Gabriella et Guillaume: Pour les champions du monde! Yay!
“Amar es una angustia, una pregunta, una suspensa y luminosa duda; es un querer saber todo lo tuyo y a la vez un temor de al fin saberlo.” - Xavier Villaurrutia.
Número 1: Nunca mientas.
Hesparren, Francia.
-Guillaume, ¿estás seguro de querer irte antes que tu entrenador?
-Me están esperando en INSEP.
-¿Podrías relajarte?
-Antje, estoy bien.
-¿Por qué tienes la cara de enojado?
-¿Me pasas los zapatos?
-Toma pero no me has respondido.
-¡Estoy perfecto! ¿contenta?
-No me grites.
-Perdón.
-¿Qué es lo que te tiene así?
-No me quería marchar.
-Todavía puedes decir que no.
-¿Qué entrenador va venir hasta acá?
-¿Hablaste con Nikolai Morozov?
-Me dijo que no y de todas formas yo no abandonaría el grupo de Christophe.
-Entonces no te quejes.
-Mira, todo va a estar muy bien siempre y cuando no me tope con, tú sabes.
-¿Carlota Liukin?
-No me menciones ni su nombre.
-¿Qué traes con ella?
-¿Otra vez?
-Tú la sacas a colación.
-No la voy a ver, ni hablarle, ni nada. Christophe me prometió tener a esa loca lejos de mí y él siempre cumple.
-¿Cuál es tu problema?
-No lo sé, Antje, lo único de lo que estoy seguro es que llegaré a Paris y no la volveré a ver... ¿Estás lista?
-Sólo te acompaño a la estación.
-Gracias por todo.
-Ay amigo, buena suerte.
-¿Te debo algo por prestarme tu casa?
-Nada y cuando quieras, vámonos.
Guillaume abrazó a Antje y salió con maleta en mano, sin avisarle a nadie.
Número 2: No le resuelvas la vida a nadie y no te conviertas en empleado.
París, día siguiente:
-¡Señorita Carlota!
-Qué bueno que llegas ¿tengo mensajes, Miguel?
-Hasta ahora ninguno.
-La llamada de Joubert me dejó preocupada, ¿podrías averiguar si todo anda bien?
-Claro, cuente con ello, a las siete le tendré detalles.
-¿Puedes hacer eso?
-Por supuesto que sí.
-Excelente, eh ¿trajiste mi té?
-También los artículos de la prensa.
-¡Qué bien! Salí en L' équipe, mira.
-Luce muy linda.
-La parte buena es que tengo entrenamiento y me tomarán más fotos esta tarde ¿Afilaron mis cuchillas?
-Llegaron hace rato, las puse en su mesita junto a sus botines.
-Ha de ser la caja verde que vi y que confundí con un regalo.
-Pero si lo es; los patines están en una bolsa dorada.
-¿Quién me envió el paquete?
-Tengo que bajar la voz.
-¿Es importante?
-Considero que sí.
-De acuerdo - volteando hacia atrás y constatando que no había nadie - Habla.
-Un tal Guillaume.
-¿Guillaume? ¿Guillaume qué?
-Tengo el remitente en esta tarjeta... Cizeron Guillaume, no dejó dirección.
-Ha de ser una confusión ¿Qué quiere?
-No se preocupe, señorita, no le mandó ranas.
-¿Cómo sabes que no me gustan?
-Porque se asustó el otro día que se topó con una en Saint Martin.
-Lo había olvidado, qué espanto, qué asqueroso.
-Pero la salvé.
-Me habría muerto del susto, pero no es lo que quiero recordar ahora. ¿Tienes idea de qué puede estar dentro del... ? ¿Guillaume escribió un recado?
-Nada.
-Qué cosas. Investiga lo de Joubert y le consigues algo de mi parte, un peluche, una tarjeta, lo que se pueda mandar a Suiza, ya sabes del hotel donde se hospedó. Por favor, que le llegue a más tardar mañana temprano y escríbele que lo quiero, lo extraño y que deseo que le dejen ver a su mamá.
-Lo que usted diga.
-Antes de que te vayas, dime ¿qué hay en la caja?
-Debería descubrirlo personalmente.
-¿Es bueno?
-Si me pregunta, arréglese muy bien.
-Gracias, Miguel.
-Tenga buena tarde, señorita. Estaré cerca de usted por si quiere algo.
-Hasta luego.
Número 3: No salves a nadie de sí mismo.
Recepción de INSEP, París.
-¿Llegó Carlota Liukin?
-Llamó para cancelar.
-¿Explicó por qué?
-Al parecer surgió un contratiempo, se presentará mañana para una sesión doble.
-Ese afán por dejarme plantado...
-No se moleste, Guillaume, ha de ser una decisión de la policía, Carlota Liukin va a todos lados escoltada y posiblemente hoy pensaron que sería bueno dejarla en casa.
-Si hay una novedad, infórmeme.
-Por supuesto, ¿algo más?
-Avise que he venido y que entrenaré aquí a partir de mañana, gracias y buenas tardes.
-De nada.
-Oh, aguarde.
-¿Qué se le ofrece?
-¿Tiene un bolígrafo?
-Le presto el mío.
-Este es mi número de teléfono, si Carlota Liukin cambia de opinión... Olvídelo, se lo daré yo mismo, de nuevo gracias.
Guillaume salió de ahí procurando que nadie lo reconociera y revisó su celular sin mensajes ni llamadas perdidas. Poco después, un taxi se detenía frente a él y lo tomaba para indicar que lo trasladasen a cualquier lugar y que indicaría en cualquier momento dónde detenerse, no sin antes pedir que le avisaran cuando darían las cinco. El tránsito en París era igual de intenso que siempre.
-Mejor dígame donde va, hay lugares donde medio mundo se ha detenido.
-¿Me convendría caminar?
-Eso depende, ¿qué quiere hacer?
-Tengo una cita cerca de Ilê de la cité.
-Puedo acercarlo, ¿no importa?
-Hágalo.
-Recomiendo que avise, tal vez se retrase.
-Sólo vayamos a donde se pueda.
-Nos tardaremos.
El joven asentó y nuevamente sacó el teléfono de su bolsillo, descubriendo que esta vez sí tenía algo que leer y era el recado de que su envío había sido entregado con éxito.
Entretanto y en un punto de París más distante, Montparnasse, Carlota Liukin abría con intriga la caja verde que Miguel le señalaba, encontrando al instante frascos de té, especias, miel del campo y unos aretes de perla de color durazno.
-¿Por qué me habría mandado esto? - se inquirió y ocultó aquello debajo de su cama, no sin antes localizar la ansiada nota que Guillaume le había dejado.
-"Notre Dame, cinco de la tarde" ¿Para qué querrá verme? Debo cambiarme, tendré un vestido preparado, ¿cómo voy a salir? - murmuró - ¡Miguel, Miguel! - llamó y su ángel de la guarda acudió enseguida.
-¿Me conseguirías un atuendo en la tienda de la esquina?
-Claro, ¿qué le gustaría?
-El vestido durazno del aparador que combina con estos aretes y un broche con flores, ¿cuánto dinero crees que gastaré?
-200€ tal vez.
-Iré yo misma .... Mejor no, recordé que tengo algo, trenzaré mi cabello, ¿donde pusiste el atuendo que me trajeron?
-En su clóset.
-Perfecto, si llama Joubert dile que fui a practicar.
-Pero tengo prohibido mentir.
-Entonces que salí y vuelvo más tarde; me cambiaré.
-¿Cómo va a salir de aquí?
-Ve por Sergei Trankov, ahora.
Miguel accedió de inmediato, captando que el alma de Carlota se tornaba más luminosa a la sola mención de Sergei, exaltando sus sentidos y apresurándola a maquillar un poco su rostro, pero el pensamiento de Guillaume la impulsaba a tomar finalmente la determinación de colocarse los pendientes nuevos y de usurpar un traje de patinaje como una suerte de vestido vaporoso que la hacía lucir más etérea que de costumbre. En su rostro se dibujaba el nerviosismo y su expresión angelical se transformaba en la de una deidad inflamada por una pasión no explorada. Miguel se preguntaba si entre los mortales aquel sentimiento se manifestaba así y también si en un momento genuino de arrebato, Carlota Liukin creía experimentarlo sin ser rebasada. El gesto se volvió más expresivo cuando Trankov se apareció en la ventana silenciosamente. Carlota extendió su mano y el guerrillero la tomó en brazos, sin saludar, ni pronunciar palabra, únicamente sin apartarle la mirada antes de huir con ella, porque solo necesitaba una palabra de él en ese segundo para desvanecerse de amor.
Número 4: No vayas contra lo inevitable.
Notre Dame, cinco de la tarde.
Sergei sujetaba a Carlota fuertemente al momento de depositarla en tierra. La joven temblaba y su voz se atoraba en su garganta mientras se atrevía a tocar una mejilla de él, mientras imaginaba que todo París cabía en los ojos de ambos y que en cada rincón alguien encontraría los trozos de un amor imposible.
-Alguien me espera dentro, Sergei ¿Me llevarías a casa luego?
-No te tardes.
-Que nadie te vea.
-Ve con quien tengas que hacerlo.
-Se llama Guillaume.
-¿Desde cuándo están sintiendo esto?
-Él desde que era amigo de Andreas hace mucho tiempo, yo estoy por caer.
-¿Por qué no hablabas de Guillaume?
-Porque empezaré a amarlo cuando entre allí.
-¿Te olvidarás de los demás?
-A ti te amo mucho más.
-Carlota...
-Adiós Sergei.
La chica derramó una lágrima y dio la media vuelta, como si fuera una devota creyente, sonriente como al tener fe.
Número 5: Sólo eres un espectador.
Carlota ingresó a Notre Dame y pronto localizó a Guillaume dándole la espalda, de pie frente al atrio. Un reflejo dorado dibujaba bien su silueta, pero el viento con aroma a violetas que caracterizaba a Carlota lo hacía cerrar los ojos. Ella podía descifrarlo y sentirlo con cada paso que la acercaba. Su natural frío, su real presencia, su mirada subyugante, perturbaban todo alrededor pero no a él que se permitía sonreír ante ello y que al tenerla junto, se limitó a continuar en su postura.
-Puntual como siempre, señorita Carlota Liukin.
-¿Cuánto he demorado?
-Como cuatro años.
-Llegar tan tarde a una cita no es muy adecuado.
-Pero has venido.
-Tenía temor de verte, Guillaume Cizeron.
-¿Alguna razón es especial?
-Estaba pensando en otro amor.
-¿Aquél es Sergei Trankov?
-Escondértelo no sirve.
-Olvidarlo tampoco, siempre estará contigo.
-Pero no como tú y yo.
-¿Cómo continuaremos?
-Te toca decidir.
-Esto va en contra de mí mismo.
-Lo sé y por eso nunca pediré nada.
Guillaume unió su mano derecha con la de Carlota y se atrevió a mirarla, contento de que ese amor era así, intocable y apasionado, profundo y distante, contenido pero inmenso, enloquecido pero único e íntimo. Ella no alcanzaba ni a sonreírle por contemplarlo tan lejano pero tan palpable que perderse en su dulce mirada le confirmaba que no había nadie más que él y que a pesar de no tenerlo jamás, sería suyo para siempre.
Los dos se abrazaron de una manera tan fuerte, que aparentaban fundirse y aquella inocente pero desesperada acción se coronaba con la decisión de despedirse por aquella tarde, inclinándose él para concretar un beso, que de tan hondo y bello era como ver un milagro.
Carlota y Guillaume se amaban por la eternidad.
Independientemente de la disciplina, este video muestra la belleza por la misma, vale la pena.
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