domingo, 25 de agosto de 2013

Una noche agitada (Segunda parte)



-Apenas Joachim se reporte, tomaremos el vuelo... Si, ya vi las noticias, sé que llegaremos a Berlín con retraso pero no creo que nos quedemos más de tres días... El entrenamiento se ha mantenido, no habrá problemas tácticos, espero... Lo mantendré al tanto, cuente con ello, estoy hospedado en el hotel Buckley frente al Centro de Convenciones. Hasta luego.

Thomas Alejandriy colgaba un teléfono justo cuando una vocecita femenina preguntaba con fotografía en mano "¿Han visto a esta niña?" por todo el lobby. Pensando que podía ayudar, él volteó a su izquierda y supo con sorpresa que Tamara Didier cubría su rostro y se sentaba en un sofá mientras le explicaba a otros huéspedes que Carlota había salido corriendo y después de buscarla por todo el hotel, estaba segura de que no se hallaba por ahí. 

-¿Hace cuánto se fue? - cuestionó Thomas al acercarse y mirar su reloj.

-Hora y media.
-¿Qué hacían? ¿Dónde estaban?
-Acabábamos de comer y vimos el noticiero, le llamó a su padre y le dije que iríamos por ahí pero se enojó de repente.
-¿Sabes por qué?
-Oyó algo, no entendí muy bien, pero fue de una persona que llegaría a esta ciudad eh... No lo sé.

Thomas permaneció serio unos segundos y se colocó junto a la angustiada mujer, apartando a curiosos y otros mirones para poder razonar un poco mejor y tranquilizarla.

-¿Llevan muchos días en la ciudad?
-Cuatro contando éste.
-¿Por?
-Iremos a París, esperamos a Ricardo que se quedó en Tell no Tales.
-Comprendo... Umh, dices que enfureció ¿Por qué no intentaste hablar con ella?
-Abandonó la mesa, la quise detener y me pegó en la cara. Recorrí todo el hotel y nadie la reconoce, Joubert y Haguenauer salieron a buscarla y no han vuelto, no se me ocurre a donde ir, esto es un desastre... ¿Qué le voy a decir a Ricardo si no encuentro a la niña? ¡Dios mío, me va a matar! ¡Es la segunda vez que se me pierde!
-¿Cómo que la segunda? 
-Antes de venir también se escapó, Joachim me dijo que Carlota se había deprimido y por eso no la encontré hasta que fui a su departamento y me contaron que había llorado mucho pero pensé que era un berrinche; ahora no sé donde podría encontrarse, no conozco la ciudad y me enteré de que es muy peligrosa.
-Calma ¿Has dado aviso a la policía? 
-Sí, pero solo mandaron a una persona a hacerse tonta por ahí. 
-¿Revisaste todo el hotel? ¿Estás segura?
-Sí y sé que ella salió de aquí.
-Se habrá escondido. 
-¿Alguna idea? 

Thomas reflexionó unos minutos: Tamara estaba en lo cierto cuando aseguraba que la chiquilla simplemente no se hallaba ni cerca, pero él no se atrevería a decirle que su problema era demasiado ligero. Carlota se alejaba sin avisar pero nunca iba a sitios extraños y mucho menos impredecibles.

-Voy a traerla, lo prometo.
-Por favor, va a oscurecer pronto.
-Creo que volveremos temprano, con tu permiso.
-Gracias, Thomas.

Él sonrió con confianza y se dirigió a la calle que, como siempre, estaba llena de obstáculos. A pesar de contar con dos centros de negocios importantes, Hammersmith era una ciudad complicada para caminar, fea y a sus muros beige se les caía la pintura. Además de insegura, no había parques ni museos, únicamente existían una librería y una plazuela semidestruida; no obstante, era un sitio de energía juvenil y divertida que curiosamente contaba con un ferry que trasladaba a una isleta conocida por sus enormes árboles y que era refugio de los riders (patinetos, skatos) por sus rampas, barandales y fosas. Sin duda, la niña Liukin se hallaba en tal ubicación y Thomas, que la había tratado escasamente, no ignoraba aquella inconsciente costumbre de aislarse cuando la tristeza la invadía. Lo único que quedaba por hacer era darse prisa y tener claro que faltaba una hora para la puesta de sol.

-"Diecisiete horas, son las diecisiete horas" - anunciaba el servicio meteorológico de Hammersmith al mismo tiempo que Thomas atravesaba las dos aceras que separaban el hotel del embarcadero y constataba que las gaviotas hacían de las suyas ensuciándolo todo, incluyendo el ferry que tendría la desgracia de tomar. Hammersmith era, desde cualquier punto de vista, digna de provocar asco, sobremanera en situaciones como la de Carlota, que seguramente prefería pasar por esa clase de molestias a encerrarse en el hotel y soportar a una Tamara que tenía asumido el rol de mamá desde hacía un par de días. 

-"Por aquí pueden subir" - gritaba un empleado del ferry a los pocos aventurados que a esa hora compraban boletos caros. Thomas abordó y se topó con una postal todavía más desagradable: el agua era gris y cientos de cadáveres de ratas se amontonaban en las orillas. 

-¿En dónde me vine a meter? - preguntó al viento, sin evitar imaginarse que el agua del grifo provenía justo de ahí. A corta distancia se distinguía la isleta y se presumía que era bonita aunque los riders del ferry se quejaran de los mapaches y de los inútiles intentos por ahuyentarlos.

-"Me aseguraré de no seguirlos" - dijo el hombre que se esmeraba por no expresar su repugnancia. 

Para suerte de Thomas y uno que otro turista desafortunado, el traslado era corto y el personal se despedía casi desde el inicio de la marcha, recomendando comprar protector solar al descender y asegurando que había sitios para acampar y una cafetería decente.

-Te pareces tanto a tu madre, Carlota pero ¿no pudiste sacar un defecto que sí fuera suyo? Te habría perdonado cualquier cosa, en serio - continuaba Thomas divagando mientras se percataba de que en la isleta había una improvisada brigada ecologista que recogía la basura de la diminuta playa. 

-Ojalá hicieran la misma labor en la otra parte, qué ciudad tan funesta. 

En el ferry se alistaba un ancla oxidada y las cadenas que sostenían la vela rechinaban infernalmente. El atracadero era pequeñísimo y un capitán de la marina local daba indicaciones perfectamente inútiles de cómo organizar el descenso de pasajeros. 

-¿Para qué rayos espero? Esta cosa ya frenó, me largo - expresó Thomas y saltó desde la cubierta hasta el césped, manifestando su creciente enfado. A su alrededor nadie le hizo caso, dejándolo adentrarse a un lugar pacífico y silencioso hasta donde los gritos de innumerables riders lo permitían. Estaba en un sitio exclusivo para adolescentes y todo tenía sentido.

-"La chica de morado sí sabe darle a la patinada" - comentaban unas jovencitas sentadas en la cuesta. Era notorio que ningún raider era ocasional y todos eran candidatos a profesionales, si no, no se explicaba la visita de los visores de X - games que descansaban al borde del mismo terreno. La fosa estaba justo detrás.

-¿Has visto a una niña de cabello castaño claro? - cuestionó Thomas al primer muchacho que no lo ignoró y con la insólita seguridad de que recordaría un detalle como ese, ya que en Hammersmith los tonos oscuros en la cabeza eran la constante.

-La que vi sigue tirándose a la fosa.
-No entiendo.
-Hay una chamaquita que ya repasó a todos aquí, es como trigueña ¿Muy rara no? Y tiene un nombrecito de tipa delicadita... Carla, Carlita, una payasada así.
-¡Más respeto! 
-Está allá atrás, no se ponga rudo.

Thomas parpadeó perplejo por semejantes respuestas y sin dar las gracias ascendió más por la cuesta hasta ver una estructura que parecía una alberca vacía. En ella, algunos se deslizaban y la "chica de morado" saltaba con gran destreza. 

-¡Carlota, vámonos! - exclamó él. La chiquilla se aproximó con su patineta prestada y se cruzó de brazos.

-Te están buscando por todos lados.
-¿Cómo supiste que me encontrarías?
-Ay sobrina, es tan obvio que te encantan los árboles.
-¿Te dijo mi madre?
-Digamos que te conozco poquito.
-Estoy molesta contigo.
-No te he hecho nada.
-No fuiste al funeral de mi mamá.
-¿Es todo?
-No contestabas sus llamadas y ella decía que no eras buena persona.
-¿Por eso te escondes aquí? Es un asunto que nada tiene que ver.
-Yo fui la que te avisó del entierro y me contestaste que no te interesaba mi mamá.
-Ah... No quise plantearlo así. Tal vez debí admitir que ir habría sido hipócrita. Mi relación con Gabriela nunca fue fácil, disculpa mi brusquedad.
-Ella te amaba mucho.
-Carlota, no sé si alguna vez supiste, pero yo me separé de tu madre por evitarle problemas.
-¿Qué?
-Gabriela era muy pequeña pero ambos supimos que hice lo correcto. Es lo único que sabrás e insisto: no te importa. Déjate de tonterías por cosas que no vienen al caso, madura ¿quieres? Es increíble que todos se quejen porque te vas sin avisar y es peor constatar que eres realmente tonta.

Carlota frunció el ceño y para desahogar su berrinche volvió a lanzarse en patineta, gritando por alguna extraña razón que Andreas le había enseñado sus trucos. 

Sin embargo y a la distancia, Sergei Trankov se deleitaba con el nuevo episodio olvidable y bochornoso de Carlota al tiempo que era falsamente sometido por una mujer pelirroja. Sin hacer bulla ni fuerza, el guerrillero aguardó a entrar a un sitio oscuro para soltarse y tomarla por el cuello.

-Tallulah Brewster ¿Por qué no me sorprendes.
-Qué sorpresa, Trankov. Será un placer llevarte con el Gobierno Mundial.

Sergei sacudió a la mujer con el fin del controlarla y ésta comenzó a suplicarle que la lastimara de una vez para poder pretextar un ataque feroz con posterior huida.

-¿Cuál es tu misión, Tallulah? 
-No eres fácil de localizar, vine a prevenirte.
-No te creo ni la sombra.
-¡Hey! Sabes que me gustan las peleas justas. 
-¿Qué as podría tener el gobierno mundial?
-Una nueva clase de homicidas controlados por drogas personalizadas.
-¿Algo que no haya sospechado ya?
-Y tu orden de captura más reciente autoriza tu asesinato.
-¿Por qué tardas en ejecutarme?
-Me encantaría morir por tu mano.
-La peor condena que mereces es la de seguir viva.

Trankov soltó a Tallulah por cuestiones personales. Ella no le agradaba porque lo miraba lujuriosamente e impaciente, soñaba con el día en que él le pidiera sumarse a su organización guerrillera. 

-¿Ahora eres el guardaespaldas de Carlota Liukin?
-No he caído tan bajo.
-Te veo constantemente atrás de la niña...
-La maldita élite se interesa en ella.
-Sería una gran integrante.
-No se hagan ilusiones.
-Yo te creo... Aunque te convendría enterarte de otra cosa; tu idilio con Zooey pasará al olvido esta noche.
-Tampoco te metas con ella.
-¿Cómo te caería saber que Zooey Izbasa encontró un amante? Aunque lo niega, suele disfrutar al chico.
-Qué bueno, la pasa de maravilla.
-¿Celoso?
-No.
-Eso pensé; pero no es lo que nos atañe.
-Entonces ¿De qué se trata, Tallulah?
-De esta revista que ubicas bien, "Realeza". Les está dando por sacar números especiales, pero éste es explosivo.
-¿Qué tiene de extraordinario?
-Sólo mira la portada, la ex illuminati Tamara Didier está en problemas.
-Dame eso.
-Te va a fascinar, su ex novio decidió hacerla papilla a intervención nuestra. Eso pasa por caernos mal.
-¿Qué tenía que ver Tamara con ustedes? 
-Fue nuestra estrella, nosotros la hicimos y la destruimos cuando fue necesario, pero su ex ha completado el trabajo exhibiendo las escenas borradas que Tamara hubiera querido eliminar para siempre. Me muero de ganas por ver la cara de Carlota cuando lea cómo su entrenadora participó en un gran fraude y cómo burló a las autoridades valiéndose de nosotros ¡Qué estúpida! 
-¿Y el tiroteo de Tell no Tales no es escandaloso?
-Pasará al baúl de los desechos con este titular. Pobre Tamara, pero nos encanta recordarle que es una tramposa y una mentirosa. A veces amo mi trabajo.

Sergei arrojó la revista al suelo al tiempo que Tallulah Brewster le desabotonaba la camisa; pero él optó por enfocarse en Carlota y Thomas que no se marchaban porque ella insistía en deslumbrar con la patineta y ser nombrada "la chica de morado". 

-Adelántate y dile a Tamara que se prepare - dijo Tallulah en vista de que el guerrillero no prestaba atención a sus intentos de excitarlo - Vine a Hammersmith a advertirte por esto, un escándalo al estilo gobierno mundial illuminati es lo más devastador que puede sucederle a cualquiera. Un intento de asesinato en Tell no Tales es un cuento de niños en comparación.

Sergei Trankov contempló a Tallulah Brewster yéndose de ahí. Carlota por su lado realizaba unas últimas suertes en el foso mientras el cielo se tornaba púrpura y su tío Thomas alcanzaba a distinguir el horario del ferry más próximo. Al fondo, un vendedor de periódicos ambulante comenzaba a exhibir la edición reciente de "Realeza" con entusiasmo. El retrato de Tamara presentaba una belleza indescriptible. 

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