miércoles, 16 de mayo de 2018

El duelo por quien se ha ido.


4:30 am.

-Jyri! Dov'è? - preguntó Maurizio Leoncavallo cuando una de las hermanas de Jyri Cassavettes salía del Ospedale Maggiore di Milano. La mujer le tocó el rostro.

-Lei non poteva più aspettarti.
-¿Qué ocurrió? ¡Ayer en la mañana estaba bien!
-Tuvo un paro.
-Debí venir antes.
-Te llamamos porque Jyri nos lo pidió pero no te engañes. Ella nunca quiso que la vieras y por favor, no te presentes en el funeral.

Maurizio Leoncavallo miró al suelo y su primo, Maurizio Maragaglio, sólo atinó a colocarle una mano en el hombro que se transformó poco después en un abrazo. Leoncavallo sólo podía llorar mientras trataba de no culparse ni lamentarse. Jyri Cassavettes se habría arrojado al vacío si él hubiese insistido en quedarse, esa era realidad comprobada. Quizás aquello también logró motivarla a escribir torpemente el nombre de Maurizio Leoncavallo, para hacerlo llegar cuando no hubiera remedio y entendiera que la insistencia de preguntar por ella paraba de golpe. El Diablo tenía razón cuando afirmaba que el amor de Leoncavallo por Cassavettes era inagotable; el de Jyri por él en cambio, a fuerza de silencio, se acabó.

La memoria de aquel día cruel en Milán, siete años atrás, fue una repetición infinita en la mente de la mujer mientras su agonía se concretaba junto a su determinación de llevarse el secreto sobre la persona causante de su sufrimiento. Jyri Cassavettes anheló pensar "Katarina, ganaste" en su último respiro y reconoció que no se había enfrentado a una hermana celosa, sino a una mujer enamorada jugándose la última carta.

-Nunca debí irme - se lamentó Maurizio Leoncavallo.
-Mauri, lo siento - respondió Maragaglio.
-¡Abandoné a Jyri aquí!
-Ella te echó y seguiste con tu vida.

A Maurizio Maragaglio tampoco le sentaba bien aquella noticia y se colocó junto a su primo cuando a este le dio por cubrirse la cara y sollozar en silencio, como si no quisiera molestar a nadie. En el fondo, Maragaglio se preguntó si alguna vez ambos habían podido hacer más por Jyri y luego pensó en su prima Katarina.

-Volvamos a casa.
-¡Necesito ver a Jyri!
-Mauri, no somos bienvenidos - reiteró Maragaglio.
-Ella me hizo tomar el tren.
-Llegamos tarde.
-Si no me quisiera cerca...
-¿Cómo le dirás a Katy?
-¡Por Dios, Katy!
-Tranquilo, yo me encargo.
-No sé si ella pueda con esto.
-No fue su culpa, Mauri.
-Si no se hubiera escapado...
-¿Cómo iba Katarina a saber que Jyri tendría ese accidente? Reclámame a mí porque no arreglé a tiempo la luz pero no a tu hermana que fue a comprar un gelato a escondidas.

Y vinieron más memorias: Katarina y Jyri nadando juntas en el lago de Como, la propia Jyri obsequiándole a la entonces niña un brazalete de la amistad, una práctica juntas en la que Katy había deslumbrado con sus saltos y por derrotar en el hockey a su primo. Todo esfumado en el primer día de otoño, cuando la señorita Cassavettes se ofreció a cuidar a Katarina y ésta última, enredada y devastada por su enamoramiento apasionado de Maurizio Leoncavallo, fingió esconderse en el sótano para luego saltar encima de su cuñada y amenazarla con hacerle daño si no se alejaba de él. Bastó con que Jyri Cassavettes le recordara que ese hombre era su hermano para que Katarina le arrojara una vela al cabello sin querer. La pequeña Leoncavallo trató de apagar la llama hasta que se le atravesó por la mente que perdería a Maurizio si llegaba a enterarse de ese incidente. Siendo incapaz de soportarlo, prendió fuego al vestido de la indefensa Jyri, que gritó desesperada por una ayuda que arribó a destiempo. La aterrada niña Leoncavallo huyó rumbo a una gelateria a un par de calles de distancia y aquello le permitió contar con testigos y pruebas de su ausencia en la escena. La policía fabricó la historia del accidente al ver el recibo que el local le había dado a la pequeña e irónicamente, ella jamás tuvo que abrir la boca para que los demás creyeran que se había ido de casa sin avisar.

-Sé que has amado a Jyri todo este tiempo - mencionó Maragaglio a su primo - Estaría orgullosa de ti y de Katy.
-Íbamos a estar juntos en Moscú.
-Todos lo sabemos.
-¿Qué pasará ahora?
-Mauri no me digas algo así que te parto la cara ¿Qué hay de Karin? ¿Tu trabajo? ¿Carlota Liukin?
-¡Discutí con Katy ayer! ¿Qué hice?
-Tienes muchas cosas que atender. Vámonos.
-Tuve una pelea con mi hermana porque le di los mejores programas a una extraña.
-¿De qué estás hablando?
-Es increíble ¡le di a Carlota Liukin la rutina de su vida y desprecié a Katy!
-¿Estás bien?
-Todo pasó porque Carlota me recuerda a Jyri.
-Yo te mato.
-¡También la acepté como mi alumna por esa razón! ¿En qué estaba pensando? ¡No me di cuenta!

Maurizio Maragaglio no se reprimió y golpeó a su primo en el rostro porque no podía concebir lo que oía. Maurizio Leoncavallo en contraste, agradeció que lo centrara nuevamente. Ni Carlota era Jyri ni había subestimado a Katy; sólo buscaba algo de qué aferrarse para no sentir que había abandonado a una mujer que amaba mientras se arrepentía de pelear con su hermana y ser impertinente con su primo.

No obstante, en Venecia no hubo novedades durante horas, permitiéndole a Katarina Leoncavallo presentarse a su entrenamiento con un Romain Haguenauer que no imaginaba por qué había accedido a dirigirla por la mañana. Para sorpresa suya, la señorita Leoncavallo lo obedecía sin objeciones, sin malas caras, sin altanería. Empeñada en aprenderse "Black Swan" antes de la llegada de su hermano, Katarina ni siquiera mencionaba palabra alguna y resistía atender su celular para no transmitirle a nadie su ansiedad.

-No puedo creer que la araña desgraciada y Katarina Leoncavallo sean la misma persona - reflexionó Haguenauer al mediodía y a petición de ella, accedió a hacerle practicar horas extra, aunque ello implicara que se enterara de otra sorpresa que le tenían a Carlota Liukin.

-¡Hola, Romain! - exclamó una voz femenina caprichosa y los alumnos de Maurizio Leoncavallo pararon sus actividades enseguida, boquiabiertos por la visita.

-¡Tamara! - exclamó Haguenauer en medio de un abrazo.
-Leoncavallo me llamó ayer ¿dónde está Liukin? Ya la quiero torturar.
-No tarda en llegar, la dejan descansar un poco porque la metieron al equipo de hockey sobre pasto en la escuela.
-¿Es una come hierbas ahora?
-Jajaja, la volvieron.
-Cuánto ha cambiado.
-Sí.
-¿Quiénes son estos raritos?
-¡Tamara!
-No los conozco.
-Cecilia Torn y Jussiville Partanen y Juulia Toivonen y Matthias Versluis de danza y la señorita Katari...
-A esa sí la tengo en la cabeza.

Sin protocolos ni saludos, Tamara Didier se aproximó a Katarina Leoncavallo y la sujetó del cuello, sin dejarla tomar aire.

-Vuelves a tocar a Carlota Liukin y quien va a terminar recibiendo la paliza que la deje muerta será la maldita araña que tengo agarrada.

Tamara soltó a aquella chica con agresividad y chocó manos con Haguenauer.

-Nos la debías, Leoncavallo - añadió él. Katarina tosió un poco mientras sentía vergüenza frente a los estudiantes de su hermano, que nunca lograron ponerla en su lugar. A Tamara tampoco le impresionaba otra mujer que no tuviera miedo de los golpes y entonces tomó el mando.

-¡Los de danza! ¡A marcar patrones latinos! ¡Araña Leoncavallo te quiero repasando tu coreografía! ¡Nadie pierde el tiempo en mi clase!

Haguenauer se reía y la señorita Leoncavallo procedió a hacer lo ordenado mientras miraba en el reloj la hora que marcaba la llegada de Carlota Liukin con su vestido oscuro de tenista y sus mallas negras con bordado de rombos. El personal estaba encantado con ella y los chicos de danza la miraban como si tuvieran enfrente a una celebridad. Carlota iba acompañada por su padre.

-¡Tamara! ¡Me da tanto gusto verte! - saludó Ricardo Liukin y su hija corrió hasta el borde de la pista para estrecharla.

-¡Vine a hacerte llorar, Liukin!
-¿Me vas a ayudar hoy?
-Nunca pierdo una oportunidad para molestarte, niña.
-Ay, Tamara.
-Agradécele a Maurizio Leoncavallo ¿a mí qué?
-No he sabido nada de él.
-Ni yo.
-Katarina siempre se va a la una ¿tiene doble sesión?
-Decidí que está castigada.
-¿Qué?
-La próxima vez que se meta contigo, la tiraré por la escalera.
-¿No hablas en serio?
-A calentar, Liukin. Tú y yo vamos a montar los saltos de "Anna Karenina".
-Shhhh, Haguenauer no sabe.
-Entiendo, apresúrate.
-Gracias por guardar el secreto.
-Oye, si Maurizio te dio una mejor rutina que a Katarina, es que algo hiciste muy bien.
-¿Tú crees?
-¿Viste el "Black Swan" de su hermana? Parece que está danzando un pato.
-¡Qué burlona eres, Tamara!... Creí que nada más yo lo notaba.
-¿Y quién es la burlona desde el inicio?

Carlota rió sin malicia e inició su trabajo mientras sus co equiperos se preguntaban si podrían hablarle. Ella vagamente sabía quiénes eran.

-¡Tamara! Al fin puedo verte - mencionó Ricardo Liukin mientras tanto. Ella lo apretó fuertemente.

-¿Venecia? Muy refinado para un Liukin.
-¿Dónde te habías metido, mujer?
-Estuve en París.
-¿Me dirás qué hiciste?
-Hablé con los federativos, conseguí un abogado competente y Maurizio Leoncavallo me contactó para pedirme referencias de Carlota.
-Oh, algo supe al respecto.
-Me preocupa la calidad del coach.
-La señorita Leoncavallo es un éxito.
-Maurizio es un desastre ¿sabes?
-Pero controla a Carlota y qué felicidad.

Tamara y Ricardo no podían continuar conversando y Haguenauer decidió que retomaría su sesión con Katarina, misma que no lograba concretar todos los pasos de su esquema coreográfico e improvisaba sin ocultar su frustración.

-Diremos lo que sea pero la araña se esfuerza más que Carlota - comentó Haguenauer.
-¿"Black swan"?
-Ni siquiera yo lo entiendo, Tamara.
-Katarina nunca ha podido con el ballet.
-Leoncavallo se volvió loco.
-La ejecución de la secuencia de pasos es pobre.
-¿Quieres que la ayudemos?
-Tú lo harás.
-¿En qué vas a trabajar?
-Los saltos de Carlota.
-¿Maurizio te habló de ese asunto?
-Ella se volvió a caer en un programa libre.
-Arréglalo.
-Sólo dame cinco minutos.

El calentamiento de Carlota continuaba en medio de miradas de admiración y la sonrisa de su padre cuando esta reparó en que el teléfono de la señorita Leoncavallo tenía un timbre muy molesto que no paraba de reproducirse ni de percibirse a pesar de que la música de Torn y Partanen era muy fuerte y de que las pequeñas del grupo de novice solían ser ruidosas. Quizás lo sucedido en la cena le producía un deja vú que la volvía más atenta o sólo eran sus ansias de saber de su coach pero al recibir la instrucción de entrar a la pista, Carlota se acercó a Katarina aun con el riesgo de confrontarse a ésta.

-¿Podrías apagar tu celular o contestar? Me duelen los oídos.
-Tengo prohibido agarrarlo cuando estoy en práctica.
-¿Por eso lo tengo que aguantar?
-Me ayuda a no distraerme.
-Apágalo.
-Mejor ocúpate de tus cosas.
-¿Y si el que llama es Maurizio? Fuera de reclamos, a la única que le avisa que hace es a ti.
-¿Por qué me dices eso?
-Le pregunté a Karin por él y no han hablado.
-Mauri no me dirige la palabra.

Katarina miró a Carlota como si quisiera decirle "¿estás segura? ¿es Mauri?" y contrario a su sentido de disciplina, salió del hielo sin saber que esperar.

-¡Liukin! ¿Puedes decirme que sucede? - procedió Tamara a susurrar.
-Maurizio está en Milán.
-¿Él te preocupa? Eso es nuevo.
-Es que ayer estuve en su casa y de repente se fue.
-¿Tiene algo que ver con la araña Katarina?
-Supongo, no lo sé.
-Esto no pinta bien.
-¿Qué?
-¿Maurizio dijo algo antes de salir?
-"Jyri"
-¿Escuchaste bien?
-Sí ¿por qué?

Tamara hizo que Haguenauer se acercara en seguida y los tres observaron en vilo a Katarina Leoncavallo, que después de vacilar, se apartó un poco y respondió a su hermano. Los instantes siguientes fueron desconcertantes porque aquella joven palideció y se derrumbó de espaldas a una pared que le impedía terminar totalmente en el piso.

-Liukin, te aviso que esto es grave - anunció Tamara y Carlota, anticipándose porque no se le ocurría otra cosa, juntó a sus compañeros de danza. Haguenauer iba aproximándose a Katarina Leoncavallo pero a él también se le contactó y su reacción lo empujó a abrazar a la propia Tamara.

-Jyri Cassavettes murió.... Mi amiga murió - se lamentó él y Tamara soltó a llorar. Carlota y sus compañeros se congelaron porque reconocían a Cassavettes; Torn y Partanen miraban sus videos; Carlota la admiraba mucho y Toivonen y Versluis habían empezado a patinar juntos por imitarla.

-¿Es real? - inquirió Carlota.
-Nada está bien - dijo Tamara bruscamente.
-¿Por eso llamaron a Maurizio ayer?
-¿No lo sabes, Liukin? ¡Jyri era la novia de Maurizio!
-Ay Dios.
-¡Nadie le tiene fe a ese idiota pero ella creía en él!
-Tamara....
-Me abrazó cuando me quedé fuera del podium en Lillenhammer, fue la primera alumna de Romain.
-Lo lamento.
-Katarina debe estar destrozada.
-¿Por qué?
-¿Nunca te enteras de nada, Liukin?

Carlota no supo por qué pero tomó de la mano a sus compañeros de equipo.

-Jyri se quemó en la casa de Maurizio en Milán cuando estaba cuidando a Katarina.
-No es cierto.
-Katarina se salió sin permiso por un helado y Jyri se accidentó buscándola en el sótano.

Los estudiantes de Maurizio Leoncavallo se atisbaron entre sí y Carlota Liukin no pudo contener el llanto al contemplar de nuevo a Katarina con el talante extraviado y su horrorizada mirada. Nadie se atrevía a imaginarse su culpa.

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