lunes, 17 de noviembre de 2014

El abandono del pasado





Luiz despertó a Bérenice más o menos a las diez de la mañana, cuando la nieve había cedido su lugar a un cielo lluvioso y no se podía abrir la ventana porque el viento apagaría la estufa. Para que ella se sintiera más animada, él había tenido la ocurrencia de llevarle un pequeño desayuno a la cama.

-Gracias.
-Creo que ya no tuvimos pizza para la cena.
-¿Tenemos hambre, no?
-Te preparé café, o bueno, un intento es que no tenía mucho.
-No importa, se ve rico.

Bérenice mandó un beso y con gran apetito mordió un trozo quemado de lo que se suponía era el manjar del día anterior y dio el sorbo a un agua con sabor a tierra, pero lo hacía con tal apetito que aquellos desastres parecían delicias.

-Encontré una cajita con dulces rancios para quitarte el sabor de ...
-Gracias Luiz, tenía mucha hambre y esto sabe muy bien, no quiero caramelos.
-Podemos cruzar y comprar una malteada.
-Estoy bien, eres un gran cocinero, Luiz.

El chico comenzaba a dudar que Bérenice hablara en serio, sin embargo era lo que sucedía y en un abrir y cerrar de ojos, ella había dejado limpio el plato.

-Debería darme un baño.
-No hay agua en el edificio.
-Es que quería visitar a papá y ahora tengo el cabello hecho un desastre.
-Él no lo notará.
-¿En serio?

Luiz no respondió pero ayudó a la mujer a levantarse y se abstuvo de verla vestirse cuando ella le contaba que había soñado que jugaba en la nieve.

-También soñé contigo.
-¿Qué estaba haciendo?
-Es muy raro Luiz, te quedaste parado.
-¿Qué más pasó?
-Nada, por eso no le presté mucha atención y olvidé casi todo.
-Qué lástima.
-¿Cuando regresemos podríamos hacernos bolita?
-Sí, lo que quieras.
-Deséame suerte con papá.
-Bérenice, tengo que decirte algo.

Ella alzó el rostro como si se hubiera confundido y al ponerse un gorro, su mirada se tornó interrogante.

-Tu padre vino ayer.
-No entiendo cómo pudo.
-Un espejo.
-Tiene sentido.
-Ponte contenta, todo saldrá bien.

Bérenice sonrió y pronto se acercó al lavabo para asear su boca y Luiz le preparaba una manta para que dejara de tiritar.

-¿Nos iremos caminando?
-Afuera hace mucho frío.
-Bueno, tengo mi balín. Luiz, estoy nerviosa.
-Estoy contigo, calma.

Bérenice besó la frente del chico e insegura, se colgó de su brazo antes de abrir un portal y constatar que su padre no se hallaba solo, pero pasando saliva, decidió tener un poco de valentía y atravesó el espejo a sabiendas de que el momento era el menos indicado.

-Buenos días, señor Mukhin - saludó Luiz - Hemos venido a visitarlo.
-Hola, creí que vendrían más tarde.
-Bérenice tenía muchas ganas de verlo.
-Ella puede notar que me encuentro bien.

La joven bajó la cabeza y juntó sus manos.

-¿Gustan chocolate? Se nota que han pasado una pésima noche.
-Dormí como bebé - respondió Bérenice impulsivamente.
-Por alguna razón te ves cansada, demasiada fiesta provoca ese mal aspecto.

Luiz no supo qué decir y ella apretaba los labios por la vergüenza que sentía ante su padre furioso y la posibilidad de que el invitado que lo acompañaba estuviese escuchando. Con talante infantil, Bérenice tomó asiento en el sillón y apoyó su rostro entre sus dedos antes de que sus ojos miel brillaran un poco más y los posara al frente.

-Matt Rostov vino a tomar algo y ya se va - Mencionó Roland Mukhin con voz menos severa.
-Qué.. Es bueno que te atienda todavía.
-Es un viejo amigo, nos frecuentamos.
-Al menos no te quedas solo.
-¿Sabes que Matt ahora trabaja en un hospital? Es bueno que no pierda la práctica.
-Me alegra.
-En el otro lado se puede obtener medicina, ¿es admirable su labor, no crees?

La joven no tuvo ganas de contestar y no comprendía que su padre mencionaba esas novedades en un intento de volverla consciente de lo mal que había actuado una vez más. Bérenice se limitó a voltear hacia la cocina y confirmar que el doctor Rostov ingería una manzana y no le importaba su presencia.

-Matt me contó sobre su nueva compañera, Courtney. Ella también se dedica a atender pacientes y se ha convertido en una asistente o algo similar.
-Mira, qué bien.
-Pero Luiz es un chico muy hábil, aprende de todo, eso es muy útil.
-Es un gran hombre.
-Perfecto para una niña como tú.

Los presentes voltearon hacia Roland Mukhin ante tal sentencia.

-Matt, llegarás tarde a cubrir tu turno.
-Señor Mukhin, me llevo otra fruta.
-¿Para Courtney?
-Por supuesto, hasta luego.
-Cuídate.

Luiz realizó un ademán de despedida y Matt Rostov cruzó hacia su destino mientras Bérenice le veía partir con la curiosidad de saber quien sería la tal Courtney.

-Matt no acepta que no tardará en invitar a salir a su compañera.
-¿Qué te ha dicho?
-¿De qué?
-De esa mujer.
-Tú sabes que Matt no habla mucho, él simplemente hace las cosas.
-Es que me sorprende.
-Él encontró a una chica lista, es natural que busque su atención.
-Es que él no suele ser amigo de nadie.
-Matt no quiere la amistad de Courtney.

Bérenice usó sus yemas para posar su cabello detrás de las orejas y después los colocó en sus labios.

-¿Pasaron buena noche?
-Sí, papá.
-Me alegra ¿desayunaron?
-Luiz me sirvió algo en la cama.
-Qué detalle y más con el frío.
-Después él me dijo que habías ido a vernos ayer.
-Quería saber si no tenías problemas.
-No, ninguno.
-Es bueno que hayan venido, ¿van a quedarse?
-Pasamos a saludar.
-Está bien, de todas formas he encontrado qué hacer.
-Luiz y yo pensamos es ir al otro lado.
-Les encargaría un poco de miel.
-¿Quieres venir?
-No, Bérenice.
-Papá...
-Cuando vuelvan les pediré algo.
-¿Y si no nos fuéramos?
-Luiz ¿le dijiste por qué estuve en tu apartamento?
-No, señor, es mejor que usted lo haga.
-Concuerdo. Bérenice, ve a tu cuarto.
-¿Por qué?
-Puse tu sábana favorita, ve a dormir decentemente.
-No quiero darte más dolores de cabeza.
-Precisamente por eso, además se nota que te hace falta descansar. Luiz, ¿me pasarías una taza con té que dejé en la cocina? Tengo que tratar algo contigo.

La joven no sabía si obedecer pero le llamaba la atención lo que su padre señalaba y con cierta premura se dirigió a su antigua habitación y cerró la puerta.

-Luiz, siéntate y cuéntame ¿cómo pasaron la noche?
-Tranquilos, aunque yo dormí aparte.
-No era necesario aclararlo.
-No lo menciono por eso.
-¿Por qué no platicaste con Bérenice sobre anoche?
-No creí que fuera bueno que se hiciera ilusiones, usted se molestó bastante con ella.
-Acepto que me enfadé pero hace falta alegría aquí.
-¿En serio desea que ella vuelva?
-La extraño, Luiz.
-Ella le iba a pedir perdón.
-No hace falta.
-Ella creía que usted no le volvería a dirigir la palabra.
-No me permitiría semejante acción... Cambiemos de tema.

El hombre tomó un poco de té y sonrió para continuar su charla.

-¿Bérenice se porta bien?
-¿Cómo?
-Supongo que no se han enojado aunque sería muy pronto todavía.
-¿Discutir? No, hasta el momento no ha habido dificultades.
-Pero han ido a muchos lugares.
-Disfrutamos pasear.
-¿Conversan mucho?
-Sí, ella siempre parece tener algo de que decir.
-¿Y tú?
-Escucho, es que en comparación no he vivido.
-Con el tiempo esa barrera se desmorona.
-Ojalá.
-¿Bérenice te ha enseñado sus medallas?
-¿Cuáles?
-Qué raro, ella siempre las presume. Hay una caja debajo del librero, te mostraré.

Luiz no demoró en tomar tal y la extendió al señor Mukhin, que retiró la tapa con una enorme sonrisa.

-Mira, las puso en orden.
-¿Por qué tiene tantas?
-Las ganó cuando era gimnasta, yo no he contado cuántas son.
-¿Por qué me dijo que había sido mala?
-Bérenice era excelente, creí que se sentía orgullosa.
-¿Por qué mentiría?
-Tal vez no sintió confianza.
-Pero yo me habría sentido muy feliz.
-Al parecer, ella no tanto.

Ambos siguieron atisbando preseas y criticando sus diseños poco antes de que Bérenice saliera de su habitación con ropa limpia y su cabello húmedo, poniendo cara de desagradable sorpresa con la escena enfrente.

-¡Esas son mis cosas, nadie puede agarrarlas!
-Perdón, creí que a Luiz le gustaría verlas.
-Estaban en el piso y ahí deben quedarse, no quiero que las toquen ni que pregunten.

La chica metió sus premios y los sepultó entre las plantas próximas, reiterando que no toleraría que las volvieran a tocar o mencionaran el tema.

-De acuerdo, pero no voy a olvidar el lugar en el que ocultaste esa caja.
-Papá, por favor no saques nada.
-Estaba siendo amable con Luiz.
-Basta, de todas las cosas que tal vez merezco, ésta no era una.
-Bérenice, por un momento pensé que hablar de tus logros con este muchacho estaría bien.
-Pues es malo.
-¿Por qué? Eras una estupenda atleta, el Gobierno Mundial te condecoró.
-Eso se acabó y Luiz no tenía que saberlo.
-Tarde o temprano se iba a enterar.
-Por algo le dije que no servía para la gimnasia y debió quedarse así.
-¿Dónde vas?
-¡A estar sola!
-Entonces ¿te perderás la noticia?
-¿Cuál?
-Que vuelves a esta casa y Luiz vivirá contigo.

Bérenice reaccionó sosteniéndose en una pared.

-Este chico te quiere, tú también a él ¿no sería mejor que ambos se quedaran en este lugar? Hay agua caliente, reparé el lavavajillas, tenemos donde almacenar comida y ...
-¿Dónde dormiría? ¿Qué se supone que haría aquí dentro?
-Luiz puede estar en tu habitación y ayudaría con la limpieza; además ambos trabajan y al final del día se verían aquí.
-Tengo poco tiempo con él.
-Pero quién los desea juntos, soy yo.

Bérenice no podía más con la pena y no respondió más que para excusarse por irse un momento, cruzando hacia la Tell no Tales en la que Matt Rostov parecía esperarle en el patio del hospital.

-¿Oíste todo?
-No pensé que con Luiz las cosas eran distintas.
-Le mentí, Matt.
-¿Motivo?
-¡No quería que supiera que todo me estaba saliendo bien en la vida!
-Bérenice, no es verdad.
-¡Luiz nunca tuvo nada, él jamás iba a conseguir nada!
-¿Cuál es el problema?
-Que era gimnasta, Matt. Le quitaba el pan de la boca a cualquiera para ganar una mugrienta imitación de oro, derrochaba dinero del erario para mantenerme perfecta, ofendo a mis vecinos con solo pasar por la calle ¡porque todos saben cual era el trabajo real de una gimnasta! ¡A una gimnasta la bañaban en champagne, la vestían con sedas, le concedían privilegios y a cambio pasaba tiempo entre alcobas! ¡Tú me viste! ¡No sé cómo no te daba asco besar mi boca cuando el mismo día la usaba para obtener un perfume nuevo o unos aretes!
-Bérenice, ya pasó.
-Luiz me importa mucho, por eso no le platiqué, ¡ni me atrevo a pedirle nada!
-Otro se habría ido con tu aborto ¿te das cuenta de que por unas medallas tampoco va a dejarte?
-No, Matt. Yo buscaba poner mi vida atrás, que Luiz estuviera conmigo sin que se enterara de todo ¿por qué no puedo?

Matt Rostov no agregó una sola palabra y condescendiente, abrazó a Bérenice hasta que apareció la doctora Courtney Diallo por ahí.

-Tengo trabajo.
-¿Ella es tu amiga?
-Sí, Bérenice.
-Ve, suerte.
-Gracias y por favor, no llores ni te angusties, Luiz es un chico que te quiere.

Matt Rostov sonrió y Bérenice agitó su mano para decir adiós, mientras Courtney los contemplaba sin atinar a sentir algo al respecto salvo una pequeña alegría cuando su compañero se resistió a voltear hacia atrás.

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