viernes, 9 de octubre de 2015

La cita con Kovac (Carlota y Gustavo)


Con dedicatoria a mi estimado Gustavo Justet, gracias por tus atenciones y amabilidad.

El inicio de la Feria Gastronómica Internacional de Tell no Tales significó bares vacíos en el Panorámico y por ende, Evan Weymouth se aburría, dándole la tentación de cerrar su local e irse de parranda al centro a "comer árabe" en vista de que no tendría otra oportunidad en al menos, un año. Justo eso le comentaba a Bérenice Mukhin cuando Kovac se encontró con un cartero en la entrada y después de darle el consabido autógrafo, entró con un sobre en la mano, diciendo sonriente:

-Mensaje para la señorita Bérenice y espero que después de leerlo, acepte acompañarme.
-¿Qué es?
-Me pidieron que te lo diera.
-Gracias, chico.
-¿No lo vas a leer?
-En casa ... ¿Un trago?
-Hoy paso, es que vengo a pedirle un permiso a tu jefe.
-A pequeño jefe porque don jefe no está.
-En ese caso.... Evan ¿me permites llevar a Bérenice de paseo?

El joven Weymouth atinó a creer que Kovac supiera su nombre y como le era usual, le surgió la duda de por qué el interés en su empleada aunque la respuesta no fuera descabellada.

-¿A dónde la invitas?
-A la feria del centro.
-También quiero ir.
-Te puedo dejar allá.
-Bérenice no ha dicho si acepta o no.
-¿Dónde fue?
-Acá arriba por su bebé, es que no quiso llevarlo a la guardería.
-No hay problema.

Poco después, Bérenice apareció con su pequeño Scott al frente.

-¿Cuándo nos vamos? - preguntó.
-No te he dado permiso - replico Evan.
-Pero no te vas a negar porque quieres una cosa arab... arabo... ara, como se llame.
-¿Para eso sí tienes memoria, verdad?
-¿Sí o no?
-Debes quedarte a cerrar.
-¡Nos vemos, pequeño jefe!

Bérenice tomó a Kovac del brazo y se alejó corriendo, como si creyera que había realizado una travesura. 

-La próxima vez, avísame que vamos de fuga.
-¡Pero ese es el chiste!
-Al menos me sirvió el ejercicio.
-¡Pero adoro caminar! ¡Anda, anda, mi bebé prefiere sentir el aire puro!

La joven abrazó a Kovac y tomó camino a la avenida Gardel, puesto que era la más cercana al centro. Los repartidores de volantes gritaban para llamar la atención y otros colgaban carteles para la promoción de la feria.

Mucha gente sentía curiosidad por lo que se ofrecía y el tránsito se volvió pesado, sin embargo, la atmósfera era tan festiva que Bérenice comenzaba a dar unos pasos y comentaba que quería conocer de todo, fingir que sabía inglés y practicar las palabras que sacaba de las canciones de Michel Teló. Kovac la contemplaba sin ningún motivo especial de principio. De hecho, aquella cita se le había ocurrido por mero impulso, seguro de que cualquiera de sus amigos declinaría por trabajo. Otro aspecto notable era que el niño Scott demostraba una alegría poco vista para tener escasos meses de edad. Sonrisas e intentos de juntar sus palmas ocasionaban que su madre le celebrara esos pequeños logros con besos en su cabecita y añadía que Kovac terminaría muerto de envidia.

-No puedo sentir celos de un bebé.
-¿Quién habló de celos?
-Son similares a la envidia.
-Claro que no.
-Son lo mismo.
-El que no entiende la diferencia eres tú y si dije envidia es porque Scott es chiquito y adorable, por eso lo mimo tanto.
-¿Si yo fuera un niño, me tratarías igual?
-Pero eres un grandulón y me caes muy bien, aunque no sé por qué no llamé a mi adorado Luiz.
-¿Tu novio?
-Y papá de mi amor de chamaco pero bueno, luego le contaré cómo la pasamos.

Bérenice volvió a sostenerse del brazo de su amigo y recorrieron el tramo de Gardel que les faltaba antes de atravesar unas calles del barrio ruso para comprobar como desde la culminante avenida Piaf se visualizaba la plaza principal repleta de stands, escenarios y una creciente muchedumbre.

-Huele delicioso - expresó la joven.
-Exploremos, a lo mejor encontramos algo que nos agrade.

Ambos se emocionaron al instante, esperaron la luz roja del semáforo y se adentraron en la explanada, según él, para guiarse. Había cuatro columnas de acero indicando como se distribuían los puestos de comida.

-A las izquierda los asiáticos y a la derecha los africanos y sudamericanos, los europeos al frente y el resto en las esquinas ¿dónde deseas comenzar, Bérenice?
-¡Quiero ver a los chinos!
-Tus deseos son órdenes y pide lo que quieres, me haré cargo.
-¿Deveras?
-Con confianza, soy un caballero.

Ella aplaudió en agradecimiento y jaló a Kovac a la sección asiática, intentando identificar entre los filipinos, los tailandeses y los japoneses. Bérenice juraba que todos se veían iguales e inclinaba la cabeza para saludarlos, ocasionando que su amigo empezara a reírse.

-¡Quiero un rollo de plátano y arroz frito! ¡Y mira ese gorro! Scott se ve precioso.
-Parece monje taoísta.
-¿Ta... qué? No importa, me llevo eso.

En el stand de Laos, la ropa para bebé lucía interesante pero a Kovac le resultaba curioso ver a Scott con un adorno en su cabeza y a su madre presumiéndolo después de acabar con su comida. Poco más tarde, Bérenice lo sorprendía devorando curry de pollo y pan al vapor, sin sospechar que ella poseía un apetito inacabable.

-¡Gatos de plástico!
-¿Quieres uno?
-¡El verde!
-De acuerdo pero ¿te gusta tanto China? No se puede pasar.
-¿Aquí están los chinos?
-Si tenemos paciencia, tal vez entremos.

Pero ella se alborotó un poco y cuando Kovac consiguió verle de nuevo, estaba con la gente enviada por la embajada y rasgaba sus ojos para simpatizarles.

-Vámonos - dijo él después de saltar una de las mesas con mercancía.
-Pero les agrado.
-No los vayas a ofender, toma una chuchería y adiós.
-Mi gato.
-Lleva el póster de acá y té.
-¿La regué?
-¿Perdón?
-¿Me porté mal?
-Digamos que no... aún.
-No entiendo nada pero bueno - y dirigiéndose a los expositores con un enorme abrazo, ella prometió regresar.

Kovac logró sacarla de ahí mientras constataba que de seguir en esa sección, no tardarían en reconocerlo. De todas formas, Bérenice enfocaba su atención en la venta de productos de Corea del Sur y en unos helados con forma particular.

-¡Compremos churros!
-Son barquillos.
-¡Como churros!
-No me gusta el helado.
-Mmh, de acuerdo.

Eso no significó que él no se lo invitara a la joven y prosiguieron su camino por la "zona europea". Kovac sentía que se sonrojaba cuando Bérenice denostaba un poco de ignorancia: "¿Suecia no es Suiza?" "¿Cómo que Yugoslavia no existe?" "¿Son de Malta los perros malteses?". Aquello pintaba para ponerse crítico al escuchar que la joven hablaba con la boca llena, aunque él la disculpaba porque nunca había reído sin descanso.

-¡Ahí está tu doctora, Scott! - gritó ella al reconocer a Courtney Diallo frente a la venta rusa.
-¿Quieres saludarla? - preguntó Kovac.
-Ay, claro - mordiendo su helado - Oye ¡qué rico churro!
-Es un barquillo coreano.
-¡Pero parece churro! ¡Por eso qué rico churro!

Courtney la miró y Bérenice la saludaba a su distancia, comprobando que iba acompañada, pero se distrajo pronto para admirar una rebanada de pastel que un cocinero cubría con abundante chocolate fundido y lo partía con generosidad.

-Ya no está - suspiró la chica al echar de nuevo el vistazo y conocer que Courtney no se hallaba.

En medio del creciente gentío, no separarse de Kovac se convertía en una dificultad y ambos fueron a parar al stand de Israel aunque en extremos opuestos. Él lograba introducirse involuntariamente y Bérenice en cambio, permanecía afuera y suplicaba entre empellones que la gente tuviera consideración de Scott, pero no por eso se abstenía de terminar con su helado y chacharear. Un chico le aseguraba que podía atenderla.

-Mark Masliah, a tus órdenes.
-Gracias, gracias ¡qué lindos aretes! ¿Crees que se me verían...? ¿No eras tú el que estaba con Courtney?
-¿Perdón?
-Courtney, la doctora de mi niño ... Bueno, lo atendió una vez.
-Era yo.
-Qué bien, ojalá la hubiera saludado.
-Anda por aquí, me presentó a su novio Matt.
-¿Matt? ¿Dónde fueron?
-No vi.
-No puedo dejar que se quedé con él.
-¿Qué?
-Nada, adiós.
-Oye, me eres conocida.
-A nadie me parezco.
-¿Bérenice Mukhin?
-Me confundes.
-El Gobierno Mundial te busca.
-Yo no soy yo... Ay, dios.

Bérenice se dio a la carrera para perder a Mark y por lo mismo, no se percató de que Kovac también la perseguía. Para su suerte, el último era más veloz y la sujetó en un atestado stand francés.

-Toma lo que quieras y disimula.
-¡Perfume!
-No voltees, ¿puedo saber qué hiciste?
-¡Nada! ¡La pandilla Rostova nunca sirvió para nada, eso decía Matt!
-¿Quién es Matt?
-Mi novio, el doctor.
-Se fue el peligro.
-Menos mal.... ¡Un chico francés!

A Kovac entonces, le tocó la escena en la que Bérenice saludaba a un vendedor, le preguntaba su nombre y lo besaba enseguida.

-¡Después de cumplir mi sueño, me voy! - remataba la chica y arrastraba a su amigo, descubriendo que Mark la había esperado. La huída duró bastante pero lo extravió en la sección latinoamericana.

-Tengo sed.
-Discúlpame.
-Te acabo de ayudar a ¿escapar?
-¿Te pagaré?
-En serio ¿qué pasa contigo?
-Ni idea.. No, no sé. Pobre Scott, está cansadito.
-Tienen mate de coca, creo que necesito uno; ¿agua de frutas para tu niño?
-Está bien.

Bérenice aguardó a Kovac y éste trajo consigo un par de vasos.

-¿A qué te referías con lo del sueño?
-¿Eh?
-Con el francés.
-A que nunca había besado a un francés ¡y se llama Thomas!
-Tiene sentido.
-¿Me dirías por qué me invitaste?
-Me eres simpática.
-Es que si lo soy.
-Comes mucho.
-Siempre tengo hambre.
-Comprendo.
-Todo parece tan delicioso.
-¿Quieres algo?
-¿Qué dice allí? Cho... pan... panri... ¿qué?
-Choripán.
-Suena bien.
-¿Quieres el de Argentina o probamos un uruguayo?
-Por lo raro del nombre, uru... uruayo.. urud.. eso.
-¡Dos choripanes, por favor!

Los dos se acercaron a una parrilla y no perdieron el tiempo en probar.

-¡Es lo más rico de la feria!
-No hemos ido con los africanos.
-Te apuesto otro de estos a que no hay algo más sabroso.
-Te tomo la palabra, Bérenice.
-Ay, qué lindo.
-¿Ahora qué?

Kovac apenas concebía que ella se dirigiera al expositor.

-Pero qué carita tan interesante tiene el hombre de acá ¿Cómo te llamas?
-Gustavo Justet ¿y tú?
-¡Bérenice Mukhin!
-Gusto en conocerte.
-¡Me está encantando el chopa, chopan... esto.
-Te lo agradezco ¿querrás mi tarjeta?
-Lo que te voy a preguntar es extraño pero ¿conoces a Carlota Liukin?
-¿A quién?
-Te pareces a un novio que tuve, entonces ¡tú debes ir a París! ¡Ve por Carlota!
-No sé qué contestar.
-¡La Rambla* existe en París y Carlota vive allá! ¡Recuerda, Carlota!
-Vaya, qué ...
-¡Kovac, larguémonos de aquí!

El vendedor se quedaba en ascuas y sus clientes salían huyendo nuevamente de Mark Masliah, a quien no tenía el gusto de conocer. Mark dejaba caer una gran cantidad de volantes que le habían dado los colegas de la feria y Gustavo levantó por coincidencia una publicidad de la embajada francesa: "La plus belle" anunciaba y mostraba una fotografía de Carlota Liukin con su medalla europea. El otro lado la presentaba como una gran estrella.

Gustavo lo creyó curioso pero Mark volvió a levantar su desastre.

-¿Dejé algo?
-Este papel.
-Perdón, es que esta chica...
-¿Te pasó algo?
-No, Bérenice andaba platicando ¿contigo?
-Ella fue muy amable.
-Quería conocerla pero no me lo permitió.
-La verás por acá más tarde, esperemos.
-Me encantaría, suerte.
-Suerte.

Por su lado y fuera de la plaza, Bérenice y Kovac por poco reventaban de risa. Se notaban agotados y se sentaron en una banqueta.

-Vaya día.
-Me entretuve mucho.
-Esa era la intención.
-Te agradezco todo.
-Si quieres, podemos visitar lo que nos faltó el domingo.
-Acepto.
-Mira, Scott está contento.
-Se va a dormir.
-Por cierto, te guardé esto Bérenice.
-¡Pastel de chocolate!
-Es que casi te quedas pegada a los exhibidores de Bélgica y no te lo pude dar antes.
-Qué dulce.
-¿Lo dices por el pastel?

Bérenice comió su rebanada en silencio, no sin convidarla a Kovac. Este supo que no era mala idea salir con ella.

-Por cierto ¿guardaste el sobre que te di?
-Claro, lo veré más tarde.
-Me preocupaba que lo hubieras perdido.
-¿Por qué?
-Lo vi a contraluz.
-¿Qué es?
-Te enterarás cuando estés sola.

Bérenice y Kovac se encogieron de hombros, dando por concluida su cita. Ella se quedó con ganas de ver el stand de Brasil.

*Se trata de un sitio real y súper recomendable, lo atiende mi querido Gustavo Justet a quien le reitero mis agradecimientos y aprecio.
La Rambla, parrilla y pizzería uruguaya, Ometusco s/n casi esquina con Avenida Baja California, colonia Condesa, D.F. De las dos de la tarde en adelante. 


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