Elizaveta Tuktamisheva / Foto tomada de liza-tuktamisheva.tumblr.com
Eran las seis de la mañana cuando el convoy realizó su escala en Vichy. En aquél momento estaba nevando y el reporte meteorológico daba cuenta de las difíciles condiciones en las montañas, en dónde existían tramos de vía congelados. Por precaución, se recomendaba permanecer en el pueblo hasta nuevo aviso.
-Esperaremos la onda cálida - comunicó el oficial a cargo - He calculado que reanudaremos el camino en cuatro días.
-Es demasiado tiempo - comentó el teniente Maizuradze.
-Estoy consciente, pero no puedo hacer más.
-Es increíble.
-He mandado a los técnicos a inspeccionar el camino y confío en que traigan buenas noticias.
-Apostaría a que le dicen que nos quedaremos aquí toda la semana.
-¿Porqué?
-Me extraña que no lo sepa. Esta nieve es de temporal adelantado.
-Es mi primer viaje.
-Santo Cristo, tiene demasiado en qué instruirse, oficial.
Mientras los copos golpeaban las claraboyas, en los corredores se aprestaba una brigada que inspeccionaría las habitaciones. Por todo el convoy se comentaba del robo sufrido por un hombre muy importante, mismo que desde el reporte había obligado a los pasajeros a pasar la madrugada en vela y consumir casi todas las tazas de chocolate con café disponibles.
-¿A quién le han hurtado? - preguntó Maizuradze visiblemente molesto.
-Al General Bessette. Parece que lo hizo una profesional.
-Válgame el cielo. Hasta ladronas habrá que soportar aquí.
-Cuídese de los chiquillos. La que cometió el robo fue una niña.
-¿¡Cómo ha concebido semejante disparate!?
-La vieron rondando el cuarto de Bessette.
-Se supone que los marinos ocupan zonas privadas.
-Pero ¿Quién sospecharía de una pequeña? Por eso le fue fácil colarse.
-Haga lo que tenga qué hacer pero no la maltrate.
-Será entregada a los guardias de la estación. De todas formas se ha levantado el reporte en el pueblo y en Tell no Tales.
Tamara había escuchado aquello. De los rumores, todavía ninguno le cabía en la cabeza y la versión del oficial le sacaba interrogantes ¿Cómo sabía que había sido precisamente una muchachita y cómo era posible que ésta anduviera cerca de los marinos y nadie le hubiese dicho que se alejara o se la llevara? Allí existía gato encerrado. La dichosa niña conocía a Andrew Bessette; de otra forma, ni siquiera se explicaban las versiones que apuntaban a que los camareros afirmaban haberla visto tomando una malteada en el comedor de aquella recámara, cosa que sonaba sospechosa y enfermiza.
-De seguro sale inocente la sabandija. Le revisarán todo y no hallarán lo que tomó - comentaba con desprecio y voz baja un intendente al maïtre- Eso se saca Bessette por meterse con rameras. Las más niñas siempre salen astutas para timar generales. De seguro la rata está celebrando que se hizo rica. Lo único que dejó en su lugar fue un brazalete que trae el nombre grabado. Si yo fuera la tal Viktoriya me daría asco recibir esa alhaja.
Aquellas palabras le hicieron pensar a Tamara que ya sabía quién había sido la responsable y sólo por hacerle un interrogatorio ella misma, no la denunciaría. Por otro lado, le llamaba la atención que se mencionara "a la tal Viktorya" creyendo que se trataba de una pretendida coincidencia muy extraña y queriendo que no fuera realidad.
-Avísenme si encuentran a la mocosa - pidió el oficial - Y dejen descansar a toda esta gente, suficientes problemas han tenido por nuestro ruido. Nadie sale de aquí, yo estaré en mi oficina.
El teniente Maizuradze bostezó y se dirigió a su cama sin desear enterarse más del ambiente o del crimen. Para él, la policía actuaba sin exigirle a Bessette la versión completa de los hechos y por lo visto, aquello quedaría en una compensación y sin infractora que perseguir.
Mientras Joubert platicaba con una apenada Carlota con pijama en el pasillo, las camareras pasaban ofreciendo panecillos y jugo a manera de desayuno. La líder de éstas escondía la mantequilla y sólo entregó una ración a la joven Liukin por confundirla con un princesita que había realizado un viaje de estudios y la prensa manejaba que en su regreso a Mónaco se le brindaría un trato de turista para evitar molestarla. Carlota se rió cuando la mujer le hizo una reverencia y continuó aprovechando su trato preferencial para pedir unas toallas nuevas y jabón neutro para Tamara, misma que por ser alérgica a los convencionales, se había llenado de ronchas. En ese instante, el teniente Maizuradze se apareció y preguntó a chico Bessette si le dejaba el cuarto solo ya que le urgía dormir sin interrupciones. El muchacho respondió que sí.
-¿Dónde te quedarás?
-En este corredor, no creo que me regañen.
-Ojalá no te riñan, gracias Joubert.
-De nada, señor Maizuradze.
El teniente saludó a Carlota, tomó un bizcocho y se introdujo en la recámara, misma a la que cerró con llave. Suspiró y se llevó las manos al rostro.
-Le ha puesto cerrojo, tanto mejor; así haré mis cuentas en paz - comentó una vocecita infantil y pícara, cuya risa aparentaba inocencia involuntaria.
-¿¡Pero qué .. !?
-Grite más, así nos llevarán presos.
-¿¡Cómo entraste!?
-Por la ventana. No hay un alma afuera, nadie se enteró que salí y volví.
-¿¡Qué has hecho!? ¿¡Estás demente!?
-¿Porqué?
-¡Te has pasado de la raya! ¡Le robaste a Bessette, Adelina!
-Yo no le robé, él no me pagó. Así que tomé mi parte.
-¿De qué estás hablando?
-De negocios ¿Qué más podría ser?
-¿Qué clase?
-Los obvios: secretos, chantajes, malas mañas, adicciones y perversiones. Porque usted ha de saber que a Bessette le encanta dormir con mujercitas como yo. La diferencia es que yo sí cobro ¡Qué lista he salido!
-Espera, espera ¿Tú haces qué?
-Mi futuro ex trabajo. Soy prostituta.
-Eres una ... Niña.
-Usted ha visto a muchas como yo ¿Le sorprende?
-¿Quién te hizo eso?
-El hambre. Para ella no existen distinciones, pero ha sabido ensañarse conmigo.
-¿De dónde vienes?
-De Rusia como usted o eso me contaron, pero como si fuera de Cobbs o al menos ahí crecí cuando aprendí que nadie se compadece de un hambriento. Yo no sabía leer, ni escribir, ni tenía madre o padre, ropa o casa, era torpe y no podía aprender nada por mi cerebro de teflón, así que me puse a hacer lo que todas las mujeres hacen allá, que era meterme la idea de que los marinos me usarían un par de veces al día y recibiría monedas para comer. Y el maricón tacaño de Bessette ya me debía demasiado por todas las veces que me obligué a aguantar sus miserias, así que tomar sus joyas me parece lo justo.
-¿Porqué te escondiste aquí?
-Porque ya pasó la revisión. En la madrugada me fui a cambiar las piedras de menor valor por billetes de 1000€ y ahora estoy calculando cuánto tengo por las que aparté. Ahora sé que son millones y me voy a retirar del oficio. Tal vez me compraré una casa en Córcega, quiero vivir allá.
-Pero, esto no está bien. Tu deberías acusar a Bessette y a la Marina por lo que te han hecho. No mereces portarte como una delincuente.
-¿Terminó? Le diré algo, señor papá de mi Antoncito precioso: Yo sólo buscaba dinero, lo obtuve y me voy a hacer una vida feliz. A mí no me interesa que me hagan justicia, no la necesito. Me burlo de la justicia porque no existe. Es un bonito cuento inventado por los poderosos para consolar a los proles y a los desposeídos y asegurar que trabajen para el sistema. La justicia se utiliza para indignar inútilmente a los inconformes y a los justos mientras los que mueven las piezas ya saben cómo apaciguar el fuego y reacomodarse para seguir obteniendo los beneficios de una masa estúpida pero trabajadora que no aprenderá a reconocer las múltiples oportunidades que tiene de sacar provecho y quitar a los dueños del mundo una pizca de sus riquezas. De pizca en pizca todos se van volviendo iguales porque ya no hay superioridad material que recriminarse unos a otros. Yo no dejé pasar mi momento de brillantez y esquilmé a Bessette del dinero que me hace su igual, puesto que ya soy rica y no se atreverá jamás a ponerme una mano encima. No es moralmente correcto, pero socialmente sí y de sobra.
-Me acabas de dar una teoría de comunismo más vieja que mi tatarabuelo.
-¿Comunismo? ¡Ja, ja , ja! ¿Lo dice usted que expone su vida a cambio de que Putin se haga más poderoso? Tal como Andropov, Chernenko, Gorbachev, Ivashko y Yeltsin lo utilizaron para seguir siendo sanguijuelas. Los comunistas le dijeron a los rusos que todos tendrían lo mismo y no les mintieron porque padecían la misma pobreza y la misma paranoia contra los enemigos estadounidenses mientras el Politburó y sus políticos al igual que los de Washington eran amigos y se hundían en opulencia... Yo no hablo de comunismo sino de tomar lo mío.
-Para ser una ignorante, sabes el nombre de mis jefes y un poco de historia.
-Dije que no "sabía" leer ni escribir, pero ya sé ¿Ahora puedo seguir contando mi capital?
-¿Dónde te ocultarás?
-En mi litera.
-¿Y las joyas?
-Mi bolso tiene doble fondo.
-No te confíes.
-Por eso lo ocultaré aquí. Si usted o Joubert me quitan algo, lo pagarán. Ló único que no me parece es que dos pobres le roben a una que ha sido mísera.
-Es enigmáticamente sensato viniendo de ti.
Adelina volvió a sus cálculos, mismos que el teniente Maizuradze no entendía, ya que no distinguía que oro era verdadero o falso, desconocía que también existían calidades y que el metal "norteamericano" era el más feo. Ya no le importaba si los policías descubrían a la ladrona pero, en todo caso, él siempre negaría que se encontraba en su habitación, entusiasmándose por su generoso botín y planeando qué tipo de obsequio le compraría a Carlota, ya que al igual que la camarera, Adelina también la consideraba una princesa.
Ochi Chernye mejor conocida como Dark Eyes) Melodía popular rusa.
Me gustó el vídeo, muy a doc para el relato. :)
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