sábado, 10 de diciembre de 2016

Las noches de Mónaco: Un episodio para olvidar


Tell no Tales del espejo, 9:20 pm:

-¿Han visto a Marat? - preguntó Bérenice a sus padres al llegar a casa con Luiz. Ambos habían tenido un día pesado y lo que menos esperaban era una sorpresa de ese tipo, sobretodo porque tenían una cita.

-Marat dijo que debía arreglar unas cosas, luego nos visita - comentó Roland Mukhin.
-Habría avisado con tiempo.
-Algo vio con el espejo pero regresará, lo conoces bien.

Bérenice eligió terminar la conversación y prefirió abrazar a su bebé, presintiendo que Marat no la quería ver.

Mónaco, 2:00 pm.

-No podemos quedararnos en la estación porque nos detendería la policía - anunció Yuko.
-Buscaremos un hospedaje barato.
-Las casas de huéspedes cobran 250€ por persona, señor Ricardo.
-¡Mil setecientos cincuenta por nosotros! ¿Es que viven rodeados de oro?
-Mónaco es muy caro, hicieron bien en comprar comida en Niza.
-Dormiremos en la calle.
-Tampoco puede, son quinientos de multa por cada uno o quedarse en una celda y barrer las calles tres días.
-Bien, iremos a prisión, niños andando.

Ricardo jaló las maletas con dificultad y sus hijos lo siguieron al exterior, desde donde se podía ver Port Hercule y cerca, la capilla de Santa Devota, a la que pasaron para tomar la sombra no sin experimentar un mal momento en la escalinata de la misma. Nadie podía desatar el nudo del equipaje y Miguel lo cortó, causando que este rodara hacia abajo y los niños Liukin debieran correr tras él.

-¡Mis zapatos! - gritó Carlota al abrirse su baúl y por coincidencia resbaló, raspándose en la frente y ocasionando las risas de todos.

-¡No es gracioso, me duele!
-Carlota, deja tu drama.
-¡Estoy sangrando! ¡Papá!
-No sabes cuánta pena siento. Levántate y límpiate, te veo adentro.

Miguel y Andreas recogieron las pertenencias de Carlota en plena carcajada y la sonriente Yuko se acercó para tomarla de la mano y ayudarla con un poco de agua oxigenada.

-¿Te sientes mejor?
-Se supone que no debo golpearme la cabeza.
-¡Ya sé!
-¿Qué?
-Es que mucha gente se pega y luego se siente mal pero lo tuyo es pequeñito. Quedaste como nueva.
-Con una raya en la cara.
-Vamos con tu papá.
-¡No te rías!
-No es a poropósito.
-Mmh... Gracias.
-Vamos.

Ambas regresaron con el grupo y Yuko imitó a Carlota al persignarse en la puerta. El interior de la capilla era tan oscuro que las luces estaban encendidas, se celebraba misa con escasa afluencia y un fuerte olor a flores se transformó en uno de cera pese a no haber velas suficientes.

-Aquí de casaron su Majestad la pirincesa Régine y su hija la pirincesa Roxanne.
-Qué romántico.
-Casi todos los pirincipes de Mónaco lo han hecho en la iglesia de Saint Charles, dicen que a ellas no las dejaron porque el pueblo creía que eran inmorales.
-¿Pero tuvieron lindas bodas?
-Eso sí pero esas cosas no son lo mío ¿me disculpas? Tengo una llamada.

Carlota dijo que sí y Yuko salió a contestar, vigilante de que no la siguieran.

-Disculpe el retraso señor Bessette.
-¡Vi caer a mon princesse! ¿Por qué no la han llevado al hospital?
-¿La vio?
-¡Conteste Yuko!
-Es que no fue nada.
-Llévela a revisión, no le estoy preguntando.
-No creo que su padre quiera.
-La hago responsable.
-Sí, hágalo.
-¿Sabe donde van a dormir?
-No tienen lugar y parece que tampoco billetes.
-Busque un lugar bonito y pague usted.
-Tampoco tengo presupuesto.
-¿Nada puede hacer bien?
-Señor...
-¡Cállese Yuko! Comience a trabajar en serio o se olvida de su empleo.
-No puedo perderlo.
-Quiero a Carlota en el hospital y que la revisen hasta que no quede duda de que estamos en orden, luego consiga unas habitaciones bonitas para los Liukin y me llama.
-Está bien.
-Otra cosa, Yuko: si se pasa de lista, recuerde ese local de pescado por el que su familia ha sacrificado tanto...
-Voy a hacerlo.

Andrew Bessette colgó y Yuko se dirigió nuevamente a la capilla, ubicándose junto a Ricardo.

-Tenemos que buscar una posada hasta mañana.
-¿Conoce un lugar barato?
-A lo mejor nos reciben en una casita de Les revoires.
-¿Dónde?
-Es un bario donde vive la clase media y es un poco más barato que los otros.
-No puedo pagar más de doscientos por persona.
-Yo me haré cargo de mi estancia.
-Entre más tarde más caro ¿verdad?
-Así funciona.
-Niños, vámonos - ordenó Ricardo a los demás y Adrien, un poco indiferente replicó:

-Andreas no está.
-¿Qué dijiste, hijo?
-Andreas se fue cuando entramos y se llevó el bolso de Carlota. Luego viene.
-¿Sabes dónde encontrarlo?

Adrien regresó a su actitud ausente y Carlota constató que su hermano se había llevado sus cosas.

-¡Mi celular estaba allí! ¿Y para qué rayos quiere mi labial? No tengo ni un centavo.
-Tu hermano es un miserable.
-¡Papá!
-¡Metí las fichas del casino y los boletos del tren en tu bolsa!
-¿Por qué hiciste eso?
-¡Porque nunca pierdes nada!
-¡Pero tú traías mis cosas!
-¿Qué voy a hacer con ustedes tres?
-¡No me metas en esto!
-¡Si estamos aquí es por tu culpa señorita! Adrien ni siquiera me dijo lo que estaba pasando ¡Y Andreas ya se ganó que lo encierre en prisión!
-¡Tranquilo!
-¡Los tres me tienen harto!
-¡Vamos a buscar a Andreas!
-¡Nos quedaremos aquí y cuando veamos a un oficial levantaremos el reporte de robo!
-¡Papá, tenemos que ir por él!

Ricardo no pudo decir nada. Los Liukin habían olvidado que se hallaban en misa y el sacerdote había llamado primero a la policía, razón por la que dos agentes esposaron a Ricardo "por alterar el orden" sin mediar explicaciones.

-¡Suéltenlo! - intervino Tennant empujando a todos y lo arrestaron igualmente.

-¡Mi hijo mayor cometió un robo! ¡A él deberían llevarlo a la comisaría!
-¡No lastimen a papá! - dijo Carlota y Miguel la sujetó fuertemente.

-No intervenga, señorita. Iremos por su padre enseguida, guarde la calma.
-¿Dónde se habrá metido Andreas?
-Lo encontraremos.
-No tenemos para ninguna multa
-Podemos sacar a Tennant.
-¿De qué me sirve Tennant?
-¡Cállese y haga lo que le digo!

Aquél grito fue un error de Miguel Ángel. Al igual que con Ricardo y Tennant, los oficiales interpretaron su actitud como una agresión y lo detuvieron sin más.

-Ay no ¡Miguel no hizo nada! - protestó Carlota y fue tras él y su padre. En la escalinata, nadie atendía sus ruegos y su padre alcanzó a patear la puerta de una patrulla para realizar una petición.

-Mis hijos se van a quedar solos ¿no pueden encerrarlos con nosotros?
-¿Qué? - gritó Carlota.
-Esta niña y un niño no deben pasar la noche solos. Mi hijo Adrien es autista ¿desean que mi hija lo mate?

Uno de los policías volteó a ver a Carlota y accedió al traslado. Yuko terminó llevando a Adrien de la mano hasta el vehículo y luego tomó el equipaje para acomodarlo en la cajuela. Carlota acabó en el asiento del frente, con una mancha en el cabello que nunca supo que era y con un zumbido en los oídos, producto de otro episodio de berrinche de Adrien. Yuko le decía como podía que el asunto se arreglaría. No tenían tres horas en Mónaco y aquello se tornaba en pesadilla.

-Creo que no vamos a Venecia mañana - murmuró Ricardo y Carlota se cubrió la cara. Estaba sonrojada de vergüenza.

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