El susto por los sonidos de "Super Mario Party" duró hasta que Bérenice y Luiz tuvieron la pizza enfrente. Era enorme.
-Siento como si fuera Navidad - comentó ella con la boca abierta mientras incontables uvas rojas y verdes seducían sus ojos miel. El tamaño de una sola rebanada era alucinante y la cantidad de queso era excesiva. A la chica sin embargo, también le recordó una época anterior, una en la que nada tenía consecuencias y había sido muy amada; un otoño de días dorados y un invierno azul muy acogedor.
-Siento como si fuera Navidad - repitió con un suspiro.
-Pues feliz día - contestó Luiz. Aunque ambos hubieran deseado comer con prisas, el sabor les hizo pensar que ya habían probado una igual.
-Esta muy rica.
-¿No te recuerda algo?
-Las pizzas del espejo, pensé que no las conocías.
-Era lo único decente que comíamos, no sé por qué las tengo en mente - confesó ella.
-¿Sigues triste?
-No, pero tienes razón, hablaré con mi padre más tarde.
Por algún motivo, Bérenice volteó hacia el chico, comprobando que se sentía insegura a su lado, pero contenta.
-"¿Lo amaré?" - se preguntaba y notaba que no deseaba ser la parlanchina de siempre por un día.
-¿Te diviertes?
-Sí, Luiz.
-¿Nada mal para una cita improvisada, verdad?
-Es agradable, aunque me espanten con sus inventos raros.
-Es la primera vez que entro a un sitio así.
-También yo.
-Te ves cansada.
-¿Vamos por Pacman?
-Primero te doy un beso.
Luiz apretó un poco a Bérenice contra sí y besó sus labios con ternura. Ella sólo sentía sus piernas temblar y otra sensación de euforia que se esforzaba por contener detrás de un gesto de sorpresa.
-Hora de caminar.
-Vi un mapa por ahí, el Atari está a la izquierda.
-Qué atento eres, chico lindo.
-Casi olvidamos la pizza.
-A papá le gustará probarla.
Bérenice giró sobre sí y salió del garden room con la cabeza baja, aparentando hallarse distraída cuando deliberadamente tropezaba con las personas que iban acaparando el área disfrazadas de zombies con tal de descubrirles el rostro y burlarse en secreto, pensando que era ilógico pretender ser un muerto o divertirse con la podredumbre. Ni siquiera Luiz creía que actuar así fuera atractivo y casi a codazos leves le abría el paso a su chica, ignorando el olor a plástico que en cualquier momento provocaría que cualquiera deseara no respirar. La exhibición de Playstation era la causa del tumulto.
-"Asistentes con pulsera azul pasan primero" - se informaba con un altavoz y Bérenice la mostró al muchacho que apenas mantenía cerrada la puerta, enterándose que Luiz no podía pasar.
-Él no trae un pase especial.
-Pero viene conmigo.
-¡Han comprado algo?
-Pizza.
-¿Tienen su nota de compra?
-¿Qué es eso?
La mirada del edecán fue de extrañeza y el suspenso se apoderó de Bérenice.
-De acuerdo, pasen... ¡oh! debo escanear de todas formas tu brazalete.
-¿Para qué?
-Te acabas de ganar un PSP.
-Perdón pero no comprendo ni la letra "a" de los que acabas de decir.
-Este es el boleto para que lo cambies por tu premio. Habrá fotos con Jill Valentine y Chris Redfield, sólo preséntate en nuestro stand principal, es el que está iluminado de rojo.
-¿Bien?
-Anunciaremos que eres la ganadora antes de nuestra conferencia, por si quieres pasar a nuestro templete.
-No, prefiero estar abajo.
-Nada más dame tu nombre.
-Bérenice Marinho.
La chica posó sus dedos sobre sus labios rápidamente, anonadada por lo que acababa de pronunciar de manera tan espontánea.
-Anoté tu nombre, adelante y diviértanse.
Bérenice y Luiz atravesaron el portal con cautela y fueron deslumbrados por una pésima instalación neón que lastimaba si no se miraba al suelo o el visitante no se empañaba en ir hacia un túnel con luz negra.
-Qué ternura - comentó él con ironía cuando la botarga de un tal "Némesis" quiso asustarlo, pero lo terrorífico eran nuevamente el ruido ambiental y Bérenice reaccionando como si mataran a alguien, captando en el acto que los zombies servían para comer carne humana fresca.
-Es horroroso.
-No es tan tonto si lo piensas.
-¡Vámonos, esto me pone nerviosa!
-¿No quieres tu regalo?
-¿Lo recogerías por mí?
-Lo que tu quieras, Bérenice.
-Voy al Atari, está aquí junto.
-De acuerdo, tranquila.
-Perdón.
La joven abandonó el módulo sin más y Luiz se apresuró a canjear el boleto sin revisar siquiera qué contenía la caja que le daban o la bolsa "de seguridad" que evitaría el robo del preciado obsequio y cuando le dijeron que estaban listos los edecanes oficiales de la compañía para tomarse las placas, él se marchó cortésmente. Las exclamaciones miedosas de Bérenice continuaban desde el túnel y él se apresuró a alcanzarla.
-Quiero irme de aquí.
-Está bien.
-Esto es mucho para mí ¿Cómo puede gustarle a la gente ver monstruos? ¡Ellos comen sangre, te sacan las tripas y no se detienen!
-Son juegos, no los volverás a tener enfrente.
-¡Mira, ahí está Pacman!
-¡Pacman! ¡Te amo Pacman! - declaró ella al abrazar la botarga de su personaje predilecto y pedirle a los que traían cámaras instantáneas que la retrataran y le regalaran las imágenes a cambio de besos en la mejilla.
-¿No participarás en el torneo? - le preguntó Luiz.
-Jugaré un poquito... Me dio gusto conocerte, adorado Pacman.
Bérenice no lo pensó dos veces y enseguida se apoderó de un Atari ayudada por su pulsera azul. Detrás, Luiz se limitaba a sentirse satisfecho por ella y en repetidas ocasiones le acarició el cabello, detectando que ese gesto enchinaba la piel de ambos y los desconcentraba, provocando que la chica perdiera las partidas inmediatamente.
-¿Aun deseas que nos vayamos?
-Creo que sí, chico lindo, vi a Pacman y fue bonito acordarme de mi viejo Atari, no hay más que ver.
-¿Te cansaste?
-Me voy a dormir pronto.
-¿Quieres una playera?
-Con los amigos de Pacman.
Los dos no tardaron mucho en conseguir el souvenir; de hecho había centenares de lotes con diseños de Pacman y Bérenice eligió el primero que se le atravesó antes de localizar un espejo de tamaño regular, escondido entre un stand y más mercancía.
-Nadie nos observa - añadió Luiz al cerciorarse de que podían colarse. Ella arrojó un balín Rostov y cruzaron a su dimensión con poca precaución, razón por la que una ráfaga helada llenó sus ropas de nieve, aunque no se molestaron
-En casa tengo algo de chocolate, por si quieres una taza.
-¿Eres el hombre perfecto con cabeza de palmera?
-No ¿por qué?
-¿Me dejas quedarme contigo?
-Sí, yo dormiré en la sala.
-No hagas eso, no me gusta dormir sola.
-Nos hacemos bolita pero mis cobijas son chicas.
-No importa.
-¿Cómo estás?
-Dime que no volveremos a ir a una "convención tec...", como se diga.
-Lo prometo.
Ella entonces se dedicó a tomar el rumbo que Luiz deseara, absteniéndose de ir a la derecha para presentarse con su padre. El ambiente se tornaba tan inhóspito que Bérenice colocaba un gorro en su cabeza y decía que no era posible, que el verano estaba a la mitad.
-Es el espejo, aquí el clima no te avisa - replicó él mientras intentaba orientarse. El hielo ocasionaba que los edificios y las plazuelas se vieran exactamente igual y si se tocaba alguna señalamiento o mapa, estos se hacían pedazos.
-Ven, mi departamento está aquí.
-¿Cómo sabes que es lugar correcto?
-Le puse una puerta nueva, cuando acabe la tormenta bajaré para ver si resiste.
Bérenice se introdujo con prisa y frotó sus brazos apenas Luiz aseguró la entrada. El edificio tenía un patio pequeño y lo cruzaron hasta una escalera precaria, poco iluminada, húmeda y rechinante; el chico vivía en una buhardilla poco comfortable.
-Encenderé la estufa.
-Gracias.
-Pasa, pasa, ¿gustas tomar asiento? El sofá es muy suave.
-Ja ja ja, no me hables como si fuera tu primera novia.
-Lo siento, Bérenice, es que no había tenido visitas.
-Gracias por recibirme.
-Creo que estás cansada.
-Muero de sueño.
-No parece.
-No traje pijama.
-Oh, una camisa vieja te caería bien.
Ambos sabían que se estaban precipitando en algo, no sabían bien en qué, pero él acomodó una almohada sobre su cama que estaba próxima y le ofreció a ella descansar ahí.
-Eres muy gentil, Luiz - replicó Bérenice, tomando la ajustada prenda negra y ocultándose en una esquina para cambiarse, con la urgencia de despojarse de su sudadera, su gorro y sus leggins para quedar liberada y caminar por la buhardilla, mirar por la ventana y sonreír por la pequeñez del espacio.
-Nos quedó mucha pizza, ¿cenamos luego? Con suerte la serviré con vino.
-¿Guardas botellas, chico lindo?
-Sólo dos, pero es nuestra navidad ¿no?
-Me peinaré ¿crees que me vea linda?
-Tú ya eres ....
Cuando Luiz giró su cabeza, quedó mudo. La espalda desnuda de Bérenice invitaba al tacto y la breve cintura se convertía en un objeto de deseo irresistible y absoluto que sin precaución era motivo de obsesión. Menos mal que ella se colocó la camisa porque un segundo más iba a desatar en él la tentación de tocarla.
-Ya se siente el calor - comentó ella al levantarse.
-La estufa sirve.
-Sentémonos juntos.
-¿Te doy una manta?
-¿Para qué? Terminaré sudando y las piernas se me pondrán como chicle.
-Bueno, lo que tú digas.
-Oye - abrazándolo - me gusta tu casa, creo que mi lugar favorito será este sofá.
-Hasta dan ganas de cerrar los ojos y pasar la noche sobre él.
-Nunca duermo en la sala.
Ella miró al joven de forma muy seria, al grado de inhibirlo y desalentarlo hasta de apretarla contra sí. Bérenice se incorporó de inmediato y dándole la espalda, se dirigió a la cama.
-Nos vemos mañana - añadió bostezando. Él observó sus pies en contraparte, tratando de no pensar que se había equivocado. Bérenice se cubría con una sábana y abrazaba la almohada con fuerza, sin voltear ni fijarse en la pared, cayendo rendida al poco tiempo, por aburrimiento.
-Todo me salió mal - sentenció Luiz al constatar que ella no le respondía y hasta roncaba un poco - Por algo me gusta esta chica - y se disponía guardar la cena en una hielera antes de extinguir el fuego; no obstante llamaran a la puerta y él hiciera esperar al insistente visitante.
-Discúlpeme por no...
-No te preocupes Luiz, ¿puedo pasar?
-Adelante, señor Mukhin ¿gusta tomar algo?
-¿Te puedo sugerir quitar el espejo de la estancia?
-Lo retiraré ¿llegó usted por ahí?
-¿Bérenice se encuentra?
-Descansa.
-No la despiertes pero vine a buscarla.
-Iríamos a verlo mañana.
-No será necesario, ¿cómo se ha portado?
-Todo bien, muy calmado.
-¿Qué tiene esa bolsa?
-Un regalo.
-¿Lo compraste? ¿Para quién es?
-Ella lo ganó, estuvimos en un festival de cosas... Tecnología.
-¿Fueron al otro lado? Ya veo.
-A Bérenice le asustaron los zombies.
-¿Perdón?
-Gente vestida de muerto ... Y juegos con muertos, zombies.
-Qué raro que le den miedo, no lo sabía.
Luiz pasó saliva pero el señor Mukhin prosiguió:
-¿Le has visto el color de la piel?
-Ella es muy blanca.
-Descolorida, dirás. Como te digo, es muy extraño que le aterren ciertas cosas ¿acaso ella no te recuerda a un muerto?
El chico no se atrevió a contestar.
-Cuando estuvo enferma, tomó cordial para mantenerse caliente.
-Creo que todos lo bebíamos.
-No como medicina permanente.
-¿Por qué me está hablando de esto?
-Luiz, no esperes que Bérenice sea buena ¿me comprendes?
-Señor, no creo que sea el indicado para advertirme nada.
-Lo sé, pero no lo respeto.
-¿Qué insinúa?
-El cordial es un buen licor pero tú y yo sabemos para qué sirve.
-No le creo.
-Luiz, ésta no es mi hija, no puedo... No le he dicho.
-Ella lo ama.
-Si Bérenice fuera mi hija, sería una persona muy distinta.
-Ella es cariñosa, atenta, algo despistada pero...
-Mataron a mi hija en la revolución, Luiz. Esa que ves ahí es cualquier cosa, un zombie.
El muchacho creyó que su piel se erizaba, pero en mal modo.
-A veces la he visto conseguir cordial en el lugar donde trabaja, no sabe que la vigilo desde mi espejo.
-¿Por qué lo toma tanto?
-Yo vi su cuerpo devastado por la sífilis cuando parecía que la rebelión estaba fracasando. Un militar la contagió después de forzarla a darle servicio y aventarle unas monedas... Matt Rostov hizo lo que pudo ¿por qué no funcionó? Él se la llevó cuando yo la descubrí en su habitación, no tenía pulso y estaba fría. Matt me aseguró que Bérenice seguía viva y unos días después, llegó caminando con ... Enseguida noté que la mujer que tenía enfrente no seguía enferma pero era tonta, lenta, inconsciente y ni siquiera es una caricatura. Mi hija nunca fue una estúpida y de pronto, Matt me decía que eran las consecuencias, que Bérenice había pasado mucho tiempo sin respirar, pero ahora ni siquiera la reconozco. La dejé vivir conmigo porque no tenía dónde ir, por lástima... Quiero que vuelva.
-¿Qué?
-No me queda nadie y ella se esfuerza en ser mi pequeña, no me gustaría que la pasara mal por mi culpa. Luiz, llévala de regreso y quédate con nosotros, te lo ruego.
La reacción del muchacho fue de total silencio y de puntillas, fue a comprobar que Bérenice no estuviese despierta, sin importarle que el señor Mukhin aprovechara el momento para marcharse, seguramente con la ayuda de alguien en el reflejo de la ventana.
-Bérenice, yo dudo que tu padre no te quiera, por algo ha venido - murmuró - Mañana todos quedaremos muy contentos y nada de esto habrá pasado, yo lo fingiré.
Preocupado, Luiz se colocó al lado de ella, besando su nuca en el acto y tomándola por la cintura, cautivado por esa silueta flacucha, pero irónicamente atlética, que sobrevivía respirando tenuemente, con latidos lentos.
Bérenice soñaba que recibía besos interminables; Luiz no demoró en compartir tal hecho.