miércoles, 26 de enero de 2011

Un grito de amor para el mundo

Dedicado especialmente a las víctimas de la guerra y el terrorismo



Después de una evaluación psicológica, se determinó que Anton se encontraba bien emocionalmente. En contraparte, Evan se negó a los exámenes. Pasaba los días practicando duro y trabajando en la cantina de su padre pese a la petición de su entrenador de que no lo hiciera. En la Universidad de Humanidades, encargada del programa deportivo invernal, se había decidido sustituir a Evan de toda competencia en la estuviese clasificado en tanto no se recibiera un parte médico que avalara su salud mental. Era tanta la preocupación de sus compañeros de pista que en cuánto le anunciaron a Jeremy Buttle que entraría al relevo, este declinó argumentando "falta de entrenamiento" y eso lo colocaba en una posición poco apta para el torneo. El campeonato europeo se realizaría en una semana.

En la ciudad, el calor llegó puntual. La calma y el silencio eran las reinantes aún en lugares llenos de gente. A veces el ladrido de un perro o algún gato tirando un florero se dejaba sentir pero no alteraba nada y el tedio en los jóvenes crecía. Para romper la monotonía, Amy sacó una manguera en Olenska y junto a David comenzaron a jugar . Al poco tiempo otros chicos se unieron y Anton fue por Carlota. Aunque ella ya tenía planeado ir con sus amigos al planetario, no pudo decir que no al chico Maizuradze. Con un poco de esfuerzo, logró persuadir a los demás de acompañarlos.
Las risas entre los niños le eran extrañas a los residentes. Tan acostumbrados en tan poco tiempo a la falta de vida, miraban asombrados el comportamiento repentino.
Como recordatorio quizá, de la fuente, tapaban la boquilla de la manguera para que el agua a presión le llegara a todos. Ni la policía que multaba a quiénes hacían uso indebido de las tomas de agua públicas se atrevió a hacer algo para frenarlos. Pronto, en toda la ciudad se supo lo que ocurría.
Los adolescentes, para no quedarse atrás improvisaron un torneo de volleyball y algún concierto de folk.
Era tanta la alegría, qué algunos decidieron salir de su trabajo temprano.

Anton como siempre tuvo la idea de hacer algo más. Consiguió pintura, pinceles y brochas gastadas.
Mientras el resto se distraía empapando a otros, el escribió un mensaje en una ventana:
                                    
                                      "Lo único que puede hacer un hombre valiente:
                                                                amar sin límites"    

Carlota al verlo se acercó. Sin decir palabra, él le entregó un bote de pintura. Ella entendió. No tardó mucho para que Carlota hiciera lo mismo. Comenzaron a recorrer las calles dejando mensajes. De todos colores. Algunos se molestaban, otros sólo los leían. David hizo lo propio pero los chicos se alborotaron.
En coches, aparadores, banquetas, semáforos (en dónde había), letreros, periódicos, étc, pintaban sus pensamientos, paisajes o simplemente plasmaban sus manos. Pronto llegaron los aerosoles y los más creativos pintaban murales o hacían collages con lo que encontraban. Los adultos tenían la boca abierta.

Elena por ejemplo expresaba:
            
                                          "La tristeza es para tontos"

Unos más pedían que terminaran las guerras. Otros, que los mayores dejaran de ser tan rencorosos. Pensando en lo que podía ser una muestra genuina de incomformidad, Franz De Patie tomaba fotografías y seguía a los chicos a dónde fuesen. Algunos levantaban los papeles del piso y los reunían.

Carlota continuó haciendo pintas hasta llegar a la cantina de Don Weymouth. Emocionada por el tamaño del cristal comenzó con un color naranja a dibujar su frase pero Evan se percató.

-¡Hey! ¡Qué haces!

Ella se precipitó a terminar, cuándo el joven furioso estaba a punto de salir, sintió cómo un líquido azul y espeso caía sobre él. Anton gritó a su amiga que corriera, el se quedaría.

-¿No vendrás tras de mí o te volviste un ratón?
-Cállate Maizuradze
-Eres incapaz de perseguirme. Apuesto a que también me tienes miedo
-¡No le temo a nada!
-Eres un hablador y nada más. ¡Un cobarde!

Ante eso, Evan no se contuvo. Anton entonces fue perseguido hasta Monet. Una mancha en el suelo paralizó a su perseguidor. Su respiración se agitaba. Cayó de rodillas.

-No puedo
-¡Enfréntalo Weymouth!
-El tirador estaba frente a mí. Ella me cayó encima. Quise... Quise ayudarla y estaba muerta
-Esas cosas pasan. Mi vecino falleció a mis pies el mismo día
-Lo dices de una forma tan sencilla
-Me asusté pero ¿Qué iba a hacer? Tampoco tenía remedio
-¿Cómo puedes vivir con eso?
-De la misma forma en la que tú lo vives. Yo también trabajo a veces. Hago idioteces todo el día y en algo me tengo que ocupar. No me la paso como obsesivo entrenando para torneos a los que no iré. ¿Vas a dejar que te quiten el puesto en Four Continents o en europeos sólo por esto? Eres cobarde Weymouth
-No
-Haz algo

Tomando el bote de pintura que Anton llevaba, con sus propios dedos plasmó unas palabras:

                                      "Nunca es tarde para derribar un muro. Nunca es tarde para
                                        para emocionarse, embelesarse y sentir lo más sublime.
                                        Nunca es tarde para perdonar, ser perdonardo o perdonarse"

-Ya no se ve la mancha
-Mañana nos vamos. Si haces hoy la prueba seguro te veré en el tren

Un chico dos años menor le había dado a Evan una lección. Más tarde, ya con su reporte listo y entregado a Ingo Carroll su entrenador, volvió a la cantina. Mientras caminaba, escuchaba a la gente decir que los niños se habían vuelto locos. Alcanzó a ver a Zhenya Plushy platicando con Anton mientras dibujaban círculos en la banqueta. Plushy le daba al chico un autógrafo para Carlota. También la observó a ella aventando pintura pero no logró conocer su rostro. En el cristal del negocio, Evan leyó lo que la niña había escrito:

                                       "Dicen que al final nadie vuelve. Que la vida es un camino
                                         sin salida o retorno y que la mayoría de las personas que
                                         conozcamos estarán muertas. Pero la muerte no existe.
                                         Así se diga que somos anónimos, al recordarnos como
                                         multitud, se prueba que no hemos muerto, que no
                                         moriremos. Que la vida permanece para siempre"            

No hay comentarios.:

Publicar un comentario