sábado, 14 de mayo de 2016

Unos amigos


Para mi amiga Claudia, una súper fan de Niko Kovac.

Tell no Tales.

En la Estación Central de Policía era día de entrevistas y Maddie Mozer anunciaba a las aspirantes a asistentes de Lleyton Eckhart mientras este revisaba unos papeles que requerían su firma.

-La señorita Muriedas llegó.
-Dile que pase, Maddie.
-Claro... Adelante, señorita Muriedas, suerte - sonrió la mujer y cerró la puerta, un poco preocupada de que Lleyton no tomara un descanso.

-Siéntese por favor, ¿señorita?
-Claudia Muriedas.
-Claro ¿qué se le ofrece?
-Vine por el trabajo.
-Por la entrevista.
-Sí.
-Leí que labora en Industrias Izbasa como publicista.
-Publicista gráfica.
-¿Carteles?
-Logotipos.
-Interesante... ¿Estudió semiótica?
-Y una maestría en diseño gráfico.
-Honestamente no comprendo por qué envió su currículum si no tiene nociones del sistema judicial.

Claudia Muriedas se hallaba tensa y perpleja de comprobar que Lleyton Eckhart había leído su historial y le prestaba atención pese a ocuparse de sus propios pendientes.

-Verifiqué las referencias que proporcionó, me confirmaron su puntualidad y disposición al trabajo grupal.
-Mi empleo es exigente.
-¿Cada año rediseñan la imagen de los productos? Debe existir mucha presión.
-Compito con varias propuestas
-Esto no es una carrera.
-Cada vez que nos solicitan renovar la imagen de un producto, debemos analizar el rango de edad de consumo, tendencias de moda y colores que le podrían agradar al público...
-¿De qué serviría si se convierte en mi asistente?
-Aprendería a trabajar a su ritmo y  tal vez la fiscalía tendría un sello.
-¿Para qué quiero un sello? Todo va firmado por mí y la policía tiene un logo oficial, así que no sé que la trajo a mi oficina.
-Disculpe por quitarle el tiempo, creo que no soy la persona adecuada.
-¿Qué le gustó de la vacante?
-El horario.
-¿Por qué?
-Es que el sueldo es mejor que en Industrias Izbasa y se trabaja menos horas.
-Lo entiendo más.
-Me gustaría llevar los documentos, contestar el teléfono y arreglar las citas.
-No es interesante.
-El puesto tiene más futuro, tal vez en dos años o tres llegaría a la división de Crímenes de Arte.
-¿Por qué apoyaría sus aspiraciones? Está en la oficina equivocada.
-Lo siento.
-Señorita Muriedas, yo necesito una persona comprometida con mi ritmo de trabajo y la confidencialidad que amerita, manejo información delicada y mi intermediaria no puede buscarme como una referencia laboral infalible. Quien lo lamenta soy yo. Le sugiero mandar sus datos al teniente al mando de la unidad de arte, podría interesarle. Buenas tardes.

Claudia se levantó con pena y abandonó la oficina, pensando que había cometido un error al exponer sus intenciones; Lleyton Eckhart buscaba a una asistente incondicional. Al exterior, aguardaban algunas personas entre secretarias y estudiantes de leyes y la chica optó por salir y dirigirse a la cantina de Don Weymouth, en donde alguien la esperaba.

Tal y como había predicho Evan Weymouth, la señorita Sandra Izbasa comenzaba a hacer acto de presencia en la taberna a la hora de la comida, acompañada por un grupo de jovencitas que bebían el doble pero no compartían sus presiones. Por más que se esforzaba, a Sandra no se le daban los encuentros públicos y en privado lidiaba con espías que informaban a sus padres todo lo que hacía. La gente la tachaba de mal peinada, mal vestida y despistada porque no aprendía el protocolo y en la escuela se le exigía formar parte de los comités altruistas y los equipos académicos. A Evan le daba risa verla intentando relajarse con agua mineral y terminando con un jarro de salkau al que miraba con desdén.

-¡Claudia, ven!- exclamó al ver a la chica Muriedas entrar después de un largo rato - Cuéntame todo.

Claudia se aproximó y tomó asiento a pesar de la indiferencia del resto del grupo.

-¿Lleyton te dio el trabajo?
-Me fue mal, Sandra.
-¿Qué pasó?
-No cubro el perfil.
-Qué lástima, pensé que te lo daría.
-Es que le dije que quiero entrar a crímenes de arte.
-Lleyton es muy exigente.
-Nada perdí con intentar.
-No te preocupes, hablaré con él.
-No, qué pena.
-No hay problema, te mereces ese puesto.
-No sabría agradecértelo.
-No creo que encuentre a alguien mejor, vamos de una vez.
-¿Segura?

Sandra se colgaba el bolso cuando una risa escandalosa llamó su atención: a Bérenice Mukhin le había estallado un recipiente con salsa de tomate en las manos y salpicó a Kovac, que en lugar de tomarlo a mal, bromeaba al respecto.

-¡Es Kovac! - exclamó Claudia desde su sitio - Siempre quise conocerlo ¿Lo saludamos?
-Yo estaría furiosa si alguien mancha mi ropa - replicó Sandra.
-Pero qué lindo ¡hasta ayuda a limpiar!
-No te quedes embobada.
-¿Vamos por el empleo, verdad?
-Luego te presento a Kovac, de seguro me recuerda por mi hermana.

Sí, Zooey Izbasa había sido novia de Kovac por un brevísimo tiempo y después de recordar la anécdota, Sandra fue detrás de Claudia, tropezando con un mensajero que no le prestó atención.

-¡Servicio de entrega para la señorita Bérenice! - exclamó el hombre y la chica de la barra contestó con un "¡hola!" largo y desgarbado, examinando sus obsequios de inmediato.

-¡Qué rosas tan lindas y qué ricos caramelos!
-¿Me firma de recibido por favor?
-Ay claro, un garabato ¿Sabe quién mandó esto?
-No tiene tarjeta.
-¡De seguro fue mi Luiz! Siempre me da cosas bonitas.
-Tenga un buen día, señorita.
-Muchas gracias ¿no quiere una hamburguesa? ¡Celebramos que tendré un bebé!
-No pero felicidades.

El mensajero se alejó y la joven se avocó a degustar los dulces, invitando a Kovac y olvidando su desastre. Sandra y Claudia pasaron junto a ellos pero, mientras una no resistía las ganas de conocer al famoso, la otra se llevaba la sorpresa de que al salir, vería a Lleyton Eckhart dándole propina al chico del servicio de entregas.

-Claudia ¿viste? ¡Lleyton le mandó un regalo a esa mujer! ... ¿Dónde andas? ¡Te dije que luego te presentaba a Kovac!

Sandra hablaba para sí misma y volvió al interior, pero desalentada por el entusiasmo de su amiga, se retiró de nueva cuenta y se acercó a un desprevenido Lleyton que desde lejos observaba lo que sucedía al interior.

-Hola, Lleyton.
-Oh, hola.. Buenas tardes.
-¿Viniste por un trago?
-No y tú no deberías preguntar por estas cosas.
-Estuve con unas amigas pero no me hicieron caso.
-Cambia de compañía.
-Estoy esperando a una chica que se quedó embobada con Kovac.
-Tienes derecho de irte.
-Sería grosera, yo la saqué del trabajo hace rato.
-Existió una razón.
-Es que me dijo que quería ir a tu entrevista y creo que no funcionó.
-¿Le dije que no?
-¡Dale una oportunidad!
-Si ella no me convenció, dudo que cambie mi opinión.
-Ella es genial.
-Tomé una decisión.
-Pero te ayudaría mucho, es muy responsable.
-¿De quién se trata?
-De Claudia Muriedas, de Publicidad en Industrias Izbasa.
-Mi respuesta fue no.
-Te conviene.
-Dile a tu amiga que busque otro puesto.
-Necesita ayuda.
-No la mía, lo siento.
-Disculpa.
-Por cierto, creo que Kovac está incómodo.

Sandra volteó hacia la cantina y distinguió a un sonrosado Kovac que firmaba un autógrafo y sonreía nervioso. Claudia lo había llenado de piropos y Bérenice interpretaba el papel de casamentera para convencerlos de salir una vez.

-Sandra, me retiro, me reclama la oficina.
-Comprendo.
-Con tu permiso.
-Propio.
-Lo lamento por tu amiga.
-Descuida.
-Preguntaré si hay vacantes en algún departamento.
-¿Lo harás?
-Es una atención que tendré contigo.
-Gracias, Lleyton.
-No prometo...
-Está bien, adiós.
-Nos vemos.

Lleyton miró a Bérenice y como ésta conversaba con Claudia, le pareció momento de hacer algo arriesgado.

-Sandra.
-¿Qué pasa?
-Avísale a la señorita Muriedas que se presente en mi oficina a las ocho de la mañana.
-¿De veras? ¿Te acuerdas de ella?
-Me urge una asistente y parece que tiene iniciativa.
-¡Sabía que te convencería!
-Adviértele que está a prueba.
-¡Muchas gracias!
-Pídele que no acose a Kovac.
-Trato hecho.
-Es que lo veo con frecuencia.
-¿Te visita en la oficina?
-Para sacarme de ella.
-Le diré a Claudia, adiós.
-Adiós, Sandra

Sandra cruzó la calle y se introdujo en el local, sorprendiendo a Bérenice y Claudia en plena charla sobre un Kovac que se había alejado un poco.

-Esa sonrisa es un sueño ¿siempre anda por aquí? - preguntaba Claudia.
-Casi todos los días, es que está grabando unos comerciales y le queda de paso.
-Con razón se ve más delgado.
-Interrumpo, perdón - intervino Sandra - Nos tenemos que ir, Claudia.
-Ay, es cierto, me van a regañar.
-Ni te preocupes ¡Lleyton te dio el empleo!
-¿Qué?
-Hablé con él y estás dentro.
-¡Qué emoción! Bérenice apenas me había dicho que lo iba a convencer.
-¿Bérenice?
-Ella.
-¿La cantinera?
-Lleyton es cliente aquí.
-Eso explica las flores.
-¿Cuáles?
-Divago... Señorita - dirigiéndose a Bérenice - ¿De dónde conoce a Lleyton?
-De aquí - contestó la interpelada - Un día vino por salkau.
-Ya veo, lindas rosas.
-¿Verdad? ¡De seguro las compró mi Luiz adorado!
-Fue Lleyton.
-¿Qué dijo?
-Nada, Claudia y yo nos vamos.
-¡Vuelvan pronto! ¡Felicidades, Claudia!

Sandra y Claudia se despidieron y Kovac volvió enseguida con Bérenice. El ambiente en la cantina era alegre por un juego de hockey próximo a iniciar.

-De repente llegan mis fans - comentó Kovac.
-Tienes que salir con Claudia ¡te quiere mucho!
-La acabo de conocer.
-Se nota que le gustas.
-Es lo mismo.
-Necesitas amigas.
-Contigo estoy bien
-Claudia es divertida.
-Tú también.

Bérenice sonrió y comenzó a bailar y cantar detrás de la barra en lo que llegaban nuevas órdenes y Kovac se limitó a verla, seguro de que a ella le interesaba armar una fiesta.

A la mañana siguiente, Claudia Muriedas se presentó en su nuevo trabajo. En la Jefatura de Policía iniciaba el turno matutino y se podía distinguir a los oficiales platicando recargados en los escritorios o las gavetas. La oficina de Lleyton Eckhart se ubicaba en el cuarto piso y ella se dirigió hacia allá, sorprendiéndose de que su jefe estuviese ocupado con el papeleo.

-Pase, señorita Muriedas. Buenos días.
-Buenos días, señor Eckhart.
-Tome asiento ¿le sirvo café?
-No gracias.
-Llegó en punto.
-Pensé que me iba a perder.
-¿Llevaría estos expedientes al archivo y estos folders ante la jueza Rochette?
-Claro.
-Tengo un desayuno con el comisionado de policía así que también le encargo entregar este oficio al fiscal Welsh antes de que entre a la corte a las 9:30. Atienda mis mensajes y estaré aquí a las 13:00 horas; iré a la nueva estación de Láncry y me reuniré con el fiscal Tellier. No deje que nadie entre a mi oficina.
-Disculpe ¿qué le contesto a la gente que llame?
-Prensa: no concedo entrevistas; familia y amigos: no estoy. Dejé una planta en su escritorio, señorita Muriedas, cuídela... Su extensión telefónica es 9377, buen día.
-¿Algo más?
-Las notificaciones de la Corte no paran de llegar, si alguien de la fiscalía pierde un juicio, avíseme enseguida.
-De acuerdo.
-Otra cosa ¿podría comprar unas flores y entregarlas a esta dirección? - extendiendo una nota - Al mediodía la llamaré para saber si lo hizo personalmente ¿El teléfono de su currículum es el de su celular?
-Así es.
-Perfecto, las rosas son anónimas y son para la chica... Es la única del lugar. Si se topa con Kovac, mandelo a Láncry conmigo o invítele un café.
-¿Qué?
-La veo a la hora acordada, hasta luego. Me saluda a Sandra si la ve.

Ambos abandonaron la oficina y Claudia reconoció su escritorio con mucha curiosidad, aunque pensar en Kovac la ocupaba más ¿En serio se frecuentaba con su jefe? Entonces era un empleo de ensueño ¡Todas las mujeres codiciaban a ese hombre soltero!

Imaginando cómo sería reencontrarse con él, Claudia pasó la mañana perdiéndose en el edificio, cumpliendo sus órdenes apenas y recibiendo el regaño del fiscal Welsh por ello. Desanimada porque no le estaba yendo bien en su primer día, regresó a su sitio y reconoció enseguida a la figura que le daba la espalda ¡Kovac!

-¡Usted! - gritó, reprimiendo su emoción - El señor Eckhart no está.
-Vengo más tarde.
-Dijo que lo ve en Láncry.
-Gracias, vendré otro día.
-Me dio gusto saludarlo, Kovac.
-Igual a mí ¿está ocupada?
-¡No! Bueno sí, me falta comprar unas flores.
-¿Flores? Mmh, ¿Lleyton le comentó a qué hora viene?
-A la una, así que mejor me doy prisa.
-¿Para quién va a ser el ramo?
-Creo que para una chica pero no sé quien es, tengo una dirección.
-Lleyton ha estado haciendo cosas muy raras.
-Kovac, disculpe pero ya me voy.
-¿Dónde tienes que dejar el regalo?
-En el Panorámico ¿no sabe si hay una florería cerca?
-Creo que no pero hay en Dubrova, la acompaño y le invito un café.
-¡Encantada!
-Andando.

Kovac no estaba cómodo con lo que hacía. De imprevisto se había interesado en el extraño encargo de flores que Lleyton delegaba en su asistente, misma que tal vez charlaría sobre lo que ocurría. Respecto a la destinataria de las flores, tenía la convicción de que se trataba de Bérenice y lo molestaba. Desde el convivio en el parque, los deseaba apartados; posiblemente porque ella era novia de Luiz y éste era su amigo.

Claudia, ajena a ese sentimiento, aprovechaba para colgarse del brazo de Kovac y daba ya un paseo en el cual le contaba de sí misma. Él le prestaba atención a momentos y le caía bien, tanto que al arribar a la florería no dudo en regalarle unas margaritas, aunque la joven se percatara de su insistencia por escoger el ramo encargado.

-¿Sabes a dónde iremos, cierto? - preguntó Kovac.
-Al Panorámico.
-Me refería a una cantina.
-¿Cuál?
-En la que nos conocimos.
-¿Con la chica de la barra?
-¿La conoces?
-De ayer.
-Terminamos con esto.

Claudia en consecuencia, sospechó.

El resto del paseo, Kovac se dedicó a platicar de un comercial que haría y de otro que estaba por terminar; la campaña saldría hasta en Croacia si funcionaba en Tell no Tales. Claudia intentaba no ensoñarse ante su sonrisa y el encanto crecía cuando le relataba sus aventuras en un equipo de fútbol de niño: "Era malísimo" declaraba con nostalgia.

-¿Lleyton te ha dicho para qué quiere las flores?
-Como obsequio.
-Él no es detallista.
-Por eso escogiste el ramo.
-Para no arruinar su sorpresa.
-¿Y esa otra rosa?
-Para Bérenice, es una amiga.

A Claudia le quedó claro: Kovac la acompañaba para opacar el regalo de Lleyton. Era una rivalidad sin declarar por una mujer con la vida resuelta.

-¿Cuándo conociste a Bérenice?
-Cuando regresé.

Claudia abrió más los ojos y entró en la cantina Weymouth, hallando a Bérenice bailando y limpiando las mesas, sin advertir a nadie.

-¡Bérenice! - llamó Claudia - Hola, vine rápido a darte algo de tu admirador secreto.
-¿Secreto? ¿Tiene cabeza de palmera? ¡Mi Luiz es muy romántico!
-No es él.
-¿Cómo es?
-Es secreto.
-Luiz se pondrá celoso.
-Si le explicas...
-¡Hola Kovac!

Bérenice agitó la mano y Kovac se aproximó con su presente.

-Para ti.
-¡Gracias! Me encantan las rosas blancas ¿Por qué trajiste una?
-¿Querías el ramo completo?
-¿Por qué no?

Claudia atinaba a situarse en la barra y contemplar a aquellos dos charlando de no se sabía qué y riendo de tonterías; no obstante, Kovac decidiera ayudar con el aseo.

-Volveré al trabajo - pronunció, segura de que no se darían cuenta porque la música se percibía a un volumen más alto que al llegar.

-¡Espera, Clau! - gritó Bérenice - ¿No tomas algo?
-¿Cómo qué?
-Kovac se quedará a limpiar las mesas de atrás ¿Vienes? Quiero hablar contigo.
-¿De qué?
-¡Por acá!
-¿Te sales sin avisar?
-¡Ven, ven, ven!

Bérenice agarró a la mujer de la mano y salieron deprisa a la calle, hasta un puesto callejero de venta de kebab, donde la primera adquiría una ración y la devoraba como si no existiera el mañana.

-¿No quieres, Claudia?
-No tengo hambre, gracias.
-¿Agua?
-¿Qué?
-Ay bueno, entendí.
-¿Para qué me trajiste?

Bérenice pasó el bocado, chupó sus dedos y dijo en voz baja:

-Lleyton me mandó las flores.
-Fue tu admirador.
-La verdad es que todos los días hace lo mismo, no sé como le alcanza para comprar tantos rosales.
-¿Rosales?
-Es que me llegan muchas rosas y las pongo para decorar la cantina; si las llevara a mi casa, Luiz se pondría celoso.
-¿No quieres problemas?
-Es que Lleyton me cae bien pero no tiene derecho a estas cosas, no quiero que Luiz o Kovac o los dos lo lastimen.
-¿Por qué?
-Luiz es mi novio, Kovac es el amigo del novio y los dos no son amigos de Lleyton.
-Kovac siempre ha estado con Lleyton.
-Agradécele las flores de mi parte pero que no envíe más.
-Está bien.
-Va a insistir pero convéncelo de no seguir con esto. Me voy a sentir mal si Lleyton llora.
-¿Qué pasa ....?
-Dile que lo siento pero estoy con Luiz y espero un hijo, Kovac es el padrino y mi padre está muy feliz, por favor.
-Claro.
-Gracias, eres una buena amiga.

Bérenice abrazó a Claudia y se enjugó las lágrimas al marcharse. Al llegar a la cantina, era prácticamente un mar.

-¿Qué tienes? - preguntó Kovac al verla.
-Me acordé de algo.
-Cuéntame.
-Aquí no.
-¿En el callejón?

Ambos cruzaron el local y salieron por la puerta de la cocina.

-¿Te sientes bien?
-Kovac, no me gusta que la gente termine peleada.
-¿Qué dices?
-¿Eres amigo de Luiz?
-Sí.
-¿Le hablo de que mandaron un ramo?
-Depende ¿te importa?
-¿Si se molesta?
-¿Es celoso?
-No tiene motivos todavía.
-Ni los tendrá, no te preocupes.
-Entonces ¿por qué me trajiste una flor?
-Fue una atención.
-No lo hagas otra vez.
-Comprendo.
-Tampoco me acompañes a la guardería por Scott.
-Como gustes.
-¡No me guiñes el ojo!
-¡Hey! Es un tic.
-Kovac.
-Lo intentaré pero ¿qué te puso así?
-Luiz es el hombre perfecto, tendremos niños lindos y unos regalos no lo van a arruinar. Kovac no te acerques tanto, no podría...

"Rechazarte"era lo que Bérenice pretendía externar pero se contuvo. Aquello era para Lleyton, no para Kovac, pero éste último captó el mensaje y se alejó unos minutos. A lo mejor ella tenía razón e inconscientemente anhelaba a Kovac y Lleyton a una gran distancia para no perturbar nada, para defenderse.

-Me retiro, disculpa por la flor - señaló Kovac.
-No lo tomes mal.
-Mejor evitamos el malentendido.
-No es por tu obsequio.
-Descuida.
-Kovac....

Bérenice estrechó a su amigo y besó su mejilla, tratando de controlarse. Desde la parrillada, sus sentimientos estaban a flor de piel porque la decisión de quedarse con Luiz y no con Lleyton le había dolido mucho y Kovac estaba en medio, como amigo sí, pero en medio.

-Perdón, no quise decir ni la mitad.
-Lo sé, Bérenice - Kovac rió.
-¿Luiz me manda las flores?
-¿Por qué piensas que es otra persona?
-Es que es capaz de darme una bola de pelusa.
-Luiz es un gran chico.

Kovac consoló a Bérenice y besó su frente, sin ofenderse por la plática. Hacía días que se consideraba un Mukhin más y no tenía curiosidad de dejar de serlo, ni siquiera por sus vínculos de treinta años atrás, como Lleyton, con quien ya no conectaba y el aprecio amistoso se hallaba roto.