Gare de Lyon, París.
-Me... Me voy con ustedes - pronunció Tennant Lutz con voz apagada y Ricardo Liukin volteó a verlo desconcertado. El chico portaba una valija muy pequeña y parecía necesitar aprobación para atreverse a marcharse.
-De acuerdo, Tennant.
-Gracias.
-¿Traes dinero?
-El suficiente para bajar en Niza.
-De acuerdo, dámelo.
-Perdón si los molesto.
-¿Cómo te enteraste de nuestro viaje?
-Judy Becaud es muy escandalosa, yo estaba en el hotel.
-Bueno, no importa mientras sólo lo sepa ella. Iré por los boletos, te encargo a los chicos, Tennant.
-Bien.
Ricardo Liukin se colocó en la fila en la taquilla de la estación mientras Carlota tomaba asiento sobre su maleta y Adrien se concentraba en resolver una sopa de letras. Andreas tampoco fingió su desdén.
-¿También te largas? - inició agresivo.
-No me gusta París - contestó Tennant.
-Cállate, Carlota es fanática de la ciudad.
-No quiero estar aquí, es todo.
-Ojalá pensáramos lo mismo que tú.
Andreas miró a sus hermanos y Tennant pasó saliva por los nervios, temeroso por seguir hablando.
-Conseguí dos literas, Andreas tendrás que dormir en un asiento - anunció Ricardo al regresar - Tennant, puedes quedarte con nosotros hasta la mañana ¿te parece?
El joven Lutz apenas respondió sí, depositando su insignificante equipaje entre el de la familia Liukin en un arrebato de confianza ante la ausencia de preguntas. Aunque no era su intención, el chico mostraba un talante exaltado y Ricardo creyó que tenía un problema. Si era grave, no iba a dudar en deshacerse de él.
-Salimos a las 11:45, quiero que Carlota y Adrien vayan a la cama cuando abordemos, no hagan escándalo y no se peleen - ordenó Ricardo.
-Dile eso a Adrien, que grita por todo.
-Podrías empezar por darle el ejemplo, Andreas.
-Dáselo tú, eres el papá.
-Gracias, acabas de mostrarle a tu hermano lo tonto que es un bocón.
Tennant Lutz levantó la mirada y se admiró de Ricardo. Sin aspavientos ni gritos había puesto a su hijo mayor en su lugar y Adrien parecía entender la lección aunque su atención prestada fuera poca. Carlota en cambio revisaba su celular y el señor Liukin resolvió quitárselo, sin mediar negociaciones.
-¡Iba a preguntar cómo sigue Joubert!
-Te avisaré cuando sepa algo.
-¡Pero el teléfono es mío!
-Yo lo pago.
Ricardo apagó enseguida el teléfono ante el gesto berrinchudo que recibía en respuesta. De todas formas, la chica estaba castigada, perdiendo cualquier derecho de replicar en su defensa.
-Tennant, tú y yo tenemos que hablar - terminó el señor Liukin, procediendo a imitar a su hija con su equipaje.
En el andén había poca gente y los trenes arribaban vacíos después de haber hecho escalas en Bélgica o España. El que esperaban los Liukin provenía de Alemania y según la información del boleto, era de marcha lenta, cosa que impacientaba más a los tres hermanos y causaba risa en Ricardo, que sabía que así los tendría controlados un rato. Únicamente para evitarse malas caras, prefirió no comprar la cena; los burritos le disgustaban a Carlota lo suficiente para encabezar una rebelión anti - mudanza.
11:45 Gare de Lyon, interior del tren.
-¡Quítate Andreas!
-¡Quítate tú, cucaracha!
-¿A quién le dijiste cucaracha?
-¡Carlota cucaracha!
-¡Cállate idiota!
-¡Ya basta! - intervino Ricardo en la discusión y empujó a Carlota a su habitación, cerrando la puerta en su cara. A Andreas le sostuvo por la capucha de su sudadera y lo sentó a fuerza en la sección que le correspondía, colocándole al lado el equipaje para que no pudiera moverse ni ocasionar problemas. Tennant se había situado junto a la ventana del lado opuesto y Ricardo se sentó frente a él, ordenando dos cafés en el acto.
-Te invito, Tennant, relájate.
-Gracias.
-Se nota que tienes frío.
-¿Qué hace?
-Te doy mi bufanda.
-No me toque
-Perdón, no sabía que te iba a incomodar.
-Ah... Lo siento, olvídelo, gracias.
Tennant bajó los ojos y se disponía a depositar su cabeza sobre la mesa cuando alguien tocó en la ventana para llamarlo.
-¿Svante? - murmuró y se incorporó para encontrarse con él en la entrada del vagón, próxima a cerrar.
-¿Qué haces aquí? ¿Quién te dijo?
-"Iba a visitarte en el hotel" - escribió Svante en su pizarrón.
-¿Para qué?
-"Preguntar cómo sigues".
-Estoy bien.
-"¿Por qué te vas?"
-Es algo de último minuto.
-"Te habría acompañado".
-No voy solo.
-"Perdón"
-Discúlpame, Svante.
-"No te preocupes ¿Piensas volver?"
-No lo sé, realmente no quiero.
-"Iré a visitarte".
-Gracias.
-"¿Somos amigos?"
-Sí, adiós.
Svante alcanzó a besarle la frente cuando el tren cerraba y Tennant retomó su sitio, bebiendo el café de golpe y agitando su mano en despedida; Svante hacía lo mismo en el andén.
-¿Es tu amigo? - preguntó Ricardo.
-Creo que sí.
-¿No estás seguro?
-A decir verdad, le intereso.
-¿Algo romántico?
-Ha querido cuidarme.
-¿Cuidarte?
-De todas formas estoy en deuda con él.
-¿La pagarás algun día?
-No puedo.
Ricardo no intentó saber a qué se refería Tennant. El tal Svante poco a poco quedaba atrás al iniciar la marcha y el inspector del vagón le recordaba la pequeña escala en Niza a los viajeros nuevos, recomendándoles no abandonar sus lugares y aguardar a los vendedores de comida hasta que se aproximaran a las ventanas.
-¿A dónde va señor? - reanudó Tennant la charla y Ricardo pidió más café.
-A Italia pero el tren que necesito sale de Montecarlo.
-Nunca he ido a Italia.
-Supongo que tampoco a Mónaco.
-No tengo dinero.
-Carlota me había dicho que tenías un trabajo.
-Me pagaban poco.
-¿Eras cantinero?
-Ayudante en una sex shop.
-¿No eres menor de edad?
Tennant afirmó con la cabeza .
-Tienes la misma edad de Andreas ¿tus padres nunca te cuidaron?
El joven Lutz sacó un cigarrillo en respuesta.
-Disculpa, Tennant.
-Mis abuelos cuidaron de mí.
-¿Por qué dejaste Jamal?
-Mi abuela murió hace poco y después de diciembre no hay trabajo ni turistas.
-Te entiendo, mi abuelo también me crió y sé que es pasar vacas flacas.
-Mi madre está en la cárcel con cadena perpetua.
-¿Puedo saber qué hizo?
-Mató a cinco personas a golpes.
-Que terrible, disculpa....
-No me avergüenza.
-¿En serio?
-La gente tiene días malos y a veces eso pasa.
-¿Matar a cinco?
-Mi mamá era ejecutiva de la bolsa de valores.
-De repente me parece coherente.
-La llevaron al límite.
Ese relato le recordó a Ricardo lo que había sucedido con Joubert Bessette en Cobbs.
-Mi padre también vive - continuó Tennant.
-¿Qué hace para vivir?
-Se dedicaba a elaborar licor con mi abuelo.
-¿Qué pasó con él?
-Se quedó internado en un hospital.
-Tennant, de verdad me disculpo por preguntar.
-Está bien, de todas formas me quedé solo.
-¿Por qué?
-Mi padre es adicto a la heroína y tiene una orden restrictiva desde que trató de inyectarme ketamina con una aguja infectada.
-Sin comentarios.
-Él tiene VIH.
-Debe ser difícil.
-Trabajo desde niño y pasé mucho tiempo destilando con mi abuelo.
-¿Te gusta llenar botellas?
-El alcohol es una de mis pasiones, estudié mucho para ser enólogo.
-¿Vas a trabajar como tal?
-Cuando sea un adulto, por ahora sólo puedo servir tragos.
Tennant estaba orgulloso de su familia y Ricardo intuía que se hallaba conversando con el único sano de un clan de extravagantes psicópatas. El muchacho se atrevía a contarle porque no tenía dónde ir o quizás era una manera de pedir ayuda.
-Dime Tennant ¿hay alguien a quien puedas llamar?
-Mi hermana también está en la cárcel
-¿Nadie?
-Tengo otro hermano pero quien sabe cómo encontrarlo.
Tennant fumaba con resignación.
-El tabaco corrompe el paladar - comentó Ricardo.
-Quise probarlo.
-¿Por qué?
-Hasta antes de hoy ni siquiera tomaba café.
-¿Te excita?
-¡No, nada!
-Oye, lo decía en el sentido de que te sobreestimula.
-¡No, no siento nada especial! Por favor, no me toque ...
-¿Qué te sucede?
Tennant se levantó y desapareció velozmente por el pasillo, Ricardo fue tras él, preocupado.
Al mismo tiempo, Carlota Liukin salía de su camarote para quejarse por los gritos de su hermano Adrien y rápidamente, Andreas Liukin giró su cabeza con furia.
-¡No fastidies, Carlota!
-¡Ayúdame!
-¡Dale un chocolate!
-¿Tienes uno?
-¿No puedes conseguirlo sola?
-¡Mi papá me acaba de quitar la mesada!
-¿Todavía tenías dinero?
-Iba a comprar unos guantes y mis revistas.
-¡Yo te pedí prestado y me dijiste que no tenías nada!
-¡No te quise dar porque lo querías para un estúpido videojuego!
-¿Y a ti qué te importa? Igual te lo pagaba.
-¡No se me dio la gana!
-¡Eres una cucaracha!
-¡Que no me digas cucaracha!
-¡Por tu culpa también nos mudamos, bruja!
-¡Discúlpate por eso!
-¡Claro que no! ¡Bruja cucaracha!
-¡Ay, cállate idiota!
Carlota se fue a los golpes con Andreas y Adrien gritó más fuerte, atrayendo las miradas de los pasajeros y del vigilante, que dejó pasar a un chico que se aprestaba a terminar el alboroto.
-¡Ea, que se termina ya! ¡Andreas quédese en su lugar como se lo ordenaron y cierre la boca! Adrien, usted vaya a su cama y espere a que le atiendan, el chocolate no le urge y usted señorita Carlota, cálmese de una buena vez ¡se ve terrible peleando! Ese comportamiento no es propio de una jovencita elegante.
-Carlota es una corriente, en su cumpleaños se descontó a una chica - añadió Andreas socarrón y su hermana se le lanzaba de nuevo hasta que fue sujetada por las manos y arrojada al dormitorio en donde Adrien continuaría con su pataleta un buen rato.
Mientras el boletero le buscaba para que calmara a sus hijos, Ricardo se halló en un baño, con el abrigo de Tennant en brazos y éste vomitando sin poderse detener. Por si las dudas, en el botiquín de la pared había pastillas contra el mareo y pasta de dientes, quizás útiles para gente normal, pero por la escena, Ricardo supo que aquél chico se había tragado una enorme angustia y una amarga vergüenza.
-¿Te sientes mejor? - le preguntó después de diez minutos.
-No me toque, por favor.
-¿Por qué lo haría, Tennant?
-Necesito un abrazo pero no quiero que confunda las cosas.
-¿Por qué me aprovecharía?
-Porque no pondría resistencia.
Tennant se aseó la boca y Ricardo lo miró bien: Cabello recién cortado, rostro pequeño con ojos grandes, aspecto aniñado.... Era perfecto para gustarle a cualquiera y con mayor justificación al verlo moverse con esa postura grácil que le delataba la edad.
-¿Resistirte a qué?
-Sólo no me toque, por favor.
-Tennant, tranquilo.
-Quite su mano de mi hombro.
-Claro.
-Creo que me enfermé.
Ricardo aguardó pacientemente hasta que Tennant tomó su abrigo y se lo colocó mientras tiritaba de frío.
-Ahora puedes contarme lo que hiciste.
-¿Qué dice?
-Tennant, una cosa es que no quieras que alguien te toque y otra que por algo tan simple como una conversación te pongas mal ¿Las palabras que usé te incomodan?
-No.
-Entonces no te entiendo.
-Me sentí un poco mal.
-Si quieres hablar, te espero en dónde estábamos, si no, te despediré en Niza por la mañana y te pido de una vez que no te acerques a mi familia. Con tu permiso.
Ricardo dejó el tocador sin conceder un segundo y retomó el asiento de momentos atrás, sin prestar atención a las recomendaciones del vigilante del vagón respecto a poner orden con sus hijos.
-Ellos no gritan ahora - contestó apenas y dio el sorbo al café que le quedaba, consciente de que Tennant le miraba a lo lejos sin carácter ni fuerzas para presentársele. Sin embargo, Ricardo recordó la confianza que el chico le tenía y que por aquella razón no había escondido la singularidad del clan Lutz; así que le concedió crédito y se acercó a él después de darse cuenta de que Andreas cabeceaba sobre las maletas.
-Toma asiento, Tennant.
-Gracias.
-Aquí nadie nos oye, dime.
-Perdón por malinterpretar sus palabras.
-Descuida.
Tennant Lutz exhaló profundo.
-Tuve sexo con un chico.
-Así que eso era. No te sientas equivocado por eso, tampoco tienes que esconderlo.
-No entiende, señor Liukin.
-¿Te lastimó?
-¡No soy gay!
-De acuerdo.
-¡No me mire así! Créame, por favor.
-Te creo, no te alteres.
-Es que .... Nadie sabría que le digo la verdad.
-Tennant, sólo pregunté si el tipo te lastimó.
El muchacho asentó con ojos llorosos.
-Me acosté con él porque estaba frustrado, furioso. Me desahogaba ¿comprende?
-¿No tomaste en cuenta que era un hombre?
-Al principio me negué, no soy homosexual; él me había encontrado en la calle, me asaltaron esa noche. Desperté y estaba desnudo en una cama cuando vi a este chico, lo eché y me vestí pero pensé que me había hecho algo y cuando lo quise confrontar me llevó de nuevo a la habitación y me quitó la ropa, luego dijo que me ayudaría y que me quería, que me daría lo que yo deseara, que lo haríamos una vez... Me convenció y sólo me atreví.
-¿Te traicionó?
-En la mañana me dejó un sobre con 50 €, como si me hubiera pagado por un servicio.
-¿Es lo que te tiene así?
-Fui a buscarlo y le partí la nariz.
-¿Qué es lo que te duele?
-Que confié en él ¿En qué clase de idiota me convierte eso?
-¿Conocías a este muchacho?
-Lo vi una vez antes.
-¿No le hablaste?
-No.
-¿Le preguntaste por qué estabas desnudo en esa cama?
-Sí pero no recuerdo la respuesta.
-¿Había alguien más?
-Cumber ¿lo conoce? Se disculpó conmigo esta tarde.
-Sé quien es ¿qué tuvo que ver?
-Cerró la puerta cuando me vio con el chico y luego me acompañó a golpearlo y me presentó a Svante.
-¿El que se despidió de ti?
-Svante me ayudó, me escribió que debía entender lo que pasó.
-Tennant, yo seré menos blando: El tipo con el que estuviste abusó de ti.
-¿Qué debo hacer?
-Romperle la nariz fue una gran idea.
Tennant lloraba y Ricardo, en un arrebato paternal, le abrazó en consuelo, comprobando que no estaba frente a un niño.
Observando atento se hallaba otro joven que había colocado una mesa y un par de sillas al lado de la habitación de Carlota Liukin, misma que salió en pijama y con el cabello alborotado después de pelear con su hermano Adrien, que ahora dormía plácidamente en la parte de arriba de la litera.
-Buenas noches, señorita Carlota - dijo el chico.
-¿Miguel?
-Compré algo de sushi ¿gusta cenar?
-Gracias, tengo hambre.
-¿No va a tener otro round con sus hermanos?
-Espero que no.
-Tuve que intervenir, no deseo que usted sea más castigada.
-¿Eras tú?
-Los regañarán por la mañana de cualquier forma.
-¿Cómo lo sabes?
-Conozco a su padre.
Carlota alzó la mirada antes de tomar asiento.
-¿Qué le pasa a Tennant?
-Pensé que no se fijaría en él.
-Es raro ver a mi papá abrazando a alguien que no sea yo.
-Tennant lo necesita.
-¿Y por qué estás aquí?
-Trabajo para usted ¿lo recuerda?
-No tengo con qué pagarte.
-No estoy aquí por dinero.
-¿Entonces?
-Carlota, por el momento disfrute su sushi, aun hay bastante camino por recorrer.
Carlota se encogió de hombros y tomó unos palillos para degustar sus alimentos, comprobando que no faltaban la salsa de soya ni una copa de helado de matcha y vainilla.
-Sabes lo que me gusta, Miguel.
-Es fácil al prestar atención.
-¿Por qué no me acompañas? Toma la mitad de mis rollitos.
-No, gracias.
-Si mi padre te ve, te va a matar.
-No lo hará, confíe en mí.
Carlota volteó de nuevo hacia Tennant y constató que éste se iba calmando poco a poco, en parte porque Ricardo no decía palabra y prefería seguir invitándole café, porque el trayecto a Niza no era cálido ni se podía observar por la ventanilla.