Dedicado a Anedixit
Diciembre 1914
Matt pasó su cumpleaños solo. Convaleciente, seguía dibujando, destruyendo bocetos, convirtiéndose en un obsesivo de la perfección... Cuando pudo salir de la habitación, éstos momentos de inspiración frustrada continuaron al extremo del encierro en el estudio y la interrupción de las comidas para trazar en las servilletas de algodón cualquier clase de plano extravagante que Madeleine lavaba con mucho esfuerzo.
Desde el incidente del té, Lía era acompañada por sus padres a todas partes. Las ganas de gritar, incluso suicidarse, se contenían ante Goran que ni siquiera advertía tales pensamientos de ir a los acantilados y arrojarse al mar. La inmensa culpa que se volvía insoportable por provocar más daño que bien a Matt, la torturaba haciéndole pensar que quizá no lo amaba, que tal vez ella era malvada; un demonio escondido detrás de una joven que se creía buena persona.
Fue en ésos días que, para compensar sus acciones, decidió convertirse en la maestra improvisada de los niños expulsados de las primarias. Al lado de su casa, a la sombra de un árbol, recibía a todos los pequeños pero era inútil. Su mirada se fue apagando y sufriendo de ansiedad, desarrolló una compulsión por frotar sus manos al punto de lastimarse y sangrar. El nudo de su garganta a menudo la sofocaba y sentía dolor si alguien apenas rozaba su piel. Naturalmente, trataba de ocultarlo y pese a las molestias, cubría las heridas que se provocaba con guantes, alegando aquella vieja alergia al polen que de chica le hacía pasar momentos incómodos pero al crecer se había sanado.
El joven Weymouth la buscaba después del trabajo sin encontrarla jamás. Si le preguntaban, él también experimentaba ese impulso de saltar al vacío: La necesidad de encontrarse con Lía rebasaba su sentido de la razón. Matt aún creía que su novia había incurrido en un acto desesperado y aunque en casa trataban de convencerlo de lo contrario, nadie sufrió de manera tan atroz como él y tampoco lo había cuidado con la misma devoción de la muchacha montañesa. Pidiendo al padre Shultheiss enviarle un mensaje si la veía, tenía la esperanza de que Goran levantara el castigo a su única hija a pesar de saber que aquél hombre era inflexible en sus determinaciones.
Una mañana, sin embargo, cambió todo. Lía después de una difícil lección con infantes demasiado inquietos, prefirió escaparse. Antes de que su padre la viera por la puerta y la llamara, corrió a cumplir su propósito de perder la vida pero en el camino tropezó con Matt que a su vez estaba evadiendo una reunión de negocios.
Contrario a lo previsible, no fueron capaces de darse un beso o sonreírse. Algo se rompió una vez de frente. Se tomaron de la mano y lentamente se dirigieron a la pradera. Las palabras se les iban de la boca... Matt entonces supo de dónde provenía la fragancia que lo enloquecía. El aroma natural de Lía era igual a las flores, a las violetas. Ella no usaba perfume o algo similar. Seducido, miró sus labios. Acostados en el pasto se abrazaron y él se colocó encima. Respirando agitadamente ambos comenzaron a sentir la piel del otro, Matt se descubrió el pecho y ella experimentaba sensaciones que jamás imaginó. Aunque era algo bastante simple, Lía se creía embriagada, sin idea de lo que debía hacer y al mismo tiempo se saciaban unas ganas reprimidas por ser desconocidas, con toda la intensidad de la que él era presa, ella percibía su propio cuerpo en totalidad. Hipnotizada por la calidez y suavidad de la dermis de su hombre, alcanzó a distinguir su silueta. Lo oía gemir sutilmente y la inspiró a tocarlo. Lejos de incomodarse todo se volvió aún más disfrutable... De pronto, ella recobró la conciencia. La inseguridad y el temor la invadieron. Cuando terminó, se separó de Matt bruscamente y le dió la espalda.
-¿Esto es normal Matt?
-¿Qué?
Lía se alteró al verse desnuda.
-¡Mi vestido! ¡No lo encuentro!
-Espera... ¡Está en tus pies!
-¡No me toques!
-¿Todo bien?
-¿Qué hicimos? ¿Porqué pasó?
-Lía ... Estoy comenzando a sentir pánico ...
Ella lloró. Él intentó reconfortarla pero entonces la joven lo asaltó con una pregunta:
-¿He dejado de ser virgen?
Matt abrió aún más los ojos. Debía contestarle con sinceridad y temía el resultado.
-Sí.
Cayó rendida. La virginidad era algo que debía guardarse, era sagrado. Se perdía al contraer matrimonio y evidentemente ellos no estaban casados.
-Tú sabías, yo no.
-¿Saber qué?
-Lo que pasaría. ¡Yo no quería perder mi pureza!
-¡Yo no haría nada que tú no quisieras!
-¡¿Cómo habría de desear algo así?! ¡No me dijeron que esto existía!
Matt estaba aterrado ¿Qué le quiso decir? ¿Acaso Lía ignoraba esa clase de cosas hasta ese instante? ¿Qué le entendió el día que le habló de las modelos de París?
-Las parejas tienen momentos como el que pasamos.
-Dime la verdad ¿Lo has hecho antes?
-Estuve con varias chicas.
-¿Las amabas?
-No me enamoré. No me enorgullece, pero estoy siendo honesto contigo.
-¿Soy como ellas?
-En absoluto.
Ella giró dónde él. Era deseo.
Lía sentía vergüenza de aceptar que la sensación de los besos de Matt recorriéndola había sido extraña y agradable, que sentía las manos de él fundirse con su ser... Pero dejó de importar ese pudor. Recordó a ese hombre gritando que la amaba afuera de la iglesia. Poco tiempo después se reirían de lo acontecido en su primera vez pero en ese instante ella cedió y lo atrajo a sí.
El tiempo se aparentaba infinito hasta que la voz de Goran se oyó cerca. Ambos se vistieron de prisa y partieron casi a gatas hacia la playa. Un ataque de risa nerviosa fue el preámbulo de una nueva locura.
Al llegar la noche, Lía y Matt buscaron un sitio para dormir. La ciudad les ofreció el rincón perfecto en un apartamento abandonado recientemente; incluso los muebles lucían nuevos pero no contenía ya señales de vida. La recámara los aguardaba y la joven evocó los momentos en los que abrazó su almohada, imaginando ver a Matt despertando, mientras ella lo estrechaba.
Mucho más relajados, decidieron repetir lo realizado al mediodía pero esta vez fue más libre, incluso mejor. Cada caricia se quedaría grabada en la mente de ambos para siempre. Por la mañana, no podían despertar. Permanecieron en cama hasta el crepúsculo.
Diciembre 1914
Matt pasó su cumpleaños solo. Convaleciente, seguía dibujando, destruyendo bocetos, convirtiéndose en un obsesivo de la perfección... Cuando pudo salir de la habitación, éstos momentos de inspiración frustrada continuaron al extremo del encierro en el estudio y la interrupción de las comidas para trazar en las servilletas de algodón cualquier clase de plano extravagante que Madeleine lavaba con mucho esfuerzo.
Desde el incidente del té, Lía era acompañada por sus padres a todas partes. Las ganas de gritar, incluso suicidarse, se contenían ante Goran que ni siquiera advertía tales pensamientos de ir a los acantilados y arrojarse al mar. La inmensa culpa que se volvía insoportable por provocar más daño que bien a Matt, la torturaba haciéndole pensar que quizá no lo amaba, que tal vez ella era malvada; un demonio escondido detrás de una joven que se creía buena persona.
Fue en ésos días que, para compensar sus acciones, decidió convertirse en la maestra improvisada de los niños expulsados de las primarias. Al lado de su casa, a la sombra de un árbol, recibía a todos los pequeños pero era inútil. Su mirada se fue apagando y sufriendo de ansiedad, desarrolló una compulsión por frotar sus manos al punto de lastimarse y sangrar. El nudo de su garganta a menudo la sofocaba y sentía dolor si alguien apenas rozaba su piel. Naturalmente, trataba de ocultarlo y pese a las molestias, cubría las heridas que se provocaba con guantes, alegando aquella vieja alergia al polen que de chica le hacía pasar momentos incómodos pero al crecer se había sanado.
El joven Weymouth la buscaba después del trabajo sin encontrarla jamás. Si le preguntaban, él también experimentaba ese impulso de saltar al vacío: La necesidad de encontrarse con Lía rebasaba su sentido de la razón. Matt aún creía que su novia había incurrido en un acto desesperado y aunque en casa trataban de convencerlo de lo contrario, nadie sufrió de manera tan atroz como él y tampoco lo había cuidado con la misma devoción de la muchacha montañesa. Pidiendo al padre Shultheiss enviarle un mensaje si la veía, tenía la esperanza de que Goran levantara el castigo a su única hija a pesar de saber que aquél hombre era inflexible en sus determinaciones.
Una mañana, sin embargo, cambió todo. Lía después de una difícil lección con infantes demasiado inquietos, prefirió escaparse. Antes de que su padre la viera por la puerta y la llamara, corrió a cumplir su propósito de perder la vida pero en el camino tropezó con Matt que a su vez estaba evadiendo una reunión de negocios.
Contrario a lo previsible, no fueron capaces de darse un beso o sonreírse. Algo se rompió una vez de frente. Se tomaron de la mano y lentamente se dirigieron a la pradera. Las palabras se les iban de la boca... Matt entonces supo de dónde provenía la fragancia que lo enloquecía. El aroma natural de Lía era igual a las flores, a las violetas. Ella no usaba perfume o algo similar. Seducido, miró sus labios. Acostados en el pasto se abrazaron y él se colocó encima. Respirando agitadamente ambos comenzaron a sentir la piel del otro, Matt se descubrió el pecho y ella experimentaba sensaciones que jamás imaginó. Aunque era algo bastante simple, Lía se creía embriagada, sin idea de lo que debía hacer y al mismo tiempo se saciaban unas ganas reprimidas por ser desconocidas, con toda la intensidad de la que él era presa, ella percibía su propio cuerpo en totalidad. Hipnotizada por la calidez y suavidad de la dermis de su hombre, alcanzó a distinguir su silueta. Lo oía gemir sutilmente y la inspiró a tocarlo. Lejos de incomodarse todo se volvió aún más disfrutable... De pronto, ella recobró la conciencia. La inseguridad y el temor la invadieron. Cuando terminó, se separó de Matt bruscamente y le dió la espalda.
-¿Esto es normal Matt?
-¿Qué?
Lía se alteró al verse desnuda.
-¡Mi vestido! ¡No lo encuentro!
-Espera... ¡Está en tus pies!
-¡No me toques!
-¿Todo bien?
-¿Qué hicimos? ¿Porqué pasó?
-Lía ... Estoy comenzando a sentir pánico ...
Ella lloró. Él intentó reconfortarla pero entonces la joven lo asaltó con una pregunta:
-¿He dejado de ser virgen?
Matt abrió aún más los ojos. Debía contestarle con sinceridad y temía el resultado.
-Sí.
Cayó rendida. La virginidad era algo que debía guardarse, era sagrado. Se perdía al contraer matrimonio y evidentemente ellos no estaban casados.
-Tú sabías, yo no.
-¿Saber qué?
-Lo que pasaría. ¡Yo no quería perder mi pureza!
-¡Yo no haría nada que tú no quisieras!
-¡¿Cómo habría de desear algo así?! ¡No me dijeron que esto existía!
Matt estaba aterrado ¿Qué le quiso decir? ¿Acaso Lía ignoraba esa clase de cosas hasta ese instante? ¿Qué le entendió el día que le habló de las modelos de París?
-Las parejas tienen momentos como el que pasamos.
-Dime la verdad ¿Lo has hecho antes?
-Estuve con varias chicas.
-¿Las amabas?
-No me enamoré. No me enorgullece, pero estoy siendo honesto contigo.
-¿Soy como ellas?
-En absoluto.
Ella giró dónde él. Era deseo.
Lía sentía vergüenza de aceptar que la sensación de los besos de Matt recorriéndola había sido extraña y agradable, que sentía las manos de él fundirse con su ser... Pero dejó de importar ese pudor. Recordó a ese hombre gritando que la amaba afuera de la iglesia. Poco tiempo después se reirían de lo acontecido en su primera vez pero en ese instante ella cedió y lo atrajo a sí.
El tiempo se aparentaba infinito hasta que la voz de Goran se oyó cerca. Ambos se vistieron de prisa y partieron casi a gatas hacia la playa. Un ataque de risa nerviosa fue el preámbulo de una nueva locura.
Al llegar la noche, Lía y Matt buscaron un sitio para dormir. La ciudad les ofreció el rincón perfecto en un apartamento abandonado recientemente; incluso los muebles lucían nuevos pero no contenía ya señales de vida. La recámara los aguardaba y la joven evocó los momentos en los que abrazó su almohada, imaginando ver a Matt despertando, mientras ella lo estrechaba.
Mucho más relajados, decidieron repetir lo realizado al mediodía pero esta vez fue más libre, incluso mejor. Cada caricia se quedaría grabada en la mente de ambos para siempre. Por la mañana, no podían despertar. Permanecieron en cama hasta el crepúsculo.
Gracias por esto, es hermoso.
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