sábado, 25 de enero de 2025

La puerta abierta (La boda de Marine, cuarta parte)

Tell no Tales. Sábado 23 de noviembre de 2002.

A Lleyton Eckhart le preocupaba la multitud que se dirigía a Corse y pronto, la policía tuvo que colocar vallas a los alrededores del barrio para evitar tumultos. En la desesperada ciudad de Tell no Tales se buscaba comida, así que era una garantía asistir a la boda de Marine Lorraine para recibir una ración de lo que fuera, aunque nadie la conociera y se tuviera que dar algo forzosamente. La gente preparaba cosas de lo más variopintas, incluso se regalaban peluches o flores.

-Le dije que liberara la fruta del valle - dijo Don Weymouth cuando Lleyton quiso tomarse un respiro en su cantina. Bérenice trataba de escuchar la conversación y fingía limpiar la barra.

-La señora Isbaza se opuso.
-¿Cuál de todas?
-Steliana Isbaza.
-¿Es que la víbora todavía vive?
-Sigue siendo la dueña.
-La estafadora. 
-He revisado los papeles y están en orden.
-¿Por qué permite que nos mate de hambre?
-Solicité una intervención extraordinaria.
-¿Y qué dijo el juez?
-Estoy buscando que alguien dé su firma.

Weymouth se rió con rabia y optó por beber un poco de ginebra en otra esquina del local para evitar enfadarse más.

-Tu jefe quiere golpearme- mencionó Lleyton a Bérenice.
-Es que ya no hay forma de hacer salkau.
-Tal vez en la boda obtenga algo, mañana hay una cena en la calle Nautonier y han invitado. 
-¿La boda de quién? 
-La de Marine Lorraine. Su prometido es el apoderado legal de Industrias Isbaza.
-¿Apo.. qué?

Lleyton sonrió.

-Apoderado. Eso quiere decir que puede tomar decisiones por la señora Isbaza sobre algunas cuestiones.
-¡Ah! ¿Crees convencerlo?
-No lo conozco, Bèrenice, pero la familia Ferny es muy querida en Corse, así que trataré de usar eso.
-Saldrá bien.

La joven asentó y miró a su jefe, quien no sabía si debía reír o enfadarse. Fuera de Corse, nadie ubicaba a Laurent Ferny, pero Don Weymouth casi se aseguraba a sí mismo que el tipo diría cosas como "trataré de convencer a la señora Isbaza" o "haré todo lo posible", sin pasar el recado. 

-Este casamiento me va a volver loco - se quejó Lleyton.
-¿Tienes mucho qué hacer?
-No es por eso, Bèrenice. Tú sabes que debo investigar un diamante y al principio creí que era divertido.
-Me contaste algo que no entendí.
-El tal Maragaglio me llamó y me exige que lo deje trabajar solo.
-Ha de ser un idiota.

Bérenice provocó que Lleyton sacara una carcajada finalmente.

-Bueno ¿Y te vas a divertir? - preguntó ella.
-No lo sé, no me gusta ir a Corse.
-¿Por qué?
-Las gaviotas.

La chica pensó que Lleyton hablaba de esas aves que habían comenzado a expandirse por toda la ciudad a raíz del terremoto y que a veces molestaban a quienes se detenían a mirar la cascada de Marchelier o a intentar conseguir algún pescado en el barrio ruso. Pero aquel vocablo tenía doble significado. Las gaviotas eran aquellas mujeres de Corse que buscaban marido y que revisaban constantemente las páginas de sociales para codiciar a quienes aparecieran en ellas.

-Al menos Sophie ha escogido ropa de nieve para una escapada familiar.
-¿Todavía tienes novia?
-¿Hay algo de malo, Bérenice?
-No, nada. 
-No hay problema si te cuento que como parte de la pesquisa, asistiré a un viaje que Laurent Ferny ha organizado para su novia, sus suegros y algunos amigos.
-¿Eres su amigo?
-Repito que no lo conozco.
-¿Y para qué vas?

Bérenice preguntaba seriamente.

-Estoy llevando el caso del diamante de contrabando perdido y no descarto que el de Marine Lorraine no esté limpio.
-¿Te dará tiempo de esquiar?

Lleyton no quería saber si la joven se burlaba o era cierto que no comprendía gran cosa, pero le continuaba irritando mencionar a su novia frente a la chica y esta respondiera como si no fuera la gran cosa. Aunque también se daba cuenta de que el humor de Bérenice acababa por vencerlo y él aún creía que su relación con Sophie era temporal.

-Lo que haré será ir de compras - respondió el hombre.
-¿Qué vas a querer?
-Dicen que en Vichy los hombres usan polo.
-¿Qué cosa?
-Hablo de ropa, Bérenice.
-¡Te ayudo a escoger el color!
-Lo agradezco...
-¡Vamos, vamos! ¡Jefe! ¡Me invitan de compras!

Don Weymouth no quería disimular molestia.

-¡Te doy permiso si dejas que pongan en su lugar a ese idiota?
-¿Cuál?
-¡Eckhart!

Bérenice llevó la mano a su boca y con la otra jaló a Lleyton al exterior. Hacía un poco de calor, pero el viento otoñal anunciaba la lluvia nocturna, aquella que era habitual pero muy molesta en una ciudad que prefería las nevadas o el verano así, sin medias tintas. La gente comenzaba a colocarse suéteres, así que ella imitó el gesto y Lleyton igualmente con su abrigo. Las tiendas del barrio Centre parecían adecuadas, pero él optaría por ir al parque De Gaulle y atravesar hacia Poitiers, al otro extremo de la ciudad, alejándose de quienes fueran al norte, junto al mar, en Corse.

-Sophie está entusiasmada con este viaje - comentó.
-No entiendo por qué estás con ella.
-Ya hablamos de eso, Bérenice.
-Entonces no digas su nombre.
-¿Por qué no? - él sonrió.
-Porque no va a durar.

La chica también mostró su sonrisa.

-Sólo quería decirte que a Sophie le pareció buena idea.
-¿Por qué vas con ella, Lleyton?
-Es mi novia.
-Pero irás a trabajar.
-No significa que no tenga tiempo libre.
-Quieres engañar a todos. 

Lleyton ni siquiera parecía desconcertado por el comentario de Bérenice porque había notado que al enojarse, ella se volvía más perspicaz, más lista. 

-Tal vez no soy tan discreto, pero de verdad quiero pasar unos días con mi novia, no entiendo el problema - remató él. Bérenice bajó la mirada y se preguntó por qué lo estaba siguiendo.

-Si fueras libre, te llevaría - confesó él y luego miró al lado opuesto. 
-¿Te gusta la nieve?
-Tanto como a ti.

Ambos guardaron silencio y al poco tiempo, se separaron. Mientras ella se iba sin despedirse, él se adentró más en el parque, preguntándose qué estaba haciendo, si todo marchaba en orden. Recordar que Bérenice estaba embarazada era un buen freno para evitar pensar en ella con frecuencia o al menos, de engañarse para no ir detrás de sus pasos. Pero entonces, no tenía sentido que se hubieran encontrado en una cita y que compartieran tiempo si se encontraban en la calle. 

Lleyton continuó hasta otro extremo del parque, llegando a la avenida Champollion, en donde había una tienda de ropa en la que lo conocían bien, no necesitaba pedir colores en particular o cruzar más allá de un saludo y alguna palabra, era breve y podía despreocuparse por los detalles. Sin embargo, su semblante le hizo imposible portarse como siempre y al dejar ese lugar, se percató. Descontento y con la cabeza baja, tomó asiento en un café cercano, mirando hacia la puerta del Edificio Roberts, del cual salía una mujer muy mayor acompañada de una posible nieta. 

-"Creí que Agathe Anissina había muerto hace años" - pensó y eligió moverse. Antes de siquiera ordenar algo, Lleyton se levantó, cruzó la calle y se precipitó en tocar el timbre del número nueve con la intención de charlar con Steliana Isbaza. Una voz femenina le indicó que la señora Isbaza se hallaba indispuesta, pero él replicó que investigaba un caso relacionado con Laurent Ferny, así que se le permitió pasar enseguida. El elevador era rápido, pero muy frío y Lleyton descendió con alivio, aunque frotándose las manos antes de toparse con que una puerta estaba abierta y que una joven con muchas pecas y labial cereza le permitía pasar al apartamento de Steliana Isbaza. 

-¿Su abrigo? - preguntó ella.
-No es necesario, no me quedaré - dijo Lleyton y la otra se encogió de hombros antes de desaparecer hacia la cocina. El hombre avanzó hacia la sala y observó a una mujer bastante mayor asomada por su ventana hacia la calle. Parecía increíble que fuera Steliana Isbaza e incluso, pareciera presumir una mascada de color verde seco.

-No lo esperaba, Lleyton - dijo la mujer sin voltear.
-Vengo por un asunto oficial.
-¿Laurent está acusado de algo que deba importarme?
-Trabajo en averiguar el origen de un diamante.
-¿Qué tiene que ver conmigo?
-El señor Ferny es apoderado suyo.
-No debió molestarse.

Steliana volteó y con un gesto, indicó a Lleyton que tomara asiento. Ella igualmente lo hizo, aunque sirvió té sin preguntar.

-Laurent es un joven serio. Se casará dentro de poco y me pidió ayuda para elegir su traje.
-¿Usted asistirá a algún evento en Corse?
-No me revuelvo con la gente desde hace mucho, a mi edad puede ser cansado.
-Claro.
-Aun recuerdo a sus padres, Lleyton ¿Podría enviarle mis saludos?
-Por supuesto.
-Dígame ¿Debo preocuparme? Se trata de mi apoderado y la confianza es delicada.
-Seguramente no.
-¿Sospecha del robo de un diamante, Lleyton?
-Más bien, estoy rastreando uno.
-¿Por qué sospecha de Laurent?
-Más bien de quién o quienes le vendieron el anillo de compromiso de la señorita Marine Lorraine.
-Oh ¡Ja, ja, ja! ¡Lleyton! ¡Me sorprende que no lo sepas!
-No le entiendo, señora.
-Yo misma elegí el diamante de la señorita Lorraine.
-¿Usted?
-En la joyería de junto. Cuando Laurent me comentó que pensaba en proponer matrimonio, compré el anillo y le aseguré que sería un éxito en la propuesta.
-Qué generosa.
-Laurent es un estupendo gestor financiero, usted puede ver este gesto como un incentivo.
-¿No le preocupa perderlo pronto? Me han dicho que aceptó un empleo en un banco.
-El banco donde yo misma gestiono mis cuentas. El señor Ferny se hará cargo a partir del próximo mes de todos mis bienes.
-Qué responsabilidad.
-Por eso no concibo la idea de que se le investigue.
-El señor Ferny no es culpable por recibir un regalo.
-Sólo le faltará indagarme.
-Le he dicho al Gobierno Mundial que todo esto es un malentendido, pero ya ve, encontraron una pista y no querrán soltarla. Verá en unos días que le ofrecerán una disculpa.

Lleyton se sentía incómodo, pero tomó el té y sonrió de saber que una potencial culpa se podía repartir. Aunque no lo acostumbrara, comenzó a sentir que no estaba reparando en detalles y pronto, notó que la señora Isbaza había estado llorando, además de mirar un retrato recién colocado en su mesita de lectura. El hombre no correspondía al recuerdo de Joseph Kerr y tenía anotada la leyenda "Leoncavallo" en la parte inferior.

-Supe que su familia se estableció en Mónaco - continuó él.
-Ha sido lo mejor. Este apartamento era muy ruidoso y Marian me tenía atormentada.
-¿Nunca lo regañó?
-Es mi nieto, no me molestaban las visitas sino esas jovencitas de Corse, las "gaviotas".
-Entiendo.
-Al menos se ha ido comprometido ya.
-¿No le parece prematuro?
-¿Lo dice por la pequeña Raluca? Marian esperará, ya sabe cómo son las familias reales.
-Y de Tell no Tales.
-Lleyton, te casaste muy joven también.
-El divorcio fue un éxito.
-A veces los arreglos no salen bien.
-Steliana ¿Puedo ser indiscreto?
-Por supuesto.
-¿Usted sabe algo sobre la familia Liukin?
-¿Quiénes?
-Los Liukin.
-No les conozco.
-Hay rumores.
-Sé a qué se refiere. Mi fallecido esposo me regaló unas tierras en nuestra boda e Industrias Isbaza nació en una granja del valle que él y yo misma sembramos. Lo demás han sido chismes sin más.
-Conozco esa historia pero no es lo que me hace preguntar.
-Me deja sin palabras, Lleyton.
-Es que el señor Kerr le concedió a mis padres una participación en la compañía y me interesa retomar el control de las acciones ahora que ambos han decidido retirarse.
-Será cuestión de conversarlo con el señor Ferny.
-Los rumores dicen que mis padres las han dejado trabajar solas y han generado algunas utilidades.
-No habrá dificultades para mis amigos.
-Muchas gracias.

Steliana iba a agregar algo cuando la chica de pecas intervino para anunciar una llamada urgente. A pesar de la molestia, la mujer se levantó y se dirigió a su estudio sin voltear. Lleyton de inicio sintió cierto aire de mala educación por parte de la muchacha, pero después se percató de que los descuidos de ésta eran deliberados y le hacía gestos para que se aproximara al estudio. El hombre lo hizo y la chica lo dejó solo. Steliana normalmente utilizaba el altavoz para evitar escuchar erradamente.

-¡Laurent! ¿No es pronto para llamar?
-"Estoy en medio de esta parrillada y sólo quiero que termine, los vecinos son molestos".
-Ten paciencia ¿Le has entregado a Marine su broche de compromiso?
-"Todos aplaudieron".
-¿Cómo está la novia?
-"Marine está bailando con sus hermanas. Seguí tu consejo y le ofrecí la primera mazorca asada. La gente de Corse creyó que era una cortesía y me aacaban de felicitar por los mariscos".
-Te dije que los pescadores siguen siendo corrientes.
-"Los Lorraine no son diferentes".
-¿Has conseguido algo de ellos?
-"Aceptaron el viaje familiar a Vichy y tengo la lista de invitados".
-¿En cuánto nos va a salir?
-"Menos de lo que calculamos, sólo invitaron a Goran Liukin Jr. cómo teníamos previsto y a un tal Maragaglio que nos puede causar problemas".
-¿De qué clase?
-"Maragaglio es agente de Intelligenza Italiana así que ingenuo no es".
-Será una dificultad importante.
-"Abuela, debemos tener mucho cuidado. Averigüé que ese tipo es el hermano mayor de Marine".
-¿Hermano? ¿No habíamos investigado a los Lorraine?
-"Nuestra 'querida Lou' fue la que lo incluyó en el viaje. Le pregunté a otras hermanas de Marine y todas dijeron lo mismo". 
-¿Crees que sospechen algo?
-"No me agrada que no lo hayan mencionado en todo este tiempo".
-Lo arreglaremos, pregunta lo que puedas sobre él.
-"Albert Damon me ha dicho que Maragaglio es el invitado de honor".
-¿Honor?
-"Y Lou dice que ese idiota es muy importante para Marine... ¿Será que también nos han vigilado?"
-¿Cuál es el rango de Maragaglio?
-"No lo sé todavía, pero no parece un policía cualquiera por lo que me están platicando".
-¿Cómo está Leonora?
-"No te preocupes, sigue mezclada con estas personas y le pedí que pregunte por Maragaglio si es posible".
-¿No está fastidiada?
-"La contenté con mi tarjeta de crédito".
-Bien hecho, Laurent.
-"Pasaré en la noche a verte, abuela".
-¡Desde luego que lo harás! Yo también tengo unos asuntos qué tratar contigo.
-"¿Algo grave?" 
-Lleyton Eckhart está en la sala y hace unas horas vino Agathe Anissina.
-"¿Qué buscan?"
-Guarda bien los papeles de propiedad del valle, hay algo que no me gusta.
-"Los he colocado en una caja fuerte privada... También debes saber que precisamente Lleyton Eckhart irá al resort de Vichy con nosotros, está rastreando un diamante y sospecha de mí".

Lleyton optó por cerrar la puerta en silencio y volvió a su sitio en la sala, mientras la chica de pecas le observaba.

-En la campiña dicen que el valle es de los Liukin.
-Me han repetido eso en los últimos días - contestó Lleyton.
-¿Y no hará nada?
-No puedo probarlo.
-La caja fuerte de la señora Isbaza está en la calle Piaf.
-¿Cómo lo sabes?
-Me divierto con su nieto cuando Leonora y Marine no están.
-¿Laurent es adoptado?
-Si nombre es Laurent Ferny Isbaza, pero esconde el Isbaza para que la gente le confíe su dinero.
-¿Por qué me dices esto?
-Porque Laurent prometió llevarme a Vichy y en la mañana me dijo que no lo hará. 
-¿Sólo por eso? 
-Y porque hace mucho no me regala cosas.
-¿Eres su amante?
-Soy la que cuida de Laurent.
-Lo estás traicionando.
-Lo estoy salvando.
-¿De qué?

La joven quería contestar, pero reparó en una tardanza y regresó a la cocina inmediatamente. Lleyton estaba confundido y por un momento, deseó que Maragaglio se apareciera de una vez. Consciente de que tenía que disimular, tomó el resto de té y se distrajo con el celular, sobretodo al notar que Sophie Talmann le había enviado un par de mensajes y quería verse esa noche con él.

sábado, 18 de enero de 2025

Dos rivales (La boda de Marine. Tercera parte)


Tell no Tales. Sábado, 23 de noviembre de 2002.

El hecho de que Albert Damon celebrara la boda de su hija Marine había ocasionado expectativas en la ciudad y con ello, la asistencia de invitados que podían ser muy importantes. Agathe Anissina era consciente de ello y prestó atención a la previsible llegada de Goran Liukin Jr.; pero nadie podía prepararla para la sorpresiva asistencia de Lorenzo Liukin.

-¡Dios mío! - exclamó la mujer al leer el periódico de mediodía y enseguida, pidió a su nieta que le llevara a realizar una visita.

Mientras el tránsito hacia el barrio Corse no hacía más que empeorar, en las calles aledañas al parque De Gaulle se sentía cierta soledad. La gente no salía de sus apartamentos con frecuencia y desde varios balcones se contemplaba lo poco de devastación que quedaba mientras el agua cristalina y las gaviotas se apoderaban de las zonas inundadas hasta llegar al mar. La vegetación crecía muy rápido.

En el número 9 del edificio Roberts de la calle Phillippe Caron, a un paso de la estación de metro del mismo nombre y junto a una joyería, vivía Steliana Isbaza, otrora socialité y filántropa local que ahora vivía holgadamente de la generosa pensión que recibía de un nieto y parecía gozar de una salud que no se quebraba nunca. A sus ciento cuatro años, la mujer se preguntaba por qué no había muerto.

-Le visita Agathe Anissina - le informó su mayordomo y la recién llegada tomó su asiento en un sillón frente a Steliana, sin aguardar a que se le diera la bienvenida.

-Me sorprende que te portes como Lía Liukin el día que vino a hacer escándalo cuando se divorció de Joseph - reprochó la señora Isbaza.
-Molestarte es necesario.
-Esa mujer nunca pudo comportarse en mi casa.
-Pero al menos te partió la cara, Steliana.
-Yo acababa de dar a luz.
-Pero eras fuerte para resistir.

Agathe ordenó que se trajera té y mandó a su nieta a la cocina con la orden de no acercarse hasta que se lo ordenara. Al estar en privacidad, prosiguió:

-Steliana, creo que es hora de que devuelvas lo que robaste.
-¿Las tierras del valle?
-¿Sigues tan cínica?
-Eso campesinos no habrían sabido qué hacer con tanto.
-Joseph también despojó a la gente de Corse.
-Esos astilleros se vendieron hace mucho.
-¿Laurent Ferny maneja tus cuentas?
-Ese jovencito se comporta como mi esposo.
-Entonces es un ladrón.
-Rescató las cuentas de mi familia.
-Ese dinero tampoco le pertenece a los tuyos.
-Mis hijos y nietos lo han trabajado.
-El valle y la planta de alimentos no les pertenecen.
-Se hicieron las gestiones, Agathe ¿Quieres seguir hablando de las mentiras de Matt y de los Liukin?
-Quiero saber por qué mandaste a Laurent Ferny a casarse con una inocente ¿Qué le puede interesar de Albert Damon?
-La copropiedad de una extensión de la campiña.
-¿La que no le robaste a Goran Jr.?
-¿Quién te lo contó?
-Bien sabes que Albert le dará la tierra a sus hijas si Goran decide venderle.
-Los prestanombres como el señor Damon van a la cárcel.
-Los estafadores como tu marido nunca pagaron.

Agathe derramó el té sobre la alfombra, sorprendiendo a Steliana.

-¿Cuántos años tienes, vieja amiga?
-Steliana, tú llevas la cuenta que olvidé.
-No te has muerto por algo.
-Y tú porque tienes pendientes ¿Dónde está tu familia?
-Se han marchado a Mónaco para emparentarse con la realeza... ¿A dónde fueron los tuyos, Agathe?
-Sabes que se han quedado aquí.
-Mi bisnieto Marian consiguió compromiso con una princesa.
-A ese proxeneta también hay que darle su escarmiento.
-¿Viniste de juez?
-¡He venido a exigirte que dejes a Albert Damon en paz!

Steliana respiró profundamente y levantó los trozos de la tetera rota sin importar herir su mano.

-Quiero asegurar el futuro, Agathe.
-Tu familia está más que asentada.
-Sabes a qué me refiero. 
-¿Eligieron a la niña sorda porque la creen tonta?
-Marine Lorraine tiene un brillante futuro.
-¿Laurent le hará a ella lo mismo que Joseph a Lía, verdad?
-Laurent es el único nieto que no me abandonó aquí.

Agathe Anissina se desconcertó de enterarse.

-¿Vas a dejarle todo?
-¿Quién lo diría? Ese sí aprendió de la familia, de mi Joseph. 
-Si consigues las tierras de Albert, no necesitarás a esa joven cerca.
-La amante de mi nieto lo vale.
-¿Quién es?
-Leonora de Inglaterra. Laurent será rey.
-¿Y Leonora tiene idea de la clase de sinvergüenza que es tu nieto?
-Laurent le obsequió la propiedad en la campiña que pertenecía a Goran Liukin padre.
-Era su casa.
-Iniciaron las obras para una nueva plantación.
-¡Vas a destruir la tumba del señor Liukin!
-¿No te han dicho que en ese lugar crece el tabaco?

Agathe se preguntó internamente qué más necesitaba Steliana para seguir humillando a los Liukin, sobretodo porque nunca le habían hecho daño.

-¿Vas a impedir la boda, Agathe?
-No te entiendo, Steliana ¿Qué tienes contra Lía que no le perdonas?
-Maurizio Leoncavallo.

La señora Anissina no pudo ocultar que aquello le impactaba de forma inesperada ¿Qué tenía que ver un obrero maleducado y tosco con un problema que había iniciado años atrás con Lía y Joseph Kerr?

-¿Cómo sabes tú de él?
-No soy la única que viajó a Italia, querida.
-¿Cuándo pasó? 
-En el '46. Repetí cada verano hasta que Leoncavallo murió.
-¿Qué hiciste?
-Lía no podía tener un mejor marido que el que tuve yo.
-¿Intentaste robarle a Maurizio?
-¡Ese fue el único hombre que amé!

Steliana adoptó un gesto duro y se mantuvo sin llorar, aunque tuviera ganas.

-¿Por qué le quitaste a Lía todo lo que tenía? - preguntó Agathe con rabia. Hubo un breve silencio.

-Nadie podía ser más que yo.
-¿Más? Si tú eras la millonaria de esta ciudad.
-No lo entiendes, Agathe.
-Steliana ¿Qué poseía Lía que tú no? ¡Le arruinaste la vida antes de que conociera a Leoncavallo!
-¡Todo!

Agathe no contestó.

-Lía siempre me ganó. La más bonita, la de mejores modales, la que asediaban los príncipes y los reyes ¡Yo quería al hijo del Káiser y él se fijó en esa araña! O cuando regresó Matt ¡Tú te ibas a casar con tu primo, Agathe! Y yo logré ignorarlo ¡hasta que le entregó el anillo de compromiso a ella! Siempre fue la más lista, la que fue a la universidad, la que pudo vivir, Agathe. Nosotras no.

Ambas mujeres detuvieron la discusión un instante y la retomaron al observar el reloj marcar las diecisiete horas.

-Sólo pude quitarle dos cosas: Las tierras del valle y Joseph Kerr.
-Lía nunca se metió contigo.
-Por una vez, yo alcancé lo que ella no. A Joseph le di hijos, una posición y las amistades para hacer lo que quisiera. Lía casi se moría de amor, salió de aquí derrotada ¿Acaso no podía tomar el derecho de ganarle en algo? Esa mujer se humilló sola ¿De quién es hijo Goran Jr.? ¿Qué mujer engendra con su padre si no es una perversa? Yo le gané. En Tell no Tales le gané ¿Y de qué sirvió? Tuvo lo que quiso después. Más hijos, más fama ¡Yo no era joven cuando la volví a ver! Y ella... Ella sí.
-Lía era más fuerte que tú.
-Y luego la ví tan bonita, con Maurizio. Él era tan bello, ingenuo, bromista, sincero ¡Esa araña había tenido un hijo con su padre! ¿Por qué ella se merecía a un hombre como Maurizio y yo no?
-A Joseph no le importaba otra cosa además de sus estafas y te empeñaste tanto en robártelo y luego en hacerlo tuyo, que cuando te topaste al hombre que podías amar, estabas seca, Steliana. 
-Maurizio era tan devoto con ella, tan cortés. Una cara perfecta, un porte divino. Cuarenta y siete años tenía yo y también Lía. Pero la que él amaba era ella.
-Leoncavallo no estaba en venta ¡Era partigiano! 
-Cuando enviudó, creí que la oportunidad llegaría ¿Qué me respondió? Que Lía era su única mujer. Me echó de su casa, de su vida ¡A mí! ¡A Steliana Isbaza! Y debí conformarme con verle cada verano desde la acera opuesta a su reja, lamentando no haberle encontrado en mi juventud, aunque fuera lo que tú y los demás decían de él. Soñando con que hubiera sido el padre de mis hijos o de menos, el padrastro. ¡Nunca podré perdonar a Lía por quedarse con lo más sagrado de mi corazón! Yo nunca quise a Joseph, pero él hizo más importante el apellido de mi familia, le dió más poder. Cumplió con creces para ser un simple capricho. Quizás Lía ganó la guerra, pero no la batalla en su casa. Laurent fue el único que sacó el orgullo y mi nieto no sólo nos entregará el último trozo de tierra de los Liukin. Él será importante ¡Él hace lo que se debe!
-Ningún Liukin te ha hecho mal.
-¡Esta es mi última venganza por Maurizio Leoncavallo!

Agathe Anissina jamás había visto a una persona descomponerse y supurar como Steliana Isbaza, aunque en el exterior se viera firme, lúcida y elegante. Las dos mujeres pasaron apenas unos minutos más a solas, retirándose la señora Anissina para evitar saludar a Laurent Ferny, quien tenía agendada una visita a su abuela después de una publicitada parrillada en el barrio Corse, donde la familia Lorraine celebraba sin saber una estrategia de despojo. La amante de Laurent, Leonora, era una vigilante asistente al evento.

jueves, 16 de enero de 2025

Las pestes también se van (Un día amoroso)


Venecia, Italia. Sábado 23 de noviembre de 2002.

Entre Katarina Leoncavallo y Marco Antonioni hubo una noche de bodas linda y en la mañana, un nuevo ataque de risa los asaltó mientras hacían el amor, prometiéndose esperar a ser dados de alta para repetir esa clase de intimidad en un entorno más privado. Afuera, una enfermera y el doctor Pelletier les esperaban.

-Tenemos que regresar con Juulia y Tennant - recordó Katarina.
-Si pudiéramos quedarnos, te daría el doble de besos.
-Ay, Marco, no me hagas quebrar mis votos y pedirle al doctor unas horas extra.
-Uy, más tiempo para nosotros.
-Nos tiene que dar la medicina... Esto de dormir juntos se siente tan bien.
-Mejor que todo.
-Acabemos pronto para que nos revisen.

Aunque se tomarían treinta minutos más, los dos no se rehusaron a seguir las instrucciones de Pelletier al salir de la habitación nupcial, que en realidad sólo era el depósito de escobas con unas sábanas y almohadas colocadas sobre un catre de algún residente. A Katarina sin embargo, le era adorable y más cómodo que su cama en la habitación regular y le sonrojaba saber que los pacientes no necesitaban un chisme para adivinar qué había pasado después de la ceremonia.

-Nos tienen envidia - aseguró Marco y ella caminó más tranquila por el pasillo. 

-Buenos días, Katy. Hola, Marco - saludó el doctor Pelletier.
-Me gustaría que me dijera "señora Antonioni".
-De acuerdo, señora Antonioni. Debo hacer unas preguntas.

Katarina sonrió y respiró profundamente, aunque la cánula nasal le lastimaba.

-¿Algunos de los dos tuvo fiebre durante la noche?
-No - contestó la pareja al unísono.
-¿Náuseas, mareo... El corazón agitado?

Marco Antonioni tomó con cierto humor la pregunta.

-Nadie tuvo eso - replicó.
-¿Sudoración, hormigueo?
-Quizás un poco de sudor, pero no parábamos de convivir como... ¡No sé si voy a resistir hasta que nos vayamos!

El chico tomó a Katarina por la cintura y ambos se miraron como si estuvieran planeando algo. El doctor Pelletier no sabía si volverse estricto o compartir el entusiasmo, pero tenía claro que recibirían un par de inyecciones con antiviral y se aseguraría de que dedicaran a dormir y descansar, cosa que no habían hecho desde que los había puesto juntos.

-Marco, hay que discutir lo de la sudoración y los triglicéridos - recordó Pelletier en voz baja cuando el chico volvió a andar de la mano de Katarina. 

-¿Necesitas otro electrocardiograma?
-Y una radiografía por lo de tu escoliosis. 
-¿Las cosas no van bien, verdad?
-Marco, estás bajo tratamiento, enfoquémonos en ello. También está pendiente revisar tu oxigenación.
-Me siento mejor.
-Pero aún tienes neumonía... No sé qué tipo de influenza sea esta, pero todos andan como si estuvieran sanos.

Al regresar a su habitación, Katarina y Marco retomaron sus respectivos lugares y luego de su revisión de signos vitales, su medicación y degustar el desayuno, ambos resolvieron descansar y dejar que los demás continuaran con su ambiente festivo. A pesar de las recaídas, muchos pacientes iban recuperándose y a Tennant Lutz y Juulia Töivonen les dió por carcajear una vez que comprobaron que sus vecinos no se despertaban ni a gritos.

-¡Estoy roja como tomate, no puede ser! - decía Juulia.
-Igual yo.
-Oye, Tennant ¿Tú crees que la hayan pasado bien anoche?
-Huele a que sí.
-¡No digas eso!
-Tú preguntaste.
-Pero no por los olores.
-Hablo de lo que capta mi nariz ¿Qué más puedo hacer? ¿O prefieres que imagine?
-Mejor eso.
-Katarina la paso excelente.
-¿Ella te gusta?
-No has visto sus curvas.
-¡Creí que ella había exagerado cuando dijo que te golpearía! ¡Te lo mereces, Tennant!
-La primera vez fue accidental y después me disculpé.
-Lo bueno es que a mí no me puedes observar.
-Es diferente, estás embarazada.
-¿Me tienes consideración por eso?
-Me caes bien, así que tampoco te molestaré. En realidad, no soy curioso y creo que estoy quedando como un patán.
-Poquito, sí.
-Perdón.
-¿No has disculpado a Katarina por dormir con tu papá, verdad?
-Le soy leal a Ricardo y no entiendo por qué pasó. Quizás le pregunte alguna vez, pero con que Miguel no se entere...
-Todos tendrán que explicarle muchas cosas aunque no quieran.
-Es un buen tipo, no creo que la paciencia le alcance.
-¿Porque Katarina y su papá...?
-Porque todos actuamos a sus espaldas. Katarina como sea, se ha ido. Ricardo y yo nos quedaremos.

Juulia miró a Tennant y asentó para darle la razón.

-También hay algo que quiero saber, Juulia.
-¿Sobre qué?
-Katarina y tú conversaron antes de la boda.
-Ella estaba tensa.
-Estás embarazada de su hermano.
-Maurizio y yo acordamos tener un bebé.
-Katarina no lo tomó bien ¿A qué se refería cuando dijo que "nunca le dió esa alegría"?
-Creo que no es tu asunto, Tennant.
-Prometió desaparecer y le agradeciste.
-Maurizio y yo tenemos mucho por hacer.
-¿Katarina se enamoró de su hermano? 
-Eh... No lo sé, son cercanos.
-Por algo ella te pidió que lo ames.
-No tendrás una respuesta.
-Hay algo que entiendo menos.
-¿Qué será?
-Maurizio tenía otra novia, Karin ¿No se iban a casar?
-Pero no pasará.
-¿Qué ocurrió?
-Maurizio quiere hijos y ella no. Karin rechazó un tratamiento de fertilidad y terminaron.
-Pero tienes ocho semanas de embarazo.
-Si lo que preguntas es sí he estado con Maurizio aún sabiendo de su novia, no puedo negarlo.
-¿A escondidas?
-Karin sabía.
-¿Cómo?
-Nos vió.
-¿No reclamó?
-Eso creo.
-Maurizio parecía muy centrado.
-Me propuso tener hijos si lo suyo con Karin no funcionaba y también me pidió matrimonio.
-Si Karin estuviera como tú ¿Qué habrías hecho?
-Karin misma platicó conmigo, ella decidió que no iba a continuar buscando un bebé y yo supe que seré mamá hace unos días.
-¿Puedo saber por qué aceptaste?

La respuesta fue inaudible para Ricardo Liukin y Susanna Maragaglio, quienes se vieron mutuamente con la confusión por delante. Algo tenían incluso los potenciales miembros de la familia Leoncavallo, que su vida dejaba de ser un secreto entre ellos, excepto por detalles que podían esclarecer sus decisiones. En ese instante Tennant se dió cuenta de por qué no los quería junto a sí:

Los Leoncavallo eran demasiado prácticos. Vínculo que les impedía hacer su voluntad era desechado sin remordimiento. Persona que no se ajustara a sus elecciones y consecuencias, no los volvía a ver y cualquier oposición a alguna convicción de carácter o moral, los hacía buscar alternativas que acabarían imponiéndose tarde o temprano. Eso último era el caso entre Maurizio y Juulia. 

En ese momento de reflexión, Tennant se percató de que Katarina era una Leoncavallo hasta la médula: Había prescindido de Ricardo Liukin luego de su inesperada noche juntos, que era respuesta a su frustrado intento de seducir a Marat. Como el mismo Tennant no podía saberlo por razones de distancia y de confianza, antes de Marat había existido Tommy Gunn, sustituto no cristalizado y fugaz del propio Maurizio Leoncavallo y claro, el rechazo de Maragaglio, quien habría podido convertirse en la compensación del mismo Tommy o en la respuesta para calmar sus deseos por Marat, sin hablar de proyectar años de sentimientos intensos, de nueva cuenta, por su hermano Maurizio. Miguel cabía en la ecuación si se tomaba en cuenta el noviazgo impulsivo y breve, dónde él era una salida para evitar que Katarina perdiera aún más la cabeza por su hermano. Su matrimonio con Marco dejó de tener sentido para todos por carecer de la información, aunque la única pista era el hecho de que Maurizio esperara un hijo con una mujer diferente a Karin. Katarina de seguro se había torturado pensando en que no era posible que no se diera cuenta.

Juulia por su parte, navegaba en pensamientos sobre sus acciones en los últimos meses. Sus coqueteos con Maurizio, tan sutiles durante los entrenamientos, sus encuentros en Ghetto Vecchio, sus citas al finalizar los torneos. Ella era una Leoncavallo hecha y derecha, igual que él. Había bastado expresar en una conversación casual el deseo de formar una familia para acabar definiendo los planes el mismo día y no despertar las sospechas de Katarina era casi un triunfo. La mujer leía los pensamientos de Tennant, no por cuestiones sobrenaturales, sino porque en la enfermedad se logra conocer a la gente.

-Katarina siempre fue novia de ese gondolero - pronunció ella.
-¿Es en serio?
-Ustedes, los Liukin, son tan nuevos en Venecia, que nadie les avisó.
-Sigo sin entender.
-Marco acompaña a Katarina a casa todas las tardes, la defiende y la cuida ¡No sabes cuántas veces los oí hablando a gritos sobre citas que no tendrían! Y cualquiera sabe que esos dos iban a la biblioteca a coquetearse y no a leer.
-No los entiendo.
-A Maurizio le molestaba mucho y a mis suegros más.
-Nadie me explica esa parte.
-Es que Marco no tiene mucho qué ofrecer. La casa no es suya, lo que gana con los turistas no es tanto, es un académico sin premios, su familia tampoco sobresale... No encajan, Tennant.
-¿En qué?
-Los Leoncavallo son exitosos naturales, si quieres verlo así. 
-¿Por qué Maragaglio es diferente? - pensó el chico en voz alta y no compartió sus razones. Si continuaba pensando, menos lógica tenía, pero de nuevo, Tennant todavía no contaba con las novedades. Maragaglio había cambiado de vínculos al igual que sus primos, sustituyendo a Alondra Alonso por un rechazo a seducir a Katarina Leoncavallo y a su vez, hallar a Katrina para volcar sus deseos, incluyendo los que aún tuviera por una desconocida Marine Lorraine que le ocasionaba estrés tal, que junto a sus culpas por serle infiel a su esposa y no cuidar de su prima, tenía como consecuencias los ataques de ansiedad que requerían de atención en una clínica en ese momento. La familia Leoncavallo era demasiado complicada y agotadora.

La conversación dejó a Tennant con una sensación de vacío, de sinsentido. Volteó a ver a Katarina y Marco, quienes habían despertado al escucharlos en la última parte, la que los señalaba a ellos y de nuevo, la risa mutua apareció, ocasionando mayores dudas sobre la realidad.

-Ricardo Liukin se comporta igual - susurró Susanna Maragaglio al terminar finalmente los alegatos y Alessandro Gatell estuvo de acuerdo con ella. El señor Liukin a esa hora había elegido estar en la cama junto a Maeva Nicholas, con cuya compañía evadía los hechos de que Katarina Leoncavallo se hubiera olvidado de él rápidamente y sobretodo, la vergüenza, por escasa que fuera, de haber dormido con ella mientras seguía siendo la novia de Miguel, su hijo. Pero antes, Maeva también había sido un escape, un alivio de cierta soledad que Ricardo padecía desde su viudez. Y por supuesto, Susanna no quiso indagar en otros Liukin, como Carlota o Andreas, porque de seguro encontraría otra historia de evasión y compensación. Al fin y al cabo, los Leoncavallo y los Liukin eran la misma familia.

-Marco - llamó Katarina en voz baja.
-¿Qué necesitas?
-Yo nada, excepto algo caliente ¿No tienes frío?
-Ahora que lo pienso, sí y mucho.
-Las sábanas aquí no sirven, me quejaré.
-Te dirán que no pueden usar otras.
-¿Puedes beber café? 
-Si no es más de una taza.
-Iré a la máquina.
-Te acompaño.
-¡No! Te quiero consentir.
-Señora Antonioni ¿Qué trama usted? 
-Sólo mantenerte sin tiritar.
-Un espresso, por favor y vainilla latte para ti.
-Lo sabes.
-No sería tu marido sino te conociera.
-Uy, esas son confesiones fuertes.
-¿Y esa risita?
-Debí decidirme antes.

Katarina besó a su esposo y se incorporó para ir al pasillo, segura de que cada movimiento suyo atraía la curiosidad de los presentes. Pero Marco, más conciente, optó por cuidarla desde la puerta de su habitación, llevándose la sorpresa de que ella estaba pensando en Tennant, en Juulia, en Susanna, en Gattel, en Maeva y en Ricardo al momento de escoger las bebidas y a él en especial, le elaboraba un café moka con la supervisión del doctor Pelletier, que parecía aconsejar algo que permanecería siendo un misterio, pero uno importante.

Marco supo que lo simple y detallista era lo que Katarina había anhelado toda su vida.

sábado, 11 de enero de 2025

La boda de Marine (Segunda parte)

Imagen generada en SeaArt AI

Tell no Tales. Sábado, 23 de diciembre de 2002.

En el número 47 de la calle Voilier, en la planta baja del Edificio Nautonier, se hallaba el departamento que habitaba la familia Lorraine y un jardín con césped daba la bienvenida a su puerta. El lugar llevaba casi cien años en pie y se distinguía por sus paredes altas en color beige, contrastando con otras construcciones del barrio Corse que más bien parecían casas de estilo marinero o barcos adaptados en los que cabían a veces, más de veinte familias. Sin embargo, el Edificio Nautonier compensaba esa falta de estilo con una enorme bandera con el emblema del vecindario: Una gaviota posada sobre un ancla.

En ese lugar, Marine Lorraine había pasado su niñez y adolescencia y ahora contaba cuatro años de su adultez, sintiéndose extraña desde el retorno de Italia. Su habitación era pequeña y sabía que el enorme comedor no sería suficiente para albergar a los vecinos que se morían por saludarla. En Corse, las bodas eran un asunto comunitario y los hogares de las novias se llenaban de gente.

Desde el concurso de belleza, a Marine sólo se le ocurría sonreír cuando la gente la llamaba y en ese día en especial, celebrándose el primer evento de su boda con Laurent Ferny, el comité de Miss Corse había arreglado la "bienvenida de los regalos" y la prensa y sus padres la aguardaban ya. Su primer vestido era uno magenta con mangas largas y su corona de "Miss Corse Lorphelin" brillaba como nunca. Alguien comentaba que había sido una lástima que Marine no hubiera ganado el concurso nacional y muchos decían que, de no ser sorda, el jurado no hubiera tenido alternativa más que elegirla.
Los murmullos llegaban a su puerta y ella salió con una enorme sonrisa. Su madre enseguida la colocó enfrente para que todos la vieran.

-¡Ahí está la novia! ¡Felicidades! - gritó alguien del comité y los aplausos no se hicieron esperar. Afuera había una multitud y las hermanas de Marine recogían los detalles de cada persona, aunque la mayoría eran sobres con dinero o cajas de electrodomésticos pequeños. Se sabía que la pareja viviría en el barrio Crozet, a unos pasos del distrito financiero y de las oficinas contables de los astilleros de Corse. Laurent Ferny era el responsable de manejar las acciones de una empresa de exportaciones navales, aunque era también conocido que pronto dejaría ese puesto para dedicarse a la contabilidad y administración en un banco especializado en finanzas de nivel ejecutivo.

-Los vecinos han venido a desearte suerte, Marine, susurró su padre, Albert Damon, quién a su vez atendía una entrevista como parte de sus actividades como músico famoso. El hombre declaraba estar orgulloso de su hija y pronto, hizo que las hermanas de Marine la rodearan para unas fotografías familiares y aparecer en el periódico aún cuando se daba cuenta de que ella deseaba con todas sus fuerzas que la boda fuera un asunto personal.

-Mira, desde el Comité te envían un cheque - decía su madre.
-No deberían dármelo frente a todos.
-Mira cuántos sobres has recibido, Marine.
-¿Qué debo hacer con ellos, mamá?
-Mételos a la caja fuerte y dentro de poco podrás usarlos.
-No sé en qué.
-Laurent y tú hablaron de tener un bebé.
-Mi suegra preguntó y le dijimos que lo pensaremos.
-Los niños traen muchos gastos.

Marine pasó saliva y comprendió que la intención real detrás del dinero, era la maternidad.

-¡Ay! ¿Cómo será cuando me toque casarme? ¡Ojalá sea pronto! - deseaba Lou, la hermana menor inmediata de Marine, aunque no tenía novio y la familia la considerara muy joven para un matrimonio. Lou tenía veintitrés años.

-Espero que tengas una fiesta como la mía - murmuró Marine y su hermana la abrazó con una enorme fuerza.

-¡Vas a ser la novia más bonita de Tell no Tales!
-Gracias, Lou.
-¡Ya falta poco para que llegue Laurent!
-Vendrá en la tarde, tiene una reunión.
-¡La reunión fue ir a comprar carne a Toud!
-¿Va a hacer el asado?
-¿Qué clase de novio de Corse no cocina para los invitados?
-Ojalá Laurent.
-¿Qué dijiste? No te escuché.
-¿Hablé muy bajito?
-¡Estás muy nerviosa, Marine!

Lou sostuvo a Marine nuevamente y se veía tan contenta, que cualquiera pensaba que estaba en medio de un momento fraternal.

-¡Es una lástima que Damon llegue mañana!
-Maragaglio me avisó.
-¿De qué? ¿De Damon?
-Lo ayudó a conseguir un vuelo.
-¿Maragaglio vendrá a la boda, Marine?
-Confirmó la invitación.
-¡Es la mejor noticia de todas!
-¿Por qué?
-¡Porque lo queremos mucho! ¿Él va a ser el padrino de algo?
-No da tiempo.
-¡La familia va a estar completa! ¡Maragaglio es como nuestro hermano mayor!

Marine se desconcertó por las palabras de Lou y cuando iba a preguntar a qué se refería, su hermana le anunció a las demás chicas Lorraine de las buenas nuevas, provocando en todas una especie de algarabía incontenible.

-No sabía que lo querían tanto - dijo para sí misma y entonces, ella sintió los brazos de su padre.

-¿Estás segura de querer a Maragaglio presente?
-Sí, papá.
-¿Te quieres despedir de él?
-Tengo que hacerlo.
-No llores.
-Es que me estoy emocionando con los regalos, con que Damon estará aquí, con la gente y todo eso.
-¿Vas a poder convivir con Maragaglio sin problemas?
-Tú sabes que sí.

El hombre besó a su hija en la frente y ambos comenzaron a ver los obsequios que se depositaban sobre el comedor, preguntándose por el contenido. En Corse, todo se entregaba en cajas forradas en papel magenta y sobres de color hueso con listones también magenta. Los vecinos saludaban y dedicaban sus mejores deseos, haciendo que ello fuera una especie de fiesta. Marine inclinaba ligeramente su cabeza y las miradas se dirigían a su pañoleta roja, misma que sobresalía y parecía brillar, lo que causaba admiración.

-¡Ea, Marine! ¡Ofrezco un festín para ti! - cantaba una voz conocida en el patio.

-¡Ya llegó! ¡Laurent está aquí! - exclamó Lou y tanto visitantes como la familia Lorraine abandonaron el interior para ver como el joven Ferny prendía el fuego y se preparaba junto a sus familiares y amigos para ofrecer mariscos y filetes a quienes se acercaran al lugar. Las Lorraine saludaron primero y Marine permaneció de pie en el extremo opuesto, junto a sus suegros que le llevaban flores y un par de zapatos azul oscuro con una aplicación cuadrada de pedrería para que los usara en la boda. De acuerdo a las costumbres de Corse, ese día Marine abandonaba su pañoleta de toda la vida y entonces, sus padres hicieron llamar a Laurent para que este le colocara un nuevo distintivo: Un prendedor en forma de alcatraz.

-Hola, Marine - dijo Laurent con las manos manchadas por el carbón y ella sonrió en saludo para luego verlo asearse como podía. La gente estaba expectante y cuando él estuvo listo, tomó de un delicado estuche aterciopelado el alcatraz y lo puso en el vestido de su novia. Hubo muchos aplausos y Laurent entonces regresó a la parrilla. Tanto él como Marine tenían prohibido convivir durante la fiesta y los padres de ambos se aseguraban de cumplir la condición. Laurent miraba hacia ella de vez en vez y le ofreció la primera ración de maíz que estuvo lista, aunque Lou fuera quien llevara el plato.

-Marine, han venido tus amigas del concurso de belleza - avisó su padre y la mujer se levantó para recibir a Eva, Madice y Courtney y Matt Rostov, aunque tampoco le fuera posible acercarse. 
 
-Comenzó la boda, Marine - pronunció Albert Damon para hacerla sentir parte del festejo y ella se recargó en su hombro.

-Maragaglio llamó ayer, papá.
-¿Qué quería? 
-Decir que Damon viene en camino y que llegará cuando su esposa y su prima se recuperen.
-¿Todo bien?
-Las dos se enfermaron pero parece que mejoran.
-¿Mencionó algo más?
-Acepté el vestido que me ofreció en París.

Albert vió detenidamente a Marine con el gesto confuso.

-¿Segura?
-No tengas miedo, papá.
-Prometo respetar esa decisión.
-¿Todas estas personas irán a cada evento?
-A casi todos.
-Tendremos mucho qué barrer.
-Laurent y su familia nos invitaron a un chalet de Vichy por unos días ¿Te gusta esquiar?
-¿Iremos a descansar?
-Laurent dice que el otro día te oyó muy estresada en el teléfono y va a sorprenderte.
-No habrá cenas vecinales.
-Irá toda la familia y podrás estar con tus amigas.
-Le agradeceré pronto.
-Invitó a Maragaglio.

Marine no pudo evitar que sus ojos se iluminaran.

-Lou le hizo una lista de los invitados que nos acampañarán y lo incluyó.
-¿Cómo pasó?
-Tu hermana se comunicó con él hace unos minutos y Maragaglio aceptó.
-Nunca le he contado a Lou.
-Ya la oíste, es su "hermano mayor".

Albert Damon resolvió darle la mano a su hija y pronto, Lou se acercó con una bandeja de mariscos, sentándose en el acto junto a Marine.

-¡Laurent cocina delicioso! ¿Por qué no me habías dicho, Marine?
-No sabía, Lou.
-Oh, qué sorpresa, no pasarás hambre.
-Gracias.
-¡Oye! Tengo que decirte algo.
-¿Es un secreto?
-¡Maragaglio va a ir con nosotras a Vichy! Laurent te preparó un hospedaje en una cabaña y van a hacer snowboard y esquiar.
-Me enteré hace rato.
-¿Mi papá no guardó el secreto? Ash, nunca te puedo sorprender.
-¿Por qué le hablaste a Laurent de Maragaglio?
-¡Porque es parte de la familia! Y por lo mismo, tengo algo importante qué informar.
-¿Tú?

Lou bajó la voz.

-Maragaglio me pidió que no te dijera pero está internado en una clínica.
-¿Se enfermó? 
-No se ha sentido bien, pero dicen los médicos que todo ha salido perfecto.
-¿Qué tiene entonces?
-Cansancio, por eso lo invité a Vichy ¡Laurent me pidió ayuda para su escapada romántica familiar y encontré el número de Maragaglio y ya!
-¡Te adoro, Lou!
-¡De nada! ¿Llamarás a nuestro hermano mayor?
-Después, dejémoslo descansar.
-¡Te emociona verlo! 

En ese instante, Marine comenzó a divertirse y abandonó su lugar para saltar y cantar en el césped con sus hermanas, mismas que le colocaban una corona de flores encima de su tiara de "Miss Corse Lorphelin" y no paraban de abrazarla y desearle suerte en su futuro matrimonio. Los presentes por su parte, felicitaban a Laurent Ferny por "hacerla feliz".

martes, 7 de enero de 2025

La boda de Marine, primera parte (Cuento por la Navidad Ortodoxa)

Imagen de Bing IA.

Venecia, Italia. Sábado, 23 de noviembre de 2002.

-Maragaglio ha salido excelente en sus estudios, tal vez le enviemos a casa - decía el doctor Pelletier al señor Berton y a Edward Hazlewood y estos últimos por fin tomaron asiento para descansar un poco. Durante la noche, ambos no habían cruzado palabra y ahora tampoco sabían qué decirse.

-El último electrocardiograma es muy bueno, se lo tomamos durante uno de los ataques y a la espera de la observación de psiquiatría, puedo deducir que el diagnóstico será de trastorno de ansiedad - continuó Pelletier.
-Supongo que tomará algún medicamento - añadió Hazlewood.
-Así es, pero yo no puedo recetarlo. Volveré únicamente para firmar el alta, tengo muchos pacientes en el hospital y Marco necesita un poco más de atención. Si sucede algo extraordinario, le avisaré, señor Hazlewood.
-Gracias.
-Me sorprende que esté ayudando a Maragaglio.
-Ahora es el primo político de mi hijo.

Pelletier sonrió apenas y se dirigió al final del pasillo para dejar un expediente y declarar que iría a dormir pasado el mediodía. L'acqua alta y la presencia de nieve hacían que la gente portara cualquier protección en los pies, pero al señor Berton le parecía increíble que esa planta baja continuara seca y mucho más que su yerno no reparara en el frío, tal y como le ocurría al viejo abuelo Leoncavallo. 

-Pueden pasar - anunció el doctor que acababa de evaluar a Maragaglio, pero Hazlewood comprendió que sólo él estaba interesado en acompañar a su ahora nuevo amigo, así que cerró la puerta de la habitación para que no se escapara cualquier palabra.

-Creen que estaré bien - mencionó Maragaglio.
-¿Se siente mejor?
-No.
-¿Hay algo que pueda hacer?
-Nada.
-Lo prudente será irme.
-Aquí me piden que tome un descanso, pero no dejo de llorar.
-Maragaglio, no deseo incomodarlo.
-Hablé con ese doctor y no sé qué por qué no me he calmado como debería.
-La mente es confusa.
-Quiero a mi esposa.
-Estoy seguro.
-He tenido amantes en mi vida.
-¿Siente culpa?
-Le conté al psiquiatra de la vez que mi abuelo me llevó a una casa de citas para que me hiciera hombre, según él.
-¿Pasó algo malo?
-Fue uno de los mejores días de mi vida. Las chicas me compraron pastel, bailaron conmigo, me dieron regalos y me dejaron dormir en una cama grande en la que no me sentí solo. No estuve con una chica hasta los diecisiete y me propuse conquistar a todas las que me gustaran y disfrutaba que se pelearan por mí. La única que me dijo que no fue mi cuñada, Anna.
-¿Anna Berton?
-Vine a esta ciudad a buscarla y en su lugar, estaba Susanna. A ella la hice mi esposa porque siempre me ha dado un hogar y el beso que necesito. No sé si la amo.

Edward Hazlewood se quedó callado, porque decir cualquier cosa en esos segundos, empeoraría la situación.

-¿Sabe? He tenido deslices de unas horas, aventuras de una noche, escapadas de una semana y no sé qué más. Mi esposa no se merece todo eso, pero no podré repararlo. 

Maragaglio se recostó, pero el llanto se volvió un sollozo. Contrario a lo que cualquiera pensara, él había considerado el divorcio en tantas ocasiones pero, atinadamente, el lector sabe que sólo lo hizo durante una etapa muy específica y después, la convicción de permanecer con Susanna fue una condición establecida para cualquier mujer que se apareciera en el camino.

-Hazlewood ¿Usted alguna vez engañó a su ex esposa?
-No quise.
-¿Llegó a pensarlo?
-Tampoco. No soy un hombre perfecto, pero mientras estuve casado, fui muy feliz.
-¿Por qué no puedo ser así?
-Desconozco esas razones, Maragaglio. 
-Mi suegro me odia. Tantas veces me exigió alejarme y en lugar de eso, me aferré a formar parte de su familia.
-El señor Berton está preocupado.
-Pero no por mí.
-No leo la mente.
-Me casé con Susanna porque pensé que la perdería. Ella había encontrado trabajo en una galería y otro hombre se interesó.
-¿Celos?
-Cuando me siguió a Londres, supe que era mi hogar y cuando se quedó conmigo pese a mi abuelo y todas las humillaciones que soportamos... Ninguna persona habría hecho eso por mí. Susanna fue muy valiente.

Edward Hazlewood se sentó al lado de Maragaglio y enseguida ofreció un vaso de jugo que Maragaglio se rehusó a beber.

-La naranja es muy amarga.
-¿Qué? Nunca me habían dicho eso.
-Esa fruta jamás me ha gustado. Mi abuelo decía que a mi abuela Lía también le provocaba disgustos y que yo no podía igualarme en nada a su mujer. Luego mi prima Katarina resultó alérgica y el abuelo la odió más. No entiendo cuál era el problema.
-¿Nunca le habló de su abuela?
-Le dolía tocar el tema y aprendí a no preguntar.
-¿Prefiere el agua simple?
-Gracias.
-¿Ha tenido la oportunidad de conversar sobre estas situaciones antes?
-Usted no es psiquiatra, Hazlewood.
-Me disculpo si lo necesita.
-Tampoco he discutido con Giampiero sobre eso.
-¿Por qué son amigos?
-Es el único que me trata como el idiota que soy.
-Me cayó bien.
-Pero por fin está muriendo. 
-Es difícil.
-Ese canalla me va a hacer falta.
-Él sabe cuánto lo aprecia.
-Desearía hacer más.
-Créame, Giampiero lo siente.
-Él rechaza la lástima, por eso oculto que he llorado de la impotencia de verlo enfermo.
-Maragaglio ¿Se lo ha dicho?
-Nunca le demuestro mi tristeza porque lo hago sentir miedo. Él mismo me lo confesó.

Hazlewood optó por terminarse el jugo de naranja y notó que Maragaglio elegía permanecer enredado en las sábanas por el olor. Se trataba de una fragancia dulce, sutil, que recordaba la canela y el coco, aunque con la frescura de alguna vainilla y quizás, mango. 

-La cama huele a Marine - evocó Maragaglio junto a la imagen de su espalda desnuda, misma que él había acariciado en su primera noche juntos en Cinque Terre. Él se daba cuenta de que su vista se deterioraba porque su nariz se volvía refinada y sus recuerdos más profundos si existía un aire particular.

-Asistiré a la boda de Marine.
-¿Sigue con eso? 
-¿Va a juzgarme, Hazlewood?
-Es que las venganzas esconden los sentimientos.
-¿Tan transparente soy?
-Me temo que a veces, sí.
-Si ella no hubiera molestado a Susanna, ni siquiera me cruzaría por la cabeza imaginarla con su vestido.
-¿Tan grande es su rencor?

Maragaglio prefería evadir el tema cotidianamente, aunque estuviera consciente del deseo y la intensidad de sus emociones cuando Marine se cruzaba en sus pensamientos. Entonces supo que iba a tener que resolver esa parte de su vida.

-Marine era la becaria, punto.
-De acuerdo.
-Pero la lastimé y fue intencional.
-Me quedó claro cuando habló con ella.
-Era sólo la becaria.
-¿Eso importa?
-¡Era la becaria y nada más! ¡Si ella no me reclamaba por engañar a Susanna, nunca me habría interesado! ¿Quién quiere una relación con alguien que cumple el servicio social? Marine me pareció agradable ¿Y qué? Las becarias dan problemas, se equivocan a diario y después de un año se van y no las extraño ¡Pero ella me conocía más de lo que podía calcular! 
-¿A qué se refiere, Maragaglio?
-Desde el principio sabía quién era yo.

Hazlewood asumió que era razonable no preguntar.

-Tuve la tentación de despedirla cuando supe que le gustaba oírme cantar en la oficina, pero también parecía tener cualidades para ser agente de inteligencia por la forma en que me había estado vigilando ¿Quién sospecha de una chica sorda que apaga sus auditivos todo el día? ¿Cómo desconfiar de alguien que se dedicaba a contestar teléfonos y de tener dudas sobre archivos que a nadie le importan? 
-Tú lo hiciste.
-Por eso la mantenía cerca, porque sus intenciones me inquietaban.
-Una espía.
-No, Hazlewood. Una mujer.

Edward Hazlewood no añadió más.

-Me hice su amigo para anticiparme a lo que tramara, la seguí, la invité a mi equipo y me quise deshacer de ella al mudarme a esta ciudad. Marine me ayudó, qué estúpido fui.

Maragaglio bebió agua y prosiguió.

-La mujer creyó que no había notado que odiaba sus auditivos prendidos y fingí que tomarme de la mano me parecía normal. Pude decirle que no, pero cuando le quité una pañoleta del cuello, noté la verdad. No me detuve, era tan natural lo que ocurría, tan puro. Necesitaba besarla, estar con ella ¿Acaso me volví loco? Casi lloro de ternura con el primer regalo que me hizo y le contaba sobre Susanna... ¿Por qué le hablé de mi esposa? 

Ambos hombres se miraron con ese desconcierto.

-Nunca le he dicho a nadie que hacer el amor con Marine ha sido lo más hermoso que me ha pasado.
-Maragaglio...
-Me gusta pensar que tuvimos una luna de miel y que en algún punto, la sentí mía. 
-Estabas enamorado.
-Me duele.
-El amor no es fácil.
-Lo que me duele es odiarla.

Hazlewood asumió que Maragaglio estaba siendo congruente a final de cuentas. Desde el principio, se había establecido que Marine no significaba en el presente más que una intromisión en asuntos que no le competían, que el amor actualmente no existía.

-Pensé que me separaría de Susanna y me volvería el marido de Marine ¿No es ridículo? Consulté a un abogado y recordé todo lo que mi esposa y yo habíamos pasado, luego me pidió tener hijos y no volví a la idea del divorcio. Susanna es mi hogar.

Ambos hombres miraron hacia la pared.

-Me enamoré de Marine y me asusté.
-Cualquiera reaccionaría así.
-Me acosté con una chica que estaba interrogando... Hazlewood, soy un ser despreciable, le fui infiel a Marine.
-Te equivocaste.
-Y con Katarina me siento el peor de los hombres. Es mi prima, he tenido que protegerla ¡Y confundí mis sentimientos con deseo! Siento vergüenza por haber pensado en una intimidad con ella ¡Me doy asco!

Maragaglio se volvía incapaz de concentrarse en un solo tema y Hazlewood sólo atinaba a observarlo en el ataque de ansiedad que le estaba dando, pese a que era menos intenso que los otros tres que había sufrido durante la noche.

-¿Cómo me voy a disculpar con Katarina? 
-Ella es una chica inteligente.
-¡No soporto que no confíe en mí!
-Di lo que debas.
-Hazlewood ¿Por qué dejaste que Katarina te eligiera?
-Tal vez entiendo qué quieres saber... Katarina no tiene a nadie con quién hablar y yo soy su profesor de matemáticas. Cuando un alumno está solo, le queda recurrir a alguien como yo.
-No puedo creerlo.
-Tienes que dejarla crecer.
-Si se enterara de todo esto...
-Mi silencio es garantía.
-¿Vengarme de Marine me dejará en paz?
-Piensa bien en lo que te hizo, pero podrías no sentirte satisfecho.
-¡No quería saber de mis padres y luego esa mujer!... Susanna lloró por su culpa ¿Por qué le mandó Marine ese ADN? ¿Fue por qué en cuatro años me negué a ser amable? Esa aventura terminó ¡Marine acabó para mí! 
-No vayas a su boda.
-¡Necesito verla!
-Si ella te importa un poco, no te lances a hacerle daño sin una explicación.
-Estaré presente en esa fiesta, esa decisión no ha cambiado.
-No te arriesgues.
-A lo único que le tengo miedo es a no replicar ese golpe.

Maragaglio se cubrió más con su manta y derramó incontables lágrimas mientras daba la espalda a Hazlewood. Este último no hizo ruido y luego de mirar al señor Berton a través del cristal, eligió por continuar con sus improvisados y torpes cuidados, notando que su amigo intentaba ocultarse. Un abrazo se volvió necesario.