Noviembre 1914
La comida familiar entre los Weymouth era estéril y distante. Matt compartía la mesa más a fuerza que por otro motivo y se notaba un poco de fastidio en su faz. Sentada junto a él, su tía trataba insistentemente de tocar el tema de la boda. Agathe no había aceptado la negativa de su primo y estaba determinada a cristalizar lo que con tanto esmero sus parientes y ella misma habían soñado.
Desde su llegada, era raro que Matt pasara un día completo en casa. Entre sus pláticas con futuros socios, el alcalde que sólo le daba largas y la familia Liukin se consumía su tiempo. De hecho, esa era la primera vez que estaba presente en casa a las tres. Su padre a veces le dirigía la palabra y su madre lo miraba de forma superficialmente estricta. La actitud de el joven la desconcertaba aunque quisiera aparentar dureza. Nunca lo había visto tan distraído o con la mirada perdida.
-¿Cómo van tus gestiones Mattiah? Supe por boca de Pascal Bruni que aún nada se define - preguntaba Fabian Weymouth - Me han dicho que el alcalde no está muy convencido de tu trabajo.
-Es lo mejor que tiene y lo sabe.
-Ya te habrían dado licencia para realizar a tu antojo.
-La licencia la tengo. El presupuesto no. Hay que buscar inversionistas y tus viejos amigos están escépticos.
-Los he de persuadir si así lo deseas.
-No son personas de avanzada. Dudo que arriesguen por proyectos aventurados. He apelado a gente más joven y algunos están entusiastas, sólo necesito las firmas.
-Lo más difícil. Debes aprender a negociar. Por lo visto no eres diestro en eso. Confía en lobos de mar. Mañana mismo tendrás lo que necesitas.
Matt se quedó en silencio. No hacía caso de las risitas en la conversación ni de los murmullos. Su vista permanecía clavada en el plato. Agathe creyó que lo animaría si le ofrecía un poco de caramelos como en la infancia pero, aunque no la ignoró, él siguió sumergido en sus pensamientos. Entonces su madre queriendo saber la razón de la repentina melancolía señaló:
-Es la primera vez que te presentas a comer. ¿Serás tan gentil de por lo menos alzar la cara? Es una falta de educación no hacerlo.
-Disculpa. No ocurrirá en subsecuente.
-Las cosas han cambiado mucho. Ahora las escuelas son exclusivas de la gente de la ciudad como debe ser. Los dorados se dedican a limpiar cloacas. Hemos logrado que no se permita su presencia en nuestros parques y centros sociales. Han vuelto a su lugar de indeseables.
-De seguir las cosas cómo van nosotros seremos inútiles en poco tiempo. Los dorados arreglan los barcos, nuestras tuberías y son nuestros sirvientes. Son más hábiles ahora y creativos también. Además de que construirán las nuevas zonas de la ciudad que he planeado.
-Me sorprende que los defiendas tanto. Los odiabas no hace mucho.
-Era muy torpe y creía lo que otros decían.
-Tenemos razón. Ya verás como te desencantas de sus "habilidades"
-Son gente buena. Nada malo han hecho.
-Los incestuosos son del diablo.
-No son gente - declaró Agathe - Nos contagiarán de sus perversiones si les dejamos libres.
-¿Lo supones o lo afirmas?
-Hijo, esas reglas se hicieron para mantenernos seguros. Suficiente es admitirlos en la Iglesia.
-Dónde los separaron cuando el padre Shultheiss se negó a rechazarlos.
-Decidimos que era lo mejor.
-¿Les preguntaron si estaban de acuerdo?
-No pueden objetar. Las leyes delimitan su lugar.
-Poco inteligente medida.
-Se aprobará otra enmienda en unos días. No se podrá acercar un dorado a nadie a menos que esté a su servicio .
-Es extremista.
-Lo de mes pasado no se repetirá Mattiah.
-¿Y si quiero hacerlo otra vez?
Todos quedaron en suspenso. Se ordenó al mayordomo y la moza salir. También se prometió buena paga a cambio de discreción.
-¿Todo esto es por la muchacha de misa y circo?
Matt no contestó.
-Deja en paz esa idea tan absurda.
Él permaneció estático.
-Ella no vale la pena. ¿No entiendes que siempre será un espejismo? - Dijo Agathe - Te sugiero reprimas ese deseo tonto. Eres un joven de clase. ¡Una malasangre no merece la atención de nadie!
Él se levantó de la mesa.
-¡Su nombre es Lía! ¡No te atrevas a proferir una sola palabra de ofensa contra ella!
Furioso, se retiró. Sus padres comenzaron a preocuparse.
-¿Y si habla en serio?
-Yo mismo lo trataré con él. Este asunto se arreglará. Entenderá. Yo me aseguraré.
En la campiña Lía se encontraba leyendo un libro a su madre y Goran enredaba unas cuerdas. El atardecer traía consigo colores morados en el cielo. Se abrigaron.
Matt caminó desde el centro. Llevaba consigo unas flores pero lo alcanzó la lluvia. Pensó que no llegaría a casa de su novia. Anocheció y comenzó a darle frío pero no cedió hasta hasta encontrarse en la puerta de esa casa sencilla. Sabiendo que nadie lo atendería, decidió colocar el ramo atándolo al cerrojo pero resbaló.
Cambió de idea y retrocedió.
-Será mañana
Pero Lía que había escuchado algo extraño abrió su ventana. Recobrando fuerza, Matt se acercó. Ella lo miró y estuvo a punto de dejarlo pasar pero su padre oiría. Fue a la puerta y salió en silencio. Él la abrazó. Al ver las flores, la chica lo tomó de la mano. Comenzaron a correr como locos y llegaron a los acantilados. Matt comenzó a besarla varias veces. Ella correspondió y así fue su noche. Lía conoció un beso prolongado, uno tierno, otro más intenso. Matt era el primer hombre que la besaba en la vida y él lo sabía. No pasó más que eso. Todo fue inocente. Así quedó sellada la gran pasión que sentían el uno por el otro.
La comida familiar entre los Weymouth era estéril y distante. Matt compartía la mesa más a fuerza que por otro motivo y se notaba un poco de fastidio en su faz. Sentada junto a él, su tía trataba insistentemente de tocar el tema de la boda. Agathe no había aceptado la negativa de su primo y estaba determinada a cristalizar lo que con tanto esmero sus parientes y ella misma habían soñado.
Desde su llegada, era raro que Matt pasara un día completo en casa. Entre sus pláticas con futuros socios, el alcalde que sólo le daba largas y la familia Liukin se consumía su tiempo. De hecho, esa era la primera vez que estaba presente en casa a las tres. Su padre a veces le dirigía la palabra y su madre lo miraba de forma superficialmente estricta. La actitud de el joven la desconcertaba aunque quisiera aparentar dureza. Nunca lo había visto tan distraído o con la mirada perdida.
-¿Cómo van tus gestiones Mattiah? Supe por boca de Pascal Bruni que aún nada se define - preguntaba Fabian Weymouth - Me han dicho que el alcalde no está muy convencido de tu trabajo.
-Es lo mejor que tiene y lo sabe.
-Ya te habrían dado licencia para realizar a tu antojo.
-La licencia la tengo. El presupuesto no. Hay que buscar inversionistas y tus viejos amigos están escépticos.
-Los he de persuadir si así lo deseas.
-No son personas de avanzada. Dudo que arriesguen por proyectos aventurados. He apelado a gente más joven y algunos están entusiastas, sólo necesito las firmas.
-Lo más difícil. Debes aprender a negociar. Por lo visto no eres diestro en eso. Confía en lobos de mar. Mañana mismo tendrás lo que necesitas.
Matt se quedó en silencio. No hacía caso de las risitas en la conversación ni de los murmullos. Su vista permanecía clavada en el plato. Agathe creyó que lo animaría si le ofrecía un poco de caramelos como en la infancia pero, aunque no la ignoró, él siguió sumergido en sus pensamientos. Entonces su madre queriendo saber la razón de la repentina melancolía señaló:
-Es la primera vez que te presentas a comer. ¿Serás tan gentil de por lo menos alzar la cara? Es una falta de educación no hacerlo.
-Disculpa. No ocurrirá en subsecuente.
-Las cosas han cambiado mucho. Ahora las escuelas son exclusivas de la gente de la ciudad como debe ser. Los dorados se dedican a limpiar cloacas. Hemos logrado que no se permita su presencia en nuestros parques y centros sociales. Han vuelto a su lugar de indeseables.
-De seguir las cosas cómo van nosotros seremos inútiles en poco tiempo. Los dorados arreglan los barcos, nuestras tuberías y son nuestros sirvientes. Son más hábiles ahora y creativos también. Además de que construirán las nuevas zonas de la ciudad que he planeado.
-Me sorprende que los defiendas tanto. Los odiabas no hace mucho.
-Era muy torpe y creía lo que otros decían.
-Tenemos razón. Ya verás como te desencantas de sus "habilidades"
-Son gente buena. Nada malo han hecho.
-Los incestuosos son del diablo.
-No son gente - declaró Agathe - Nos contagiarán de sus perversiones si les dejamos libres.
-¿Lo supones o lo afirmas?
-Hijo, esas reglas se hicieron para mantenernos seguros. Suficiente es admitirlos en la Iglesia.
-Dónde los separaron cuando el padre Shultheiss se negó a rechazarlos.
-Decidimos que era lo mejor.
-¿Les preguntaron si estaban de acuerdo?
-No pueden objetar. Las leyes delimitan su lugar.
-Poco inteligente medida.
-Se aprobará otra enmienda en unos días. No se podrá acercar un dorado a nadie a menos que esté a su servicio .
-Es extremista.
-Lo de mes pasado no se repetirá Mattiah.
-¿Y si quiero hacerlo otra vez?
Todos quedaron en suspenso. Se ordenó al mayordomo y la moza salir. También se prometió buena paga a cambio de discreción.
-¿Todo esto es por la muchacha de misa y circo?
Matt no contestó.
-Deja en paz esa idea tan absurda.
Él permaneció estático.
-Ella no vale la pena. ¿No entiendes que siempre será un espejismo? - Dijo Agathe - Te sugiero reprimas ese deseo tonto. Eres un joven de clase. ¡Una malasangre no merece la atención de nadie!
Él se levantó de la mesa.
-¡Su nombre es Lía! ¡No te atrevas a proferir una sola palabra de ofensa contra ella!
Furioso, se retiró. Sus padres comenzaron a preocuparse.
-¿Y si habla en serio?
-Yo mismo lo trataré con él. Este asunto se arreglará. Entenderá. Yo me aseguraré.
En la campiña Lía se encontraba leyendo un libro a su madre y Goran enredaba unas cuerdas. El atardecer traía consigo colores morados en el cielo. Se abrigaron.
Matt caminó desde el centro. Llevaba consigo unas flores pero lo alcanzó la lluvia. Pensó que no llegaría a casa de su novia. Anocheció y comenzó a darle frío pero no cedió hasta hasta encontrarse en la puerta de esa casa sencilla. Sabiendo que nadie lo atendería, decidió colocar el ramo atándolo al cerrojo pero resbaló.
Cambió de idea y retrocedió.
-Será mañana
Pero Lía que había escuchado algo extraño abrió su ventana. Recobrando fuerza, Matt se acercó. Ella lo miró y estuvo a punto de dejarlo pasar pero su padre oiría. Fue a la puerta y salió en silencio. Él la abrazó. Al ver las flores, la chica lo tomó de la mano. Comenzaron a correr como locos y llegaron a los acantilados. Matt comenzó a besarla varias veces. Ella correspondió y así fue su noche. Lía conoció un beso prolongado, uno tierno, otro más intenso. Matt era el primer hombre que la besaba en la vida y él lo sabía. No pasó más que eso. Todo fue inocente. Así quedó sellada la gran pasión que sentían el uno por el otro.
Me gusto mucho ya que si está algo inspirador para haber sido escrito en la madrugada jeje
ResponderBorrarLe doy un 10 al post :)