no preguntes más.

Bérenice y Gwendal continuaron observando la publicidad de "Realeza" durante unos minutos y pasado el efecto enganchante de la fotografía de Tamara, ascendieron en silencio hasta Brel, que resultó ser una manzana sin salida, de la que sobresalía su cafetería diminuta y claustrofóbica, lugar en el que ambos comprobaron que ni siquiera era recomendable flexionar los codos o intentar darse la vuelta. No saludaron y tomaron la carta.

-Quiero lo que él pida - ordenó Bérenice después de rendirse tratando de descifrar el menú.
-Yo beberé un espresso con vainilla, tú tienes opciones, mira.

Pero ella atisbó a Gwendal para recordarle con éxito su problema.

-Oh, lo siento, ah... Hay lattes, con jarabe de sabor, mousse, espuma de canela...
-Eso estará perfecto; espuma de canela por favor.
-¿Con chocolate o caramelo rojo? - preguntó el encargado.
-¡Caramelo!. 

Al lado de la barra se hallaba un revistero y a pesar de la advertencia de no llevarse las publicaciones se notaba que los clientes las hurtaban por costumbre.

-Hoy llegó "Realeza" pero igual alguien se la lleva - comentó el chico.
-Jure que nosotros no - respondió Gwendal.
-¿Qué más da? Los rumores atraen a la clientela, qué bueno que Tamara Didier ya no viene por acá.
-¿Por?
-Vivía aquí enfrente y siempre nos compraba café americano. Yo no sabía que era tan mala, mire que meterse pastillas en el embarazo...
-Sí, bla bla bla. 
-Es que una vez estaba contenta y nos presumió al tal Gwendal como si fuera un tipo de telenovela o algo parecido.
-¿En serio?
-La que sabe más es mi hermana, a mí no me interesó.
-Hasta que supiste lo demás.
-Esas mujeres son entretenidas pero sus rollos van y vienen, ahí tiene a Bérenice Mukhin que se va a un concierto y luego desaparece con un "famoso" sin que la "prensa" se entere. 
-¿Quién le dijo? - intervino Bérenice exaltada.
-Mi hermana trabaja en el Luna Palace y me contó; como medio personal vio todo pues ya es un secreto a voces.

Bérenice se sonrojó un poco y sintió el gesto interrogante de Gwendal enseguida. El encargado no tardó en cumplir con la orden y sus clientes en salir. Afuera soplaba el viento.

-Así que tu problema con ¿Matt? es una infidelidad.
-¿Y tú eres el Gwendal de Tamara?
-Me habían advertido que esta clase de encuentros se dan en esta ciudad pero hoy nos tenía qué suceder.
-¿Qué?
-Funciona así: coincides con alguien y resulta que tienen problemas en común y después de confesarlos o saberlos de alguna manera, se dan consejos y hasta se vuelven amigos.
-Oh, el viejo del muelle también me dijo.
-Estábamos en que ¿Matt? te retiró la palabra y por lo que escuché, él tiene motivos.
-A ti te engañó una mujer y abortó a tu bebé.
-¿Cómo pudieron?
-¡Por favor! ¡No nos fuimos con quienes se nos pegó la gana nada más porque sí! 
-En tu caso, eso parece.
-¡Tamara se dio cuenta de que no era bueno estar contigo!
-¿Matt se ganó lo que le hiciste?
-¡No!
-¡Pues yo no merecía lo de Tamara!
-Eso es diferente ¿quién permitiría que su hijo tuviera de padre a un papanatas?
-Justifícala, de todos modos apuesto a que Matt no es un imbécil pero el tipo con el que te fuiste, sí.
-¡Claro que no! Estuve con alguien muy gentil.
-¿Por qué? 
-Me hizo sentir bonita.
-Qué infantil.
-Pero no dejé de pensar en mi novio.
-Sí, cómo no.
-Y te hago otra apuesta.
-¿Cuál?
-Alguna vez, Tamara te tuvo demasiada fe y aún ahora le da por creer en ti.

Bérenice sorbió un poco de espuma y se cruzó de brazos, sospechando que Gwendal le cuestionaría otras cosas.

-¿Hojeaste "Realeza", verdad?
-La reviso a menudo, no me hace sentir tan mal.
-¿Eso es lo que sí lees?
-Practico mucho aunque me trabo.
-¿Tú has pensado en por qué captas chismes y no algo mejor?
-Oh si, casi todo el tiempo.
-¿Qué has descubierto?
-Soy ignorante.
-Eso se resuelve.
-Fui a la escuela.
-Al parecer no fue suficiente.
-He intentado ser menos estúpida pero se va volviendo difícil, Matt alguna vez me explicó que era por falta de comida, ¿qué tiene que ver el estómago vacío con ser o no idiota? Hay personas con hambre eterna que son más despiertas, entienden los discursos de Matt, lo alientan, lo apoyan y hasta le dan consejos; en cambio, yo lo miro sin poder saber por qué nunca he tenido una buena idea o no comprendo lo que él desea decirme. Matt está tan estudiado, tan seguro y no puedo alcanzarlo. De repente me siento pequeñita y busco la manera de quitármelo, así que siempre me encuentro a algún chico que no preguntará de dónde vengo o si soy inteligente o no y se irá como si jamás me hubiese conocido mientras me convenzo que con todo y que soy tontita, amo a Matt y por él intento leer, aunque no consiga otra cosa que comprender chismes.
-¿Le eres infiel a Matt por una cuestión intelectual?
-Me desespera ser ignorante y algo tarada ¿Debía contestar eso?
-No considero que seas tonta.
-¿Y si Tamara hizo lo mismo que yo?
-¿Perdón? 
-Tamara evitaba mirarte debajo del hombro pero también se exasperó; ella no quiso lastimarte pero se dio cuenta de que no estarías a su altura. La diferencia es que ella te abandonó y a mí me dejaron. Piénsalo.

Gwendal acabó el café de un sorbo y caminó junto a Bérenice de vuelta a casa, creyendo que ella se equivocaba al considerarse torpe. Él sentía que acababa de aprender algo y al final, era lo único importante.

Significado de "remitir": http://www.wordreference.com/definicion/remitir



jueves, 5 de septiembre de 2013

Una noche agitada (Fin de la serie)



Hammersmith 

Sandra Izbasa había pasado varias horas frente a su habitación cuando Adelina se dignó a salir junto a un chico que participó en el mundial de gimnasia como miembro del equipo varonil rumano. Ambos optaron por ignorarla y se fueron abrazados hasta el ascensor. La niña ahora planeaba una nueva travesura basándose en los chismes locales, así que compartió tal idea con su "ligue" y éste aconsejó conseguir los horarios de los programas de espectáculos que prácticamente saturaban los canales. Hammersmith contaba con una audiencia que adoraba el amarillismo y exigía marca personal a los famosos; hasta los políticos locales eran felices de protagonizar escándalos al lado de actores y actrices de televisión y los empresarios se dejaban captar por paparazzis sin importar que sus infidelidades o sus discusiones fueran la comidilla. El chiste era estar en boca de todos, salir en los medios a como diera lugar y claro está, traducirse en generar millonarias ganancias o inclinaciones electorales, cortesía del público conocedor, el que participaba en los comicios, encendía el televisor, comentaba en internet y compraba las revistas. En el Sur, se decía que la industria de la farándula en Hammersmith era monstruosamente poderosa. 

Adelina sin embargo, encontraba edificante saber que después de todo ella no era tan miserable: la ciudad le había enseñado que siempre habría alguien más ruin o más tonto a quien exponer, que la pobreza se medía en base al exhibicionismo y la moral era un concepto indefinido que dependía de los publicistas. En una Hammersmith donde los sueldos orillaban al hambre y a diario mataban a cualquier cristiano (o musulmán o judío) por haberlo cobrado,  había que reírse hasta que el estómago doliera porque aquella ministra de educación o ese stripper de la emisión nocturna poseían cerebro escaso y estando ebrios habían insultado a sus jefes. Mejor burlarse que llorar por la bancarrota o tirarse a la botella.

-¿Me invitarás un trago? - preguntó la niña a su acompañante.
-¿Qué se antoja? 
-Cualquier cosa con vodka.
-¿No eres muy joven para beber?
-¿No eres muy viejo para acostarte con pubertas?
-Te traeré algo suave.
-Si hay un televisor me avisas.
-¿La broma va en serio?
-Nunca juego con eso. Amo este lugar.

El joven se encaminó al bar del piso inferior, llevándose la sorpresa de que estaba lleno. Desde luego, la pantalla del
sitio estaba prendida y parecía comenzar un programa de entrevistas muy atractivo ya que los otrora gritones y desordenados clientes se aferraban a permanecer en la barra guardando un silencio expectante.

-¡Adelina, ven! - exclamó el muchacho.
Ella forcejeó un poco con la gente y se colocó al frente. No demoró su novio de ocasión en entregarle una copa con una bebida roja pero al probarla, Adelina supo que no había un solo rastro de alcohol y furiosa miró al muchacho que sólo encogía los hombros y decía "ni modo".

-Tacaño - respondió la chiquilla que justo después conoció al invitado del show que se disponía a examinar.

-"¡Le damos la bienvenida a Luca Fabbri!" - gritaba la conductora y el público del estudio aplaudía insoportablemente pero con el entusiasmo que producía el morbo, las caras eran similares a las de gatos curiosos y las posturas asemejaban la de un cazador a punto del ataque.

-"¡Luca, enorme placer verte!"
-"Gracias por invitarme"
-"Toma asiento, qué gusto la verdad contar contigo esta noche, hay mucho de qué hablar"
-"Vengo dispuesto a platicar de todo".
-"¡Nos va a contar todo, querido auditorio!".
-"¿Por dónde comenzamos? Tengo entendido que ya doy la nota".
-"¡Espera un poco! Lo tuyo acaba de salir".
-"Ha sido catártico, en el pasado debí hacerlo pero la sanción se ha levantado y bueno, gané la demanda en su momento.
-"¿Qué te motivó a hablar ahora?"
-"Terminar con un período muy difícil y reivindicarme con el público y el deporte".

Adelina pensó que el dinero y nada más interesaba al entrevistado, pero prefería escucharlo antes de sacar una conclusión inmutable.

-"He leído tu charla con la revista española 'Realeza' y me ha dejado boquiabierta ¿Cómo fue que los federativos te sugirieron recurrir al doping para ganar el oro de Atlanta '96?"
-"Había una cantitad bárbara de millones en juego y coincidió con una época en la que mi rendimiento bajó drásticamente, yo competía demasiado al año, el "Giro" y la "Tour" eran mortales, no pude ir a una "Vuelta" y eso me mermó totalmente, cuando vino la temporada fuerte no me sostenía, terminaba las prácticas fundido y despertar era impensable. Una ocasión se acercó el presidente de la federación de ciclismo y me dijo 'mira muchacho, no te ves bien, te noto desubicado desde la Tour y tu desgano ya es grave, pero no te preocupes, ya encontramos la solución, ve con el doctor Giovanni Piresi, te va a dar unas vitaminas', yo no pregunté ni qué me iba a tomar. Como vi que otros pasaban por las inyecciones con tanta confianza, me dejé llevar; fui un tonto".
-"Entre los atletas que mencionas están varios futbolistas, muchos eran amigos tuyos y ahora 'si te vi, no me acuerdo', ha de ser duro".
-"La FIFA y los clubes protegen mucho al jugador, negocian sanciones; el ciclista en cambio está indefenso, la gente asume que uno recurre a sustancias por vulgar tramposo y no siempre va por ahí".
-"El doctor Piresi era muy famoso en Italia".
-"¿Cómo no? pero pocos sospechaban que sus medicamentos eran ilegales; nos juraban que era un nutriólogo".
-"¿Nunca sospechaste?"
-"A mí siempre me aseguró que tomaba B-12, confié en su palabra."
-"Lo que más me sorprende es la mente detrás del 'complot' del que te consideras víctima".
-"No me considero, fui y soy víctima  hasta hoy. Eso es un hecho".
-"Hagamos memoria: En el '96 eras candidato a ganar los cincuenta kilómetros en Atlanta y eras la imagen de la delegación italiana".
-"También tenía que cubrir muchos contratos, tú sabes: firmas de autógrafos, publicidad, eventos.. La campaña de una marca de autos era la más lucrativa... Era una pesadilla, nunca respetaban mis entrenamientos".
-"En la entrevista has declarado que tu novia de aquél entonces te presionaba para aceptar contratos y ganar tus eventos porque los patrocinadores te pagarían más ¿no llegaste a decirle 'oye, no soy una máquina'?"
-"Claro, todo el tiempo, pero ella insistía. Es horrible ser controlado y tenerle miedo a una persona, me tomó bastante tiempo y una terapia recuperarme... Es duro".
-"En una parte has confesado que hay una sola cosa que quisieras cambiar y esa es tu relación con la mujer de la portada, de hecho te niegas a llamarla por su nombre".
-"Cuando platiqué con 'Realeza' no estaba listo para nombrarla, no sé, ella realmente hizo cosas inaceptables, es una mala persona".
-"¿Ahora estás preparado?"
-"Considero que sí"
-"¿Quién es ella, Luca? ¿Por qué te hizo tanto daño?"
-"Me cuesta un poco".
-"Toma tu tiempo"
-"Es complicado".
-"¿Alguna vez quisiste hacer como que no la habías conocido?"
-"A diario lo intento".
-"¿Te parece bien si vamos a una pausa?"
-"Por favor"
-"De acuerdo. Estimado auditorio volvemos después de unas menciones comerciales. El invitado de hoy es Luca Fabbri y continuaremos platicando sobre sus revelaciones".

Durante ese corte, Adelina no dudó en expresar que Luca Fabbri estaba en bancarrota, pero aquello era obvio. Lo que importaba era conseguir la dichosa revista que anunciaban en el programa y sumergirse en el chisme enterito para calcular cuánto valía la dignidad de un ciclista fracasado y qué clase de absurdos se necesitaban admitir o inventar para seguir sacando dinero de quienes se dejaran. Esta clase de circunstancias eran una verdadera escuela para Adelina.

-Andando - dijo ella a su chico - Tenemos trabajo. 

Él la siguió sin más, el stand de prensa estaba en la planta baja y con poco dinero podía adquirirse un buen surtido, incluyendo la mismísima 'Realeza' que era especialmente tentadora al encontrarse a mitad de precio respecto a Tell no Tales.

Simultáneamente, Thomas regresaba al hotel con Carlota mientras Tamara leía desconcertada el artículo donde Fabbri admitía sus problemas de doping pero anteponía su perpetua condición de maltratado y alegaba sentir presión constante.

-Sana y salva - saludó Thomas - Ya puedes regañar a mi sobrina, estaba vagando en la isleta de enfrente.
-Estaba patinando, no vagando - añadió Carlota.
-Como digan - contestó Tamara con apuro.
-¿Todo bien? 
-Ah, Thomas ¿podrías llevar a Carlota a tomar algo o lo que sea?
-¿Estás segura de que nada pasa?

Tamara enseguida se revolvió entre la gente que observaba el monitor del lobby no sin antes cerrar la revista y Carlota optó por seguirla.

-¿Te puedo ayudar en algo?
-No, niña, mejor descansa.
-¿Qué es esto?
-Una revista calumniosa, nada importante.
-¿Me la das?
-Sí, haz lo que quieras, rómpela, quémala, eh, da igual.

Carlota abrió los ojos como plato y se dispuso a enterarse de lo que inquietaba a su maestra.

-"Volvemos del corte comercial y le preguntaba a Luca Fabbri estos minutos si había decidido contarle todo a 'Realeza' y me ha sorprendido diciendo que no" - Se escuchó en el lobby, ocasionando que Tamara pidiera que se aumentara el volumen. Poco tiempo transcurrió cuando Adelina llegó al lugar y percatándose de que Carlota tenía el material que le interesaba, no dudó en arrebatárselo.

-¡Oye, la iba a abrir apenas! ¡Ni la portada he visto!
-Cállate y ve la tele.
-¡A mi nadie me calla!
-Lo mismo que lees en la revista lo escucharás ahora, no llores.
-¡Ay, te odio!
-Entre más lo dices más me agradas.

Carlota suspiró enojada y se cruzó de brazos, ignorando por completo que Tamara se ponía pálida y miraba al suelo, como si recordara algo muy importante.

-"Después de la medalla vino un cambio radical en tu vida".
-"Por lo sorpresiva, creo".
-"Comenzaste a ir a programas de televisión...".
-"Lo sigo haciendo".
-"Ja ja ja, eso es verdad".
-"Con ese oro empezaron mis problemas".
-"Pero no era malo al principio, declaraste que ganabas dinero, la gente te quería, pudiste comprar una casa y planeabas casarte con tu novia que era una mujer preciosa y muy exitosa". 
-"Eh... Es cierto, era una etapa muy buena, parecía irme tan bien que no preví nada".
-"¿Pensaste que esa prosperidad te duraría?"
-"Fui muy ingenuo en confiar en que todo funcionaba, ¿entiendes? Me gustaba que la gente me viera y pensara: 'Este tipo tiene la vida perfecta', pero era lo contrario, a espaldas del público era un infierno".
-"En 1998 realizabas el Giro d'Italia cuando nos enteramos de que habías omitido unos controles antidoping previos a la competencia y te forzaron a pasar por el test en el que sale por primera vez un rastro de EPO ¿Es correcto?"
-"Así es".
-"En aquel momento aseguraste que era un falso positivo, que confiabas en la segunda prueba, pero se confirmó el resultado. Empieza un escándalo tremendo, pediste disculpas al por mayor, te retiran los patrocinios y se destapa el pastel cuando Giovanni Piresi confiesa que no te suministraba vitaminas, ¿Cómo tomaste esto?"
-"Me sentí traicionado porque, te digo fue una estupidez mía, yo ignoraba lo del EPO".
-"Lo que más llamó la atención en su momento fue que exonerabas a tu novia a pesar de que encontraron la sustancia en su casa, incluso en el juicio alegaste que ella desconocía lo que sucedía, igual que tú".
-"Ojalá no hubiera mentido en eso"
-"¡Explícame!"
-"Antes de acabar en el juzgado, Piresi me visitó y quiso que firmara un documento exculpando a mi novia, me dijo que eso haría todo más fácil".
-"¿Por qué tanto interés en ella?"
-"Piresi dijo que el COI tenía detectada una irregularidad en unas muestras de ella y pensaban ligarla a mi caso".
-"¿Por qué?"
-"Piresi también era el médico que la atendía".
-"¿Supiste que irregularidad era esa?"
-"Ella dio positivo en anfetamina y parece que cuando la consumió... Me enteré que estaba embarazada, por eso prendieron las alarmas en el COI".
-"¿Ella se drogaba sabiendo su estado?".
-"Sí"

Adelina alzó la ceja y rió de gusto.

-Con una historia así, hasta yo vendería mi alma por el dinero que le van a pagar a ese bocazas - sentenció. La entrevista continuaba.

-"¿Por qué ella tomaba esas pastillas?".
-"Durante años las consumió para no subir de peso, cuando se fue a Nagano a competir ya tenía las doce semanas y noté que había aumentado un par de tallas, no le pregunté nada. Del embarazo supe después cuando mi doping positivo".
-"¿Por qué ella no te contó lo del bebé en camino?"
-"Las cuentas no iban a cuadrar".
-"¿Qué dices?"
-"Hice memoria: si en febrero ella cumplió las doce semanas, yo no era el padre, así de simple".
-"¿Qué?"
-"Yo llevaba cinco meses sin verla por estar en la bicicleta, viajando, étc. Obviamente le pedí una explicación pero su abuela dijo que durante mi ausencia ella había recibido la visita de un tal Gwendal Mériguet que supuestamente era un 'amigo'. Con eso todo me quedó claro, me quité la venda de los ojos".

-¿Gwendal? - preguntó Carlota - Oye, Tamara ¿tienes idea de qué están hablando?

Pero Tamara se había marchado.

-"¿Tú sabías algo de Gwendal Mériguet antes de esta situación?"
-"Fue pareja de mi ex, ella solía platicarme sobre él muy de vez en cuando, supuestamente ya no se veían".
-"¿Sospechaste que él fuera el padre de ese bebé?"
-"Mi novia lo aceptó porque ya se había deshecho del problema"
-"¿Cómo? ¿Ella no estaba encinta?"
-"El bebé le estorbaba y lo abortó después de Nagano porque Piresi se lo recomendó; te repito que ella consumía anfetaminas y no las dejó".
-"Nagano celebró olímpicos de invierno ese '98 si no me equivoco ¿entonces ella participó con el embarazo en curso y encima las anfetaminas?"
-"Exacto"
-En 'Realeza' señalaste que el COI ya no la persiguió pero no dijiste el nombre de la competidora involucrada, aunque si escarbamos un poco, más de uno ya sabrá de quien se trata. ¿Ahora podrías mencionarla para el auditorio que no sabe o no lo recuerda?".
-"Me ha tomado cuatro años"
-"¿Sí puedes?"
-"Era Tamara Didier"

Carlota terminó de abrir la boca con esto. Adelina a su lado reafirmaba su cínico beneplácito.

-Ahora entiendo por qué a Tamara no le gusta soltar la sopa. Yo que ella, reclamaba mis regalías. Veré qué hacer con este drama, a mí los billetes no se me escapan.

La joven Liukin habría seguido en el lugar de no ser porque le dio por pedirle a su tío Thomas hallar a Tamara afuera. La última estaba a la orilla del río, mirando al horizonte.

-Aquí está.
-¿Hablo con ella por ti?
-No lo sé.
-Pienso que no debemos meternos, Carlota.
-¿La podemos esperar?
-Es más adecuado.

Pero Tamara en medio del sollozo oía sus voces.

-¡Bien, Carlota! Ahora ya sabes que soy una rata... Sólo para completar: Luca Fabbri, por chismoso, también lo es. ¿Sabes por qué encontraron el EPO en mi casa? Porque contraté al tal Giovanni Piresi para doparlo, porque si el imbécil llegaba a esa estúpida carrera de cincuenta kilómetros iba a echarlo todo a perder. Soy una horrible persona pero vi a mi alrededor y Gwendal no tenía siquiera un centavo en el bolsillo, estaba desempleado, lo acababan de correr del lugar donde vivía y no quise prestarle dinero porque no parecía que él llegaría a progresar o hacer algo de su vida, comencé a pensar que no era bueno tener un novio con tantos problemas y lo dejé.
-¡Pero lo amabas! ¿verdad?
-¡Ay, Carlota piensa! Fabbri tenía fama, propiedades y una buena cuenta bancaria, nadie vive de amor y aire. 
-Fabbri no era invencible, Tamara.
-Yo quería que lo fuera, pero en el peor momento se le ocurrió dejar de rendir y lo presioné durante dos años para que se aplicara las inyecciones de esa basura. Con el dinero de las ganancias nos íbamos a casar y esas cosas que todo mundo sueña con hacer, pero se me ocurrió cambiar de entrenador y de colofón recibir a Gwendal en mi casa... Ingo Carrol me pidió que abandonara a Fabbri porque yo no lo quería. No le hice caso y mi abuela me aconsejó cerrar la boca para fingir que nada estaba sucediendo pero en Nagano descubrí que estaba embarazada. Interrumpí de golpe las anfetaminas y cuando patiné mi programa libre sufría de síndrome de abstinencia y ni siquiera me esforcé en concentrarme, tenía mucho miedo. Viste el video con el ridículo que hice... Yo no supe qué hacer, si fallaba en el mundial del mes siguiente perdería mis campañas publicitarias y Piresi detectó que mi bebé no estaba bien, me comentó que tendría muchas dificultades y entonces en vez de intentar hacer algo por mi hijo, le conté a Haguenauer y me acompañó a abortar.

Tamara se sentó en la arena, aprovechando que anochecía. 

-Luego vino lo de Fabbri en el Giro d'Italia. Pagué su abogado, testifiqué a su favor, me hice cargo de sus cuentas y cuando perdí la vista, me dio la espalda. 
-¿Le avisaste a Gwendal?
-Era mejor que no supiera.
-¿Qué pasó después?
-Me quedé en la calle, sola. Zhenya me encontró y me convenció de ir a Tell no Tales. Luego me reencontré con Gwendal y pensé: "tendremos una oportunidad, no volveré a hacerle daño" pero él se enamoró de Judy. ¡Todo me salió tan mal!

Tamara se recostó finalmente. A su alrededor escuchaba murmullos, voces mal intencionadas y a todo Hammersmith hablando de ella. Por su mente estaba Gwendal, pero presintió que él buscaría la manera de alejarse de ella.



domingo, 1 de septiembre de 2013

Una noche agitada (Tercera parte)



Tell no Tales

Edwin Bonheur entró al apartamento de Ricardo Liukin a través del reflejo de la ventana y se percató de que aquél hombre lo miraba desde su sitio en el suelo.

-¿Se encuentra solo?
-Técnicamente estuve viviendo con mi hermano en el departamento de al lado.
-Pensé que este lugar estaría vacío.
-No mientras yo esté en la ciudad, Edwin.

Éste último se acercó y se sentó al lado de Ricardo, creyendo que le preguntaría por su forma de llegar. El aspecto de ambos era de franco cansancio pero el de Edwin delataba el desvelo y la mente ocupada en cosas que parecían triviales y no lo eran.

-¿Ya vió? La maestra de mi hija salió en la portada de "Realeza". Gwendal está muy molesto y yo no he deseado hojear la revista siquiera.
-A lo mejor se trata de un pedazo de veneno.
-Lo mismo creí de Zooey Izbasa y resultó ser cierto.

Edwin tomó el ejemplar pero no lo leyó por imaginar la reacción de Carlota si llegara a enterarse de lo expuesto. 

-¿Qué lo trajo por aquí?
-Avisarle que Adrien está a salvo.
-Ya me había enterado.
-Ah, vaya.
-Al fin le contaré a mis nietos sobre el día en que recibí una llamada desde Poitiers. 
-Es digno de presumirse desde el punto de vista social, si lo quiere ver así.
-Es más honrosa la anécdota de Bérenice Mukhin preguntando por mí en el teléfono.
-¿Disculpe?
-Ella asegura que va a sacarme de Tell no Tales y me obligó a avisarle a Tamara que la veré mañana. 
-¿Ella mencionó algo más?
-No fue muy específica.
-Bérenice...
-¿Qué iba a decir?
-Nada... Dejémoslo así.

Ricardo agitó su cabeza, pensando que Edwin omitía su punto de vista sobre la pandillera que enloquecía a la ciudad.

-Me pregunto que pensaría un hombre como usted de esa chica tan rara.
-No podría tener un punto de vista neutral.
-Por favor, no la conoce más allá de las noticias.
-Bérenice es poco prejuiciosa o eso se deja percibir en su imagen pública.
-Hoy sacaron el video del concierto de anoche, la señorita se enfiestó en serio.
-Lo creo a ciegas.
-Todos los chicos estaban felices de verle las bragas, si yo fuera veinte años más joven...
-¿Cambiamos de tema? Me disgusta hablar de ella.

Ricardo se sorprendió por tal brusquedad, al grado de excusarse. Edwin no parecía prestar atención y reclamaba con enojo desacostumbrado.

-No sé por qué las ocurrencias de esa mujer le causan interés a los demás.
-Sólo fueron un par de comentarios.
-Si ella se levantara el vestido ¿qué? Busca llamar la atención a como dé lugar y luego ve a las jovencitas imitándola, hasta el mismo peinado traen y las peores son las que se pelean por decidir si el labial es rojo quemado o tono grosella con café o si los vestidos de tela barata son más cortos o más escotados.
-Es una moda pasajera, no hay de qué exaltarse.
-Usted no conoce a Bérenice, ella es tan vanidosa que con tal de seguir de boga es capaz de salir en prendas color carne o tatuarse cualquier cosa en las piernas. 
-¿Cómo está tan seguro? Ella suele pelear con la policía y protestar.
-¡Por favor! Matt Rostov hace el trabajo mientras Bérenice se dedica a ... 

Edwin iba a añadir "serle infiel" pero recapacitó y miró a la terraza con desdén arrojando "Realeza" a su lado izquierdo. 

-¿Usted la ha tratado?
-Señor Liukin, yo estoy obligado a ser sincero con usted.

Ricardo tragó saliva mientras Edwin sacaba un sobre postal arrugado de su bolsillo, contemplándolo dubitativo.

-Quise enviarle esto por correo.
-¿Por qué no lo hizo?
-Las cosas cambiaron de repente.
-¿Cómo?
-Tuve un imprevisto y después me di cuenta de que ese mensaje era más bien para Carlota. 
-¿Por qué le escribiría? 
-No he podido disculparme con ella y al paso que voy, nunca pasará.
-Debo recordarle que usted ya le pidió perdón.
-En la conferencia del otro día fui muy impulsivo, Carlota merece algo mejor.
-No va a acercarse a mi hija por ahora.
-Tampoco deseará que hable con usted.
-¿Qué clase de información hay en esa carta?
-No debe preocuparle el papel, sino la razón por la que no lo mandé.
-Oiga, sé que mi hija se enamoró de usted.
-Me abruma.
-Supe lo que pasó la noche que Carlota se marchó.
-Me extrañaría si no.
-Mi sobrino Javier vio casi todo. 
-Qué bueno.
-Es duro enfrentar que mi niña ya no lo es tanto y siente una clase de amor distinto a la familia, a mí mismo. A otros padres les da un ataque al corazón al conocer al primer vago que su hija les presenta pero ¿por qué conmigo tenía que ser tan diferente? ¿por qué así, por qué usted?
-Me gustaría darle una respuesta pero no la tengo.
-Carlota no necesita una carta dolorosa, sino la verdad, Edwin. Usted siente por ella la clase de aprecio que me espanta porque ya lo viví. Usted posiblemente se casará y tendrá una vida aparte, pero sabemos que Carlota llegará a ser adulta más temprano que tarde. El problema no es presente sino el futuro.
-No tengo tanto tiempo por delante.
-El suficiente para esperarla, sí.
-Entonces le romperé el corazón porque jamás perderé la cabeza. Mi oportunidad de sentir de esa forma ya pasó, hallé al amor de mi vida hace tiempo.
-¿Carmen Irons?
-Daría todo porque fuera ella y es justo por eso, Ricardo, que yo anhelo ser tan sincero ... La impresión que doy de que soy capaz de enamorarme de Carlota en cualquier momento es porque conocí a una mujer muy parecida. Su hija me la recuerda y me hiere mucho.

Ricardo pensaba "¿qué me está diciendo?" y enfurecía repentinamente hasta límites desconocidos. Deseaba callar a ese idiota pero necesitaba un pretexto atrozmente fuerte.

-Carlota no es copia de nadie.
-Hay un ser en el universo a quien tu hija emula sin saber.

Edwin se desconcertó por comenzar a hablar de tú. La pauta estaba dada.

-¿Quién es? 
-Vas a matarme.
-¿Cómo quién actúa mi niña?
-Aún puedes cambiar las cosas, yo hablo del pasado.
-¿A quién te recuerda Carlota? 
-No quedará nada de nuestra amistad, Ricardo. Sólo pediré que me perdones.
-¡Dilo de una vez!
-Estoy a punto de no atreverme.
-¡No tienes palabra! 
-Está bien, espero que me eches después.

Edwin observó el reflejo de las puertas cristalinas de la terraza y bajó la cabeza cuando balbuceaba:

-Lo siento mucho pero sería un traidor si no admito que tu hija Carlota es prácticamente idéntica a Bérenice Mukhin.
-¡Mientes!
-Ojalá fuera una falsedad.
-¡Carlota no se parece a nadie!
-Juro que tu hija sólo me agrada pero cuando la veo no puedo evitar pensar en Bérenice Mukhin.
-No, no es posible.
-Ricardo: Lo grave no es que Carlota sea igual, sino que Bérenice es la mujer que amo.

Guardando silencio, Ricardo Liukin creyó ser atacado por una jaqueca similar a la que provocaría un aneurisma a punto de reventar. Simultáneamente, la  mente no cesaba de darle vueltas con posibilidades tales como que Edwin había conquistado a Carlota a propósito o que se había aferrado a encontrar en ella afinidades inexistentes con tal de mantener viva una obsesión amorosa. De suerte no había un revólver cerca pero Ricardo pronto resolvió irse a los golpes y se arrojó a Edwin sin piedad, dispuesto a asesinarlo si fuera necesario. El otro hombre no se defendía y mucho menos reclamaba porque la lacerante memoria de Bérenice Mukhin en sus brazos lo mantenía vivo, no obstante Ricardo adivinara aquella evocación e incrementara su inclemencia.

-No mandé la carta porque me topé con los Rostova  antes de llegar a la oficina postal - reveló Edwin con la voz apagada -Pero también perdí el control. Estaba pensando en ese instante cuando Carlota me besó y la rechacé. Yo no tengo interés en tu hija pero me siento culpable porque al estar con Bérenice entendí que hice el amor con la persona más cercana a Carlota que encontraré jamás. 

Ricardo reaccionó con el doble de empellones, no cesando hasta que Edwin finalmente se desmayó. 

Bérenice Mukhin contemplaba desde su lado del espejo, inmóvil y horrorizada por la escena, con el remordimiento de no poder ayudar al herido y sobretodo con un dolor sordo en el corazón porque Ricardo nunca comprendería que era de ella de quien el hombre tendido se había enamorado locamente y no pretendía sustituirla por una Carlota que corría con la desgracia de ser su versión en un mundo más intrincado y cruel, donde una mala broma del tiempo la obligaba a reprimir sus sentimientos pero que paradójicamente le traía algo bueno: la libraba de tener que competir con el recuerdo del amor más puro que Edwin atesoraba y cuya inmensidad era el alimento de su alma.