lunes, 6 de febrero de 2012

Conociendo a Adrien


Dedicado a Elisa Villareal (@Pokemonera) y a los chamacos irreverentes.

Cuando Adrien le pidió a su hermana que le presentara a sus amigos, ésta escupió el cereal. Su gemelo era un antisocial consagrado que a duras penas comenzaba a hablarle. Por supuesto, no le hizo el menor caso apenas se le pasó la impresión, pero cuándo éste insistió, ella respondió que él tendría que hacer un esfuerzo y hablarles por su cuenta. El chico sentía que en cualquier momento sufriría un colapso.

-No te harán nada, sólo ve y saluda.
-Las personas son anormales.
-Eres el rey de los freaks.
-Qué etiqueta tan genérica para describirme.

El motivo escondido de Adrien era que deseaba ser admitido en el equipo de soccer pero no sabía jugar. El entrenador de la escuadra del Colegio Ruso, Ilya Ignatenko, estaba realizando pruebas en vista de que los chicos que formaban la escuadra no tenían un rendimiento eficiente y eran últimos en la clasificación de la liga escolar. Solamente Anton y David se esforzaban por sacar adelante la temporada y como castigo a los demás, se les había ordenado no volver a las prácticas. 

Adrien Liukin tenía todo en su contra: Su físico era harto frágil, pecaba de descoordinado y encima, era candidato a reprobar Cultura Física porque era pésimo para los deportes. Durante el ciclo de clases, lo habían sacado de los equipos de tiro y de volleyball. Su tío Thomas, queriendo hacerle un favor, consiguió que lo admitiesen en hockey y por compasión, el instructor le permitió fungir como utilero hasta que se dió cuenta de que jamás aprendería a manipular los bastones y el puck.

Otra de las características del chico, era la de ser popular pese a no juntarse con nadie: 
Era famoso por sus experimentos de mentas efervescentes con soda y por hacer estallar algunas latas en la clase de química. Era también reconocido por su afición a los videojuegos de terror y por su talento para memorizar obras completas de teatro guiñol. Por ser un voraz lector de cómics ácidos y punks, se había ganado el mote de "angry youth" y los abusivos de la escuela procuraban no toparse con él porque su mirada sardónica y su flacucha figura inspiraban miedo. En los pasillos decían que Adrien era un alienígena encubierto y hasta un abortado experimento de la armada estadounidense.

-Ayuda a tu hermano - sugirió Ricardo a Carlota - No soporta estar solo. Imagina cuánto le costó decirte algo. No lo manifiesta, pero le fastidia que los demás lo aíslen sólo porque su personalidad es extravagante. Aceptar a los demás por cómo son se llama tolerancia y quiero que aprendas esa lección. He visto cómo le tienes manía y no voy a admitirlo. Adrien posee un gran corazón y te quiere mucho. Te necesita. Haz lo correcto.

La niña continuaba con sus reservas pero se percató de que no conocía  a su consanguíneo. Entre ellos no existía la conexión de otros gemelos y eran prácticamente opuestos en el físico. Saber que le había ignorado la llenó de remordimientos y más cuando él la había defendido alguna vez al igual que a Andreas y nunca le agradeció por ello. Adrien era extraño y de los tres era el que más resentía la ausencia de Gabriela. Con eso cayó en cuenta de que no le quedaría más familia que sus hermanos cuando Ricardo falleciera. 

-Ven, Anton ha de estar en el parque - pronunció cuando lo vió en la sala. Él la siguió y caminaron hasta quedar cerca del puente que daba al barrio ruso. Si hermano temblaba. Estaba tan habituado a la soledad que la sola posibilidad de contacto con otros disparaba su pulso.

-¡Carlota! ¡Qué bueno que viniste! - exclamó el chico Maizuradze - Y traes a mi amigo Adrien.

El niño Liukin se sorprendió por eso.

-Estamos planeando la reta ¿Nos acompañan? Vamos a necesitar público.
-¿En dónde la harán?
-En Olenska. Los mayores se burlaron de nosotros y les vamos a enseñar a no meterse con chamacos.
-¿Habrá manera de que mi hermano juegue?
-¡Ah claro! Cualquiera es bienvenido siempre que decida apoyar la causa de los niños revoltosos.

Pero Adrien sentía que el tan temido soponcio ocurría en ese instante. Al despertar, estaba en el hospital  y le suministraban suero.

-Te dió el telele - señaló Anton - Lo bueno que la clínica está a unas calles.
-No se llama así, Maizuradze - Subrayó la doctora - Adrien experimentó una baja de presión.

Ricardo en la sala de espera no sabía si debía reprenderse a sí mismo. Por tener buenas intenciones ahora su hijo se encontraba postrado en una cama de enfermo.

-¿Señor Liukin?
-Aquí.. Dígame ¿Cómo está Adrien?
-Le mandé unos análisis pero podrá irse mañana.
-Menos mal.
-Estaba consultando el expediente y veo que antes ha tenido episodios así.
-En la escuela le pasó tres veces.
-Supe que lo tratan por autismo leve ¿Está tomando algún medicamento?
-No, el psiquiatra nos aseguró que no sería necesario.
-Debo ser honesta.. No es mi área pero considero que su diagnóstico está equivocado.
-¿Porqué?
-Los síntomas. Una persona autista no ve a la cara a nadie, tiene aficiones raras que nunca comparte, su habilidad social es nula y Adrien le acaba de decir a sus amigos que le enseñen a patear un balón.
-¿En serio? Él jamás conversa.
-Yo creo que sólo es retraído.
-¿Podría pasar a verlo?
-Por unos minutos. Mi residente me regañará si descubre que he dejado pasar a mucha gente a esa habitación.

Andreas cuidaba la puerta cuando su padre la atravesó. Para su sorpresa, Adrien charlaba con toda naturalidad y comenzaba a bromear sobre su condición. De acuerdo a la plática, los chicos afirmaban que sólo en la calle se podía practicar soccer de verdad.

-¿Nos dejan un momento a solas? - pidió Ricardo.

Los niños obedecieron. El hombre se colocó al lado de la cama y Adrien le extendió unas galletas que las enfermeras le habían dado por la mañana.

-Son de soya, no me gustan.
-Gracias.

Como era habitual, el niño volvió a su silencio.

-Qué susto me has dado. Me dijeron que te golpeaste la cabeza.

Pero el pequeño continuaba con la vista extraviada.

-¿Qué pasa por tu mente? Es algo que he tratado de conocer desde que estabas más chico y hasta en eso tu madre te entendía mejor. Ahora te lo pregunto ¿Qué hay en ese cerebro?
-Menta.
-¿Qué?
-Menta y refresco... Es que si tu disuelves ambas cosas en diferente proporción, la reacción no es la misma pero la gente no lo sabe. Cree que siempre pasará lo mismo pero la explosión puede ser menor o mayor. Si mezclas unos miligramos insignificantes en una coke sólo se volverá más burbujeante pero si vas añadiendo mentos la ropa queda manchada y si lo tomas no te ahogas ¿Sabías?
-Eso explica porque Gabriela lavaba tu ropa casi a diario.
-Nunca he intentado disolverlos en soda de toronja o limón ¿Crees que pase lo mismo?
-No lo sé, tal vez no suceda gran cosa.
-Necesito un colega para seguir con mis descubrimientos ¿Anton querrá? Es que mi siguiente paso es llenar una fuente y ver hasta dónde llega la reacción.
-Necesitas cantidades industriales de materia prima.
-No hay problema. La goma arábiga es barata y en el laboratorio de la escuela puedo hacer toda la coke que quiera. Mis profesores dicen que soy el único interesado en la química. Ya lo planeé todo.
-Es evidente que no te doy mi permiso, Adrien.
-Entonces me quedaré con la duda.. ¿Y si pruebo con algo más pequeño me dejarías?
-Depende de lo que signifique "pequeño".
-Es que en Olenska hay una pila que nadie usa. Siempre está seca y tiene muchas hojas. El otro día la revisé y no está conectada a las tomas de agua colectivas.
-Suena más sensato. Me gustaría verlo pero hay que ir al Ayuntamiento para no tener problemas.

Adrien no habló más. Ricardo trató en vano de comenzar otra charla hasta que revisó el reloj.

-Debo volver al trabajo, hijo. Gwendal se quedará contigo y regresaré en la noche.
-¿Le darás a Carlota las gracias?
-¿Porqué?
-Porqué ahora tengo amigos.
-Eh ... Bueno, yo .. Aunque te cueste trabajo intenta decírselo.

El chico sólo asentó.

-Veré si el fin de semana salimos por ahí con tus hermanos.
-Voy a buscar peces entre las rocas ¿Te animas?
-Iremos a dónde tú quieras.

Ricardo estaba a punto de salir pero un ruido lo detuvo. Adrien desorganizaba un cubo de rubik que por recomendación de su psiquiatra no le habían quitado.

-Es para ti. Cuando logres resolverlo te mostraré algo. Te quiero, papá.

El señor Liukin lo tomó con más satisfacción que con intriga. De todas las muestras de afecto que atesoraba en la memoria, nunca había recibido una de su hijo menor (era dos minutos más joven que su hermana) que seguía sumergido en sus locas ideas.

Más tarde, Anton visitaría de nuevo a Adrien. Ambos estaban de acuerdo en reventar la fuente de Nabokov y el chico Maizuradze había conseguido (curiosamente, gracias a Joubert) los mentos, la complicidad con otros niños del barrio ruso y la ayuda de su padre. Al señor Maizuradze también le apasionaba hacer travesuras de vez en cuando.



1 comentario:

  1. yo digo que hagas un libro la historia me gusta :D

    La pokemonerita

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