miércoles, 7 de septiembre de 2016

Bérenice va al tenis (Primera parte)


Claudia Muriedas aprendió dos cosas al poco tiempo de trabajar con Lleyton Eckhart: la primera consistía en que el hombre era un fanático del tenis y entrenaba por las mañanas, la segunda era que tomaba vacaciones por quince días a mediados de septiembre, coincidiendo con las fechas del Abierto Profesional de Tenis de Tell no Tales.

-Señorita Muriedas, quiero tener la documentación completa del caso Grobokin a mi vuelta - dijo Lleyton antes de irse - Por favor encárguese de conseguirla y no falte, necesito que atienda mis llamadas.
-¿Qué le digo a quienes lo busquen, señor?
-Que dejen el recado y si vienen, dígales la verdad, que estoy descansando.
-Entendido señor, ¿algo más?
-Conserve el correo que vaya llegando... A propósito ¿llegaron mis cortesías para el Racquet Club?
-El cartero trajo un sobre dorado hace rato, es éste.
-Son las entradas, gracias.
-Pásela bien, señor.
-Si hay alguna emergencia no dude en llamarme, estaré en la villa del hotel Golden Cape.
-Claro.
-No me extrañe, señorita Muriedas, la veo en dos semanas.

Lleyton se dio la vuelta y alegre abandonó la oficina mientras realizaba una llamada. Poco más tarde abordaría su auto y se iría a otro hotel en el barrio Nanterre para esperar a una mujer en el bar. Hasta ese momento, a nadie le había dicho que intentaba establecer una relación, así esta fuera casual e informal.

-Te esperaba, Lleyton - dijo una mujer rubia y flacucha con marcado acento galo mientras él daba un sorbo a un jugo de toronja con vodka. Ella lo miraba sonriente y prefirió elegir una copa de vino para acompañar el momento, intuyendo que él no anhelaba conversar tanto.

-¿Cuándo nos vamos? - preguntó.
-El domingo, hice reservación en una villa muy privada y tengo acceso a los mejores lugares para ver a Pete Sampras.
-Me gusta la idea, Lleyton.
-Después iremos a cenar a un restaurante brasileño.
-Ese descanso nos sentará bien ¿vamos arriba?
-Por supuesto, vine para estar contigo.

Ambos se besaron y terminaron sus bebidas antes de ir a la habitación de ella y no salir por el resto del día. Lleyton pasó la noche en vela mientras estrechaba a la mujer, de quien recordaba vagamente que su nombre era Sophie, ansiando encantarse por ella o de menos, distraerse apenas lo necesario.

Domingo, apartamento de los Mukhin en el espejo.

-¡Te diviertes mucho amor! - exclamó Bérenice al abrazar a Luiz cuando éste se disponía a ir al trabajo - ¡Me consigues autógrafos por favor!
-¿Metiste la libreta en mis cosas?
-¡Y veinte plumas para que nadie falte!
-Un día llevaré a Scott al trabajo.
-¡Mejor te visitamos!
-¿Por qué estás tan emocionada?
-¡Porque vas a ver a montón de gente!
-Los saludo por ti.
-¡Gracias, mi cabeza de palmera hermosa!

Bérenice apretó fuertemente a Luiz y mientras besaba su mejilla imparablemente, se figuró la posibilidad de ver a algún famoso de telenovela al cual abordar por ahí. A ella le gustaban los actores y no sabía el motivo.

-Me tengo que ir.
-Dale un besito a Scott en su cabecita.
-Cómo no.
-¿En dónde te busco para comer?
-En el hotel Golden Cape, en el área de personal.
-Entendido... Bueno no pero te busco.
-O en el Racquet Club.
-¿En el tenis?
-Ahí mismo.
-¡Ten un bonito día!

La chica abrió el portal del espejo y Luiz lo cruzó muy contento, dando con la recepción del hotel inmediatamente. Bérenice no pudo ver nada más, no por falta de curiosidad, sino por su padre que la llamaba para desayunar y era el primer interesado en que no se alborotara si por coincidencia se aparecía Marat Safin. En ese instante, el señor Mukhin hizo repaso mental de los novios de Bérenice y lo que sabía de los mismos, extrañado del rumbo estable que tomaban las cosas.

Al mismo tiempo, Luiz registraba su hora de entrada y junto a otros dos muchachos se preparaba para recibir un recorrido hacia las canchas de tenis en donde les habían asignado su labor y de acuerdo a su coordinador, les darían una plática sobre el abierto de Tell no Tales. Cerca de ellos, los invitados del hotel y asistentes del torneo se registraban y no pasó mucho tiempo para ver llegar a Lleyton Hewitt de un entrenamiento; la gente se abalanzaba por una foto y la prensa aparecía desde sitios inimaginables.
Saliendo del desorden, Lleyton Eckhart y su acompañante se aproximaron a preguntar por un problema en su reservación y él reconoció con suspenso a Luiz, alzando la vista enseguida, buscando a Bérenice.

-¿Pasa algo? - preguntó delicadamente Sophie.
-Pensé que un conocido andaba por ahí.
-Supongo que veremos a tus amigos durante el evento.
-¿Me permites un momento?
-Claro.

Sophie contempló a Lleyton extendiendo su mano a un chico de cabello alborotado pero no lo tomó en serio, supuso que era un saludo cordial a un miembro del personal.

-¿Cómo estás, Luiz? - iniciaba Lleyton.
-Bien señor ¿y usted?
-Aquí que es lo que cuenta ¿Bérenice?
-En casa, hoy descansa.
-Cierto ¿está bien?
-Sí, ocupada con su papá pero muy tranquila.
-Comprendo y ¿qué haces aquí?
-Entré en el Racquet Club de recogepelotas.
-¿Qué?
-Me dijeron que seré permanente, que el anterior renunció.
-¿Recogepelotas?
-Voy a estar en el Sampras - Roddick en la noche.
-¡Sampras - Roddick! Qué... bien, eh, imagino que te darán descanso en el Kournikova - Hingis a las tres.
-También me dieron ése.
-¿Siquiera conoces a esas personas?
-Yo no, pero Bérenice me habló de todos los tenistas y me encargó sus autógrafos.
-¿Ella?
-Me enseñó que es un 40-15, un set, un match point, un fault, una revisión y todo eso.
-¿La vas a llevar a algún juego?
-No nos alcanzó el dinero.
-¿Podrías avisarme si viene? Para saludarla.
-Me va a traer mi almuerzo, yo le aviso.
-Gracias, suerte.
-Nos vemos.

Lleyton volvió con Sophie y serio, se dispuso a arreglar su estancia, volteando con insistencia hacia Luiz que, un poco más tarde, se retiraba con su grupo hacia el Racquet Club.

El hotel Golden Cape era grande y para sorpresa de los visitantes primerizos, estaba dentro de un acantilado. Los pisos, paredes y fachadas eran de roca y las villas al exterior contaban con las instalaciones más sólidas. El Racquet Club se encontraba justo al lado y el campo de golf encima del lugar. Abundantes plantas, palmeras y albercas en cada nivel le daban un aspecto selvático y aquello se coronaba con la entrada directa a una reserva natural a la que los tellnotellianos acudían en los paseos escolares. Era sabido que las playas del barrio Poitiers eran muy exclusivas y los costos aseguraban la privacidad de los huéspedes en los dos hoteles uno propiedad de la familia Izbasa y el otro de un empresario chino que nunca se paraba por la ciudad.

Esto azoraba a Luiz antes de reconocer las canchas "DecoTurf" del lugar, las cuales estaban hechas de acrílico y asfalto y eran de color azul; aunque el chico nunca supo los tonos. Según su coordinador aquello era lo último en tecnología y André Agassi la había probado muy temprano.

-Tu trabajo es levantar las pelotas y al término de cada set le entregarás tres pelotas a cada tenista. Si se les acaban antes de anotar el punto, les das una y en cada tiempo fuera, asegúrate de que tengan dos - le explicaban a Luiz y le reiteraban sus asignaciones de la tarde: Kournikova - Hingis a las tres y Sampras - Roddick a las ocho. Para su sorpresa, Amélie Mauresmo había decidido conocer el rebote del campo y llegó a pedir ayuda, iniciando así el trabajo de Luiz.

Por otro lado, Lleyton Eckhart conseguía instalarse en su villa y en lugar de reconocerla, se asomó por la terraza. Por la altura, se contaba con una vista directa al Racquet Club y si se deseaba, se podía omitir la asistencia al Abierto de Tell no Tales pero a Lleyton le gustaba recordar que soñó con ser tenista después de recibir una raqueta de manos de Björn Borg cuando era niño.

-A Mauresmo le cayó bien el chico de pelo alocado - le señaló Sophie al ubicarse junto a él.
-He venido aquí por treinta y dos años.
-Mucho tiempo.
-El recuerdo más grato que tengo es recorrer las canchas con mis padres.
-Qué tierno.
-Ellos me presentaron a Borg cuando intenté aprender a jugar.
-Yo conocí a John McEnroe en una fiesta, qué agradable sujeto.
-Qué buen sarcasmo.
-¿Qué pasó con el tenis?
-No tengo talento, lo intenté por mucho. No he dejado de entrenar porque me gustaría ser bueno algún día, aunque sea en fin de semana y en el parque De Gaulle.
-Te pareces a mí en el golf, insisto aunque los palos salgan volando.
-Esa es la actitud.
-¿Iremos sólo al Sampras - Roddick?
-Sí, tengo pensado descansar un poco.
-¿Dónde vas?
-Olvidé llamar a mi secretaria, regreso en un momento.
-Adelante.

Lleyton abandonó la villa y se dirigió al Racquet Club en realidad, deteniéndose en la cafetería no porque tuviera ganas, sino por evitar que Kovac o Maddie lo vieran. Ambos platicaban amenamente con varias personas de la sociedad de tenistas profesionales del país y se disponían a entrar al campo para ver los últimos ajustes y prácticas de los organizadores mientras aseguraban no saber del propio Lleyton desde el viernes. A este último algo se le tenía que pasar por enfrente para que no lo descubrieran y ocurrió: Bérenice Mukhin no había contenido las ganas y salió del espejo con el pretexto de darle un sándwich a Luiz, pasando justo al lado del propio Lleyton, quien la distrajo tomándola del brazo e invitándola a sentarse.

-¡Usted! - gritó ella.
-Baja la voz, por favor.
-Ah bueno ¡Hola!
-Bérenice.
-Ay perdón ¿Usted a qué vino?
-A ver el tenis ¿y tú?
-Hice un sándwich de pollo para Luiz.
-Ya veo ¿él está aquí?
-Consiguió trabajo de recogepelotas.
-Qué suerte tiene.
-Lo que no me gusta es que lo van a poner al lado de la Kournika o como se llame.
-¿Kournikova?
-Como sea, pero si le coquetea a mi palmera nos veremos las caras.
-Tranquila.
-Es que usted no sabe cuántas chicas me quieren quitar a mi Luiz ¡hasta en la guardería cuando vamos por Scott!
-No creo que pase.
-Eso espero y ojalá ninguna tenista lo vea lindo.
-No es tan afortunado.
-¿Qué insinúa?
-¿Qué?
-¿Cómo que mi Luiz no es guapo?
-No quise decirlo....
-Pero lo hizo.
-Textual no.
-¡Touché!

Bérenice observó a Lleyton con los brazos cruzados y éste sonrió infantil, sabiendo que ella no estaría molesta.

-¿Sándwich de pollo?
-Para Luiz.
-¿Entrarás a algún partido, Bérenice?
-No pero me gustaría saludar a Marat Safín, es tan apuesto...
-¿Safín? ¿Qué le ves a Safín?
-Fue mi novio de peque.
-No te creo.
-Ah, cierto, no estoy en casa; yo y mi bocota.
-¿No lo conoces, verdad?
-¡Pero era mi chico, lo puedo probar!
-¿Safín?
-Bueno, el Safín de aquí es el Safín que sí conozco y lo tuve por novio y me enredé ¿me entiende?
-Creo que sí.

Bérenice y Lleyton se contemplaron mutuamente con enormes sonrisas y la sorpresa de que se había comprendido el punto, algo que no acostumbraba pasarle a ella y por lo cual, dejó de tener prisa de ir con Luiz.

-Bérenice, mañana juega Marat Safín ¿no te gustaría ....?
-¿Ir?
-Luiz va a estar trabajando, podrías verlo.
-Es cierto, le preguntaré y traigo a Scott.
-Claro, si aceptas, nos encontramos aquí y te doy las entradas.
-¿Haría eso por mí?
-Es Marat Safín.
-Pero no es correcto ¿o sí?

Lleyton eligió el silencio y Bérenice, algo apenada, dio a entender que se marchaba. Él le retiró la silla cortésmente y ella se despidió sin pronunciar nada, sólo moviendo la mano y esquivando verle el rostro para no sonrojarse más. Justo tomaba distancia cuando un hombre se plantó frente a ella muy contento y la abrazó enseguida.

-¡Bérenice!
-¡Marat! ¡Sabía que eras tú!
-Qué bien te ves ¿qué te hiciste?
-Me alacié el cabello.
-¿Cómo está el espejo?
-Bien, estamos arreglando todo.
-Me alegra mucho, los extraño.
-Lleva medicinas cuando regreses.
-Lo que necesiten, no hay problema... ¿Viniste a visitarme?
-Traje un emparedado para mi chico.
-¿Otro novio?
-Se llama Luiz.
-Me gustaría conocerlo.
-Te lo presento luego.
-Te dejo, tengo que entrenar.
-De acuerdo.
-¿Estarás por aquí mañana?
-No creo, tengo que trabajar.
-Mi partido es a las nueve de la noche.
-No compré entradas.
-No te preocupes, te consigo una invitación, espera aquí.
-¡Gracias Marat!
-Trae a quien quieras, dame un minuto.

Bérenice parecía emocionada y permaneció junto al cristal del vestíbulo al tiempo que Marat Safín llamaba a su representante con el fin de obtener una acreditación o un boleto y a cierta distancia, Lleyton comprobaba, otra vez, que la joven tenía una vida singular en la que encontrar espacio era muy difícil y ser uno de sus satélites garantizaba una atención mínima.

Alrededor, la gente se impresionaba grandemente y Bérenice Mukhin no paraba de aplaudir, agradecida con su ahora amigo Marat Safín, al que había conocido durante una olimpiada en el espejo, siendo gimnasta, siendo una Bérenice irreconocible y arrogante, una Bérenice que afortunadamente se había esfumado a tiempo.

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