martes, 3 de abril de 2012

Capítulo Cien: Gwendal, te amo. (Primera parte)


A Marina y Gwendal

Judy había ido al mercado del pescado y en un pasillo coincidió con Gwendal. Ambos se detuvieron en seco y evitando mirarse a la cara, se saludaron. Él iba acompañado de una mujer rusa que había conocido hacía un par de días en un club y al ser presentadas, la esposa de Jean Becaud supo que esos dos habían comenzado a salir. La desconocida poseía una expresión agresiva y glamorosa, propia de una modelo. Si se le observaba con más rigor, cualquiera se daba cuenta de que aquella mujer tendría más o menos treinta y cinco años y no era muy afable. Al tenderle la mano, la señora Becaud casi pudo jurar que su cortés gesto había sido recibido con desagrado y que la mujer la examinaba; seguramente para comparar atuendos y salir ganadora. Judy traía puestos unos viejos mocasines beige y un vestido de igual color, además de un suéter tejido café y su contraria estaba ataviada con un traje sastre marfil de una marca muy refinida y de tendencias ligeramente andróginas. Mientras la joven lucía pálida por no haberse maquillado, la otra parecía lista para una sesión de fotos de alguna revista de moda. Sintiéndose perdedora del duelo, Judy bajó la cabeza. 

-Tu novia es linda, Gwendal.
-Gracias.
-Fue un gusto, yo debo retirarme.
-¿Tan rápido?
-El trabajo me espera, yo sólo vine por calamares. El especial en el café será sopa de mar. Buen día. 

Con prisa, Judy caminó como una niña hasta la salida y quitó la cadena a su bicicleta antes de pedalear a excesiva velocidad y caerse a las pocas cuadras sobre un montón de bolsas de basura. Con la gente riéndose, ella se levantó mientras sacudía las cáscaras de sandía pegadas en su mejilla. No entendía porqué la gente cercana reía más fuerte cada vez y ella sintió que algo líquido caía sobre su mano. Miró hacia arriba sin encontrar nada y retomó el camino sólo para continuar derrapando en otras aceras. A la altura de Katsalapov, se estrelló nuevamente junto a unos botes repletos de desperdicios pero no se levantó. Estaba enojada y comenzó a remover las bolsas plásticas a su alrededor. Su atuendo ahora estaba manchado con salsa y en su cabello se habían atorado residuos de blinis y prianikis*. Percibió las manos húmedas y al remover huesos de pescado de su rostro, descubrió que lagrimeaba abundantemente. Resignada por el ridículo, permaneció sentada mientras algunas personas que no estaban enteradas de su accidente le dejaban monedas. 

-Este es un mal día - dijo mientras se recostaba y comprobaba que los calamares que había adquirido estaban regados y los gatos se peleaban por el botín mientras un turbio jugo marrón salía por un tubo casero de desagüe, empapándola por entero.

-¡No puede ser! - exclamó al momento de percatarse de que era agua de pescado descompuesto - ¡¿Las cosas pueden ser peores?! - preguntó y recibió por respuesta una nueva descarga pero de grasa de bacalao. A partir de ese momento, juró que jamás comería mariscos. No tardó mucho en sentir ardor en sus rodillas y supo entonces que estaba lastimada. Para terminar con el cuadro, al tratar de incorporarse, su coleta se trabó en la alcantarilla cercana. Sin un teléfono y sin la ayuda de nadie, comenzó a jalar su cabello pero entre más insistía, más se enredaba y entonces decidió arrancarse el mechón para liberarse. 

-¿Judy? - señaló una voz conocida - Permíteme, te levantaré.

La joven sólo sintió como se deshacía el nudo que la tenía atrapada y con rapidez se dispuso a huir a un sitio dónde nadie la viera, abandonando su bici y dando escuetamente las gracias. Corría sin cesar a pesar de que podía sufrir un percance y no reparaba en los semáforos por ningún motivo. A dónde fuera, oía el grito "¡Espera! ¡¿Dónde vas?!" y eso aumentaba su bochorno hasta que un nuevo baño, ahora con lodo acumulado en una esquina y levantado por un vehículo policial, le detuvo abruptamente. Su cuerpo estaba completamente cubierto y encima, olía verdaderamente mal. Ella trataba de escupir la espesa tierra acuosa que había entrado en su boca y al recargarse en una pared para lamentar su suerte, una monja le regaló un sándwich y un rosario pensando que la chica vivía en la calle. Como la religiosa estaba rodeada de niños, aprovechaba para enseñarles caridad y les pedía que no juzgasen a las personas que no tenían nada. Los pequeños entonces le obsequiaron más monedas. 

-Yo no ...
-No diga nada, mujer. Cómprese una ropa limpia y busque un sitio para no pasar mala noche. Que Dios la bendiga.

Confundida, Judy aguardó que el grupo se alejara, volvió a la pared y profirió:

-¡Malditos calamares! ¡Maldita gente sucia que no sabe cómo manejar su basura! ¡Maldito ayuntamiento que no trabaja para mantener la calle! ¡Malditos gatos y maldito día! ... Y perdí mis ¡Maldición, maldición, maldición! ¡Mis llaves! ¡Maldita porquería!
-¡Judy! Menos mal ¿Estás bien?
-¿Qué si estoy bien? ... ¿Qué si estoy bien? ¿Qué no se ve? ¡Demonios, el mundo se ha vomitado encima de mí! ¡Maldición, toda la ciudad lo ha visto y me lleva el demonio, tú también! 

La señora Becaud ahora lloraba porque Gwendal estaba parado a su costado y ella se hallaba impresentable. 

-Te sigo desde el mercado.
-¡No es cierto! ¿Porqué hiciste eso?
-Terminé mi asunto poco después de que te despidieras.
-Entonces viste todo lo que me pasó.
-No todo. Te perdí de vista hasta que te encontré en Katsalapov pero saliste corriendo cuando te desaté el cabello.
-¿Fuiste tú?
-¿No me viste?
-No.
-Luego me puse como loco a perseguirte ¿Porqué no me hiciste caso? Te habría llevado a casa. Lo bueno fue que levanté tus llaves.
-¡Ay, qué bien! Gracias.
-Vamos a que te quites todo eso.
-No iré a ningún lado. No puedo dejar que me vuelvan a mirar así. Estoy sucia y huelo a desechos varios. En serio prefiero quedarme aquí hasta que anochezca.
-Necesitas asearte y tirar la ropa. Yo te acompaño.

Gwendal la abrazó fuertemente y aunque ella le pedía que no lo hiciera, él tomó cieno para mancharse la cara y embarró su saco con aceite automotriz. 

-Has arruinado tu traje.
-No importa.
-¿Porqué? Yo parezco indigente.
-Por eso mismo. Ya somos dos.

Gwendal ofreció su brazo y ella, dubitativa, aceptó. A cada paso que daban, Judy más se apenaba y terminó dirigiendo al hombre en dirección contraria a Republique.

-¿Qué sucede?
-No me atrevo a entrar así. Sería muy vergonzoso que mis clientes o mis amigos me vean.
-Todo fue un accidente.
-Suficientes penas he tenido esta mañana, primero con tu novia y después esto.
-¿Mi novia?
-¿No te diste cuenta? ¡Ella era como una princesa y yo con mis fachas!
-Yo pienso que luces más hermosa.
-¿Bromeas? Ella estaba perfecta y cuidada, yo me puse la primer botarga vieja que encontré.

Él se detuvo un momento y la atisbó seriamente. La joven comenzó a temblar cuando Mériguet tocó su mejilla y le besó en la frente. 

-Para mí eres única y eso es mejor que perfecta.

Judy sonrió, pero le extrañó que le dijera algo como eso. Reservándose una reacción feliz, pensó en la forma de contestarle. No se encontraba cómoda con él y tampoco deseaba permanecer con la creciente molestia que le aquejaba.

-¿Qué haces con esa mujer?
-Lo mismo que tú con Jean.
-Es muy atractiva, felicidades.
-¿Porqué me felicitas? No es nada del otro mundo que yo decida tener una relación.
-Es que me cayó de sorpresa; no me contaste.
-Es algo muy reciente, no llevo con ella más que unos cuatro días.
-¿Lo sabe tu familia?
-Les mencioné algo pero no considero que lo hayan tomado en cuenta. 
-Espero que dure mucho.
-Te agradezco nuevamente.
-¿Cómo se llama?
-Daria.
-¿Porqué estaban en el mercado?
-Fuimos a buscar una locación. Ella es la editora de Vogue.
-Ahora entiendo tanto arreglo. Fue raro que alguien como ella pasara por ahí.
-Me invito a realizar una sesión para la edición de abril y es trabajo.
-Supongo que así queda explicado.
-¿Pasa algo?
-¿Nada ¿Qué quieres que ocurra? No la conozco.
-¿Daria te cae mal?
-¡Por supuesto que no! ¿Cómo me podría enfadar? No seas infantil, Gwendal.
-Entonces no hagas berrinche.
-¿Berrinche, yo?

Mériguet alzó la ceja y ella se ruborizó como nunca antes, pero le tomó de las manos y comenzó a dar vueltas con él. Los pocos transeúntes pensaban que presenciaban la escena romántica de un par de enamorados limosneros cuando ambos optaron por estrecharse de nueva cuenta. Quién sabe qué le diría Gwendal a Judy que ésta decidió volver a casa. A pesar de que los comensales desconcertados guardaron silencio al observarla pasar, la señora Becaud irradiaba buen humor, le pidió a las meseras que se hicieran cargo del café el resto del día y sin más, corrió al cuarto de baño a tomar una ducha en medio de discretas carcajadas. El reloj marcaba las cinco cuando descendió a la planta baja y se fue sin despedirse. Gwendal la esperaba en una esquina y al divisarla, se aproximó. Ella permaneció sin decir nada. Fue ahí cuando él perdió el control y la llevó a la playa. No importaba que el camino fuera largo y cansado, nada podía evitar que al fin pasaran una velada juntos. Los dos gritaban, corrían y rodaban por la arena y la marea mientras comentaban acerca de lo hermosa que se veía la luna durante la puesta de sol. 

Con la ropa humedecida por juguetear en las olas, se recostaron entre las rocas mientras brisaba y por primera vez en horas permanecieron en absoluto silencio hasta que Gwendal la tomó por la cintura y Judy entristeció. Ambos suspiraron.

-Estoy casada.
-Casada ... Qué palabra tan importante.
-Estoy enamorada, Gwendal.
-¿De quién?

Mériguet supo que no obtendría respuesta. Teniéndola tan cerca, él eligió conformarse con compartir esas horas. Las luces de Tell no Tales se reflejaban en la orilla del océano y se tornaban azul brillante. Judy entendió que era instante de separarse y retornar a su vida normal, sin sobresaltos e inusuales episodios. Le dijo adiós a Gwendal a una calle de Le jours tristes y como si nada, dió las buenas noches a su marido sin explicar el motivo de su ausencia y fue a su habitación a colocarse una pijama.

Durante la madrugada, ella despertó. Jean sintió como ella abandonaba la cama y se asomaba por la ventana. 

-¿Qué ves?
-Nada en particular ... Sólo es el insomnio.
-Voy por leche caliente.
-No te levantes, Jean; tuve un hermoso día y pienso en eso.
-¿Qué hiciste?
-¿Sabes? No importa, descansa. 

La joven lagrimeó unos segundos. No sabía qué pensar o qué excusa decirse a sí misma para no ser invadida por el recuerdo de los rizos de Gwendal cuando el viento los alborotaba o cuánto le había lastimado saber que él había encontrado a alguien; pero no pudo omitir los hechos e impulsivamente, se cambió de atuendo, peinó su cabello y salió rumbo al apartamento Liukin. Sabiendo que la puerta del edificio jamás se abriría, ascendió por la enredadera de Carlota y atravesó el cuarto de la niña en silencio, caminó sigilosamente en el pasillo y después de superar los nervios, giró la perilla de Mériguet. Él no se hallaba solo. Daria yacía en los brazos de Gwendal y su ropa a un lado. Judy cerró y cubrió su rostro antes de alejarse con el corazón roto. 

Sin tener a dónde ir, la señora Becaud presionó el timbre de Tamara. Su amiga la recibió después de reconocerla por la mirilla. 

-Pequeña ¿Qué ocurrió?
-Gwendal ... ¡Tenías razón conmigo! ¡Lo dejé pasar, Tamara! ¡Me hice tonta y ahora Gwendal está con alguien más! ¡Yo creí que él se quedaría todo el tiempo esperándome! ¡¿Porqué fui tan estúpida si lo amo demasiado?!..

Las dos se situaron en un sofá. Judy era inconsolable y Didier le facilitó una cobija afelpada.

-Conozco a alguien que te puede ayudar. Iremos con él por la mañana.
-¿Puedo saber quién es?
-Mejor después. Duérmete yo te cuido.
-Gracias por abrirme.
-De nada Judy. Cuando quieras.

Tamara permaneció en vela y levantó a la joven muy tarde, casi de mediodía. Ambas se encaminaron rumbo a la calle Raisa dónde Anton Maizuradze atendía un puesto de paletas congeladas caseras afuera de la pizzería de su padre. Aunque la señora Becaud no comprendía, su amiga le aseguró que él le daría la sugerencia más adecuada a su problema.

-Anton es .. Sé que muchísimas veces he dicho que es inmaduro e insoportable y no me agrada nada pero.. Ese niño la pasó muy mal cuando Carlota eligió a Joubert y lo ha asumido finalmente. Él sabe lo que estás pasando y harto a mi pesar, acepto que sabe cómo apoyar a quién se lo pide. Me gustaría hacer algo mejor por ti, pero no se me ocurre algo más sensato y los psicólogos cobran 300€ la hora. Dale una oportunidad.

Judy, que continuaba llorando, se acercó al mozalbete y después de cruzar unas palabras y recibir una paleta de cortesía, tomó asiento en un banco de madera y relató lo que sucedía. Anton le dió palmaditas, pañuelos, una teja de una obra inconclusa y preguntó la ubicación de las oficinas de Vogue.

-¿Para qué preguntas dónde están?
-Porqué tu problema no es él, es ella.
-No entiendo.
-Esa tipa es una frívola loca que te vió rarito y te trató mal.
-Anton, se supone que yo tengo que olvidarme de Gwendal.
- Noticias, chica: el tío de mi futura esposa no es el hombre que amas.
-¿Qué?
-Gwendal sólo te gusta y si estás sufriendo es porqué sabes que se fue a besuquear con una bruja. Tu asunto se resuelve con un ladrillazo, así que irás a la agencia, averiguarás dónde queda el despacho de esa hiedra venenosa y desde afuera le arrojarás esto.
-No resuelve nada.
-Entonces quédate con el coraje. 
-Creo que le pediré al cura una opinión.
-Bueno .. Pero igual te dirá que Jean es el dueño de tus quincenas. 

Más deprimida aún, la señora Becaud tomó el bloque de adobe y determinó ir a la redacción de Vogue; sin agredir a Daria porque el niño Maizuradze se había equivocado y realmente el embrollo era Mériguet, el hombre que amaba. Ella era responsable de que todo saliera tan mal y ahora debía decidir que sucedería con su matrimonio y con Jean. Entretanto, Gwendal se apareció y Judy, experimentando una sacudida de furia y celos, apretó el ladrillo y sin más, se lo aventó.

Blinis: especie de crepa tradicional de Rusia de relleno variable (salmón, caviar, papa)
Prianikis: dulces de jengibre que pueden estar rellenos de mermelada, chocolate o miel.

Gwendal Peizerat & Marina Anissina Montage: Why can`t I? (canción de Liz Phair) hecho por mí XD.


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